LAS FERIAS DE MADRID

Lope de Vega

Texto basado en la edición impresa por Cotarelo en 1918 (Ac. N., Tomo 5). Fue editado en forma electrónica y luego pasado al HTML por Vern Williamsen para su presentación aquí.


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Salen GUILLERMO y PIERRES, buhoneros
GUILLERMO: ¿Que en esa acera pusiste tu aparato y tienda, Pierres? Guarda que el lance no yerres que en la de enfrente tuviste. No te fue mal otros años con el puesto que te di. PIERRES: Antes, por ganar, perdí; hay un provecho y mil daños. GUILLERMO: Pues la luz, ¿no es de importancia? PIERRES: Sí, pero tiene aquel lado descubierto y me han robado la mitad de la ganancia. GUILLERMO: ¡Qué bien nos dio de comer el amigo! PIERRES: ¡Largo cuenta! A fe que tiene pimienta, pero no para beber. Conocíle yo en Amberes, pobre y de bellaco talle, que vendía por la calle hilo, antojos y alfileres, y agora está rico a costa de nuestras pobres haciendas. GUILLERMO: ¿Descubriremos las tiendas? PIERRES: Ganar quieres por la posta. GUILLERMO: Mal me fue por la mañana. PIERRES: Descubre, que dio la una. GUILLERMO: Espero mejor fortuna si esta tarde no se gana.
Descubren las tiendas, y sale LUCRECIO
LUCRECIO: ¡Oh, pesia tal con el pesado yugo, que a fuerza quiere ya romper el cuello y que ha de ser un vulgo mi verdugo! Colgada veo de un sutil cabello toda la fuerza del cabello mío. Rómpase ya, que gusto de rompello Maldiga Dios aqueste desvarío de ferias o de diablos, que me tiene, antes que entre el invierno, helado y frío. Todos los años por aciago viene la fiesta de este santo, como martes, y para todos es fiesta solene.
Sale ADRIÁN
ADRIÁN: ¿Úsase, por ventura, en otras partes aquesta negra feria o borrachera, grande invención de un bachiller en artes? Paréceme esta plaza a la quimera, compuesta de oro, paños y cebollas: aquí cuelga un tapiz; allí, una estera. También se venden perlas como pollas, y como rica seda, verde esparto, camas de campo y coberteras de ollas. LUCRECIO: ¿Dónde bueno, Adrián? ADRIÁN: Cansado y harto. LUCRECIO: ¿De ver la feria? ADRIÁN: Más de huír la feria. LUCRECIO: ¿Huír? ¡Mala señal! ADRIÁN: No tengo un cuarto. LUCRECIO: ¿Por Dios, que ha sido general miseria! En cueros he quedado. ADRIÁN: Así nacistes; tendréis menos calor. LUCRECIO: Y más laceria. Contadme, pues, las ferias que le distes a la señora doña ADRIÁN: Quedo; basta, no la nombréis. LUCRECIO: ¿Parece que la vistes? ADRIÁN: Dile de ferias una gran canasta. LUCRECIO: ¿Qué tantas fueron? ADRIÁN: No, la cesta sola. LUCRECIO: Empeñado quedáis. ADRIÁN: Mucho se gasta. LUCRECIO: ¡Ah, quién fuera serpiente que la cola metiera en los oídos al encanto de un ¡"Dadme ferias, dadme ferias"! ¡Hola! ¿Qué es aquesto, señor? ¿Dice algún santo, algún doctor, algún antiguo o nuevo, que esto tenga razón? ADRIÁN: De vos me espanto. ¿No lo recibe el vulgo? Yo lo apruebo, que pone leyes como el rey. LUCRECIO: ¡Ah, carga de vil pobreza, que a los hombros llevo! Reciba el vulgo que la calza larga llegue al tobillo, y la camisa, al hombro adobada y tiesa, que parezca adarga; y los sombreros, como yo los nombro, panes de azúcar, y que chico y grande se igualen en vestir, que no me asombro, todo lo sufro bien; pero no mande que la feria de aquél que compra y vende tan recebida entre mujeres ande. Si el otro vende y compra, no se entiende que, porque él lo dé sin alcabala, aquella ley aquésta comprehende. Si mi dama quiere alguna gala, para dársela yo, ¿qué es de importancia que lo mande la feria? ADRIÁN: Es ley. LUCRECIO: Es mala. Feria, ¿qué dice? ADRIÁN: Pueblos son en Francia, ¡por Dios!, que habéis de dar o ser un necio. LUCRECIO: Por dar lo soy. ADRIÁN: Apruebo la ignorancia. LUCRECIO: El que la hacienda tiene a menosprecio, gaste, deshaga, trueque, cambie, corte, aquesto compre, aquello ponga en precio; pero el que vive, como yo, en la corte de sólo su milagro, ¿no es forzoso que en dar lo que no tiene se reporte? ADRIÁN: ¡Por Dios, que andáis, Lucrecio, escrupuloso! ¿Con el vulgo os tomáis? LUCRECIO: ¿Pues no? ADRIÁN: Dejadle, que es monstruo de mil formas