ACTO SEGUNDO


 
Sale VILHÁN como espantado
VILHÁN: Ésta es de Jesús del Monte sin duda la portería cuyo sitio deshacía en belleza y horizonte, a cuantos Italia tiene desde Génova a Sicilia donde su heroica familia Francisco en virtud mantiene que variada en arrebol, sagrado y honrado el suelo, barrio parece del cielo y ciudadela del sol. Aquí, como en fortaleza y soberano castillo, el seráfico caudillo, de tanto escuadrón cabeza, defiende altivos soldados de la humana tempestad, de pobreza y humildad valerosamente armados. Y aquí contra el español arrogante, por espía, por dicha, César me envía porque como caracol dentro en la cáscara intenta matarle. Arriesgado a todo trance, el respeto y modo de su venganza sangrienta, que se le debe al virrey y a este convento sagrado; hacia acá viene un donado de lechón que a toda ley debe engordar mucho más y estar libre de desgracias a Dios sirviendo.
Sale MORTERO de donado
MORTERO: "Deo gracias." VILHÁN: Padre, por siempre jamás. MORTERO: ¿Qué busca, Vilhán hermano, en Jesús del Monte? VILHÁN: Quiero conocerle. MORTERO: Fray Mortero soy, español mal cristiano, y a Dios convertido ya, que mi padre San Francisco me ha recibido en su aprisco por su oveja. VILHÁN: Bien está. MORTERO: Y agora voy a pedir limosna a Palermo en ese borrico que, aunque pese al infierno, he de venir de pan a casa cargado, que este milagro notorio le prometió al resistorio del seráfico sagrado Dios padre todos los días. VILHÁN: Lo seguro y verdadero ha escogido, Fray Mortero. MORTERO: Lo demás es tropelías. VILHÁN: Mas, ¡vive Dios!, que me extraña la resolución con que se ha determinado. MORTERO: Fue condición supitaña. Llamóme Dios muy aprisa y arrastróme su poder, enfadado de comer siempre tormenta precisa en tierra, y más de soldado y escudero galadín y de rocín a rüín mal comido y mal pagado, tras un amo broquelero, que con un perro de ayuda que trae, ningún riesgo duda de acometer caballero andante, nuevo Amadís, sin seguridad jamás, la vida arriesgo de un faz la condenación a un tris. Valíme de la ocasión que a nadie Dios desampara de estar retraídos, para echar de la religión. Dióme el padre guardián luego que le pedí el hábito, y reducí mi vida, hermano Vilhán a esta cuerda, que es trabuco con que venzo a Satanás, cosa que no hará jamás el hermano Rosambuco. Que me dijo en la cocina ayer que por su olla entró que me había hecho yo religioso de gallina. VILHÁN: Pienso que dijo verdad. MORTERO: Hermano Vilhán, él miente. Quien a Dios busca, es valiente, lo demás es vanidad. ¿Qué hay en el siglo de nuevo? ¿Úsase en él todavía el engaño que solía? ¿Anda el vicio tan mancebo? ¿Tan caduca la virtud? ¿Tan pobre la caridad? ¿Tan desnuda la verdad? ¿Tan rica la ingratitud? ¿La ceremonia tan viva? ¿La desvergüenza tan clara? ¿La riqueza tan avara? ¿La obligación tan esquiva? ¿Andan cumpliéndose antojos la dicha y necesidad? ¿De medio ojo la amistad y la envidia con cien ojos? ¿No fían los mercaderes al valor y la hidalguía? ¿Y pídense todavía celos hombres a mujeres? VILHÁN: Padre Fray Mortero, no ha tanto que su reverencia ha hecho del siglo ausencia que estar trocado podrá. Todo está como se estaba y va peor cada día que es mala mercadería hombres y mujeres. MORTERO: Brava dicha en librarme he tenido de salir de confusión, ¡y más en esta ocasión! Pero esto, ¿qué ha sido la de ven y voy acá? VILHÁN: Anda el conde dando trazas de dar al mastín zarazas y a su dueño. MORTERO: No podrá, que le guardan lindamente porque del virrey sospechan que ministros los acechan y andan más diligente en sacarlos de Jesús del Monte; que no saldrá el mastín de donde está aunque le diga "¡tus, tus!", el gran turco Solimán de quien fue alano primero, y menos Portocarrero. Guárdese, hermano Vilhán, no le encuentre alguno de ellos en el sitio, que podría librar mal y ser espía perdida de veras. VILHÁN: Ellos, y otros tantos no me dan cuidado si me acompaña esta espada, y en campaña se desenvuelve Vilhán; que verán como les gasto las vidas y los aceros, y échenme Portocarreros y Rosambucos a pasto. MORTERO: Medrado está de valor, hermano Vilhán, mas ya lo habrá menester que está con nosotros sin temor, ni vergüenza del virrey ni todo el linaje humano. Si no me engaño, el hermano Rosambuco, can del rey, es el que viene. VILHÁN: ¡Oh, pesia el que a Italia le ha traído! ¡Qué un alano mal nacido ha de valerle la iglesia, saliéndose a pasear fuera de ella para ocultos y descubiertos insultos de noche en tierra y en mar! Quiero apartarme de aquí porque no me dé ocasión de alguna demostración.
