ACTO SEGUNDO


Salen el santo HOMO Bono, muy galán en cuerpo; PENDÓN ayudándole a vestir, ROBERTO y VALERIO
HOMO: Forzando mi inclinación, aunque debo obedecerte, padre, tu jurisdicción agravias. ROBERTO: Quiero ponerte en estado y en razón. No tengo hijos más que a ti y, aunque el oficio no sea generoso, que adquirí, se iguala con Dorotea la calidad que te di. Sastre soy, mas bien nacido. Con su dote realzarás tu casa. Helo prometido, después que rebelde estás la virtud has desmentido que en ti celebra Cremona. VALERIO: Primo, resistir el gusto de vuestro padre no abona vuestra humildad. HOMO: Ni eso es justo. ROBERTO: Lelio, que con ser persona de las nobles del lugar, por dichoso se tuviera de ser su esposo. Ha de usar de violencia y no quisiera sus parientes provocar. Ella te adora y yo intento el bien a que te encamina. PENDÓN: ¿Es por dicha el casamiento ir a conquistar la China o hacer batalla con ciento? ¡Vive Dios que he conocido hombre yo, que se casaba cada domingo, y marido de a semana, se mudaba como camisas! HOMO: Yo he sido desdichado en no tener padre que no violentara mi inclinación. (¿Qué he de hacer? Aparte Mi Dios, serviros gustara sin estorbos de mujer.) VALERIO: Dorotea es cuerda y bella. HOMO: Sea más que el sol hermosa y forme de mí querella; que yo no apetezco cosa que dan dineros con ella. La más vil mercadería tiene algún precio y valor; las piedras, la arena fría, el heno frágil, la flor, la yerba que el prado cría; sólo a quien casarse atreve dote con la mujer dan, porque así se le haga leve. PENDÓN: Es pagar al ganapán para que la carga lleve. ROBERTO: Acábate de vestir que es tarde; no seas pesado. HOMO: Si a velarme tengo de ir, y al muerto velan, velado agora, voy a morir. ROBERTO: En una quinta te espera y hoy las vistas han de ser. Imita a la primavera en galas; porque es mujer de buen gusto, y no qulsiera que hallase en ti imperfección que su amor desazonase. Háblala con discreción y finge, aunque no te abrase, que eres de la sol Faetón. No apartes los ojos de ella, suspira de cuando en cuando; tómala una mano bella. Si estás con otros hablando hazla entender que por vella ni en lo que dices estás ni a propósito respondes, y de esta suerte verás cuan presto en tu pecho escondes el amor que huyendo vas, y empezarás a adorar lo que por no conocer hasta aquí te dió pesar. PENDÓN: Amar, rascar y comer no está en más que en comenzar. ROBERTO: Mientras que Pendón te vista la voy a avisar; ven luego.
Vanse ROBERTO y VALERIO
HOMO: (Mejor me fuera el ir ciego, Aparte que a tales vistas con vista. Mi Dios, para que resista tal violencia, dadme fuerza antes que mi padre tuerza mi libertad y la doble; que no es la voluntad roble para dar fruto por fuerza. Yo estoy contento, mi Dios, con mi quieta soledad; aquí de Dios libertad, ¿por qué no volvéis por vos? Pero diréis que entre dos conserva el Amor su estado, que la soledad da enfado; pero sólo alumbra Apolo; que más vale vivir sólo que no mal acompañado.) PENDÓN: Ea, novio Capuchino; a vistas Amor te llama, sombrero te da la fama con plumas para el camino. Su casa te espera toda con la novia en una quinta, donde el Amor mayos pinta. Goza del pan de la boda, que te amasa la belleza de una mujer, que agora es miga toda, aunque después se te ha de volver corteza. Busca dientes de diamante porque las mujeres son por lo dulce, de turrón, por lo duro, de Alicante. Vístete si has de ir allá. HOMO: Bien sabes tú, cuan pesado tiene de serme este estado. PENDÓN: Si un yugo por premio da, ya colijo las molestias de una mujer que es verdugo, que no suele ser el yugo sino para domar bestias. Diérante a ti andar de día de jubileo en sermón; no dejar congregación, no perdonar obra pía, disminuyendo procesos, consultando confesores, reprehendiendo jugadores, dando libertad a presos, y a la noche en hospitales, entre humildes ejercicios, desopilando servicios y bazucando orinales. En oyendo el esquilón, a pesar de lodo y vientos, acompañar sacramentos de Dios y su extrema unción; volver a casa a lo mudo, o royendo Ave Marías, cenar dos lechugas frías y un huevo entre asado y crudo; dormir sobre una tarima poco y mal, y aunque a maitines fuiste acallando mastines, volver a