espantoso. Confieso yo que os quieran y de balde, sí aquesto puede ser, que en amor puede, y tiene la pobreza el padre alcalde. Y cuando tanto bien se le concede al pobre enamorado, que su dama de sólo puro amor pagada quede. ¿No veis? Que sale el pajecillo, el ama, la vecina, la deuda, hermana o prima con quien ha de cobrarse nueva fama. Y que como a las tales no lastima el regalo que hacéis a la parienta, y cada cual el interés estima, si no las contentáis, está la cuenta tan en la mano y la ocasión tan cierta, que habéis de veros en notable afrenta. Luego, la moza que os abrió la puerta, os la cierra con mil inconvenientes y en todo un año no la halláis abierta. La hermana dice luego que las gentes murmuran de aquel hombre, y que es mal hecho abrir la boca a tantos maldicientes, y que es hombre galán, mas tan estrecho como de la cintura del dativo, y que es un hombre honrado y sin provecho, y que hay otros cien mil, y algún cautivo, hombre de gusto, honor, hacienda y talle, que en dar la suya no se muestra esquivo. Una y otra comienzan a alaballe, y alábanle de suerte, que en dos días le dejan sin la dama y en la calle, donde, si hacéis más llanto que Macías, se han de reír de vos. LUCRECIO: Amigos vienen.
Salen CLAUDIO y ROBERTO
ROBERTO: Podéisles dar algunas niñerías. CLAUDIO: ¿De éstas que ahora los buhoneros tienen? ROBERTO: Así me lo parece. CLAUDIO: Que otras tiendas, ni por el pensamiento me convienen. Tengo empeñadas por Madrid mil prendas por esta negra... ROBERTO: ¡Paso! ¿Qué hay, amigos? Bien es que tal lugar le reprehendas. LUCRECIO: Roberto, ¿cuándo fuimos enemigos del señor Claudio? CLAUDIO: Nunca tal, por cierto: antes mis secretarios y testigos. ADRIÁN: Bésoos las manos. CLAUDIO: Juego al descubierto con gente honrada. LUCRECIO: A lo menos, vuestra. ¿Qué habéis feriado? CLAUDIO: Dígalo Roberto. ROBERTO: Muy poco o nada, que en la casa nuestra han hecho las mujeres voto expreso de no pedillas. LUCRECIO: ¡Virtuosa muestra! CLAUDIO: Si va a decir verdades, pierdo el seso por unos ojos de una rebozada, y aquí se me ha perdido. ADRIÁN: ¡Bueno es eso! CLAUDIO: Yo sé que es buena ropa y que me agrada, y a fe que, si la encuentro, que sospecho que ha de volver con ferias y obligada. ADRIÁN: Si por ventura somos de provecho, iremos en su busca. CLAUDIO: Enhorabuena, que a todo llevo descubierto el pecho. LUCRECIO: ¿Adónde la perdistes? CLAUDIO: Iba llena esa Calle Mayor de cortesanos, y allí se me perdió. ADRIÁN: Pues no os dé pena: moved los pies y aparejad las manos.
Vanse [todos], y salen EUFRASIA, dama, y TEODORA, criada suya, con mantos y rebozo; un ESCUDERO viejo con ellas. Hablan las dos aparte
EUFRASIA: (¿Cómo haremos, Tedora, para engañar este viejo) TEODORA: (¿Cómo? Tomando el consejo que ayer te dije, señora. ¡Maldito sea, y qué necio! ¡No se hiciera perdedizo!) ESCUDERO: ¡A fe que está llovedizo! ¡No tiene un pantuflo precio! Como salen del calor, daña mucho la humedad. EUFRASIA: (¡A fe que dices verdad; eso será lo mejor.) ¡Ah, Juan Francisco!, ¿no oís? ESCUDERO: No oigo a vuesas mercedes. EUFRASIA: ¿Cómo? ESCUDERO: Quítanme el Paredes, el Mendoza y el Solís. En otras casas me honraban: llamábanme todo el nombre. EUFRASIA: (¡Qué pesado que es el hombre!) Aparte TEODORA: Por cierto, necias andaban. Hacéis, mi señora, ultraje. ¿No basta un nombre decir? ESCUDERO: Huélgase el hombre de oír lo bueno de su linaje; siempre el bien hablar se estima. EUFRASIA: Andad por mi prima luego. TEODORA: ¡Qué sosiego! ESCUDERO: ¿Qué sosiego? ¿Por su prima? EUFRASIA: Por mi prima. ESCUDERO: ¿Estará agora en su casa. EUFRASIA: Si no estuviere, no venga, y si está, no se detenga. ESCUDERO: ¿No ve la gente que pasa? Harále mal al preñado. EUFRASIA: ¡Anda con la maldición! ESCUDERO: ¡Harto buenas ferias son! TEODORA: Por ellas está enojado. Dale sus ferias, señora. EUFRASIA: Tomad esos cuatro reales. ESCUDERO: ¡Ellos son de manos tales! ¡Dios te lo pague, Teodora. Agora voy en un brinco. ¿Dónde aguarda? EUFRASIA: En San Miguel. ESCUDERO: Quede con ella. TEODORA: Y con él vaya él mismo. ESCUDERO: Y otros cinco.
