LA SANTA JUANA, PRIMERA PARTE

Tirso de Molina
(Gabriel Téllez)

Esta edición electrónica de LA SANTA JUANA, PRIMERA PARTE fue preparada por Vern Williamsen en 2000 para incluirse en esta colección. El texto que tomamos como base para fijar nuestro texto es el del autógrafo de la Biblioteca Nacional en Madrid, cotejado con la edición príncipe en la QUINTA PARTE DE COMEDIAS DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA (Madrid: Imprenta Real, 1636)


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen ELVIRA y GIL de las manos, la SANTA al lado de ELVIRA, como su madrina; JUAN Vázquez, su padre, padrino; CRESPO, TORIBIO y LLORENTE, los MÚSICOS, cantando todos, de PASTORES, con mucha grita
MÚSICOS: "Novios son Elvira y Gil, él es mayo y ella abril; para en uno son los dos, ella es luna y él es sol." TORIBIO: "Elvira es tan bella." TODOS: "Como un serafín." TORIBIO: "Labios de amapola." TODOS: "Pechos de jazmín." TORIBIO: "Carrillos de rosa." TODOS: "Hebras de alelís." TORIBIO: "Dientes de piñones." TODOS: "Y aliento de anís." TORIBIO: "Gil es más dispuesto..." TODOS: "...que álamo gentil." TORIBIO: "Tieso como un ajo." TODOS: "Fuerte como un Cid." TORIBIO: "Ella es hierbabuena." TODOS: "Y él es peregil." TORIBIO: "Ella la altemisa." TODOS: "Y él el torongil. Novios son Elvira y Gil, él es mayo y ella abril; para en uno, son los dos, ella es luna y él es sol." LLORENTE: ¡Par Dios que habéis cantado bravamente! TORIBIO: ¿Ha estado bueno? LLORENTE: ¡No lo entonara Galeno tan bien! GIL: Habéisnos honrado. JUAN: Aquí los novios se asienten mientras se pasa la siesta. GIL: Apacible sombra es ésta. CRESPO: A docenas, Gil, se cuenten los hijos que os diere Dios, y para cada cual de ellos más ducados que cabellos tengáis. Gocéisos los dos más que Sara y Abrahán, y calme Dios con ventajas de vino vuestras tenajas y vuestras trojes de pan. Y por decir cuanto puedo, por junto, hágaos el Señor el más rico labrador de la Sagra de Toledo. Todo el mundo os quiera bien, honrándoos por varios modos; y pues he habrado por todos, respondan todos, Amén. TODOS: Amén. GIL: Todo ese bien y ventura que nos habéis deseado, os vuelva el cielo doblado con la bendición del cura; que ya mi Elvira imagina que, con favores sin tasa, Dios bendice nuesa casa por virtud de la madrina. Pues si en tales regocijos, porque más dicha nos cuadre, la madrina es casi madre y los novios son los hijos, el bien que el cielo la ofrece es bien que a los novios caya, porque nos digan, "Bien haya quien a los suyos parece." Juana es la vertú de España tan buena como el buen pan. Juan Vázquez, su padre, es Juan, que basta, y aquí en Hazaña, nueso puebro, es tan amado del poderoso y del chico, que con ser hombre tan rico de ninguno es envidiado. Quien los conoce, los llama de toda esta Sagra espejos; él es dechado de viejos y ella de doncellas fama. Y así padrinos los nombra por participar su estima; que al que buen árbol se arrima le cobija buena sombra. JUAN: Basta, Gil, no digáis más; págueos la alabanza Dios, que es propio al bueno, cual vos, decir bien de los demás. Yo y mi Juana, a vos y a Elvira os quedamos obligados, que sois ya nuesos ahijados; y, pues mi afición os mira cual hijos, ved lo que os cuadre en mi casa, que desde hoy hijos sois y padre soy. LOS DOS: ¡Viváis mil años, compadre! JUAN: Hablad, Juana, a vuestra ahijada. SANTA: Vos, padre, habláis por los dos. Hágaos sierva suya Dios, Elvira, y muy bien casada. LLORENTE: Propia bendición de santa; breve, en fin, y compendiosa. TORIBIO: Siesta hace rigurosa, vuestro sosiego me espanta. Hagamos algo. GIL: Mi bien, no sale el.sol tan bizarro cuando en su lucido carro alumbra el mundo. CRESPO: ¡Qué bien! Reírme del dicho quiero. Muy bien sabéis requebrar, mas quiérote preguntar, Gil, si el sol es carretero. Que si en carro le rotulas, cuando muestra su arrebol, podrá ser que quiera el sol comprarme mi par de mulas. GIL: Crespo, déjanos aquí. CRESPO: ¡Quién oyera al sol ligero decir siendo carretero, ¡arre, mula, pesia á mí; y de Madrid a Toledo, cuando llueve o hace barro, junto a Cabañas el carro atascado, tieso y quedo, echar votos! TORIBIO: Majadero, ¿el sol había de votar? CRESPO: Sí, par Dios, y aun renegar, si es que el sol es carretero. ¡La necedad en que ha dado nuestro lenguaje español! No hay estrellas, luna o sol, plata, oro o cristal helado, que luego no dé con ello en la cara de su dama. El hombre que quiere y ama, la hace de oro el cabello, porque tiene algunos rojos; perlas los dientes; cristal la frente; el labio coral, y soles después los ojos. ¡Válgate el diablo! Repara, amante, que una mujer es imposible traer tanto en un palmo de cara. LLORENTE: Calla, necio, antes trae más. CRESPO: ¿Más? TORIBIO: Sí. LLORENTE: Pues ¿no es cosa llana? Mira tú una cortesana con atención y verás en la más honesta y casta sueltas todas esas dudas. Cara hay que ha gastado en mudas de huevos una banasta, cien cantarillas de miel, veinte cofines de pasas; pues ¿qué si al solimán pasas, turco del rostro crüel, que la destruye y jalbega? No gasta en un año entero tanta cal un pastelero cuando la Pascua se llega, como una cara pringada, pues la de más bizarría no es más que pastelería por la Pascua jalbegada. La color, pues, que codicia encubrir la opilación, no gasta más bermellón una casa a la malicia. Pues el sebo que hace hermosas las manos, ya es tanto y tal, que sin ser de Portugal las pueden llamar sebosas. Eso es lo que yo más llevo de su engañoso arrebol; ¿por qué ha de ser luna y sol lo