ACTO SEGUNDO


Salen el REY, SIGISMUNDO, ALBERTO, LISENA, FISBERTO, GASCÓN, y DIANA y don SANCHO, de novios
REY: No poco contento estoy, noble Sancho, bella Diana, pues la hermosura alemana al valor de España doy; que de tan justos amores, de tal marido y mujer, me prometo han de nacer valerosos sucesores, que honrar mi reino procuren y en la venidera edad tengan en pie la lealtad y esta corona aseguren. Y pues de la parte vuestra ya está cumplido mi gusto, de la mía será justo que dé mi largueza muestra de que soy buen pagador. Sancho, servicios os debo, dignos que al estado nuevo que gozáis, haga favor. A Sajonia me habéis dado; en ella el condado os doy de Alba Real. SANCHO: Por ti estoy a un tiempo rico y casado, gran señor. A renacer vuelvo de nuevo a esas plantas, pues mi pequeñez levantas, y das a mi dicha ser. Bien conozco cuánto agravio hace a mi bella consorte el cielo y que en esta corte esposo más mozo y sabio correspondiera a su edad; que amor que las almas mide como en las costumbres, pide en años conformidad; y en tálamo juvenil gozaran justos amores; que no vienen bien las flores del amor sino en su abril. Yo, que del estío paso y ya al otoño me allego, aunque al amoroso fuego de esta belleza me abraso, por más que la adoro tierno, temo, aunque el alma la doy, ver que en el otoño estoy, y a las puertas de mi invierno. Mas pues vuestra majestad por cuenta suya ha tomado el darme esposa y estado, y ella, aunque en tan tierna edad, por esos estorbos pasa, tengo por cierto, y es justo, que reducirá su gusto al gusto de quien nos casa. FISBERTO: Dïana, conde, es discreta, y conmigo ha consultado cuán bien dice con su estado vuestra edad sabia y discreta, respondiendo yo por ella a vuestra excusada duda; que en tal acción el ser muda hace a la novia más bella. En la juventud ha hecho el Amor prueba infalible de que es más apetecible; mas no de tanto provecho como la viril edad, medio entre extremos viciosos; pues si campos viste hermosos la joven amenidad del verano, y da en tributo las flores que un aire seca, el otoño cuerdo trueca sus flores en fértil fruto que a Ceres y a Baco alegre sin que la vejez le espante, porque a un otoño abundante se sigue un invierno alegre. Y así en el símil que toco, Dïana, que es de este acuerdo, os ama por moral cuerdo, más que por almendro loco. DIANA: Habló mi padre por mí como mi padre en efeto. En su gusto comprometo todo el del alma que os di, rindiendo al rey, mi señor, las gracias de haberme honrado; que de tal mano, tal dado, tal premio, de tal valor. REY: Pues aun no os he dado a vos ninguna cosa, condesa. DIANA: Lo que mi esposo interesa, es, gran señor, de los dos. REY: No, razón es que por él las arras pague; y ansí os llamaréis desde aquí duquesa de Florabel.
Llegan a besar la mano al REY don SANCHO, DIANA, FISBERTO y LISENA
FISBERTO: Dénos vuestra majestad los pies. REY: Lisena, ¿también llegáis vos? Pero, hacéis bien. ¿Mercedes queréis? Alzad; que de Mons la baronía para dote vuestro os doy. LISENA: A Alejandro excedes hoy.
SIGISMUNDO habla aparte a LISENA
SIGISMUNDO: ¡Ay prenda del alma mía! ¡Con qué venturoso engaño de mi padre se ríe Amor! Estorbos pone el temor en mi provecho y su daño. ¡Casando a Dïana, entiende que lo he de estar con Leonora! Que eres tú mi esposa ignora y, creyendo que me ofende, no sabe que me asegura cuando baronías te dé y que yo el varón seré, que he de gozar tu hermosura. REY: ¿Cómo, príncipe, no dais a don Sancho el parabién si de su aumento y su bien, como es razón, os holgáis? SIGISMUNDO: (Fingirme sentido quiero Aparte de que Dïana se case para que adelante pase el engaño de que espero conseguir mi alegre intento.) Vuestra majestad le ha dado por todos...aunque excusado fuera aqueste casamiento. REY: ¿Por qué ocasión? SIGISMUNDO: Yo la sé; y aunque por no alborotalle, en esta ocasión la calle, algún día la diré. SANCHO: No quiera Dios, gran señor, que si esto no corresponde a vuestro gusto... SEGISMUNDO: Andad, conde. SANCHO: ¿Qué causa a tal disfavor he dado yo? SIGISMUNDO: Bueno fuera darme cuenta a mí, si es ley que a vuestro príncipe... SANCHO: El rey nuestro señor... SIGISMUNDO: Bien pudiera el rey, mi padre... REY: ¿Qué es esto? SIGISMUNDO: Sentimientos justos son. GASCÓN: (¡Oh príncipe socarrón! Aparte ¡Miren qué mustio se ha puesto!) REY: ¿No basta ser gusto mío? SIGISMUNDO: Basta y sobra; pero... REY: Andad, y a su casa acompañad los novios, infante. El brío, príncipe, que os descompone, ya yo sé de dónde nace. Quien tan mala elección hace, y a riesgo palabras pone de su padre y rey, merece... SIGISMUNDO: ¿Puédesme dar más castigo que el que ahora usas conmigo? REY: Paso. SIGISMUNDO: Si intentas... REY: ¡Parece que los daños que prevengo, te dan causa de atreverte! Pues si eres príncipe, advierte que otros hijos sin ti tengo que me sucedan después, y que sabré a alguna alteza, cortándole la cabeza, humillarla hasta mis pies.(
Vase el REY
SIGISMUNDO: Eres padre. No ha lugar a que contra ti me ofenda.
Al irse SIGISMUNDO pasa por junto a LISENA y hablan aparte
¡Ay mi bien! LISENA: ¡Ay cara prenda! SIGISMUNDO: Todo esto es disimular. SANCHO: (No entiendo aquestas enimas.) Aparte ALBERTO: Vamos, Condes.
