TODO ES DAR EN UNA COSA

Tirso de Molina
(Gabriel Téllez)

Esta edición electrónica de TODO ES DAR EN UNA COSA fue preparada por Vern Williamsen en 1998 para incluirse en esta colección. TODO ES DAR EN UNA COSA se publicó por primera vez en la CUARTA PARTE DE LAS COMEDIAS DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA (Madrid, María de Quiñones, 1635), que es la edición que tomamos como base para fijar nuestro texto con el apoyo de varias ediciones modernas. La edición príncipe, cuyo texto está bien conservado, es la fuente última, directa o indirecta, de todas las ediciones posteriores. Nuestro texto regulariza las indicaciones de personajes que hablan y su disposición gráfica, resuelve las abreviaturas y moderniza la puntuación y las grafías siempre que no tengan relevancia fonética. Cualquier añadido o enmienda al texto de la príncipe va entre corchetes.


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Sale doña MARGARITA, leyendo un papel
MARGARITA: "Dos intérpretes, señora, de diversa calidad, sirven a la voluntad en favor del que os adora. Amor, que en los ojos mora, tal vez con ellos anima; a quien secretos estima la lengua los manifiesta; con tierna claridad ésta, los otros con dulce enigma. Hállome favorecido, en los vuestros cada instante, que su luz gozo delante, y juzgo que soy querido; pero aunque en ese sentido Amor su esfera eligió pues por los ojos entró, siempre en ellos advertí puertas que le admitan, sí, lenguas que le expliquen, no. No usurpen ajeno oficio, que se quejará la lengua de que sufráis que en su mengua tiranicen su ejercicio. Mirad que en mi perjüicio, desdichas entre venturas buscan claridad a obscuras, y que siempre que ojos leo favores que deletreo estriban en conjeturas. Palabras han de explicar el alma de un bien querer, que querrá la lengua ver, si quiere la vista hablar. Esta noche den lugar a estilos más verdaderos; merezca yo, si no veros, oíros y ahorrar de enojos, porque andar descifrando ojos es hablar entre extranjeros." Dice don Alvaro bien; que por los ojos Amor habla, mas es por mayor. Con gusto los míos le ven, pero nunca se ha atrevido a dar al recato enojos la lengua, que de los ojos el lenguaje es permitido, aunque difícil y oculto, y el alma acostumbra hablar por la lengua a lo vulgar, mas por la vista a lo oculto.
Sale doña BEATRIZ leyendo este papel
BEATRIZ: "Si en ausencia padecemos, gloria en presencia tengamos, que el tiempo que malogramos hará el tiempo que lloremos." MARGARITA: (¿Qué es esto? ¿Hasta en el leer Aparte papeles doña Beatriz quiere imitarme?)
Guarda doña MARGARITA su papel en la manga
BEATRIZ: (¡Feliz Aparte ingenio! ¡Qué encarecer tan sazonado y discreto! No sé apartar de los ojos sus letras, tiernos enojos, quejas de amor con respeto, aunque sentido, templado. MARGARITA: ¿Hermana? BEATRIZ: ¡Mi Margarita! MARGARITA: Tristeza que se limita con versos, no es decuidado. ¿Cuyos son los que encareces y ponderativa alabas? No ha un hora que triste estabas; enfermas y convaleces brevemente. No es crüel mal que tan presto se pasa, ni hará mucha costa en casa su cura, siendo un papel. BEATRIZ: ¿Es eso reñirme? MARGARITA: Es esto prevenir riesgos. BEATRIZ: ¿De qué? MARGARITA: Amor, que cerradas ve puertas, donde el gusto ha puesto, dicen que, en lugar de llave, suele abrirlas con papeles, porque a pesar de canceles ¿por dónde un papel no cabe, y más versificador, que es dos veces sospechoso? BEATRIZ: Y en ti título forzoso jugar de hermana mayor. No perderás tu derecho por un reino. MARGARITA: Está sin madre esta casa, y nuestro padre de mí confïanza ha hecho. Lloverá sobre mí el daño que en ti disculpado deja tu edad. BEATRIZ: Sí, que eres muy vieja; aún no me llevas un año. Olvida temas prolijas, así Dios te guarde, ó di que ensayar quieres en mí cómo has de crïar tus hijas, cuando casadas las tengas. Estos versos que leía no los hizo a instancia mía --por maliciosa que vengas-- su autor, ni a contemplación de cosa que le desvele en mí. Muchas veces suele ya el ocio, ya la ocasión reparar en lo primero. que encuentra. No sé qué alhaja en una excusabaraja buscaba, y el lisonjero papel--por tal desechado-- hallé, donde envueltas vi de seda verde y turquí, tres madejas. MARGARITA: En lo ajado se echa de ver lo que dices, y más en lo que encareces su estilo, que esas dobleces --cuando no le solemnices-- muestran que deben de ser de la seda que envolvías, cuando, sin verme, decías suspensa, "¿Qué encarecer tan sazonado y discreto!" BEATRIZ: ¿Pues de eso tu desvarío podrá colegir que es mío? ¿0 es justo que por respeto de que para mí no viene? ¿No alabe yo la sazón de su estilo y discreción? Anda, hermana, que te tiene la envidia loca. MARGARITA: Sí hará. "No sé apartar de los ojos sus letras, tiernos enojos.: Beatriz, acabemos ya. Si intentas satisfacerme, con dejármele leer podré en sus cláusulas ver si amor en ti vela ó duerme. No viniendo para ti, ¿qué te importa? BEATRIZ: El estimarme tú en poco. Quiero vengarme de tus malicias así.
Quiere rasgarle, y cójesele MARGARITA
MARGARITA: Eso no, no has de rasgarle antes que yo llegue a verle. BEATRIZ: Perderé por no perderle... MARGARITA: ¿Qué? Si vuelves a cobrarle. Suelta, necia.
