NO HAY REINAR COMO VIVIR

Antonio Mira de Amescua

Texto basado en la edición príncipe de NO HAY REINAR COMO EL VIVIR, De los mejores el mejor, libro nuevo de comedias varias, nunca impresas, compuestas por los mejores ingenios de España, parte trece (Madrid: Mateo Fernández, 1660). Este texto fue preparado por Vern Williamsen en el año 1976. Luego fue editado en forma electrónica en el año 1987.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen CONRADO, OCTAVIO y CARLOS
CARLOS: Señor, ¿qué tienes? ¿Qué mal o qué accidente importante perturba en tu semblante la gravedad natural? ¿Con tus hijos callas? ¿Cuándo tu pecho no nos dijiste? Mucho nos prometes triste; mucho nos dices callando. OCTAVIO: Siendo tú gobernador de Sicilia, siendo el hombre de más fortuna, más nombre, más grandeza, más valor, ¿qué accidente, qué tristeza puede mudar, importuna, del estado la fortuna, del ánimo la grandeza? CONRADO: No es tristeza ni pasión la que veis sino cuidado que me tiene arrebatado mi propia imaginación. (Ya que a pensar me atreví Aparte tan estupendos agravios, y han de salir de mis labios porque no caben en mí, ya que quiero ejecutar un terrible pensamiento, que en el alma está violento por salir o reventar, ¿con cuál de estos hijos míos será bien comunicarlos? El hijo menor es Carlos. Tiene valor, tiene bríos para en puestos de cuidado. Pero inclinado a piedad, es lengua de la verdad; préciase de muy honrado. Sé que Octavio es más crüel; tiene altivo natural. Más que al bien se inclina al mal; pero no hay valor en él. Ahora bien, sin revelar mi intención, he de saber cuál de los dos ha de ser quien me tiene de ayudar.) Hijo Octavio, salte afuera. OCTAVIO: ¿Cómo ese agravio me has hecho? ¿Saber no puede tu pecho quien magnánimo supiera resistir gallardo y fuerte, por sacarte de cuidados, las mudanzas de los hados y las sombras de la muerte? CONRADO: Octavio, sí; pero en esto no hay cosa que os toque a vos. Mi pecho sabréis los dos; mi tristeza sabréis presto.
Vase [OCTAVIO]
Carlos, escucha. Un consejo te previene mi cuidado. No es amor quien lo ha dictado, no es la prudencia de un viejo, sino la misma razón. Heredera es Margarita de Sicilia. Solicita como amante su afición; que aunque esquiva, mujer es. Con la sangre y la amistad dispondrás su voluntad para hablarla yo después. CARLOS: No hay en mí merecimientos para emprender tal abismo, y el conocerme a mí mismo modera mis pensamientos. Su esquivez y su belleza, su gallarda inclinación a la guerra y caza, son pasmos de Naturaleza. No me mandes emprender imposibles. CONRADO: ¿Ése es brío de varón que es hijo mío? ¿Pusilánime ha de ser Carlos, hijo de Conrado? No es modestia, es cobardía; que no tiene sangre mía quien a sí se ha despreciado. CARLOS: Señor, la verdad diré, y perdone el replicarte, que quizá ama en otra parte con un ejemplo de fe. Con un singular cuidado, quien se alegra en un deseo, quien no tiene otro empleo, merece ser disculpado. CONRADO: (Tomemos otro camino). Aparte Hoy me dieron un papel con un mote escrito en él bien extraño y peregrino, y te quiero consultar como cuerdo y advertido.
Lee
"Ninguno crüel ha sido por vivir y por reinar". CARLOS: Dice mal. Ninguna cosa disculpa la tiranía. De Eurípides repetía la antigüedad ambiciosa dos versos: que si las leyes no observadas han de ser, por reinar se han de romper. Mas si con dioses los reyes, que con alto privilegio tienen deidad y exención, hacer con ellos traición, no es traición, es sacrilegio. Mientras más dificultosa la empresa del ofensor, la crueldad será mayor; y es consecuencia forzosa que si el bien más singular es reinar, el que se abona quitar al rey la corona será infame por reinar.