Hablan aparte DIANA y LISENA
DIANA: ¡Qué discreto guarda el príncipe el secreto, Lisena, que en él estimas! LISENA: Prudentemente ha fingido lo que que me case siente. FISBERTO: (Estorbé este inconveniente dando a Dïana marido. Ahora que tiene dueño, él mirará por su honor.) SANCHO: (¡Ay inconstante favor, Aparte cera al sol, tesoro en sueño! ¿Privar hoy y temer ya?) GASCÓN: (¡Gentil enredo va urdido!) Aparte SANCHO: (¡De mí el príncipe ofendido! Aparte ¡Válgame Dios! ¿Qué será?)
VANSE todos. Sale el marqués ENRIQUE
ENRIQUE: Dos meses ha que importuno y ausente, Amor, te has cansado, porque ausente y olvidado ya yo sé que todo es uno. Principios tuve dichosos que habrá deshecho la ausencia, pues siendo correspondencia los deseos amorosos que la firmeza celebra, ¿quién los fiará de mujer si en la ausencia es mercader que, en faltando el caudal, quiebra? Bien llamarte fuego intenta, Amor, quien tus llamas siente porque el fuego al que está ausente ni le abrasa ni calienta. Y al cabo de tantos días que Lisena no me vio, ¿quién duda que no dejó mi amor, ni aun cenizas frías? Mandóme que fuese el rey a ver al emperador; partí por su embajador; su gusto tuve por ley. Y habiendo en principios sido venturoso pretendiente de su amor, estando ausente, ya todo se habrá perdido; pues consintiendo en ventura el amar y el pleitear, ¿qué suerte puede esperar el que pierde coyuntura? Si otra vez mi dicha pruebo, bien sé que mi amor dirá "Pretendiente que se va, que vuelva a empezar de nuevo." Hacedlo ansí, pensamientos; que cuando halláis derribada la fábrica comenzada, en pie os quedan los cimientos.
Sale GASCÓN, sin ver a ENRIQUE
GASCÓN: ¡Brava máquina levanta sobre un engaño el Amor! Peón soy de esta labor. Cantera traigo que espanta. Al príncipe vengo a dar un recado de Lisena que es la cal de aquesta arena con quien se intenta mezclar; y temo, aunque ando a destajo, si el rey sabe este edificio, que la obra ha de hacer vicio y ha de cogerme debajo. ENRIQUE: (Éste pienso que es crïado del padre de quien adoro. Lo que sospecho e ignoro sabré de él.) Hola, hombre honrado. GASCÓN: Hombre, sí; que esotro no. ENRIQUE: ¿No sois honrado? GASCÓN: Con "hola" no, que la honra viene sola; y como "hola" me llamó, no puedo ser hombre honrado; que las "honras," como es cierto, se suelen hacer a un muerto, pero nunca a un "oleado." ENRIQUE: ¡Buen humor gastáis! GASCÓN: Por casto los malos sudé primero y a falta de otro dinero humor es sólo el que gasto. ENRIQUE: ¿No servís vos a Fisberto? GASCÓN: Inmediatamente, no: sirvo a sus caballos yo porque los pulo y concierto. ENRIQUE: ¿Sois lacayo suyo, en fin? GASCÓN: En fin, no lo quiera el cielo. Ser despensero es consuelo, que esotra plaza es ruín. Basta que hasta aquí me vea dando sus caballos ripio y ser lacayo al principio sin que al fin también lo sea. ENRIQUE: A estar en mi casa vos, yo os cumpliera ese deseo porque en vuestro trato veo donosas cosas, por Dios. No debéis de conocerme. GASCÓN: Si os saco por el olor, me vais oliendo a señor. Y si es que habéis menesterme entre discreto y bellaco os serviré de podenco para todo lo mostrenco; que por el olor lo saco. Porque nunca los señores, sino en las comedias, hablan con lacayos, si no entablan por sus medios sus amores. ENRIQUE: Vos habéis dado en lo cierto. GASCÓN: ¡Miren si lo dije yo! Si es Dïana la que os dio en las mataduras, muerto, o matado estáis en vano, porque todo su desdén paró en casarse, aunque bien, con uno, que ni es verano ni invierno. ENRIQUE: ¿Casada está? GASCÓN: Como venís de camino, en todo sois peregrino. La mano a don Sancho da de Urrea, y es ya duquesa de Florabel y Alba Real. ENRIQUE: Es don Sancho muy leal, y la sangre aragonesa que ser le dio conocida, y de reyes decendiente. GASCÓN: Si fuérades maldiciente, hiciérades de su vida otro Flos Sanctorum. ENRIQUE: Soy de don Sancho muy amigo y de sus hechos testigo. GASCÓN: Las gracias por él os doy y colijo que no estáis de Dïana enamorado pues celos no os han picado, y a su marido alabáis. ENRIQUE: Acertáis como discreto. GASCÓN: Según eso, de Lisena debéis de ser alma en pena, y que lo erráis os prometo; que aunque el gusto os alborota por las galas con que viene, dicen que más faltas tiene que seis juegos de pelota. Yo, como ladrón de casa y que hablo con las doncellas tal vez que asisten con ellas, sé lo que en aquesto pasa. Si adoráis madejas rizas de sus espurios cabellos, ajenos son los mas de ellos; trae pantorrillas postizas; tiene muchos excrementos, muchos hoyos de viruelas; hase sacado tres muelas de achaque de corrimientos. Tiene giba, bien que es poca, calza diez puntos de pie, y lo peor que de ella sé es que la olisca la boca. Y con todo eso, mil locos andan muertos por su amor, y estimaran por favor que les diera un par de mocos. Principalmente anda muerto cierto título por ella, que por casarse con ella habló a su padre Fisberto. ENRIQUE: ¿Cómo? qué decís? ¿Quién es quien se casa con Lisena? GASCÓN: (¡Picóle!) Aparte ENRIQUE: Aquesta cadena ha de ser el interés por quien me habéis de decir quién es el que se desposa. GASCÓN: (No hay cosa mas provechosa Aparte como un discreto mentir.) Ello ha de ir por aquí ya aunque entredicho me han puesto. Sabed que es el duque Arnesto el que concertado está, y el que a excusas de su padre ha hecho las escrituras. ENRIQUE: ¡Ciertas son mis desventuras! GASCÓN: Si celos son mal de madre, y vos os sentís celoso, una tostada tomá... y tras ella... ENRIQUE: Calla ya, coronista malicioso; que aunque la ausencia crüel haya podido mudarla, solamente ha de gozarla el marqués de Oberisel.
