LOS PRODIGIOS DE LA VARA 
Y CAPITÁN DE ISRAEL

Antonio Mira de Amescua

El texto LOS PRODIGIOS DE LA VARA Y CAPITÁN DE ISRAEL presentado aquí está basado en su edición príncipe en PARTE TREINTA Y SIETE DE COMEDIAS NUEVAS, ESCRITAS POR LOS MEJORES INGENIOS DE ESPAÑA (Madrid: Melchor Alegre, 1671). El texto fue preparado por Vern Williamsen en el curso de sus investigaciones. Luego fue editado en forma electrónica en el año 1987.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Suena un tambor y salen NACOR y ELIACER, egipcios
NACOR: El militar alboroto me obliga, amigo Eliacer, a preguntar por saber la causa de este rumor; que como yo he estado ausente tanto tiempo de esta tierra, no he sabido de esta guerra. ELIACER: ¿Eso es pedir que lo cuente? NACOR: Sí, amigo. ELIACER: Pues escuchad; que brevemente sabréis la causa y pretexto. Veréis por los ojos la verdad. Sabed, que el rey de Etïopia, rey de bárbara opinión, rendir quiso a Faraón fïado en su mucha copia de soldados. NACOR: ¿Y qué causa, siendo convecinos todos y tratados por mil modos en la amistad, puso causa? ELIACER: Sobre una ocasión bien leve se deshizo el amistad que quien tiene voluntad de reñir, presto se atreve. De una peculiar cuestión en los tratos comenzó, y a fe que caro costó al principio a Faraón. Porque los nuestros volvieron de Etïopia maltratados, y fueron tan apretados que a los pies alas pusieron. Mas ya veréis que gozosos en bien han trocado el mal, y este atambor es señal de que vuelven victoriosos. NACOR: ¿Quién el capitán ha sido? ELIACER: Un hebreo de nación. NACOR: ¿Cómo, o por qué? ELIACER: Faraón se vio en el caso afligido. Al oráculo acudió y, habiéndole consultado todo lo que había pasado, aquesta respuesta dio: "Si en vuestro favor y ayuda en tan peligroso empleo, tomáis capitán hebreo, de que venceréis no hay duda." Y luego eligió a Moisén, que sus ejércitos rija. NACOR: ¿Es el que sacó su hija del Nilo? ELIACER: El mismo. NACOR: ¡Qué bien que ejércitos regirá quien de guerra no ha tratado! ELIACER: Antes es tan gran soldado que vencedor vuelve ya. NACOR: Decid, si sabéis, por qué su madre le echó en el Nilo. ELIACER: Aunque con rústico estilo, escuchadme, y lo diré: Viendo el rey Faraón, que los hebreos en número crecían cada día, temió que no creciesen en deseos contra su potestad y monarquía; y antes que en este caso fuesen reos, quiso atajar aquello que temía, y pretendió salir de estas quimeras convocando de Egipto las parteras. Con potestad de rey, aunque tirana, mandó que en cualquier parto que se hallasen de la nación hebrea, loca y vana, si era varón, al punto le matasen, aunque era acción crüel, poco humana; pero que siendo hembras, las guardasen porque haciéndolo todas de esta suerte, nunca de Egipto tratarían la muerte. Las parteras, al fin, a Dios temieron, y aunque el rey como rey lo había mandado, de aquesta tiranía se abstuvieron por no ver de su Dios el rostro airado; otra vez ante el rey llamadas fueron, riñéndolas no haber ejecutado al ................... [ -onden] que los hebreos, ya de ellas se esconden. Para poner por obra el rey su intento, en público pregón pronunció un bando, mandando nadie tenga atrevimiento del pueblo de Israel, caso nefando, a los hijos varones dar sustento; sino que luego al punto, aunque llorando, en el Nilo los echen porque sea sepulcro el Nilo de la gente hebrea. Y para que ninguno se escapase crïándole secreto, se hiciese general escrutinio, y se mirase en todo el pueblo hebreo, lo que hubiese cada tres meses, y se castigase al que aqueste mandato no cumpliese, y con tanto rigor se ha ejecutado que sólo aqueste hebreo se ha escapado. Nació Moisén, y viéndole hermoso, sus padres con secreto le crïaron; llegóse al fin el tiempo riguroso de los tres meses, y los dos trazaron de las manos librarle de aqueste oso, un ataúd de mimbres fabricaron en él al rapaz tierno le pusieron y en confïanza al cielo se le dieron. Entregáronle al Nilo, y su corriente y la voluble casa del infante sobre el curso veloz de la creciente comienza a navegar, pasó adelante cuando Termud, saliendo con su gente, a la orilla del Nilo, vio vagante andar sobre las aguas la cestilla, y mandó que la saquen a la orilla. Del ataúd corriendo la cortina, perlas vertiendo al rapacillo hallaron, y al instante la infanta se imagina que al Nilo los hebreos le entregaron por no ver de su vida la rüina; quien el pecho le diese procuraron, y sin saber de madre ni de padre, ama fue del rapaz su misma madre. De la infanta, por