la iglesia a prima, que en este entretenimiento, que otros llamarán castigo, no estimarás en un higo el más rico casamiento. HOMO: Sólo eso, amigo, apetezco, y sin ello me va mal; siendo éste mi natural, poco o nada en él merezco; pero, en fin, me dan mujer. PENDÓN: Casarte y tener paciencia; que no es mala penitencia, pues tantas sueles hacer; que en fe de lo que aprovecha puedes hacer, si te casas, cuenta, que esta vez te pasas a religión más estrecha. HOMO: Más con eso me molestas. PENDÓN: Vístete si habemos de ir. HOMO: ¿Cómo tengo de sufrir, cielos, tanta carga a cuestas? PENDÓN: Como quien lleva la cruz del matrimonio excelente; tú serás el penitente y yo el cófrade de luz; mas mira, pues que te casas, si vivir seguro quieres, advierte que las mujeres son castañas en las brasas, regalarlas y quererlas, mas si en fe de tus amores se te suben a mayores, porque no salten morderlas; ni tanta mano las des que vengan a ser cabeza, ni muestres tanta extrañeza que las imagines pies.
Pónele la capa
Si en estos peligros dos quieres hallar el remedio, la virtud consiste en medio; que no sin misterio Dios. Cuando a la mujer ser da, en fe dee esta maravilla, la formó de una costillá que en medio del cuerpo está, y con esto emplumaté pues ya te he puesto las galas.
Pónele el sombrero
HOMO: ¡Ay plumas, servidme de alas y de una mujer huiré! PENDÓN: No me espanto que te pese, que es carga de ganapán, y si Dios se la dio a Adán aguardó a que se durmiese.
Vanse. Salen DOROTEA, muy bizarra, SABINA y EZPERANZA, criada
DOROTEA: ¡Bella quinta! SABINA: Deleitosa. DOROTEA: En ella la primavera, que de estas vistas espera verme de su mayo esposa, también hace ostentación de sus galas el abril. SABINA: Mira en tazas de marfil brindar la murmuración de estas fuentes a la risa, que cuando la sed provocas se hace por ti toda bocas. ESPERANZA: Mientras murmura te avisa, sino es que te reprehende, del pago injusto que has dado a Grimaldo y Lelio. DOROTEA: Estado mejor es el que me enciende. Yo quiero escusar enojos de por vida, y la quietud de una cuerda juventud gozar, que esta vez con ojos, Amor, si en las demás ciego, hizo elección en mi abono de un hombre que es Homo Bono y me promete sosiego. SABINA: Si no fuera sastre, bien. DOROTEA: De la virtud hago estima. Hacienda me sobra, prima, con que envidiándole estén caballeros de Cremona. Corresponda él a mi amor, vivirá como señor; que si el oro es el que abona, no usando más ese oficio, el que yo le pienso dar le puede calificar. Yo no me caso por vicio sino por virtud, que es tanta la que en él he conocido, que por ella le he elegido. SABINA: Enamorada eres santa; no te arrepientas casada, prima, que me pesaría de que fuese hipocresía la que perfección te agrada. Informa antes la noticia si no es que ciega te abrasas; porque ya como las casas hay santos a la malicia. Unos fingen aspereza, y aforran, porque es más blanda, la jerga y sayal de holanda, que es virtud en la corteza. Otros muestran que a lo oscuro no comen más que ensalada con pan, y a puerta cerrada son secuaces de Epicuro. Guárdate no haga otro tanto el esposo que te espera, porque hay santos de hacia afuera no de hacia dentro. DOROTEA: Mi santo no es de ésos, denme los cielos que viva en su compañía; que no temo, prima mía, que se desvele con celos; que jugándome mi dote, mis joyas empeñe o venda, que desperdicie mi hacienda, que mis deudas alborote, porque, en fin, no es de este mundo. Y aunque esa simplicidad den nombre de necedad cortesanos--en quien fundo todo el caudal en engaños-- para cosas de importancia es cuerdo, aunque la ignorancia haga burla de sus años. Él, en efecto, es bastante, para ser apetecido, y mejor para marido que para galán o amante. ESPERANZA: Será a lo que yo imagino, junipero por lo llano, mentecato por lo humano, gangoso por lo divino; que andará desaliñado y dirá que es por llaneza, cabizbajo de cabeza, el cuello o sucio o ajado, y dirá que es vanidad lo que el mundo ornato llama, y si en muestras de que te ama saca a luz la voluntad --que no será en todos días sino en las Pascuas de Flores-- en vez de decirte amores te rezará Ave Marías. DOROTEA: Yo he de casarme con él, y no tú; contenta estoy ¿qué quieres?