que es solimán y sebo? ¿No fuera menos trabajo, sin andar de Ceca en Meca, llamar la cara manteca y a los dientes, dientes de ajo, que son blancos y son dientes; a los cabellos esparto, que es rubio a veces y hay harto, y no rayos transparentes, el sol y la luna clara con que amantes y poetas dicen que andan los planetas saltando de cara en cara? LLORENTE: Al menos las de la Sagra no se afeitan. TORIBIO: ¿No? Verá. Todas son de corte ya, cualquier per signum se almagra. GIL: Dejemos eso y tratemos algo que nos entretenga. ELVIRA: Bien dices. Un juego, venga. LLORENTE: Di,¿ queréis jugar? Juguemos a los propósitos. ELVIRA: Son melancólicos. TORIBIO: No hay juego de más gusto y más sosiego que buena conversación. Proponed alguna enigma, y la novia dé un favor al que la acierte mejor. JUAN: Si mi parecer se estima, cada cual, por varios modos, pinte aquí las propiedades, efetos y calidades del amor; y el que entre todos mejor al rapaz pintare, Elvira le dé un listón. GIL: Nuesamo tiene razón. LLORENTE: Cada cual piense y repare. SANTA: Padre: dejémonos de eso que es ocioso disparate. JUAN: ¿De qué quieres que se trate? SANTA: De algún ejemplo o suceso en que dos buenos casados y santos nos entretengan, y de ellos a aprender vengan su virtud los desposados. Éste es lindo pasatiempo. Cuentos sé yo, no sé cuántos, de algunos casados santos. JUAN: Quien da lo que es suyo al tiempo es discreto, y el que ves es más de entretenimientos, hija, que de tales cuentos; guárdalos para después. Que si al tiempo te acomodas, has de hablar, según mi ejemplo, en el templo, como en templo, y en las bodas como en bodas. En boda estás; esta vez goza su conversación. SANTA: Obedecerte es razón. JUAN: Vaya, que yo seré el juez. CRESPO: Yo os sacaré a la vergüenza, Amor, si os llego a pintar. Llorente, tú has de empezar. LLORENTE: ¿Yo? GIL: Tú. LLORENTE: Comienza. TORIBIO: Comienza. LLORENTE: Paréceme a mí que Amor será un pequeñuelo infante de alegre y bello semblante, trapacista, enredador, desnudo por el calor de su irreparable fuego, con dos alas, medio ciego y amigo de hallarse en todo, con el indio, con el godo, con el español y el griego. Serán sus propios efetos sujetar con dulces daños floridos y verdes años y engañar libres sujetos; volver los necios discretos y Demóstenes los mudos, romper de Gordio los ñudos y oprimir con leyes graves, desde las vestidas aves hasta los peces desnudos. Son los efectos de amor mezclar penas con consuelos, satisfaciones con celos y esperanzas con temor; el favor y el disfavor, lo amargo con lo sabroso, lo cierto con lo dudoso, como yo he experimentado, pues que vivo enamorado, triste, confuso y celoso. Ya yo he dicho, Elvira hermosa. ELVIRA: Y harto bien. LLORENTE: Ese favor quiero agradecerle a Amor. JUAN: Diga Toribio. TORIBIO: ¿Yo en prosa? Harto mejor os prometo que en poesía lo dijera. ELVIRA: Vaya en verso. CRESPO: ¡Copla fuera! TORIBIO: Tomad allá este soneto: Amor, deidad que lo imposible alcanza, es propensión violenta en quien se inclina, celeste influjo, en cuanto predomina, pues si éste cesa, entibia la mudanza; Amor es relación de semejanza que al objeto su movil se encamina; sangre nos dice que es la medicina y un mixto del temor y la esperanza. La dama en interés funda su empleo; el torpe afirma ser sólo apetito, pero unidad el lícito deseo. El del alma es virtud, pero delito el material, mudable, torpe y feo, que Amor es dios, y aspira a lo infinito. CRESPO: Como en Alcalá estodiabas tienes pergeño sotil. JUAN: Ea, diga agora Gil. GIL: Digo, pues. LLORENTE: ¿Y en qué? GIL: En octavas. Amor, conforme yo le he imaginado, será como quien es, hijo de herrero, un muchacho mal hecho, corcovado, asido de los fuelles, negro y fiero; su madre enredadora le habrá dado algunas licioncillas de hechicero, con que las brasas sopla y fuego atiza del descuidado amante a quien hechiza. Su propiedad y efeto no consiste sino en quitar el seso y sufrimiento al pobre amante en cuya esfera asiste, obligando a locuras su tormento; y así ya está el amante alegre y triste, celoso, confïado, descontento; ya teme, ya es valiente, ya travieso. ¡Mal haya, amén, amor que quita el seso! LLORENTE: ¿Cómo, Gil, recién casado. y amor tan aborrecido? O tu estás arrepentido o sin duda que has hablado por boca de ganso. CRESPO: ¿Hay tal? GIL: Por mi honra volver quiero; yo, el amor que vitupero no es el amor conyugal, que aquése es tan atinado que idolatro en sus favores. LLORENTE: Pues ¿cuál? GIL: Hay dos amores, soltero uno, otro casado. El soltero es el dimonio y sus faltas saco a luz. CRESPO: ¿Y esotro? GIL: No, porque es cruz. CRESPO: Si cruz es el matrimonio, yo he de decir maravillas, porque he de entrar en más hondo. GIL: ¿Y en qué? CRESPO: Mi ingenio es redondo, y así diré en redondillas: Considero yo al Amor que será por su desastre, como un aprendiz de sastre o mozo de tundidor. De una personilla chica que con interés se encarna, todo cubierto de sarna, que por eso come y pica. La vista llorosa y ciega, una nube en cada niña y la cabeza con tiña, que amor cual tiña se pega. Trampista que compra y vende y engaña a quien por él pasa, ladrón ratero de casa que se esconde como duende. O será, un animalejo al modo de un arador, pues cual él se mete Amor entre la carne y el hueso. Mona que todo lo imita, y, en fin, a mi parecr, pues está en hombre y mujer, Amor es hermafrodita. LLORENTE: Gil: tápale aquesa boca. ELVIRA: Esto escucha quien consiente hablar un necio entre gente. CRESPO: Yo soy necio y vos sois loca.
