LOS BALCONES DE MADRID, II

Tirso de Molina
(Gabriel Téllez)

El texto presentado aquí está basada en el publicado en primera instancia en una suelta, sin fecha pero casi seguramente del siglo XVII, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de París y luego en el TEATRO ANTIGUO ESPAÑOL (Madrid: F. Grimaud de Velaunde, 1937). Este texto, como divulgado hace años por Harold G. Jones y Vern G. Williamsen en "Dos refundiciones tirsianas: `Amor no teme peligro' y `Los balcones de Madrid'," un artículo publicado en ESTUDIOS (nos. 132-135, 1981, pp. 133-55), es una refundición. Sin duda alguna representa la forma en que la obra fue presentada en el teatro popular, en contraste con la original destinada a presentación palaciega. En esta forma se basa también la traducción inglesa que se encuentra en esta biblioteca electrónica. Consúltese además, la obra en su forma original en la misma colección. Esta edición fue preparada por Vern G. Williamsen en el año 1996.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen ELISA, con un papel en la mano, y CORRAL
ELISA: ¿Qué tantos extremos hizo don Juan con la suerte y letra? Corral, ¿qué tanto se holgó? CORRAL: Háse holgado de manera que es un holgazón de gustos, y si en Burgos estuviera, fundaran sus holgaduras diez conventos de Las Huelgas. De los versos que te escribe saca tú, cual de madeja, el hilo por el ovillo, el mesón por la tableta. Léele y verás que te paga en décimas o espinelas diezmo su amor sin ser cura, alcabala sin que venda... mas, quedo, que entran.
Sale don ALONSO
ALONSO: Elisa, propicio el año comienza. Pues ha llegado a esta corte el que mis años aumenta. Ya habrá venido el crïado pues no le encontré a la puerta. Mas, ¿qué buscáis aquí vos? CORRAL: (¡Concentainas y Palencias!) Aparte ALONSO: Hablad. ¿Qué buscáis? ¿Quien sois? CORAL: (San Tiento asista en mi lengua.) Aparte Soy, señor, cierta persona... (Persona, sí, mas no cierta Aparte porque nunca estoy en casa... ni persona, porque de éstas hay mucha falta en el mundo.) Distilo quintas esencias, limpio dientes, curo callos, hago moños, saco muelas. Llamóme desde el balcón una titular doncella... que afirman las hay de anillo... ¿Qué se le da de que mientan?
Quiere irse
ALONSO: ¿Qué es esto? Esperad, oíd. CORRAL: Oidor es gran preeminencia; mas yo jamás he hojeado Parladorios ni Pandectas aunque hay letrados melones que escritos en las cortezas de vírgenes librerías, si los calan, son badeas. ALONSO: (Este hombre es falto.) Aparte Esperad. CORRAL: Quien espera desespera, y esperar sin esperanza es propio de la ley vieja. ALONSO: ¿Hay humor más peregrino? ¿Qué buscáis? CORRAL: ¿Yo? La escalera, que se me vuelve invisible y debe de ser parienta de la de los ahorcados, para la subida, cierta, pero para la bajada, franca tan solo al gurrea. ALONSO: (El crïado que envió Aparte don Pedro a que me dijera que estaba ya en esta corte es, sin duda.) No os dé pena que os halle yo ahora en casa, cuando ha de ser dueño de ella el señor a quien servís. CORRAL: ¿Mi señor? ALONSO: A su firmeza está mi Elisa obligada como yo a sus muchas prendas. Ha venido a estancia mía para que a su sombra tenga nuevo valor nuestra casa. Reconocíle aquí cerca, dile con la bienvenida los brazos, y luego quejas por dilatarnos los gozos que medramos con sus nuevas. Excusóse con decirme: "Un crïado mío os queda aguardando en vuestra casa; que por no darla molestia, sin prevención y de noche quise, a pesar de la priesa de mi amor, hasta mañana añadirme un día de ausencia." Ya yo estuve con vuestro amo y le di la enhorabuena, viniendo pues de su parte cuando albricias os esperan. ¿Qué temor os acobarda? CORRAL: (Trocáronse las maletas Aparte pues por otro me aplaudizan. Transfórmome en el que piensan.) Temí la venustidad de esas canas circunspectas; pero, pues hallan mis dichas en su invierno primaveras, besándote los coturnos después de implorar tu vénia y darte críticas gracias, iré a pesarme de cera, puesto que ya mis calzones, según mi olfato, le pesan.
