EL AMOR MÉDICO

Tirso de Molina (Gabriel Téllez)

Texto basado en la edición príncipe en PARTE CUARTA DE LAS COMEDIA DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA (Madrid, 1635), con el aopyo de varias ediciones más recientes de la misma obra. Fue pasado al HTML para ser presentada en esta colección por Vern Williamsen en 1997.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen doña GERÓNIMA y QUITERIA
GERÓNIMA: ¿Hay huésped más descortés? ¡Un mes en casa, al regalo y mesa de don Gonzalo, y sin saber en un mes que mujer en ella habita, o si lo sabe, que es llano, blasonar de cortesano y no hacerme una visita? ¡Jesús, Quiteria, es grosero aunque tú vuelvas por él! QUITERIA: Yo, en lo que he notado dél, perfeto le considero: la persona, un pino de oro; un alma en cualquiera acción; de alegre conversación, guardando en ella el decoro que debe a su calidad; en lo curioso un armiño, mas no afectando el aliño que afemina nuestra edad; mozo, lo que es suficiente para prendar hermosuras mas no para travesuras de edad, por poca, imprudente. Júzgole yo de treinta años. GERÓNIMA: Pinta en él la perfección que el conde de Castellón en su Cortesano. QUITERIA: Extraños humores en ti ha causado ese enojo que condeno. Ya no tendrá nada bueno, porque no te ha visitado. Si ignora que en casa hay dama, ¿qué le culpas? GERÓNIMA: No lo creas; que, aunque abonarle deseas, un mes de mesa y de cama en casa, viendo crïadas, escuderos, coche y silla, si no es que se usa en Castilla en las más autorizadas servirse los caballeros de dueñas y de doncellas, sacado habrá ya por ellas quién vive aquí. QUITERIA: Forasteros más tratan de su negocio que de tantas menudencias. GERÓNIMA: ¡Qué alegas de impertinencias! La curiosidad es ocio de obligación en discretos; que nunca están los cuidados en ellos tan ocupados que perjudiquen respetos, hijos de la cortesía, y más en casas extrañas. Porque veas que te engañas, anoche a la celosía del patio le vi bajar y para que no tuviese disculpas, porque me oyese, dije en voz alta, "Aguilar, ¿dónde dejáis a mi hermano?" Y respondióme, "Señora, iba a la Alameda agora." Entonces él, cortesano, quitó a la reja el sombrero sin extrañar el oírme. ¿Osarás ahora decirme que no peca de grosero quien sin hacer novedad de escuchar que en casa había hermana la suponía? QUITERIA: Culpa la severidad de tu hermano; ¿mas pasó sin hablarte? GERÓNIMA: Hizo un pequeño comedimiento y, risueño, en la otra cuadra se entró. QUITERIA: Es tan negro circunspecto mi señor que habrá mostrado en que no te vea cuidado, y don Gaspar tan discreto que le adivinará el gusto. ¿Mas que nunca en él te habló después que está en casa? GERÓNIMA: No; que como muestra disgusto porque no me determino en admitir persuasiones casamenteras, pasiones de hermano, a que no me inclino, le ocasionan a no hablarme dos meses ha. QUITERIA: No me espanto; haste embebecido tanto en latines que a cansarme llego yo sin que me importe, cuanto y más quien se encargó de ti desde que murió tu padre. GERÓNIMA: Yo sigo el norte de mi inclinación; ¿qué quieres?, mi señor se recreaba de oírme cuando estudiaba. ¿Siempre han de estar las mujeres sin pasar la raya estrecha de la aguja y la almohadilla? ¡Celebre alguna Sevilla que en las ciencias aprovecha! De ordinario los vasallos suelen imitar su rey en las costumbres y ley. Si da en armas y en caballos, soldados y caballeros son el sabio y ignorante; enamorados, si amante; si ambicioso, lisonjeros. Dicen que en Indias hay gente que, porque a un cacique vieron sin un diente, todos dieron luego en sacarse otro diente. La reina doña Isabel, que a tanta hazaña dio fin, empieza a estudiar latín y es su preceptora en él otra que por peregrina no hay ingenio que no asombre, tanto que olvidan su nombre y la llaman la Latina. Por esto quiero imitalla. QUITERIA: Haces bien; mas dese modo procura imitarla en todo, por mujer y por vasalla; cásate, pues se casó. GERÓNIMA: Dame tú un rey don Fernando que, a Castilla gobernando, me deje estudiar, que yo haré mis dichas iguales. El matrimonio es Argel, la mujer cautiva en él. Las artes son liberales porque hacen que libre viva a quien en ellas se emplea; ¿cómo querrás tú que sea a un tiempo libre y cautiva? QUITERIA: Yo no te sé responder, porque no sé argumentar; pero, ¿por qué ha de estudiar medicina una mujer? GERÓNIMA: Porque estimo la salud, que anda en poder de ignorantes. ¿Piensas tú que seda y guantes de curar tienen virtud? Engáñaste si lo piensas; desvelos y naturales son las partes principales que con vigilias inmensas hacen al médico sabio; por ver si a mi patria puedo aprovechar contra el