Gritan dentro LILLO, lacayo, FRANCISCO Loarte, su amo, y don JUAN
LILLO: ¡To, to, capitán! ¡marquesa! FRANCISCO: ¡Cita, zagala, zagala! LILLO: Al viento la liebre iguala. FRANCISCO: Dificultosa es la presa. LILLO: Traspúsose por el cerro. FRANCISCO: Perdióse. LILLO: ¡Buena demanda!
Salen LILLO, FRANCISCO Loarte, y DON JUAN
LILLO: ¡Oh lleve el diablo quien anda hecho loco tras un perro! ¡Que ha de andar un hombre a caza para cansarme y cansarse por lo que puede comprarse por dos reales en la plaza! ¡Qué de esto gusto reciba y no le aten a un pesebre! FRANCISCO: No hay galgo que alcance liebre cogiendo una cuesta arriba. DON JUAN: Si el camino le atajamos no se nos escapa. FRANCISCO: No. LILLO: Galgos, los mozos llamó un discreto, de sus amos, y dijo verdad expresa, pues el que sirve a un hidalgo, no comiendo como galgo más que huesos de su mesa, con él alcanza la liebre de la otra, que a mensajes de los galgos o sus pajes, la fuerza a que rompa o quiebre su cazador o galán con su inclinación honesta, y aunque corra por la cuesta del soy y del quedirán. La diligencia del galgo o el criado--lo propio es-- la trae rendida a sus pies. Pues ¿decir que le dan algo después que todo esto pasa? Si ladra por su salario una coz es lo ordinario con que le arrojan de casa.
Levántanse todos
JUAN: Señor Loarte: ¿por aquí con tan gran calor? FRANCISCO: ¡Oh, amigo! Mi inclinación, cual veis, sigo. ¿Qué es esto? ¿Qué hacéis así? JUAN: Cásase Gil, mi crïado, con Elvira de Añover, y sálense a entretener el calor, cual veis, al prado. FRANCISCO: Por muchos años y buenos. GIL: Siéntese aquí su mercé. FRANCISCO: ¿Sois vos el novio? Sí haré; ninguno dirá a lo menos que vuestra esposa no es bella. GIL: Como quiera que seamos, señor Loarte, aquí estamos, para servirle, yo y ella. DON JUAN: La madrina es tan hermosa que más parece divina que humana. FRANCISCO: ¡Ay Dios! ¡Qué madrina tan bella! CRESPO: Sí, no es mocosa. DON JUAN: Esta doncella, ¿quién es? JUAN: Mi hija Juana, señor. FRANCISCO: Venturoso labrador que tan precioso interés tiene en casa, y quien emplea en ella hacienda y ventura. No he visto tal hermosura. JUAN: Así, así, como de aldea. Al menos mi senectud se llama en verla dichosa. FRANCISCO: Notablemente es hermosa. JUAN: Más notable es su virtud. FRANCISCO: Don Juan, decid: ¿qué os parece? DON JUAN: Hermosa. FRANCISCO: ¡Ay, deseos extraños! ¿Qué edad tiene? JUAN: Trece años.
Hablan aparte FRANCISCO y DON JUAN
FRANCISCO: (Si mi amor se está en sus trece no sé, don Juan, qué he de hacer; perdido estoy.) DON JUAN: (¿Cómo es eso?) FRANCISCO: (No sé; sé que pierdo el seso.) LILLO: Los galgos voy a traer, no se pierdan. DON JUAN: Desenfrena después, Lilio, los caballos y a pacer puedes echallos en el prado. LILLO: O en la arena.
Vase LILLO
JUAN: ¿A qué bueno desde Illescas a Hazaña, señor, salís? Porque si a cazar venís estas mañanas, que frescas me han convidado a que vea media legua de aquí un haza, he hallado famosa caza para quien correr desea. En las viñas del concejo deben de tener sus camas dos liebres como unas gamas, que a cogerme menos viejo ya las hubiera colgado de la pretina. FRANCISCO: (¡Ay de mi, Aparte que vine a cazar aquí y pienso que estoy cazado!) Si donde decís están, mañana en amaneciendo, ir a correrlas pretendo; porque esta noche don Juan y yo tenemos de ser vuestros huéspedes. JUAN: Mi casa quedará honrada. DON JUAN: ¿No pasa el regocijo y placer adelante? FRANCISCO: ¡Por mi vida, que se baile un poco! TORIBIO: Oíd, lo que nos manda, advertid. CRESPO: Bailemos, pues nos convida este viento lisonjero, y ya la tarde declina. FRANCISCO: Al lado de la madrina, si gustáis, sentarme quiero, que después acá que sé, ser hija vuestra, la estimo.