Métesele MARGARITA en la manga
BEATRIZ: No porfíes, ni a villana correspondas, que aunque en el alma te escondas, te le he de sacar. ¿Te ríes? MARGARITA: Pues ¿qué he de hacer? ¿Enojarme? Tengo yo más sufrimiento. BEATRIZ: Yo no. Con tu atrevimiento luego habías de dejarme sin él y llevártele, ¿eh? ¡Qué donoso frenesí! MARGARITA: Tenme respeto.
Tíra BEATRIZ del lenzuelo que cuelga de la manga de MARGARITA, y cáesele el papel que ésta venía leyendo, y cójele BEATRIZ
BEATRIZ: ¿Yo a ti? sé cuerda y te le tendré. Cayóse y cobréle. MARGARITA: (¡Ay, cielo! Aparte que es el mío). Hermana, mira que ése que llevas... BEATRIZ: Me admira que le deba yo a un lenzuelo lo que tú tiranizabas. MARGARITA: Oye, rómpele primero que te vayas. BEATRIZ: Ya no quiero. MARGARITA: ¿Pues antes no le rasgabas? BEATRIZ: ¡Válgame Dios! ¿Qué te importa, Margarita, este papel, que tal inquietud por él tienes contigo? Reporta la sospecha que te incita, que el dueño que le escribió jamás de ti se acordó. MARGARITA: ¿No, Beatriz? BEATRIZ: No, Margarita. MARGARITA: ¡Ay, qué engañada que estás! BEATRIZ: ¿Luego de mí tienes celos? MARGARITA: No son ésos mis desvelos. BEATRIZ: ¿Pues? MARGARITA: Ábrele y lo verás.
Lee para sí
BEATRIZ: ¡Ay, no es mío este papel! MARGARITA: ¿Ves si se acordó su autor de mí? BEATRIZ: ¡Bueno es tu rigor! Respetaréte por él; repréndeme como sueles; vuelve a decirme muy grave que el Amor en vez de llave abre puertas con papeles. Hipócrita de a dos haces, uno obras, y otro publicas. A lo fariseo predicas, que dices lo que no haces. MARGARITA: Basta, Beatriz, que sospecho que has perdido... BEATRIZ: "Está sin madre esta casas y nuestro padre de mí confïanza ha hecho." ¡Bien lo que tiene en ti sabe! MARGARITA: ¿Cuándo tú así hablarme sueles? BEATRIZ: "Porque a pesar de canceles, ¿por dónde un papel no cabe?" ¡Y qué cierto! ya lo ves; probaste lo que has propuesto. MARGARITA: ¿Estás loca? BEATRIZ: "No, que es esto prevenir daños." MARGARITA: Ea, pues, baste, hermana, el cordelejo, que yo me doy por vencida. Un modo de estado y vida, seguimos, pendencias dejo; acábense en amistad, que si Amor es nuestro Dios, no es bien riñamos las dos siendo de una facultad. BEATRIZ: ¡Qué de ello ha si tú quisieras que esto estuviera ya en paz! MARGARITA: No te juzgué tan capaz que amaras con tantas veras; pero quien tan bien defiende prendas que el amor le da, el grado merecerá que en su escuela se pretende. Tu tercera quiero ser, si tú admites serlo mía. BEATRIZ: Decirte de no quería, mas perdonar es vencer. Comunicarte deseo secretos que ya te fío, Repasa este papel mío mientras que yo el tuyo leo; contarémonos después las dos nuestras aventuras. MARGARITA: Así estarán más seguras. Va de versos. BEATRIZ: Vaya, pues.
Lee doña BEATRIZ para sí un papel, doña MARGARITA, en voz alta el otro
MARGARITA: "Vulgar experiencia alcanza quien tiene por opinion que es muerte la posesión de su madre la esperanza. Yo, mi bien, que la mudanza tengo por fallido empleo, cuando en posesión me veo vuelvo de nuevo a esperar lo que tengo de gozar, y poseyendo deseo. La voluntad, que liviana, no es igual a la que os doy, no ve que lo que goza hoy lo ha de apetecer mañana. Poseí la soberana belleza que solicito; porque olvidarla es delito, y porque Amor, siendo dios, no tiene limite en vos, sino asomos de infinito. Siendo esto así, el dilatar será, Beatriz, padecer; vuélvaos mi fe a poseer, porque os vuelva a desear. Ventura, tiempo y lugar donde vos sabéis tenemos. Si en ausencia padecemos, gloria en presencia tengamos, que el tiempo que malogramos hará,el tiempo que lloremos."
Acaban de leer una y otra
¡Posesión, Beatriz! ¿Qué es esto? BEATRIZ: Llámanse conformidades de gustos y voluntades que Amor y el cielo han dispuesto; posesión, por el derecho que tiene el galán o dama en la voluntad que ama. MARGARITA: No, hermana. ¡Ay, cielo! ¿Qué has hecho? BEATRIZ: Entregarle las potencias del alma, que el cuerpo no. MARGARITA: Quien tiempo y lugar halló para tales evidencias, mal se vendrá a contentar con el alma al encenderse; que ésta para poseerse no necesita lugar, que no le ocupa, Beatriz, el espíritu. BEATRIZ: ¿Aún porfías? Yo no sé filosofías; esto es verdad. MARGARITA: Más feliz es tu amante que fué el mío, que él en mis ojos ver pudo mi amor sólo, honesto y mudo, y aun de ellos no le confío. Plegue a Dios...
Sale un CRIADO
CRIADO: Mi señor llama. BEATRIZ: ¿A quién? CRIADO: A vuesa merced.