hijo, fue adoptado, y como era tan bello y tan hermoso de todos los egipcios adorado, de Termud mucho más, y de su esposo; el cielo sabe por qué oculto hado, pues teniendo principio riguroso, y tanto, que quisieron darle muerte agora es estimado de esta suerte. NACOR: ¿Quién le quiso matar? ELIACER: Estadme atento. Por hacer fiesta al padre y alegría, Termud se le llevó con gran contento, diciéndole que viese lo que hacía en sus brazos el rey, le hizo asiento; y la corona real que le ceñía en señal de amistad y por grandeza, al infantico puso en su cabeza. Y como quien no estima la corona, con notable furor la echó en el suelo, sentida le mostró la real persona corriéndose al contento un triste velo. Termud, por inocente, su hijo abona, que no es presagio aquel del santo cielo, mas el rapaz, al fin, con ser criatura, del dios Amón, deshizo la figura. Un sacerdote quiso darle muerte, ostentando que a Egipto le importaba, y mirando la infanta el trance fuerte lágrimas por el hijo derramaba, ser infeliz, diciendo, y triste suerte; mas viendo Faraón lo que lloraba que no le maten, dice, dando vida al que casi la tuvo ya perdida. Creció Moisén. Al fin, llegó a ser hombre. Hubo esta controversia en Etïopia el Oráculo dice que se nombre un capitán hebreo, y con la copia de soldados gitanos, y su nombre tendrán los Etïopes, mucha inopia. Nacor, ésta es su historia, esto contiene, y aquéste es Faraón que a verle viene.
Al son de chirimías salen con majestad FARAÓN y TERMUD, su hija, y siéntanse
FARAÓN: Con externo regocijo te puedes mostrar, Termud, cuando viene con salud y con victoria tu hijo. TERMUD: Es tan grande, mi señor, el regocijo que tengo que contigo a verle vengo llena de gusto y amor. Por muchas partes me toca el estar con mucho gusto, y tanto que fuera justo en esta ocasión ser loca. Porque esta ocasión abona la persona de Moisén, mostrando no ser desdén el arrojar tu corona. Y el que con resolución darlo la muerte intentaba lo que su vida importaba verá en aquesta ocasión. FARAÓN: Bien los sabes ponderar como parte apasionada, pero verás si me agrada cuando le llegue a premiar; que tal premio darle pienso que si otro hijo no tienes, haré, dándole mis bienes que le dé aroma e incienso Egipto, pues es testigo de su notable valor, que obliga a tenerle amor aun el mayor enemigo. TERMUD: Que los pies os bese, es bien por tan notable favor;
De rodillas
que a mí me le hacéis, señor, cuando está ausente Moisén. FARAÓN: Aquesto, hija querida, no te cause espanto, no, que no es mucho le honre yo cuando él me da honor y vida.
Al son de chirimías y atambores, entran en forma de escuadrón MASAR, gracioso, y todos los más que pudieren con bandera y delante MOISÉN con bastón, muy galán, a lo gitano, y todos los demás
MOISÉN: Los pies beso a vuestra alteza. FARAÓN: Alza, capitán valiente. MOISÉN: En lugar tan eminente así ha de estar mi bajeza. FARAÓN: Tu madre presente tienes, su mano puedes besar. MOISÉN: No soy digno de alcanzar tan gran favor. TERMUD: ¿Cómo vienes de la jornada, Moisén? MOISÉN: Seguro ya de embarazos. TERMUD: Levanta, y toma mis brazos, que en la tierra no estás bien. FARAÓN: ¿Cómo tanto has tardado? MOISÉN: No he podido más, señor. FARAÓN: Créolo de tu valor. Cuéntame lo que ha pasado. MOISÉN: Después, señor, que partí al son de trompas bastardas, animando a tus soldados el retintín de las cajas, y yo con nuevo valor deseando que llegara tiempo de escaramuzar para mostrar mis hazañas, no porque yo confïase de mí, mas porque llevaba dentro en mi pecho tu nombre que al más cobarde animara, y fuera de esto, señor, los favores de tu gracia, porque la gracia del rey infunde esfuerzo en el alma del vasallo. Finalmente partí con tus reales armas a castigar a arrogantes llenos de esperanza vana. Y como el feliz suceso de la buena guerra es trazas por hallarlos descuidados usé de una extraordinaria. No quise embarcar tu gente porque entregándome al agua el vernos era forzoso y había duda en la batalla; mas caminando por tierra, aunque toda llena estaba de serpientes y culebras obstáculo de la entrada por su ponzoña, mandé que se fabricasen arcas de mimbre y juncos marinos, porque sirviesen de jaulas la gran copia de cigüeñas en quien puse mi esperanza, enemigos capitales de esta nociva canalla. Hice el viaje con ellas y determiné soltarlas, antes de llegar al paso donde la ponzoña estaba. De sus moradas salieron al viento dando sus alas, y, viendo a sus enemigos como si el clarín tocaran, la batalla comenzaron, siendo los