Vase CARLOS
CONRADO: Déjame solo. No debo descubrirme a Carlos hoy. Dudosa y cobarde estoy. Ya me animo y ya me atrevo. ¡Octavio!
Sale OCTAVIO
OCTAVIO: ¿Señor? CONRADO: Aquí te dejaré satisfecho de mi amor, y que en mi pecho no hay secretos para ti. ¿Qué se puede sospechar de un papel que me han traído?
Lee
"Ninguno crüel ha sido por vivir y por reinar". OCTAVIO: Dice bien, pues de una suerte naturaleza convida a amar nuestra propia vida aborreciendo la muerte, y a mejorar el estado y a seguir el propio aumento; que el humano pensamiento no vivirá sosegado hasta hallar y conseguir al bien último y mayor, que es ser rey y ser señor; y el segundo es el vivir. Y en él, varón singular, dejó César esculpido que nadie crüel ha sido por vivir ni por reinar. La observancia de la ley al que es rey no comprehende que bajeza o mancha ofende la pura sangre de un rey. ¿Cuándo pastor de ganado que por bien o mal llegó a ser un rey, no ilustró la sangre cuando el cayado trocó en cetro? Y si después pierde el reino por error o desdicha, no es pastor, un ilustre varón es. No crueldad, mas tiranía, la del reinar se ha llamado; y en sólo haberla intentado es humana bizarría. CONRADO: Pues atiende a mis razones, ya que gallardo y discreto has hecho así ostentación de tus altos pensamientos. Hijo bastardo nací del celebrado Manfredo, Rey de Sicilia. No estuvo elegir mi nacimiento en mi mano. Fui incapaz de la majestad y el cetro por falta de destino, por voluntad de los cielos. Heredó el hijo menor; y el nombre de Recaredo dejó en Sicilia famoso por su valor y su ingenio. Una hija sola tuvo, que es Margarita, y muriendo el gobierno y su tutela me dejó en su testamento. Ordenó que hasta tener veinte y tres años y medio, porque entrase en veinte y cuatro, no administrase este reino. Agora se va llegando, amigo Octavio, este tiempo, y del ser gobernador seré despojado presto. Pero si la industria ha dado púrpura, laurel, imperio, y estableció la osadía repúblicas que pudieron competir con monarquías, no nos falte atrevimiento. Si la legítima línea de príncipes herederos de Sicilia feneciese, a nosotros viene luego la majestad soberana, y en Margarita está cierto que fenece. Octavio, ¡muera! Una vida sola ha puesto impedimento al reinar. Rómpase el impedimento. Más aventuraba César cuando, ambicioso y soberbio, cristales del Rubicón iba dudoso rompiendo. ¡Cuántos príncipes del Asia, cuántos romanos y griegos conquistaron en España el mundo, majestades y trofeos! Más fácil es nuestra empresa. Sólo un vaso de veneno nos puede hacer de vasallos reyes famosos. ¿Qué ejemplos no están en nuestro favor? Ya lo más tenemos hecho, que es el haberlo intentado. Lógrese nuestro deseo. Y porque a la tiranía precedan más dulces medios, como amante has de servirla. Conquístela el galanteo, por si acaso, agradecida, te quiere elegir por dueño; y en no queriendo, su muerte dará venganza al desprecio. Bien te quiere Serafina, su camarera, y podemos inducirla a tal acción con amenazas o ruegos. Dale palabra de esposo, porque ella, con los deseos de verse reinar, no niegue su industria a nuestros intentos. Entre los tres solamente estará el caso secreto, pues que somos todos tres interesados en ello. ¡Ea, Octavio, alto a la empresa! Magnánimo entrega el pecho a la fortuna, porque ella te dé felices sucesos. Ya te miro coronado; príncipe te considero; Rey de Sicilia te aclamo; varón dichoso te veo. OCTAVIO: ¡Cuántas veces, cuántos ratos, que defraudada del sueño gasta en quimeras el alma con la quietud y el silencio de la noche, ha vacilado en esto mi pensamiento! ¡Vive Dios, que eres idea de mis altos devaneos! Dalo por hecho, señor, porque el hacer mi tercero al amor es excusado; que algunas veces lo he hecho; y Margarita, indignada de escuchar dulces requiebros, con su esquivez varonil me ha motejado de necio. Del gusto de Serafina no hay que dudar. La tenemos segura; que bien lo dice su amoroso rendimiento. Ella viene. Da lugar. CONRADO: La ambición atrevimiento da más que amor. Osadía y valor te den los cielos.