Vase ENRIQUE
GASCÓN: ¡Oste, puto! ¿El conde es éste de Oberisel? El sobrino del rey? ¡A mal tiempo vino! Paciencia el príncipe preste, si Enrique hablando a Fisberto quiere ser el desposado; que éste ama a lo declarado, y el príncipe a lo encubierto. Por disuadirle su amor, faltas en ella fingí y el picón al marqués di del nuevo competidor que con Lisena se casa. A muchas cosas me atrevo; pero todo se lo debo al príncipe; pues si pasa adelante este embeleco, se trueca en reales y escudos, Gascón, lacayo en menudos. ¿Paréceles barro el trueco?
Sale SIGISMUNDO
SIGISMUNDO: (Amor, de este laberinto, si tú la mano me das, saldré seguro.) ¿Aquí estás, Gascón? GASCÓN: Como se lo pinto. SIGISMUNDO: Quimeras dificultosas ha levantado mi amor. GASCÓN: De príncipes es, señor, intentar terribles cosas. Dïana y Lisena están en este engaño conformes y dicen que te transformes en un fingido galán de Dïana, y en nombre suyo corresponderá Lisena entreteniendo tu pena para que si el padre tuyo acaso tu amor supiere, vea que es mujer casada la dama que es de ti amada y que si casarte quiere con Leonora, no podrá impedirlo aqueste amor. Dejando a salvo su honor, licencia a aquesto te da; que a trueco de ver su hermana reinar en Bohemia, intenta tomar su amor por su cuenta y así, ya sea en la ventana, ya en papeles, ya en acciones, y sujeto de tu amor es Dïana en lo exterior, si bien en las intenciones Lisena tu gusto obligue. Será amor en tal quimera, "a ti te lo digo, nuera... " y lo demás que se sigue. SIGISMUNDO: ¡Qué de ello debo a Dïana! El cielo me favorece; premio excelente merece quien hace tan buena hermana. Fingirme su galán trato, y con debido secreto guardar el justo respeto que pide el cuerdo recato de don Sancho, que es su esposo y el vasallo más leal de Bohemia, y haré mal si vive por mí celoso. GASCÓN: A eso voy; que es cosa llana si le damos ocasión, que ha de echar el bodegón don Sancho por la ventana. Yo estoy en casa, y por mí pasará aqueste embeleco; que soy como puerto seco. Lo que la he de decir di; que aguarda como a las doce la campana el motilón. SIGISMUNDO: Esta noche mi afición quiere que la dicha goce de que hable a la ventana. Dile a mi Lisena bella que salga a las once a ella, [y] que se finja Dïana; que por ella la he de hablar. GASCÓN: Basta, que en esta quimera es Gascón la lanzadera. ¡Alto; urdir, y enmarañar!
Vanse los dos. Salen el REY y ALBERTO
ALBERTO: Luego que vio a Leonora Sigismundo y en ella el cielo mismo trasformado, trocó el primero amor por el segundo; y la infanta, que es toda amor y agrado, si tibia su descuido la tenía, desvelos dio de nuevo a su cuidado. Yo que la truje, gran señor, de Hungría y en la continuación de su presencia, veneno daba al alma cada día, no pude hacer tan fuerte resistencia que no diese esperanzas al deseo, bien que pagando costas la paciencia; pero, pues la ama Sigismundo, y veo que ella se muestra noble, agradecida a tu palabra y su amoroso empleo, de pensamientos mudaré y de vida; que no imposibles del amor escojo, ni en tus reinos la paz es bien que impida. Si me perdonas el pasado enojo y esta mano me pones en los labios, ya que a tus pies con humildad me arrojo jamás saldrá de tus consejos sabios mi debida obediencia ni, atrevidos, ofenderán tus canas mis agravios. REY: A defetos, Alberto, conocidos, siendo yo padre, no hay dudar que ofrezca abrazos por enojos, entre olvidos; que el príncipe, ya cuerdo, no aborrezca lo que tan bien le está, me satisface, y que a su amor Leonora el suyo ofrezca; pero no los extremos con que hace Sigismundo que entienda el caso poco que de lo mucho que le quiero nace. Di a Dïana a don Sancho porque, loco con desigual amor, ofensa hacía a mi palabra real; y aunque no toco otros inconvenientes que podría, basta la enemistad que ocasionaba entre Bohemia, y su vecina Hungría. Por esto, ¿es bien, cuando de ver acaba la infanta, que me dices que ya adora, y en su hermosura mi elección alaba, viendo a don Sancho con Dïana agora, en nudo conyugal e igualdad cuerda público hacer lo que mi corte ignora? ¿El respeto es razón que así me pierda el príncipe? ¡A su padre, Sigismundo! ¡Bien su obediencia con mi amor concuerda! ALBERTO: No en tanta culpa como juzgas fundo su repentino enojo, si prudente miras la mocedad que diste al mundo. Vio a su dama casada de repente, llegando en tal suceso descuidado; quísola bien; no sale fácilmente amor en muchos días arraigado. Sintiólo. ¿Qué te espantas? Ya se olvida, y el alma a su Leonora ha dedicado. REY: ¿Es muy hermosa? ALBERTO: (Aquí venís nacida, Aparte mentirosa invención.) Es un retrato de Lisena. REY: ¿De quién? ALBERTO: No vi en mi vida en el cuerpo, en la cara, y en el trato dos símiles tan grandes. Esto es cierto. La verdad verás presto que te trato. REY: ¿De Lisena, la hija de Fisberto? ALBERTO: Ésa es otra Leonora, otra belleza, y un "tanto monta" suyo. REY: Suele, Alberto, de cuando en cuando hacer naturaleza, aunque es en varïar tan admirable, igual conformidad de su destreza. No es el primero ejemplo--aunque es notable-- el que has visto en Leonora y en Lisena. Siempre la semejanza ha sido amable. Pero ¿cómo la infanta entrar no ordena en mi corte? ALBERTO: De industria lo dilata; que su hermano, señor, la trae con pena. Vladislao, a quien la suerte ingrata en lo último tiene de la vida, antes que el tiempo el oro trueque en plata, es la ocasión que de su boda impida las fiestas que la aprestas, por agora, porque quiere que en todo sea cumplida. Si muere Vladislao, y triste llora su joven falta, cuando el reino hereda, ¿cómo podrá gozar fiestas Leonora? REY: Es la infanta muy cuerda. Tiempo queda en que heredando el reino, que ya es cierto, con sus bodas mi corte alegrar pueda. Iréla a visitar mañana, Alberto, por ver lo que a Lisena se parece. ALBERTO: Y está puesto en razón. REY: Saldré encubierto.