miedo, que a la salud hace agravio. ¿No es lástima que examinen a un albéitar herrador, a un peraile, a un tundidor, y que antes que determinen que pratique su ejercicio aprueben su suficiencia; y la medicina, ciencia que no tiene por oficio menos que el dar o quitar la vida que tanto importa, con una asistencia corta de escuelas, un platicar dos años a la gualdrapa de un dotor en ella experto porque más hombres ha muerto, prolijo de barba y capa, en habiendo para mula luego quede gradüaut;ado antes de ser licenciado de dotor? ¿Quien no regula estos peligros no es necio? QUITERIA: Cuanto a esa parte estoy bien con lo que dices. GERÓNIMA: ¿Que den joya que no tiene precio ni se puede restaurar a un bárbaro desa suerte? QUITERIA: Y aun no dan de balde muerte, que se la hemos de pagar. Diz que que en Madrid enseñaba cierto verdugo su oficio no sé a qué aprendiz novicio y, viendo que no acertaba, puesto sobre un espantajo de paja, aquellas acciones infames de sus liciones, le echó la escalera abajo diciéndole, ["Andad, señor, y pues estáis desahuciado para oficio de hombre honrado, estudiad para dotor."] GERÓNIMA: ¡Cosa extraña que en cualquiera arte, por poco que valga, haya aprendiz que no salga con ella, echándole fuera, y que en esta no ha de haber médico que desechar, Quiteria! QUITERIA: Para matar poca ciencia es menester. Tuvo un pobre una postema, dicen que oculta en un lado, y estaba desesperado de ver la ignorante flema con que el dotor le decía, "En no yéndoos a la mano, en beber, moríos, hermano, porque ésa es hidropesía." Ordenóle una receta y cuando le llegó a dar la pluma para firmar, la mula, que era algo inquieta, asentóle la herradura --emplasto dijera yo-- en el lado y reventó la postema ya madura, con que, cesando el dolor, dijo, mirándola abierta, "En postemas más acierta la mula que su dotor." GERÓNIMA: Pues por eso determino irme tras el natural que aprenden todos tan mal, ya que en su estudio me inclino. QUITERIA: Volverás por el desprecio de los médicos ansí. GERÓNIMA: Y por el que hizo de mí nuestro forastero necio. QUITERIA: ¿Ahí tornamos? GERÓNIMA: Me ha enfadado el poco caso que ha hecho de mí. ¿Sabes qué sospecho? Que le trae tan desvelado la dama que en Madrid deja que no le dan pensamientos lugar para cumplimientos. QUITERIA: Eso agora ya es conseja; ¿qué nos faltaba si hubiera correspondencias constantes? Ya obligaciones y guantes se gastan de una manera. Amadises y Macías alambicaban celebros; y, habitando Beltenebros, libros de caballerías tienen esa calidad; que los de ahora, si lo notas, en calzándose las botas descalzan la voluntad. GERÓNIMA: Pues hagamos la experiencia. QUITERIA: ¿Cómo la habemos de hacer? GERÓNIMA: Vile anoche revolver papeles, sin advertencia de que acecharle podían. QUITERIA: ¿Por dónde? GERÓNIMA: Por el espacio de la llave. QUITERIA: ¡Qué despacio tus desvelos te tenían! GERÓNIMA: ¿Qué quieres? La privación es causa del apetito; no haberme visto es delito que ofende mi presunción. Y dije, entre mí, "Sepamos quién puede este Adonis ser que no se nos deja ver, temeroso de que aojamos." Estaba el tal en jubón, con calzones de tabí de naranjado y turquí; y con tal satisfación de sí que de cuando en cuando, Narciso de sus despojos, se andaba, todo en sus ojos, por sí mismo paseando. QUITERIA: Ya eso fue mucho notar. GERÓNIMA: Si él fuera al paso discreto que galán, yo te prometo que llevara qué soñar, porque es su disposición, por gallarda, peregrina. QUITERIA: ¿Y eso está en la medicina? GERÓNIMA: No, pero en mi inclinación. Advertí, pues, que leyendo papeles ya los doblaba, ya otra vez los repasaba; con los primeros riyendo, con los otros suspirando y, aunque no los entendí, --que los leyó para sí-- dije, "¿Riyendo y llorando? Aunque adivino en bosquejo, afectos sentís de amante; que siempre imita al semblante de quien se mira el espejo." No los leyó una vez sola; antes, para asegundar los mismos, despabilar quiso la vela y matóla, con que le forzó a acostarse y a mí, riendo, a volverme a la cama. Entretenerme pudiera a no desmandarse en mí su imaginación que, de principios pequeños apadrinándola sueños, es ya mal de corazón. Yo tengo celos, Quiteria, y he de ver, pues me maltratan, de qué estos papeles tratan. QUITERIA: ¡Qué bien medraste en la feria! ¿Dónde, pues, hemos de hallarlos? GERÓNIMA: Las navetas los tendrán de aquel contador, que están sin llaves para guardarlos. Salgamos dese cuidado. QUITERIA: Vamos, porque le asegures, y enferma para que cures la ciencia que has estudiado, que uno y otro es frenesí. GERÓNIMA: En accidentes de amor no cura bien el dotor que no cura para sí.
