ACTO SEGUNDO


Salen el REY y don Diego TENORIO, el viejo
REY: ¿Qué me dices? DIEGO: Señor, la verdad digo, por esta carta estoy del caso cierto, que es de tu embajador, y de mi hermano. Halláronle en la cuadra del rey mismo con una hermosa dama del palacio. REY: ¿Qué calidad? DIEGO: Señor, es la duquesa Isabela. REY: ¿Isabela? DIEGO: Por lo menos... REY: ¡Atrevimiento temerario! ¿Y dónde ahora está? DIEGO: Señor, a vuestra alteza no he de encubrirle la verdad, anoche a Sevilla llegó con un criado. REY: Ya sabéis, Tenorio, que o estimo, y al rey informaré del caso luego, casando a ese rapaz con isabela, volviendo a su sosiego al duque Octavio, que inocente padece, y luego al punto haced que don Juan salga desterrado. DIEGO: ¿Adónde, mi señor? REY: Mi enojo vea en el detierro de Sevilla, salga a Lebrija esta noche, y agradezca sólo al merecimiento de su padre... Pero decid, don Diego, ¿qué diremos a Gonzalo de Ulloa, sin que erremos? Caséle con su hija, y no sé cómo lo puedo agora remediar. DIEGO: Pues mira, mi gran señor, ¿qué mandas que yo hago que esté bien al honor de esta señora, hija de un padre tal? REY: Un medio tomo con que absolverlo del enojo entiendo: mayordomo mayor pretendo hacerle.
Sale un criado
CRIADO: Un caballero llega de camino, y dice, señor, que es el duque Octavio. REY: ¿El duque Octavio? CRIADO: Sí, señor. REY: Sin duda que supo de don Juan el desatino, y que viene, incitado a la venganza, a pedir que le otorgue desafío. DIEGO: Mi gran señor, en tus heroicas manos está mi vida, que mi vida propria es la vida de un hijo inobediente que, aunque mozo gallardo y valeroso, y le llaman los mozos de su tiempo el Héctor de Sevilla, porque ha hecho tantas y tan extrañas mocedades. La razón puede mucho. No permitas el desafío, si es posible. REY: Basta, ya os entiendo, Tenorio, honor de padre... Entre el duque... DIEGO: Señor, dame esas plantas. ¿Cómo podré pagar mercedes tantas?
Sale el duque OCTAVIO, de camino
OCTAVIO: A esos pies, gran señor, un peregrino mísero y desterrado, ofrece el labio, juzgando por más fácil el camino en vuestra gran presencia, REY: ¡Duque Octavio! OCTAVIO: Huyendo vengo el fiero desatino de una mujer, el no pensado agravio de un caballero, que la causa ha sido de que así a vuestros pies haya venido. REY: Ya, duque Octavio, sé vuestra inocencia. Yo al rey escribiré que os restituya en vuestro estado, puesto que el ausencia que hicisteis, algún daño os atribuya. Yo os casaré en Sevilla, con licencia del rey, y con perdón y gracia suya que puesto que Isabela un ángel sea, mirando la que os doy, ha de ser fea. Comendador mayor de Calatrava es Gonzalo de Ulloa, un caballero a quien el moro por temor alaba, que siempre es el cobarde lisonjero. Éste tiene una hija, en quien bastaba en dote la virtud, que considero, después de la beldad, que es maravilla y el sol de las estrellas de Sevilla. Ésta quiero que sea vuestra esposa. OCTAVIO: Cuando yo este viaje le emprendiera a sólo eso, mi suerte era dichosa, sabiendo yo que vuestro gusto fuera. REY: Hospedaréis al duque, sin que cosa en su regalo falte. OCTAVIO: Quien espera en vos, señor, saldrá de premios lleno. Primero Alfonso sois, siendo el onceno.