Salen muy galán HOMO Bono, ROBERTO y PENDÓN
ROBERTO: Un hijo os doy señora, y cifrada en él la voluntad que se debe a vuestro sobrado amor. DOROTEA: Prima, dejando el valor con que el soberbio se atreve y a que mi esposo le falte, mira cuán cuerda le adoro. ¿No es todo él un pino de oro pues la virtud es su esmalte? SABINA: Buen talle tiene. ROBERTO: Levanta la vista y si no te ciega su belleza, a hablarla llega. HOMO: Dios, señora, os haga santa. SABINA: (¿Por santidades comienza?) Aparte ESPERANZA: (Devota salutación Aparte para entrada de sermón.) ROBERTO: El novio tiene vergüenza; su turbación perdonad, que el más discreto, cuando ama, la primer vez que a su dama ve, dice una necedad. PENDÓN: (¿Una? El dirá más de ciento.) Aparte HOMO: ¿Por necedad juzgáis vos el decir que la haga Dios santa? ¡Jesús! ROBERTO: El intento es bueno, pero no viene a propósito. HOMO: Confuso estoy. ROBERTO: El amor y el uso su idioma y términos tiene. HOMO: ¿Pues, qué había de decilla? ROBERTO: A fue de los cortesanos, "bésoos, señora, las manos" arrastrar luego la silla y preguntar "¿como estáis?" que es el común A. B. C. HOMO: "Bésoos las manos" ¿por qué? ¿Necedad en mí llamáis el decir que la haga santa Dios, y en el mundo no veis las necedades que hacéis ni su mal uso os espanta? Estornuda un caballero y a los que les corresponden, "bésoos las manos" responden en pie y quitado el sombrero, y a los que "Dios os ayude" dizen, notan de villanos; en fin, que besar las manos al otro porque estornude mirar qué merced les hace. Traen luces cuando anochece, y descortés les parece al cuerdo que satisface con decir que Dios les dé buenas noches, solamente al besamanos consiente el uso necio. ¿Por qué si tú la luz no me has dado besarte es bien que permitas las manos y a Dios le quitas las gracias que te ha alumbrado? Ved si entre necedad tanta son términos más cristianos, que no besarla las manos el decir, "Dios la haga santa." ROBERTO: No desdice el ser cortés de la virtud que es curiosa; siéntate junto a tu esposa. Dile amoroso después la buena suerte y ventura, que medras en merecella, que estás perdido por ella, que al sol vence en hermosura, que su discreción te admira. HOMO: ¿Eso he de decirla? ROBERTO: ¿Pues? HOMO: ¿No debes de advertir que es pecado el decir mentira? ROBERTO: Éste es encarecimiento que usa el amor ordinario. HOMO: Afirmando lo contrario de lo que imagino miento. Si yo por mujer la tengo, ¿por qué sol la he llamar? ¿Ni cómo podré afirmar que perdido a verla vengo, si no es porque el tiempo pierdo de que he de dar a Dios cuenta? Mentir un hombre es afrenta. Téngame por necio o cuerdo. Cáusela gusto o enfado. Mal o bien conmigo esté, porque yo no mentiré por cuanto Dios ha crïado. ROBERTO: Anda ignorante, que están por ti en pie, siéntate allí y lo que te mando di. Sé airoso, afable y galán; que--¡vive Dios!--si en desprecio de lo que mando que digas con amores no la obligas y te confirma por necio, --que sí hará porque es discreta-- que en Cremona no has de estar un hora. HOMO: Marido, en mar empieza que siempre inquieta. Si a su golfo, padre, incierto me arrojas, donde no hay pie, huyendo de aquí saldré como el que naufraga al puerto. Bien me puedes desterrar, que, escogiendo ese partido, de marido, admito el "ido" por no perderme en el "mar." ROBERTO: Obedece lo que mando que--¡vive Dios!... HOMO: Yo lo haré; no jurés. ROBERTO: Acércaté. HOMO: Al fuego me voy llegando. ROBERTO: Muestra en el rostro alegría. DOROTEA: ¿No tomáis silla, señor? ESPERANZA: (Albarda fuera mejor.) Aparte DOROTEA: Asentáos, por vida mía. HOMO: No haré cierto. Yo estoy bien; sentáos, mi señora, vos... (Sacadme de esto, mi Dios) Aparte ...padre, siéntese aquí. PENDÓN: Bien ROBERTO: No soy yo el que a vistas vengo; tu lugar es, hijo, ahí, y éste el mío, porque aquí que hablar a Sabina tengo. DOROTEA: Por mi vida que os sentéis.