Vase el CRIADO
BEATRIZ: Desear, es tener sed. Diréte después quién me ama y honestamente desea lazos de un amor constante, y tú me dirás tu amante. MARGARITA: ¡Quiera el ciclo que no sea perdición de nuestra casa! BEATRIZ: Anda, incrédula, que amor cuando es padrino el valor, las almas, no la honra abrasa.
Vase doña BEATRIZ
MARGARITA: Culpaba desenvolturas de solos mis ojos yo, cuando mi hermana logró palabras y coyunturas. ¡Válgame Dios! ¿quién será este amante poseedor, o quien terciando en su amor a la ocasión se la da para que se vean los dos? Mas ¿qué pregunto si sé que amor espíritu fué invisible, porque es dios, y que cuando a un alma abrasa y introduce sus enojos, entrándose por los ojos mejor podrá entrarse en casa? Basta, que es ya poseer en Beatriz, lo que hasta aquí fué sólo mirar en mí. Quiero volverle a leer.
Sale don ÁLVARO, y llégase sin ser visto por las espaldas de MARGARITA, que está leyendo el papel
ÁLVARO: (Leyendo está mi papel. Aparte Veré--pues no me ha sentido-- si le alaba.) MARGARITA: ¡Qué entendido! Mil sales vienen en él. ÁLVARO: (¡Ay, cielos! Letra es ajena. Aparte Sospechas, ¿a los umbrales salís? ¡Papel con mil sales, y no mío?) MARGARITA: Dame pena esto de la posesión.
Lee el papel para sí don ÁLVARO, detrás de doña MARGARITA
ÁLVARO: (Mis desdichas en él leo, Aparte y entre desengaños veo lo que las mujeres son. Que la posesión la da pena, dice mi homicida, luego ya está poseída, luego aborrecióme ya. ¿Qué dudo, si por escrito lo ve mi pasión tirana?)
Lee
MARGARITA: "Poseí la soberana belleza que solicito."
Lee aparte
ÁLVARO: ("Venturá, tiempo y lugar Aparte donde vos sabéis tenemos.") MARGARITA: Honra inútil, ya podremos vuestra pérdida llorar. ÁLVARO: (Tarde el Santelmo ha llegado Aparte de vuestro conocimiento. No tienen merecimiento las lágrimas en pecado; quien no supo prevenirse con imprudencia las vierte, porque después de la muerte no vale el arrepentirse. Muerto el honor, pena es vana. Gente sale. Pues no he sido de quien me ofende sentido, retirarme quiero.
Éntrase, y quédase escondido. Sale doña BEATRIZ
BEATRIZ: Hermana, Gonzalo Pizarro está con mi padre. Si te agrada verle--pero interesada eres no poco, sí hará-- ven, porque en él consideres, cuando desdenes asombres el Aquiles de los hombres, el Paris de las mujeres. MARGARITA: ¡Válgame Dios! No te cabe en la boca. ¿Qué intereso, cuando venga a ser todo eso, en verle yo? BEATRIZ: Dios lo sabe. No te pesa que hable en él, que ya yo vi, ansí te goces, que le alabas y conoces. MARGARITA: ¿Yo? BEATRIZ: Dígalo este papel. MARGARITA: ¿Pues es suyo? BEATRIZ: ¡Acaba ya fingimientos tú conmigo! Si tienes ese testigo donde eslabonando está finezas que alegre leas, ¿por qué fingida me engañas, ni por qué su nombre extrañas cuando en él te saboreas? MARGARITA: ¿Yo en él? BEATRIZ: En su estilo tierno. ¡Qué bueno anda nuestro honor! MARGARITA: Conforme le muestra amor ya le sueña padre yerno.
Vanse las dos. Sale don ÁLVARO
ÁLVARO: Fenecieron ya sospechas a manos de certidumbres; lo que dudaban vislumbres ven verdades satisfechas. Mintieron en Margarita ojos, donde se asomaron lisonjas que me engañaron, porque amor mal se acredita en sus niñas, que livianas, cuando esperanzas concierta, franqueando a otro la puerta desmienten por las ventanas. Gonzalo Pizárro es yerno de casa. Así le llamó doña Beatriz; poseyó galán, entendido y tierno; fué estudiante, graduóse en escuelas de discreto. Ya es soldado, y al respeto de Marte, Venus rindióse. Su industria y mi negligencia le amparan la posesión, cuando sólo tengo acción en los ojos. Competencia contra quien en ella está no me promete sosiego; pero, en fin, Amor es ciego, y a ciegas sentenciará. ¡Vive Dios, que he de vengarme en él de quien me agravió! En sus ojos tuve yo. derechos para ampararme. Si es valiente, mis desvelos desmentirán su partido, que nunca sale vencido amor que riñe con celos.