Vanse el REY y don Diego TENORIO, y sale RIPIO
RIPIO: ¿Qué ha sucedido? OCTAVIO: Que he dado el trabajo recibido, conforme me ha sucedido, desde hoy por bien empleado. Hablé al rey, vióme y honróme, César con él César fui, pues vi, peleé y vencí, y ya hace que esposa tome de su mano, y se prefiere a desenojar al rey en la fulminada ley. RIPIO: Con razón el nombre adquiere de generoso en Castilla. ¿Al fin te llegó a ofrecer mujer? OCTAVIO: Sí, amigo, y mujer de Sevilla, que Sevilla da, si averiguarlo quieres, porque de oírlo te asombres, si fuertes y airosos hombres, también gallardas mujeres. Un manto tapado, un brío, donde un puro sol se esconde, si no es en Sevilla, ¿adónde se admite? El contento mío es tal que ya me consuela en mi mal.
Salen CATALINÓN y don JUAN
CATALINÓN: Señor, detente, que aquí está el duque, inocente Sagitario de Isabela, aunque mejor le diré Capricornio. JUAN: Disimula. CATALINÓN: Cuando le vende, le adula. JUAN: Como a Nápoles dejé por envïarme a llamar con tanta prisa mi rey, y como su gusto es ley, no tuve, Octavio, lugar de despedirme de vos de ningún modo. OCTAVIO: Por eso, don Juan amigo, os confieso, que hoy nos juntamos los dos en Sevilla. JUAN: ¿Quién pensara, duque, que en Sevilla os viera; para que en ella o sirviera como yo la deseara. Dejáis más, aunque es lugar Nápoles tan excelente, por Sevilla solamente se puede, amigo, dejar. OCTAVIO: Si en Nápoles os oyera, y no en la parte en que estoy, del crédito que ahora os doy sospecho que me riera. Mas, llegándola a habitar, es, por lo mucho que alcanza, corta cualquiera alabanza que a Sevilla queráis dar. ¿Quién es el que viene allí? JUAN: El que viene es el marqués de la Mota. Descortés es fuerza ser. OCTAVIO: Si de mí algo hubiereis menester, aquí espada y brazo está. CATALINÓN: (Y, si importa gozará, Aparte en su nombre otra mujer, que tiene buena opinión). OCTAVIO: De vos estoy satisfecho. CATALINÓN: Si fuere de algún provecho, señores, Catalinón, vuarcedes continuamente me hallarán para servillos. RIPIO: ¿Y dónde? CATALINÓN: En los Pajarillos, tabernáculo excelente.
Vanse OCTAVIO y RIPIO y sale el marqués de la MOTA y su CRIADO
MOTA: Todo hoy os ando buscando, y no os he podido hallar. ¿Vos, don Juan, en el lugar, y vuestro amigo penando en vuestra ausencia? JUAN: Por Dios, amigo, que me debéis esa merced que me hacéis. CATALINÓN: (Como no le entreguéis vos Aparte moza o cosa que lo valga, bien podéis fïaros de él; que, en cuanto a esto es crüel, tiene condición hidalga). JUAN: ¿Qué hay de Sevilla? MOTA: Está ya toda esta corte mudada. JUAN: ¿Mujeres? MOTA: Cosa juzgada. JUAN: ¿Inés? MOTA: A Vejel se va. JUAN: Buen lugar para vivir la que tan dama nació. MOTA: El tiempo la desterró a Vejel. JUAN: Irá a morir. ¿Constanza? MOTA: Es lástima vella lampiña de frente y ceja, llámala el portugués vieja, y ella imagina que bella. JUAN: Sí, que "velha" en portugués suena "vieja" en castellano. ¿Y Teodora? MOTA: Este verano se escapó del mal francés [por un río de sudores,] y está tan tierna y reciente que anteayer me arrojó un diente envuelto entre muchas flores. JUAN: ¿Julia, la del Candilejo? MOTA: Ya con sus afeites lucha. JUAN: ¿Véndese siempre por trucha? MOTA: Ya se da por abadejo. JUAN: ¿El barrio de Cantarranas tiene buena población? MOTA: Ranas las más de