picos sus lanzas despedazando serpientes con el furor de sus garras. Teniendo ya el paso libre llegué en muy pocas jornadas a dar vista al enemigo que bien descuidado estaba. Orden di de acometer y al fin llegando a las armas les sobrepujé y vencí; muriendo las esperanzas que tenían de reinar en Egipto, y la batalla vencida, sus heredades, todos sus panes y casas, no dejando cosa en pie, convertí, señor, en brasa. Y entrando la tierra adentro llegué a la ciudad de Gaba, y por ser inexpugnable, por estar de agua cercada, forzoso fue hacer el real a vista de sus murallas. Tarbis, la hija del rey en esta ocasión reinaba por haber muerto su padre; y saliendo a una ventana a ver mi esfuerzo y valor por estar aficionada de quien tuvo atrevimiento de tan valerosa hazaña que fue llegar a sitiar su fortaleza y alcázar, cuando yo--por ser el Nilo de tal valor y pujanza-- tímido estaba y confuso de ver que no podía entrarla. Tarbis forzada de amor me envió aquesta embajada, que si me quiero casar con ella, que su real casa con su reino y la corona sujeta y rinde a mis plantas. Y aunque era ocasión aquésta que honor y reino me daba, pretendiendo ser leal con bien resueltas palabras, respondí al embajador diciendo, que aunque ganaba en acertar el partido, vasallo era del monarca más excelente del mundo; y que así más estimaba ser leal a Faraón que esta jornada me encara que no ser rey de Etïopia con afrenta y con infamia; mas con todo--si quería-- pues tanto amor la apretaba, entregarte la ciudad, y darte tributo y parias que al punto me casaría con ella de buena gana. Volvió a mí el embajador y respondió que aceptaba el partido por gozarme. Ésta ha sido mi tardanza. Con Tarbis me casé, al fin, mas ya queda repudiada, porque venir no ha querido a vivir entre gitanas, y porque no publicase de mí alguna lengua bárbara que era ingrato a Faraón y contra él me alzaba, a Tarbis repudio di y la puse en mis espaldas; que es justo que el gusto muera, porque viva de honra y fama. Por tuya queda Etïopia. Tributo y paras te paga. Yo tu humilde esclavo soy; tú, señor, quien me levanta dándome honra al ser que tengo. Pon "ese y clavo" en mi cara para que el mundo publique por siglos y edades largas: "De Faraón es esclavo Moisén". Y en tierras extrañas a tu invencible valor fabriquen de bronce estatuas; pues a un esclavo hiciste general de esta jornada, que agora humilde a tus pies para besarlos aguarda. FARAÓN: Alza del suelo Moisén y tanta humildad destierra, que no está bien en la tierra quien sabe pelear tan bien. Tus brazos han de enlazar los míos, que en esta acción quiere mostrar Faraón lo que te piensa estimar. No en balde yo te entregué el bastón de general; siempre te juzgué leal. MOISÉN: Y siempre leal seré. FARAÓN: Y porque en toda ocasión tengas regalo y quietud, pide albricias a Termud de amigo de Faraón. Estima aquesta amistad con razón, justicia y ley; que ser amigo del rey es la mayor dignidad y esto será sin vaivén. TERMUD: Yo estimo aquese favor pues a cuenta de mi honor está el honor de Moisén y como tanto interesa mi alma de su opinión, en ésta y toda ocasión, por tu esclava se confiesa. MASAR: ¿Hasta cuándo han de durar mercedes y cortesías? A estar sus tripas vacías, como las tiene Masar, no estuvieran tan de espacio. ¡Oh, maldito sea el servir que no se puede sufrir, y más, [a] amo de palacio! Uno da y otro recibe los favores con desdén. ¡Ah, no fuera yo Moisén ya que en gracia del rey vive! Tomara cuanto me diera. Si él no lo quiere tomar aquí está el pobre Masar.
Llégase a MOISÉN
MOISÉN: Que callaras mejor fuera. FARAÓN: ¿Quién es aquese soldado que tan libre habla aquí? MASAR: Señor, yo. MOISÉN: Sírveme a mí. Masar, ¿cómo te has turbado? MASAR: ¿A quién no hará turbar mirando tan mala cara? Al mismo diablo turbara si le llegara a mirar. FARAÓN: Parece de buen humor. MASAR: Señor, téngolo extremado. Soy tan valiente soldado que al rey negro di temor. FARAÓN: Si era muerto, ¿cómo así? MASAR: En eso el misterio está. Supo, como yo iba allá y diciéndole de mí, luego dijo al mismo punto: "No me le atrevo a guardar porque me ha de sujetar." Y así me aguardó difunto. FARAÓN: Después me vendrás a ver para premiar tu valor. MASAR: En conociendo mi humor, sé que merced me has de hacer. FARAÓN: Moisén, vete a descansar. Termud, llévale a tu cuarto. MASAR: (Desde hoy quiero ser lagarto Aparte con el rey). FARAÓN: Acompañar podéis los dos a Moisén y volved al punto aquí; que aquí os aguardo. ELIACER: Sea así. NACOR: Obedecerte está bien.