Retírese [CONRADO] y sale SERAFINA
OCTAVIO: Tu belleza en los jardines cambiantes dolores mueve, dando a los claveles nieve, dando grana a los jazmines. Entre mirtos eminentes sola vienes, y haces bien; que eres el alba de quien aprenden Persales fuentes. SERAFINA: Lisonjero estás, Octavio. Volveréme. OCTAVIO: La razón es quien dicta el corazón, y amor es que mueve el labio. Viendo estos varios colores y notando que la rosa, sangre de Venus hermosa, es reina de las flores, dije entre mí que debía reinar la mayor belleza, pues que aquí naturaleza esto en las flores hacía. Y siendo ansí, tú, señora, reina de Sicilia fueras: rosa que hermosura dieras a los campos de la aurora. ¡Oh, quién te viese reinar! SERAFINA: Locuras y devaneos son, Octavio, los deseos que no se pueden lograr. ¿Yo, reina? ¿Cómo ni cuándo? ¿Dónde y por qué? OCTAVIO: ¿Cuándo? Luego. ¿Dónde? En Sicilia que fuego de ese monte está exhalando. ¿Por qué? Porque es dulce cosa reinar; dulce empresa fue. El cómo yo lo diré. SERAFINA: (Turbada estoy y dudosa). Aparte ¿Qué dices?
Sale CONRADO
CONRADO: Que la fortuna, segunda naturaleza, ha de poner tu belleza sobre el cerco de la luna. Serafina, si has de ser de Octavio, tu nuevo aliento dé ambición al pensamiento. Reina te habemos de hacer. Cuando hay valor y prudencia en las fuertes ocasiones, usar de breves razones es la mayor elocuencia. Si nos falta Margarita, reina Octavio, y de esta suerte, vida será si la muerte la empresa nos facilita. Dale veneno, porque esto usó siempre la ambición. SERAFINA: (Extraña resolución Aparte declarándose muy presto). CONRADO: (Yo sé que está persuadida Aparte Serafina a su interés). SERAFINA: Acción rigurosa es quitarle, señor, la vida. Bastará darle un veneno que de jüicio la prive. Si incapaz de reinar vive, reinaremos todos. CONRADO: Bueno. Piedad injuriosa fue, pues, viviendo la matamos. Si el veneno que la demos hace que incapaz esté de reinar, será lo mismo. ¡Alto! A prevenirlo voy.
Vase [CONRADO]
OCTAVIO: Si rey de Sicilia soy, este piélago, este abismo de amor, tendidos están a tus ojos soberanos.
Vase [OCTAVIO]
SERAFINA: Necios son y son tiranos; grandes cuidados me dan. Corrida estoy de que ansí, fácilmente, satisfechos me descubriesen sus pechos. ¿Qué ambición han visto en mí? Si descubro que alevosos son a la reina, en mi vida hay venganza conocida porque éstos son poderosos. Si me niego a su traición, han de buscar otro medio. No se me ofrece remedio. ¡Qué terrible confusión!