Siéntanse todos
CRESPO: (No ha escogido mal arrimo.) Aparte JUAN: Y hacéisla mucha merced. FRANCISCO: Perdonad, madrina hermosa, que sin licencia he tomado el más agradable lado que halló mi suerte dichosa. Que á fe, aunque la novia es bella, que es la madrina mejor. SANTA: Como sois noble, señor, honráisnos a mí y a ella. JUAN: Gil, a la novia sacad. FRANCISCO: (Tu fuego, Amor, se reprima, Aparte que aunque su beldad me anima me enfrena su honestidad.)
Cantan y bailan tres o cuatro
MÚSICOS: "A la boda y velación que hace Elvira de Añover con Gil, de quien es mujer, cantó el pueblo esta canción: 'La zagala y el garzón para en uno son.' Y después de haber cantado, viendo a la madrina al lado, que es para alabar a Dios, bailaron de dos en dos los zagales de la villa, que si linda era la madrina por mi fe que la novia es linda. Y por el viento sutil los pájaros a quien llama el canto de mil en mil saltando y volando de rama en rama pican las flores de la retama y las hojas del torongil. Prendó amor a Gil Pascual, que es alguacil del que mira, de la hermosura de Elvira, y a ella de él otro que tal, y al desposarse el zagal levantan esta canción: 'La zagala y el garzón para en uno son.'" FRANCISCO: Por extremó lo habéis hecho. JUAN: Volvámonos al lugar, que es hora ya de cenar. FRANCISCO: (Veneno llevo en el pecho.) Aparte JUAN: No seréis tan regalados ni dormiréis tan a gusto esta noche como es justo a huéspedes tan honrados; pero a este riesgo se pone el que se aposenta en casa estrecha, pobre y escasa. La cortedad se perdone y recíbase el deseo. DON JUAN: Todo sobra donde vos estáis, Juan Vázquez. FRANCISCO: (¡Ay, Dios! Aparte ¿Qué hechizo es éste que veo?)
Vanse todos. Salen MARCO ANTONIO y LUDOVICO de camino
MARCO ANTONIO: Perdí recién casado mi patrimonio y mi florida hacienda; y el crédito quebrado, que tuvo en pie mis gustos y mi tienda, me enseñó, Ludovico, cuán presto es pobre el mercader más rico. Dejé mi amada esposa en confïanza de su fe y mi miedo, y el alma temerosa de Toledo salió, y quedó en Toledo; que cuando Amor no calma, suele animar dos cuerpos sola un alma. Rompí la blanca espuma del proceloso y húmedo elemento y al Perú llegué, en suma, después que vi la muerte entre agua y viento, y me dio el mar noticia del peligro a que pone la codicia. Hallé parientes ricos con cuya ayuda reparé los daños que ya juzgo por chicos, y en el discurso breve de dos años, con hacienda sin tasa, vengo a gozar mi esposa, patria y casa. Éstas son sus paredes, depósito que guarda su hermosura; besar sus piedras puedes como reliquias, si la noche obscura te estorba que divises la casa de Penélope y Ulises. Aquí, hecha España Grecia, me labra mi Artemisia un Mauseolo; aquí vive Lucrecia, en lealtad y belleza Fénix solo. Llama, que ésta es la puerta cerrada al vicio, a la virtud abierta. LUDOVICO: Con gusto te he escuchado las amorosas salvas que alegre haces a tu esposa, y notado que como tras la guerra, quietas paces, tras la ausencia prolija, presente Amor sus gustos regocija .................[ -ero] de mi señora. MARCO ANTONIO: Ludovico, llama.
Desde arriba MELCHOR y JULIO
JULIO: Libréme por ligero. MELCHOR: Vendióme algún soplón. JULIO: Sopló la dama. No está esta pared alta. MELCHOR: Mamóla el alguacil. JULIO: ¿Qué esperas? Salta.
Saltan al tablado
MELCHOR: Ya estamos en la calle. Por Dios, que es bella moza y que el marido dejó a riesgo un buen talle. JULIO: Dichosos esta noche habemos sido. ¿Adónde bueno agora? MELCHOR: A dormir, que es la una. JULIO: Sí, ya es hora.
Vanse
LUDOVICO: Dos hombres han saltado, pienso que de tu casa, y ya se han ido. Suspenso te has quedado. MARCO ANTONIO: "Por Dios, que es bella moza y que el marido dejó a riesgo un buen talle." ¡Honor! ¿Así os arrojan en la calle? Mira, mira si duermo. LUDOVICO: Despierto estás. MARCO ANTONIO: Luego ¿mi daño es cierto? ¿Si acaso como enfermo que frenético ve sombras despierto, no he visto mis enojos? Pero mi casa es ésta, estos mis ojos. No ha sido Leonor casta, no, que escaló mi fama un enemigo; tú eres testigo, y basta en cosas del honor sólo un testigo. ¡Malhaya quien confía de la mujer la honra un solo día! ¿Quieres que éntre y acabe pasando su lascivo y flaco pecho? LUDOVICO: Un delito tan grave si queda con vengarse satisfecho, ¿quieres que vuelva en brasa las adúlteras piedras de esta casa? ¡Cielos, castigo tanto! ¿Lloras, señor? MARCO ANTONIO: Murió, Claudio, mi fama. Si en muerte es justo el llanto, bien puedo yo llorar, aunque en quien ama y ver lo que a ver llego, no son agua las lágrimas, son fuego. Crüel, ¿ásí has pagado mi firmeza, violando los altares del tálamo manchado? Oro en los montes, perlas en los mares busqué; cuya riqueza pudiese competir con tu belleza. Dejéte a la partida sembrada en tu lealtad mi confïanza amor, lágrimas, vida, y en vez de dulce fruto hallo mudanza, deshonras, desconsuelos; pero quien siembra amor, que coja celos. Pena, matarme quiero... LUDOVICO: Sosiégate, señor; ¿tú eres el sabio? Infórmate primero si es cierta la sospecha de tu agravio, que despeña la ira si la prudencia su favor retira. MARCO ANTONIO: Informaréme luego del adulterio infame que me afrenta, si de mi agravio el fuego primero que lo sepa no ensangrienta la ya violada cama que ausente el dueño ajenos brazos llama. En Toledo escondido, cuando del sol se ausente el claro coche, sin saber que he venido, rondaré estas paredes cada noche, hasta que mi esperanza los coja dentro y triunfe mi venganza. Presto el tálamo falso será de una tragedia vil teatro, o triste cadahalso, que, pues Córdoba tuvo un veinticuatro valeroso, si puedo, como a él me estimará desde hoy Toledo.