Vase el ESCUDERO
EUFRASIA: ¿Que se fue? ¡Gracias a Dios! A solas hemos quedado. TEODORA: El parte bien descuidado. ¿Qué habemos de hacer las dos? EUFRASIA: Meternos entre esa gente, donde aquéste no nos halle. TEODORA: Echemos por esta calle a aquellas tiendas de enfrente. EUFRASIA: ¡Buena está la ropería! TEODORA: ¡Qué hermoso manteo aquél! ¡A fe que hiciera por él cualquiera bellaquería EUFRASIA: ¿Sirviérasme de alcahueta? TEODORA: ¿Hay en él para los dos? EUFRASIA: Yo ruin y la manta vos. TEODORA: ¡Ay, señora, qué discreta! ¡Bienhaya quien te parió! ¡Con razón te sirvo y amo! EUFRASIA: Ya llega gente al reclamo. TEODORA: De aquesos ojos salió. ¡Por tu vida, mi señora, que no seas boba! Tomemos lo que nos dieren, pues vemos tan buena ocasión agora. EUFRASIA: Tengo lo que he menester, y, al fin, si vengo a tomar, he de obligarme a pagar. TEODORA: Todo lo puedes hacer. ¡Por mi alma que eres necia! Si no quieres para ti, déjame tomar a mí, que soy pobre y no Lucrecia. ¿No harás bien a tu criada? ¿No es mejor, aunque porfías, que te sobren niñerías y no que te falte nada? EUFRASIA: ¡Ay, Teodora, mi marido! TEODORA: ¿Por dónde? EUFRASIA: Vesle, allí viene. TEODORA: Que te encubras te conviene, pues no sabe que has salido. EUFRASIA: Ya sabes la necedad de sus celos ordinarios.
Sale ALBERTO, caballero, e ISIDRO, lacayo
ALBERTO: A fe que son necesarios dineros en cantidad. ¿Salió fuera tu señora? ISIDRO: Cuando salí quedó en casa. ALBERTO: ¡Buena es la ropa que pasa! EUFRASIA: (Éste me conoce agora.) ALBERTO: ¡Estos son los bellos ojos! ¡A fe que el manto es bizarro! ¿Para qué tanto desgarro? ¿Para qué conmigo enojos? ¿Soy registro del lugar? (¡Conózcola, vive Dios, Aparte y aun sospecho que a las dos!) ISIDRO: (¡Podémosla pellizcar!) Aparte Diga, señora cuñada TEODORA: ¿Cuñada? ¿Han visto el picaño? ISIDRO: Óyete, Mateo de hogaño... TEODORA: Daréle una bofetada. ISIDRO: Si mi señor se concierta, luterana, has de estar mano sobre mano, o dar gritos en la casa, puerca. Echa fuera esa limpieza, ¡bienhaya quien te parió!, y daréte ferias yo. TEODORA: No me quiebre la cabeza. ALBERTO: En eso no ha de parar. Daré ferias; daré, digo; más Pedro soy que Rodrigo: sé dar y tengo qué dar. Lleguemos a aquella tienda. EUFRASIA: Enhorabuena, lleguemos. (Teodora, ¿qué tomaremos?) Aparte TEODORA: (Cuanto hubiere que se venda.) ALBERTO: Llama ese gabacho, Isidro. ISIDRO: ¿Duerme, buen hombre? PIERRES: Aquí estoy. ISIDRO: Agora es cuando te doy cuatro sortijas de vidrio. PIERRES: ¿Qué quiere vuesa mercé? EUFRASIA: Alcanzad esa cadena. ALBERTO: ¿Es oro? PIERRES: Oro y plata. EUFRASIA: ¿Es buena? La cadena tomaré, Denme un espejo. ALBERTO: ¿Un espejo? Pero éste dárosle tengo si os miráis. EUFRASIA: Soy fea y vengo revuelta; no os lo aconsejo después de las ferias dadas, porque la gana no os quite. ALBERTO: (Su discreción me derrite.) Aparte Serán muy bien empleadas. ISIDRO: (¡Qué tierno está mi señor!) Aparte TEODORA: (De sus mismas carnes como.) Aparte EUFRASIA: Aquestas sortijas tomo. PIERRES: Mirad que tienen valor, que son las piedras rubís. ALBERTO: Antes en mano tan noble valdrán las piedras al doble. EUFRASIA: Por cierto, bien lo decís. ALBERTO: ¿Aún no veremos la mano? Mostrad; ¿por qué la escondéis? ¡Qué buena mano tenéis! .................... [ -ano]. TEODORA: ¡Dame ferias, borrachuelo, si acaso vengo contigo! ISIDRO: ¿Qué digo, monsiur, qué digo? ¿Tiene acaso un morteruelo? EUFRASIA: (Tápate bien.) Aparte TEODORA: (Bien estoy. Aparte Calle, que están deslumbrados.) ALBERTO: ¿Tenéis guantes? PIERRES: Extremados. TEODORA: Dame ferias. ISIDRO: No, me voy.