Vase don ÁLVARO. Salen don Francisco CABEZAS, viejo, y don GONZALO, soldado, muy galán
FRANCISCO: En fin, Gonzalo, malograstes cursos que en Salamanca os prometían el grado, con que honran estudiosos sus concursos. GONZALO: Plumas gastan el sabio y el soldado; uno en papel, el otro en el sombrero. No me llamó mi estrella a ser letrado. Condena a muerte un juez, en paz severo, y si con una pluma afrenta y mata, ¿cuánto es mejor fiársela al sombrero? La juventud que entre las hojas trata de los libros que estudia, las que afila Toledo, siempre a las hazañas grata; mientras el tiempo la vejez jubila, se emplea en travesuras y lecciones, porque en ambas sus gustos recopila. Ocasionaron las oposiciones de dos cátedras vacas competencias, que hay poco de cuestiones a cuestiones. Vizcaya--siempre amiga de pendencias-- saliendo a rotular Extremadura, una noche propuso resistencias; mas yendo con nosotros la véntura, si no el valor, que no soy arrogante, dando la muerte a tres nos asegura. Murió entre éstos un célebre estudiante, hijo del secretario que más priva con nuestro Enrique cuarto, y fué bastante su sentimiento a que el Consejo escriba despachos criminales, que comete a un juez pesquisidor, un peste viva. Éste a fuego y a sangre a saco mete culpados e inocentes, porque avaro tenía la ocasión de oro del copete. No valieron con él ruegos, no amparo. Destierra, echa a galeras y ajusticia a diestro y a siniestro sin reparo. Huyeron el rigor de su avaricia muchos, y yo con ellos, al sagrado que halló la juventud en la milicia. Halléme en rebeldía condenado a cortar la cabeza; mas ¿qué importa, si gozo privilegíos de soldado? En fin, mientras cabezas el juez corta, los hábitos repudio, galas visto, y el parche sigo, que al valor exhorta. Llego a Valladolid, y en él me alisto en favor de mi rey, que despojado de su silla, a rebeldes es mal quisto. En Ávila se había coronado el infante, su hermano--simple mozo-- instando sola la razón de estado. La ambición e interés--mortal destrozo del gobierno--y la paz se disfrazaban en traje de lealtad. ¡Civil rebozo! Dejo en silencio los que conspiraban contra su rey y lo que pasó en esto, que los nobles no injurian, sino alaban. Leal seguí el partido más honesto, a imitación de los Mendozas todos, y la mayor nobleza, que hasta en esto, abominando los injustos modos con que se vió sin reino nuestro Enrique, mostraron ser reliquias de los godos. No queda Osorio ilustre, no Manrique, Arellano, Velasco y Acevedo que a la lealtad, la vida no dedique; los Álvarez famosos de Toledo, los Cuevas de Alburquerque, y cuantos leales la batalla vencieron junto a Olmedo. Halléme en ella, honrándome señales de alférez que adquirí, si no hazañoso afortunado siempre en riesgos tales. Murió el intruso rey de un presuroso accidente mortal--Alfonso digo, engañado mancebo, no ambicioso--. Sus cómplices temieron el castigo, y con Enrique, en fin, reconciliados, padre le aclaman, si antes enemigo. Volvieron a triunfar siglos dorados, colgó arneses la paz, y en pretensiones libraron sus servicios los soldados. Yo, senor don Francisco, que en lecciones seis años, y uno y medio en la campaña, ya seguí las escuelas, ya pendones, mientras respira sosegando España, vuelvo a Trujillo, noble patria mía, por ver si la amistad el ocio engaña. Parecióme que en ella no cumplía con lo que os debo no viniendo a veros, si bien tardanzas disculpar podría con estorbos precisos. FRANCISCO: Reprenderos debiera con razón, pero ha ya un año que esta ciudad, dichosa en poseeros, otra vez os gozó. ¿Conmigo extraño? Mas ¿cuándo no causaron las vejeces la verde juventud hermoso engaño? Vedme, señor Gonzalo, muchas veces, y acordaos más de mí, si sois servido, que aún tengo vivas yo vuestras niñeces. El verdadero amor que os he tenido es de padre, esto es cierto. GONZALO: El cielo os guarde, que yo lo estoy de lo que os he debido, y haré de estos empeños fiel alarde siempre que de vos fuere ejecutado. Dadme licencia. FRANCISCO: Ya parece tarde. Vaya con vos una hacha. GONZALO: No la he usado, y es temprano, auque noche. FRANCISCO: Con todo eso.
Llama
¡Hola! GONZALO: No ha de ir conmigo. FRANCISCO: ¿Ni un crïado? GONZALO: No hay que hablar. Vuestras manos, señor, beso. FRANCISCO: Hágaos, Gonzalo, Dios un gran soldado.
Vase don Francisco CABEZAS
GONZALO: A mi Beatriz vi al entrar y suspendiómede suerte, hermosa, que si lo advierte su padre, pudiera hallar en los ojos de los dos mi amor y su agravio escrito; pero Amor no hace delito, que a hacerle no fuera dios.
Sale don ÁLVARO rebozado
En la mitad de la calle parece que un hombre está embozado. ¿Qué querrá a tal hora y en tal calle? ¡Ah, caballero! ¿Podremos pasar?
Don ÁLVARO, con la espada desnuda al pecho
ÁLVARO: Podréis por aquí. GONZALO: Jamás sin causa reñí. Templaos y no alborotemos vecinos. ¿Sabéis quién soy? ÁLVARO: Sé que fuisteis licenciado, y en licencioso habéis dado, después que informado estoy que os atrevéis ál respeto del que gobierna esta casa; sé el incendio que la abrasa por vos, y sé, que indiscreto, alegando posesiones --que las guardara mejor el silencio--usurpador sois de antiguas pretensiones con más derecho adquiridas, y más cordura calladas, de quien amáis estimadas y hasta aquí correspondidas, puesto que, como estudiante, de engaños os amparéis y mentiras blasonéis como soldado arrogante. Porque el papel que escribisteis --y su dueño me entregó, quejosa de vos--sé yo, que es falso y que le fingisteis para dar celos con él a hermosuras que engañáis. Si con la espada firmáis lo que mintió el tal papel y reñís ocasionado, ya lo estáis, satisfaceos con obras, no con deseos. GONZALO: Relación falsa os ha dado. La que mi papel os dió y en quien debéis de tener --si os llega a satisfacer-- más jurisdicción que yo. La antigüedad os concedo que alegáis en su servicio; porque yo soy tan novicio en su pretensión, que puedo afirmaros que no ha un año, puesto que le falte poco; creíla, que Amor es loco, y la mujer nuestro engaño. Si ella mi papel desmiente y a vos crédulo os halló, ¿qué perderé en eso yo? Sólo hay un inconveniente que mal os tiene de estar, y es, que os haya dado aviso de secretos, con que quiso la industria disimular lo que la fama atropella; y si fué fácil conmigo, no he de permitir testigo que viva para ofendella. Soislo ya vos, y en rigor, puesto que mudable fué, así sepultar podré menoscabos de su honor.