Vanse. Salen don GASPAR y don GONZALO, y sale también MACHADO
GONZALO: Yo sé que no habéis de echar, mientras estéis en Sevilla, menos, señor don Gaspar, pasatiempos de Castilla, que ésa es río y ésta es mar. Mucho de Toledo cuentan, donde Isabel y Fernando su corte dicen que asientan. Su Tajo arenas crïando que fama más que oro aumentan; sus pancayos cigarrales que, viéndose en sus cristales, les sirven de apretadores listones de eternas flores que visten sus pedernales. Palacios de Galïana; huerta del Rey deleitosa que tanta opilación sana; bienes de la vega hermosa, hasta en permisiones llana; membrillares y amacenas, sus riberas siempre llenas; entre frutas peregrinas; de azabache sus endrinas... MACHADO: No olvides sus berenjenas. GONZALO: ...sus aljibes siempre helados; sus damas siempre discretas; sus ingenios laureados, ya de Apolo por poetas, ya de Marte por soldados; alcázar y iglesia santa, puentes, título imperial, concilios, virtud que espanta; tanta sangre principal, tanta mitra y gente tanta. Todo eso, que es maravilla con que blasona Castilla y se ilustra mi nación, es la grandeza en borrón de nuestra Memfis Sevilla. GASPAR: No lo habéis encarecido mucho; corto habéis andado, pues un mes que la he vivido en vuestra casa hospedado, de su nobleza aplaudido, si en alabarla me fundo, zodïaco considero que es del uno y otro mundo, dividiéndose el primero por el Betis del segundo. Árbitros límites da a los dos orbes y está como raya su corriente hacia esta parte de oriente y del ocaso hacia allá. ¿Quién hay que alabarle pueda? ¡Pluguiera a Dios que el pesar que sus deleites me veda supiera en ella gozar río, Alcázar y Alameda! GONZALO: ¿Pues qué hay de nuevo? GASPAR: Este pliego que acabo de recibir para fin de mi sosiego. GONZALO: Nunca os puedo persuadir, por más que os conjuro y ruego, a que acabéis de contarme la causa que, por honrarme, de Toledo os trujo aquí. O no halláis caudal en mí de amigo para fïarme secretos o pagáis mal la amistad que me debéis. GASPAR: Si como os sobra el caudal, don Gonzalo, y conocéis que os le correspondo igual, me permitiera el respeto a hablar, yo os satisfaciera...; pero escuchad que, en efeto, no es bien, cuando amor espera morir, que guarde secreto. Serví en la imperial Toledo por inclinación a un ángel, primer móvil de los gustos, Argel de las libertades, de superior jerarquía hasta el nombre que sus padres la dieron, que fue Micaela, blasón suyo, a ser constante. Halló el favor en sus ojos entrada para burlarme; ventas las llamó un discreto donde el amor caminante tomar un refresco suele y, si anochece, apearse para proseguir después hasta el alma su viaje. Recibiéronme dos niñas entre risueñas y graves, pero de niñas y en venta quien se fía poco sabe. Hechizáronme amorosas y, cuando pasé adelante, sin alma me hallé. ¿Qué mucho que ventas y ojos engañen? ¡Qué de favores alegres a censo echaron pesares que entonces tomaba a usura y agora aprietan! No en balde dicen que el gusto y dinero en príncipes y en amantes deleitan al recibirse y congojan al pagarse. Seis meses corrió mi dicha la derrota favorable de honestas correspondencias, pero en amores y en mares la mudanza es el piloto, pues, cuando desembarcarme en la playa de Himineo pensaba, sopló un levante de celos que me volvieron al golfo, donde sin lastre de sufrimiento me llevan mis desdichas a anegarme. Fue el caso, pues, que quisieron intereses de su madre y un hermano, sin consulta de mi dama, hacer alcaide de su voluntad, ya ajena, a un caballero que en sangre, hacienda, edad, discreción, tengo, si no que envidiarle, a lo menos que temerle; permitidme que le alabe, que el valor, aunque compita, no desluce calidades. Estaba en Valencia entonces y llamáronle, ignorantes de que sin su permisión la voluntad profanase derechos de