Sale ROSAMBUCO
ROSAMBUCO: ¡Ah, gentil hombre! VILHÁN: ¡Ay, de mí! ¿Qué manda vuestra merced? ROSAMBUCO: ¿A dónde deja a su amo? MORTERO: (Acudió el tordo al reclamo Aparte y Vilhán cayó en la red). VILHÁN: Yo no tengo amo ni soy quien vuesamerced imagina. ROSAMBUCO: ¿Negarme quiere el gallina lo que conociendo estoy? VILHÁN: Yo nunca, cuando... ROSAMBUCO: ¡Por vida de don Pedro y por Mahoma que a bocado me lo coma! MORTERO: (Vilhán es mala comida). Aparte ROSAMBUCO: ¿Piensa que soy tan bozal o tan bárbaro porque tan atizado me ve que darme este papasal quiere con vanos intentos? Sepa que soy tan ladino que en átomos le imagino las combras, los pensamientos, que ésta es, en vez de cristal porque al sol la luz no empache una cara de azabache de un alma como un coral. Con ingenio tan profundo que aunque el cielo más porfía hacerme borrón del día y negro lunar al mundo, tan esclarecido está de este abalorio prolijo que puedo llamarme hijo de la reina de Sabá. MORTERO: (¡Qué leído es el mastín! Aparte Pero puede ser al toque del que acompaño a San Roque, .................... [ -ín]). ROSAMBUCO: Mire, dígale a su dueño, o a su dueña, o a su jaca, si de vengarse no aplaca de su coraje el empeño, ...................... [ -ar], con gallinas cada día, si intenta a esta portería ni aún entre sueños llegar; que he de ir a Palermo y darle de quién soy satisfacción y en hábito de caución dentro en su casa abrasarle. Que para después de aquesto que este mensaje le lleves, y cumplas con lo que debes por el atajo más presto siendo pelota del fuego con que abrasarle me obligo estoy para hacer contigo desde aquí, allá, el pasajuego. Mas dispensar determino contigo todo este estruendo porque te vayas muriendo de tu miedo en el camino. Vete. VILHÁN: Voy a obedecerte de muy buena voluntad. (¡Notable temeridad!) Aparte
Vase
ROSAMBUCO: Yo soy sombra de la muerte. MORTERO: Búsquela para el calor un demonio peregrina. ROSAMBUCO: Y adviértole de camino ................... [ -or] que al conde sicilïano envió. Encontrar no quiero otra vez a Fray Mortero porque le pondré la mano. MORTERO: Yo pretendo ser eunuco en el ejercicio, y así no la quiero para mí del hermano Rosambuco. ROSAMBUCO: Que esto haré le certifico si no... MORTERO: Digo que me doy por advertido y me voy a pedir con mi borrico. No quiero más retintín, hermano Turco, con vos que aunque no me ha librado Dios, siendo oveja, del mastín. ROSAMBUCO: ¡Válgame Alá soberano y su profeta divino, cuyos dos cultos a un tiempo sin duda tengo ofendidos! Pues con portentos tan raros corro bajel de mí mismo, fortuna deshecha contra mis pensamientos altivos. Yo soy Rosambuco, aquél de Etïopia peregrino, para bruto aun prodigioso, para hombre el mismo prodigio. Yo soy el pirata negro en ambos mares temido, ébano de quien labraron cometas y basiliscos. La Libia ardiente y el fuego donde salamandra he sido de pólvora y alquitrán y las rocas de los istmos y los sulfuros temieron en el salobre zafiro. ¿Pues, cómo se olvida el cielo de mí? Mísero y cautivo soy de este hombre que no tiene más alma ni más sentido. ¡Qué haya tanto de poder la inclinación de un destino que ha de atropellarlo todo sin que haya para rendirlo alma en la naturaleza ni imperio en el albedrío! ¿Quién vive en mí? Que parece que no soy el que en mí vivo, sino otro por mí que apuesta guerras civiles conmigo. Todo soy sueños, asombros, ilusiones y delirios. Valiente estoy y cobarde, despierto estoy y dormido. Y desde anoche en el templo de este profeta Francisco tan grande, que de su Dios las armas ha merecido en manos, pies y costado, sangrientas llagas o cinco rubíes que Él recibió cuando desde el cielo vino a redimir los cristianos a todo el humano aprisco, como ellos dicen, en más temores y laberintos de dudas metido estoy; que ni creo lo que he visto ni lo dejo de creer. Porque, ¿cómo un mármol frío pudo moverse y hablarme, pudo asombrarme?