ellas son. JUAN: ¿Y viven las dos hermanas? MOTA: Y la mona de Tolú de su madre Celestina, que les enseña doctrina. JUAN: ¡Oh, vieja de Bercebú! ¿Cómo la mayor está? MOTA: Blanca, sin blanca ninguna. Tiene un santo a quien ayuna. JUAN: ¿Agora en vigilias da? MOTA: Es firme y santa mujer. JUAN: ¿Y esotra? MOTA: Mejor principio tiene; no desecha ripio. JUAN: Buen albañir quiere ser. Marqués, ¿qué hay de perros muertos? MOTA: Yo y don Pedro de Esquivel dimos anoche uno crüel, y esta noche tengo ciertos otros dos. JUAN: Iré con vos, que también recorreré ciertos nidos que dejé en huevos para los dos. ¿Qué hay de terrero? MOTA: No muero en terrero, que enterrado me tiene mayor cuidado. JUAN: ¿Cómo? MOTA: Un imposible quiero. JUAN: Pues, ¿no os corresponde? MOTA: Sí, me favorece y me estima. JUAN: ¿Quién es? MOTA: Doña Ana, mi prima, que es recién llegada aquí. JUAN: Pues, ¿dónde ha estado? MOTA: En Lisboa, con su padre en la embajada. JUAN: ¿Es hermosa? MOTA: Es extremada, porque en doña Ana de Ulloa se extremó Naturaleza. JUAN: ¿Tan bella es esa mujer? ¡Vive Dios que la he de ver! MOTA: Veréis la mayor belleza que los ojos del rey ven. JUAN: Casaos, si es tan extremada. MOTA: El rey la tiene casada y no se sabe con quién. JUAN: ¿No os favorece? MOTA: Y me escribe. CATALINÓN: (No prosigas, que te engaña Aparte el gran burlador de España). JUAN: Quien tan satisfecho vive [de su amor, ¿desdichas teme? Sacadla, solicitadla, escribidla, y engañadla, y el mundo se abrase y queme.] MOTA: Agora estoy esperando la postrer resolución. JUAN: Pues no perdáis la ocasión, que aquí os estoy aguardando. MOTA: Ya vuelvo. CATALINÓN: Señor cuadrado, o señor redondo, adiós. CRIADO: Adiós.
Vanse el marqués de la MOTA y su CRIADO
JUAN: Pues solos los dos, amigo, habemos quedado, los pasos sigue al marqués, que en el palacio se entró.
Vase CATALINÓN, habla por una reja una MUJER
MUJER: Ce, ce, ¿a quién digo? JUAN: ¿Llamó? MUJER: Pues sois prudente y cortés, y su amigo, dadle luego al marqués este papel; mirad que consiste en él de una señora el sosiego. JUAN: Digo que se lo daré, soy su amigo y caballero. MUJER: Basta, señor forastero, adiós.
Vase la MUJER
JUAN: Ya la voz se fue. ¿No parece encantamiento esto que agora ha pasado? A mí el papel ha llegado por la estafeta del viento. Sin duda que es de la dama que el marqués me ha encarecido. ¡Venturoso en esto he sido! Sevilla a voces me llama el burlador, y el mayor gusto que en mí puede haber es burlar una mujer y dejarla sin honor. ¡Vive Dios que le he de abrir, pues salí de la plazuela! Mas ¿si hubiese otra cautela? Gana me da de reír. Ya está abierto el papel, y que es suyo es cosa llana, porque aquí firma doña Ana. Dice así: "Mi padre infiel en secreto me ha casado, sin poderme resistir. No sé si podré vivir, porque la muerte me ha dado. Si estimas, como es razón mi amor y mi voluntad, y si tu amor fue verdad, muéstralo en esta ocasión. Porque veas que te estimo, ven esta noche a la puerta, que estará a las once abierta, donde tu esperanza, primo, goces, y el fin de tu amor. Traerás, mi gloria, por señas de Leonorilla y las dueñas una capa de color. Mi amor todo de ti fío, y adiós". ¡Desdichado amante! ¿Hay suceso semejante? Ya de la burla me río. Gozaréla, vive Dios, con el engaño y cautela que en Nápoles a Isabela.