la obediencia, como si en fe de llamarse dios Amor no se eximiese de leyes universales. Hasta entonces ignoraba mi ingrata que apresurasen cautiverios de por vida diligencias tutelares y ansí, creciendo favores, fuera justo recelarme de llamas que están más cerca de su fin cuanto más arden. Registradores baldíos se ocuparon en contarles los pasos a mis deseos y, como el fuego no sabe encubrirse ni el amor, sacaron por las señales de mis afectos mis dichas. ¡Qué de daño envidias hacen! No sé cuál dellos, o todos, escribieron a don Jaime, --así se llama mi opuesto-- las razones semejantes, "Por mucho que apresuréis, llamado, pasos amantes, si elecciones se anteponen, a casaros vendréis tarde. Don Gaspar de Benavides llega a tener tanta parte en la dama que os ofrecen que hay quien se atreve a llamarle usufrutuario vuestro. Si con esto juzgáis fácil el riesgo que la honra corre, discreto sois, Dios os guarde." Iba la carta sin firma y, como en Valencia nace tan delicado el honor, imitó a sus naturales y acreditó sus renglones escribiéndole a su madre repudios y menosprecios --con celos no es cortés nadie--. Metió en el pliego el papel recibido y fue bastante en su madre a conclüir con su vida sus pesares. Estaba el hermano ausente y mi dama, que eclipsarse sintió el sol de su opinión, se persuadió, --no os espante que fue la sospecha urgente--, a que yo, por estorbarle ejecuciones violentas tan a riesgo de matarme, aquella carta había escrito y, airada de que quedase por mí su fama dudosa y su amor por inconstante, favores trocó en desdenes, desprecios vi por donaires, rigor por correspondencias, por premios severidades; no admitió satisfaciones, ni bastaron a abonarme juramentos inocentes; ¿pero quién habrá que amanse enojos en la mujer que atropella por vengarse, cuando aborrece de veras, respetos y calidades? Notificóme retiros; a mis disculpas diamante, a mis diligencias bronce, a mis sentimientos áspid. Y dando cuenta de todo a su hermano, provocarle pudo a venganzas de honor; ved de un yerro los que nacen. Yo, que desvelado siempre registraba enemistades para averiguar por ellas quién fue el autor de mi ultraje y aquella carta sin firma, una vez que por el margen del Tajo en estos discursos consultaba sus cristales, vi conversando junto a ellos dos destos que en las ciudades, sanguisuelas de las honras, sin espadas sacan sangre; censura de las doncellas, sátira de los linajes, zoilos de los ausentes, de los ingenios vejamen, destos, en fin, que mirones en los templos y en las calles, porque todo lo malician, dicen que todo lo saben. Despreciábanlos los cuerdos, temíanlos los cobardes, pero entre todos yo solo gusté singularizarme, opuesto suyo, de suerte que hallaron en mi semblante con letras de menosprecio escritas sus libertades. A esta causa siempre tuve, si no infalibles, probables sospechas de que por ellos renunció su amor don Jaime. Lleguélos a hablar entonces y, para certificarme de todo punto, troqué, cauteloso conversable, sospechas en certidumbres, porque, empezando a tratarse varios géneros de cosas, unas de risa, otras graves, los enlacé en mi suceso, deletreando en las señales de su inquieta turbación mis recelos sus verdades. Entonces, ya la irascible predominando en la sangre, les dije, "No es bien nacido, ni de hombre puede preciarse quien, con la lengua o la pluma, cuando escriba o cuando hable, desmintiéndose en aquella, firmar en esta no sabe. Carta sin firma es libelo que contra sí mismo hace quien no osa poner su nombre por confesar que es infame. El apellido es blasón que califica linajes, que diferencia sujetos, que autoriza antigüedades; quien le oculta es porque teme que por él a luz no saque, sambenitos del honor, la bajeza de sus padres. Si es infamia el desdecirse, ¿no es desdecirse el quitarle a una