Riñen y don ÁLVARO cae dentro
ÁLVARO: ¡Muerto soy! ¡Jesús mil veces! GONZALO: Así, mudable, sepulto liviandades de tu insulto, puesto que no lo mereces. Consuela, aunque no avisada, olvidos de aborrecida, desprecios de poseída, mas con créditos de honrada.
Vase. Salen CARRIZO, CRESPO, BERTOL y PULIDA, pastores
PULIDA: El ha de ser escribén o sobre eso... CARRIZO: ¡Dalle, dalle! Polida, vos lleváis talle de alguna tunda. No tien de ser, si macho parís, escribén. Mira, Polida, que el crergo tien buena vida. PULIDA: ¿Por qué? CARRIZO: Porque está en un tris de ser cura de Garcias, y aun de obispar en Meajadas. PULIDA: Tomad para vos, si a osadas, no lo verán vuesos días.
Dale cuatro higas
Escribén será, ó sobre eso morena. CARRIZO: Mirad, Polida... PULIDA: O no parirlo en mi vida, o escribén. CARRIZO: Tened más seso, o yo os juro a non de Dios que os cueste la paridura... el mochacho ha de ser cura. PULIDA: Malos años para vos. El diabro me lleve, amén, por más que deis en reortir, que ogaño no he de parir en no héndole escriben. CARRIZO: Mas que nunca lo paráis, porque no ha de ser; sí, cura, que con una hisopadura coma y cene. no me hagáis... BERTOL: ¿Sobre qué estáis altercando? ¿Sabéis vos lo que ella tien en el vientre? PULIDA: A un escribén. BERTOL: ¿Pues de do lo váis sacando? PULIDA: ¿De do? Siéntole dar vueltas de día y de noche. BERTOL: ¿Pues bien?... PULIDA: Luego ha de ser escribén quien mis tripas trae revueltas. Desque preñada me siento se me antoja levantar testimuños y arañar cuanto topo. En todo miento, y en cualquiera falsedad si se conciertan conmigo, a cuantos lo dudan digo. Yo doy fe de que es verdad. Un proceso sé esconder un mes por menos de un cuarto. Si es tramposo antes del parto, ¿después de él qué vendrá a ser? CARRIZO: No nos andemos cansando. Crergo tien de ser, Polida, que, en fin, ganan la comida lo más del tiempo cantando. Catá, que os dará un puñete que os haga... PULIDA: ¿Qué me heis de hacer? CARRIZO: Apenas le veo nacer cuando le encajo el bonete. PULIDA: Pues no le pariré yo. CRESPO: ¿Hay riña más extremada? BERTOL: ¿Y si estáis de hija preñada? CARRIZO: ¡Malos años! Eso no. La primera condición con que nos casamos hué que cada que en cinta esté ha de parirme un garzón. PULIDO: Por eso no quedará, que ayer el cura me dijo, ¡Ay, Polida! Os bulle un hijo. CARRIZO: ¿Veislo? pues cura será. PULIDA: Luego el escribén también con la mano me tentó, y al punto el rapaz saltó. Luego ha de ser escribén. CARRIZO: No en mis días. PULIDA: Sí en los míos. CARRIZO: ¡Dalle, tijeretas, dalle, Polida! PULIDA: ¡Carrizo CARRIZO: Talle lleváis... CRESPO: Dejad desvaríos. ¿No es locura [pelear] por lo que está por nacer? PULIDA: Escriben tiene de ser, o lo tengo de abortar.
Va para ella
CARRIZO: No tien de ser sino cura. BERTOL: Teneos. CARRIZO: No puedo sofrirlo. PULIDA: 0 escribén, o malparirlo. CARRIZO: Yo os sacaré la criatura por el cogote. PULIDA: Llegá. CARRIZO: ¿Que llegue? Verá si llego.
Dala
PULIDA: ¡Ay, del rey! CARRIZO: ¡Mas que os despego la escribanura! CRESPO: ¡Arre allá! Teneos, Carrizo, Polida. CARRIZO: Crergo ha de ser si sopiese. PULIDA: Escribén, aunque os repese. CARRIZO: Dejádmela dar. PULIDA: Por vida de esto que acá me rebulle, si os llegáis, que he de sacaros los ojos y rastrillaros la cara. CARRIZO: Aunque más barbulle el tema que loca os tien, he de salir con la mía. PULIDA: ¡Mas nonada! BERTOL: La porfía... CARRIZO: Crergo dije. PULIDA: Yo escribén.
Sale CEREZO, pastor
CEREZO: ¿Qué esto, Carrizo? ¿Estáis sin seso? Dejad extremos y ved que en casa tenemos al amo viejo. ¿No vais a darle la bienvenida? CARRIZO: ¿Quién? CEREZO: Don Francisco Cabezas, y con él las dos bellezas en que remoza su vida. Apeáronse de un coche en este instante los tres y hicieron sacar después a un mancebo, que esta noche diz que hirieron en Trujillo, y casi a la muerte está. CARRIZO: ¿Pues a qué le traen acá? CEREZO: Eso no pude advertillo; mas ellos, en fin, acaban de apearse, y preguntó el viejo por vos. CARRIZO: Pues vo. BERTOL: ¿No pudieran, si pensaban trasnochar, darnos aviso, y tovieran que cenar? CEREZO. ¿En la Zarza han de faltar conejos? CARRIZO: Tan de improviso y casi al amanecer, ¿qué mucho que no los haya? CARRIZO: ¿Vo a verlos? PULIDA: Vaya ó no vaya, escribén tiene de ser. CARRIZO: ¡Oh! ¡Qué pan como unas nueces se os apareja! CRESPO: ¿Hay locura semejante? PULIDA: Escribén. CARRIZO: Cura. PULIDA: Escribén quinientas veces.