Sale CATALINÓN
CATALINÓN: Ya el marqués viene. JUAN: Los dos aquesta noche tenemos qué hacer. CATALINÓN: ¿Hay engaño nuevo? JUAN: ¡Extremado! CATALINÓN: No lo apruebo. Tú pretendes que escapemos una vez, señor, burlados; que el que vive de burlar, burlado habrá de escapar [a cencerros atapados] de una vez. JUAN: ¿Predicador te vuelves, impertinente? CATALINÓN: La razón hace al valiente. JUAN: Y al cobarde hace el temor. El que se pone a servir, voluntad no ha de tener, y todo ha de ser hacer, y nada ha de ser decir. Sirviendo, jugando estás, y si quieres ganar luego, haz siempre porque en el juego quien más hace gana más. CATALINÓN: También quien [más] hace y dice pierde por la mayor parte. JUAN: Esta vez quiero avisarte porque otra vez no te avise. CATALINÓN: Digo que de aquí adelante lo que me mandes haré, y a tu lado forzaré un tigre y un elefante. Guárdese de mí un prior que si me mandas que calle, y le fuerce, he de forzalle sin réplica, mi señor.
Sale el marqués de la MOTA
JUAN: Calla, que viene el marqués. CATALINÓN: ¿Pues, ha de ser el forzado? JUAN: Para vos, marqués me han dado un recado harto cortés, por esa reja, sin ver el que me lo daba allí. Sólo en la voz conocí que me lo daba mujer. Dícete al fin, que a las doce vayas secreto a la puerta, que estará a las once abierta, donde tu esperanza goce la posesión de tu amor, y que llevases por señas de Leonorilla y las dueñas, una capa de color. MOTA: ¿Qué decís? JUAN: Que este recado de una ventana me dieron, sin ver quién. MOTA: Con él pusieron sosiego en tanto cuidado. ¡Ay, amigo, sólo en ti mi esperanza renaciera! Dame esos pies. JUAN: Considera que no está tu prima en mí. ¿Eres tú quien ha de ser quien la tiene de gozar, y me llegas a abrazar los pies? MOTA: Es tal el placer que me ha sacado de mí. ¡Oh sol, apresura el paso! JUAN: Ya el sol camina al ocaso. MOTA: Vamos, amigo, de aquí, y de noche nos pondremos; loco voy. JUAN: Bien se conoce, mas yo bien sé que a las doce harás mayores extremos. MOTA: ¡Ay, prima del alma, prima, que quieres premiar mi fe! CATALINÓN: (¡Vive Cristo que no dé Aparte una blanca por su prima!)
Vase el marqués de la MOTA, y sale don DIEGO
DIEGO: ¡Don Juan! CATALINÓN: Tu padre te llama. JUAN: ¿Qué manda vueseñoría? DIEGO: Verte más cuerdo quería, más bueno, y con mejor fama. ¿Es posible que procuras todas las horas mi muerte? JUAN: ¿Por qué vienes de esa suerte? DIEGO: Por tu trato, y tus locuras. Al fin el rey me ha mandado que te eche de la ciudad, porque está de una maldad con justa causa indignado. Que aunque me lo has encubierto, ya en Sevilla el rey lo sabe, cuyo delito es tan grave, que a decírtelo no acierto. ¿En el palacio real traición, y con un amigo? Traidor, Dios te dé el castigo que pide delito igual. Mira que aunque al parecer Dios te consiente, y aguarda, tu castigo no se tarda, y que castigo ha de haber para los que profanáis su nombre, y que es juez fuerte Dios en la muerte. JUAN: ¿En la muerte? ¿Tan largo me lo fiáis? De aquí allá hay larga jornada. DIEGO: Breve te ha de parecer. JUAN: Y la que tengo de hacer, pues a su alteza le agrada, agora, ¿es larga también? DIEGO: Hasta que el injusto agravio satisfaga el duque Octavio, y apaciguados estén en Nápoles de Isabela los sucesos que has causado, en Lebrija retirado, por tu traición y cautela, quiere el rey que estés agora, pena a tu maldad ligera. CATALINÓN: (Si el caso también supiera Aparte de la pobre pescadora, más se enojara el buen viejo). DIEGO: Pues no te venzo y castigo con cuanto hago y cuanto digo, a Dios tu castigo dejo.