carta autor y firma? Dígalo el más ignorante. Claro está que, receloso de que tienen de forzarle a desmentirse a sí mismo y confesar falsedades, lo mismo que escribe niega y que en su contrario añade circunstancias de valor en todos los tribunales. Infames, pues, por escrito, hombres sin nombre, cobardes, que os menospreciáis del ser que tenéis, pues le ocultastes, lo que no firmaron plumas firme el acero y no manchen espejos de honor honestos cartas que sin firma salen." Dije, y sacando el estoque con la razón de mi parte, ella y yo, dos contra dos, partimos el sol iguales. Dí muerte al uno, herí al otro; y huyendo severidades de Fernando, que castiga si premia, en los cigarrales, guarnición de aquellas peñas, uno hallé donde ampararme y dentro dél un amigo, que para que me ausentase me dio un caballo de monte, un crïado y liberales socorros, que en el camino vencieron dificultades. Llegué a vuestra casa, en fin, en cuyo noble hospedaje pudiera templar desprecios de quien gusta de olvidarme; mas cartas despertadoras quiere mi amor que dilaten penas, que en ésta me dicen que las dé por incurables. Ya se ha casado, en efeto, mi ingrata, porque don Jaime, averiguando mentiras y confirmando amistades, llegó a lograr diligencias de su hermano que obligarle pudieron, para mi muerte, a ofenderme y a casarse. Escríbenme que han pedido requisitoria las partes contrarias para prenderme y será fuerza pasarme a Portugal, cuyo rey gente alista que se embarque al Oriente, en cuyo extremo son sus quinas formidables. Generoso es; cuando sepa quién soy y para abonarme lleguen cartas de la corte que me prometen sus grandes, apacible a mis deseos, no dudo que me despache en esta armada a la India, donde piélagos de mares en medio aneguen memorias, y militando restauren, contra amorosas tragedias, mi fama dichas de Marte. GONZALO: Agora que por extenso sé la historia, que a pedazos me contábades, los brazos os doy, pues echando a censo obligaciones de amigo, por tal quedo confirmado habiéndoos de mí fïado, que yo, don Gaspar, me obligo de quien en la adversidad se llega a favorecer de mi casa por tener certeza de mi amistad. No os aconsejo el vïaje que al Oriente disponéis; Indias más cerca tenéis y en más seguro paraje. Dio patrimonio Colón de un nuevo mundo a Castilla, nueva grandeza a Sevilla, nueva fama a su nación. El gobierno de la Habana espero con brevedad; ya que os embarquéis, gozad entre gente castellana preñeces de plata pura, pues sabéis que Portugal siempre se ha llevado mal con Castilla. GASPAR: Ya asegura don Manuel, que reina en él, paces que eternizar pueda, pues nuestros reinos hereda. GONZALO: Princesa es doña Isabel, su esposa, de esta corona, muerto el príncipe don Juan, y ya jurados están; mas lo que el tiempo ocasiona no asegura la mudanza. Considerad lo que os digo y, si os embarcáis conmigo, prometed a la esperanza de mi parte todo aquello en que os pudiere servir.
Sale TELLO
TELLO: Ríndase a Guadalquivir Tajo y revés. GASPAR: Paso, Tello. TELLO: Déjame, ¡pléguete Dios!, celebrar damas y talles. ¡Cuántas topo por las calles hermosas! ¡De tres las dos, de cuatro las tres, de siete las cuatro y media; más bellas que tras el pastel las pellas, que el vino tras el luquete! ¡Válgate Dios por lugar, la mitad de cuanto veo hermoso!
Salen con sombreretes y mantos de anascote a lo sevillano, doña GERÓNIMA y QUITERIA
GERÓNIMA: (Tápate.) Aparte TELLO: Creo que nos busca el dicho par. Aguárdolas a pie quedo una a una: ¿mandan algo?
LLégase QUITERIA a don GASPAR, al oído, tapada
QUITERIA: Hacia el Alcázar, hidalgo, sabréis cosas de Toledo.
Vase
GONZALO: A vos dijo. GASPAR: ¿Quién será? TELLO: ¡Tapadas! [Es] desafío. GONZALO: No tiene esotra mal brío. GASPAR: ¿De Toledo? TELLO: ¿Si es de allá? GASPAR: ¿Hasta aquí llega la fama de mi amor?