Vase
ALONSO: En tu silencio he notado, Elisa, y en la tibieza de tus ojos, cuán sin gusto has recibido estas nuevas. Pues, Elisa, ya mis años necesitan de quien tenga cuidado de ti y mi casa, quien me alivie y te merezca. Don Pedro es un mozo ilustre, agradable su presencia; conózcole y le conoces, y tiene seis mil de renta. Yo le tengo voluntad, con que, quieras o no quieras, te tiene de ver mañana, y esotro han de quedar hechas, sin falta, las escrituras, o salir la noche mesma en un coche de Madrid para un convento de Lerma.
Vase [don ALONSO]
ELISA: Todo mal no prevenido es precursor del desmayo. Mata repentino el rayo, y si no, quita el sentido. Instantáneo rayo ha sido, don Juan, mi padre crüel; mas privilégiame de él mi firmeza inexpugnable; que aunque a todos formidable, no hiere el rayo al laurel. Cuando de mi amor discuerde y me amenazan congojas, no porque tiemblan las hojas el laurel su verdor pierde. Siempre firme, siempre verde sus rigores me verán y, si en perseguirme dan, morir es total remedio; que mi amor no admite medio entre la muerte y don Juan.
Vase [ELISA]. Salen el conde don CARLOS y don JUAN
CARLOS: No vi noche más clara y agradable. El diciembre se ha vuelto en mayo afable. JUAN: ¡Ay, Conde y señor mío! Si Amor rapaz es todo desvarío, y como niño estima juguetes con que más su fuego anima, un favor, un juguete, venturas esta noche me promete que alegren mi tristeza si del modo que acaba el año, empieza. CARLOS: Dejad estilos graves, pues los de la amistad son más süaves; que siendo vos mi amigo, éste es, sólo, el blasón a que os obligo. Aunque tan recatado anda de mi amistad vuestro cuidado, y en él tan poco os debo que llamaros amigo no me atrevo. JUAN: Creed que si fïárosle rehuso, no es por dudar de vos; mas porque el uso, que yo frecuento poco, no ha de juzgarme amante pero loco. Oíd filosofías de un peregrino amor que ha muchos días que siéndole obediente en mí es naturaleza, no accidente; pero con presupuesto que no ha de seros, Conde, manifiesto el nombre de la dama; que me ha juramentado, y de mi llama tanto el secreto estima, que hasta en los ojos su secreto intima. CARLOS: Decid, que os yo prometo que por mí no peligre este secreto. JUAN: Yo, con Carlos, adoro la perla más que al nácar, más que al oro; el diamante que engasta la forma, más que a su materia basta. Quiero decir con esto que adoro a un alma con amor honesto, tan libre de apetito, que aun el pensarlo juzgo por delito. CARLOS: Las gracias de un valiente entendimiento enamoran tal vez al pensamiento; mas si él solo os recrea, la dama que encubrís será tan fea que el apetito os tasa y amando al dueño perdonáis la casa. ¿De qué sirven los ojos si estímulo no son de sus despojos? ¿Tenéisla por hermosa? JUAN: Sol de los cielos es, del mayo rosa, y con ser como os pinto, mi amor del ordinario es tan distinto que puesto que mi vista se deleite de paso y no la asista, sin detenerse en sus despojos bellos, viriles son los ojos y por ellos adoro al huésped; que en tan noble casa mi voluntad honestamente abrasa. CARLOS: Bien dicen que es locura amor; que en cada cual mostrar procura el modo en que se extrema. Mas, don Juan, cada loco con su tema. Que yo no me acomodo a amar la parte a solas sin a todo; mas ¿vivís satisfecho que os corresponde con lealtad su pecho? JUAN: Estoy cierto que vivo sin competencia en él, y que recibo favores, bien que honestos, al yugo alegre del Amor dispuestos. Y porque no os dé enfado el presumirme necio confïado, advertid que no ha un hora que echando suertes, fue mi protectora Fortuna de manera que me cupo mi dama, y que me espera por esto tan gustosa que el parabién se ha dado de mi esposa. Oíd el epigrama con que la suerte a su favor me llama:
