EL MAYOR DESENGAÑO

Tirso de Molina (Gabriel Téllez)

Este texto electrónico fue preparado por Vern Williamsen en 1998. Se basa en el texto de DOCE COMEDIAS NUEVAS DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA, PRIMERA PARTE, (Sevilla: Francisco de Lyra, 1627) que ha sido cotejado con la edición de don Emilio Cotarelo y Mori (COMEDIAS DE TIRSO DE MOLINA, tomo I, NBAE 4, 1906).


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen BRUNO, galán, MARCIÓN, de capigorrón, EVANDRA, dama, y LAURETA, SU criada, con mantos
BRUNO: ¡Extraña estás! EVANDRA: No te espantes. BRUNO: ¿Cómo es posible me tengas amor, si crüel te vengas con desdenes semejantes de males que nunca te hice? EVANDRA: ¡Qué terribles sois los hombres! BRUNO: Si me abraso, no te asombres. MARCIÓN: ¡Qué lo alajú que lo dice! BRUNO: O me quieres bien, o no. EVANDRA: Quiérote con amor casto. BRUNO: ¿Que a persuadirte no basto a darme una mano? LAURETA: ¡Jo! MARCIÓN: Como allá se manosean de lenguas, yo soy amigo de obrar callando. LAURETA: ¡Jo, digo! MARCIÓN: De "jo" tus requiebros sean. "Jo" digas cuando te cases. Cuando el "sí" vayas a dar, digas "jo." Cuando a fregar ollas y platos repases, por tiple o por contrabajo cantes "jo." Pues lloro yo, que al fregar no es malo el "jo," si en "jo" acaba el estropajo. "Jo" te llame tu señora. "Jo" seas en toda parte. "Jo" digas al acostarte; "Jo" cuando salga la aurora. "Jo" sea tu sí y tu no; "jo" en plazas, tiendas, calles, y en fin, un marido halles con la paciencia de un Job. BRUNO: Evandra, si cuando dejo tantos aumentos por ti, letras a quien años di, respetos de un padre viejo, grados de universidades, leyes por las de tu amor, cargos que ofrece el favor, honras que son dignidades, ¿qué estado habrá que me cuadre, pues maltratas mi deseo, cuando despreciado veo por ti mi estado y mi padre? ¿El darme una mano bella fuera mucho galardón? EVANDRA: Sí, Bruno, que la opinión tengo de mi honor en ella. Vive el recato entre miedos de menosprecios villanos; den otras el gusto a manos, que yo dudo darlo a dedos. Si lo que por mí has dejado en mi amor cobrando vas, juzga tú cuál vale más, ¿lo perdido o lo ganado? Un alma ganas, que animas con las llamas de tu amor, un escrupuloso honor que por recatado estimas. Pierdes letras y opinión de estudios en que amor calma; por libros te doy el alma, y por grados mi afición. Si ésta es más, deje que llegue su tiempo, que yo sé, Bruno, que me pides, importuno, lo que gustas que te niegue. MARCIÓN: ¿Que no hay darme una manopla a quien mis versos dedique? ¿Siquiera un dedo meñique, una uña? LAURETA: ¡Jo, digo! MARCIÓN: ¡Sopla! "Jo" y bofetón, presa y pinta. La mano te pido yo, pero en los carrillos no, que es firma sin pluma y tinta. BRUNO: Seis años ha que te adoro. EVANDRA: Otros tantos ha que en ti nuevo dueño al alma di. BRUNO: Todas las joyas y el oro que de mi madre heredé, y en ti mejoran de dueño, te traigo. Don es pequeño; mas quilates de mi fe le darán nuevo valor. Recibe mi voluntad y verás su calidad. EVANDRA: A poder, Bruno, mi amor ofenderse, me avergüenzo de ver que tan mal le apoyas. De afrentadas esas joyas se esconden en ese lienzo; y aunque con prendas tan bajas me ofendes, de tu oro advierto que en fe de que viene muerto para mi amor, le amortajas. Seis años de voluntad ¿se pueden satisfacer con oro? ¿Soy mercader que vendo mi libertad? ¿Qué ignorancia hacerte pudo intentar tan vil quimera? Si Amor vestirse quisiera, no se pintara desnudo; pero tú para que torne a agraviar en él la vista, lienzo le das que se vista y joyas con que se adorne. Déjame y véte. BRUNO: Oye, escucha; no te alteres, no te enojes. MARCIÓN: Hoy somos todos relojes. También yo tengo mi hucha.
Saca un pañuelo muy sucio y roto
Cuatro cuartos bien contados en ese pañuelo van, que si escudos amos dan, damos cuartos los crïados. Porque aunque hay relojes hartos, hay unos que así te goce no paran hasta dar doce, otros que dan cuatro cuartos. No alcanzan a más mis bríos; recibe el escaso don, que si cuatro cuartos son, serán ocho con los míos. Toma, ¿qué te melindrizas? Tu padre es éste, señor. A no venir ciego Amor, por Dios que me descuartizas.
