EL HONROSO ATREVIMIENTO

Tirso de Molina
(Gabriel Téllez)

Esta edición electrónica de EL HONROSO ATREVIMIENTO fue preparada por Vern Williamsen en 2000 para incluirse en esta colección. La edición que tomamos como base para fijar nuestro texto es la del COMEDIAS DE TIRSO DE MOLINA, II (Madrid, 1907), NBAE, tomo 9. En su torno esa edición fue basada en el manuscrito 15966 de la Biblioteca Nacional en Madrid.


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Salen LISAURO, como en su casa, HONORATO, viejo, DIÓDORO y VERINO, desenvainadas las espadas
LISAURO: Cogido nos habéis de sobresalto, y del són que venís tanto me pesa cuanto me hallo de socorro falto. HONORATO: El peligro, Lisauro, nos da priesa; siguiendo me vendrán desde Rialto mis enemigos, que tendrán la presa por cierta, y su venganza por sin duda, si no nos dais para huir ayuda. LISAURO: Acostados están todos en casa, y no os será seguro el despertallos, ni mientras el furor que tenéis pasa de Venecia os podrán sacar caballos, porque en ella la tierra es tan escasa cuanto pródigo el mar por excusallos; que es tan casero y manso aquí que fragua, cual veis, en vez de piedras, calles de agua. Mas, ¿qué ocasión la ha dado a que el consejo de vuestras canas no haya reprimido vuestro enojo, Honorato? HONORATO: Es en el viejo la ira más crüel, cuando, atrevido el mozo a su respeto, que de espejo le ha de servir, se arroja. Hame ofendido un mozo mercader; pero ¿qué importa ser hielo la vejez si el hielo corta? Averiguando cuentas Feliciano conmigo, porque aquesta señoría en Marte y en Mercurio cortesano funda la dicha de su monarquía, quiso, tras un mentís, alzar la mano; pero la mía, aunque caduca y fría, sacó la daga que en su pecho necio vengó su atrevimiento y mi desprecio. Acudieron sus deudos y parientes, y tomando por suya aquesta ofensa, sacaron armas, convocaron gentes, y la que vino fue, Lisauro, inmensa; mas Verino y DIÓDORO que, obedientes, dieron a mi valor nueva defensa y a su amor filial fama debida, vida me dieron, si les di la vida. Sacáronme en los brazos, y saltando en una de las góndolas compuestas que, en vez de coches, olas van surcando por calles de agua a su humedad opuestas, a pesar de los deudos que gritando hacían sus injurias manifiestas, doblando esquinas, con la noche escura nos trajo a vuestra casa mi ventura. Considera cuán cierta está mi muerte si no me da favor vuestra nobleza. LISAURO: Aunque el senado de la misma suerte castiga a quien ayuda la flaqueza del que huye su rigor; por ser tan fuerte la ocasión y importaros la presteza, por lo menos la vida, noble viejo, obras os quiero dar, palabras dejo. En mi góndola entrad los tres conmigo, que, con la oscuridad, de marineros vestidos, llegaremos a Rovigo, seguro asilo de sucesos fieros; en ella os dejaré, Honorato amigo, crédito en mercaderes y dineros, que la justicia ya os tendrá embargada vuestra copiosa hacienda, bien ganada. HONORATO: No es bien que tal valor, Lisauro, ofenda con agradecimientos que, prolijos, del lisonjero suelen ser la hacienda, pagando en viento beneficios fijos; si permite la ley que un padre venda en la necesidad sus mismos hijos, éstos mis hijos son, servíos con ellos, aunque no es presentároslos vendellos. VERINO: En el cielo, Lisauro amigo, espero que ocasión me dará en que satisfaga la merced que al silencio dejar quiero. DIÓDORO: Si Aristóteles dijo que no hay paga que iguale al beneficio que es primero, pues por más que un amigo después haga, siempre se queda en pie el habelle dado su amigo el beneficio adelantado, mal podremos pagar; mas quien ofrece lo que tiene, Lisauro, libre queda. LISAURO: [Tiempo habrá, amigo, aunque veis florece] mi dicha, en que cobrar de los tres pueda esta amistad que vuestra fe merece; y quiera Dios no sea en la moneda misma que os doy. HONORATO: Las almas obligamos. LISAURO: Segura es la hipoteca; vamos. TODOS: Vamos.