Sale CARLOS
CARLOS: La primera vez, señora, que me viste y no has hüido es éste. Dichoso he sido si me escuchases agora tras de tanto padecer. ¿A qué mujer desagrada ser de un hombre idolatrada si no se llega a perder aquel honesto decoro que a la hermosura se debe? No ama bien el que se atreve. Sin esperanzas adoro. SERAFINA: (Él piensa que no le estimo Aparte y vive desconfïado, siendo su propio cuidado la vida con que me animo., Esfuerzos hace mi amor si de sus palabras huye, y a desdenes atribuya los recatos del honor. Su hermano es de otra manera. Piensa que de mí es querido, pero, ¿qué necio no ha sido confiado? Saber quisiera si tirano Carlos es; porque aborrecer intento sus acciones al momento si son cómplices los tres). Carlos, ¿quién amó de veras sin la villana esperanza? ¿Un silencio a ser no alcanza? Si dices que amas, ya esperas, y en mí no has de hallar favor en tanto que no te veo rey de Sicilia. CARLOS: No creo que vio imposibles amor tan grandes. Con esto dices que en vano amor solicita tu favor, si a Margarita dará el cielo años felices y sucesión generosa. ¡Plega al cielo que ansí sea!, aunque nunca un favor vea de ti, Serafina hermosa. SERAFINA: ¿Luego más estimas, di, a tu reina que a tu dama y a ti mismo? CARLOS: Quien se llama honrado ha de hacerlo ansí. Mi religión es primero; después de ella mi rey es; mi dama viene después; yo mismo soy el postrero. De modo que si interviene reina, dama, mi provecho, el primer lugar del pecho es el que la reina tiene. De mi dama es el segundo; falte después para mí o no falte, porque ansí son las noblezas del mundo. Si a mi dama y reina viera en peligro, cosa es clara, que yo a mi reina amparara, aunque mi dama muriera. SERAFINA: Siendo, Carlos, de esta suerte tu lealtad tan conocida, ¿por dar a tu reina vida, te atrevieras a la muerte? CARLOS: Ansí lo deben hacer vasallos que nobles son. SERAFINA: ¿Y corre esa obligación en una ilustre mujer? CARLOS: Sí, porque muchas lo han hecho. SERAFINA: (Más nobleza y lealtad tiene). Aparte Vete, que la reina viene. (No se va quien en mi pecho Aparte vive siempre). CARLOS: No sosiega quien ve la deidad que adora. ¿Volveréte a ver, señora? SERAFINA: ¡Qué pesado estás! Ya llega. CARLOS: La turbación y alborozo grillos me ponen de hielos. ¿Te veré? SERAFINA: Sí, vete. CARLOS: ¡Cielos, no me dé la muerte el gozo!
Vase [CARLOS]. Sale MARGARITA
MARGARITA: ¿Tú en los jardines sin mí, Serafina? No solías dar sola melancolías a ese pálido alhelí. Ni envidias ni celos diste sin mí a esa fuente. ¿A qué rosa, por verte a ti más hermosa, has dejado sin mí triste? SERAFINA: ¡Pluguiera al cielo, señora, no viera yo los jardines donde llueven los jazmines lágrimas como la aurora! ¡Pluguiera a Dios, no pudiera mover los pasos a ver esas fuentes que han de ser llanto de mi muerte! MARGARITA: Espera; no prosigas. Cuando llega el tiempo que he de reinar, cuando mi amor singular favor ninguno te niega, ¿vivir no quieres? ¿No ves que es furioso barbarismo? SERAFINA: Reinar debes, y eso mismo causa de mis males es. Bien sé que tengo la muerte o la vida entre mis labios, pero diré los agravios que la envidia quiere hacerte. Incapaz quiere dejarte de reinar con un veneno, un monstruo de engaños lleno y de edad por heredarte, sin ley, sin piedad, sin fe. Peligra en una bebida tu entendimiento o tu vida; y quieren que yo la dé. MARGARITA: ¡Válgame Dios! ¿La ambición tanto ha podido en un viejo? SERAFINA: Sin prudencia y sin consejo se ha entregado a su traición.