Sale el PADRE de Bruno
PADRE: Buenos logros de tu estudio das a mis prolijos años, a la opinión de tu ingenio y al sudor de tus trabajos. Buen empleo hizo la hacienda que tanto tiempo he gastado contigo en París, Bolonia, Lovaina y Praga. Letrado en las leyes de tu amor, ya que no en sus desengaños, la cátedra lees de prima, amante ya que no sabio. ¿Honras así la nobleza que de tus antepasados es espejo de Colonia? ¿Éste es merecido pago de un padre que deposita su ser en ti, y te ha entregado por ser único, en mi casa, su valor y sus cuidados? ¿Tú te casas sin mi gusto? ¿Tú, a mis consejos contrario, el honesto traje truecas de escuelas que ilustra a tantos, por las galas licenciosas, y para volar más alto, mudas plumas, torpe y ciego, al sombrero de la mano? ¡Plegue a Dios...
De rodillas
BRUNO: Padre y señor, después de poner los labios donde tú pones los pies, tus canas reverenciando, respondo humilde a tus quejas, que aunque cuerdo he procurado seis años ha obedecerte, inclinaciones forzando, ni ausencias, madres de olvidos, ni estudios siempre contrarios de la ociosidad dañosa,
Levántase
ni entretenimientos castos pudieron ser de provecho a borrar de mis cuidados el amor que a Evendra tengo, de su hermosura el retrato. Si supieras diligencias qué en tu obediencia buscaron remedios contra mi amor, desvelos que me han costado, yerbas, palabras, conjuros, compañia de hombres sabios, juegos, entretenimientos, ya en la ciudad, ya en el campo, lástima en vez de rigor me tuvieras; mas son falsos los remedios que dio Ovidio contra este ciego tirano. ¿Qué importa que padre seas y que los preceptos santos de mi ley a obedecerte me obliguen, si me inclinaron las estrellas superiores, que estando en lugar más alto la jurisdicción te usurpan, de quien me confieso esclavo? Por la mujer, dijo Dios, que dejaría olvidado el hombre su padre y madre. Ni te olvido, ni he dejado; pero, ¿qué tengo de hacer, si las estrellas, los astros, mi inclinación, mis deseos, la libertad me usurparon? Tú eres solo; muchos ellos; Amor, dios fuerte; yo, flaco; bella Evandra; ¿cómo puedo hacer resistencia a tantos? Sangre ilustre, padre, tienes, y el copioso mayorazgo que me dejas en herencia, basta a darme noble estado. Estudien hijos segundos, que en las letras han cifrado la dicha de sus aumentos, vinculada en sus trabajos, que los únicos, cual yo, cuando al ocio y al regalo den generosos desvelos, ni es menosprecio ni agravio. Evandra, si no tan rica, porque los cielos cifraron tesoros en su hermosura, discreción, honra y recato, es tan noble como yo. No permitas, si eres sabio, que me case con el oro, ocasión de tantos daños. Dotes que maridos compran, los obligan como a esclavos a indignidades de honor, por ser maridos comprados. Así, padre, siglos cuentes, que permitas mi descanso, y, antes que deje estos pies pueda a Evandra dar la mano. PADRE: Antes que mis canas vean mi afrenta, tu desacato y delhonra de tu sangre, plegue al ciclo... MARCIÓN: (Ya plegamos.) Aparte PADRE: ...que la noche de tus bodas trueques gustos en agravios, y el tálamo que deseas manchen adúlteros brazos; jamás te mire amorosa, desdenes sean sus regalos, menosprecios sus favores, sus promesas, engaños. No fertilice con hijos tu desobediente estado, y si los tienes, pobreza mezcle su amor con trabajos. Tus más amigos te vendan, tengan poder tus contrarios en tu deshonra mas... no... Hágate Dios un gran santo. Pero ¿cómo se enternece un corazón injuriado de un hijo, que tanto quiso a un padre, a quien debe tanto? Plegue al cielo, si en mi ofensa dieres