Siéntase el viejo ROBERTO con SABINA aparte, y el Santo HOMO con DOROTEA, a otro lado
HOMO: Dos veces habéis jurado. ¡Jesús! Ya yo estoy sentado, a trueco que no juréis; y si se hace el casamiento quiéroos, señora, avisar, que nunca habéis de jurar, porque es contra el mandamiento segundo. DOROTEA: Si el alma os di y en amaros persevero, en prueba de lo que os quiero, yo juro cumplirlo ansí. HOMO: Pues no juréis otra vez. SABINA: Demasiado escrupuloso es, Roberto, nuestro esposo. ROBERTO: ¡Está turbado, pardiez!
A ESPERANZA
PENDÓN: ¡Ola! ¿Tú cómo te llamas? ¿Inés, Dominga, Teresa, Casilda, Olaya, Ginesa? Que mientras nuestras dos damas desbastan aquel zoquete, tú y yo hemos de en par en par. ESPERANZA: ¿Qué es eso de "tú?" PENDÓN: Es hablar sincopado. ¡Buen jarrete tienes: moza eres rolliza! ESPERANZA: ¡Arre allá!
Dale
PENDÓN: ¡Válgate un jo que con arre emparentó! ESPERANZA: Eso a la caballeriza y no conmigo. PENDÓN: ¡Oh, fregata! ESPERANZA: ¡Oh, sisón! PENDÓN: ¡Oh, estropajera! ESPERANZA: ¡Oh, alca... PENDÓN: ¡Paso, cernedera! ESPERANZA: ...huete! PENDÓN: ¡Paso, carichata! ESPERANZA: No hay paso. PENDÓN: Pues, haya envido. ESPERANZA: Ni hay envido. PENDÓN: ¡Oh, vaciatriz! ESPERANZA: ¡Oh, sastre, y más aprendiz! PENDÓN: Malo, doime por vencido. ROBERTO: Cásese él, que esos extremos el tiempo los curará. SABINA: Hablando con ella está, lo que la dice escuchemos. DOROTEA: En fin, ¿no me decís nada? HOMO: Nada os digo, pues que callo. Yo os prometo que no hallo cosa, señora casada, que deciros de momento. DOROTEA: Créolo, que amor desnudo a los principios es mudo; el propio efeto en mí siento, que estoy muy enamorada, señor y dueño de vos. HOMO: Más vale estarlo de Dios, que yo no os sirvo de nada. DOROTEA: Amaros para marido no es con intento liviano. HOMO: ¡Plegue a Dios! DOROTEA: Dadme la mano. HOMO: ¡Jesús! ¿yo mano?