Vanse todos. Salen don Francisco CABEZAS Y Mendo GARCÍA, viejo
FRANCISCO: El crédito que de vos tuve siempre, Men García, fiándoos la hacienda mía, me obliga a que entre los dos, quedando mi honor seguro, os comunique secretos que necesitan discretos consejos, y los procuro de vuestra larga experiencia. GARCÍA: Ya sabéis, señor, de mí que en vuestra casa nací y que en ella y la asistencia de esta granja os he servido con limpieza y con lealtad. FRANCISCO: Saquéos a esta soledad de noche y recién venido, porque lo que he de deciros pide todo este recato. Ya os consta a vos cómo trato mi honor yo, podré advertiros que no guarda el avariento tesoros de su ganancia Mendo, con más vigilancía. GARCÍA: Si el mucho recogimiento de vuestra casa, y que en ella de padre y madre servís, pues por los dos asistís, cuidando prudente de ella, si bien no hay mucho que hacer en guardar las hermosuras de Trujillo, pues seguras aun nose permiten ver, y está en ellas vinculada la honestidad extremeña. FRANCISCO: ¡Ay, Mendo, que la despeña la juventud desbocada! Escuchad una desgracia, que si hasta aquí no entendida, en sabiéndose ocasiona o mi muerte o mis desdichas. Esta noche, cuando en luto trocaba el cielo la risa del alba, porque el sol muerto resucitaba en las Indias apenas mandé cerrar las puertas--que una visita les permitió a tales horas lo que les niego aun de día-- cuando sentado a la mesa ligera cena admitía por sucesor suyo al sueño --que la vejez ya es antigua pensión dormirse temprano, si bien las aves imita, que madrugan con el alba a darle la bienvenida-- a los primeros bocados centro yo de mis dos hijas, oigo espadas en la calle; mas fué tan breve la riña como su desgracia larga, porque apenas dando prisa a un montante jubilado y a una hacha mal encendida, salgo, cuando sin aliento, tropieza en su sangre misma un hombre que a mí se abraza diciendo, "¡Virgen Divina! ¡Confesión! ¡Jesús mil veces!" Y bañándome en su herida el ya extranjero licor, caímos los dos encima, el casi difunto joven y yo, en su sangre teñidas canas y ropa, la muerte pensó en mí copiar su cifra. Bajaron al alboroto mi Beatiiz y Margarita con dos doncellas, que solas son de noche la familia de mi casa, porque en ella no consiente que se admitan hombres el cuerdo escarmiento. ¿Qué queréis? costumbre es mía. Como me vieron bañado en sangre, y no prevenidas, ocasionaran las voces a que en las casas vecinas me dudasen agresor, murmurándome homicida, y conjeturando agravios de honor, ocios y malicias, atajé este inconveniente haciendo subir arriba el herido desmayado. Cerré puertas y advertílas ser de otras venas la sangre que sin razón despedida del dueño propio, buscaba hospedaje en mí, mendiga. Callaron, no sosegadas con esto, mas reducidas al riesgo de su alboroto. Domésticas medicinas aplicamos al paciente cuando el alma fugitiva buscaba puerta, y la hallara por una estocada encima tres dedos del corazón, si aceites, bálsamo e hilas no hicieran retrocederla al pecho que vivifica. Tomada, aunque mal la sangre, puesto que no permitía el parasismo rebelde que el pulso pidiese albricias, entró, aunque inquieta, en consejo la honra, a quien apadrina la prudencia recelosa y aquesta vez discursiva; reparó en curiosidades del herido, ya de día cursando nuestra parroquia, ya nuestra calle, aunque habita en la ciudad--bien sabéis, que así por costumbre antigua se llama la parte baja, y la superior la villa--. En esta, pues, que los nobles moran y apartados distan de la plebe, que en lo llano contrata, vende y fabrica, daba a la murmuración causa, y a las celosías de nuestra casa recelos, profanadas con su vista. Manchó mis puertas su sangre, y temí que pretendía quien tanto las paseaba de noche a mi infamia abrirlas. Hallaron estas sospechas indicios en Margarita, si no evidentes, probables, porque la color perdida, lágrimas se desmandaban con disfraz de compasivas, amantes en la sustancia; y aunque el temor reprimía suspiros que malograba el silencio en la oficina del pecho, abortó el pesar por los ojos su noticia. Lloraba también su hermana, pero las señales tibias de su piedad inocente me mostraron cuán distintas son las que el amor arroja, y que hay tal vez--siendo enigmas que sustituyen palabras-- lágrimas ponderativas. Dudoso yo en este aprieto por ver si los averigua sin testigos la prudencia, que baje al zaguan me avisa la industria, y sacando el coche a la puerta sin abrirla, mando tender una cama en él que al enfermo sirva, donde al punto le traslado, y corriendo las cortinas notificado el secreto que el temor manda que admitan, mis dos hijas y crïada, hago que dentro le asistan. Con esto a la calle salgo y dando al cochero prisa --ya sabéis que vive enfrente-- puso a un caballo la silla, y guarneciendo otros tres yo a un estribo, sin noticia de lo que en el coche lleva, cuatro horas antes del día, tres leguas que hay de distancia hasta aquí corrió, que guían dudas de un temor honrado, sospechas que martirizan. Volvió el herido en su acuerdo y aunque de verse se admira caminando y con nosotros, amistades y caricias le aseguran y aconsejan que de mi casa se sirva y diligencias estorbe forzosas en la justicia. Llegamos, Mendo, a la Zarza, donde aunque el engaño finja disimulos de mi ofensa, mientras su dueño peligra si muere podrá el silencio --haciéndole compañía su cómplice en mi deshonra-- sepultar con él malicias que vulgarice la fama, y si el cielo le da vida, desposándose los dos trocar pesares en dichas. No puede esto dilatarse; porque mientras se publica la falta que hace en su casa quien quiso ofender la mía, no siendo mortal el golpe, tálamo la cama misma será, o túmulo si muere, que al llanto o al gozo sirva. Para cualquier cosa de éstas, Mendo amigo, necesita, la confïanza que os hago de vuestra ayuda; no diga Trujillo que en mi vejez se eclipsó la sangre limpia, siempre en los Cabezas noble, pero jamás ofendida. Prevenid, mientras dispongo bodas o obsequias, García, caballos que a Portugal deslumbren los que nos sigan. GARCÍA: Yo, señor, no consejero, sí obediente, como en dichas en desgracias vuestra sombra, no osaré que os contradigan razones de la lealtad. Cuerdas canas autorizan vuestros años y experiencias; sírvaos yo, y ellas elijan, que aunque no me hayáis fïado el nombre del que os obliga a tanta resolución --quizá porque no lastiman de los que no se conocen desgracias--por cuenta mía corro a ejecutar deseos que agradan, más no examinan. Voy a apercibir caballos. FRANCISCO: No, Mendo, aguardad que os diga quien es el que...
