ACTO TERCERO


Salón. Salen por distintos lados ASENET, TITANA, JOSÉ, y PUTIFAR
MÚSICA: "Dediquen aplausos, consagren afectos, al héroe José, blasón del imperio". PUTIFAR: Ya como mandasteis, ahora el padre de Asenet vino. TITANA: ¿Por qué tan pronto el camino tomas de casa, señora? ASENET: Porque gracias di, y no ignora el rey que a mi padre vi. JOSÉ: Retirado espera allí. ASENET: Y así, sus pies soberanos... JOSÉ: Y así, aguardar mis hermanos... LOS DOS: Bien es... Mas ¿quién está aquí? JOSÉ: Ambos preguntando, duda igual a un tiempo tenemos; pues al vernos, que quedemos es bien: yo ciego y vos muda. Mas a decidirla acuda el tacto en mis labios, pues sólo este sentido no es como los demás perdido en mí, si es que ha merecido que le halle a vuestros pies. ASENET: Si esa voz, que ya otra vez en vuestro labio advertí, violencia no hallara en mí no se airara mi esquivez; mas motiva mi altivez de tal modo, que si osara decírmela alguien, vengara la injuria mía de suerte, que en sólo mi voz su muerte con trágico fin hallara. Y así, ha de hacer mi desdén, sepan todos... (No haré tal, Aparte pues no me parece mal, que yo le parezca bien). ... que escarmiento en mí halle quien sin respetar mi decoro estrenase mi desdoro. JOSÉ: No seré yo ése. ASENET: ¿Por qué? JOSÉ: Porque yo nunca diré que os quiero, os amo y adoro. ASENET: ¿Y eso no es decirlo? JOSÉ: No. ASENET: ¿Cómo no, si alcanzo a verlo? JOSÉ: Si vos queréis entenderlo, no tengo la culpa yo. ASENET: Si mi oído lo escuchó... JOSÉ: Si mi voz hizo este arresto...
Sale FARAÓN
FARAÓN: ¡Asenet! ¡José! ¿Qué es esto? ¿Qué hablabais cuando iba entrando? LOS DOS: Despedirnos, encontrando... ASENET: ...a José. JOSÉ: ...Asenet en este puesto. FARAÓN: (A ver la reina pasaba; Aparte y hallarlos aquí, ocasión da a mostrarlos mi afición). TITANA: Vámonos, señora, acaba. JOSÉ: (¿Con qué rigor se indignaba?) Aparte FARAÓN: (Yo en mi reino he de tener Aparte a José. ¿Cómo he de hacer que jamás de Egipto salga? ¡Pero la industria me valga! ¡De casarle! Esto ha de ser). Pues ya a los dos aquí he hallado cumplir con entrambos quiero. Pues a un tiempo considero estoy de ambos obligado. Primero de tu cuidado; de vuestro padre después. Con que así, mi intento es José, que en Egipto vivas, y por esposa recibas a Asenet). JOSÉ: Beso tus pies. FARAÓN: Tú aquí, aprobando mi intento, espero que haréis lo justo. ASENET: Ley es en mí vuestro gusto. FARAÓN: José, salvador y aumento se interpreta. Éste os presento en él; con que haced alarde, sin que adversidad aguarde, de vuestra unión, que ha trazado mi justa razón de estado. Guárdeos el cielo. LOS DOS: Él os guarde.
Vase FARAÓN
JOSÉ: ¿Podré yo saber de ti si esto también no te agrada, lo que el rey te dijo? ASENET: Nada me dijo a mí. JOSÉ: Siendo así, todo me lo dijo a mí. ASENET: Tú en ti mismo podrás verlo. JOSÉ: ¿Cómo dudando el creerlo? ASENET: Como yo, llegando a oírlo, ni me está bien el decirlo, ni me está mal el saberlo.
Vase ASENET
JOSÉ: ¿Cuándo, gran Dios de Abrahán, tales dichas presumí vuestro poder cause en mí? Por ellas gracias os dan mis afectos. Si vendrán mis hermanos, a quien hice traiga Clefo, y fiscalice robar la copa?
Dentro
RUBÉN: ¡Señores, advertid...! CLEFO: Entrad, traidores.