la atrevida mano a esa mujer, pobre al fin, que es la afrenta de más caso, que todos te menosprecien, no te acompañen hidalgos, de desleales te sirvas, pidas limosna a villanos; si jurares no te crean, en cuanto pusieres mano desdichas te agüen aumentos; cuanto estés más confïado de la lealtad de un amigo, te usurpe lo más preciado de tu gusto; pero... no... Hágate Dios un gran santo. EVANDRA: Si no tuviera respeto a tus venerables años y al amor que tengo a Bruno, de tu nobleza traslado, pudiera ser respondiera a medida del agravio que en mi calidad injurias si no descortés, osado. Mi sangre no desmerece darte nietos, pues honraron mis progenitores nobles augustos triunfos y lauros. Si a falta del oro vil, que califica villanos, supliendo sangres ilustres, dorando quilates bajos, mi nobleza en poco tienes, guarda tesoros avaros, que los de mi honor estimo como más calificados. No vendo a peso de hacienda la calidad que he entregado a persuasiones de Bruno, a fuer de mercader falso; sólo noble correspondo en amorosos contratos a la fe con que me sirve. Firme, no rico, le amo. Y agradece la firmeza con que en mi pecho ha arraigado su proceder generoso la fe de su noble trato; que a poderle despreciar, causa en tus palabras hallo para que de él ni de ti hagan mis injurias caso. BRUNO: Padre... señor... ¿es posible que con ruegos no te ablando? Si estimas tesoros, coge perlas de estos ojos claros, oro de aquesos cabellos, rubíes de aquesos labios, satisfarás intereses que está el amor envidiando. PADRE: En fin, ¿contra el gusto mío te intentas casar, dejando burladas mis esperanzas? BRUNO: ¿Qué he de hacer, si Amor tirano violenta, padre, deseos? MARCIÓN: Si no es más en nuestra mano, ¿qué habemos de hacer los dos sino echar cosas a un lado? PADRE: No me llames padre más. BRUNO: Mi padre y señor te llamo. PADRE: Mientes. MARCIÓN: ¡Ay!, cargado queda. PADRE: Hijos que degeneraron de su valor, no son hijos, sino espúreos y bastardos. Desde aquí te desheredo, que aunque te faltan hermanos, sobrinos ilustres tengo, no cual tú, locos e ingratos. Si más los umbrales pisas de mi casa... MARCIÓN: (Aquí entra un palo Aparte de molde.) PADRE: ¡Viven los cielos! Que ha de matarte un esclavo. Susténtete tu mujer; si en sus dientes y en sus labios perlas tienes y rubíes, bien puede suplir tus gastos. ¿Qué joyas, traidor, son éstas? MARCIÓN: Escondo mis cuatro cuartos. PADRE: Muestra y agradece. MARCIÓN: ¡Malo! BRUNO: Señor, mira. PADRE: Dios permita, pues su enojo forja rayos, que uno te abrase; mas... no... Hágate el cielo un gran santo.
Vase el PADRE de Bruno
MARCIÓN: A la luna de Valencia parece que nos quedamos. ¿Que habemos de hacer agora? BRUNO: ¡Hay tal crueldad? MARCIÓN: ¡Oh, viejazo! BRUNO: Mi bien, si anda Amor desnudo, Amor soy, pues le retrato. Padre y casa por ti pierdo, gloria y dicha por ti gano. ¿Quieres que sea tu huésped? EVANDRA: No, Bruno, que los engaños temo que otro huésped hizo a la viuda de Cartago. BRUNO: Llévame a tu casa. EVANDRA: Tengo un tío viejo y avaro, y no lo consentirá, que es mal acondicionado. MARCIÓN: Laureta, ¿no habrá un rincón entre sartenes y cazos? Llévame contigo. LAURETA: Tengo a la escalera un alano que una pierna se merienda, y en la cocina dos gatos con unas uñas de a jeme. MARCIÓN: Buenas son para escribanos. BRUNO: En fin, ¿te vas y me dejas? EVANDRA: El alma te ha aposentado en medio del corazón.
A LAURETA
MARCIÓN: Y el cuerpo, a ti suspiramos, ¿que me dejas y te vas? LAURETA: El alma, gorrilacayo, le llevo, que el cuerpo no. MARCIÓN: ¿Almas llevas? Serás diablo.