Tocan y vanse todos con cortesías. Queda FARAÓN solo
FARAÓN: Moisén llevó mis armas por divisa, en mi nombre a Etïopia ha conquistado, a que me pague parias la ha obligado, y de lo que ha pasado, aquí me avisa. Ofrécele su reino la etiopisa, con Tarbis finalmente se ha casado, y dice que por mí la ha repudiado y que sólo por verme viene aprisa. ¡Dejar mujer y un reino! No lo entiendo. O es inmensa lealtad o traición suma. Palabra di a Termud de ser su amigo. Si no la cumplo, mi persona ofendo, si esto es lealtad, prevéngase la pluma, y si es traición, prevéngase el castigo.
Salen ELIACER y NACOR
NACOR: Antes, señor, que tu intento nos digas, quiero decir lo que no puedo sufrir. FARAÓN: Pienso que en mi pensamiento estás. Prosigue adelante. NACOR: Estoy, señor, espantado de lo mucho que has honrado a aqueste hebreo arrogante. Si por tu amigo señalas un esclavo, no haces bien; que aunque se muestra Moisén tan humilde, le das alas contra tu misma persona, y fïado en tu favor puede ser que sea traidor y te quite la corona. Porque estando de su parte los presos de su nación, hacer pueden tal unión que, al fin, vengan a matarte. ELIACER: Si mi parecer tomaras, aunque parezca rigor, matarle fuera mejor antes que muerto quedaras. Asegura tu persona, dando con Moisén al traste ya que vida le dejaste cuando arrojó tu corona. Señor de aqueste hemisferio eres; haz aqueste empleo. Pues te han dicho que un hebreo ha de asolar este imperio, ninguno de todos ellos lo puede hacer mejor porque tú le das favor para humillar nuestros cuellos. FARAÓN: En lo que decís estoy; para aquesto os he llamado porque me dejó admirado lo que en él he visto hoy. Dentro en mi pecho dudaba si era lealtad o traición, que semejante ocasión a que dudase obligaba. Por otra parte le di palabra de ser tu amigo siendo Termud el testigo de lo que le prometí. Matarle agora no es ley porque no ha dado ocasión. ¿Quién ha visto confusión como ésta en pecho de rey? NACOR: Si un rey está receloso de un vasallo, no es crueldad --hasta saber la verdad de lo que está temeroso-- prender a quien le ha alterado el pecho, y la confesión descubrirá la intención. FARAÓN: Tu consejo me ha agradado, pero no podré acabar conmigo prenderle así porque palabra le di y no se la he de quebrar; mas, claro está que Moisén, si comete algún delito, que se publica en Egipto mi rigor y mi desdén. NACOR: (Pues, aunque el amor lo impida Aparte del rey, y sepa morir, le tengo de perseguir hasta quitarle la vida).
Vanse y salen ARÓN y DATÁN, con hábito humilde a lo judaico
ARÓN: Lloraba Jeremías lo que el pueblo de Dios ve por los ojos; ya llegaron los días en que Dios ha vengado sus enojos. Castigo es merecido pues que nos avisó y no fue creído. La reina de las gentes, la ciudad populosa, rica y bella, a quien daban presentes otras provincias, ya la pisa y huella Egipto, que es castigo de quien a Dios no tiene por amigo. Subir quiso a la cumbre del monte Olimpo con su gran riqueza, y agora en servidumbre de pan no le ha quedado una corteza. El niño no se harta que no hay quien se lo dé ni quien lo parta. Cuando prendas había bien con ellas sustento se hallaba. Entonces bien comía el pueblo de Israel que preso estaba; mas agora, el tributo no hay quien pague ni tenga el rostro enjuto. DATÁN: ¿De dónde habrá nacido tratar con tal rigor a los hebreos y haberlos oprimido en crueldades trocando los deseos que antes buenos tenía? ¿Quién trocó su piedad en tiranía? Todos nos espantamos ver que siendo Moisén tan gran su amigo más cargados estamos de penas y tributos. Buen testigo soy yo, pues me ha alcanzado más parte del rigor y del enfado. Dábanos leña y paja para cocer y fabricar ladrillo; pero aquesto se taja, sin que pueda ninguno resistillo. Pues convertido en peña manda que no nos den paja ni leña. Y aquesto de tal suerte, que los mismos ladrillos demos que antes. ¡Trance terrible y fuerte! Pues todos nos maltratan arrogantes, dándonos por regalo, si el número no damos, coz y palo. A Moisén culpan todos, por ser en quien tenían confïanza pues ya por varios modos nos afligen, después que está en privanza, y así dicen que ha sido quien al rey en aquesto le ha metido. ARÓN: ¡Ah, privanza, privanza! ¡Objeto de envidiosos y enemigos, si el que pide no alcanza, enemigos se vuelven los amigos! ¡Triste del más privado pues del pequeño al grande es envidiado! Datán, ¿quién más quisiera, que Moisén, libertar su pueblo triste si con el rey pudiera? En hablar de esa suerte le ofendiste que quizás lo ha intentado y nos maltratan porque lo ha tratado. ¿Piensas tú, que descansa cuando en trabajos mira al pueblo hebreo? Datán, tu furia amansa que Moisén no lo tiene por trofeo; que antes nuestros enojos lágrimas cuestan a sus tristes ojos.