Saca un papel don JUAN y léele
"Tendrásle de celos loco; mas vencerá tu firmeza, que en premio de tal belleza nunca mucho costó poco." ¡Este me ensoberbece! ¡Esto me escribe! CARLOS: ¡Qué de engaños, don Juan, os apercibe la propia confïanza! El mar y la mujer, todo es mudanza. Ese favor, testigo del gozo con que os veo, esa fineza sorteada por vos fue sutileza de un ingenio doblado que conmigo como con vos procura, siendo arte, persuadirnos que es ventura. Antes que yo os hallara, vino su confidente en busca mía, y antes que pronunciara las nuevas que entre engaños me traía, disfrazando intereses en caricias, me condenan en costas sus albricias. Oíd la letra agora común de dos, de quien os enamora:
El conde CARLOS refiere de memoria la misma letra que leyó don JUAN
"Tendrásle de celos loco, mas vencerá tu firmeza, que en premio de tal belleza nunca mucho costó poco." JUAN: Pues, ésa, ¿no es la misma que yo os dije que acaba de envïarme? CARLOS: Ésta os dirige y ésta me remitió, porque hay ya versos que sirven a propósitos diversos. JUAN: A tanta costa mía venció vuestra probanza mi porfía. ¡Que si mi muerte instantes se dilata ni el basilisco mata, ni el rayo es homicida, ni el áspid salteador de nuestra vida!
Vase don JUAN
CARLOS: Envidia tengo a este hombre. Curioso, deseo ver esta hermosura, esta exageración, esta pintura, esta mujer sin nombre que finjo que me quiere y que la adoro. La letra y suerte repetí de coro que le usurpó mi envidia de los labios celosos sin noticia mis agravios registraré advertido sus pasos, sus acciones, su sentido, hasta saber si son ponderaciones o verdades en ella perfecciones.
Salen ELISA y LEONOR, en el balcón
ELISA: Mira si pasa don Juan. LEONOR: ¿Querrásle arrojar las suertes de los santos y la dama? ELISA: ¿Para qué, si ya las tiene? ¡Ay, Leonor! Las que mi padre violenta mi amor remedie; pues si don Juan las ignora, creerá, cuando no aproveche, que le agravian mis mudanzas y es mi padre quien le ofende. LEONOR: Pared en medio a tu prima tenemos. Si nos oyese desde ese balcón vecino, lo que sospechó aparente la abrasará certidumbre. ELISA: Escribíle que viniese a remediar con industrias peligros. Poco le deben mis finezas. LEONOR: No lo sabe, ni hay sosiego que desvelen seguridades de amor, cuando ignora inconvenientes. A tener competidor tu don Juan... ELISA: ¿Pues no le tiene? LEONOR: Y tú un padre que no sufre inobediencias rebeldes.
Sale doña ANA al otro balcón
ANA: (¡Miren si salió adivina Aparte mi sospecha! Ni la ofenden inclemencias de la noche, ni testigos que revelen desaires patrocinados de un balcón su confidente. Quiero escuchar a mi prima; que ya los celos me ofenden.) LEONOR: En la conseja está el lobo. Doña Ana ha salido. Vete. No ocasiones pesadumbres. ELISA: Como tú a don Juan esperes, y le digas lo que pasa, lo cuidadoso que excede a cuantos has aquí amaron.