Vanse. Salen FILIBERTO, como justicia, LELIO y otros
FILIBERTO: No quede en toda la casa pieza que dejes sin ver.
Entran algunos dentro
LELIO: Visto los han esconder en ella. FILIBERTO: (El amor me abrasa Aparte de Fulgencia, esposa bella de Lisauro, y ha buscado mi amor con andar vendado esta ocasión para vella.) LELIO: (Los amores de Fulgencia Aparte me traen tan fuera de mí, que esta ocasión busqué aquí para gozar su presencia.) FILIBERTO: Lelio: ¿a qué has venido acá? LELIO: ¿Qué haces aquí, Filiberto? FILIBERTO: Yo he sido amigo del muerto, y su venganza me da ocasión para prender al autor de esta crueldad. LELIO: Y yo debo a su amistad tanto, que me obliga a hacer las diligencias debidas a su venganza. FILIBERTO: ¿Qué oficio de justicia tan propicio del muerto te hace que pidas su venganza? LELIO: ¿Pues tú tienes cargo acaso de prender o soltar, que a reprender de aqueste modo me vienes? FILIBERTO: El dux de Venecia es mi padre. LELIO: Yo soy tu hermano. FILIBERTO: Yo el mayor. LELIO: Y yo el que gano fama de más interés en Venecia; mas ¿qué importa el ser mayor o menor? ¿Es mayorazgo el amor que ha de heredarse? Reporta tus ímpetus, no me den ocasión que sin prudencia... FILIBERTO: Yo vengo a ver a Fulgencia. LELIO: Yo vengo a verla también. FILIBERTO: ¿Sabes que es mujer casada? LELIO: Pues ¿eres tú su marido? FILIBERTO: No; pero si aquí he venido es por que sea respetada, si está su marido ausente, de la justicia atrevida que en busca del homicida suele tratar libremente y aun sin respeto a cualquiera que se le opone, y volver por una noble mujer que fácilmente se altera es forzosa obligación de quien nobleza profesa. LELIO: ¿Qué sola la causa es ésa? FILIBERTO: Temo que la confusión de ver de noche en su casa la justicia ha de inquietarla, y así vengo a sosegarla, no porque su amor me abrasa. Por más sospechas que cobres sólo defenderla intenta mi nobleza. LELIO: Pues ¿qué cuenta tienes, Judas, con los pobres? Como jamás has tenido en aquesta casa entrada solamente dedicada al honor de su marido; como dádivas desprecia y papeles no recibe, aunque satisfecha vive de que es el dux de Venecia tu padre y sabe el poder de tu libertad liviana; como ni en calle y ventana ni en puerta la puedes ver, por más trazas que imaginas, pues, cuando en casa no está la góndola donde va lleva echadas las cortinas, ¿qué perseveras tu entrada en esta casa? FILIBERTO: Pintado te has a ti mismo, que has dado a malicia tan fundada principio, siendo su autor, porque si yo vine aquí es por defender de ti su reputación y honor; que eres mi hermano y no es justo que sufra que a tal mujer mi hermano intente ofender. LELIO: Eres un santo. Yo gusto de verte tan reformado que a mí me reformas ya; pero si el honor te da de aquella dama cuidado, salgamos los dos de aquí y quedaré satisfecho, porque lo mismo sospecho que tú sospechas de mí. La justicia hará su oficio quedando sin detrimento Fulgencia. FILIBERTO: Yo soy contento. LELIO: Vete, pues, que eso codicio. FILIBERTO: No te quedes tú aquí, pues. LELIO: ¿Yo quedarme? Ya me voy. (Luego vuelvo.) Aparte FILIBERTO: (Luego soy Aparte aquí.) LELIO: ¿Vaste? FILIBERTO: ¿No lo ves?