Dice dentro MASAR
MASAR: ¡Ay de mí! ¡Ay, madre mía! ARÓN: ¿Qué es aquello? DATÁN: Masar es, que se queja.
Sale MASAR llorando, con picos y azadones. Llora
MASAR: ¿Dónde estará mi tía la zurda y calva, aquella buena vieja, que cuando yo lloraba con un paño de estopa me limpiaba? ¿Quién me limpiará agora, que hay lágrimas que corren hasta el suelo? ARÓN: Masar, ¿un hombre llora? MASAR: No es mucho. Quien está en tal desconsuelo que llore, y que rellore. ARÓN: Paciencia y pide a Dios que lo mejore. MASAR: Tenga paciencia un puto, tenga paciencia un muerto que no siente, tenga paciencia un bruto, tenga paciencia un santo penitente, mas yo, que fui soldado, Arón, no puedo estar apacienciado. DATÁN: ¿Cómo dejas la guerra? ¿Ser soldado, Masar, es mala vida? ¿Por qué el pesar te atierra? [MASAR]: Porque mandó a Moisén que me despida aquese Faraoncillo y me enseñe a hacer teja y ladrillo. Después que de Etïopia Moisén vino triunfante, está de suerte [de mercedes que hacía] [que ha mudado la copia] en cruda muerte. y todos sus trofeos son afligir y maltratar hebreos.
Llora
¡Y quieren que no llore cuando por fuerza me hacen ladrillero, y porque me enamore del veedor de las obras, ladrón fiero, porque no andaba al trote, el cuerpo me molió con un garrote! Ya miedo le he cogido; quiero irme, no venga aquel tirano. DATÁN: El primero no has sido que a muchos parte alcanza. ARÓN: Mano a mano vamos a hacer ladrillo. MASAR: ¡Oh, quién diera con uno a Faraoncillo!
Vanse y sale SOLOMÍ huyendo de ELIACER
ELIACER: Aguarda tirana hebrea. No te muestres tan crüel. SOLOMÍ: Soy del pueblo de Israel, y mi ley manda que sea fiel a Dios y a mi marido. ELIACER: Si miras mi mucho amor, cesará. SOLOMÍ: ¿Qué? ELIACER: Tu rigor. SOLOMÍ: Mucha piedad he tenido pues no lo he dicho a Datán dos años que ha que me sigues. Déjame ya, no me obligues que se lo diga, que harán en ti los de mi nación, si saben tu atrevimiento, castigo, que sea escarmiento para el mismo Faraón. Y cuando Datán no lo haga, si público llega a ser, yo misma sabré, Eliacer, tomando una espada y daga matarte, y de tal manera lo haré, si pasas de aquí que digan que Solomí te ha dado la muerte fiera. Si en dos años, no has oído una palabra de amor de mi boca, ¿no es error lo que agora has aprendido? Vuélvete, loco Eliacer. Refrena tu pensamiento; que castigaré tu intento, que soy hebrea y mujer.
Vase
ELIACER: Tente, aguarda. ¿Adónde vas? Vuelve, crüel cocodrilo, sorda sirena del Nilo. Oye, que me enciende más tu desdén y tu rigor. No huyas de quien te adora. De esclava serás señora correspondiendo a mi amor. Y si no cesa el desdén con tus locos devaneos, mataré cuantos hebreos viven dentro de Jesén. A ti misma te haces daño en hacerte de rogar; que te tengo de gozar por amor o por engaño.
Vase y sale NACOR, y FARAÓN, dándole unos memoriales
FARAÓN: Lee, Nacor, aquesos memoriales.
Lee
NACOR: Dice aquéste: "Señor, al pueblo importa que de Moisén se ataje la privanza; que hay pronóstico cierto que un hebreo destrucción ha de ser de todo Egipto, y de Moisén se temen infinito." FARAÓN: Más pienso que es envidia que otra cosa, veráse el memorial. Pasa adelante.
Lee otro memorial
NACOR: "Si estar seguro quieres en tu estado, no tenga a Moisén por tu privado." FARAÓN: ¿Qué es aquesto, Nacor? ¿Quién causa ha sido de que Moisén esté mal recibido? NACOR: Señor, el reino teme aqueste hebreo porque como son muchos, ser podría a trueque de salir de cautiverio conjurarse y quitarte aqueste imperio. FARAÓN: Mira, Nacor, ¿qué dice el que se sigue?