Retírala
DOROTEA: Encogido sois, dadla acá. HOMO: No hay que hablar; o estas son vistas o no. DOROTEA: Sólo a veros vine yo. HOMO: Ver, pues, pero no tocar. DOROTEA: Mal debo de pareceros. HOMO: No me parecéis muy bien, mientras belleza no os den los adornos verdaderos que la virtud califican. Yo, en fin, he de obedecer a mi padre; si mi mujer habéis de ser, cual publica deseos que os agradezco, asentemos condiciones. DOROTEA: (Cuanto más secas razones Aparte me dice, más le apetezco. Dios debe de ser servido que este hombre mi dueño sea.) HOMO: Vos, señora Dorotea, habéis de mudar vestido que con más honestidad se proporcione a mi estado. Soy un sastre; no me han dado mis padres más calidad. ¿Qué queréis que el vulgo diga cuando os viera entronizada, sastre yo, vos adornada, de andar en coches amiga, sino murmurar delitos contra mi buena opinión? Las galas supérfluas son en el pobre sambenitos. DOROTEA: Yo tengo sobrada hacienda para que oficio mudéis, y el que ejercitáis dejéis. HOMO: Eso no, ni lo pretenda quien bien me quiera. Cabeza todo marido ha de ser a quien siga su mujer. Dióme la naturaleza esta humilde profesión, y vos habéis de imitarme, no yo á vos, que es afrentarme. DOROTEA: Aceto esa condición. ¿Queréis más? HOMO: Querreos mucho, si los domingos y fiestas os confesáis, porque en éstas andar las damas escucho vagando por la ciudad, y no habéis de querer vos que días que son de Dios se den a la vanidad. DOROTEA: Prometo cumplirlo ansí. HOMO: Habéis de ser limosnera de modo que, aunque no hubiera más de un pan que darme a mí, o para comer los dos, si llega un necesitado, con respeto y con agrado se le déis en él a Dios. Veréis cómo se acrecienta después. DOROTEA: Todo eso es muy justo, y más daros a vos gusto. HOMO: Pues asentada esta cuenta, ya me parecéis hermosa; ya mi aspereza cesó; ya os tengo en el alma yo; ya os intitulo mi esposa; ya os beso esta blanca mano. DOROTEA: Óigaos yo regalos tales, y en los afectos iguales os halle yo tan humano, que no envidiaré coronas. HOMO: La mitad del alma mía os llamad desde este día. DOROTEA: ¡Oh, Amor, que almas eslabonas, dos en una unidas tienes! Prima, Roberto, ¿qué hacéis que mi bien no encarecéis y me dais mil parabienes? SABINA: Los que gozas duren tanto, que jamás los desbarate el pesar. ROBERTO: Siglos dilate, hija, Amor, yugo tan santo. PENDÓN: Lleguen a ver vuesastedes choznos de choznos, que nietos vengan a ser de biznietos de rebiznietos. ESPERANZA: Ya excedes en conformidades presas las almas años prolijos; vean Papas a sus hijos y a sus hijas abadesas. PENDÓN: Amén. ROBERTO: Volvamos a casa, donde con tálamo igual amor os junte. DOROTEA: No hay mal que ponga a mis dichas tasa. ¡Venturosa yo, que gozo belleza y virtud! HOMO: Mi Dios, sed nuestro himeneo vos. PENDÓN: ¿Oyes,, moza? ESPERANZA: No oigo, mozo. PENDÓN: ¿Quieres que matrimoñemos? ESPERANZA: ¿Pues no? PENDÓN: Pues toca. ESPERANZA: Pues tome.
Dale
PENDÓN: ¡Ay! ESPERANZA: Sí hay. PENDÓN: ¡Desnarigome! ¿Pero querrásme? ESPERANZA: Veremos.
Vanse, sino es PENDÓN
PENDÓN: ¿Veremos? ¿Por el plural? Ansí hablan las Paulinas.