Vanse. Salen MELCHOR y FABIO, de noche
MELCHOR: Fuese a la guerra el marido, quedó sola la mujer, dila, Fabio, en pretender, y la que Porcia había sido, forzada de la pobreza, porcelana quebrada es; que al golpe de un interés se quiebra cualquier belleza. Dos meses de pretensión me cuesta, y al cabo de ellos, esta noche los cabellos cogí a la calva Ocasión. Y al tiempo que la codicia de mi amor templó la llama, llega de repente y llama a la puerta la justicia. Subimos a la azotea, viónos un corchete vil, avisólo a su alguacil, y él, que prendernos desea, siguiónos; pero burlado le dejamos, cuando vio que saltamos Julio y yo de la azotea a un tejado de la casa donde vive doña Leonor, bella esposa, de Marco Antonio y virtuosa, que está en Indias, y recibe nombre de Lucrecia casta, por quien ya comparar puedo a Roma nuestra Toledo, pues es honra suya. FABIO: Basta. MELCHOR: Estaba el tejado bajo y fuénos fácil saltar a la calle, sin mirar si había gente. Al fin, trabajo nos costó, mas todo es poco, que es un ángel la mujer. ¿Qué hora es? FABIO: Deben de ser las dos. Entra, que andas loco. MELCHOR: Mi padre ¿no me habrá echado menos? FABIO: ¿Cómo te ha de echar, si cuando se va a acostar te deja siempre acostado? MELCHOR: ¡Cómo estos engaños sabe la traviesa mocedad!
Sale Juan MATEO, con un candil
MATEO: Mi sospecha fue verdad; él debe de tener llave de casa, hechiza. Confieso que intenta enfrenar el mar el que pretende enfrenar un hijo mozo y travieso. FABIO: ¡Buen lance habemos echado! Tu padre es éste, señor. MATEO: ¿Que haces aquí, Melchor? ¿No te dejé yo acostado? Levantaráste a estudiar, ya que a tal hora te veo, para cumplirme el deseo que te da tanto pesar, de que de la iglesia seas; sin duda es lo que imagino, que el vestido de camino en este ejercicio empleas. ¿Tú de noche? Considero que debes de pretender, siendo hijo de mercader, levantarte a caballero. Que es propio de los señores rondar de noche las damas, aunque peligren sus famas. Mi sangre es de labradores, no de caballeros vengo. Un labrador fue tu abuelo. Mi madre, que esté en el cielo, lo fue; un hermano tengo, labrador es en Hazaña, honrado y cristiano viejo. No porque el arado dejo, si esta presunción te engaña, te despeñe así el deseo, porque, para que te asombre, no es Pimentel mi renombre, ni Mendoza; Juan Mateo es el apellido mío; de este me precio, Melchor. Juan Vázquez, un labrador, es mi hermano y es tu tío. No has de estar más en Toledo un hora; el vestido vino muy bien, que estás de camino. MELCHOR: Señor, escucha MATEO: No puedo. A Alcalá te he de llevar porque dejes la ocasión que dicen hace al ladrón. Allí puedes estudiar. Hoy te has de ir, y antes que a Illescas llegues, quiero que conozcas casas pajizas y toscas, porque no te ensoberbezcas, que es el solar conocido de tu linaje en Hazaña. MELCHOR: Mira, señor, que te engaña tu sospecha; este vestido me probaba MATEO: Ya colijo que me quieres engañar. Ven, que así ha de remediar el padre cuerdo al loco hijo.
Vanse. Salen JUAN Vázquez y FRANCISCO Loarte
FRANCISCO: No me habéis de decir de no, si es cierto que mi vida estimáis, pues no consiste sino en el sí de vuestra honrada boca. La causa de quedarme aquí esta noche en vuestra casa, fue para pediros que remediéis mis males. Vuestra hija, su honestidad hermosa, sus virtudes, la fama que en la Sagra la hace Fénix, me obliga a que me maten sus deseos. Ya sabéis, en Illescas, mi prosapia, la hacienda y el valor de los Loartes; yo sé que si me dais a vuestra Juana por esposa, que al oro de nobleza el esmalte a mi sangre no le falta, pues la virtud de Juana será esmalte. JUAN: Dudoso estoy; no sé lo que os responda. Por una parte los afectos miro con que os obliga amor, y sé su fuerza; por otro la notable diferencia de vuestro estado y mío; vos hidalgo premiado y estimado justamente del césar Carlos quinto, que Dios guarde; leal a su corona, como muestran el valor y la fe de vuestros hechos en las Comunidades de Castilla; piedra de toque donde el oro fino mostraron de su fe los más leales, y su dorada alquimia los traidores. Sois Francisco Loarte, al fin, que basta para decir que sois honra de Illescas. Yo, aunque cristiano viejo, en sangre limpio, soy labrador; mi casa y sus paredes, en vez de los tapices que en las vuestras adornan, se contentan con vestirse de cedazos, arneros y de trillos, y los doseles que mis techos cubren, horcas de ajos, pimientos y cebollas. No sé si llevarán bien mis parientes que, pudiendo casar con uno de ellos a mi Juana, la saque de sus quicios, que ya sabéis que el labrador sin raza, estima en más la tosca caperuza que el sombrero con plumas y medallas. Fuera de que mi Juana aún es muy niña y no la siento ahora con deseos de cautivar su libertad; dejadla crecer, y tratarélo con mis deudos, que entretanto podrá ser que se aplaquen esos primeros ímpetus, y libre, mirándolo mejor, queráis esposa con que se pueda honrar vuestro linaje, crïada en noble