Sale doña BEATRIZ, cubierta con manto y chapín bajo
BEATRIZ: Si en los nobles vinculó la cortesía el favor de las mujeres, y puede con vos su estima que, sirviendo a las hermosas, honréis a las afligidas; oid aparte. Yo soy...
Apártase con CABEZAS
quien del vuestro necesita, y huyendo riesgos mortales mas de estos montes se fía que de quien el ser me ha dado. Mi historia--si a referirla me dieran lugar temores que ligeros se avecinan-- os asombrara, mas baste a advertiros que me obligan engaños de un hombre aleve a que de mi casa misma, desterrada en las tinieblas de esta noche, amparo pida al cielo y a vuestro valor, al secreto y la osadía...
Espántase de conocer a su padre, y tápase más la cara
¡Jesús, mil veces! FRANCISCO: ¿Qué es esto? Sosegad, señora mía. ¿Qué sentís? ¿qué os da congoja? BEATRIZ: Peligros que más me animan cuanto más cerca estoy de ellos. FRANCISCO: También lo está aquí una quinta donde podréis... BEATRIZ: Excusadla, que es fuerza ser conocida de vos, y mi afrenta temo. FRANCISCO: ¿Pues en qué mandáis que os sirva? BEATRIZ: En que en fe de que sois noble, mientras que no se os permita, de lo que aquí sospechéis a ninguno deis noticia; en que no sigáis mis pasos, porque os doy mi fe que estriba mi vida y honra en ir sola; en que entre aquesas encinas que margenan ese arroyo busquéis en la más antigua la concavidad que el tiempo, labró para su rüina, que con vislumbres del alba --que empieza a correr cortina al sol que le va al alcance-- se os ofrecerá a la vista un hurto que os cause asombro, puesto que no de codicia para quien su precio ignora, tan costoso a mis desdichas que temo por él perderme. Interpreten este enigma. vuestras nobles diligencias, que a quien os le deposita se le volveréis despues, si dándoos las señas mismas que en él hallaréis agora os volviere a buscar viva. Vos sois noble, mujer yo, mi riesgo y pena precisa, y el ausentarme forzoso: adiós, que el tardar peligra.
Vase doña BEATRIZ
FRANCISCO: ¿Hay suceso semejante? GARCÍA: Señor ¿qué es esto? FRANCISCO: García, descaminos de la noche que ignorancias precipitan. No puedo deciros más. Di palabra, he de cumplirla; esperadme aquí, que presto sabréis cosas peregrinas.
Vase don Francisco CABEZAS. Salen CARRIZO, CRESPO y BERTOL
CARRIZO: Sacomos la empujadura de pendencias. CRESPO: ¿Qué parió? CARRIZO: No sé cómo lo llamó la comadre. En fin, ni cura ni escribén será la cría. BERTOL: ¿Pues qué ha de venir a ser? CARRIZO: No siendo hombre ni mujer, Bertol, cesó la porfía; ya no habrá sobre qué arguya. CRESPO: ¿Pues es animal? CARRIZO: Tampoco. CRESPO: ¿Qué diablos parió? BERTOL: ¿Estás loco? CARRIZO: No salga ella con la suya y reviente. Un burujón vino a empujar con su cola redondo, que llaman bola de Beatriz. CRESPO: Callad, simplón. Bola matriz debió ser. Milagro será si escapa. CARRIZO: Muérese un reye y un papa, un conde y un mercader; cuando se muera Polida paciencia y capuz. GARCÍA: ¿Qué es eso, Carrizo? CARRIZO: ¡Oh, señor! le beso las manos. Está parida nuesa compañera, y dudo que según a verla llego, tome las de Villadiego. GARCÍA: ¿No os pesará de ser viudo? CARRIZO: Ni tampoco al ganapán que del tercio se descarga, comiéndose mucho embarga --con darnos la vida--el pan. Pues ¿qué hará tanta mujer por mañana, tarde y día? CRESPO: ¿Dónde, señor Men García, podremos al amo ver, que diz que ha poco que vino? GARCÍA: Debe--como ha trasnochado-- reposar. BERTOL: Será pesado por ser viejo, aunque el camino es corto.