Salen EUGENIA dama, y ESTACIO, paje
EUGENIA: ¿Dónde tu amo quedaba? PAJE: Calzando una bota justa, y que te acompañe gusta. EUGENIA: (¡Qué bien ocupado estaba!) Aparte ¿Y mandó que no saliera si tú no venías conmigo? PAJE: Más se guarda siendo amigo que si tu marido fuera. Témese de la ocasión, que hoy es día de jüicio. EUGENIA: Mal me conoce Patricio. PAJE: Es hombre y tiene afición. Una feria suele hacer en diversos corazones mil cartas de obligaciones. EUGENIA: Antes las suele romper. PAJE: Esa razón lo confirma; que, porque se rompe allí, se viene a firmar aquí. EUGENIA: ¡Con buena pluma lo firma! ¡Todo lo vence interés! Ahora bien; si alguien saliere y buenas ferias me diere, ¿dirásselo tú después? PAJE: Dirélo sin falta alguna: soy fïel a mi señor. EUGENIA: De esa lealtad y temor nace tu pobre fortuna. ¿Y si la mitad te doy de lo que alguno me diere? PAJE: Resistiré si pudiere. EUGENIA: ¿Y si no? PAJE: Perdido soy.
Salen LUCRECIO, ADRIÁN, y ROBERTO, y CLAUDIO
CLAUDIO: En efecto, no parece. ROBERTO: Todo la gente lo encubre. LUCRECIO: ¡Qué buen lance se descubre! ADRIÁN: ¡No es peor el que se ofrece! CLAUDIO: Hacia las tiendas se llega; cojámosla en medio, pues. ROBERTO: ¿Es Fabia? ADRIÁN: Sí, Fabia es. LUCRECIO: ¡No es, por Dios! ROBERTO: Claudio se pega. ADRIÁN: Bien hace; tiene dinero. EUFRASIA: Aqueste espejo me agrada; hace la toca delgada: es señal que es verdadero. ALBERTO: ¿Que no os he de ver la cara? ¡Ello va en desgracia mía! ISIDRO: ¿Llámaste Juana o Lucía? TEODORA: No me llamo sino Clara. ISIDRO: Pues Clara, no andes a escuras; las cintas te pagaré como te agrade mi fe. TEODORA: Tarde engañarme procuras. (¡Que no nos han conocido!) Aparte CLAUDIO: ¡Ea, aquesta dama es mía! EUGENIA: ¿Vuestra? ¿Cómo? CLAUDIO: Por un día. ADRIÁN: (¡Buena elección ha tenido!) Aparte LUCRECIO: Dama habéis sido hechicera. EUGENIA: ¿Cómo? LUCRECIO: Muy bien escogistes, porque la bolsa le vistes. ADRIÁN: Y que no lo mismo fuera; al fin, entre todos vio al que tenía dineros. ALBERTO: ¿Que, al fin, no tengo de veros, mi vida? EUFRASIA: Digo que no; pero seguidme y sabréis mi casa. ALBERTO: ¿Estáis bien pagado? PIERRES: Sí, mi señor, y obligado a la merced que me hacéis. ALBERTO: Pues vamos, señora mía. EUFRASIA: Venid conmigo. ISIDRO: ¡Ea, boba, mándame como a tu escoba, que eres más clara que el día!
Vanse ALBERTO y EUFRASIA, y TEODORA y el Lacayo, ISIDRO
CLAUDIO: ¿Este espejo os contentó? EUGENIA: Paréceme bien. CLAUDIO: Tomadle. ¿En cuánto? GUILLERMO: En doce, es de balde; un escudo me costó. ¡Estoy para hacer dineros! CLAUDIO: ¿Hay sortijas? GUILLERMO: ¡Y qué tales! éstas son a veinte reales. CLAUDIO: ¿Queréisnos dejar en cueros? ROBERTO: ¿Qué más valieran de oro? GUILLERMO: De oro no valen tanto. CLAUDIO: Ello es feria; no me espanto. (¡Echemos la capa al toro!) Aparte LUCRECIO: (A la del niño echo el ojo.) Aparte EUGENIA: (¡Qué gracioso está el muchacho!) Aparte ADRIÁN: (Entretenedme el gabacho Aparte mientras que cuatro le cojo.) ROBERTO: Hareos pala si partís. EUGENIA: ésta del fénix me agrada. CLAUDIO: Debéis de andar abrasada. EUGENIA: ¿Esto es ámbar? GUILLERMO: Ámbar gris EUGENIA: ¡Buena sarta! Al fin me agrada.