Salen LELIO y GRIMALDO
LELIO: Verás cuánto desatinas; pues los dos al tribunal citados de Dorotea, ha de quedar concluído nuestro pleito. GRIMALDO: Yo he venido seguro de que en mí emplea su gusto y que te aborrece. LELIO: La soberbia es presumida, pero en ti desvanecida. PENDÓN: Vuestro amor se está en sus trece y aunque en sus catorce esté, la dama escogió otro gallo, el que a esta quinta a caballo vino, volveráse a pie; porque ya el niño con alas que se pintaba desnudo, si holgazán hasta aquí pudo pasar en carnes sin galas, como ya es boca de invierno, hasta que vuelve el abril, aprende oficio sastril, y entre sus ribetes tierno ropas busca que autorice su desnudez, y ha querido mientras hilvana el marido que la mujer ojalice. LELIO: ¿Qué dices, loco? PENDÓN: Perdono el título que me dan, que presto le adquirirán. ¿Conocen a un Homo Bono vecino aquí y morador? GRIMALDO: Creo que le oí nombrar. LELIO: Un sastre es que ha de morar cerca de aquí. PENDÓN: Vencedor de los dos, acaba agora de llevarse el gallinero. Él entró aquí aventurero, y ella, que es mantenedora, pues que le ha de sustentar, la sortija o el anillo de esposa le dio. El decillo yo os daré que sospechar; pero no hablando peinado, digo, a fe de buen Pendón, que es la dama, en conclusión, del sastre su desposado, porque entrándole a tomar la medida de un vestido se le vistió de marido, y fuera os mandan echar de esta pretensión, por señas, que esposos de este jardín se van rüin con rüin que así se casan en Dueñas. GRIMALDO: Si no supiera que el vino te hace hablar desatinado... PENDÓN: Yo soy un pendón honrado, y el vino esta vez no vino. LELIO: ¿Con un sastre? PENDÓN: ¡Vive Dios, que estaba por él perdida! Que él le tomó la medida y Amor agora a los dos; y que no se le da un higo por vuesastedes. GRIMALDO: Sí hará, que es mujer y escogerá lo peor. PENDÓN: También lo digo. LELIO: ¿Y desprecia mi nobleza con sastre? GRIMALDO: ¡Mujer! PENDÓN: En fin, Sancho para su rocín. ¡Tal simple, para tal necia! GRIMALDO: ¿Con un oficial tan bajo? PENDÓN: Eso no lo sufriré, que ser sastre profesé desde hoy cosiendo a destajo; y aunque de moneda falto, contra necios que le infaman, y oficio bajo le llaman se suele coser en alto; y tanto lustre le dan los libros--citarlos quiero-- que Dios fue el sastre primero que vistió a Eva y a Adán. Dios se llama Alfa y Omega, y el sastre es, por más quilate, en Portugal, Alfayate, con que el Alfa se le pega. Y siendo Dios uno y trino, que este oficio comenzó, el nombre de tres le dio cuando al sastre a nombrar vino; aunque corrupto después, pues por ser tan singular, los sastres quiso llamar no sastres, sino san trés; porque el santo tres y uno cortó a nuestros padres fieles vestidos de aquellas pieles cuando quebrantó el ayuno. La soberbia y interés que nos inclinó a pecar; y ansí chitón y estimar los sastres, que son San Tres.
Vase
LELIO: Si esto es verdad, ¡vive Dios que he de executar castigos! GRIMALDO: Sido habemos enemigos. Conformémonos los dos para trazar la venganza. LELIO: ¿Con un sastre? ¿hay tal afrenta? GRIMALDO: Yo, no es mucho que la sienta viniendo con esperanza de verla gobernadora de Milán y de Pavía. LELIO: Yo en heredando entendía hacerla presto señora de un mas que mediano estado. GRIMALDO: Burlóse de nuestro amor; que, en fin, el lobo peor se come el mejor bocado. LELIO: ¿Dónde vive ese Homo Bono? GRIMALDO: Aquí cerca, mas la casa de la ingrata con quien casa, por ser de mayor abono y más rica, servirá del civil tálamo agora. LELIO: Pues si ese tálamo adora, túmulo suyo será; seguidme, amigo Grimaldo. GRIMALDO: ¿Pues qué pretendes hacer? LELIO: Vengarme de una mujer tan poco cuerda. GRIMALDO: Pensaldo primero. LELIO: Pensado está. GRIMALDO: ¿Quién tal elección creyera? LELIO: Quien en ellas considera que naturaleza está corrupta. GRIMALDO: Eso no lo ignoro, que escogió--en historias hallo-- Semiramis a un caballo, Paisfae lasciva a un toro. LELIO: Seguidme, que de ese aviso casi estoy por decir yo, que peor que esas escogió la mujer que a un sastre quiso.