Vanse EVANDRA y LAURETA. Sale el conde PRÓSPERO
PRÓSPERO: ¿Qué tenéis en esta calle, Bruno, que tan de ordinario deseos avecindáis en ella? Jamás os hallo cuando os busco, sino aquí, BRUNO: ¡Oh, Conde y señor! Son pasos de la pasión de mi pena los que por esta calle ando. Aquí vive quien me mata. PRÓSPERO: ¡Gracias a Dios que he sacado en limpio que sois amante. BRUNO: Venturoso y desdichado. PRÓSPERO: Ésas son contradictorias. BRUNO: Correspóndeme quien amo, y desdéñame amorosa. Veis aquí los dos contrarios. MARCIÓN: Lo cierto es, señor, si puede a un Conde hablar un lacayo bachiller en la carteta y en el pasar licenciado, que el estar a tales horas, cuando Febo está jugando con la noche al escondite, es sólo a falta de rancho. BRUNO: Calla, loco. PRÓSPERO: ¿Cómo es eso? BRUNO: En la nobleza fïado y amistad que os acredita, os contaré sin cansaros mis desdichas brevemente. Sirvo a Evandra, habrá seis años, origen de la hermosura, de sus efectos milagro. Honradas correspondencias alientan deseos tiranos, Y refrenan osadías entre el amor y el recato. Pienso casarme con ella, a cuya causa he mudado el hábito y profesión, contradiciendo cuidados de mi padre, que lo estorba. Hallóme con ella hablando a sus puertas, de su luz tellizo cortina, un manto. Alborotóse de verme mi viejo padre, aumentando lágrimas con maldiciones, unas nubes y otros rayos; y al fin, viendo que rebelde en este sol idolatro, de su casa me despide, injurias multiplicando. Pedí a mi Evandra que fuese la suya hospicio y sagrado de mi destierro y amor; pero como puede tanto la Ocasión con él, temióla, y escarmientos del troyano huésped de la amante Elisa hoy su puerta me cerraron. Como sin padre me veo y sin casa, recelando perder mi dama también, me quedé filosofando quimeras, que en veros, conde, cesan, pues con vuestro amparo no echo menos padre y casa. MARCIÓN: ¿Éste es el benedicamus? PRÓSPERO: Agora que sé que puedo serviros, amigo, en algo, en albricias de la pena os doy... MARCIÓN: (¿Dineros?) Aparte PRÓSPERO: ...los brazos. Si os casáis, tendréis en mi padrino. Si os ha negado vuestro padre, en mi hallaréis, ya que no padre, un hermano. ¿Qué tengo yo que no sea vuestro? BRUNO: Sois ejemplo raro de la amistad y nobleza. MARCIÓN: Sois... BRUNO: ¡Ah, necio! MARCIÓN: ...largo y ancho. PRÓSPERO: Hacienda hay para los dos. BRUNO: Alargue vida y estados el cielo a vuestra nobleza. MARCIÓN: Y a mí, ración y salario.
Sale EVANDRA a la ventana
EVANDRA: ¡Qué mal hice en despedirle! Corta y descortés he andado. Cuando mi casa le niegue, favores le dan regalos. ¿No se ha ido? Señor mío, ¿Sois vos? MARCIÓN: Bruno serenado y yo somos maza y mona que un romadizo aguardamos. BRUNO: Soy, Evandra de mis ojos, un enfermo que esperando que salga el sol de tu luz, a tus umbrales aguardo. ¿Quieres abrirme, mi bien? MARCIÓN: Abra, mientras que yo abro, entre dormido y hambriento, bostezos y boca a palmos. EVANDRA: Perdona si mis recelos se muestran contigo avaros, y el hospedaje te niega quien su libertad te ha dado. Amor es niño, y se atreve, si sólo y determinado le ofrece el tiempo y la noche cabellos ocasionados. Yo estimo tanto mi honor, que no ha de tocar mi mano quien no me la dé de esposo debajo del yugo santo. Y es esto con tanto extremo, que cuando hubiera llegado a tomármela por fuerza el hombre más torpe y bajo, o me casara con él, o hiciera matarle en pago de su loco atrevimiento. Esto obliga a mi recato a no admitirte en mi casa; pero si quieres despacio hablarme y verme, esta noche Lorena me ha convidado, que es mi amiga y es mi deuda, a divertir el enfado del calor, entreteniendo juegos noches de verano. Dos casas vive de aquí; procura que nos veamos. Dispondremos nuestras cosas, y adiós. ¡Hola! dame un manto.
Vase EVANDRA
MARCIÓN: ¿Juegos sin cena? ¡Abrenuncio! Manden que nos echen algo, ya sea asado o cocido, que a la hambre no hay pan malo. BRUNO: Conde, esta noche pretendo, temores asegurando, desposarme con mi Evandra, si ayudáis mi intento casto. Yo sé que ella lo desea, y mi padre, aunque enojado, es padre, en fin, y piadoso, en olvido pondrá agravios. ¿Qué os parece? PRÓSPERO: Divertido estaba. Si desposaros intentáis, padrino soy; no cuidéis de costa y gastos. Vamos a trocar vestidos de gala. BRUNO: A estar Alejandro vivo ¡qué envidia os tuviera! PRÓ:SPERO: (¡Oh, mujer divina!) Aparte BRUNO: Vamos. PRÓSPERO: (Si con palabras hechizas, Aparte ¿que harás con los bellos rayos que en tu hermosura contemplo? Amor ciego, retiraos; pensamientos, resistid, que si cobardes Y flacos os rendís, mi amigo ofendo; mas con Amor no hay agravios.
Vanse BRUNO y PRÓSPERO. Sale LAURETA a la ventana
MARCIÓN: ¡Cé, Laureta! ¡Ce! ¡Ce! ¡Ce! LAURETA: ¿Quién llama? MARCIÓN: Yo llamo y amo. LAURETA: ¿Y qué me quieres? MARCIÓN: Que me quieras. LAURETA: Lávese primero. MARCIÓN: Lavo cara, sotana y manteo, para servirte lavado. LAURETA: ¿Y tiene agua? MARCIÓN: No. LAURETA: ¡Agua va!