Vanse. Salen CANDADO, medio desnudo, con un candil y dos ALGUACILES
ALGUACIL 2: Llevadle preso si niega dónde tienen escondido al homicida atrevido. CANDADO: Señores: en la bodega pienso que está. (¿Quién me trajo Aparte a sufrir tantos enojos?) ALGUACIL 2: Vístele? CANDADO: Por estos ojos. ALGUACIL 2: ¿Qué talla tiene? CANDADO: Altibajo, aunque luengo de estatura, bermejo, barbiponiente, dos berrugas en un diente, mulato en la catadura. ALGUACIL 1: ¡Villano! ¿Disparatáis? CANDADO: ¿He de hablar verdad? ALGUACIL 1: ¿Pues no? CANDADO: Señores, mal haya yo si sé por quien pescudáis. Si alguna mujer buscáis que en mercancía se vende, y como lechuza o duende huye, ¿qué me pescudáis? No gasto esa fruta yo; otros pisen ese lodo, que yo estoy del mismo modo que mi madre me parió, tan virgen como una miel, que si en tienda, sin habella, venden carne de doncella, yo soy carne de doncel. Y con esto adiós, que tengo un sueño que reposar. ALGUACIL 2: No hay aquí disimular; llevadle preso. CANDADO: No vengo en eso; ¿por qué pecados? ALGUACIL 1: ¡Vaya! CANDADO: Señor alguacil... (¿mas que si soplo el candil Aparte que quedan descandilados?)
Sale FULGENCIA
FULGENCIA: ¿Qué alboroto es éste, cielos? ¿Lisauro, esposo, señor, vos ausente y mi temor formando tristes recelos? ¿Qué gente es ésta? ¡Ay de mí! CANDADO: La josticia es; que codicia her de nosotros josticia. FULGENCIA: ¡Cielos! ¿La justicia aquí? A Lisauro ha sucedido algún infeliz suceso. ¿Es muerto Lisauro? ¿Es preso? ALGUACIL 2: Decid: ¿dónde está escondido el homicida, señora, pues le tenéis encubierto? FULGENCIA: ¿A alguno Lisauro ha muerto? ¡Ay de mí! ALGUACIL 1: (Bien finge y llora. Aparte ¡Linda cosa!)
Sale FILIBBRTO
FILIBERTO: (Si a Fulgencia Aparte adoro, y si la ocasión favorece mi opinión, ¿cómo estoy sin su presencia? ¿Cómo vivo si es que muero, sin ella estando y sin mí? A mi hermano eché de aquí; Fulgencia es ésta; ¿qué espero?) FULGENCIA: ¡Ay, ilustre Filiberto! ¿De noche en mi casa vos sin mi bien, siendo los dos tan amigos? Él ha muerto a algún oculto enemigo envidioso del valor de Lisauro, mi señor. Poco ha que estaba conmigo con menos sosiego y gusto del que su amor me promete; pero ¿a quién hay que no inquiete la injuria de un pecho injusto? .................. [ -ós] ....................... ....................... FILIBERTO: Señora... FULGENCIA: Si os hizo Dios hijo del dux de Venecia, y suele la adversidad ser prueba de la amistad que más al amigo precia cuanto le ve en más aprieto, échase ahora de ver lo mucho que puede hacer un amigo tan discreto, que un padre tan poderoso tiene; ¿qué le pediréis al dux que de él no alcancéis por vuestro amigo y mi esposo? FILIBERTO: (Basta; que piensa Fulgencia Aparte que es Lisauro el matador que buscan; astuto Amor, hoy por vuestra diligencia mi esperanza ha de alcanzar el fin de su gusto extraño, porque con un sabio engaño a Fulgencia he de gozar.) ¡Hola! andad con Dios, que aquí, cuando el homicida esté, conmigo le llevaré preso. ALGUACIL 2: Sea, señor, así. FILIBERTO: Es noble y no es bien le lleve, Fabio, otro menos que yo. ALGUACIL 1: Comisión el dux nos dio; vos haréis lo que se debe a la justicia y mandato de vuestro padre, y así nos vamos.