Paséase [MARGARITA]
MARGARITA: ¡Jesús! ¡Apenas lo creo! ¡Mi propia sangre, mi tío! SERAFINA: ¿Qué haremos? Que desconfío del remedio. MARGARITA: ¡Yo deseo su aumento, su bien, su vida, y él mi muerte, y el mi agravio! SERAFINA: Carlos no lo sabe. Octavio a tal acción me convida. MARGARITA: Venga una espada; que yo le daré muerte primero; mas tarde llega el acero si el engaño madrugó. SERAFINA: Aconséjame, señora. MARGARITA: ¡Yo sin seso, yo sin vida! SERAFINA: ¿Qué he de hacer? MARGARITA: Si mi homicida es rey de Sicilia, agora mal me podré defender. SERAFINA: No haga en ti, señora mía, la fuerte melancolía lo que el veneno ha de hacer. Atiende a lo que te digo. ¡Para! ¡Sosiega! MARGARITA: Traidor, ¿ésta es obra de tutor? ¿Éste es oficio de amigo? SERAFINA: Señora, el peligro ves. ¿Qué he de hacer para que vivas? MARGARITA: Que ese veneno recibas y agua en su lugar me des. SERAFINA: Disimula, porque Octavio viene acá. MARGARITA: ¡Grave tormento es tener un sentimiento sin poder abrir el labio!
Sale OCTAVIO
OCTAVIO: Tu alteza acierta en pasar las tardes entre fuentes, que espejos son transparentes del cielo. MARGARITA: (Y de mi pesar. Aparte Éste, necio me cansó . Leal, le halló mi desprecio; pues ¿qué hará ambicioso y necio? ¿Moriré a sus manos yo?)
Llégale una silla
OCTAVIO: ¿No te sientas? MARGARITA: Sí, me siento. OCTAVIO: Goza, señora, de espacio el abril de este palacio. MARGARITA: (Y el mal de su pensamiento). Aparte
Siéntase [MARGARITA]
Sed tengo, y melancolía. Agua me trae de esa fuente; mas no, que estará caliente. Traedla de canela y fría.
[A SERAFINA]
OCTAVIO: (Llegósenos la ocasión. Aparte Mi padre te está esperando).
[Vase SERAFINA]
MARGARITA: (El semblante va turbando; Aparte mal se encubre una ambición. Pedir agua le alegró.
Sale CARLOS, y hace una gran reverencia
Éste es sabio y más callado, no habla si no preguntado. Más cuerdamente llegó. ¿Si querrá mi mal también? No querrá; no lo ha sabido; porque siempre el que ha nacido discreto es hombre de bien). Carlos. CARLOS: ¿Señora? MARGARITA: ¿Qué nuevas publican los cortesanos? CARLOS: Dicen que el rey de romanos pasa a Nápoles, y levas hace Alemania de gente. Aquel reino hermoso y rico ha heredado Federico, y es un príncipe valiente, bizarro y joven, y ansí Adonis Marte se llama. Conocíle por la fama, y en Alemania le vi. MARGARITA: ¿Y qué siente Octavio de él? OCTAVIO: Que es príncipe fanfarrón, sin piedad, sin religión, pusilánime y crüel. MARGARITA: (¿Qué necio no es envidioso? Aparte ¿Qué envidia no es maldiciente? Cuerdo es Carlos y prudente; no puede ser alevoso).
A ellos
La pública voz es ésta. (Y el haberlo yo escuchado Aparte me cuenta más de un cuidado. Más de un desvelo me cuenta).