ALBERTO mira adentro
ALBERTO: El príncipe es aquéste. REY: Pues se ofrece a tan buena ocasión, hablarle a solas pretendo. Véte, infante. ALBERTO: (Alegre crece Aparte mi tímida esperanza entre tus olas, Amor, piélago inmenso. Dame ayuda pues sigo las banderas que enarbolas. No mudes tu bonanza. Si se muda el mar que con borrascas se levanta, el viento en popa de tu gracia acuda. La infanta quiero, Amor; dame la infanta.)
Vase ALBERTO. Sale SIGISMUNDO, por una puerta, y don SANCHO por otra, y quédese viendo al REY hablar con el príncipe SEGISMUNDO
SANCHO: (El príncipe se ha indignado Aparte porque de Dïana soy dueño, y aunque de ella amado, si fe, sospechas, os doy armas daré a mi cuidado. Mas el rey está con él. A darle satisfacción venía... sospecha crüel, dejad mi imaginación; que alteráis su quietud fiel. No revolváis tantas cosas, todas contra mi sosiego; que si pasiones celosas de amor alteran el fuego, mis penas serán forzosas. Oír quiero lo que tratan. REY: Príncipe, si a libertades que descompuestas maltratan las reales autoridades y de amor las llamas matan, hubiera de dar castigo, mi enojo experimentaras, no hijo, sino enemigo, tanto que otra vez no osaras descomponerte conmigo. Mas soy tu padre, y así templo leyes del rigor, que me inclinan contra ti porque está embotando Amor hilos que al enojo di. Hámele en parte templado el haberme dicho Alberto que de opinión has mudado, y si, como afirma, es cierto que a Leonora el alma has dado y dejando otras quimeras, hacer mi gusto codicias, trocando burlas en veras, yo te perdono, en albricias de que ya a la infanta quieras. SIGISMUNDO: No puedo negar, señor, que cuando en Dïana vi menospreciado el amor que la he tenido... SANCHO: (¡Ay de mí! Aparte ¿Qué oís, combatido honor?) SIGISMUNDO: Sin consultar la prudencia que justos respetos mira, ofendí tu real presencia dando ocasión a tu ira mi alterada inadvertencia. Mas lo que mi dicha gana conozco y que se mejora mi elección, hasta aquí vana, pues restauro con Leonora lo que perdí con Dïana. REY: No con eso satisfecho das sosiego a mi cuidado. Experiencia larga he hecho que de un amor arraigado reliquias conserva el pecho. Nunca sale de raíz una pasión encendida; que en el hombre más feliz, aunque se sane la herida, se queda la cicatriz. Solo en ti no ha de haber tal; porque tu amorosa pena ha de ser--o haráslo mal-- como quien pisa la arena para borrar la señal. Ya yo sé que de tal suerte Dïana te dio cuidado, que a no impedirlo la suerte, tú vivieras mal casado y aceleraras mi muerte. Lo que en el jardín pasó sé también, y que por poco te hallara en él, cuando entró Fisberto, y de tu amor loco los claros indicios vio. Él, con prudencia y recato, dio a su hija igual marido, y ella a ti te da en barato, pues juego su amor ha sido, este papel y retrato. Don Sancho es noble y leal; Dïana es ya su mujer. Tú tienes esposa igual; ángel de guarda ha de ser suya mi respeto real. Si contra su honor porfías y otra vez encender piensas memorias que afirmas frías, de don Sancho las ofensas, no son suyas, sino mías. Ella tiene esposo honrado, y para que no la ofendas, tu papel te da, y traslado; que pues te vuelve las prendas, su amor ha desempeñado. Si en papeles y pinturas censo su amor quiso echar y redimirle procuras, ya como censo al quitar te vuelve las escrituras. Rásgalas; que en esto fundo tu dicha, y no seas ligero; que en agravios, Sigismundo, si te perdono el primero, no sé lo que haré al segundo.
Déjale al príncipe el papel y el retrato, y vase
SIGISMUNDO: (Todo lo va haciendo Amor Aparte a medida del deseo.) SANCHO: (¡Ay sospechoso temor! Aparte ¡Qué mala información veo sustanciar contra mi honor! Jardín, retrato y papel tienen mi ventura en calma, siendo en pleito tan crüel tres enemigos del alma, y tres testigos en él. ¿Esto es, cielos, ser casado?)
Sale GASCÓN
GASCÓN: Brevemente, que me llama cierta prisa... SANCHO: (¿No es crïado Aparte de mi casa éste?) GASCÓN: ...a tu dama di, príncipe, tu recado, y responde que te espera esta noche en la ventana. Prosigue con tu quimera, y hablarás una Dïana que es tercera y es primera; Que aunque en casa hay nuevo dueño; tú eres más antiguo en ella, y estotro en tiempo pequeño, aunque tiene esposa bella, por más bello tendrá el sueño, pues no hay más blandos colchones para dormir, que los años. SIGISMUNDO: Gascón, las obligaciones pagaré de estos engaños. GASCÓN: Honrarás a los Gascones. ¿Qué es lo que metes ahí? SIGISMUNDO: El retrato y el papel, que a mi amado dueño di.