y cortesano traje. FRANCISCO: Juan Vázquez, aunque a Amor le pintan ciego, con ojos me ha dejado el que me abrasa, y aunque no sois hidalgo, poco menos es un honrado labrador. Leído he yo de mil señores que en las cepas de sus noblezas, sin perder su lustre, han enjerto sarmientos labradores. ¿Qué puedo yo perder, y qué no gano si sois el más honrado de la Sagra, rico y de sangre limpia? Yo sé cierto que si el sí me negáis, cortará en cierne la muerte el verde fruto de mi vida, y os llamará La Sagra mi homicida. JUAN: Ahora bien, id con Dios, que yo os prometo que no quede por mí, señor Francisco, el daros ese gusto. Estos negocios de casamientos, es razón primero comunicarlos; yo tengo un hermano, mercader en Toledo, advertiréle lo bien que nos está; si me aconseja que ennoblezca mi casa, vuestra esposa será mi Juana. FRANCISCO: ¿Dentro de qué tiempo tendréis resolución? JUAN: Yo iré a Toledo de semana sin falta; que esta noche voy, porque así mi Juana lo ha pedido, al monasterio de la Cruz en vela, porque su madre, viéndola muy mala, ofreció de llevarla allá y murióse sin cumplir la promesa, y Juana quiere que se cumplan los votos de su madre dados a Dios. Iremos como digo esta noche, por ser cuando se juntan de toda esta comarca mil devotos y van allá a velar con varias fiestas, y pediréle a Dios que, si nos cumple aqueste casamiento, le encamine, y si no que le aparte. FRANCISCO: Aquese tiempo, aunque se me ha de hacer eternos siglos, esperará el deseo entre balanzas de tímidos recelos y esperanzas.
Sale LILLO
LILLO: ¿Hémonos de ir, señor? Ya está ensillado y a caballo don Juan. FRANCISCO: Vamos; el cielo me cumpla este deseo por que pueda llamaros padre. JUAN: Ya alegre colijo que honrará nuestras casa tan noble hijo.
Vanse FRANCISCO Y LILLO
JUAN: Quiere hacer un tapiz la industria humana en donde el arte a la materia exceda, y con su adorno componer se pueda la pared de la cuadra más profana. Matiza en el telar la mano ufana y mezcla hilos con que hermoso queda; pero entre el oro ilustre y noble seda entreteje también la humilde lana. Lo propio hace el amor, que mezcla y teje con la lana la seda, aunque más valga, igualando al villano con el noble. Noble yerno me da, no es bien le deje, que con mi lana y con su seda hidalga saldrá el tapiz de Amor curioso al doble.
Salen Juan MATEO y la SANTA
SANTA: Aquí un huésped despedía; en extremo se holgará de veros. MATEO: Grande estáis ya, hermosa sobrina mía. Mucho crecéis. SANTA: Siempre crece la mala hierba. MATEO: Otra fama de vos la Sagra derrama. ¿Cuántos años tenéis? SANTA: Trece. MATEO: Ya sois gran mujer. JUAN: Hermano, ¿vos aquí? ¡Gran novedad! MATEO: Aquesos brazos me dad. JUAN: Después que sois ciudadano no nos queréis ver. MATEO: Razón tenéis de reprehenderme. Llevóme a Toledo a hacerme mercader mi inclinación; mas no por eso me olvido del respeto y el amor que, como hermano mayor, os debo. JUAN: ¡A fe que habéis sido de cuidado! Yo y mi Juana formábamos quejas ya y, a no venir vos acá, pensaba yo esta semana iros a ver a Toledo; pero ya que habéis venido, yo apostaré que no ha sido sólo a verme, si bien puedo decirlo. MATEO: Tráeme el cuidado de veros, poner en orden, en los vicios y desorden de un hijo desbaratado. A Melchor llevo a Alcalá porque me pierde el respeto y anda, hermano, muy inquieto. JUAN: Pues ¿enmendaráse allá? MATEO: Sí, que ausente de su tierra, y faltando la ocasión, pondrá su vida en razón. JUAN: Yo pienso, hermano, que yerra el que teniendo presente un hijo sin que se enmiende viéndole su padre, entiende que se ha de enmendar ausente. La presencia, hermano, honrada de un padre viejo es indicio que, si corre tras el vicio, le tendrá la sofrenada de su respeto y temor; mas ausentarle no es bueno, porque eso es quitarle el freno para que corra mejor. MATEO: Hay en Toledo ocasiones notables. JUAN: ¿Y faltarán en Alcalá, donde están dando los vicios ficciones? Mal sabéis el privilegio; que de una universidad el vicio y la libertad también tiene su colegio. Hermano, no os lo aconsejo. MATEO: Por vuestro gusto me rijo. JUAN: El tener al ojo su hijo es lo mejor, pues sois viejo; escoged mi sabio medio. MATEO: Ése será más barato. JUAN: Sabed, hermano, que trato de dar a Juana remedio. Después sabréis lo que pasa, y lo que me esté mejor me aconsejaréis. Melchor, ¿dónde está? MATEO: Aguardando en casa, JUAN: Pues venid, yo os daré luz de lo que os quiero decir. SANTA: Tío ¿quiérese venir con nosotros a la Cruz, a una vela? MATEO: Sí, sobrina; que soy yo muy su devoto. SANTA: Vamos a cumplir un voto. JUAN: Es su inclinación divina.
Vanse. Salen cuatro LABRADORES a la vela, cantando con grita y fiesta. Cantan
TODOS: "Que la Sagra de Toledo mil fiestas hace a la Virgen de la Cruz, que es Virgen madre." LABRADOR 1: "Que la Sagra de Toledo contenta envía vuestros hijos y devotos, Virgen María, y con fiestas y alegría van los lugares." TODOS: "A la Virgen de la Cruz, que es Virgen madre."