Sale un LADRÓN
LADRÓN: (¡Mal me va con esta feria! Aparte El mayor lance es miseria: ni hurto, ni medro nada. En el hábito villano suelo en otras hacer robos; pero en la corte no hay bobos: anda el dinero en la mano, y si anda en la faldriquera, es al lado de la espada, adonde está más guardada que si mil llaves trajera. No hay invención de provecho; de hambre muere el hurtar después que han dado en usar aquestos golpes del pecho. Llegar quiero a aquella tienda.) CLAUDIO: Veros tengo, pues yo soy el que estas ferias os doy. EUGENIA: Sea que nadie lo entienda. Mirad que no soy, a fe, muy fea. Parézcoos mal? CLAUDIO: No sois, a fe, sino tal como yo os imaginé. LUCRECIO: ¿Qué quiere, señor galán? LADRÓN: Mirar, señor. ADRIÁN: Mire, amigo. CLAUDIO: Roberto, mirad que os digo, ¡vive Dios!, que es un caimán. No sé qué tengo de hacer; de mal se me hace pagar, que éstos me pueden gritar si la acertasen a ver. Es un demonio. ROBERTO: ¡Por Dios, que me habéis hecho reír! LADRÓN: (Yo hice mi lance. ¡A huír!) Aparte
Escóndese por el paño. Hablan aparte los cuatro
LUCRECIO: (¿Qué están hablando los dos?) ADRIÁN: (Pedirále algún dinero.) ROBERTO: (Dos remedios serán buenos. Decidle que echastes menos la bolsa...) CLAUDIO: Tomo el primero, que sin falta es el mejor. (Tomá; que os la quiero dar; que vos la podéis guardar, no nos entiendan la flor; porque yo sacaré el lienzo y haré que me la han hurtado.) ROBERTO: Mostrad. CLAUDIO: Si está en este lado, haced cuenta que comienzo. Pero esperad, ¡por Dios vivo, que no parece... ROBERTO: ¿Qué, qué? CLAUDIO: Aquí la metí, y no sé... ROBERTO: Cosa que os suceda al vivo... CLAUDIO: ¡Por Nuestro Señor, Roberto, que ha sido al pie de letra! LUCRECIO: Mucho el gabacho penetra que os ha de ver, estoy cierto. CLAUDIO: ¿No es bueno, señor Lucrecio, que en este punto me han dado golpe a la bolsa y sacado dinero y cosas de precio? LUCRECIO: ¿Cómo, cómo? CLAUDIO: Treinta escudos y dos sortijas me lleva. EUGENIA: (Apostaré que me prueba.) Aparte ADRIÁN: Habéisnos dejado mudos, aunque, si digo verdad, pienso que os arrepentistes de las ferias que le distes. CLAUDIO: ¡Qué graciosa necedad! Juro a Dios solenemente que me llevan lo que digo. ROBERTO: Agora, estando conmigo. LUCRECIO: ¡Roberto estaba presente! ¡Alto!, esto es hecho; reíos. ¡Veis que me estoy yo ahorcando y estáis riendo y burlando! ¡No fueran dineros míos! Siempre tuve aquesta dicha. ¡Ah, pesia... ! ADRIÁN: ¡Tened, por Dios, que aquí quedamos los dos a suplir vuestra desdicha! No digo a dar el dinero, sino a pagar lo comprado. CLAUDIO: (Quedaré, ¡por Dios!, medrado; Aparte yo soy lindo majadero.) ADRIÁN: Ahora bien, porque esta dama desconsolada no vuelva, uno de dos se resuelva. LUCRECIO: (Apostaré que me llama.) Aparte ¿Decíslo, Adrián, por mí? ADRIÁN: Pues ¿por quién? LUCRECIO: No tengo blanca ADRIÁN: La dama me queda franca. ¿Pagaré por Claudio? LUCRECIO: Sí. ADRIÁN: ¿Qué monta lo que ha tomado? CLAUDIO: Cinco escudos. ADRIÁN: ésos son. Tomaré la posesión. LUCRECIO: Tomadla, si habéis pagado. ADRIÁN: ¿Sabré de vuesa merced la casa, con su licencia? EUGENIA: No os puedo hacer resistencia. ADRIÁN: Recibirélo en merced. Aguárdenme por ahí, que vuelvo al punto. ROBERTO: En buen hora. EUGENIA: ¿No vamos? ADRIÁN: ¿Vamos, señora? ¿Por adónde? EUGENIA: Por aquí. ADRIÁN: ¿Es vuestro este gentilhombre? EUGENIA: Mío es; no tengáis pena. ADRIÁN: Vamos muy enhorabuena.