Hace que los echa en la faltriquera y cáensele al suelo
GASCÓN: Que diera en tierra por él esta máquina entendí; pero bien se ha remediado a costa de un casamiento un condado y un ducado. SIGISMUNDO: Diérale yo, Gascón, ciento, por salir de este cuidado. Vamos, que ya es tarde, y quiero vestirme de noche. GASCÓN: Y yo, que te sirvo de tercero, ¿tengo de medrar? SIGISMUNDO: ¿Pues no? GASCÓN: ¿De lacayo a caballero? ¡Bravo salto! SIGISMUNDO: Ya te vieras rico, si no me importara tanto, Gascón, que estuvieras en su casa. GASCÓN: Es cosa clara, porque a no estarlo, no hubieras logrado tanta fatiga. Si medro de aquestas trazas, por armas pondré una higa, y a sus lados dos almohazas con una letra que diga, "Para Carola." SIGISMUNDO: ¿A qué fin? GASCÓN: Háceme trampas. SIGISMUNDO: ¿Y tú las sufres? GASCÓN: No, que es ruín. Escupióme y dijo, "¡puh!" Testigo todo un jardín.
Vanse los dos
SANCHO: Qué bien, honra, os acomoda el rey, autor de mi queja, pues casándome, aun no os deja gozar el pan de la boda! Mi tragedia escuché toda. ¡Nunca el rey me diera estado, mujer, privanza y ducado! Pues si me desacredita y advierte lo que me quita, ¿qué vale lo que me ha dado? La mujer más noble y bella ¿qué valor nunca ha tenido; pues al más bajo marido le dan dineros con ella? La privanza que atropella títulos, ¿de qué interés, cielos rigurosos, es, pues en el más alto puesto para que caiga más presto, de grillos sirve a los pies? ¿De qué estima es el estado que el rey puede dar mejor? ¿Ni qué valdrá, si el honor cae por él de su estado? Honra, cuanto nos han dado, todo os incita a caer: La privanza es Lucifer que cae al paso que sube, el estado rayo en nube, torre en viento la mujer. El retrato y papel son éstos que a mis pies están. Cayéronsele, y querrán a mis pies pedir perdón. Mas no; que en esta ocasión donde su ser mi honra pierde, áspid entre la flor verde mi desventura los llama; que porque muera mi fama, sube al pecho, y el pie muerde. Casóme el rey sin mi gusto; Dïana es moza y hermosa, mi edad poco apetitosa lazo desigual e injusto; mozo el príncipe y robusto sin respetos el poder; él amante, ella mujer, y conformados los dos... Honra, sospechadlo vos; que yo no os oso ofender. En el jardín ¿no se vieron? ¿Luego es cierto? Calla, lengua; que publicarán mi mengua las paredes que te oyeron. ¡Ay cielos! Si allí estuvieron... y el príncipe gozar pudo... Al pronunciar esto, un ñudo de mi garganta es cordel; mas dígalo este papel que da fácil y habla mudo.
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"Mi padre el rey, prenda mía, me da esposa, y no sois vos, como si Amor, siendo Dios, preciase estados de Hungría." No es deidad la tiranía. Ese atributo condeno; justicia guarda el que es bueno. De Dïana soy señor. O no os llaméis dios, Amor, o no apetezcáis lo ajeno.
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"Antes que llegue este día, esta noche Amor concierta daros la posesión cierta..." ¿Qué aguardáis, sospecha fría? ¡Posesión! ¡Ay honra mía! ¡Justo temor os espanta!
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"Porque en viniendo la infanta halle cerrada la puerta." La muerte la hallará abierta, si averiguo afrenta tanta.
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"La mano os tengo de dar sin poner mi amor por obra; que no soy como el que cobra sin intención de pagar." Volved, honra, a respirar; que si contra el común uso su amor por obra no puso y vos os quedáis en pié, yo, honra, os defenderé sin que me tengáis confuso.
Lee
"Sólo os quiero asegurar que en honesto amor me fundo." Mentido habéis, Sigismundo, pues me queréis deshonrar. ¿Qué crédito os puedo dar, papel, viendo que mintió la mano que os escribió? ¿A quién creerá, aunque lo ignora, si intenta gozarla agora, que entonces no la gozó? No leo más. En conclusión, de mi sospecha haré alarde; que no hay amante que guarde palabras en la ocasión. Valientes excusas son las que este papel me enseña; pero no es señal pequeña las prendas que en contra están, que adonde prendas se dan, alguna cosa se empeña. Vos, retrato, habéis estado en su poder y su pecho y, habiendo asiento en él hecho, la posada habéis pagado. No sois vos el descartado, sino yo; que a toda ley si el Amor no guarda ley, ¿quién duda, aunque os halle aquí, que me descartará a mí, por quedarse con un rey? Esta noche se han de hablar. Ya Sigismundo previno el traje a su desatino. ¡Honor, hacer, y callar! El silencio sabe obrar; indicios he visto llanos; si a pensamientos livianos obras aplica en mi mengua Dïana, calle la lengua porque el honor todo es manos.
Vase don SANCHO. Salen DIANA y LISENA
DIANA: En fin, ¿esta noche, hermana, viene Sigismundo a hablarte? LISENA: Y el nombre tengo de hurtarte siendo sólo en él Dïana. DIANA: Provechosa es la invención. LISENA: Sí, que si a saberlo viene el rey, que sólo ojo tiene a que llegue a ejecución el casarle con Leonora, viendo que ya tú lo estás e impedirlo no podrás, cuando sepa que te adora, reparará poco o nada; pues cuando te ame y le quieras, lo que doncella impidieras no lo has de impedir casada. DIANA: Deseo tanto, te prometo, esto de verte reinar, que en fin, como ha de durar poco, y con tanto secreto, consiento en aqueste engaño, como no toque al decoro de don Sancho; que le adoro ya como si hubiera un año que por dueño le deseara. Tan señor se hizo de mí que desde que no le vi como si un siglo tardara, maldiciones echo al sol porque su curso no pasa; que en fin de noche está en casa. LISENA: Es discreto y español. Hace gran ventaja España en amar, a otras naciones; que fértil es en varones. DIANA: Don Sancho, Lisena, engaña los años con el buen gusto, la alegre conversación, la apacible condición; y yo, en fin, que de esto gusto, vivo contenta y segura sin que me inquieten desvelos; que Amor mozo, todo es celos y el mío todo es ventura. LISENA: ¡Ay qué casada tan buena! El Amor lleve adelante amor tan fino y constante. DIANA: Y porque el tuyo, Lisena, no pierda ocasión por mí, irme y dejarte pretendo. Mi honra y nombre te encomiendo. LISENA: ¿Pones más que el nombre aquí? DIANA: ¡Corre riesgo, y me da pena! Guárdamele, y no te asombre porque quien tiene mal nombre, nunca cobra fama buena.