Doña GERÓNIMA, tapada, al oído de don GASPAR
GERÓNIMA: Si os atrevéis, al Alcázar, y sabréis mil cosas de vuestra dama. GASPAR: ¿Y no aquí? GERÓNIMA: No, que recela mi honor que me puedan ver. GASPAR: ¿Traéis cartas? GERÓNIMA: Puede ser. GASPAR: ¿Cúyas? GERÓNIMA: De doña Micaela. GASPAR: ¡Ay, cielos! TELLO: Deja disputas; vamos, ¿qué andas por las ramas? GERÓNIMA: Al estanque de las Damas. GASPAR: Ya os sigo. GERÓNIMA: Entre las dos grutas.
Vase
GONZALO: ¿Qué os dijo? GASPAR: Que esperaría a las grutas del jardín de las Damas. GONZALO: ¿Con qué fin? GASPAR: Cartas de la ingrata mía me ofrece. GONZALO: ¿Y os la nombró? GASPAR: Sí, amigo. Confuso quedo. GONZALO: Dama será de Toledo. GASPAR: Su despejo lo mostró. GONZALO: Hay notables aventuras en el Alcázar; sus salas saben, disfrazando galas, acomodar coyunturas. Cúrsanlas la primavera como en escuelas de amor; unas huyendo el calor, otras haciendo tercera su acomodada frescura, que, como tienen enfrente la Lonja con tanta gente, donde el interés procura enriquecer mercaderes, son, aunque con varios nombres, lonja aquella de los hombres y esotra de las mujeres. Andad, don Gaspar, a ver lo que escribe vuestra dama; podrá ser mienta la fama que os ha obligado a creer bodas que os causan pesar antes que estén concluídas. Cartas se escriben fingidas, que es peor que por firmar. Quiera Dios que verdadero salga yo, porque excuséis destierros que disponéis. GASPAR: Adiós. GONZALO: En casa os espero.
Va[n]se [don GONZALO y MACHADO]
GASPAR: Tello, ¿no me dices nada desto? TELLO: ¿Qué quieres que diga? Cada cual su rumbo siga; tu amor tú, yo a la tapada, que el diablo del sombrerete, que parece tajador de aldea, para mi humor tiene no sé qué sainete que alienta mis disparates. ¡Oh anascote, oh caifascote, oh basquiñas de picote; oh ensaladas de tomates de coloradas mejillas, dulces a un tiempo y picantes; oh chapines no brillantes, mas negros y con virillas; oh medio ojo que me aojó, oh atisbar de basilisco; oh tapada a lo morisco, oh fiesta y no de la O! Sigamos a quien nos llama, ¿qué aguardas? GASPAR: "¿Si os atrevéis, al Alcázar, y sabréis mil cosas de vuestra dama?" ¡Cuando el rigor me desvela de sus bodas! TELLO: ¿No es mujer? GASPAR: "¿Traéis cartas?" "Puede ser." "¿Cúyas?" "De doña Micaela." Quien tanta noticia tiene de mis cosas, no hay que hablar, de Toledo a consolar mis ansias, sin duda, viene; penas de amor absolutas, no desesperéis mis llamas. Ven. TELLO: Al jardín de las Damas; ten cuenta, entre las dos grutas.
Vanse. Salen como antes con mantos y sombreros, doña GERÓNIMA y QUITERIA
GERÓNIMA: Este hombre se me ha entrado en el alma por las puertas más nuevas y peregrinas que ha visto el amor, Quiteria. Comenzó por menosprecios el mío; ¡ay Dios, quién creyera que hicieran descortesías en mí lo que no finezas! Sentí que, huésped en casa, al fin de un mes de asistencia, no preguntase curioso qué mujer moraba en ella. En nosotras ya tú sabes que, imperando la soberbia, se rinde por sus contrarios; hombre que nos menosprecia téngase por bien querido; fínjase quien nos desea desdeñoso, descuidado, no nos mire, no dé quejas; causarálas en su dama, porque en balanzas opuestas, aunque amor es simetría, cuando se abrasan nos hielan y helándose nos abrasan. Si ellos esta estratagema supieran ¡qué a poca costa atropellaran firmezas! Causó en mí este sentimiento una curiosa impaciencia y deseo de inquirir si viven hombres de piedra; y para que no alegase ignorancias, a una reja del patio fingí preguntas que le avisasen quién era. No hizo novedad de oírme, aunque pudo sacar dellas ser mi hermano don Gonzalo. Juntáronse a las primeras quejas y culpas segundas que engendraron causas nuevas de acusar descortesías, si primero inadvertencias. Parecióme que, elevado en lo que en Toledo deja, se olvidó allá los sentidos y vino acá sin potencias. Esto ya yo imaginaba que ABC de celos era, que, si a la postre presumen, al principio deletrean. Pero celos o no, en fin, una noche aceché inquieta por la llave lo que hacía --su mal busca quien acecha--. Demonstraciones amantes vi entre papeles envueltas, con gusto en los apacibles, en los severos con penas. El leyendo y yo acechando, el sol