Lee otro
NACOR: "En caso que vuestra majestad no se resuelva de quitar a Moisén el nombre de su amigo, lo está el reino de no obedecerle; que es afrenta de la nación gitana que el rey Faraón estime tanto a un hebreo dando ocasión a que se sigan inconvenientes que no se puedan remediar." FARAÓN: Tente, Nacor. No pases adelante. mucho me aprieta el reino en este caso porque Moisén está tan obediente y le hallo tan leal a mi persona que merece del reino la corona. Bien es verdad que temo lo que dice mas también es verdad que nunca he visto de qué recelar pueda lo que temo. Pues, ¡matar un amigo--¡Bravo caso!-- y más sin que haya causa de matarle! Mas a un vulgo alterado no hay quien pueda resistir. ¿Qué he de hacer? Que en este caso si a Moisén doy la vida, me la quito, mas si del reino la quietud estriba en que muera Moisén, Moisén no viva. Confesando, aunque vence su porfía, que matarle sin causa es tiranía.
Vanse y sale ELIACER, de noche
ELIACER: Todo es máquinas, Amor, y viendo que Solomí me ha tratado con rigor, cuando estoy fuera de mí, me obliga a que sea traidor. Esta noche lo he de ser aunque pierda honor y ser. A Datán quiero llamar que se vaya a trabajar, y ya que corresponder a mi afición no ha querido, la he de gozar engañada; porque en saliendo el marido, la pienso dejar burlada, siendo marido fingido.
Llama y responde dentro DATÁN
DATÁN: ¿Quién llama con tanto afán.
Enfadado ELIACER
ELIACER: [Soy yo, Eliacer, Datán.] Bien excusarse pudiera que yo a llamarte viniera cuando aguardándote están los maestros y oficiales. Y si después el veedor pide números cabales de su ordinaria labor, harán sus ojos canales llorando y regando el pecho; y de las faltas que ha hecho, por no madrugar un hora no se acuerda, aunque más llora; que está de sí satisfecho. ¿Hasta cuando he de aguardar?
Dentro
DATÁN: ¿Parécete que me tardo? ELIACER: Ya me canso de llamar. DATÁN: Ya voy. ELIACER: En palacio aguardo que esto es mucho esperar. (¡Ay, Amor, qué de invenciones Aparte aunque eres niño fabricas! Todo eres transformaciones, ya cautelas multiplicas, y ya descubres traiciones aunque aquésta has de celar hasta que llegue a gozar esta engañada mujer. Aquí me quiero esconder para volver luego a entrar).
Vase y sale DATÁN
DATÁN: No entiendo esta novedad de llamarme a mí el veedor. ¿Qué será aquesta piedad? ¿Si acaso trueca en amor su rigor y su crueldad? No sé lo que puede ser. Partirme quiero a saber la verdad de aqueste caso. ¿Cuándo los males que paso fin dichoso han de tener?
Vase y sale ELIACER
ELIACER: Datán se fue y ha dejado con el cerrojo la puerta. Dichoso yo que he llegado a ver mi esperanza cierta. ¡Qué bien Amor lo ha trazado!
Éntrase y dicen dentro
UNO: Venga cal y ladrillo. OTRO: ¡Amaina, amaina! OTRO: Agua pide el maestro. OTRO: Ya está arriba. OTRO: De mano en mano, que la cal se mezcle que no está bien obrada la que suben. OTRO: Gracias a Dios que el arco se ha acabado. OTRO: Alto, almorzar, y vuelta con cuidado.
Salen ELIACER y SOLOMÍ, media desnuda huyendo
ELIACER: Cese el rigor, Solomí, a tanta fuerza de amor. Trueca en amor el rigor ya que en tus brazos me vi. Ser tu marido fingí pero el amor no es fingido pues dos años te he querido y aunque de ti despreciado tan firme mi amor ha estado como si fuera admitido. Solomí, ya eres mi dueño por tu esclavo me confieso. Ya cobré el perdido seso y mi palabra te empeño; que todo el mundo es pequeño para ofrecer a tus pies. Y si necesario es de Egipto la posesión yo mataré a Faraón tratándolo con Moisés. SOLOMÍ: ¿Piensas, bárbaro Eliacer, que me tienes de obligar con hablar y más hablar a que te venga a querer? ¿Piensas que podrás hacer con tantas muestras de amor que tenga fin mi rigor? Pues, advierte que antes crece y que mucho más merece un villano y un traidor. Cuando yo correspondiera a tu bárbara afición, ¿piensas tú que a Faraón matarle Moisén quisiera? ¿Piensas tú que consintiera Moisén, siendo de Israel, darle la muerte crüel? En lo que dices, repara que antes a ti te matara que traición se hallara en él. Pero como eres traidor que está lleno de invenciones, te sustentas de traiciones, que es tu sustento mejor. Borrar pretendes mi honor cuando mi honor más se esfuerza pero tu intento se tuerza, y deja a quien es honrada porque una mujer ganada por fuerza, tiene gran fuerza. Basilisco pienso ser. Seré Cencris escamosa y víbora ponzoñosa; que es víbora una mujer que la sacan de su ser. Vete. No estés más aquí. ELIACER: ¡Tanto rigor, Solomí, con quien te estima y te adora! SOLOMÍ: Más merece quien desdora el honor que vive en mí. ELIACER: ¡Ea, mi cielo! SOLOMÍ ¡Mi infierno! Acaba de atormentarme. ELIACER: ¡Ea, mi bien! SOLOMÍ: ¡Si matarme quieres sin tormento eterno! ELIACER: ¿Qué he de hacer? SOLOMÍ: Mostrarte tierno para que de aquesta suerte me des más presto la muerte. ELIACER: Antes, mi bien, si pudiera no una vida, mil te diera. SOLOMÍ: Ya me las dieras sin verte. ELIACER: Advierte, que eres mi bien. SOLOMÍ: Advierte, que eres mi mal. ELIACER: Tú mi gloria celestial. SOLOMÍ: Tú mi infierno. ELIACER: Tu desdén aumenta mi amor. SOLOMÍ: También tu amor me tiene mortal. ELIACER: En piedra hace amor señal. SOLOMÍ: No si resiste el desdén. ELIACER: Mira que te quiero bien. SOLOMÍ: Mira que te quiero mal.