Arrójale agua y retírase
MARCIÓN: ¡Ay! ¿Ésta es agua? Éste es caldo. Llena está de zarandajas; Hüeso es éste, éste estropajo. ¡Oh, ladrona! No os me iréis al otro mundo a pagarlo.
Vase MARCIÓN. Salen ATAULFO y LORENA
LORENA: ¡Qué quieres! estoy celosa, Ataulfo, con razón. ATAULFO: Espuelas los celos son de una pasión amorosa; mas sin causa, ya tú ves si serán, Lorena, injustos. LORENA: Eres tratante de gustos; grande será tu interés. ¿Qué tanto habrá que no vienes a esta casa? ATAULFO: Ocupaciones impiden tanto... LORENA: Aficiones, dirás mejor. ¿Las que tienes te impidieran el venir a verme? ATAULFO: ¡Qué tal escucho! LORENA: Haste encargado de mucho; no con todo has de cumplir. Lo que no es tan importante, que es mi honor, olvidarás. ATAULFO: Pesada, Lorena, estás. No pase más adelante tu enojo, que, vive Dios, a pensar que hablas de veras, que a mi muerte causa dieras. Amor puede entre los dos hacer paces, que en cuidados como estos, los celos son como quien mete quistión entre dos enamorados, que después de estar reñidos, pasado el primer furor, aumenta llamas su amor y ellos se quedan corridos. LORENA: Ahora bien; yo te perdono como propongas la enmienda. ATAULFO: No hay cosa en mí que te ofenda. Mi firmeza está en abono. ¿En qué pasatiempo piensas pasar esta noche injurias del calor? LORENA: Contra sus furias tú entretienes y dispensas, que como amor predomina, su fuego, y no el tiempo, abrasa. Esperando estoy en casa a Evandra, nuestra vecina. Es amante suyo Bruno, y como a honrados respetos del Amor viven sujetos, les doy lugar oportuno para que se vean aquí. ATAULFO: Bruno es cuerdo y es mi amigo. Más a quererte me obligo si ayudas su amor así; pero éste debe de ser.
Sale el conde PRÓSPERO
PRÓSPERO: Ociosidad y calor necesitan el favor, Lorena, que entretener sabe, cortés y discreto, a quien se vale de vos. ATAULFO: ¡Conde y señor! PRÓSPERO: De los dos buena noche me prometo. LORENA: ¿Vueseñoría en mi casa? PRÓSPERO: Una huéspeda tan bella habéis de tener en ella, que su memoria me abrasa. Da licencia a mi deseo y anima mis desatinos; pero con tales padrinos como en vosotros dos veo, no saldrá mal despachado el pleito con que he venido. ATAULFO: Por señor os he tenido, de serviros me he preciado, y comprara yo ocasiones a costa de mis desvelos para serviros. PRÓSPERO: Con celos amor y imaginaciones vengo, Ataulfo, a ampararme de vuestro noble favor y de Lorena. LORENA: Señor, serviros de mí, es honrarme. PRÓSPERO: ¿A Evandra habéis convidado esta noche? LORENA: Y tarda ya. PRÓSPERO: Bruno, que en su amor está tiernamente transformado, contándome sus empleos, de suerte me encareció su hermosura, que engendró en mí, si no amor, deseos. Dióle audiencia una ventana, de mí libertad hechizo, de donde le satisfizo tan honesta y cortesana, que aunque la tiniebla oscura ver su cara me negó, su discreción confirmó en mis penas su hermosura; porque alma tan discreta, ¿quien duda que en cuerpo vive hermoso, y que la apercibe posada en todo perfeta? A ver por los ojos vengo si corresponde esta dama ¿con mis dudas y su fama. LORENA: Yo por dichosa me tengo de que hagáis esta experiencia en mi casa, y si a testigos de toda verdad amigos gustáis de dar fe en ausencia, yo os prometo que Evandra es envidia de la hermosura. ATAULFO: Y en donaire y hermosura, hija de las Gracias tres. LORENA: ¿No basta que yo la alabe, sin que vos seáis su orador? PRÓSPERO: ¿Son celos? LORENA: Celos y amor. PRÓSPERO: Es un mixto ése süave. LORENA: Y ésta, Evandra, que ha venido a sacarme verdadera.