Vanse los dos ALGUACILES
FILIBERTO: Yo quedo aquí: idos vos, porque el recato y secreto es de importancia. FULGENCIA: Candado, vete. CANDADO: (Por Dios Aparte que me despiden los dos; no os arriendo la ganancia, Lisauro.) Dejaros quiero el candil aquí colgado. FULGENCIA: Anda, necio. ¡Qué pesado eres siempre y qué grosero! CANDADO: Temo algunas travesuras que ofendan a mi señor, que, como es ciego el Amor, hace sus cosas a escuras. Y el dimoño es tan sotil que, cuando luz os dejara, aun sospecho que quedara la honra a moco de candil, cuanto más en tentación. FULGENCIA: Necias sospechas produces. CANDADO: Plegue a Dios no hagáis dos luces como candil de mesón. Mas ya a amanecer comienza, y con luz, aunque haya amor, no haréis nada, que el honor con luz está a la vergüenza.
Vase
FULGENCIA: Solos habemos quedado, que el deseo de saber de Lisauro pudo hacer mi honor menos recatado que acostumbra, Filiberto. Decid, ¿qué desgracia ha sido la que el cielo ha permitido por mi mal? ¿A quién ha muerto mi esposo? que pierdo el seso. FILIBERTO: (¿Qué haré yo, pobre de mí, Aparte que ha tanto que le perdí?) FULGENCIA: No dilatéis el suceso. FILIBERTO: No haré. ¿Quién duda, señora, que sabréis qué es afición, pues su tirana pasión os sale a la cara ahora? Llamaron sol al Amor por ser tan universal que no hay planta ni animal. que no goce su favor. Y si es su eficacia tanta que hasta las plantas rindió, ¿qué milagro que ame yo, pues soy hombre y no soy planta? Ama el hombre su trasunto; que tengo amor os confieso. FULGENCIA: Pues ¿qué tiene que ver eso, señor, con lo que os pregunto? FILIBERTO: Importa a la libertad de Lisauro apetecida que ame yo, porque su vida pende de mi voluntad. No está Lisauro hasta ahora muerto, preso y ofendido; que le ha guardado y servido quien os tiene amor, señora. ¿Veis lo mucho que importó el amor que en vuestro amparo y de Lisauro os declaro? Que vive él porque amo yo. FULGENCIA: Porque le amáis, es verdad, que mi esposo tendrá vida, que es una alma repartida en dos cuerpos la amistad. Y repartida en los dos, no es mucho que procuréis que él viva, que quedaréis si él muere, sin alma vos. FILIBERTO: Como vos queráis, bien cierto es que Lisauro tendrá la vida que a riesgo está, porque a un ciudadano ha muerto. Yo os amo, Fulgencia mía; ningún imposible os pido, y el premio que os he ofrecido imposibles merecía. El Dux de Venecia es mi padre, yo vuestro amante; el peligro está delante y delante el interés. Dad gusto a mi amor violento, pues con él aseguráis vuestro esposo, y nos dejáis a él con vida, a mi contento. Lisauro... FULGENCIA: Al discurso necio poned fin, vil mercader. ..................... [ -er] ¿Yo el honor en tal vil precio? Allí en las tiendas falidas, de las famas que ofendéis, vuestros gustos compraréis, que venden honras a vidas; que aquí, donde no llegó el precio de esas deshonras, con vidas se compran honras, mas vidas con honras no. Y adiós, que ese torpe intento me ofende y causa temor, porque es espejo el honor y le mancha hasta el aliento. FILIBERTO: Si no bastan cortesías para quien no las entiende, Amor es rey y no ofende. FULGENCIA: Un rey no hace tiranías. FILIBERTO: Dadme esos brazos por fuerza, que el amor es guerra ya, y cuando no se la da puede rendir una fuerza. FULGENCIA: Suelta las manos, villano. FILIBERTO: Ten de mis males clemencia.