Sale DATÁN
DATÁN: ¿Qué es aquesto? Estando ausente, ¿en mi casa, hay tal traición? SOLOMÍ: Vete, Eliacer fementido; que te mataré. DATÁN: Detente. ¿Qué es aquesto, Solomí?
Quita la espada a ELIACER SOLOMÍ, y túrbase ELIACER
SOLOMÍ: La respuesta que te doy es decir que "soy quien soy," pero no soy la que fui. DATÁN: No te entiendo. SOLOMÍ: Aunque mujer, no sabré ser relator porque lo dirá mejor la turbación de Eliacer.
Turbado [ELIACER]
ELIACER: Datán, yo aquí... después que... DATÁN: Tente, no pases de ahí. Cuenta el caso Solomí. SOLOMÍ No sé, Datán, si podré. Aunque tenga vergüenza de contar el suceso que la mujer honrada es de vergüenza centro, aunque muestres enojo y aunque me culpes luego oyendo mis razones, --si es culpa la que tengo-- lo más breve que pueda, lo más casto y honesto, relatar quiero el caso más bárbaro y grosero que entre Citas, alarbes, y entre caribes fieros los mortales han visto del más anciano tiempo. Los yerros por amores, dicen, que no son yerros; mas es con voluntades de dos conformes pechos. Pero en aqueste caso, aunque esté de por medio el que a nadie perdona siendo rapaz y ciego, no hay disculpa que abone al amor más resuelto. DATÁN: Solomí, date prisa, no me tengas suspenso. SOLOMÍ: Espantarte no quieras de ver buscar rodeos; que referir agravios y más al mismo dueño es muy dificultoso. Pero arrojar quiero aunque en el mar me anegue a las aguas el pecho. Sabrás, por mucho no cansarte, que ha dos años y medio que Eliacer me persigue con amor poco honesto, y aunque sus pretensiones, sus ansias y sus ruegos nunca admití, mas antes respondiendo con ceño, con rigor y desdenes, no dándole un cabello de favores siquiera, ni de un mirar risueño. Trazó de madrugarte; púsolo por efeto; a trabajar te fuiste y a tu casa volviendo con ánimo atrevido entró en el aposento. Y yo, con sobresalto, dije "¿Quién es?" Y luego "Datán," responde "soy; que a tus brazos me vuelvo que Eliacer no parece." ¡Ay, vergüenza tengo, Datán, de referirte lo que se sigue a aquesto; mas, ¿para que me canso, pues siendo tú discreto ya me habrás entendido? Que al fin manchó tu lecho, de Solomí gozando falso marido siendo. Aquéste el caso ha sido delante se está el reo que como está culpado se está turbado y quedo. Yo matarle quería pero pues vino el dueño de mi agravio y lo sabe, en sus manos le dejo mi agravio, mi deshonra, mi honor, mi casto celo, porque venganza tome de aqueste atrevimiento.
Arroja la espada y vase
DATÁN: Solomí, aguarda un poco si no pretendes que me vuelva loco. ¿Qué marido habrá oído de su misma mujer que está ofendido? ¿El valor se suspende cuando delante tiene a quien le ofende? ¿Cómo paciencia tengo y de tan grande agravio no me vengo? ¡Qué a hechos tan villanos armas serán los dientes y las manos! Aunque tu misma espada regida de ese brazo y gobernada será fiero instrumento que castigue tu loco atrevimiento.
Coge la espada
ELIACER: ¡Oye, Datán! ¡Escucha! DATÁN: ¿No ves, villano, que es mi ofensa mucha? ¿Cómo un marido honrado podrá escuchar a aquél que le ha afrentado? ELIACER: Escucha y no te alteres si saber la verdad del caso quieres. DATÁN: No relates mi afrenta. Basta que Solomí me ha dado cuenta, que si verdad no fuera a decir tal maldad, no se atreviera. ELIACER: Cuando yo haya gozado de Solomí, no vengo a ser culpado; que Amor tiene la culpa. DATÁN: No es bastante en mi agravio esta disculpa porque en dolor tan fuerte aun no es satisfacción darte la muerte.