Salen CLEFO y todos los hermanos
JOSÉ: ¿Qué ha sido esto? BENJAMÍN: ¡Ay, infelice! CLEFO: Señor, ¡tu preciosa copa! Habiéndola echado menos a estos cananeos seguí y en el saco más pequeño, que es el del menor, la hallé. PUTIFAR: ¡Haya tal atrevimiento! CLEFO: Y aunque el robador es uno, sin duda los demás fueron cómplices. Aquí, señor, se los traigo. Mira de ellos. ¿Qué dispones? SIMEÓN: (De esta vez Aparte nos ahorcan sin remedio). JOSÉ: ¡Infame intento! ¡Acción vil! ¿Así pagáis mi cortejo? ¿Así agradecéis el trigo? ¿Es corresponderme esto a mi gratitud? BENJAMÍN: Señor... JOSÉ: ¡Callad! BENJAMÍN: Que me oigas te ruego. RUBÉN: El sobresalto me ahoga. JUDÁ: De temor me cubre un hielo. SIMEÓN: ¡Yo a la cárcel otra vez! Por ti, trasto, es todo esto. BENJAMÍN: Señor, ¿cuándo mis hermanos con trigo la otra vez fueron, y en los sacos se encontró el dinero, sin que dentro quien lo puso hayan sabido, ¿duplicado no lo han vuelto a tu vista fieles? JOSÉ: Sí. BENJAMÍN: Pues nuestra inocencia pruebo. ¿Quién quita, que como entonces escondieron el dinero en los sacos; que en el mío usando ahora el ardid mesmo, la copa oculten? Con que no sólo es este argumento de que el robo falso ha sido sino de que nuestros pechos lo ignoraban; porque hubieran vuelto la copa, a saberlo. RUBÉN: (Bien dijo; mas está airado). Aparte SIMEÓN: (¿Si nos despachará presto?) Aparte JOSÉ: (¡Corazón, valor!) Aparte Pues, ¡cómo me persuadís cuando veo comprobado el latrocinio? Mas, aunque en él todos reos sois, por piedad solamente a éste castigarle quiero. Ley de Egipto es que el que roba alguna prenda, del mesmo a quien la robó sea esclavo. Y así, bien podéis volveros sin Benjamín, porque ya es mi esclavo, y yo su dueño. RUBÉN: ¿Qué es lo que escucho? ¡Pesares! JUDÁ: ¡Desdichas! ¿Qué es lo que advierto! BENJAMÍN: No siento quedar tu esclavo; que ese no es castigo, es premio. La nota de infame en mí, y el no ver a un padre viejo, es lo que siento; y que muera, si no vuelve a verme, temo; porque en mí el consuelo halló que perdió en un hijo muerto. De su anciana edad te duele, no de mí que... JOSÉ: (¡Mal me esfuerzo!)Aparte BENJAMÍN: ... mi vida no importa. JOSÉ: ¡Basta! Dejadle. Idos presto. TODOS: Primero que sin él vamos, todos, señor, moriremos. JOSÉ: No hay remedio. Esto ha de ser. RUBÉN: Después que tal sentimiento a nuestro padre causamos, por traerlo, ¿mandáis eso? JUDÁ: Yo le ofrecí morir antes que a su vista no volverlo. RUBÉN: Y si no volvemos todos, e infalible es tu decreto sobre que uno quede esclavo por Benjamín yo me quedo. Él vuelva. Tu esclavo soy. JUDÁ: Yo también por él me ofrezco. LEVÍ: Pon en mi rostro la mano. ISACAR: Estampa en mi frente el hierro. SIMEÓN: Yo me volveré a la cárcel. RUBÉN: Y postrados por el suelo... JUDÁ: Y a tus plantas suspirando... LEVÍ: Y en nuestro llanto desechos... TODOS: Creemos que esta pena es por un gran pecado nuestro. JOSÉ: (¿Qué aguardas, corazón? ¿Qué? Aparte No basto ya a tanto extremo). ¡Benjamín de mi alma! ¡Hermano de mi vida! Hablar no puedo, que las lágrimas me ahogan. Dame los brazos. PUTIFAR: ¿Qué veo? Su hermanos es. Al rey aviso.