Dentro
UNA VOZ: Benito. ROSAMBUCO: ¿Quién me ha llamado? Mas, ¿cómo si por mi ley me apellido Rosambuco, al que escuché con efecto repentino volví el sentido y el alma? Pero el alma y el oído se debieron de engañar que fue el nombre que me dijo de su original el mármol, y son cristianos hechizos para volverme a su ley o fantasma del abismo y de las cobardes sombras; que de la noche...
Dentro
UNA VOZ: Benito. ROSAMBUCO: Si no estoy loco y me engaño, otra vez han repetido y más cerca el mismo nombre. Aquesta voz con el mismo llama otro hombre cristiano, labrador y peregrino de esta mezquita montes, de este silvestre edificio de Italia tan venerado que es Meca del cristianismo. Hagamos treguas un rato, locos pensamientos míos, y volvamos a asistir a don Pedro, que le hizo Alá mi dueño hasta tanto que se canse el brazo esquivo de mi fortuna.
Dentro
UNA VOZ: ¿Te vas sin responderme, Benito? ROSAMBUCO: Voz, que no sé de quién eres, y te trae el aire frío, con el eco a mis orejas, ¿hablas conmigo?
Dentro
UNA VOZ: Contigo. ROSAMBUCO: No puede ser si fue siempre Rosambuco el nombre mío y tú con otro me llamas que nunca le he conocido en Asia ni en otra parte.
Dentro
UNA VOZ: Éste es más tuyo, Benito. ROSAMBUCO: Sin duda me llama el mármol, por lisonja, con el mismo nombre otra vez, y no quiero que me tenga por remiso ni cobarde, siendo yo a quien tantos han tenido miedo en el mar y la tierra desde el rojo mar de Egipto a las columnas de España del Hércules Orolimbio. Ya voy, mármol.
Va a entrar y encuentra un niño descalzo con una corona de espinas, una cruz a cuestas, y llagas en los pies
NIÑO: ¿Dónde vas bárbaro, loco, atrevido que sin la marca cristiana osas pasar este sitio, sagrado al mejor alférez del mundo, este templo mío que con mi nombre respetan los cortesanos impíreos? ¿Cómo te atreves, sin ser en el rebaño admitido de mi iglesia militante, batallón del Uno y Trino, contra el alevoso hereje, contra el infiel paganismo, y a mirar estos umbrales de tanta antorcha epiciclos? ROSAMBUCO: Niño, gigante a los ojos del sol, prodigioso Niño, ¿quién eres? NIÑO: Jesús del Monte, de quien este templo antiguo toma el nombre, aunque primero del Monte Calvario ha sido, donde un viernes, con la muerte tuve un campal desafío de quien salí vencedor, puesto que tan mal herido con esta espada que llevo al hombro...
Paséase
ROSAMBUCO: Eterno Cupido, Niño a la emblema del cielo, déjame que los armiños sangrientos de tus pies bese, que no sé qué desatino amoroso me arrebata el corazón, o qué hechizo celestial para adorarte. NIÑO: Aparta, que no eres digno de privilegio tan grande hasta estar con el bautismo. ROSAMBUCO: Pues déjame que te ayude a llevar ese prolijo, si bien de escultura hermosa, leño cruzado. NIÑO: Aunque ha sido siempre mi yugo süave, no tienes hombros ni bríos para éste, siendo infïel. ROSAMBUCO: Si fuera todo el Olimpo estrellado, como Atlante le sustentará en los míos. NIÑO: Toma, y mira si le puedes llevar.
Dale la cruz
ROSAMBUCO: Muestra, hermoso Niño, que a trueque que tú descanses imposibles solicito facilitar. NIÑO: Sin la fe, éste es el mayor.
Vase
ROSAMBUCO: Narciso soberano, aguarda, espera. Vuelve a tus hombros divinos este madero, que yo a tanto peso me rindo. Y entre los brazos parece que el mundo se me ha caído, y todos los once cielos. Socorro y favor te pido.
Sale sangre de la cruz
Pero, ¿qué sangre es aquésta que por tu corona miro correr, árbol prodigioso del jardín del paraíso? Que me convida a beberla su hermosura, más que el limpio cristal que nació en el monte, veloz aborto de un risco.