Siéntanse
LABRADOR 1: Este sitio me contenta. LABRADOR 2: A mí esta hierba me agrada. LABRADOR 3: ¡Famosa noche! LABRADOR 4: ¡Extremada! LABRADOR 1: ¿No veis cómo representa la noche morena y zarca su estrellada autoridad? LABRADOR 2: Fanfarrona majestad muestra cuando, abriendo el arca las estrellas saca afuera que adornan su aparador. LABRADOR 3: Hízola el divino Autor del cielo la repostera.
Gritan dentro
LABRADOR 4: ¡Brava grita a fe! LABRADOR 1: ¡Oh, bien haya la Sagra! LABRADOR 4: ¿Éstos quien son? LABRADOR 2: ¿Serán los de Torrejón? Vengan, darémosles vaya.
Salen dos LABRADORES más con grita y música
TODOS: "Norabuena vengais, abril; si os fuéredes luego volveos por aquí." LABRADOR 1: "Abril carialegre" LABRADOR 2: "Muy galán venís." LABRADOR 1: "El sayo de verde." TODOS: "Muy galán venís." LABRADOR 1: "La capa y sombrero." TODOS: "Muy galán venís." LABRADOR 1: "De flor de romero." TODOS: "Muy galán venís." LABRADOR 1: "Blancos los zapatos" TODOS: "Muy galán venís." LABRADOR 1: "Morados los lazos." TODOS: "Muy galán venís." LABRADOR 1: "Pues que sois tan bello, risueño y gentil..." TODOS: "Nora buena vengáis, abril. Si os fuésedes luego, volvéos por aquí."
Siéntanse
LABRADOR 1: Métete, Torrejón, con tus torrejas y mira que rebuznas cuando cantas. LABRADOR 5: Ugena: guarda la cigüeña y calla, que tienes bien por qué, no me provoques a que te diga lo del campanario. LABRADOR 1: Calla tú, Torrejón, aunque sin torres que diré lo del Drago. TODOS: ¡Hú, que te corres!
Salen otros dos LABRADORES con tamboril, flauta y grita
LABRADOR 6: Casa Rubillos viene y su concejo. LABRADOR 5: Si el tamboril es suyo. LABRADOR 6: No le toques que del pellejo de tu madre se hizo. LABRADOR 5: De tu mujer dirás, que es desollada. LABRADOR 4: Daca el mercado donde todo un día vendiste solamente dos cebollas. LABRADOR 6: Daca tú la cigüeña de tu torre, a quien saliste a recibir un día con danzas, procesión y monacillos, y enviaste al alcalde a convidarla con la casa del cura, pensando era alguna viuda honrada y forastera. LABRADOR 2: Mientes tú y el mercado que socorres. TODOS: ¡Hú, que te corres! ¡Hú hú, que te corres! LABRADOR 8: ¿No sabremos por qué razón se llaman señores Torrejones los del Drago? LABRADOR 3: Eso yo os lo diré. Vieron un día parado un coche orillas de un arroyo y juzgando por pies las cuatro ruedas, alas las puertas y la lanza cola, como jamás hubiesen visto coches y el encerado fuese todo verde, creyeron ser dragón que se comía las mulas que tiraban, y tocando aprisa la campana del concejo fueron con chuzos a matar el drago, y viéndole después que le llevaban las mulas, y sabiendo que era coche todos al fin cayeron de sus burras. ¿No es verdad esto, hermanos de las Torres? LABRADOR 6: Todo es falso y mentira. TODOS: ¡Hú, que te corres!
Salen JUAN Vázquez, Juan MATEO, MELCHOR y la SANTA
JUAN: No vi en mi vida más alegre noche. SANTA: Como es la fiesta de quien presta rayos al planeta mayor y hermosa luna, que cuando el sol se ausenta es su virreina, no es mucho que sea clara y apacible. MELCHOR: Sentémonos aquí, que hay lugar harto.
Siéntanse
MATEO: Digo que el casamiento me parece honroso para todos, y entretanto que se conciertan, porque en una aldea no está segura de un violento gusto la honra frágil de una mujer moza, y un poderoso puede aprovecharse de la ocasión, la llevaré conmigo, pues en mi casa vivirá segura de esos peligros. JUAN: Su virtud es tanta que adondequiera lo estará; mas sea lo que queráis, no viva en el aldea. LABRADOR 4: Los de Hazaña han venido; dad tras ellos, que bien hay que decir. LABRADOR 3: Eso no es justo. que viene allí la hija de Juan Vázquez, espejo de la Sagra de Toledo, y es tan honesta y agradable a todos que nos ha de obligar a callar. LABRADOR 1: Bueno, pues ¿cómo habemos de pasar la noche? LABRADOR 3: Ella referirá cuentos sabrosos que nos entretendrán; vamos a hablarla. LABRADOR 4: Mantenga Dios la buena gente. JUAN: ¡Y cómo que nos mantiene! LABRADOR 6: Acá venimos todos a que nos cuente Juana una conseja, y par Dios que gustara de mi voto que mos dijera qué principio tuvo la fiesta de la Cruz a que venimos, y cada año celebra aquí la Sagra. SANTA: Que me place por cierto. Sentaos todos alrededor de mí, que yo he sabido lo que me preguntáis con certidumbre, y os lo diré con gusto. JUAN: ¡Oh! En siendo cosa de santos y de iglesias, en su centro estará su alegría. SANTA: Oíd, que ésta es la historia y principio de esta fiesta. El vellocino de Aries pintaba sus guedejas con los pinceles de oro que el sol al mundo muestra, cuando en la humilde villa de Cubas, que aquí cerca sus términos dichosos alcanzan fama eterna, nació una santa niña de pobre y simple cepa; que suele hacer hazañas notables la pobreza. Inés era su nombre, su edad trece años era. ¡Notad todos qué moza y en la virtud cuán vieja! Un lunes venturoso en la apacible hierba con que los prados viste la hermosa primavera, Inés apacentaba junto a una fuente fresca los animales toscos que llaman de la cerda. Y mientras que