Sale don Francisco CABEZAS y apártase con Mendo GARCÍA
FRANCISCO: Mendo, esta noche, sin duda, Mercurio y Venus, juntando constelaciones, predominan en el cielo, pues una influyendo amor, y otro eslabonando enredos parece que intentan ambos sus horas quitarle al sueño. Aquella mujer que visteis entre crepúsculos negros y blancos, con los de un manto desvelar conocimientos, vecina de nuestra Zarza --porque ¿quién dudara serlo la que encubierta a tal hora pide socorro al secreto?-- me contó peligros suyos que, entre preñados misterios, pararon en que guardase a su opinión el respeto, y el hurto que en una encina, cómplice a sus desaciertos hállase, depositando en mí su estima y silencio. Admitílo cortesano, y ausentándose con esto sin consentír compañía, promesas puse en efecto. Registré troncos vecinos de ese arroyo casi seco, y halléle--escuchad milagros-- cuna de un niño risueño, a quien, amorosa madre, una cabra daba el pecho. Asombróme su piedad, trayéndome el alma ejemplos de Semíramis, de Abides, de Ciro, Rómulo y Remo; y pronosticando en él las felicidades de ellos, compasivo le di abrazos, cariñoso le di besos. Aquí le traigo, García,
Descubre un niño recién nacido
casi olvidado--os prometo-- de agravios que temí propios, y agora socorro ajenos; quizá porque ordena Dios, cuando venganzas prevengo, que en estas que son mayores temple el rigor sus aceros. Mirad qué hermoso póstumo de un tronco estéril y viejo, y advertid que le amo más que si le feriara nieto. GARCÍA: ¡Válgame Dios! ¡Qué de cosas en la brevedad del tiempo que ha que el sol se fué al ocaso niegan la fe a sus sucesos! El inocente es un ángel. Como en el alma, en el cuerpo en sus faciones firmaron que eran ilustres sus dueños. Dichosos con vos han sido, y más en que os dé el cielo ama, que es nuestra crïada recién parida en el pueblo. FRANCISCO: ¿Quién es, que lo estimo en mucho? GARCÍA: Pulida, la del rentero de vuestra heredad. FRANCISCO: ¿Carrizo? CARRIZO: ¿Qué manda? que como vemos que se aparta de nosotros, la cortedad y el respleito mos turba el llegar a dalle los prácemes que debemos. Su merced sea bien venido. FRANCISCO: Carrizo, feriaros quiero un tesoro, que es mi hallazgo.
Dale el niño
Esta joya os encomiendo; que la traiga en nombre mío colgada Pulida al pecho, por ser de coral y plata. CARRIZO: Si hué su mercé el platero, lindamente labra brincos. Debió el molde de ser nuevo, que diz que en joyas vaciadas suelen acertar los viejos. Polida--que no lo ha sido en el parto--arrojó al suelo un bollo matriz de carne, y llora su mal einpleo, mas éste la alegrará. FRANCISCO: Vamos, pues. Pero ¿qué es esto? Señor don Rodrigo, ¿vos en la Zarza?
Sale don RODRIGO, viejo
RODRIGO: Y con recelos de que vuestros disimulos, señor don Francisco, han hecho, desheredando mi casa, tragedia mi fin postrero. A don Álvaro Durán, casi a vuestras puertas muerto, trasladásteis esta noche desde TrujilIo a este pueblo. Quien curioso vió desdichas, disimulándolas cuerdo, por no despertar testigos que injuriasen el secreto, aviso me dió de todo; y como os conozco, temo que libráis en la venganza partida de un desacierto. Verdad es que ha sido amante don Álvaro, pero honesto, de vuestra hija mayor, y que instándome los ruegos que oficioso me intimaba, mañana tenía propuesto de pedirosla, y trocar amistad en parentesco. Si porque tal vez le visteis a deshora lisonjero con las puertas que adoraba ponderarlas sus afectos, juzgáis, su sangre vertida, manchas hoy del honor vuestro, le traéis por sacarlas donde el jabón es de acero, sosegaos, que si está vivo --¡oh, permítanlo los cielos!-- yo quedaré consolado cuando muera vuestro yerno. FRANCISCO: Don Rodrigo, adivinásteis. La opinión, que como espejo, puesto que al honor retrata, le quiebra o turba el aliento, satisfacción me pedía; mas, con tan sabio remedio, ella cobrará su lustre, y yo viviré contento. También lo está vuestro hijo.
Salen doña MARGARITA y doña BEATRIZ
MARGARITA: Beatriz, hele satisfecho de modo que ya está sano, que su mal más fué de celos que de la inclemente herida. BEATRIZ: Señor, a pedirte vengo albricias de las mejoras que alientan a nuestro enfermo. MARGARITA: El insta en que a verle vayas. FRANCISCO: Más instarán los deseos que en vos, hija, culpé anoche, y ya más piadoso apruebo. Beatriz, vuestra hermana tiene a mi satisfacción dueño. No habéis vos de estar ociosa; fïaros este ángel quiero. Sedlo vos suyo de guarda, como a madre os le encomiendo.
Ella toma al niño
CARRIZO: ¿Madre y virgen en Castilla? BEATRIZ: ¡Qué hermoso es! FRANCISCO: Como mi afecto. BEATRIZ: No será el primer milagro, si a travesuras creemos que mi madre nos contaba, y aun no las marchita el hielo. Pero decidnos su hallazgo. FRANCISCO: Pide espacio ese suceso. Su nutriz será Pulida y su aya vos. BEATRIZ: Yo lo acepto.
Doña BEATRIZ habla aparte a doña MARGARITA
¡Ay hermana de mis ojos Este niño... MARGARITA: ¿Sí? BEATRIZ: ¿Dirélo? MARGARITA: Acaba ya. BEATRIZ: Es fruto mío. MARGARITA: ¿Estás loca? BEATRIZ: De contento. MARGARITA: ¿Cómo ó cuándo? BEATRIZ: No ha dos horas. MARGARITA: ¿Dónde? BEATRIZ: En el campo. MARGARITA: Sospecho que me burlas. BEATRIZ: Posesiones del papel--si enigmas fueron-- ya son verdades con alma. CARRIZO: ¡A jó, niño, ajó cordero!

FIN DE LA JORNADA PRIMERA

Todo es dar en una cosa, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 25 Jun 2002