Sale LELIO
LELIO: (Todo es muerte sin Fulgencia; Aparte mas con ella está mi hermano.) Suelta, atrevido, la mano, o soltaré a la ira el freno que tu torpe amor condeno, pues en aquesta ocasión te hallo, como el ladrón, la mano en tesoro ajeno. Suelta, que no es lazo igual el que tú amor manifiesta, porque en mano tan honesta la tuya parece mal. Si Amor con lazo inmortal nudo de almas puede hacer, Alejandro sabré ser que, contra el tuyo importuno, mostraré que todo es uno el desatar y el romper. FILIBERTO: Cansado predicador, ¿qué es lo que buscas aquí? ¿Qué me reprendes a mí siendo mi hermano menor? Tienes envidia a mi amor y cúlpasle; pero en vano, que hoy tengo que ser tirano de quien sin seso apeteces. LELIO: Venturoso Adán mil veces porque nunca tuvo hermano, y a no tener reverencia a la fama y el honor que, contra tu torpe amor, honra, villano, a Fulgencia, efectos de mi impaciencia vierais presto. FILIBERTO: Este lugar no es decente para dar a tus injurias castigo; mas sígueme. LELIO: Ya te sigo. FULGENCIA: ¡Que esto he venido a escuchar!
Vanse LELIO y FILIBERTO. Sale LISAURO
LISAURO: ¿Qué es esto? ¿Qué turbación siento en mi casa? Salido han dos personas. ¿Quién son? FULGENCIA: ¡Ay, mi bien! ¿Vienes herido? ¡Que será en mi corazón! LISAURO: ¿Yo herido, esposa querida? ¿Por qué y cómo? FULGENCIA: No encubráis lo qué me tiene afligida. ¿Cómo venís? ¿cómo estáis? Ya sé que dejáis sin vida a un hombre, y así, mi bien, escondeos y no demos lugar y venganza a quien entre dudosos extremos ofende al honor también. LISAURO: ¿Que me esconda yo? ¿Por qué? FULGENCIA: Todo lo que sucedió he sabido. LISAURO: Mi bien, ¿qué? FULGENCIA: Un hombre habéis muerto. LISAURO: ¿Yo? ¡Jesús! FULGENCIA: No sé si os dé fe, pues, por no darme disgusto disimuláis y encubrís más de lo que fuera justo. Poco os debo. LISAURO: ¿Qué decís, que jamás con tanto gusto ni tan libre de temor he estado? Salí a librar a un amigo, que el favor no le ha el noble de negar. FULGENCIA: ¿Eso es cierto? LISAURO: Sí, mi amor. FULGENCIA: Pues hanme contado a mí lo contrario. LISAURO: Pues, bien mío, si fuera verdad, decid, yo que de vos me confío, ¿negaríalo? FULGENCIA: Estuvo aquí quien con engaños, señor, ha intentado derribar los muros de vuestro honor. LISAURO: ¿Cómo? FULGENCIA: Ya fuera el callar hacer traición a mi amor. Lisauro, señor, esposo, veneciano ilustre y fuerte a quien dio el piadoso cielo mayor valor que a otros bienes. No temas, serena el rostro si de estos incendios temes la pérdida del honor que eterno mi amor conserve; veinte años ha que soy tuya, aunque me parecen breves, que amor recíproco gasta el tiempo pródigamente. Testigo eres tú, bien mío, del favor y las mercedes que yo en tu pecho recibo, que todo este amor me debes. Bien sabes que en tantos años no se ha ofrecido accidente que nuestro constante amor le divida ni le altere. Nació entre sus tiernos brazos, como de su casta fuente, Efigencia, nuestra hija, que guarde Dios como puede. LISAURO: No dilates más, señora, lo que sabes me conviene; que alargas más las sospechas que con discursos suspendes. FULGENCIA: Esta vida y esta gloria ha mudado en pena y muerte Filiberto, hijo del Dux, a quien por amigo tienes. Pasea con blandos pasos la calle, que los consiente mirando con tiernos ojos, no a mí, sino a mis paredes. Cuando lo vine a saber, temí que el descuido fuese de mi casa la