Vase ELISA
LEONOR: Harélo; mas si me tiene el Amor por doble espía y doña Ana por su agente, ¿quién me obliga a defraudarla sazones que el gusto teje? Éste es don Juan; yo neutral, los dejo. Viva quien vence.
Vase LEONOR. Salen don JUAN y CORRAL
CORRAL: Todo lo que te he contado con su padre me pasó. JUAN: En fin, ¿don Pedro llegó? CORRAL: Y dicen que está hospedado en esa casa que ves. Y conoces, pues su dueño tanto te ama. JUAN: Si no es sueño, yo estoy loco. CORRAL: El interés del esposo de futuro al viejo está dando prisa. JUAN: ¿Y estaba delante Elisa? CORRAL: Tan bañado el candor puro del crítico rosicler que estas nuevas la feriaron; que aun no se disimularon viéndome allí. JUAN: ¡Al fin mujer! ¡Ah, cielos! CORRAL: Ya habrá su olvido clamoreado por ti. Mas doña Ana vive aquí. Vuelve a casa, pan perdido. Ama a quien te corresponde; que Elisa en sustancia y modos es libro de Para todos, de ti, don Pedro y del conde.
Salen ELISA y LEONOR al balcón
ELISA: Yo le he sentido en la calle. Mi padre duerme seguro. Si remedios no apresuro perderéle. LEONOR: Llega a hablalle y date prisa. ELISA: ¿Ay, Leonor! Por doña Ana no me atrevo. ANA: (Aquí es don Juan. No es nuevo, Aparte puesto que lo sea el Amor que en mi ingrata prima muda, hallarle aquí la mañana todos los días.) ELISA: Doña Ana, hasta aquí celosa en duda, si hablando con él agora me viese, confirmará malicias. LEONOR: Mejor será que te retires, señora; pues si tu padre despierta y nos coge en el balcón, ya sabes su condición. ELISA: ¡Ay, desdichas, que voy muerta! Darásle mañana aviso del mal que, pared en medio, si Amor no busca remedio nos asaltó de improviso. LEONOR: Harélo. ELISA: ¡Qué eterno plazo para quien muere de prisa!
Retíranse del balcón ELISA y LEONOR
JUAN: ¿Entróse? CORRAL: Entróse la Elisa y pegónos ventanazo. JUAN: Pero yo en su busca... CORRAL: ¿Estás loco?
[Don JUAN] quiere entrar en la casa y detiénele CORRAL
JUAN: He de saber si se dan premios... ANA: ¡Ah, señor don Juan! Puesto que me debáis poco, por el huésped que aposenta mi casa, y de vuestro amor es dichoso ursupador, que esperanzas os violenta; por lo bien que os he querido; por lo mal que habéis pagado finezas de mi cuidado, retornos de vuestro olvido; si los desengaños curan quisiera en vuestros desvelos ser médico.
[CORRAL] habla aparte a su amo
CORRAL: Dala celos a Elisa; que estos apuran mudanzas convalecientes. Finge que a doña Ana adoras que industrias competidoras son torcedores valientes. Pene, rabie, muerda el ajo. ANA: ¿Tan enajenado estáis, señor don Juan, que faltáis, hasta en esto os aventajo, a obligaciones corteses pues aun no me respondéis? JUAN: En parte acertado habéis pero no es los intereses que a este sitio me han traído si vuestro enojo imagina que son por vuestra vecina; porque, en fe de haber perdido por culpa mía el favor que le debí a vuestro agrado, al paso que escarmentado vuelve corrido mi amor. Ni tiene lengua mi culpa ni es justo que la pretenda, si asegura más la enmienda quien callando se disculpa. Amor que ignora el desdén ciego y niño, como tal muchas veces se halla mal en donde le tratan bien. ANA: Niño que da pesadumbres y regalado se va, ¿quién nos le asegurará vuelto con malas costumbres? Mucho hay en él que temer; que es compasión peligrosa el veros, aunque piadosa, amarme a más no poder. Pero en fin, culpas primeras en rapaces, dignas son por esta vez, de perdón. Volviendo pues a las veras, ya sabréis que es huésped mío don Pedro, el que ha de ser dueño de mi prima. Éste es empeño de don Alonso mi tío, y gusto también de Elisa, que, aficionada por fama, de Talavera le llama y por escrito le avisa lo que con ella han podido noticias que de él la dan. Prométoos, señor don Juan, que vuestro agravio he reñido. Resuelta, en fin, me responde que a su padre agradar trata. JUAN: ¡Es tan mudable esa ingrata! ¡Con don Pedro, con el conde!