Vuela la cruz
¡Válgame el cielo! ¿Qué miro? Que el madero fugitivo me ha hecho Tántalo de ella... Agora pierdo el sentido, ¡qué maravillas! ¡Qué espanto! ¡Qué misterios! ¿Qué prodigios son éstos de mi dureza, bárbaramente entendidos, que se contradicen unos con los otros? Mas, propicios cielos, que para entenderlos que los descifres os pido.
Sale don PEDRO
PEDRO: Rosambuco. ROSAMBUCO: ¿Señor? PEDRO: ¿Dónde todo hoy andas escondido, que no te he visto? ROSAMBUCO: No puedo darte nuevas de mí mismo apenas, después que traigo unas tristezas conmigo que me traen fuera de mí y lejos de mi sentido. PEDRO: Memorias deben de ser de tu patria. No me admiro que suelen dar guerra al alma. ROSAMBUCO: Más pienso que son olvidos. PEDRO: Diviértelos, pues que tienes un dueño que es tan tu amigo, que hace tanta estimación de tus valerosos bríos, que no te diera por cuanto tesoro guarda el Mar Indio si me lo pidiera Laura, que después de ella, te estimo. ROSAMBUCO: Guárdese, Portocarrero, de España y de Carlos Quinto, blasón generoso, Alá, que sólo su puesto ha sido el de todos mis naufragios. Y tu esclavo ser estimo más que estando libre ser visir del Cairo y del Píreo. PEDRO: Pagarme has lo que me debes y aquesta noche imagino que he de quedarte a deber. ROSAMBUCO: ¿De qué suerte? PEDRO: He recibido de Laura un papel en que me manda, aunque más peligros se me pongan delante, que por un falso postigo de su jardín a las doce la vea. ROSAMBUCO: Si es tan preciso, no quede por mí que ya sabes que yendo contigo no hay que temer a Palermo. Siempre estoy apercibido del broquel y de la espada. PEDRO: Pues, Rosambuco, a camino de Palermo y a adorar a Laura, dueño divino de mis amantes deseos, que ya la noche ha corrido todas las cortinas negras del salobre cristalino. ROSAMBUCO: Y la turca luna negra, de quien soy sombra y soy hijo, temerosamente esparce algunos rayos mendigos. PEDRO: Poco puede embarazarnos, que trae muy recién nacidos los rayos y han de durar poco en el azul distrito. Y pienso que poco a poco hemos salido del sitio de Jesús del Monte. Él vaya conmigo. ROSAMBUCO: Y también conmigo; que voy estando muy bien por el nombre y por vecino con aquese caballero. PEDRO: Y es muy bueno para amigo, Rosambuco. ROSAMBUCO: Así lo entiendo. Aunque soy turco, me inclino a sus maravillas raras porque cuentas de Él prodigios. PEDRO: Ruego a Dios que pare en bien esa inclinación. ROSAMBUCO: No digo nada. Alá lo puede hacer. PEDRO: Desde agora más te estimo.
Salen VILHÁN, el CONDE y criados con espadas, rodelas y pistolas
CONDE: Dos hombres son y si fuesen los que buscando venimos del papel que obligué a Laura escribir, no habrá surtido mal efecto. VILHÁN: Diera un brazo por ver dentro del garlito al sabueso de Mahoma, ladrador desde los quicios de las puertas de su casa. CONDE: Al perro hacer solicito más pedazos que ha ladrado desgarros y desatinos. VILHÁN: Yo comeré su gigote. PEDRO: Entre los verdes asilos que hacen al camino sombras bultos parece que he visto. ROSAMBUCO: Si no son de esotra vida sombras o vestigios lluevan broqueles y espadas y de pistolas granizo; pero no gente que viene después de [ser fenecidos], que huelen a esotro mundo y me ha dejado Benito Esforcia muy perdigado de miedo de esotro siglo. CONDE: Los dos a reconocerlos lleguemos como venimos para no espantar la caza, y los demás al abrigo de estos árboles se queden, acudiendo al primer silbo. CRIADO 1: Obedeceremos. PEDRO: Dos bultos hacia acá imagino que enderezan. ROSAMBUCO: Pocos son. CONDE: ¿Quién? PEDRO: Responder es preciso. CONDE: ¿Diremos a la justicia? ROSAMBUCO: La misericordia, primos. VILHÁN: En su lenguaje habló el negro, y son ellos. CONDE: ¡Ea, amigos, que esto es hecho.