Vanse. Salen el santo HOMO Bono y un POBRE muy roto
POBRE: Vime, señor, en estado feliz y rico, otro tiempo, las desdichas ¿qué no mudan? El mundo es mar lisonjero, convida con las bonanzas, embárcase el pasajero, truécase en tormentas todo; porque donde reinan vientos ¿quién hay que firmeza aguarde? Amores, fiestas y juegos, triunvirato de los vicios, mi sustancia consumieron cuando rico tuve amigos; cántanle al sol en naciendo porque le ven caudaloso de rayos de oro; mas luego que le ven pobre de luz huyen aves; que en invierno no perecen las hormigas que al trigo el agosto fueron. Solo, señor, me dejaron; ya ni me conocen deudos, ni estiman acompañarme, sino llantos y escarmientos. Doléos de mi desnudez. HOMO: La compasión que yo os tengo es tal, que no necesita, mi pobre, de esos ejemplos. ¿Vos desnudo y yo vestido? No lo permitan los cielos. Novio soy, no vio mi padre mis peligros que está ciego. En el mar que os llevó a pique echa al fondo el mucho peso a quien de hacienda se carga; si agora la cruz me han puesto del matrimonio que es plomo, anegaráme en su centro no aligerando su carga. Entre los dos la llevemos, yo la cruz, y vos la ropa.
Desnúdase
Tomad, vestíos, que allá dentro, en mis fiestas ocupados, no me verán socorreros. Desnudo en la Cruz estuvo mi Dios, humanado verbo, cuando en tálamos de sangre se desposó amante tierno con la Iglesia. Esposo soy, cruz me ponen, y así quiero en mi Cruz estar desnudo, por imitarle hasta en esto. Tomad, tomad y partíos; no salga quien pueda vernos y piratas os despolen.
Truecan vestidos
POBRE: ¡Oh, asombro del siglo nuestro! ¡Oh, sastre que viste a Dios en sus pobres! Los pies beso que estrellas han de pisar. HOMO: Pobre, ¿qué hacéis? Idos luego, que siento gente.
Suena la MÚSICA, y sale el POBRE arriba vestido de la ropa del santo, con resplandores, y aparece un CRISTO
CRISTO: Homo Bono, por escarnio me pusieron púrpura cual rey de burlas, los ingratos de mi pueblo; tú de veras me has vestido. Deudor soy, pagarte quiero la ropa que me has cortado al talle de mis deseos; bien sabes tomar medidas, pues justamente me veo vestido y galán por ti, y así desde hoy más te tengo por mi sastre, las hechuras te pagaré, repartiendo contigo de mis trabajos moneda que estima el cielo. Apercíbete a sufrirlos, que por el camino mesmo que yo, cobrarás en gozos las usuras de este censo.
Desaparece. HOMO Bono se pone de rodillas
HOMO: Mi Dios, mi Señor, mi Bien mi Rey, mi Pastor, Cordero, mi rico pobre, mi luz, volved, ¿por qué os vais tan presto? ¡Qué bien pagáis los vestidos que os hace el humilde celo de quien tira vuestros gajes! Si os vistió del sayal nuestro vuestra madre, dadivoso pagáis el vestido nuevo con hacerla Emperatriz de los querubes supremos; si en accidentes de paz os disfrazáis encubierto, pagáis la amorosa hechura dándoos, mi Dios, a vos mesmo; si yo un pobre vuestro visto me prometéis, cuando menos, coronas del oro puro que se labra en vuestro reino. Pues sois tan buen pagador, yo, gran señor, os prometo que he de vestir al fïado cuantos pobres sin remedio libraren, en mí limosnas; y si son trabajos premios, que ya vos calificasteis, vengan millares, que en ellos fundaré yo mis partidas; pues si hipotecáis los cielos que a ciento por uno pagan, rico soy, que allá no hay pleitos.
Quédase de rodillas elevado. Sale PENDÓN. Luego voces
PENDÓN: ¿Dónde estará nuestro novio, que sin saber que se ha hecho le esperan los convidados la mesa y la cena en medio? Oigan aquí la postura, novio e hincado en el suelo, sin ser clavo, los hinojos. Desposado es recoleto. Surge et ambula, que están nuestros convivos diciendo a las tripas, "dilatate" y al gigote respondiendo, "que me enfrío, que tirito" y dos patos reverendos cantan al son de los frascos este estribillo, "comednos." Pero ¿cómo estás desnudo? HOMO: Porque el matrimonio es fuego; y en tales caniculares se desnuda quien es cuerdo. PENDÓN: ¿No asamos y ya pringamos? Eso es sudar por invierno. Aún no has tocado a la novia; ¿dónde la ropilla has puesto? ¿Qué es del sombrero y la capa? HOMO: Amigo, descuida de eso. PENDÓN: ¿Pues tienes de entrar ansí? HOMO: No, sácame de allá dentro un vestido más liviano. PENDÓN: Voy, pues, por él. HOMO: Con secreto, sin qúe te sienta ninguno. PENDÓN: Harélo ansí. ¿Mas qué es esto?