Vanse ADRIÁN y EUGENIA
PAJE: En merced os tengo el nombre. CLAUDIO: ¡Bueno he quedado, por Dios, sin dineros y sin dama! LUCRECIO: De pícaro tenéis fama; esto para entre los dos. Por no pagar lo fingistes. CLAUDIO: ¡Oh, pesia tal! LUCRECIO: No os matéis. CLAUDIO: ¿Decís que no lo creéis y juraré que lo vistes?
Salen tres VILLANOS con sombreros hilvanados, y dos MUCHACHOS con palos
VILLANO 1: ¡El diablo es este Madril! ¡Voto al sol, que hay mala gente! VILLANO 2: Desde que entré por la puente, ha andado el diablo sutil. Guarda bien las faldriqueras, que hay ladrones de ventaja. VILLANO 3: Compadre, ¿compraste raja? VILLANO 1: Sí. VILLANO 3: ¿De cuál? VILLANO 1: De las primeras. VILLANO 2: La de las Navas, verdosa. VILLANO 1: ¡Es muy bonita mezclilla! VILLANO 2: ¡Por Dios, Cosme, la pardilla me pareció milagrosa! MUCHACHO 1: (Llegad vos por aquel lado.) Aparte MUCHACHO 2: Pues, compadres, ¿cómo va? ¿Habemos feriado ya? VILLANO 3: Pardiez, poco se ha feriado. ¡Oh, pésete mi linaje! ¿Quién me dio? CLAUDIO: (Quedo, ¿no veis?) Aparte LADRÓN: (¡Paso, no lo alborotéis!) Aparte ROBERTO: (¡Buena es la intención del paje!) Aparte VILLANO 2: ¡Qué palo me han sacudido! MUCHACHO 2: ¿A cómo van los sombreros? ¡Bravo casco! VILLANO 1: Son groseros. (Las espaldas me han rompido.) Aparte MUCHACHO 1: ¿No compraste boleados de la horma segoviana? VILLANO 3: ¡Compré el diabro! MUCHACHO 2: Es fina lana, y los negros extremados; pero mánchanse en lloviendo. Los contrahechos me agradan. VILLANO 2: Y a mí los palos me enfadan, que estó callando y sufriendo. ¿Vos veis aqueste embeleco? CLAUDIO: (¡Oh, cómo el paje es picaño! Aparte ¡Bien disimula!) VILLANO 1: Es de hogaño. ¿Veis quién nos da? VILLANO 3: Siento el eco. ROBERTO: (¡De risa estoy reventando!) Aparte MUCHACHO 2: ¡Bonica está la faldilla! ¿Cuánto cuestan? VILLANO 3: Con toquilla, catorce. ¿Estánse burlando? ¿Son ellos. diga? MUCHACHO 1: ¿Y son malos? VILLANO 2: Los que el sombrero os vendimos. VILLANO 3: (¿No son de quien recebimos Aparte aquesta limosna en palos?) Lorenzo, vamos de aquí. VILLANO 1: Lleguemos a aquella tienda. VILLANO 3: ¡Verá que el diablo lo entienda! (¿Son duendes?) Aparte VILLANO 1: (Creo que sí.) Aparte LUCRECIO: (¡Qué primor tiene el bellaco! Aparte ¡Bravamente les sacude!) ROBERTO: (¡Cómo a responderle acude!) Aparte VILLANO 3: ¿Tenéis cintas? GUILLERMO: Ya las saco.