Sacan las espadas
PEDRO: Rosambuco, sobre nuestros enemigos hemos dado y vienen tantos furiosos y vengativos que nos hemos menester mucho más. ROSAMBUCO: Lo dicho dicho. CONDE: ¡Mueran pues! ROSAMBUCO: ¿No hay más que mueran gallinas? PEDRO: ¡A ellos, amigo Rosambuco! ROSAMBUCO: ¡A ellos, valiente Portocarrero; y si es vino el que traen esos borrachos, ¡a los pellejos conmigo!
Métenlos a cuchilladas y disparan y hieren a ROSAMBUCO. Éntranse ROSAMBUCO y los otros acuchillándole y quédanse PEDRO y el CONDE
ROSAMBUCO: ¡Muerto soy, Portocarrero! Sea tu valor conmigo.
Dentro
CRIADO 1: Prendedles. VILHÁN: Esto va malo, el virrey es, que ha tenido noticia de este suceso. CONDE: Pues, acabemos, amigos a este perro. CRIADO 2: Éste es don Pedro, prendedle. PEDRO: No hay resistirlos. Date, Rosambuco, preso. ROSAMBUCO: Pues, lo mandas, yo me rindo. CRIADO 1: Dale muerte. CONDE: Muere, perro.
Salen acuchillando a ROSAMBUCO
ROSAMBUCO: ¡Jesús del Monte, Francisco, no permitáis que a la puerta de vuestro templo divino muera quien de vos se ampara.
Entran tras él y salen el NIÑO y SAN FRANCISCO con espadas
NIÑO: Nuestro socorro ha pedido; defendámosle los dos, valiente alférez de Cristo.
Dentro
ROSAMBUCO: ¡Traidores, ya me tenéis muerto pero no rendido! CONDE: Cosámosle con la tierra. SAN FRANCISCO: Hay más invencibles filos que le defienden, tiranos, y ha de ser primero mío.
Dentro
CONDE: ¡Huyamos, que dos espadas de dos brazos nunca vistos contra nosotros fulminan rayos. VILHÁN: De encantos y de hechizos, sin duda contra nosotros ese turco se ha valido.
Sale ROSAMBUCO herido
ROSAMBUCO: Yo muero y a vuestra casa, Francisco, como he podido con el alma entre los dientes para el último suspiro llego ya. No muera yo sin el agua del bautismo.
Salen el GUARDIÁN y MORTERO
MORTERO: ¡Padre, padre, acuda presto que parece que un herido a la puerta de la iglesia voces da, y si mal no miro el hermano Rosambuco es el que está sin sentido. GUARDIÁN: Los contrarios de don Pedro Portocarrero habrán sido los crüeles agresores de tan infame delito, profanando los umbrales de este religioso asilo. Hermano, ¿qué es lo que quiere? MORTERO: Del hermano turco fío que no será confesión. ROSAMBUCO: Padre, el bautismo pido, que pretendo ya que muero morir en la ley de Cristo, que la tengo por la más verdadera [.......i-o]. GUARDIÁN: Es gran predestinación, Fray Mortero. MORTERO: Padre mío... GUARDIÁN: Agua presto. MORTERO: El mastín anda fullero con Jesucristo, y se irá al cielo derecho habiendo primero sido turco y cosario treinta años.
Vase
GUARDIÁN: ¿Qué nombre escoge? ROSAMBUCO: Benito, que es por elección del cielo. GUARDIÁN: ¡Qué caso tan peregrino! ROSAMBUCO: ¡Qué me muero, qué me muero; padre, el bautismo, el bautismo! GUARDIÁN: Aprisa el agua.
Sale MORTERO
MORTERO: Aquí está el agua pues quiere, olvidando el vino ser perro de agua el hermano.
Échale el agua
Agora queda más limpio que el cristal el azabache. Bien puede hacer su camino al otro mundo sin miedo de irse al infierno ni al limbo. ROSAMBUCO: No sólo le ha dado el alma gracia esta agua, padre mío, sino la salud al cuerpo .................... [ -i-o].
Levántase
GUARDIÁN: ¡Raro milagro! ROSAMBUCO: Esto todo debo al agua del bautismo, padre, y al Jesús del Monte y al seráfico Francisco. Y en hacimiento de gracias por tan grande beneficio, a vuestra paternidad pido el hábito francisco de rodillas a sus pies aunque de él soy tan indigno, pero supla Dios mis faltas. Padre, el hábito le pido, déme el hábito sagrado como me ha dado el bautismo; no me niegue tanto bien. MORTERO: Ya que el negro no ha podido darnos hoy un perro muerto, nos quiere dar perro vivo. GUARDIÁN: No puedo a la religión sagrada, hermano, admitirlo porque es esclavo [con dueño]. ROSAMBUCO: ¿[Ya] no es libre el albedrío? GUARDIÁN: Mientras tiene dueño, no. ROSAMBUCO: Dadme libertad, Francisco, para vestir vuestro traje, para ser vuestro cautivo. MORTERO: Váyase el negro a Guinea a ser fraile o a Tampico, que por acá somos todos aloques, mas no tan tintos. GUARDIÁN: Pídaselo a nuestro padre, que es de Dios grande valido. ROSAMBUCO: No me he de quitar delante de su altar, y he de pedirlo con lágrimas y oraciones, disciplinas y silicios. MORTERO: Más propio fuera pringarse con un pernil de tocino. GUARDIÁN: Vamos, que Dios premiará tan católicos designios. ROSAMBUCO: Para ser esclavo vuestro dadme libertad, Francisco.