Salen CONRADO y SERAFINA, con vidrio de agua, y PORCIA con toalla. [CONRADO habla a SERAFINA]
CONRADO: (Tu misma corona llevas. Aparte Por reinar no eres traidora). SERAFINA: Aquí está el agua, señora. OCTAVIO: (Rey seré como tú bebes). Aparte MARGARITA: (Serafina, dudo y temo. Aparte ¿Te has descuidado?) SERAFINA: (Segura Aparte puedes beber agua pura que te da mi amor supremo). OCTAVIO: (La muerte, que aplica el labio Aparte con sed trágica e infelice, un rey de armas es que dice: "Sicilia está por Octavio". Pavón soy, que ufana rueda puedo comenzar a hacer. ¡Y acabarlo de beber, que melancólica queda!) MARGARITA: ¿Qué accidente, qué tristeza pudo turbar mi sosiego? ¡Mi pecho es región del fuego, viento y mares mi cabeza! ¡Yo soy un mísero dueño de lágrimas y gemidos! Presos están mis sentidos en las cárceles del sueño.
Finge que duerme
CONRADO: (Haciendo está en su hermosura Aparte el veneno operación; que estos accidentes son señales de su locura. Digna es Serafina bella de la diadema real). OCTAVIO: (¡Qué me parezca a mí mal Aparte mi propia ambición en ella! Si bien antes la quería, ya le aborrezco obligado; pero no me da cuidado. Ella beberá otro día).
Levántase furiosa MARGARITA
SERAFINA: (Turbada, no estoy en mí. Aparte ¿Qué accidente el suyo fue, si el veneno derramé y es agua la que le di?) MARGARITA: Salid del jardín, traidores, y no manchéis desleales lo puro de esos cristales ni lo hermoso de estas flores. Nadie quede en mi presencia. Loca estoy, haré mi oficio; pues me ha quitado el jüicio una tirana violencia. A ese volcán imitando quieren los hados que esté. En los árboles haré lo que se escribe de Orlando. CONRADO: ¿Qué es esto, sobrina? MARGARITA: Tío, un vivir fuera de mí, una furia, un frenesí, un letargo, un desvarío. Ausentaos ya de mis ojos; no deis fuerzas a mi rabia cuando miraros me agravia, cuando veros me da enojos. CONRADO: ¡Fuerte accidente dispuso su desdicha! OCTAVIO: ¡Sola queda! PORCIA: ¡Quién ver sin lágrimas puede tal desdicha! CONRADO: ¡Voy confuso!
Vanse, y quedan MARGARITA y SERAFINA
MARGARITA: Ya me quisiera arrojar, con estas ansias ardientes, a la plata de esas fuentes a la espuma de ese mar. SERAFINA: Señora, no he de dejarte mientras tu mal no lo impide; que el alma se me divide y el corazón se me parte. La imaginación ha hecho que estás, mi señora, ansí. Si es agua la que te di, no hay volcanes en tu pecho. MARGARITA: ¿Fuéronse? SERAFINA: Todos se ausentan. MARGARITA: Dulce cosa es el vivir. Y ansí he querido fingir lo que de veras intentan. No te dé cuidado el ver mis locuras, Serafina; que a veces se determina la industria contra el poder y le vence, aunque es más fuerte. Si éstos piensan que perdí el seso cuando bebí, no procurarán mi muerte. Vuela el tiempo, y otro tiempo vendrá tras éste. Por dicha, lo que en mí será desdicha, será en ellos pasatiempo. Loca con discursos vanos esperaré que el destino o el cielo me abra camino para salir de tiranos. SERAFINA: Gracias a Dios que deshaces mi temor y mi cuidado. Carlos viene alborotado. MARGARITA: Yo me retiro. SERAFINA: Bien haces.