Hace que se va
¡Conmigo, con vos! ¡Ah, cielos! ¡Ah, agravios! ¿Cómo no entráis? ¿Cómo...? ANA: Don Juan, ¿dónde vais? ¡Vos en mi presencia celos! ¿Y os blasonáis de enmendado?
[CORRAL] habla aparte a su amo
CORRAL: Di nones a la garrucha. ¡Cuerpo de Dios! Que te escucha doña Belerma y la has dado cuerda con tu sentimiento. Pide a doña Ana perdón; más cebolla al salpicón, más vinagre, más pimiento. ANA: ¡Poco mi presencia os debe! No, don Juan, andad con Dios.
Hace que se va
JUAN: ¡Señora, señora! A vos que sois mi dueño, se atreve esta calentura loca. Que, porque agravios olvide en fe que ya se despide, salió su fuego a la boca. CORRAL: Ya está para vos barrida, desembarazada ya. La lengua dijo, "¡Agua va!" Jugó a salga la parida. JUAN: ¡Quedo, necio! Mejoró mi amor en vos de deseos.
Salen ELISA, al balcón, y después LEONOR
ELISA: Don Juan, don Juan, recogeos. Ea, que os lo mando yo.
Vase
CORRAL: (¡Oigan allí qué "Yo el Rey!") Aparte No te des por entendido. Prosigue. JUAN: Ya he conocido la fe, la lealtad, la ley que en vos perdí por ser loco. Fénix sois única y rara. El bien que no se compara con otro se tiene en poco. Si la fe que manifiesto vuestro enojos no ablanda.
Vuelve a salir ELISA
ELISA: Don Juan, ¿sabéis quién os manda que despejéis ese puesto?
Asomándose [LEONOR]
LEONOR: Que estás en riego notable y es todo oídos mi señor. ELISA: ¿Qué riesgo? ¿Qué mal mayor? LEONOR: Ven. ELISA: ¡Para ésta, don mudable!
Vanse del balcón ELISA y LEONOR
JUAN: ¿Fuéronse? CORRAL: Dadas a perros. JUAN: Adiós, doña Ana. ANA: Esperad. JUAN: Celos son temeridad, que abrasada, hace estos yerros. Yo no os quiero, yo no os amo. Yo, doña Ana, adoro a Elisa.
Vase
ANA: ¡Corral, Corral! CORRAL: Voy de prisa. ANA: ¿No le llamas? CORRAL: No le llamo. ANA: ¡Ah, cielos! ¡Ah, industrias vanas! ¡Ah, Amor! ¡Locura y no Dios!
Vase
CORRAL: Echaos del balcón las dos. Irán rocín y manzanas.