Vase PUTIFAR
BENJAMÍN: ¿Qué hacéis, que yo me enternezco? CLEFO: (Los dos lloran abrazados). Aparte JOSÉ: Salte afuera. CLEFO: Obedezco. (Confuso de verlo voy). Aparte
Vase CLEFO
JOSÉ: Vuélveme a abrazar de nuevo, vida mía, Benjamín, tus brazos echa a mi cuello. Yo soy tu hermano José. BENJAMÍN: ¿Mi hermano José, el muerto? JOSÉ: No soy muerto. No extrañéis, hermanos, ver que prefiero a Benjamín; que aunque todos el ser a un padre debemos, ambos somos de una madre, y más le quiero por eso. Abrazadme, hermanos, todos. ¿De qué hay que sorprenderos? Yo soy José, vuestro hermano. No os turbe verme en tal puesto. No os admire. No os espante; que son milagros del cielo para que sus altos jüicios dejen cumplidos mis sueños. RUBÉN: De admirados... JUDÁ: De confusos... LEVÍ: De turbados... ISACAR: De suspensos... TODOS: Apenas para la voz hallamos algún aliento. JOSÉ: Yo soy; que ya de mi gozo en ansia cumplida veo. Y pues para vuestro bien Dios me dio poder tan regio, no haya dilación, volved a Canaán. Traed mi viejo, amado padre, las familias y todo cuanto incluyeron vuestras haciendas, que aquí abundancias os prometo; que en volviendo, de mi historia todos sabréis mis sucesos. RUBÉN Nuestro anhelo, hermano, irá y vendrá en alas del viento. JOSÉ: Y mi amor hará, aguardando, víctima de mi deseo. JUDÁ: ¡Qué placer! JOSÉ: ¡Qué regocijo! BENJAMÍN: ¡Qué alegría! SIMEÓN: ¡Qué contento! RUBÉN: Felices todos nosotros... JOSÉ: Dichoso mi cautiverio... RUBÉN: ...pues nos da el cielo tal bien... JOSÉ: ...pues Dios por él me da el premio... TODOS: Hermano, adiós. JOSÉ: Oíd, hermanos. A mi padre lo primero... RUBÉN: En vano ha sido ese aviso. JOSÉ: Pues, adiós. RUBÉN: Guárdete el cielo. JOSÉ: ¿Quién con tal gozo se vio? TODOS: ¿Quién vio tan raros sucesos? SIMEÓN: ¿Y quién que yo no llevara, para salir de mi empeño. los pirámides de Egipto? ¡Si nos despachará presto!
Vanse todos. Selva. Salen JACOB, DINA y CELFORA
JACOB: No es vivir esto. DINA: Mira... CELFORA: Considera... JACOB: Dejad que de una vez un triste muera y no de tantas, en años tan prolijos, muertes me dé la ausencia de mis hijos. ¡Ay de mí, que ya en vano hallo consuelo! DINA: Si así lo quiere el cielo, padre y señor, a sus divinos juicios de las penas hagamos sacrificios; que pues esto permite, es conveniente. JACOB: ¡Después de un hijo muerto, el otro ausente! ¡Ay, infelice! CELFORA: ¿Hay tales desvaríos? JACOB: ¡Ay, pedazos del alma! ¡Ay, hijos míos! CELFORA: Señor, no llores, que vendrán ya prontos; no haya miedo se pierdan; que son tontos. Mire qué niños, hombres ya barbados. JACOB: No han sido más cuidados, ¡ay, Celfora!, por ellos cuanto ansiosos porque a mis amorosos brazos mi Benjamín, mi luz, mi cielo, llegue a darme placer, vida y consuelo. Pues temo a sus hermanos, que en él, como en José, los inhumanos extremos de la envidia --¡oh, infeliz padre!-- ejecuten; que como de una madre aquestos dos nacieron, y de otras los demás, no me debieron tanto amor, está el pecho receloso de que su trato odioso Benjamín pruebe. Cuando juzgo cierto que si murió José, ellos lo han muerto. DINA: ¡Sospecha vana! ¿Quién tal imagina? JACOB: ¡Ay! Que es la envidia el monstruo mayor, Dina. ¿Qué extrañas la sospecha, en que me fundo, si el primero homicidio que vio el mundo fue por ella de hermano a hermano? Diga esta verdad Abel. Mas mi fatiga suspenda el pensamiento, y el dolor no renueva mi tormento. Y puesto que a la selva habemos ya llegado, vuelva, vuelva, mi débil vista a ver, aunque cansada, si a mis hijos descubre. CELFORA: No veo nada.