Vase don DIEGO
CATALINÓN: Fuése el viejo enternecido. JUAN: Luego las lágrimas copia, condición de viejos propia, vamos, pues ha anochecido, a buscar al marqués. CATALINÓN: Vamos, y al fin gozarás su dama. JUAN: Ha de ser burla de fama. CATALINÓN: Ruego al cielo que salgamos de ella en paz. JUAN: ¡Catalinón, en fin! CATALINÓN: Y tú, señor, eres langosta de las mujeres; ¡y con público pregón! Porque de ti se guardara, cuando a noticia viniera de la que doncella fuera, fuera bien se pregonara: "Guárdense todos de un hombre, que a las mujeres engaña, y es el burlador de España". JUAN: Tú me has dado gentil nombre.
Sale el marqués de la MOTA, de noche, con MÚSICOS y pasea el tablado, y se entran cantando
MÚSICOS: "El que un bien gozar espera cuanto espera desespera". MOTA: "Como yo a mi bien gocé, nunca llegue a amanecer." JUAN: ¿Qué es esto? CATALINÓN: Música es. MOTA: Parece que habla conmigo el poeta. ¿Quién es? JUAN: Amigo. MOTA: ¿Es don Juan? JUAN: ¿Es el marqués? MOTA: ¿Quién puede ser sino yo? JUAN: Luego que la capa vi que érades vos conocí. MOTA: Cantad, pues don Juan llegó. MÚSICOS: "El que un bien gozar espera cuando espera desespera". JUAN: ¿Qué casa es la que miráis? MOTA: De don Gonzalo de Ulloa. JUAN: ¿Dónde iremos? MOTA: A Lisboa. JUAN: ¿Cómo, si en Sevilla estáis? MOTA: ¿Pues aqueso os maravilla? ¿No vive con gusto igual lo peor de Portugal en lo mejor de Sevilla? JUAN: ¿Dónde viven? MOTA: En la calle de la Sierpe, donde ves a Adán vuelto en portugués; que en aqueste amargo valle con bocados solicitan mil Evas que, aunque en bocados, en efecto son ducados con que el dinero nos quitan. CATALINÓN: Ir de noche no quisiera por esa calle crüel, pues lo que de día es miel entonces lo dan en cera. Una noche, por mi mal, la vi sobre mí vertida, y hallé que era corrompida la cera de Portugal. JUAN: Mientras a la calle vais, yo dar un perro quisiera. MOTA: Pues cerca de aquí me espera un bravo. JUAN: Si me dejáis, señor marqués, vos veréis cómo de mí no se escapa. MOTA: Vamos, y poneos mi capa para que mejor lo deis. JUAN: Bien habéis dicho; venid y me enseñaréis la casa. MOTA: Mientras el suceso pasa, la voz y el habla fingid. ¿Veis aquella celosía? JUAN: Ya la veo. MOTA: Pues llegad, y decid "Beatriz", y entrad. JUAN: ¿Qué mujer? MOTA: Rosada, y fría. CATALINÓN: Será mujer cantimplora. MOTA: En Gradas os aguardamos. JUAN: Adiós, marqués. CATALINÓN: ¿Dónde vamos? JUAN: Adonde la burla agora; ejecute. CATALINÓN: No se escapa nadie de ti. JUAN: El trueco adoro. CATALINÓN: Echaste la capa al toro. JUAN: No, el toro me echó la capa.