Salen EVANDRA y LAURETA con mantos
EVANDRA: Amiga. LORENA: A quien os espera amante, habéis ofendido. ATAULFO: Y a esta casa, que sin vos todo bien juzga pequeño. EVANDRA: No echará menos su dueño ocupándola los dos. LORENA: Hablad al conde, a quien debo por vos aquesta merced. PRÓSPERO: (¡Ojos, venda os poned, Aparte no os cieguen rayos de Febo!) EVANDRA: Vueseñoría me dé sus manos. PRÓSPERO: (A ser de esposo, Aparte mil veces yo venturoso.) Una alma, Evandra, os dare, que se enamoró de oiros, y os idolatra de veros, se eterniza con quereros, y se honra con serviros. EVANDRA: A no saber yo cuán largo sois, señor, en dar favor a medida del valor, que siempre tenéis a cargo, y mis méritos indignos, o me hiciérades correr, conde, o ensoberbecer. PRÓSPERO: Si en esos ojos benignos, para Bruno, y para mí no oso decir rigurosos, pensamientos amorosos hallasen piedad, aquí dará un conde que os adora a su ventura la palma, haciéndoos, como del alma, de cuanto tiene, señora. EVANDRA: Suplico a vueseñoría que mude conversación, que afrentarme no es razón, aunque honrarme es cortesía. PRÓSPERO: La verdad, por Dios, os digo. EVANDRA: Serálo el encarecer, pero no podré creer que en ofensa de un amigo, a quien su favor admite, mientras que no desmerece cuando su casa le ofrece, su dama le solicite. PRÓSPERO: Si es Bruno, culpad su amor, pues ofendiendo el secreto, aunque amante, fue indiscreto y necio encarecedor de belleza, cuya copia materia ha dado a mi pena, pues peligra en dama ajena y deshonra en mujer propia. Yo estimaba su amistad, mas ya no será razón habiendo sido ocasión de perder mi libertad. Dejad que mi dicha ordene, aunque mi lealtad estrague. Quien tal hace, que tal pague; quien tal paga, que tal pene. EVANDRA: Yo, Conde, soy diferente de opinion, que es rigor grave que Bruno me alabe, olvidándole le afrente; y quiero que sea testigo de mi amor la noble llama; que sé hacer más firme dama que vos, Conde, fiel amigo. ATAULFO: Ahorremos de intercesiones, Lorena, que lo mejor entre pendencias de amor es ofrecer ocasiones. El conde es noble, y merece lo que Bruno es razón pierda; su alabanza poco cuerda justo castigo le ofrece. LORENA: Quédense solos los dos, y averiguen sin testigos obligaciones de amigos y de amantes. ATAULFO: (Bien, por Dios. Aparte Las luces mato, fingiendo que voy a despabilarlas.)
A PRÓSPERO
LORENA: Las ocasiones, gozarlas el que es sabio. PRÓSPERO: Ya te entiendo.
Vanse ATAULFO y LORENA, después de apagar las luces
EVANDRA: ¡Ay, cielos! Conde ¿qué es esto? PRÓSPERO: Fuerza, Evandra, de mi amor. EVANDRA: Ataulfo, ¿vos traidor? ¿Vos, conde, tan descompuesto? ¿Tú, Lorena, desleal? Soltad, conde; soltad, digo; torpe amante, ruín amigo. ¡Soltad la mano! PRÓSPERO: En igual correspondencia, si pasa mi amor a lo que interesa, seréis mi esposa y condesa. Dueño seréis de mi casa. Quien os tocase la mano, oí yo que había de ser vuestro esposo, y sois mujer noble y firme, no hagáis vano juramento en que me va la vida. La mano os toco; yo os adoro. Yo estoy loco. EVANDRA: Basta, conde, basta ya.
Salen ATAULFO y LORENA con luces
ATAULFO: Bruno, Próspero, está en casa; sosegaos y componeos. PRÓSPERO: ¡Ay, amorosos deseos! ¿Qué hará un alma que se abrasa?
Salen BRUNO y MARCIÓN
BRUNO: Por la mano me ganáis, señor conde. PRÓSPERO: Por la mano que pierdo, la mano gano. BRUNO: ¡Qué solícito me honráis! MARCIÓN: Ya yo he mudado de pelo. ¿No me ves en otro traje, Laureta? LAURETA: ¿Es lacayo o paje? MARCIÓN: Laquipaje, ¡vive el cielo! No hay caballos que curar; mientras se compra un morcillo, a fuer de obispo de anillo, soy lacayo titular. BRUNO: Turbada, mi Evandra, estáis. EVANDRA: Ocasión debe de haber. BRUNO: Mis desdichas deben ser. EVANDRA: Es, sin duda. BRUNO: Vos bastáis a aliviarlas y el favor que por el conde consigo. EVANDRA: Tenéis en él un amigo de notable ley y amor. LORENA: Remitid cosas de amores para después, y juguemos un rato. EVANDRA: ¿A qué? LORENA: Bien podremos pasar jugando a las flores horas que pasadas son por el calor. PRÓSPERO: (Niño astuto, Aparte en flor estáis; dadme fruto, que no hay bien sin posesión.) BRUNO: Sentémonos, pues, si el conde gusta de nuestros floreos.