ocasión para el amor que pretende; que yo siempre imaginaba que, cuando el amor se atreve. era por darle ocasión las poco cuerdas mujeres. Di luego en cerrar ventanas y establecí nuestras leyes de honestidad y recato que grandes peligros vencen. Mas él, galán y atrevido, buscó la ocasión presente de visitar hoy mi casa; la justicia y los jueces entró en ella y descubrió, con las palabras que suele un poderoso atrevido, su libre amor fácilmente. LISAURO: ¿Pretende ese caballero a mi hija, a quien ofenden, como a doncella tan noble, las palabras y papeles? ¿Quiso sacar de mi casa esa prenda de mis bienes, el mayor y más guardado, para su dichosa suerte? FULGENCIA: No, señor; porque no fuera ese amoroso accidente, si ella puede ser su esposa, digno de llamarse aleve. A mí me quiere ofender, mi amor dice que pretende, mis memorias le enamoran y mi rigor le entristece. Díjome, porque desea con sus cautelas vencerme, que a una persona muy noble diste en palacio la muerte. Ofrecióme su favor, conocido muchas veces que por precio de justicia algunas honras se venden. De lo que le respondí, mis ojos, que están presentes fueron honrosos testigos, como suelen serlo siempre. Ésta, señor, es la causa de que mi temor procede, y la turbación que el rostro con sus colores ofrece. LISAURO: Mucha más gloria recibe quien vence a sus enemigos que quien sin tenerlos vive; que ellos sirven de testigos con que su valor se escribe. Y así de vuestra victoria me resulta mayor gloria que de las paces pudiera, que entonces no se tuviera de vuestro valor memoria. De algún modo a Filiberto le quedo en obligación, pues al mundo ha descubierto con su vana pretensión el valor que en vos advierto; y así, mi esposa querida, no le he de quitar la vida por el honor que os ofrece, que la virtud resplandece al paso que es perseguida. (Esto digo, aunque en mí siento Aparte el justo enojo y pasión de su loco atrevimiento, que él por sí ya dió ocasión a mi agravio sentimiento.) FULGENCIA: Mira, mi bien, que sospecho que pones duda en mi fe, y cuando estás satisfecho, dudas, acaso, si fue de tanto valor mi pecho. LISAURO: Eso fuera ya dudar de la luz que el sol ofrece, de la inmensidad del mar y del amor que merece tu amor, mi bien, ensalzar. Yo estoy ahora ocupado en un negocio. FULGENCIA: A morir si te vas me has condenado; que nunca suele venir seguro quien sale airado. LISAURO: Luego, ¿no te fías de mí? FULGENCIA: De mis desdichas no fío. ¿Vas airado? LISAURO: Ya perdí todo el enojo. FULGENCIA: Bien mío; ¿has de volver presto? LISAURO: Sí. FULGENCIA: ¿Y qué? ¿No reñirás?? LISAURO: No. FULGENCIA: Júralo. LISAURO: Por tu hermosura. FULGENCIA: ¡Nunca te dijera yo mi desdicha! LISAURO: Está segura. FULGENCIA: No lo queda quien amó.
Vanse. Salen LELIO y FILIBERTO
FILIBERTO: Porque la obligación miro y respeto que a mi padre y señor el dux se debe, no he puesto ya mi cólera en efeto con la venganza que a furor me mueve. LELIO: Siempre el considerado y el discreto, cuando por ser cobarde no se atreve, sabe excusar mejor su cobardía pavonando el temor con cortesía. FILIBERTO: Eres menor que yo, y así no he hecho estima de tu necio enojo y ira; pero si alteras más el quieto pecho, por ti, rapaz, y por tu vida mira. LELIO: Yo buscaré ocasión que satisfecho me deje más que ahora, si retira el ver mi padre enfermo mi venganza, que si no, yo cumpliera mi esperanza.