Vanse don JUAN y CATALINÓN
MOTA: La mujer ha de pensar que soy yo. MÚSICO: ¡Qué gentil perro! MOTA: Esto es acertar por yerro. MÚSICO: [Todo este mundo es errar, que está compuesto de errores. MOTA: El alma en las horas tengo, y en sus cuartos me prevengo para mayores favores. ¡Ay, noche espantosa y fría, para que largos los goce, corre veloz a las doce, y después no venga el día! MÚSICO: ¿Adónde guía la danza? MOTA: Cal de la Sierpe guïad. MÚSICO: ¿Qué cantaremos? MOTA: Cantad lisonjas a mi esperanza.] MÚSICOS: "El que un bien gozar espera, cuando espera desespera".
Vanse, y dice doña ANA dentro
ANA: ¡Falso, no eres el marqués! ¡Que me has engañado! JUAN: Digo que lo soy. ANA: Fiero enemigo, mientes, mientes.
Sale el comendador don GONZALO, medio desnudo, con espada y rodela
GONZALO: La voz es de doña Ana la que siento. ANA: ¿No hay quien mate este traidor, homicida de mi honor? GONZALO: ¿Hay tan grande atrevimiento? "Muerto honor" dijo, ¡ay de mí! Y es su lengua tan liviana, que aquí sirve de campana. ANA: ¡Matadle!
Salen don JUAN y CATALINÓN, con las espadas desnudas
JUAN: ¿Quién está aquí? GONZALO: La barbacana caída de la torre de ese honor que has combatido, traidor, donde era alcaide la vida. JUAN: Déjame pasar. GONZALO: ¿Pasar? ¡Por la punta de esta espada! JUAN: Morirás. GONZALO: No importa nada. JUAN: Mira que te he de matar. GONZALO: ¡Muere, traidor! JUAN: De esta suerte muero. CATALINÓN: (Si escapo [yo] de ésta, Aparte no más burlas, no más fiesta. GONZALO: ¡Ay, que me has dado la muerte! JUAN: Tú la vuda te quitaste. GONZALO: ¿De qué la vida servía? JUAN: ¡Huyamos! GONZALO: La sangre fría con el furor aumentaste. ¡Muerto soy! ¡No hay bien que aguarde! ¡Seguiráte mi furor! ¡Que es traidor, y el que es traidor es traidor porque es cobarde!
Entran muerto a don GONZALO, y sale el marqués de la MOTA y MÚSICOS
MOTA: Presto las doce darán y mucho don Juan se tarda. ¡Fiera prisión del que aguarda!
Salen don JUAN y CATALINÓN
JUAN: ¿Es el marqués? MOTA: ¿Es don Juan? JUAN: Yo soy, tomad vuestra capa. MOTA: ¿Y el perro? JUAN: Funesto ha sido; al fin, marqués, muerto ha habido. CATALINÓN: Señor, del muerto te escapa. MOTA: Burlaste, amigo, ¿qué haré? CATALINÓN: (Y [aun] a vos os ha burlado). Aparte JUAN: Cara la burla ha costado. MOTA: Yo, don Juan, lo pagaré, porque estará la mujer quejosa de mí. JUAN: Adiós, marqués. CATALINÓN: A fe que los dos mal pareja han de correr. JUAN: ¡Huyamos! CATALINÓN: Señor, no habrá águila que a mí me alcance.
Vanse don JUAN y CATALINÓN
MOTA: Vosotros os [perdéis lance,] porque quiero ir solo [ya.]
Vanse los MÚSICOS y dicen dentro
VOCES: ¿Vióse desdicha mayor, y vióse mayor desgracia? MOTA: ¡Válgame Dios! Voces oigo en la plaza del alcázar. ¿Qué puede ser a estas horas? Un hielo el pecho me arraiga. Desde aquí parece todo una Troya que se abrasa, porque tantas hachas juntas hacen gigantes de llamas. Un grande escuadrón de hachos se acerca a mí, porque anda el fuego emulando estrellas dividiéndose en escuadras. Quiero saber la ocasión.
Sale don DIEGO Tenorio, y la guarda con hachas
DIEGO: ¿Qué gente? MOTA: Gente que aguarda saber de aqueste rüido el alboroto y la causa. DIEGO: ¡Préndedlo! MOTA: ¿Prenderme a mí? DIEGO: Volved la espada a la vaina, que la mayor valentía es no tratar de las armas. MOTA: ¿Cómo al marqués de la Mota hablan ansí? DIEGO: Dad la espada, que el rey os manda prender. MOTA: ¡Vive Dios!