Dentro
SIMEÓN: ¡Cho, cho! JUDÁ: Aparte la bestia del camino .................................. que estorba. Pues se para. JACOB: ¿No son mis hijos? DINA: Sí. JACOB: ¡Ventura rara! JUDÁ: ¡Arre! SIMEÓN: ¡Cho! CELFORA: Ya se acercan los cencerros. SIMEÓN: ¡Cho! La burra ha de echar por esos cerros. JACOB: Pues ya vienen, el gozo no resisto. ¿Ya Benjamín entre ellos habéis visto? DINA: Sí, señor. Ya llegan. JACOB: ¡Feliz suerte! Mas, que venga la muerte; que al verlos, la tendré con regocijos.
Salen todos los hermanos menos SIMEÓN
TODOS: ¿Padre? ¿Hermanas? LAS DOS: ¿Hermanos? JACOB: ¡Hijos, hijos! ¡Que ya conseguí veros! ¡Qué alegría! ¿Y Benjamín? BENJAMÍN: Yo soy. JACOB: ¡Ay, prenda mía! BENJAMÍN: ¡Feliz abrazo, padre!
Sale SIMEÓN
SIMEÓN: Por vida de la burra [de mi madre], que si te asiento el palo... CELFORA: ¡Ay, mi marido! JACOB: ¡Simeón! CELFORA: ¿Ese enfado por qué ha sido? SIMEÓN: Porque cayó la burra. Y bien pudiera no caer con cuatro pies. ¿Qué más hiciera si dos solos tuviera? CELFORA: ¿Qué? No andara. SIMEÓN: Mentira es ésa clara; que de tamaño tal, grandes y chicos veo andar en dos pies muchos borricos. JACOB: ¿Que ya vinisteis? RUBÉN: Y con tanto gozo, como nuestro alborozo muestra en la comitiva que traemos. JACOB: Gracias a Dios que trigo ya tenemos. RUBÉN: No sólo en eso este placer señalo, sino que para todos un regalo de vestido traemos. JACOB: Necios modos. Ven acá. ¿Y tú, qué traes? BENJAMÍN: ¿Yo? Más que todos. JACOB: ¿Mi cariño burláis? ¡Locas quimeras! Mirad que hablo de veras. RUBÉN: Pues con las mismas digo; que Faraón se precia de tu amigo y quiere que allá vayas. JACOB: ¡Haya necios! ¿De mis canas hacéis así desprecios? JUDÁ: No lo permita Dios. Y si no, diga Benjamín si es verdad. BENJAMÍN: Así es; y obliga a asegurarlo, ver que así te apuras. A mí me han dado cinco vestiduras, con trescientas monedas. Y otro tanto traemos para ti. JACOB: ¿Es esto encanto? LEVÍ: Señor, creerlo trata. SIMEÓN: Y lo que es la moneda toda en plata. DINA: Lo que escucho me admira. SIMEÓN: A fe que no es mentira. Dos galas solamente a cada uno de nosotros nos dieron; e importuno con diez jumentos para ti cargados, de lo que halló mejor en sus estados. Y también para el viejo, si a irte aplicas, en víveres cargadas seis borricas, enfurruñado vengo en mis molestias; que es trabajo fatal tratar con bestias. DINA: Yo os atiendo pasmada. CELFORA: Algo de más bebiste en la posada, marido, pues también dices desvaríos. SIMEÓN: Tú serás la borracha. RUBÉN: Creed, los carros que ya veis van a casa, si no obligo vuestro crédito. JACOB: El cielo sea conmigo.