Vanse las dos. Salen ALBERTO y SIGISMUNDO, de noche
ALBERTO: Hice al rey creer, en fin, que Lisena de la infanta era, príncipe, un retrato, y admirable semejanza. Creyólo, y determinó irla a visitar mañana a Valdefiores, en donde tendrán fin estas marañas. Leonora, que mis deseos con otros iguales paga y procura reducirlos al yugo que Amor enlaza, sabe todas estas cosas, y a cuantos tiene en su casa, porque por ellos no pierda nuestra marañosa traza, ha mandado que prosigan con este engaño y aguarda, para industriarla en el caso, que lleves allá tu dama. Comunicará con ella las acciones y palabras, que al rey tiene de decir para que no caiga en falta; y porque no se descubra esta ficción por su causa, encerrándose, no quiere que entre nadie a visitarla. Esto excusa con decir que no es razón, siendo hermana del príncipe Vladislao, cuya muerte malograda sabe ya por cosa cierta, dar a visitas entrada, divirtiendo el sentimiento, que es justo la aflija el alma. Como ha tan poco que vino y llegó tan recatada que no hay ninguno en Bohemia que le haya visto la cara, por todo el reino ha corrido esa mentirosa fama y todos creen en la corte que en Lisena se retrata. Lo que falta, hermano, agora, es que con brevedad vaya y a Leonora comunique, pues es poca la distancia, que supuesto que su padre, de la corte y de su casa ausentándose, se emplea ya en su hacienda, ya en la caza, diciendo que parte a verla y, ayudando a esto Dïana, sin dar lugar a sospechas, dulce fin tendrán tus ansias. SIGISMUNDO: Peregrino ingenio tienes. ¡Disposición extremada y a medida de mi gusto! Con Gascón haré avisarla; que no fío este secreto, aunque agora vengo a hablarla, supuesto que oyen las piedras de paredes y ventanas. Mas oye, que viene gente.
Hablan bajo los dos. Sale ENRIQUE de noche
ENRIQUE: (¿Posible es, Lisena ingrata, Aparte que en una ausencia tan corta, olvidándome, te casas? Mas es poderoso Arnesto. Un duque ¿qué no contrasta? Una ausencia ¿qué no olvida? Un interés ¿qué no alcanza? Quien no parece, perece. Ausente el fuego, no abrasa; anublado el sol, no alumbra; la ausencia es nube pesada. Comenzábate a servir; tú a quererme comenzabas; si me ausenté a los principios y lo poco casi es nada, ¿qué me quejo, qué te culpo? Maldiga Amor la embajada. El camino Amor maldiga, y al rey que de ella fue causa. Pero ¿qué gente es aquésta? Mas si el duque a Lisena ama, y es justicia Amor que ronda, mi pregunta fue excusada. Mataréle. Pero no; que si los celos me agravian, celos con celos se vengan no con desiguales armas.) ¡Ah de la calle! ¿Quién son? SIGISMUNDO: ¿Quién lo pregunta? ENRIQUE: Quien pasa desde el amor al olvido. SIGISMUNDO: ¡Extraordinaria distancia! ENRIQUE: ¡Notable! Pero vos, duque, sois ocasión de que la haya y que yo entre estos extremos experimente desgracias. SIGISMUNDO: ¿Yo soy duque? ¿Conocéisme? ENRIQUE: Disimuláis nombre y habla, duque Arnesto que, aunque a oscuras, los celos son luz del alma. Ya sé que tan adelante lográis vuestras esperanzas que Fisberto os da a Lisena y con vos honra su casa. SIGISMUNDO: (¿Cómo es esto?) Aparte ENRIQUE: Y también sé que si en la de amor guardaran antigüedades, pudiera la mía haceros ventaja. Escrituras tenéis hechas... ¡Ay cielos, quién las rasgara! En secreto os casáis, duque, celos públicos me matan. Porque vuestro padre viejo lo ignore, habéis dado traza de casaros de esta suerte; mas como nadie las guarda, las plumas con que se hicieron vuestras escrituras, andan para publicarla a voces en las alas de la faena. A ser yo celoso al uso, vuestras dichas estorbara; favores mi amor fingiera que a Lisena deshonraran. Pero no lo quiera Dios; que soy noble, y aunque ingrata ella, es espejo de honor, si ejemplo de la mudanza. A servirla comencé; principios tuve en su gracia, ausentéme, entrastes vos, y amores que no se arraigan, hiélanse con una ausencia. Casáos, Arnesto, gozadla pues que sois más venturoso; que cuando vos saquéis galas, hagáis fiestas, deis libreas, podrá ser, y Dios lo haga, que os corte funestos lutos la muerte que me amenaza. Deudo soy cercano vuestro; mas si amor deudas os paga a letra vista de gustos, y en Lisena os da libranzas, ¿qué os importará mi muerte? Pues cuando sintáis mi falta, nunca mucho costó poco. Lo más caro más se ama. Logre el cielo vuestra suerte; que yo para no estorbarla, de vos envidioso y de ella, iré a repasar desgracias.