Vase. Salen ELISA y LEONOR a la puerta de su casa
ELISA: Déjame, Leonor, que aquí no hay riesgo cuando nos halle. LEONOR: ¿No? ¿En el zaguán de la calle? ELISA: ¡Ay, estoy fuera de mí! Mira si habla todavía don Juan con esa mujer. LEONOR: Vuélvete tú a recoger y corra por cuenta mía el reducirle a tu amor. ELISA: Si tú salieses con eso... LEONOR: Celos le alteran el seso. Halla casi poseedor de tu belleza y tu casa a un hombre recién venido. Piensa que tú le has traído. ¿Qué mucho, pues, si se abrasa? Desengañaréle yo. ELISA: Sospecho que se fue. LEONOR: ¿Qué importa? Su casa sé. Ya el alba se esperezó; presto asomará despierto. Con ella amanecerá tu esperanza. Vete ya, y confíame esta puerta. ELISA: Leonor, si me le reduces, redimiste mis desvelos. LEONOR: Los crepúsculos y celos andan siempre entre dos luces. Saldrá el sol que los alumbre si es sol bello el desengaño. ELISA: Voyme pues.
Vase
LEONOR: ¡Año, buen año! Enredar es mi costumbre. Con el año que hoy comienza embustes he de empezar. ¿Qué no sepa desatar la más hembra sutileza?
Salen don JUAN y CORRAL
CORRAL: Pues, ¿a qué diablos volvemos a andar otra vez la noria? ¿Hoy dormimos de memoria? JUAN: Más impacientes extremos me sacan fuera de mí. Aquí se encendió mi fuego, aquí perdí mi sosiego, y vuelvo a buscarle aquí. LEONOR: Señor don Juan, dos razones por despedida, no más. JUAN: ¡Oh mi Leonor! Si tú estás de por medio, mis pasiones ya se me vuelven en gozos. LEONOR: Mensajero soy, no tengo la culpa. De parte vengo de mi señora. Los mozos, como vuesasted, mudables, con brevedad se consuelan de agravios que los desvelan, pues no hay celos incurables. Dícele pues mi señora que en fe de que no merece a vuesasted, y obedece a su padre, que está agora resuelto en darnos marido, y esta mañana han de ser las vistas, pretende ver finezas de bien nacido en vuesamested, echando tierra a pasados favores; pues, no siendo más que flores, ellas se irán marchitando; que le asegura que está notablemente prendada de la presencia aliñada de quien la mano le da. Ella, en fin, dice que es justo ser a su viejo obediente y más, viendo que al presente preceptos añade al gusto; que le suplica y conjura con todo encarecimiento no desazone el contento que la ofrece esta ventura; que doña Ana tiene acción a su antigua voluntad, hechizos en su beldad, picante en su discreción; que no la haga mal casada, y que desde hoy más, adiós, don Juan, porque para vos ésta es la puerta cerrada.
Vase [LEONOR] y cierra
CORRAL: Dice y hace. Echó la aldaba. JUAN: Este desengaño ha sido Santelmo de mi sentido. ¡Qué derrotado que andaba! ¡Plegue a Dios, si más pisare estas piedras, si pusiere aquí los pies, si la viere, si más de ella me acordare, que un rayo...! Ya tengo vida. Celos son mal cirujano porque curan sobre sano y respiran por la herida.
Vanse [CORRAL y don JUAN. Salen ELISA y LEONOR] abriendo la puerta de la calle
LEONOR: ¿No nos oíste? ELISA: No pude porque estaba algo distante. LEONOR: Pues, señora, nuestro amante a obligaciones acude; que por primeras estima. No hay poderle convertir. Agora le vi salir de visitar a tu prima. Persuadíle; pero en vano a tus finezas le obligo, porque dice que es amigo de don Pedro y que la mano delante de él ofreció a doña Ana; que obedezcas a tu padre y apetezcas dueño que el cielo te dio; que fue una efímera loca su amor y, sin aguardarme, me dejó, por no escucharme, con la palabra en la boca.