pacían, postrada por la tierra apacentaba el alma con el precioso néctar de la oración sabrosa, haciendo por las cuentas devotas de un rosario con Dios y su alma cuentas. La Virgen sacrosanta, enamorada de ella, que siempre la humildad fue su mayor presea, cubierta del brocado y soberana tela con que la gloria, adorna a los de su librea, cegándola los ojos la luz de su presencia, porque aquí los mortales a tales soles ciegan, la preguntó, "¿Qué haces aquí, carilla tierna?" Y alegre, aunque turbada, responde, "Hermosa hembra, guardo estos animales." "¿Por qué ayunas mis fiestas en viernes?" la pregunta. "Porque es bien que obedezca mis padres que lo mandan," responde. "Eres muy cuerda; mas desde agora gusto que el día en que la fiesta de mi Anunciación santa cayese, el mismo sea tu ayuno todo el año." "Mi voluntad lo aceta," la pastorcilla dijo. Y la gloriosa reina que nuestro bien procura, prosigue, "Ve a tu aldea, dirás a sus vecinos que hagan penitencia, porque mi Hijo, airado, abrasará la tierra antes de muchos días con grande pestilencia; y en fe de su justicia caerán del cielo piedras envueltas en la sangre que verterán sus venas. Desapareció entonces, dejando con su ausencia triste la hermosa niña, y no poco suspensa. Volviéndose a sus padres, esta visión les cuenta, mas tiénenlo por burla y a la niña aconsejan que no lo diga a nadie. Cumpliólo y, dando vuelta al prado al día siguiente, volvió la Virgen mesma como el pasado día diciendo, "¿Por qué dejas de hacer lo que te mando?" "¡Temo que no me crean!" responde la pastora. "Pues yo te daré señas con que de tus palabras ninguno duda tenga," dijo la virgen pura; y con su mano bella la diestra de la niña de tal manera aprieta, que la hizo dar un grito, con que pegados deja los cinco dedos todos la cruz, sobre ellos hecha. Oblígala a que vaya de aquel modo a la aldea y al cura y sus vecinos les diga la sentencia que Dios contra ellos daba. Desaparece, y queda la humilde pastorcilla gozosa, aunque suspensa. Vuelve a la villa luego, cuenta a gentes diversas las maravillas grandes que Dios hizo por ella. Mostrábales la mano, y aunque las fuerzas prueban para desapegarla, no basta humana fuerza contra virtud divina. Al fin van a la iglesia devotos y descalzos, y dentro de ella ordenan salir en procesión hasta la parte mesma donde nuestra patrona bajó la vez primera; llevaban una cruz, entre otras, de madera por ser para aplacar a Dios la mejor prenda, y al tiempo que llegaban a las cercanas eras Inés oyó una voz que dijo, "Aquí te acerca." Mandó parar a todos, la cruz toma, y con ella la voz divina sigue y del lugar se aleja. Volvióse a aparecer la madre de clemencia en el lugar que antes, y con la mano diestra tomó la cruz preciosa metiéndola ella mesma, hincadas las rodillas palmo y medio en la tierra. "Aquí, carilla," dice, "me labren una iglesia que sea de mi nombre, y tú irás luego en vela a mi querida casa de Guadalupe, y lleva para sanar la mano cuatro libras de cera." Dijo, y volvióse al cielo, dejando en el arena las plantas estampadas que el pueblo adora y besa. Sanaron los enfermos con los granos que llevan, fue Inés a Guadalupe, volvió la mano buena; labróse dentro un año la soberana iglesia, dejando la cruz santa del modo que antes puesta. Setenta y seis milagros la virgen hizo en ella, y entre ellos once muertos cobraron vida nueva. Hicieron una casa ciertas devotas dueñas, pegada con la ermita, donde después se encierran, y de Francisco santo el instituto y regla siguieron que su orden quiso llamar Tercera. Aquí la pastorcilla vino a ser abadesa, que la virtud preciosa al que es humilde premia; pero cómo es tan grande nuestra humana flaqueza, perdióse la virtud, cayó Inés la primera, apostataron todas y el monasterio dejan; que el más perfecto es flaco, y a Cristo Pedro niega. Mas como siempre el justo levanta si tropieza, que Dios la mano ofrece al flaco que da en tierra, Inés, arrepentida, dio tan notable vuelta, que admiran los rigores de su gran penitencia. Murió tan santamente, que las campanas mesmas, tañéndose, señalan, que Inés con Cristo reina. Desde entonces, los pueblos de esta comarca y tierra las nueve apariciones a Inés en Cubas hechas por la amorosa Virgen, celebran y festejan con ofrendas devotas y piadosas novenas. Éste es todo el suceso y historia verdadera que me solía contar mi madre, que Dios tenga. MATEO: ¿Vio el mundo mayor gracia? Bendita sea tu lengua; la leche que mamaste también bendita sea. JUAN: A la misa del alba nos llaman de la iglesia. LABRADOR 1: Pues vamos a la misa cantando todos. LABRADOR 2: ¡Ea!
Vanse cantando como al principio
TODOS: "Que la Sagra de Toledo mil fiestas hace a la Virgen de la Cruz, que es Virgen madre." LABRADOR 1: "Que la Sagra de Toledo contenta envía vuestros hijos y devotos, Virgen María, y con fiestas y alegría van los lugares." TODOS: "A la Virgen de la Cruz, que es Virgen madre."

FIN DEL PRIMER ACTO

La santa Juana, Primera Parte, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 25 Jun 2002