Voces y alboroto de dentro como que se queman
UNO: ¡Agua, que se está abrasando nuestra casa! TODOS: ¡Fuego, fuego! UNO: Tomado nos han el paso las llamas. OTRO: ¡Socorro, cielos! PENDÓN: ¿Socorro? Que nos socorran socarrones elementos. ¿Qué habemos de hacer, señor? ¿Hay pozo, hay noria en el huerto? HOMO: Ya, mi Dios, vuestros trabajos comienzan, y yo comienzo con paciencia a recibirlos, y con gusto a padecerlos. TODOS: ¡Agua! PENDÓN: Mejor fuera vino. UNO: ¡Agua! PENDÓN: Aquél es tabernero. ¡Maldiga Dios quien tal pide!
Vase. Sale descabellada DOROTEA. Luego PENDÓN y ESPERANZA
DOROTEA: Esposo, el nombre de Bueno que tienes, si se conforma con tus obras verdadero me defienda, que me abraso, me socorra que me quemo. HOMO: Piadoso Dios, no permita vuestro amor clemente y tierno, que mi esposa sea manjar lastimoso de este incendio. Imite yo a Job agora, padezca mi hacienda y cuerpo, no el alma, la vida no, sacarla en los brazos quiero en vuestro favor fïado.
Llévala en brazos. Sale PENDÓN con un cántaro
PENDÓN: ¡San Antón, San Telmo, San Cristóbal en los rayos, Santa Bárbara en los truenos, te rogamos audi nos!
Sale ESPERANZA con otro cántaro; en- cuéntrase con PENDÓN, quiébranlos y caen
ESPERANZA: ¡Ay! PENDÓN: Esperanza ¿qué.has hecho? ESPERANZA: Cascos y no de membrillos. PENDÓN: En los míos, a lo menos, tocaste casco. ¿A do vas? ESPERANZA: ¿Qué sé yo? PENDÓN: Seguirte quiero. ESPERANZA: No es éste tiempo de burlas, que me abraso. PENDÓN: Pie de puerco seré pues que me chamuscan. ESPERANZA: En la tinaja me meto del agua. PENDÓN: Pues no te sigo que me volveré cangrejo.
Vanse. Salen LELIO y GRIMALDO y luego HOMO Bono, y asidos DOROTEA, SABINA, ESPERANZA, ROBERTO, VALERIO y PENDÓN
LELIO: Abrásense, pues me abrasan en la Troya de mis celos. HOMO: No teman, mis pasos sigan. GRIMALDO: Dividiéndose va el fuego por donde Homo Bono pasa, que es santo, y tiene respeto. HOMO: Desmayada va mi esposa, aliviad sus desconsuelos en tal trabajo, Dios mío. SABINA: Mientras le toco no temo las llamas, que huyen de mí. ROBERTO: Contigo seguro vengo, caro Eneas de este Anquises. PENDÓN: Eslabónome siguiendo estos cofrades de luz. ESPERANZA: Yo tras ti, Pendón, no temo. PENDÓNL: ¿Tú tras mí? ESPERANZA: ¿Pues no lo ves? PENDÓN ¡Qué mala contera llevo! HOMO: Ea, mi Dios, abrasada la hacienda, mejor podremos serviros, que siempre han sido los bienes impedimentos de la virtud. Padre mío, en vuestra casa el remedio de esta desgracia tengamos. ROBERTO: Vamos hijo, pues tan presto cuando rico te juzgaba empobreciste; que necio es quien de candelas fía y no en virtud. PENDÓN: Parecemos sin cáscaras y en camisa, ¿esperancilla, dirélo? ESPERANZA: Dilo. PENDÓN: Piñones mondados en casa del pastelero.

FIN DEL SEGUNDO ACTO

Santo y sastre,  Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 25 Jun 2002