Sale el REY y acompañamiento
REY: En toda España no ha de caber, ni tampoco en Italia, si va a Italia. DIEGO: Señor, aquí está el marqués. MOTA: Gran señor, ¿prenderme manda? REY: Llevadle luego y ponedle la cabeza en una escarpia. ¿En mi presencia te pones? MOTA: ¡Ah, glorias de amor tiranas, siempre en el pasar ligeras como en el vivir pesadas! Bien dijo un sabio, que había entre la boca y la taza peligro; mas el enojo del rey me admira y espanta. ¿No sé por lo qué voy preso? DIEGO: ¿Quién mejor sabrá la causa que vueseñoría? MOTA: ¿Yo? DIEGO: Vamos. MOTA: Confusión extraña. REY: Fulmínesele el proceso al marqués luego, y mañana le cortarán la cabeza. Y al comendador, con cuanta solemnidad y grandeza se da a las personas sacras y reales, el entierro se haga en bronce y piedras varias: un sepulcro con un bulto le ofrezcan, donde en mosaicas labores, góticas letras den lenguas a su venganza. Y entierro, bulto y sepulcro quiero que a mi costa se haga. ¿Dónde doña Ana se fue? DIEGO: Fuése al sagrado doña Ana de mi señora la reina. REY: Ha de sentir esta falta Castilla. Tal capitán ha de llorar Calatrava.
Vanse todos. Sale BATRICIO desposado, con AMINTA, GASENO, viejo, BELISA y pastores MÚSICOS. Cantan
MÚSICOS: "Lindo sale el sol de abril, con trébol y toronjil; y, aunque le sirva de estrella, Aminta sale más bella". BATRICIO: Sobre esta alfombra florida, adonde en campos de escarcha el sol sin aliento marcha con su luz recién nacida, os sentad, pues nos convida al tálamo el sitio hermoso. AMINTA: Cantadle a mi dulce esposo favores de mil en mil. MÚSICOS: "Lindo sale el sol de abril, por trébol y toronjil; y, aunque le sirva de estrella, Aminta sale más bella." GASENO: Muy bien lo habéis solfeado. No hay más sone en los Kiries. BATRICIO: Cuando, con sus labios [tiries], [el sol al alba ha besado y su rostro nacarado] vuelve en púrpura, [las rosas] saldrán, aunque vergozosas, afrentando [este pensil.] MÚSICOS: "Lindo sale el sol de abril, por trébol y toronjil; y, aunque le sirva de estrella, Aminta sale más bella." [GASENO: Yo, Batricio, os he entregado el alma y ser en mi Aminta. BATRICIO: Por eso se baña y pinta de más colores el prado. Con deseos la he ganado, con obras le he merecido. MÚSICOS: Tal mujer y tal marido viva juntos años mil.
Cantan
"Lindo sale el sol de abril, por trébol y toronjil; y aunque le sirva de estrella, Aminta sale más bella". BATRICIO: No sale así el sol de oriente como el sol que al alba sale, que no hay sol que al sol se iguale de sus niñas y su fuente, a este sol claro y luciente que eclipsa al sol su arrebol; y ansí cantadle a mi sol motetes de mil en mil. MÚSICOS: "Lindo sale el sol de abril, por trébol y toronjil; y aunque le sirva de estrella, Aminta sale más bella". AMINTA: Batricio, yo lo agradezco; falso y lisonjero estás, mas si tus rayos me das por ti ser luna merezco. [Tú eres el sol por quien crezco,] después de salir menguante, para que al alba te cante la salva en tono sutil. MÚSICOS: "Lindo sale el sol de abril, por trébol y toronjil; y aunque le sirva de estrella, Aminta sale más bella".