Sale CARLOS
CARLOS: Serafina, si el decoro, que te es debido, te pierdo, o no me tendrás por cuerdo o no creerás que te adoro. Piensa, pues, lo que quisieres. Loco estoy o te aborrezco porque, si dudas padezco de quien soy de quien eres, ¿qué mucho que loco esté? A la reina dejó triste la bebida que le diste. Sospechosa está mi fe. ¡Vive Dios! Que has de decir lo que le diste a beber. Monstruo, fiera, ángel, mujer, di ¿qué has hecho?, que morir quisiera antes que mirar en mi reino tal desdicha. SERAFINA: ¿Eres su amante, por dicha? CARLOS: ¿Eso, oh falsa, has de pensar? ¿Y me había de atrever? Harás que aquí me avergüence a amar la deidad que vence los términos de mujer. Como hombre de sangre buena, como vasallo leal, deseo saber su mal; pretendo saber su pena. ¡Y ojalá aquella bebida mi padre le hubiera dado porque yo, desobligado de aquel ser, de aquella vida que me dio, con este acero castigara su ambición, o supiera la ocasión de aquel accidente fiero de mi reina, cuya fama antes de su tiempo reina; porque en tocando a mi reina ni tengo padre ni dama. SERAFINA: La cólera te perdono; y advierte que es desvarío tu sospecha. CARLOS: No me fío de tu lengua.
Sale la reina [MARGARITA]
MARGARITA: Yo lo abono. CARLOS: Yo a tu presencia real alegre niego los ojos.
Vase CARLOS
SERAFINA: (Yo agradezco tus enojos). Aparte MARGARITA: ¡Qué vasallo más leal!
Vase [MARGARITA]
SERAFINA: Dime, Amor, ¿qué es lo que intentas? Pues en medio de la furia de su enojo y de mi injuria, creces más y más te alientas.
Salen CONRADO, con una carta, FEDERICO y CAMILO
CONRADO: A buen tiempo, Serafina, nuestra industria efecto tiene., Del Rey de Nápoles viene este embajador. SERAFINA: ¿Se inclina a Margarita? CONRADO: Sospecho que se inclina a su hermosura, pero en viendo la locura, saldrá el amor de su pecho. CAMILO: (Embajador de ti mismo Aparte pienso que han de conocerte). FEDERICO: (No podrán, pues, como sabes Aparte viví en Alemania siempre). CONRADO: Señor marqués de Pescara, Federico, a quien prospere el cielo, me escribe en ésta, lo que yo he de hacer alegre, que os dé crédito y os sirva. Decidme lo que pretende. FEDERICO: La conveniencia es muy grande. Fama Federico tiene de las virtudes y partes de Margarita. CONRADO: ¡Qué breves son las pompas de este mundo! Vueselencia a tiempo viene, que a todos tristes nos halla por un extraño accidente. No le quiero decir nada; que la misma reina puede hablar por mí cuando a darle la embajada del rey llegue. Ella sale. FEDERICO: (Estoy confuso). Aparte ¡Camilo! CAMILO: ¿Señor? FEDERICO: Atiende a mirar la reina bien, porque el alborozo suele turbar tal vez los sentidos. CAMILO: ¿Luego por mi gusto quieres enamorarte? Pues date por casado. Como un diente le quede solo en la boca, no hay mujer que yo deseche. Años, arrugas, lagañas, corcovas, zarpas y liendres no me estorbaron jamás. Como Duero soy, que bebe todas las aguas.
Salen MARGARITA, PORCIA, OCTAVIO y CARLOS
CONRADO: Sobrina, huélgome que te sosiegues para recibir la carta de Federico. MARGARITA; (Tú mientes, Aparte que no te huelgas, villano. Que no me tiene, conviene, el embajador por loca, ni éste por cuerda. ¡Qué fuerte es el trance en que me veo!) OCTAVIO: ¿Vuestra majestad se siente para escuchar al marqués? MARGARITA: (¡Qué gallardo talle tiene!) Aparte FEDERICO: ¡Camilo! CAMILO: ¿Señor? FEDERICO: ¿No miras entre hermosos rosicleres salir el sol derramando la púrpura del oriente? CAMILO: Para mí tres soles hay, y si tres dueñas saliesen, también hubiera seis soles, y con una enana, siete. FEDERICO: Su efecto halló mi deseo. Deidad humana parece. CAMILO: Como galán de comedia te enamoras de repente. FEDERICO: Ya enamorado venía por la fama; y si eminente es su hermosura a la fama, no te espantes si me vence.