Vase el marqués ENRIQUE
SIGISIMUNDO: Alberto, ¿no escuchas esto? ¿No oyes que a Lisena casa en secreto con el duque su padre, y que desbarata la máquina de mi amor? ¿No oyes confirmar palabras en contratos y escrituras? ALBERTO: Ya lo oigo. SIGISMUNDO: Pues ¿qué aguardas, infante? Dame la muerte. Saca aquese acero, saca este corazón, primero que el duque con esto salga. ALBERTO: No sé, por Dios, qué sospeche de estas nuevas disfrazadas sin conocer al autor ni el efecto a que se causan. El duque Arnesto es mi amigo y hasta aquí no sé que haya tenido amor, que es señal que sale luego a la cara. ¿No podrá ser que éste sea algun burlón de éstos que andan dando picones de noche y cifran su trato en gracias? SIGISMUNDO: No, hermano. Verdades son, en mi daño averiguadas todas cuantas éste ha dicho; ni las finge, ni me engaña. ALBERTO: Pues bien, cuando verdad sea, Lisena ¿está ya casada? ¿Aborrécete por dicha? SIGISMUNDO: ¡Ay Alberto! No sé. ALBERTO: Calla, y procura hacer de suerte que a ver a Leonora vaya; que si ella su intento ayuda y te desposas mañana, ¿qué celos hay que te inquieten ni qué escrituras que valgan contra consumados gustos y dichas anticipadas? SIGISMUNDO: Es ansí; mas ¿qué sé yo si su padre y la mudanza habrán hecho lo que suelen? ALBERTO: Gente siento a la ventana. Si es ella, buena señal, Sigismundo, es que te ama. SIGISMUNDO: ¿Y si viene a despedirme? ALBERTO: ¡Bueno es que te persüadas a que Lisena es tan necia que más estimación haga de un ducado que de un reino! SIGISMUNDO: No sosegaré hasta hablarla.
Sale don SANCHO, como de noche, y LISENA, a una ventana
SANCHO: (A desengaños tan ciertos Aparte y a sospechas confirmadas, ¿de qué sirve, honor, buscar tanto indicio, prueba tanta? Pero si sois juez, hacedlas; que todas son de importancia hasta cerrar el proceso, y ejecutar la venganza. ¿Si habrá el príncipe venido? Mas éste es; que quien agravia, y más en casos de honor, diligente se adelanta. La ventana está también por mi deshonra ocupada. Escuchad, silencio cuerdo; que el dar voces es infamia.) LISENA: (Hablar sentí a Sigismundo.) Aparte ¿Sois vos, Señor? SIGISMUNDO: ¿Es Dïana? LISENA: Soy, y no soy. SIGISMUNDO: Ya lo entiendo; mi amor ese enigma alcanza. SANCHO: (Sospechas, ya no hay excusa. Aparte No salieron, honor, falsas las nuevas de mis desdichas; que no mienten, si son malas.) LISENA: ¿Cómo estáis, mi bien? SIGISMUNDO: Quejoso. LISENA: ¿Por qué ocasión? SIGISMUNDO: Porque asalta mi ventura un dueño antiguo que me atormenta y os ama. SANCHO: (Como soy su esposo yo, Aparte y dueño de aquesta casa, antiguo en años y en penas, su dueño antiguo me llama.) LISENA: ¿Yo dueño antiguo y no vos? SIGISMUNDO: Sí, crüel, que me amenaza con casamientos que estorban el lograr mis esperanzas. SANCHO: (¡De mi casamiento tiene Aparte celos! ¡Nunca se enlazara mi libertad, ya cautiva, en redes que el honor matan!) LISENA: Yo no conozco otro dueño, ni mientras influya el alma vida en este corazón, como amor dentro de llamas reconoceré otro esposo, ni daré a otro amante el alma, que no fuere Sigismundo; si es querer probarme, basta. SIGISMUNDO: Luego el duque que os adora, ¿no es dueño vuestro? SANCHO: (¿Qué os falta, Aparte agravios, si a la vergüenza por las calles mi nombre anda? ¡Nunca el rey me hiciera duque!) SIGISMUNDO: Disculpas tendréis pensadas; diréis que de aquestas bodas es vuestro padre la causa. LISENA: Príncipe, yo no os entiendo; si porque ya amáis la infanta andáis mendigando excusas, no me culpéis, y gozadla; que yo me daré la muerte. SANCHO: (¡Celos le pide la ingrata!) Aparte SIGISMUNDO: Dïana, si es que a mi amor queréis dar debida paga, ocasión se ofrece. LISENA: ¿Cómo? SIGISMUNDO: Gozándoos. LISENA: ¿Cuándo? SEGISMUNDO: Mañana. LISENA: ¿Dónde? SIGISMUNDO: Yo os lo avisaré; que en la calle es ignorancia fïar secretos a piedras que tienen ecos y hablan. Estad, mi bien, prevenida y, pues no teme quien ama, no temáis inconvenientes y adiós, porque vienen hachas.
Vanse SIGISMUNDO y ALBERTO
LISENA: ¿Qué celos, cielos, son estos que mi dicha desbaratan? Aguardar quiero este aviso, y de él sabré estas marañas. ¿Qué duque es éste, que dice Sigismundo, que me llama su esposa? Confusa voy. ¡Ay noche! ¡Qué de ello engañas!
Vase LISENA
SANCHO: Fuése el príncipe, y entróse la que ocasiona mi infamia y ciega se determina quitarme el honor mañana. ¡Válgame Dios! ¡Que las leyes del mundo fundado hayan la honra en una mujer! ¡En una pluma liviana el honor de tanto peso! ¡Cielo! ¿El matrimonio ata con una tan frágil cuerda que la más fuerte es de lana? A cabo de tantos días, honra por mí conservada, con tanta industria adquirida, ilustre con tanta hazaña, ¿un pensamiento os destruye? ¿Un soplo liviano os mata? ¿Un poco de viento os quiebra? ¿Una mujer os maltrata? Mas sois de vidrio; ¿qué mucho que si os derriba una ingrata, cayendo el vidrio se quiebre, y el honor pedazos se haga? Mañana me ha de afrentar; mañana ha dado palabra de poner mi mal por obra. Corta es, honor, la distancia. Dadle la muerte. Mas ¿cómo? Si ve el vulgo mi venganza y estando hasta aquí secreto mi agravio, le saco a plaza, ¿satisfaráse ansí? No, que aunque mas le satisfagan, en público siempre queda la señal donde hubo mancha. Secretos, buscad remedios; discurrid, industria honrada. No sepa de mí ninguno cosa con que me dé en cara. No ha de haber quien imagine que una mujer alemana osó afrentar atrevida la honra y valor de España. Pues si hoy no la doy la muerte ha de afrentarme mañana; si la mato, pregonera saldrá en mi ofensa la fama. ¡Ah peligros del honor! ¡Nunca yo experimentara, a costa de mi sosiego, los daños que me amenazan!