Siéntanse y sacan una cesta de flores
PRÓSPERO: Si a flores de mis deseos igual fruto corresponde, poco va de juego a fuego. Jugando pienso abrasarme. LORENA: Tome el conde. LAURETA: ¿Y no ha de darme también flores? MARCIÓN: Ya llego a entregarte la más bella, y más olorosa flor, porque sospecha mi amor, Laureta, que estás sin ella. LAURETA: Miente el pajilacayazo. MARCIÓN: Esta hoja en su lugar lleva, y taparáste como Eva con la hoja de un lampazo. LAURETA: Ésta es ortiga. MARCIÓN: Perdona si te he venido a picar, porque así pienso pagar el "agua va," socarrona. PRÓSPERO: Este clavel me ha cabido. ATAULFO: ¿A qué dama se le dáis? PRÓSPERO: Donde vos, Evandra, estáis, fuera mi amor sin sentido, si duraron mis cuidados de dárosle en esta empresa. LORENA: El cielo os haga condesa. ATAULFO: Dios os haga bien casados.
Levántase y quítale la flor
LORENA: Evandra y el conde vivan. ATAULFO: Para en uno son los dos. BRUNO: ¿Qué es eso, Próspero? Vos, en quien mis honras estriban, ¿consentis que os intitulen esposo de quien adoro? MARCIÓN: (¡Por Dios, que han soltado el toro!) Aparte BRUNO: No es bien que se disimulen mis agravios. Con la espada pienso deshacer traidores engaños, que cifran flores contra una amistad quebrada. PRÓSPERO: Bruno, advertid que conmigo no es justo que compitáis, BRUNO: ¿Fe rompéis y flores dáis? ¿Vos sois noble? ¿Vos amigo? PRÓSPERO: Soy noble, y por eso os dejo; soy digno merecedor de Evandra, y es mi valor tal, si no mudáis consejo, que os obligará a dejar prenda que no merecéis. BRUNO: ¿Cómo celos, si esto veis, no me procuráis vengar? ATAULFO: Bruno, en aquesta ocasión, temed la airada venganza del conde. BRUNO: (Presto me alcanza, Aparte padre, vuestra maldición. Ya el amigo en quien fié la prenda de más estima, me usurpa. MARCIÓN: (Al conde se arrima Aparte todo hombre. Lo mismo haré.) ¡Viva quien vence! ATAULFO: Dejad, Bruno, locas competencias, y veréis las experiencias que obligan a mi amistad a este lado contra vos. LORENA: Bruno, a Evandra el conde adora. MARCIÓN: Bruno, disimula agora, que eres uno, y ellos dos. BRUNO: Ingrata, ¿así corresponde tu amor mudable a seis años de penas? ATAULFO: Los desengaños juzguen si es mejor un conde de quien Evandra sea esposa, que no un pobre caballero. BRUNO: ¿Muda estás, crüel? Ya infiero que consientes engañosa. EVANDRA: ¡Cielos! ¿Hay tal confusión? MARCIÓN: Ella es una buena lanza, fuego azul. BRUNO: (Presto me alcanza, Aparte padre, vuestra maldición.)
Sale el TÍO de Evandra
TÍO: ¿Qué alboroto desatina la vecindad de este modo? MARCIÓN: (¿Mas que viene el barrio todo?) Aparte TÍO: Tenéos, ¿qué es esto, sobrina? BRUNO: Bruno, ¿qué es esto? Pasiones del amor y la amistad son contra la deslealtad sobre las jurisdicciones. PRÓSPERO: Parte sois de esta causa, pues sois tio, Artemio noble, de mi Evandra bella, y juez habéis de ser, que de vos fío, la sentencia en favor de mi querella. Vendióse Bruno por amigo mío; pero interés de Amor, ¿qué no atropella, si es mercader que en ferias de amistades amigos vende y compra voluntades? A vuestra Evandra amaba, hermoso objeto de mi ventura, y fue correspondido seis anos, aunque a costa del respeto que a sus letras y padres ha perdido. Desheredóle en fin, forzoso efeto de un hijo inobediente y atrevido. Contóme sus desgracias y pobreza, a que acudió piadosa mi largueza; encarecióme tanto la hermosura de su dama; juntó merecimientos, nobleza, discreción, gracia y cordura, que despertó en mí nuevos pensamientos. Quien a su dama alaba, ¿qué procura? ¿De qué sirven, decí, encarecimientos, que aun dentro el alma los amantes sabios recelan, cuanto y más rompiendo labios? ¿Quién alabó el manjar al deseoso que no se lo quitase de las manos? ¿El tesoro al corsario; al ambicioso la privanza de reyes y tiranos? ¿La empresa de valor al generoso, joya a mujer y gala a cortesano, ni dama a amigo, que aunque más lo fuese, su posesion a riesgo no pusiese? Vi su belleza; fue mi amor testigo de lo que puede la alabanza ajena. Juzgad si es bien que niegue por mi amigo mi gloria propia a costa de mi pena. Sírvale su alabanza de castigo, pues su lengua habladora te condena, y