nos amaneciera si con los dos compasiva no se apagara una vela. Desvelos volví a la cama que a mi sueño hicieron guerra y el plato a imaginaciones, si inquietudes la sustentan. Salió el alba y don Gaspar de casa; y, dándonos cuenta de amorosas novedades, se le pedí a una naveta del contador secretario y hallé papeles en ella, serranos en lo tratable, de Toledo en la agudeza. Otros vi que se humanaban algo libres y a la cuenta se escribieron cuando el gusto lograba correspondencias. Uno dellos le decía, si no las mismas, casi estas razones bien rigurosas, mas para mis celos tiernas, "Don Gaspar, en todo amor que se prosigue de veras la honra de lo que se ama no se eclipsa, antes se aumenta. Cartas bastardas sin firma, ya vos veis cuánta vileza arguyen en quien pretende hacer la infamia estafeta. Más os valiera fïaros en mi voluntad que en ellas, que ésta os despenará firme y ellas viles os despeñan. Por vos mi opinión perdida desprecio en don Jaime engendra, castigo justo en mi hermano, llanto en mi madre y molestias. Vos su muerte ocasionastes y yo, si os amara, fuera, como ingrata a sus cenizas, verdugo a mi fama honesta. Aborreciéndoos verá el mundo, porque os desmienta, la falsedad de una carta que la infamia afirma vuestra. No habla el cuerdo amor, ni escribe, que es niño en cuanto la lengua, y las plumas de sus alas volaran mal si escribieran. Cara voluntad os tuve, y tan cara, que me cuesta menoscabos de mi honor y una madre por vos muerta. Si os buscare la venganza, no os espante que pretenda borrar con sangre la tinta de tan afrentosas letras." Esto, Quiteria, leí, sospecho que en la postrera de todas, con que animé esperanzas y quimeras. Estudié por las demás todo el suceso y materia destos trágicos amores, ¡fin más dichoso en mí tengan! El nombre de la ofendida supe que es doña Micaela, Ayala en el apellido, ¡triste amor que en "ay" comienza! En efeto, mis pasiones, sin saber dónde me llevan, me traen aquí ¿a qué sé yo?, ni ¿qué espero aunque lo sepa? QUITERIA: ¡En verdad que en el estudio de la medicina medras lucidamente! Dotora que en vez de curar enferma, el diablo que la dé el pulso. GERÓNIMA: Decirme podrá el problema: "Dotor, cúrate a ti mismo." QUITERIA: Éstos son. GERÓNIMA: Pues hazlos señas.
Tápanse. Salen don GASPAR y TELLO
TELLO: Hay tanta mujer tapada, los sombrerillos de tenca, tantas con los medios ojos anascotados que es fuerza, si no nos llaman , perdernos. GASPAR: Las dos grutas son aquellas. TELLO: Y las otras las dos damas.
Hácenles señas
GASPAR: Señas nos hacen. TELLO: Pues llega. GASPAR: ¿Son vuesas mercedes? GERÓNIMA: Somos. GASPAR: Y yo quien a la obediencia cortés de vuestros mandatos llego humilde. GERÓNIMA: Cosa nueva será en vos la cortesía. TELLO: (¿Ya empezamos por afrentas? Aparte No es malo, que entrar perdiendo la ganancia tiene cierta.) GASPAR: Rigurosa comenzáis. No sé yo que en esta tierra, ni en otra, me dé ese grado la fama que en mí profesa diferentes atributos. GERÓNIMA: No lo dice la experiencia de quien de vos ofendida os culpa en tales materias. GASPAR: Es mi ventura tan corta que aquello en que más se esmera mi cuidado le saldrá al contrario. ¿No supiera yo quién es esa ofendida? GERÓNIMA: Una dama que se queja de vos con justas razones, muy mi amiga, aunque no vuestra. GASPAR: Si se admiten conjeturas y, corresponsal con ella, me prometéis alentar esperanzas con sus nuevas, en Toledo está esa dama, porque yo no sé que pueda otra ninguna intimarme tan descorteses ofensas. GERÓNIMA: Bien puede ser. GASPAR: Eso mismo me dijisteis allí fuera no ha mucho pidiéndoos cartas. GERÓNIMA: Decís la verdad. GASPAR: ¿Traéislas? GERÓNIMA: Yo vengo por carta viva. GASPAR: ¿De Toledo? GERÓNIMA: De ahí cerca. GASPAR: ¿Y no sabré yo quién sois? GERÓNIMA: Si eso algún cuidado os diera, no estuviera yo quejosa. GASPAR: ¿Vos? ¿Por qué? GERÓNIMA: Porque asistencias de un mes de huésped ni obligan, ni cortesías despiertan. GASPAR: No os entiendo. GERÓNIMA: Es mal antiguo en vos no entender. GASPAR: Discreta misteriosa, declaraos, ya que me habláis encubierta. ¿Vuestro huésped un mes yo? GERÓNIMA: Si tan presto negáis deudas, no haréis pleito de acreedores. GASPAR: ¿Dónde? ¿Cómo o cuándo?