Vase
FILIBERTO: Descomedido Amor, infame cuenta de mi sangre y valor habéis hoy dado, que mal hicisteis, voluntad exenta, en pretender gozar sabor forzado. Villano anduve; pero si violenta su fuego Amor, sus penas el cuidado, ¿quién podrá resistir su pena fiera? Gozárala yo y fuera como fuera.
Salen LISUARDO, CANDADO, DIÓDORO Y VERINO
LISAURO: Yo estimo, amigos, tanta cortesía como es razón. Adiós, que me conviene entrar en el palacio y señoría. CANDADO: Con cosquillas de celos mi aliso viene. VERINO: La merced de mi padre es propia mía, pues es mi sangre quien la estima y tiene el fruto de ella. DIÓDORO: Ya partió a Ferrara, que a fugitivos de Venecia ampara. LISAURO: Hoy acudí al peligro y al recelo de vuestro padre, y plega a Dios que sea muy próspero el suceso, y le dé el cielo lo que su casa y mi afición desea. Adiós, amigos. VERINO: Tu amistad y celo te prometo pagar siempre que vea que hay ocasión, pues no faltará alguna a quien sujeto vive a la Fortuna.
Vanse DIÓDORO y VERINO. Sale por el paño FILIBERTO
LISAURO: (Filiberto está allí, llegar deseo Aparte y no ofenderle, a prevenir mi daño.) FILIBERTO: (Paréceme que allí a Lisauro veo Aparte y le he de hablar con amoroso engaño.) CANDADO: (Ningún suceso venturoso creo Aparte que puede resultarme de este año; enfrente están los campos, soy cobarde; mejor es huír temprano que no tarde.)
Vase CANDADO
LISAURO: ¿Oh, señor Filiberto? FILIBERTO: ¡Oh, señor mío! ¿Qué se ha ofrecido en que serviros pueda, que no me ha de faltar poder y brío, y el mismo tiempo por testigo os queda? LISAURO: De vuestra noble discreción confío que a vuestra edad y mi esperanza exceda, pues con justa razón toda Venecia como a imagen del dux os ama y precia. FILIBERTO: ¿Ofrécese dineros, mercancías, cédulas, cambios, créditos, fianzas? Porque la industria y las riquezas mías cumplieron siempre honestas esperanzas, y más a vos, Lisauro, que ha mil días que pretendo ocasiones y mudanzas porque pueda ofrecérseos cosa alguna en que alentar sucesos de Fortuna. Si en casos de favor y de justicia, pretensiones o pleitos se ofreciere ocasión y lugar, ya os doy noticia cuánto el dux, mi señor, estima y quiere. (El veneno mortal de mi malicia Aparte le doy en vaso de oro, y si bebiere, que quizá beberá, y tendrá experiencia de lo que puede el interés, Fulgencia.) LISAURO: Quisiera yo, señor, que vuestro intento no fuera el que yo sé, porque pudiese estimarse ese noble ofrecimiento y ponerle el valor que mereciese; pero como adivino el pensamiento, recelo y temo que su blanco fuese no el hacerme merced, como es la muestra, sino otra alguna pretensión siniestra. Y por no atormentar con el secreto vuestro dudoso pecho y mi memoria que recelosa y mártir en efecto ya desea la muerte o la victoria, con confianza que tendréis secreto como mi honor merece y vuestra gloria, diré mi pena, mi pasión y enojos poniendo en tierra los honestos ojos. FILIBERTO: No sé qué pueda ser el accidente que con tanta retórica y colores es necesario se publique y cuente, aunque el último fin fuese de amores. LISAURO: Aunque se queja un mudo, es elocuente y transforma en palabras sus dolores; que el hijo del rey Creso, siendo mudo, rompió la voz porque callar no puda. FILIBERTO: Pensaréis vos, Lisauro, que paseo por Efigencia, vuestra hija hermosa, y que me muero de un traidor deseo de gozar su beldad de amor ociosa. LISAURO: Ojalá fuera así, que a lo que creo, aunque me honrara a mí en ser vuestra esposa igual es a la vuestra su nobleza, si bien os aventaja la riqueza. A mi esposa