Vanse y salen LAURA y CELIO
LAURA: Celio, amor es temerario más que niño, más que ciego. CELIO: Que mires, Laura, te ruego quién eres, y que es contrario a tu sangre lo que intentas, que mujer tan principal en una cárcel real ve expuesta a muchas afrentas; y a muchos riesgos también, aunque el manto más te emboce si tu hermano te conoce y sus amigos también entrar o salir. LAURA: Mi hermano estará por delincuente, Celio, de Palermo ausente; demás, que fue tan tirano con su honor, pues me obligó a escribir aquel papel. Que celoso ni crüel no es ver o temerlo yo, pues se ha perdido el respeto con darse por entendido que don Pedro me ha querido; y no puede ser discreto ni valiente, quien por tema de su alevosa esperanza hizo para su venganza de su afrenta estratagema. Y yo llevo en guarda mía, Celio, para mi defensa contra César, si en mi ofensa quiere su loca porfía intentar algún desmán, lo que basta a no temerlo ..................... [ -erlo] los alientos que me dan los generosos blasones; porque soy más César [yo] que César. Hoy [me animó] a puras resoluciones este altivo corazón; que si anoche me rendí cuando el papel escribí de que a dar satisfacción voy a don Pedro, fue el verme amenazar de mi hermano con el acero en la mano y no poder defenderme el valor que hoy me acompaña. CELIO: Laura, pues del español amante eres girasol, haz tu gusto y, ¡cierra España! Que aunque ves que te prevengo con lo que el valor te advierte, en llegando a resolverte cabrá, con quien vengo, vengo. Y si en la cárcel intentas entrar, ésta es, Laura, la puerta. LAURA: Sígueme, pues [voy cubierta]. CELIO: Hacer contigo me alientas imposibles. LAURA: Imagina que no [vayas ya] conmigo sino con Roldán. CELIO: Contigo Roldán [fuera] una gallina, y haces más siendo quién eres que cuántos la fama anima. LAURA: Nunca comió [en este clima] la cárcel a las mujeres.
Salen ESTRELLA y CATALINA, tapadas
ESTRELLA: Cúbrete bien, Catalina, no te descubran lo negro que habrá. Si te lo divisan estornuda de misterio. CATALINA: Ya sabemo, zeola mía, llevar la cara encubierto que tenemo branca el alma si el cuerpo tenemo preto. LAURA: Otras damas de buen garbo dentro en la cárcel entraron porque los dos no seamos, Celio, los de mal ejemplo. ESTRELLA: El alcalde viene aquí por el rancho preguntemos de mi hermano.
Sale el ALCAIDE
CATALINA: Preguntamo, que sea cortés cagayero. ALCAIDE: ¡Bravas mozas, vive Dios! Bien se nos luce, que hay presos de porte. ESTRELLA: Señor alcaide. ALCAIDE: ¿Qué mandan, reinas? ESTRELLA: Don Pedro [Portocarrero] que trujeron [anoche a esta cárcel preso] por mandado del virrey, ¿dónde tiene su aposento? LAURA: Por don Pedro han preguntado estas mujeres, y pienso pues con celos en la cárcel encuentro, que viven dentro de estas prisiones también por delincuentes los celos. CELIO: Por monstruos de amor pudieran en un calabozo de éstos para siempre sepultarlos. LAURA: ¿Para qué, teniendo pechos humanos donde sembrar tanta lluvia de dineros? ALCAIDE: Vuesas mercedes me sigan. ESTRELLA: El favor agradecemos. ALCAIDE: Mi mayor honra es serviros. CATALINA: ¡Qué cagayero tan bueno! CELIO: Estrella será su hermana, y el hermano compañero, Rosambuco con basquiñas.
Vanse
LAURA: No me hablaron. CELIO: No te vieron, o no te conocerían como tú también; que dentro de la cáscara de un manto todos los gatos... ESTRELLA: No creo, Celio, nada en mi favor, porque los celos creyeron lo que peor está siempre al discurso de su dueño. Sigámoslas, que imagino que aquí entraron. CELIO: Todos estos aposentos [me] parecen alcobas del mismo infierno.