Salen don JUAN y CORRAL, muy alborotados
CORRAL: ¿Otra visita a este sitio? JUAN: Morir quiero por matar. Hoy veremos si a firmezas es razón... CORRAL: ¿Adónde vas? JUAN: ¿No te digo que a morir por dar muerte? CORRAL: No has de entrar. JUAN: ¿Tú me impides? ¡Vive el cielo...! CORRAL: Vivió, vive y vivirá. JUAN: ¿Quieres que la daga saque? CORRAL: Llamaránte irregular. JUAN: Apártate, no ocasiones... CORRAL: Tú las ocasiones das.
A ELISA
JUAN: Bésoos, señora, la mano. ELISA: ¡Jesús, señor! ¿Aquí estáis? Suspensiones cuidadosas, hijas de una novedad, me excusan no haberos visto. JUAN: Como es dueño principal de los sentidos el alma, y en ella aposesionáis al dichoso que os merece, ¿quién duda que os llevará para darle la obediencia la vista que me negáis? Yo, también, interesado en vuestra felicidad por vecino y por pariente... Si este título extrañáis, por doña Ana vendré a serlo en grado de afinidad. Vengo todo parabienes de esperanzas que veáis brevemente posesiones y éstas duren siempre en paz siglos que juzguéis instantes. ELISA: En ellos, señor don Juan, eternicéis con mi prima tan cuerda conformidad; que yo, mil veces dichosa, con el deudo que me dais el parabién os retorno. CORAL: (¡Con salsa de para mal!) Aparte JUAN: Vengo a veros demás de esto porque os quisiera excusar lástimas impertinentes que es fuerza que me tengáis. ¿Juzgaréis que permanezcan cenizas, para señal de incendios que recién muertos palpitando agora están? Pues no, Elisa, no por esto las sazones impidáis que os ofrece Talavera; que no lo son con azar. Mi libertad despedida, ya de veras libertad, para volverse a su centro me anduvo anoche a buscar. Encontróla vuestra prima y, como la voluntad de crïados que son fieles suele reliquias dejar de afición en sus señores, fue fácil en su piedad que olvidando sentimientos se volviese a acomodar. No ha mejorado de dueño; pero tan contenta está que si os faltasen los gustos, os los pudiera feriar. ELISA: Tenéis vos tan movediza el alma que vida os da que en dos días se envejece violentada en un lugar. Quien dueños a meses muda, por más que sirva, no hará palacios con azulejos. CORAL: (Acoto con el refrán.) Aparte ELISA: No os tengo lástima a vos, pues siendo la liviandad tan propia cosecha vuestra seguís vuestro natural. A doña Ana, sí, y no poca, que podrá con vos juntar al pésame de perderos los plácemes que la dan segunda vez de adquiriros; porque en vos tan cerca está en materia de firmezas el salir como el entrar. JUAN: ¿Quisiéredes vos agora, contra la serenidad y quietud de mis afectos que vos infiernos juzgáis, que ofendida mi paciencia soltara todo el raudal de amenazas y locuras que acostumbran fulminar los agravios y los celos que me empiezan a matar? Pues, creedme, a fe de libre, que a poder vos registrar lo que pasa acá en mi pecho donde ni estaréis ni estáis, os partiéredes corrida porque no se juzga ya si a amantes no desespera por valiente una beldad. ELISA: Por vida vuestra que os creo; aunque el ver cuál madrugáis a alegar satisfacciones me ha dado qué sospechar. ¿Qué sería, si así fuese? Que ya yo vi rotular libros en el pergamino que siendo de humanidad pasan plaza de devotos profanando su disfraz. JUAN: Pues hagamos una cosa vos y yo, porque creáis cuan preservado me tienen escarmientos de ese mal. Yo quedaré por perjuro sin palabra, sin verdad sin estima, sin nobleza