Sale CATALINÓN, de camino
CATALINÓN: Señores, el desposorio huéspedes ha de tener. GASENO: A todo el mundo ha de ser este contento notorio. ¿Quién viene? CATALINÓN: Don Juan Tenorio. GASENO: ¿El viejo? CATALINÓN: Ése no es don Juan. BELISA: Será su hijo galán. BATRICIO: Téngolo por mal agüero; que galán y caballero quitan gusto, y celos dan. Pues, ¿quién noticia les dio de mis bodas? CATALINÓN: De camino pasa a Lebrija. BATRICIO: Imagino que el demonio le envió; mas ¿de qué me aflijo yo? Vengan a mis dulces bodas del mundo las gentes todas. Mas, con todo, un caballero en mis bodas... ¡Mal agüero! GASENO: Venga el Coloso de Rodas, venga el Papa, el Preste Juan, y don Alfonso el onceno con su corte, que en Gaseno ánimo y valor verán. Montes en casa hay de pan, Guadalquivides de vino, Babilonias de tocino, y entre ejércitos cobardes de aves, para que las cardes, el pollo y el palomino. Venga tan gran caballero a ser hoy en Dos Hermanas honra de estas nobles canas. BELISA: ¡El hijo del camarero mayor! BATRICIO: Todo es mal agüero para mí, pues le han de dar junto a mi esposa lugar. Aun no gozo, y ya los cielos me están condenando a celos. Amor, sufrir y callar.
Sale don JUAN Tenorio
JUAN: Pasando acaso he sabido que hay bodas en el lugar, y de ellas quise gozar, pues tan venturoso he sido. GASENO: Vueseñoría ha venido a honrarlas y engrandecellas. BATRICIO: (Yo que soy el dueño de ellas Aparte digo entre mí que vengáis en hora mala.) GASENO: ¿No dais lugar a este caballero? JUAN: Con vuestra licencia quiero sentarme aquí.
Siéntase junto a la novia
BATRICIO: Si os sentáis delante de mí, señor, seréis de aquesa manera el novio. JUAN: Cuando lo fuera no escogiera lo peor. GASENO: ¡Que es el novio! JUAN: De mi error e ignorancia perdón [pido.]
Hablan aparte CATALINÓN y don JUAN
CATALINÓN: ¡Desventurado marido! JUAN: Corrido está. CATALINÓN: No lo ignoro, mas, si tiene de ser toro, ¿qué mucho que esté corrido? No daré por su mujer, ni por su honor un cornado. (¡Desdichado tú, que has dado Aparte en manos de Lucifer!) JUAN: ¿Posible es que vengo a ser, señora, tan venturoso? ¡Envidia tengo al esposo! AMINTA: Parecéisme lisonjero. BATRICIO: (Bien dije que es mal agüero Aparte en bodas un poderoso.) [JUAN: Hermosas manos tenéis para esposa de un villano. CATALINÓN: Si al juego le dais la mano, vos la mano perderéis. BATRICIO: Celos, muerte no me deis.] GASENO: Ea, vamos a almorzar, porque pueda descansar un rato su señoría.
Tómale don JUAN la mano a la novia
JUAN: ¿Por qué la escondéis? AMINTA: ¡Es mía! GASENO: ¡Vamos! BELISA: Volved a cantar.
Hablan aparte don JUAN y CATALINÓN
JUAN: ¿Qué dices tú? CATALINÓN: ¿Yo? Que temo muerte vil de esos villanos. JUAN: ¡Buenos ojos, blancas manos! En ellos me abraso y quemo. CATALINÓN: ¡Almagrar y echar a extremo! ¡Con ésta cuatro serán! JUAN: Ven, que mirándome están. BATRICIO: (¿En mis bodas caballero? Aparte ¡Mal agüero! GASENO: Cantad. BATRICIO: (Muero.) Aparte CATALINÓN: Canten, que ellos llorarán. MÚSICOS: "Lindo sale el sol de abril, por trébol y toronjil; y, aunque le sirva de estrella, Aminta sale más bella".
Vanse todos

FIN DEL ACTO SEGUNDO

El burlador de Sevilla, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 22 Jun 2002