Sale ADRIÁN
ADRIÁN: ¡Buen lance habemos echado? Claudio, consolaos conmigo. LUCRECIO: (Contento viene el amigo. Aparte debe de haber negociado.) ADRIÁN: ¡Ah, mujeres embaidoras, lleve el diablo quien se fía de vuestra... ROBERTO: ¡Paso! LUCRECIO: Estaría hecha Lucrecia seis horas. ¿Es por aquesto el enojo? ADRIÁN: ¿Por aqueso había de ser? Hame echado la mujer el agraz dentro del ojo. CLAUDIO: ¿Cómo así? ¿Salió muy fea? ADRIÁN: Ya sólo en eso parara, que nunca la nueva es cara, por desollada que sea. ROBERTO: Pues ¿qué? ¿Topóla el marido? ADRIÁN: Vuesas mercedes querrán fisgarme. LUCRECIO: ¿Vióla el galán? ¿Han por ventura reñido? CLAUDIO: ¿Hablaréis para otro año? ADRIÁN: Dejemos aparte enojos; aunque me fisguen los ojos, les he de contar mi daño. ¿Desde cuándo acá la casa de enfrente de San Ginés tiene dos puertas? LUCRECIO: ¿No es la que a nuestra calle pasa? ADRIÁN: La propia. LUCRECIO: Pues bien... ADRIÁN: Pues bien, no ha sido sino muy mal. Entramos en el portal, y el gentil hombre también. Díjome: "Señor galán, yo subo a ver una amiga; cuanto una palabra diga, me esperad en el zaguán". Yo, como de la salida, la entrada no había sabido, quedéme allí divertido, paseando la comida. Como tardaban, a un hombre de casa le pregunté por la que arriba no fue y por el buen gentilhombre. Dijéronme: "No pararon, que así como aquí vinieron, por esa puerta salieron y a esotra calle pasaron; y aun a fe que iban burlando, y ella dijo al escudero, "¡Bueno queda el majadero!" Y, al fin, quedéme majando. CLAUDIO: ¡No puedo sufrir la risa! LUCRECIO: ¡Bueno ha sido, vive Dios! CLAUDIO: (Esto para entre los dos. Aparte ¿cuánto os lleva?) ADRIÁN: (¡Aprisa, aprisa Aparte matadme! ¿Qué puedo hacer?) LUCRECIO: ¡Salido habéis con la empresa! ADRIÁN: Del dinero no me pesa; mas ¡que me burle mujer! CLAUDIO: "Ahora bien; porque esa dama desconsolada no vuelva, uno de dos se resuelva." ¡Qué buena ocasión se llama! "La dama me queda franca. ¿Pagaré por Claudio? -Sí." ADRIÁN: ¡Vengado os habéis de mí! CLAUDIO: Al uso de Salamanca; pero buena gravedad tuvistes en viendo al hombre. "¿Es vuestro ese gentil hombre? Vuestra casa me enseñad. ¿Qué monta? Pagallo quiero. "Cinco escudos." "Estos son. Tomaré la posesión." LUCRECIO: ¡Mejor tomara el dinero! ROBERTO: Ahora, lo que es importante, es que la dama busquemos. LUCRECIO: ¡Sí, por Dios! CLAUDIO: ¿Por dónde iremos? LUCRECIO: Por esa plaza adelante.
Vanse los cuatro
VILLANO 2: Un alfiler me han metido de estos de dos a la blanca. ¿Esto llaman feria franca? VILLANO 3: Su alcabala se ha tenido; no vengamos a Madril hasta... VILLANO 1: . Sí, que bueno vais. MUCHACHO 2: ¿No miraréis como vais? VILLANO2: El engaño está sotil. MUCHACHO 2: ¿Habéis de matar un hombre? Debéis de venir borracho. GUILLERMO: Vos no le... MUCHACHO 1: ¿Qué habla el gabacho? GUILLERMO: ¿Y el gallego? MUCHACHO 2: Ése es mi nombre. ¡Estése en su tienda y calle! VILLANO 2: Ahora bien, vamos de aquí. GUILLERMO: Y ellos se guarden de mí, que tienen bellaco talle. ¡Yo les echaré un alano que me los ponga a la sombra!
Vanse los VILLANOS, y los MUCHACHOS, y sale VIOLANTE, dama, vestida de labradora, y LEANDRO con ella
LEANDRO: Quien de ese nombre se nombra, no tiene el pecho villano. Labradora de mi vida, decid qué campos labráis, y decidme si os llamáis labradora o homicida. ¿Dónde queréis que se corte el paño de esa librea? Pues hacéis la corte aldea, cielo será vuestra corte. ¡Ojos bellos, labradores, puede ser que allá labréis, pero acá, no lo dudéis, que matáis almas de amores! VIOLANTE: ¡Qué de lisonjas al viento! LEANDRO: ¿Lisonjero me llamáis? Mal hacéis, pues me afrentáis, y yo bien, pues no me afrento. ¡El alma os da lo que debe! VIOLANTE: Yo os lo agradezco sin ella. LEANDRO: ¿Cómo os crïastes tan bella, opuesta al sol y a la nieve? Que sois milagro asegura ver que crïase en el suelo la nieve ese sol del cielo y el sol esa nieve pura; mas ¿quién duda que los dos,, aunque envidiosos de veros, no pudieron ofenderos de enamorados de vos? Y ofreciendo sus despojos en esa alegre figura, la nieve os dio su blancura y el sol la luz de los ojos. VIOLANTE: Por cierto, señor, que os debe mucho una toca embozada: heme aquí, helada