como vos lo propio hagáis. ¿Qué respondéis? ELISA: Que seré en eso tan puntüal como en pediros agora que me dejéis y que os vais. Y para que echéis de ver con cuanta conformidad estamos los dos en eso, añado una cosa más que os desengañe del todo. JUAN: ¿Y es la cosa? ELISA: Que os sirváis de que yo madrina sea de doña Ana. JUAN: Será igual, Elisa, mi desempeño, si me permitís honrar siendo yo vuestro padrino. ELISA: ¡Jesús! Con esto estarán cabales todas mis dichas. CORRAL: (¡Fuego de Dios cuál se están Aparte abrasando unos con otros! ¿Mas, que para en tempestad?) JUAN: En fin, ¿estamos conformes los dos en esto? ELISA: ¡Y qué tal! JUAN: Quien primero se acordare del otro... ELISA: ...merecerá descréditos de perjuro. JUAN: Mucho haréis si lo juráis. ELISA: ¿Yo? ¡Por vida de don Pedro! ¿Pretenderéis vos vengar jurando la de mi prima? ¿Que todo vuestro caudal se ha cifrado en ese juro? JUAN: Eso os debe de abrasar; mas la vida de don Pedro no es cosa en que mucho os va. ELISA: ¿No? ¿Habiendo de ser mi esposo? JUAN: Hasta agora libre estáis. Yo sé que vuestra alma esconde otro que os importa más. Jurad por él y os creeré. ELISA: ¿Y es? JUAN: Por vida de don Juan. ELISA: ¡Jesús! ¡Qué gran desatino! No me acordaba de él ya. ¿Vos no veis si por él juro, que habiéndole de nombrar pierdo con vos el apuesta? Dios le perdone. JUAN: Jurad por vida de todo aquello que más queréis y estimáis. ELISA: Don Pedro viene a ser ése. JUAN: Si es don Pedro, ¿qué se os da? ELISA: ¿Para qué he de repetirlo? JUAN: ¡Qué engañosa que rehusáis! Jurad por vida de Carlos. ELISA: ¿Qué Carlos? ¿El de Roldán, o el español Carlos Quinto? JUAN: Negad, Elisa, negad un conde que en vuestras suertes sirvió de encuentro y azar para encumbrarse en mis dichas hallándose tan capaz en vos el alma que a un tiempo tres en ella aposentáis: a don Pedro, a mí, y al conde y entre ellos mi libertad más que todos infelice, porque os supo querer más. ELISA: ¿Qué Carlos? ¿Qué conde es éste? ¿Qué azares? ¿Qué encuentro? ¿Estáis, don Juan, en vuestro jüicio? Descaminos enfrenad o ¡vive el cielo...! JUAN: Sentís aprietos de la verdad; que en fe, mudable, de serlo se tienen de rubricar con mi sangre. ELISA: ¿A la daguita la mano? ¡Oh, qué singular paso para una comedia de las de veinte años ha! LEONOR: Tu padre, prima y don Pedro entran a verte. ELISA: Don Juan, yo te quiero, yo te estimo, yo te adoro. Cesan ya burlas que abrasan de veras. Paren enojos en paz. Éntrate en ese aposento y en él oculto, serás testigo de las finezas de un amor por ti inmortal. Escóndete hasta su tiempo. JUAN: Un siglo un hora será. ¿Si te casas? ¿Si me olvidas? ELISA: Por la hermosa claridad del sol, padre de las gentes, por la vida que me das viéndote amante y con celos, y por ti, que es mucho más. ¡O morir o ser tu esposa! LEONOR: ¡Que entran, señores! ELISA: Don Juan, si doña Ana te me usurpa, ¿qué he de hacer? JUAN: ¿Cómo podrá contra el sol la oscura noche resplandores alegar? ELISA: ¿Entras? JUAN: Entro con la fe de tu palabra.
Vase [don JUAN y ELISA]
CORRAL: ¿No habrá, Leonor, para mí un candil? Que a escuras he de maullar como gato entre dos puertas. LEONOR: No hay gota en él. CORRAL: Pues serás virgen loca si no hay gota. LEONOR: ¿Y tú? CORRAL: ¿Yo? Gotacoral.

FIN DEL PRIMER ACTO

Los balcones de Madrid, II, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 22 Jun 2002