Fulgencia estoy muy cierto que pretendéis quitar su honor y fama; aunque no llegaréis al dulce puerto que llama dueño a quien la estima y ama. Suplícoos cortésmente, Filiberto, mate el valor vuestra imposible llama, y sin negarme la verdad, que es cierta, jamás paséis aquella honrosa puerta. FILIBERTO: Cuando yo enamorado pretendiera de esa señora el amoroso gusto, ningún respeto ni razón hubiera que atajara mi amor, que en serlo es justo. No será vuestra esposa la primera que haya tenido pensamiento injusto y que en ofensa de su noble esposo haya cumplido algún deseo amoroso. No hay que poner al mundo ley ninguna, sino guardar los ojos y el silencio y estar contento con cualquier fortuna. Pues yo la vuestra estimo y reverencio, yo no pienso escuchar quien me importuna, ni esos puntos de honor los diferencio, ni los entiendo, que por buen respeto les guardo a los casados el secreto. LISAURO: Esa respuesta es bárbara y liviana, y a no estar en palacio y señoría, yo castigara la traición tirana de quien sin honra maltrató la mía. FILIBERTO: Libre es mi voluntad, y fuerza humana no la puede torcer, como confía. Honraos de que a Fulgencia sirve y precia el hijo del dux noble de Venecia. Si yo quisiere cumpliré mi gusto, quedéis o no sin ese honor ligero, aunque mire Fulgencia más disgusto, que contra el oro no hay pechos de acero.
Sacan las espadas
LISAURO: Ya, justiciero Amor, no será justo sufrir más este agravio. FILIBERTO: ¡Ay Dios, que muero! LISAURO: Paséle el pecho, salga por la herida el alma que a mi honra fue atrevida. Dentro en palacio estoy, delito grave es el que he cometido; pero admito la muerte por la honra, que no sabe quien honras guarda recelar delito. Venecia se alborota; aquella nave partirse quiere, a nado solicito alcanzarla y huír, si no me anega. .......................... [-ega].
Vase. Salen LELIO, MARCELO y otros
LELIO: Seguid al homicida, venecianos, que al hijo del dux vuestro tiene muerto; vuestra ley y estatutos soberanos ha roto, castigad su desconcierto. ¿Será bien que se os vaya de las manos el que a las suyas deja a Filiberto la vida cara? ¿Iráse sin castigo quien del dux y la patria es enemigo? Su hermano soy, mi padre enfermo y viejo, faltándole el apoyo de su vida dará con ella en tierra siendo espejo de esta ciudad, por él tan bien regida. Si no os queréis privar de su consejo privad de libertad al homicida. ¡Muera Lisauro y su arrogancia fiera! Seguidle, que se os va. TODOS: ¡Lisauro muera! MARCELO: Sosiega, Lelio, el alterado pecho, que ya Venecia corre a la venganza del que este agravio a su senado ha hecho, y muestra que eres fuerte en la mudanza. LELIO: Tan sosegado estoy y satisfecho, Marcelo, como cierta la esperanza que tengo de gozar en el ausencia de Lisauro los brazos de Fulgencia. De las voces que doy, del sentimiento que muestro, tan segura el alma queda, que en ella viste galas de contento si por de fuera el luto galas veda. ¿Nunca has visto llorar por cumplimiento al hijo gastador que al rico hereda? Pues yo también, llorando a Filiberto, gracias ocultas doy al que le ha muerto; sin competencia, quedará por mía de Fulgencia, Marcelo, la belleza; los ruegos, amenazas y porfía derribarán, al fin, su fortaleza, su hacienda usurpará la señoría, y mujer sin marido y con pobreza ya está rendida. MARCELO: (¡Pensamiento vano!) Aparte LELIO: Si la gozo, bien muerto está mi hermano.

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

El honroso atrevimiento, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 22 Jun 2002