Van pasando carros y acémilas cargadas
UNO: Toma mula el carril. OTRO: Que el carro ceja. OTRO: Toma la vuelta. ¡Cho! OTRO: Aquí, coneja. TODOS: Al camino derecho. RUBÉN: ¿Ya quedaréis con esto satisfecho? UNOS: Arre aquí pollina. OTROS: Toma, gitana. ................................ SIMEÓN: ¿Ha visto usted esa burra, la primera? JACOB: Sí. SIMEÓN: Pues, borrica no habrá más paridera aunque no tiene dientes. JACOB: ¿Que ha cerrado? SIMEÓN: ¿Qué llama usted cerrar? Ni aun entornado. ¿Ve usted esotras dos? JACOB: Son nuevecillas. SIMEÓN: Manteniéndolas vienen con natillas. ¿Ves aquesta mujer? Pues no la trueco por ti, porque es mejor. CELFORA: ¡Buen embeleco! ¿Por qué es mejor? SIMEÓN: Porque en enojos malos, más respeto que tú tiene a los palos. Anda si sola dicen; y se para al arre. Es como tú. CELFORA: ¿Por qué compara a mí esta bestia? Diga, y haré paces. SIMEÓN: Porque todo al revés lo entiendes y haces. JACOB: ¿Qué es lo que veo? ........ .................................. RUBÉN: Pues, porque tu deseo al ir se arrime ¿Sabe...? JACOB: ¿Qué hay más que sepa? RUBÉN: Más. JACOB: Pues dime: ¿Falta más que saber, cuando contento sé que volvéis con tanto valimento? RUBÉN: Sí, señor. JACOB: ¿Qué será? RUBÉN: Nuevas felices de tu hijo José. JACOB: Hombre, ¿qué dices? RUBÉN: Lo que es fijo. JACOB: Yo estoy insensitivo. Pues, ¿No es muerto José? RUBÉN: No, que está vivo. CELFORA: ¿Habrá quién al oír esto no se salga de juicio? JACOB: ¿Cómo? Di presto. DINA: Di cómo, hermano, a nuestra duda absorta. RUBÉN: Oíd en breves razones cuanto importa. De Faraón José, mi hermano, alcanza poder, dominio, honor, mando y privanza, tanto que en su distrito segundo Rey le adora todo Egipto; a éste le hablamos siempre, sin que diera menor señal o indicio de quién era; pero después de acasos, pesados para nosotros, y para él gozados, después que alarde haciendo en sus agrados a su mesa nos tuvo convidados; y después que con llanto y regocijo declarársenos quiso, así nos dijo: "La miseria en Canaán no halla mudanza, la abundancia en Egipto, y mi privanza, es vuestra. De Mambret, sin que lo dude, a mi padre decid su casa mude a Egipto, con familia y con ganados; y no temáis conmigo adversos hados; que aunque cinco años restan a estos seguidos que hambre manifiestas, ya acá, --¡gloria al Señor!-- mi vigilancia aun para algunos más logra abundancia de cuanto conducir cabe a sustento. Con que sufriendo allá mal tan violento bien será todos vengan donde a mi vista en mí un esclavo tengan." A partir fuimos, cuando el rey Faraón, de su grandeza usando, al ver que de José hermanos somos, --lo dijeron quizás los mayordomos-- confirma, y aun repite esta demanda, y con nosotros los presentes manda. BENJAMÍN: Y así, señor, pues veis que pesar tanto por mi hermano nos quita el cielo santo... TODOS: Vamos a Egipto, pues que de ese modo todo será placer, contento todo. SIMEÓN: ¡Pues dicen ya que aquí no hay comamos! DINA: Su persuasión apruebo,. CELFORA: ¡Vamos! TODOS: ¡Vamos! JACOB: Pues siendo aqueso cierto, y a ese fin inclinados os advierto, ya en seguiros no habrá qué dificulte, como a mi Dios primero le consulte, y, pues que ya la noche en sombras viene, aquí ya, ¿qué os detiene? SIMEÓN: Vamos corriendo. LAS DOS: Vamos hermanos. TODOS: Todos os seguimos ufanos con la dicha que trajimos.
Vanse TODOS, queda JACOB solo
JACOB: Cuando sea esta verdad de mí creída, Dios de mi padre Isaac, y también mío, mi religiosa fe tu auxilio pida, porque no tengo aliento y ánimo y brío a dejar esta tierra prometida a mis padres; y a Egipto ir desconfío y pues neutral mi duda ya os invoca, luces me dad de vuestra santa boca.