Vanse. Salen ESTRELLA, don PEDRO, CATALINA y VILHÁN
PEDRO: Tan ociosa, Estrella, ha sido esta visita, que llego a sospechar que fue achaque de otro designio. ESTRELLA: Dijeron que estabas preso y herido, y no es nuestro parentesco tan poco que no me obligue a esta fineza, rompiendo por tantas dificultades como venirte, don Pedro a visitar a la cárcel, porque el valor que profeso imita al sol, que tocando la espuma del mar soberbio un átomo no se moja ni se humedece en cabello. PEDRO: En lo de preso acertaron, en lo de herido mintieron, porque no tienen valor mis enemigos, ni acero, volcanes de fuego y plomo, César, ni César con ellos, para teñir con la sangre del blasón Portocarrero, el menor grano de arena con sus cobardes esfuerzos. En mi apellido no hallaron jamás carrera ni puerto; pues su excelencia, el señor virrey, que de sus intentos aleves tuvo noticia me trujo en su coche preso, con la decencia debida a la cárcel de Palermo, por evitar mayor daño; aunque a Rosambuco temo, por pretender resistirle, que le han mal herido o muerto, que es su valor invencible. CATALINA: ¡Válgame Diosa! PEDRO: ¿Qué es esto? ESTRELLA: Catalina se ha caído desmayada, porque entiendo que a Rosambuco tenía voluntad. CATALINA: ¡Ay, que me muero! [CELIO]: Devoción o calidad; o negro amor en efeto. CATALINA: Malogróse mi espelanza, que fue branca flor de almendro, que en saliendo del botona templana la lleva el cierzo. ¡Jesunerisa sea conmigo! PEDRO: Catalina, esto no es cierto, que Rosambuco es tan bravo que se habrá escapado de ellos, más vencedor que vencido. CATALINA: Viva esperamos con eso. Consuélete Diosa, amén, don Pedro Portocarrero.
Sale el ALCAIDE
ALCAIDE: Aquí está un fraile franciscano, don Pedro, que quiere veros y me ha pedido que os pida licencia para este efecto. PEDRO: Querrá poner a estos bandos ...................... [ -e-o] paces. ALCAIDE: Otra señora también dice que ha venido a veros, pero no la dejé entrar, porque el fraile es lo primero. Fuése enojada conmigo y también un escudero. PEDRO: Laura será, mas no importa. ALCAIDE: Dijo que volvería luego. PEDRO: Sírvase el señor Alcaide que entre. ALCAIDE: Trae por compañero ........................ un peregrino mancebo de hermosa presencia y talle. PEDRO: Para todos hay asientos, entren en buen hora juntos. ALCAIDE: Ya voy a obedeceros. ESTRELLA: (¡Cielos, Aparte pon paces entre César y mi hermano, pues intereso en ello tantas dichas!) PEDRO: Estrella, con el respeto que te debes te retira, y haz recogimiento en eso de tu casa. ESTRELLA: Siempre sabes que, por quien soy, te obedezco. PEDRO: Así de ti lo confío. ESTRELLA: (Visitar al conde espero Aparte entre tanto que esto dura). PEDRO: Adiós, Estrella. ESTRELLA: Adiós, Pedro, que tendré de tu regalo todo el cuidado que debo. PEDRO: Dios te guarde. CATALINA: De temora llena vamo, y de rezelo. ¡Valor me dé Jesunerisa sia Rosambuco han muerto!