Va a darle, sale MOISÉN y detiénele
MOISÉN: ¿Qué es aquesto? ¿Con espada estás, Datán, en la mano contra Eliacer? DATÁN: Con su muerte quiero cubrir mis agravios. ELIACER: Tente, Datán. MOISÉN: ¿Qué es aquesto? DATÁN: Dar la muerte a este villano. MOISÉN: ¿Por qué? DATÁN: Por su atrevimiento. MOISÉN: ¿Qué ha hecho? DATÁN: El hecho más bárbaro que el abárimo más fiero y el troglodita tirano imaginara jamás. MOISÉN: ¿Cómo, Eliacer, a un esclavo por ser esclavo te atreves? ELIACER: Escucha, Moisén, el caso y verás si tengo culpa. DATÁN: No le dejes relatarlo si no quieres que yo muera. MOISÉN: Datán, sentimiento extraño muestras en este suceso. Cuéntame lo que ha pasado y sabré quien culpa tiene. DATÁN: ¡Qué para vengar mi agravio halle estorbos! ¡Ah, Fortuna! MOISÉN: ¿Qué te aflige? DATÁN: Ser honrado hasta aquí y ya no lo ser. MOISÉN: No te entiendo. Habla más claro. DATÁN: Levantóme esta mañana Eliacer para el trabajo. Partí a cumplir mi tarea. Volvió y entró con engaño en mi casa y mi aposento y manchó el lecho más casto que imaginar puede el mundo. MOISÉN: ¿Quién de aquesto te ha informado? DATÁN: Solomí, que fue forzada, y llegar a publicarlo una mujer, y decirlo a un marido, si es honrado, o ha de morir de dolor o dar la muerte al contrario. MOISÉN: Bien quisiera no creer, Eliacer, lo que escuchando estoy de ti, mas es fuerza, cuando en tal ocasión me hallo dar crédito a un ofendido; que está diciendo su agravio a voces siendo forzoso tomar en esto la mano. Las razones que me obligan a mostrarme apasionado son muchas, y la primera es ser el caso tan malo y ser Datán de mi pueblo, y cuando llega a contarlo para más satisfacción ver que el reo calle tanto. Bien quisiera no perderte el respeto, pero el caso obliga que al rey se pierda cuando fuere el rey villano. Y si acaso te atreviste por tener oficio y cargo en el palacio real, divierte que el real palacio no consiente libertades; pero, ¿para qué me canso en hacer informaciones y estar alargando plazos si no hay testigo de abono que en tu abono diga un átomo, porque no hay mejor testigo como es el mismo pecado. Ladrón del honor has sido de Datán, y honor robado restituírse no puede porque es el honor intacto y quebrándose una vez, como el vidrio delicado es fuerza quebrado muera que es imposible soldarlo. Es azucena el honor que está en un jardín cerrado, que sin tocarla despide mucha fragrancia al olfato; mas toda aquesta fragrancia si es alhaja entre las manos, se convierte en mal olor, y si dio gusto, da enfado. Era el honor de Datán lleno de flores, un árbol y tú como cierzo, al fin, flor y fruto le has quitado. ¿Imaginas que no son los de Israel--aunque esclavos estén agora en Egipto-- de valor y ánimo hidalgo para sentir las afrentas? ¿Piensas que no son honrados? ¿Piensas que han de consentir que los del pueblo gitano los afrenten y deshonren por hallarse entronizados? Pues engáñaste, Eliacer, que el más mínimo, el más bajo de todo el pueblo de Dios sabe castigar agravios. Y el que tú has hecho a Datán, al hombre más reportado al más piadoso y benigno, y, finalmente, al más manso, crüel le hará y riguroso por ser digno que en un palo te pongan. Muy poco es esto que dos furiosos caballos vivo te arrastren. Mas, ¿cómo en tomar venganza tardo de quien con tal libertad [a] un hebreo ha deshonrado? Solos estamos agora y pues que solos estamos para hacer el finiquito sirva de carta de pago la muerte que aquí te doy, bien debida a tu mal trato.
Da MOISÉN a ELIACER y cae muerto dentro
ELIACER: ¡Ay, que me has muerto, Moisén! MOISÉN: Así pagas tu pecado. ELIACER: Vivas mil siglos, que al fin vuelves por mi honor. MOISÉN: Hagamos un hoyo en aquella arena en que quede sepultado, y pues el caso es secreto, mira, Datán, que este caso no se publique; que importa a nuestro pueblo. DATÁN: Partamos, que el capitán de Israel has de ser. MOISÉN: ¡Datán, recato! No lo sepa Faraón. DATÁN: Seguro estás por mi lado. MOISÉN: Y el que agravios hace, sepa que, aunque tarde, llega el plazo.

FIN DEL PRIMER ACTO

Los prodigios de la vara y capitán de Israel, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 01 Jul 2002