Salen GASCÓN, con un hacha encendida
GASCÓN: Esto de aguardar señores en el patio y con un hacha hecho cofrade de luz, por Dios, que es cosa pesada.
Sale CAROLA
CAROLA: Gascón, ¿ha venido el duque? GASCÓN: ¿Quién lo pregunta? CAROLA: Quien anda buscando achaques por verte, gabacho de mis entrañas. Un siglo ha que estoy sin ti. Esto de tener en casa dueño nuevo, descomulga de los pajes las crïadas; y tú, como no me quieres por ocasiones que haya, aunque hecha un Argos me veas por corredores y salas, sin volver a mí los ojos como si yo te injuriara. Como silla de dosel te hallo siempre de espaldas. GASCÓN: Hágase allá. No me toques. CAROLA: ¡Ay traidor! ¿Ansí me tratas? Pues ¿por qué? GASCÓN: Como es-Carola, sopean muchos su ensalada. CAROLA: ¿Celitos? GASCÓN: Hágase allá; que la esconderé esta daga, si llega, en los menudillos, por lo que tiene de vaina. CAROLA: Si te he ofendido en mi vida, un rayo del cielo caiga sobre... sobre... GASCÓN: ¿Quién CAROLA: El turco. GASCÓN: Linda pieza, buena lanza, ¿qué es del listón que la di para la cruz, esta pascua, a costa de dos raciones? CAROLA: ¿Listón? GASCÓN: No estoy para gracias. CAROLA: ¿El de carne de doncella? GASCÓN: Ése mismo, mula falsa; que pierde en ella ese nombre y no quiero que le traiga. ¿Qué es de él? CAROLA: Como me sangré de un tobillo, estando mala ayer, sirvióme de cinta; y el barbero, que mal haya, dijo que eran gajes suyos, y dísele. GASCÓN: Si se sangra con barberos de palacio y listón, a fuer de dama, pique; que no pico yo vena que está tan picada por jardineros bufones. CAROLA: ¡Ay qué testimonio! GASCÓN: Vaya, y no haga caso de mí, que soy... CAROLA: ¿Qué, Gascón del alma? GASCÓN: Soy un puerco socarrado aunque ella no me socarra; un monazo de Tolú, y como seca en garganta, soy escupido. CAROLA: (¡Oxte, puto!) Aparte Gascón, ésa ha sido maula. (Soplo vivo ha andado aquí.) Aparte No hagas caso de palabras, borreguito de mi vida. GASCÓN: ¡Vive Dios...! CAROLA: No chero: encaja.
Tómale la barba a GASCÓN
GASCÓN: ¡Que me engaite aquésta ansí! CAROLA: ¡Ay, pichón...! ¡Ay qué barba! No te ofenderé otra vez, por esta bendita. GASCÓN: Basta. ¿Querrásme, mucho? CAROLA: Mu...chísimo. GASCÓN: Si tanto en el "mu" te tardas, vive Dios, que a perder me eches. ¿No ves lo que en "mu" me llamas? CAROLA: Habló el buey, y dijo "mu." SANCHO: (¡Miren cuál anda mi casa! Aparte Mas ¿qué mucho? Siempre imitan las crïadas a sus amas.)
Llegándose a GASCÓN y CAROLA
¿Qué es esto? CAROLA: Gascón, señor... GASCÓN: (Cogido nos ha en la trampa.) Aparte SANCHO: ¿Qué hacéis los dos aquí agora? GASCÓN: Que vinieses aguardaba, para alumbrarte. CAROLA: Yo vengo, como tanto te tardabas, a saber si habías venido. Mi señora me lo manda; que está llena de recelos y te espera desvelada. SANCHO: Andad, subíos allá arriba.
Vase CAROLA. GASCÓN quiere también retirarse, y don SANCHO le llama
SANCHO: Gascón. GASCÓN: ¿Señor? SANCHO: En España no se usa hablar los crïados con las doncellas de casa tan familiarmente. GASCÓN: Acá, la llaneza de Alemania todo esto, señor, permite. SANCHO: ¡Es su gente en todo llana! No estés en mi casa más. Al mayordomo id mañana; pagaráos lo que se os debe. GASCÓN: Si otra vez me vieres... SANCHO: Basta. No subáis esta escalera de aquí adelante... GASCÓN: (¡Qué extraña Aparte condición!) SANCHO: Porque en subiendo, bajaréis por la ventana. GASCÓN: (De volatín me gradúa.) Aparte
Salen DIANA y CAROLA
DIANA: Mi bien, esposo quien tarda tanto en principios de gustos, poco quiere. SANCHO: ¡Oh, mi Dïana! Todas éstas son pensiones del palacio y la privanza. Yo me enmendaré otra vez siquiera por no dar causa a que bajen a buscarme a la puerta las crïadas; que es bien estén recogidas. DIANA: Yo me doy por avisada. SANCHO: (Disimulad, cuerdo honor; Aparte vamos, discreta venganza. Sin lengua os he menester porque el prudente hace y calla.)
Vanse don SANCHO y DIANA
GASCÓN: Carola. CAROLA: ¿Qué hay? GASCÓN: Despedido soy... CAROLA: Dios le ayude.
Vase CAROLA
GASCÓN: ¡Oh, borracha! ¡Ayude! ¿Estornudo yo? ¡Medrado, por Dios, quedaba a no tener de repuesto un principazo! Bien haya el que tiene dos oficios. Ya renuncio el de las calzas.

FIN DEL ACTO SEGUNDO

El celoso prudente, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 20 Aug 2002