Vase JACOB. Salen FARAÓN, la REINA, JOSÉ, ASENET, CLEFO y acompañamiento
MÚSICA: "Dediquen aplausos consagren afectos, al héroe José blasón del imperio". VOCES: ¡Faraón viva, y José! ¡Vivan por siglos eternos! FARAÓN: A tan feliz posesión, como en dulce lazo estrecho entrambos gozáis ufanos, parabienes de mi afecto admitid. REINA: Y en holocaustos de la deidad de Himeneo, perennemente encendida, su antorcha os alumbre, haciendo vuestra dicha no se apague a pesar de dicha y tiempo. ASENET: Sólo a fineza tan grande... JOSÉ: Sólo a favor tan supremo... ASENET: ...como por vos logra el alma... JOSÉ: ...como por vos goza el pecho... ASENET: ...en mí, y en mi esposo miro... JOSÉ: ...en mí, y en mi esposa veo, cabe igual correspondencia si es que humilde debe serlo la que rendida os tributa un fino agradecimiento. LOS DOS: Y por ambos elocuente explíquese mi silencio. FARAÓN: ¡Oh, qué vano está mi gusto de tan acertado empleo! JOSÉ: Mejor yo lo debo estar; pues a más de que mi anhelo sirvió a vuestra majestad, y poseo como dueño de Asenet la blanca mano, mi ventura lisonjeo dulcemente por mi bien, pues en su beldad contemplo una honestidad cumplida, y una virtud con aumento. ASENET: Si en mi esposo José oigo favores tan lisonjeros de su mérito, ¿qué debe mi ruda voz decir, viendo su gala y su discreción, si cordura y su modesto obrar, sobre cuyas prendas que hacen amado a un sujeto, justo le apellidan todos? Nada; pues don tan supremo aprecio más que la dicha de su soberano puesto. REINA: Ambos estáis de finezas... LOS DOS: Decid de merecimiento... FARAÓN: De oíros me solemnizo... REINA: Yo también me lisonjeo.
Sale PUTIFAR
PUTIFAR: ¡Albricias, señor, que agora tu padre, hermanos y deudos llegan a palacio. JOSÉ: ¿Qué oigo? ¡Ay, corazón! Pues, id luego, y a mi cuarto conducidlo. FARAÓN: ¡No! ¿Para qué? Que entren presto decid. JOSÉ: Advertid, señor... FARAÓN: ¿Qué hay que advierta? JOSÉ: Son groseros pastores. Su rustiquez no profane... FARAÓN : Mi respeto lo permite. REINA: ¡Feliz nueva! JOSÉ: Dame el parabién, contento... ASENET: Dichas, disculpad mi gozo.
Salen PUTIFAR, todos los HERMANOS, y MUJERES
TODOS: ¡Hermanos! JOSÉ: Hermanos, mi pecho os reciba... Mas, ¡mi padre!...
Dentro
JACOB: Dejad que llegue el primero...
Sale [JACOB]
¿A dónde está mi José? ¡Hijo de mi alma!... JOSÉ: A tu cuello preso con dulces abrazos, y en gozoso llanto envuelto. JACOB: Mis ojos respondan. ¿Hijo, es posible que te veo? FARAÓN: ¡Qué placer! REINA: ¡Qué regocijo! RUBÉN: Ya tu gusto obedecemos. SIMEÓN: Ya todos hemos venido. DINA: ¡Qué mármol duro, qué acero, no se ablanda en caso igual? JACOB: ¡Cuánto te he llorado muerto! JOSÉ: ¡Benjamín! JACOB: Antes soy yo. Vuélveme a abrazar de nuevo. JOSÉ: Padre, ved que están presentes sus altezas. JACOB: El consuelo de hallar un hijo perdido me cegó, señor excelso, para que antes no llegara humilde, leal y atento a que enjugasen mis canas de vuestras plantas el riego que les prestan los raudales de las lágrimas que vierto. FARAÓN: Alza, Jacob, a mis brazos. JACOB: Señor, ¡favor tan supremo a un gusano humilde? En vos la bendición de mi inmenso Señor Dios venga. REINA: ¡Gran día! RUBÉN: ¡Qué fortuna! DINA: ¡Qué contento! JOSÉ: ¡Qué ventura! FARAÓN: ¡Qué alegría! JACOB: Hijo, ¡no dirás qué es esto que te sucede y me pasa? ¡Que estoy absorto y suspenso! JOSÉ: Esto es haber, padre mío, sus infalibles decretos el cielo cumplido en mí, por mi inocencia volviendo, y acreditar que verdades fueron de José los sueños. REINA: José nuestro amparo ha sido. FARAÓN: José alma es de mi imperio. PUTIFAR: Por él de vida gozamos. ASENET: Por él dichosa me veo. RUBÉN: Por él este bien tuvimos. SIMEÓN: Por él estuve yo preso. JACOB: ¡Y por él cuánto mis ojos lloraron al creerle muerto! Pero ya al verle dichoso, en gozo el pesar troquemos. TODOS: Pidiendo todos rendidos el perdón de nuestros yerros.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 01 Jul 2002