Evandra, pues su mano besé, hermosa, su juramento cumpla y sea mi esposa. TÍO: La ventura, conde ilustre, que dais a nuestro linaje, al ciego Amor agradezco, si niño, con vos gigante. Evandra, si hermosa, es cuerda, y si elección de vos hace, premiando su discreción, dará valor a su sangre. No hay duda, que os anteponga olvidando mocedades a Bruno, pues tal esposo adquiere por tal amante. Y cuando necia resista, yo que en lugar de su padre quedo con nombre de tío, os la ofrezco de mi parte. Cumplid, Bruno, mandamientos tan dignos de respetarse, y maldiciones temed, siendo justas, que os alcancen. Las letras que profesáis seguid, pues sois estudiante, y estudiad de hoy más por ellas a callar, que es ignorante quien antes de poseer alaba prendas de nadie, que dineros y hermosuras siempre suelen codiciarse. Dale Evandra, al conde el sí con la mano. LORENA: Amiga, baste la resistencia que has hecho, porque condesa te llames. Perdióte por hablador quien no supo conservarte. Fue necio; el conde, cuerdo. Quien tal hace, que tal pague. ATAULFO: ¡Cuánto es mejor para esposo quien sólo de oír nombrarte te amó, que quien por hablar conservar su amor no sabe! Bruno es pobre, el conde rico, las maldiciones de un padre es fuerza que participes cuando con Bruno te cases. Amor es fuego y sin oro será fuerza que se apague, que es la leña que le aumenta. Méritos del conde sabes; escarmiente Bruno en tí, y si, ame otra vez, no alabe bellezas que perder puede. Quien tal hace, que tal pague. LAURETA: Si se ha de tomar mi voto, danos señor que nos mande rico y noble, que se muere entre pobres amor de hambre. Agarra una señoría, visita esposas de grandes, llévente en silla a la iglesia y en carroza por las calles. Quédese Bruno por bruto, y pues es pobre, eche un guante, que si por hablar te pierde. Quien tal hace, que tal pague. EVANDRA: Pues todos me aconsejáis lo que también puede estarme, y Bruno por hablador es digno de castigarle, con la mano doy el alma a Próspero, cuerdo amante; que ya de derecho es suya, si palabras satisfacen. No será bien que por mí, Bruno, pierdas calidades, como tu padre me dijo su ponderado linaje. A tu sotana te vuelve, deja galas arrogantes, cursa escuelas, mira libros, no eres pobre, mucho sabes. Restituye plumas leves con que ligero volaste desde el sombrero al papel, que pueden eternizarte, y a un padre restitüido, cuando obediente le agrades. Dios te haga un gran letrado, como te hizo un necio amante.
Vanse todos menos BRUNO y MARCIÓN
MARCIÓN: ¡Pardiós, señor, que nos dejan de paticas en la calle! Tú sin dama, yo sin moza; yo sin blanca, y tú sin padre. ¿Qué diablos hemos de hacer? Si admitir consejos sabes como perder ocasiones, lo que puedo aconsejarte es que del pródigo imites el remedio, y cuando guardes a los cerdos de su historia harás la segunda parte; que yo me voy a cumplir maldiciones de mi madre, que me dijo, "Yo te vea, plegue a Dios, ventero o fraile." A lo primero me acojo. Qquédate a Dios que te guarde, que pues alabaste de necio. Quien tal hace, que tal pague.
Vase MARCIÓN
BRUNO: Quien maldiciones no teme, razón será que le alcancen; quien en amigos confía, bien merece que le engañen, quien guarda en cofres de vidro tesoros que han de quebrarse, siembra arena, funda en viento, fía en juegos, carga en naves, cuando sus pérdidas sienta, ni se queje, ni se aparte; porque amigos y mujeres vidros son, que no diamantes. ¡Oh, desengaños del mundo! Cúrenme vuestras verdades, pues experimento en mí el desengaño más grande. ¿Con qué ojos podré volver a los ojos de mi padre, que no los ciegue mi afrenta, que su rigor no me ultraje? ¿Volveré a cursar escuelas? No, que aunque puedan honrarme, mientras viviere he de ser, si desdichado constante. Pues ni en letras, ni en amores tuve dicha, condenarme quiero a la guerra, castigo de vicios y mocedades. Adios, patria; adios, amores; adios, amigos mudables; crüel padre, casa ingrata; mujeres interesables, que si hazañas dan ventura, hoy tengo de aventurarme, y dejar ejemplo en mí del desengaño más grande.

FIN DEL PRIMER ACTO

El mayor desengño, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 24 Jun 2002