Salen SAN FRANCISCO y el NIñO
PEDRO: (Ya el religioso Francisco Aparte entró con su compañero. ¡Qué veneración que ponen a los ojos y deseos!) ........................ SAN FRANCISCO: "Deo gracias," señor don Pedro. PEDRO: Guarde a vuestra reverencia Dios, y a su Acates. SAN FRANCISCO: Yo vengo a hablar de espacio con vos. PEDRO: Pues sentémonos. SAN FRANCISCO: Sentemos. PEDRO: (¡No he visto humildad tan rara!) Aparte Nunca le vi en el convento. SAN FRANCISCO: Soy forastero, y a mí me encargaron el suceso. Hoy llegué a Jesús del Monte con mi hermano compañero. Señor don Pedro, un esclavo tenéis... PEDRO: Decid. SAN FRANCISCO: Turco negro, que se llama Rosambuco, y a la ley del evangelio reducido está. Benito, [la iglesia por los secretos de Dios, le ha dado por nombre] porque llegando al convento de Jesús del Monte, herido de muerte, pidió con celo de su salvación el agua del bautismo, y tan presto la gracia, que le dio al alma como la salud al cuerpo; y en pago del beneficio y de milagro tan nuevo, pidió nuestro hábito santo con fervorosos deseos. Negósele el guardián por esclavo, no por negro, pues blanco donde Dios tira, blanco es de grandes aciertos. Vengo de Dios inspirado para que pueda tenerlo, a tratar de su rescate con vos, porque sois su dueño, y con el síndico os traigo mil escudos, que le habemos entre todos de limosna juntado, para que el cielo admire, siendo soldado de Francisco, con presagios milagrosos de su vida que así en el cielo lo espero. Dicen que le estimáis tanto que por Mesina y Palermo no le darás algún día. Haced cuenta que fue muerto y Dios le ha resucitado y que no era esclavo vuestro según las leyes del mundo y dadle por este precio agora, que aunque es tan corto lo demás lo dará el cielo. PEDRO: Él sabe que yo no diera ese esclavo por un reino; pero con vuestras palabras que me habéis hecho, confieso tan blanda fuerza en el alma que os le diera mucho menos que en lo que de más, y en nada si no me hallara en extremo tan pobre y necesitado por la fe de caballero. SAN FRANCISCO: Dios os lo acrecentará que ésta es, señor don Pedro, gran obra. PEDRO: Así lo imagino. SAN FRANCISCO: Yo espero en Dios que he de veros con mucha paz y salud. PEDRO: ¡Por qué notables rodeos a Rosambuco ha traído Dios [para] ser su [escudero]. SAN FRANCISCO: Tinta y papel viene aquí y contado [este] dinero en oro, tomadlo [todo] y hacednos recibimiento de vuestra mano que sirva de carta de horro al negro Benito. PEDRO: Sea en hora buena. Idla notando vos mesmo que yo iré escribiendo, padre. SAN FRANCISCO: Decid: "Digo yo don Pedro Portocarrero..." PEDRO: Adelante. SAN FRANCISCO: "Capitán", id escribiendo "de infantería española, que doy libertad, por precio de mil escudos de oro a Rosambuco mi negro, llamado agora Benito..." PEDRO: Benito... SAN FRANCISCO: "Que me dio luego de presente Fray Francisco de Asís..." PEDRO: De Asís... SAN FRANCISCO: "Del convento de Jesús del Monte..." PEDRO: Del monte... SAN FRANCISCO: "Por la mano..." PEDRO: Ya está puesto. SAN FRANCISCO: "Del Serafín Peregrino síndico..." PEDRO: Síndico. SAN FRANCISCO: "Nuestro, como del efecto consta..." PEDRO: Oiga, padre, que los vuelvo al convento, [porque] sé que da Dios uno por ciento. SAN FRANCISCO: Dios se lo pague. PEDRO: Prosiga, padre, agora. SAN FRANCISCO: [Escriba], "Siendo pues que han de ser tres..." PEDRO: Ser tres... SAN FRANCISCO: "Testigos, [aquí son éstos]: las tres personas [divinas] y un sólo Dios verdadero; que es la Trinidad Sagrada tan inefable misterio". PEDRO: Testigos son, que [no] habrá quién los tache. SAN FRANCISCO: "Fecho..." PEDRO: Fecho... SAN FRANCISCO: "A tres de mayo..." PEDRO: De mayo... SAN FRANCISCO: "En la cárcel de Palermo..." PEDRO: Palermo... SAN FRANCISCO: Firmad, agora. PEDRO: Don Pedro Portocarrero. ¡Notable cédula! SAN FRANCISCO: Agora, [hágame] el señor don Pedro [merced] de hacerme la entrega de ese papel. PEDRO: Ya os le entrego. SAN FRANCISCO: Mostrad.
Ve las llagas [don PEDRO]
PEDRO: No es ésta [la] mano de ningún hombre del suelo. Vuestra es, Seráfico Santo, porque ese rubí sangriento o es vuestro o de Dios que sois una misma cosa al veros. Porque con las cinco insignias que ostentáis, a un mismo tiempo a Cristo miro en Francisco y a Francisco en Cristo veo. SAN FRANCISCO: Benito, la libertad que me has pedido te llevo para ser de Cristo esclavo. NIÑO: Yo me voy, pues que ya he hecho el oficio que me toca a los impíreos asientos.
Desaparécense
PEDRO: El corazón me arrebatas tras de ti, Neblí del Cielo; ¡Qué venturoso que es hoy, Rosambuco, tu deseo! Ya tienes todo cumplido. Agora has de ser mi dueño.

FIN DEL ACTO SEGUNDO

El negro del mejor amo, Jornada III  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 01 Jul 2002