A QUITERIA
TELLO: Pueda alcanzar yo algún favor dese retablo en cuaresma, ya que no corren cortinas aquí por pascuas ni fiestas. ¿Eres dama motilona de la hermana compañera? ¿Fregatriz o de labor? No quiero decir doncella, que esa es moneda de plata y como el vellón la premia, apenas sale del cuño cuando afirman que se trueca. Dame un adarme no más de carantoña.
Va a destaparla y pégale [QUITERIA]
QUITERIA: ¡Jo, bestia! TELLO: Bestia soy, pues que te sufro, y jo soy en la paciencia. GASPAR: En fin, ni queréis decir quién sois, ni queréis que os vea, ni en qué parte me hospedastes, ni cuándo os di causa a quejas. GERÓNIMA: Estáis muy despacio vos y traigo yo mucha priesa; vamos, don Gaspar, al caso. Sabed que la dama vuestra, pesarosa en desdeñaros y triste con vuestra ausencia, ha despedido a don Jaime y ansiosa veros desea. GASPAR: ¡Oh iris de mi ventura, que disfrazada en tinieblas reflejos del sol retocan colores con que me alegras! Dame a besar esas manos.
A QUITERIA
TELLO: Y dame tú, aunque las tengas con callos del almirez, las tuyas, pues todos besan.
Sale don GONZALO y apártanse las dos
GONZALO: Don Gaspar, dejad agora averiguaciones tiernas de vuestra dama y poned cobro en vos, que diligencias enemigas están ya en Sevilla y tan molestas que mi casa han registrado requisitorias que os prendan. El gobierno de la Habana, que me prometieron, truecan por el de Pamplona, siendo castellano de su fuerza. Mándanme partir al punto, porque las armas francesas, instantes en su conquista, por Navarra dicen que entran. Si dejando a Portugal queréis dar ilustres muestras de la sangre que heredastes, honraréis una bandera. Determinaos esta noche y dad en la santa iglesia a la libertad sagrado que oprimir tantos desean. Cama os llevarán allá y regalos de una mesa, si no poderosa, amiga. Retiraos, pues está cerca; que yo voy a disponer mi partida, porque pueda salir de Sevilla al alba. Hablareos cuando anochezca.
Vase
GASPAR: Señora, desdichas mias presurosas desordenan principios que aseguraban mi sosiego en vuestras nuevas. Ya veis el riesgo que corro, y también estaréis cierta, pues venís tan informada de mis cosas, lo que aprietan diligencias enemigas de la parte que desea vengar una muerte honrosa que satisfizo mi ofensa. Pues no he podido hasta aquí conoceros, y la priesa que mis peligros me dan el breve tiempo me niegan en que presumí obligaros a este favor, por vos sepa vuestra amiga y mi señora que en la corte portuguesa, a su amor agradecido y deudor de su firmeza, podrá divertir con cartas soledades de su ausencia. Embarcaréme esta noche; si hay en qué serviros pueda allá, ejecutad mandando los réditos desta deuda.
Vase. Habla TELLO a QUITERIA
TELLO: Yo soy maza desta mona, ya ves que tras sí me lleva. No pongas porte en las cartas, si quieres que no se pierdan y pide cuanto mandares, porque, en fin, cuando no venga, cumples con tu obligación, que te atisbo pedigüeña; y a Dios, hasta la otra vida.
Vase
GERÓNIMA: ¿Qué tropel de olas, Quiteria, quieren hoy desbaratar mi amor? ¿Qué desdicha es esta? QUITERIA: ¿Qué sé yo? Vamos a casa, porque no nos eche en ella menos tu hermano, y arroja en Guadalquivir tus penas. GERÓNIMA: ¿A Lisboa se me parte, donde amor en sus bellezas, extranjero con las damas, perpetúe su asistencia? ¿Qué intentáis, locuras mías? QUITERIA: De los libros te aprovecha en que estudias. GERÓNIMA: ¡Plegue a Dios que por ellos no me pierda!
Vanse

FIN DEL ACTO PRIMERO

El amor médico, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 28 Dec 2002