Siéntase [MARGARITA]. Habla CARLOS a ella
CARLOS: Señora, vive advertida, porque Federico es éste. MARGARITA: Tenlo secreto. CARLOS: Sí, haré. MARGARITA: Corazón que agora teme. ojos que agora se turban, memoria que se divierte, alma que inquieta me anima, lengua que agora enmudece, ¿qué significan? ¿Señales son de amor? ¿Vencerme quiere? Ojos, sed más recatados; corazón, sed más valiente; memoria, sed más atenta; alma, sed aquí más fuerte; lengua, sed más atrevida). FEDERICO: Federico, a quien los reyes de Sicilia dieron sangre, me envía para que bese a tu majestad la mano y suplique humildemente pases por ésta los ojos. MARGARITA; Sentaos, Marqués. FEDERICO: No consiente estas honras mi embajada. MARGARITA: (¡Cuántas veces, cuántas veces Aparte la fama de Federico me dió cuidados alegres, presagios del mal futuro, señales del bien presente!) CONRADO: ¡Vive Dios, que la ha dejado el frenesí). Bien te puedes alegrar con esa carta. MARGARITA: (Tú me dices lo que temes. Aparte
Leyendo
Allá me llevas los ojos, Federico. Apenas leen entre renglón y renglón. A mirar tu talle vuelven. Si estoy loca, no sé. Basta. Si respondo cuerdamente, corre peligro mi vida. ¿Quién vio dudas tan crüeles? ¿Qué he de hacer agora? Agora dame ayuda si Dios eres, Amor. Hagamos de modo que tan presto no se ausente hasta estar desengañado; y, si por loca me tiene, dude si es verdad. Así sosegarán los aleves, pensando que loca estoy). A semejantes papeles doy esta respuesta yo...
Rómpele y levántase
...para que el viento se lleve los engaños y mentiras. Marqués, no es éste. Prendedle. CONRADO: Señora, ¡mira qué dices! MARGARITA: Digo que marqués no es éste de Pescara, y nos engaña. ¡Préndanle luego! No dejen que de Sicilia se vaya hasta que otra cosa ordene.
[A FEDERICO]
CAMILO: ¡Buen lance habemos echado! "Entre hermosos rosicleres el sol sale derramando la púrpura del oriente". CONRADO: En mi carta lo acredita Federico. MARGARITA: ¿No le prenden? FEDERICO: Yo mismo seré, señora, quien a la prisión se entregue.
[A FEDERICO]
CONRADO: Perdona, que loca está y éste ha sido el accidente que te dije. Su humor sigue. Fuerza es que dejes prenderte por quietarla. FEDERICO: (Amor, ¿qué es esto? Aparte ¿Tan alta deidad padece tal desdicha?) Preso estoy. MARGARITA: Andar podrás libremente, como palabra me des de no ausentarte. A quien eres has de jurar de estar preso el tiempo que yo quisiere. FEDERICO: Sí, la doy. CAMILO: (¿Qué has hecho, necio? Aparte Mas no importa que se quiebre a una loca la palabra). FEDERICO: (Cumpliréla eternamente). Aparte MARGARITA: (Prisiones pienso que son Aparte del amor estar alegre Federico, si es que ama). CONRADO: (Con esto ha hecho que cesen Aparte los casamientos). CARLOS: ¡Confuso esta locura me tiene! FEDERICO: ¡Qué beldad tan desdichada! MARGARITA: ¡Qué piedades tan crüeles! FEDERICO: ¡Qué locura tan hermosa! MARGARITA: ¡Qué preso tan inocente!

FIN DEL PRIMER ACTO
  

No hay reinar como el vivir, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 01 Jul 2002