y quemada, compuesta de sol y nieve. Ya puedo, si algún villano toma mi padre por yerno, darle calor en invierno y helado fresco en verano. LEANDRO: ¡Quién fuera aquel labrador, tan bueno entre muchos buenos, pues ya siento, por lo menos, juntos el frío y calor! VIOLANTE: Pues no os lleguéis, ¡por mi vida!, pues tal peligro corréis de que os heléis o queméis, y el uno al otro se impida y muráis de dos contrarios. LEANDRO: Tanto me quema el amor como me hiela el temor. Remedios son necesarios. VIOLANTE: No los pidáis en aldea como aquésta, sin virtud, que no hay doctor, ni salud, ni cosa que buena sea; que si alguno desatina de esta enfermedad de amar, del uno al otro lugar solemos llevar la orina. Y en cuanto vos divertido y yo necia y poco diestra, podré, por llevar la vuestra, llevar la de mi marido. Y cuando ese mal me duela, si va la vuestra, señor, conocerála el doctor y diráselo a mi abuela. LEANDRO: (¡Por Dios, que burla de mí! Aparte Es discreta cuanto bella. Algún misterio hay en ella.) ¿Casada sois? VIOLANTE: Señor, sí. LEANDRO: ¿Y tenéis abuela? VIOLANTE: ¿Es mucho? También yo soy. LEANDRO: No sois vieja; que si el rebozo no deja veros, vuestra habla escucho; que si es tan regalada la voz, tan sutil y tierna, que muestra bien que os gobierna la flor de la edad dorada. VIOLANTE: No debéis de hablar de veras; mas no os lo quiero negar. Sabed que vengo a cerrar para las hierbas primeras. LEANDRO: Mostrad, veamos la boca. VIOLANTE: ¿Sabéis de esto? LEANDRO: ¡Sí, por Dios! VIOLANTE: Aunque se parece en vos, que me toquéis no me toca. ¿Veis esta sarta de perlas y aquestos rojos corales? Labios y dientes son tales. LEANDRO: Dejadme verlos y verlas; que sois testigo pariente y no daréis buena fe. VIOLANTE: Ni aun falsa, no la daré por todo el oro de Oriente. LEANDRO: Esa es mala cristiandad; debéisme un próximo amor. VIOLANTE: Vos también me sois deudor en próxima voluntad. LEANDRO: ¿Yo deudor? Creer podéis que os adoro. VIOLANTE: ¡Gran locura! ¿Y manda Dios, por ventura, que al próximo le adoréis? ¿Véis cómo os falta, señor, la próxima voluntad? LEANDRO: A fe que dices verdad; pero sóbrame el amor. VIOLANTE: A cuantas tiendas me llego... LEANDRO: Probarme quieres sin falta. VIOLANTE: ¿Cómo voluntad tan alta tiembla llegándose al fuego? Sabed que es la fragua el dar donde se apura el amor. LEANDRO: Si es el dinero el calor, poco tengo que apurar. Ahora bien. Vos, mi señora, tenéis rico entendimiento y más noble pensamiento que pecho de labradora; mirad para entre los dos lo que un pobre puede dar, y aqueso podéis tomar, que eso pagaré por vos. VIOLANTE: Vuestra llaneza me agrada, y esa humilde confesión me obliga a la absolución de que no me compréis nada; mas, con todo, será bien que alguna deuda me quede. LEANDRO: Mirad lo que un pobre puede, y eso de la tienda os den. ¿Pensáis que me vuelvo atrás? VIOLANTE: Si vos dais lo que podéis, lo mismo que un duque hacéis; no estáis obligado a más. Buen hombre, de ahí me corte seis varas de voluntad. PIERRES: Esa no tengo, en verdad, que no se vende en la Corte. ¡Extraña cosa me manda que le corte! ¿Piensa, acaso, que la voluntad es raso, lienzo, rajeta o holanda? LEANDRO: Ella la sintió al revés, y ese modo de pedir es querer darme a sentir que nunca supo lo que es. PIERRES: Quizá no nació con ella. LEANDRO: ¿Tan nueva os halláis, señora, que pedís un corte agora? ¿Queréis hacer faldas de ella? ¿Y no es mala para ahí, o tan ancha la tenéis que por varas la daréis? VIOLANTE: Estoy por decir que sí; pero vos ¿no me dijistes que sólo aquello os pidiese que un pobre darme pudiese, y esa confesión hicistes? LEANDRO: Aqueso os dije, es verdad. VIOLANTE: Pues eso sólo he tomado, que un pobre no está obligado a dar más que voluntad: o es amor, o es interés. ¡Malhaya la que pidiere al pobre, si al pobre quiere, lo que esta prenda no es! LEANDRO: ¿Hay más bien que desear? ¡Oh, noble! ¡Oh, virtuoso pecho! En esa razón sospecho que no sois de este lugar, cuyas mujeres, que el velo de vergüenza estiman poco, al pobre llaman el loco y al rico el otavo cielo. Digo entre las que profesan poca virtud porque hay llenas esas plazas de mil buenas, que en esto no se atraviesan; pero, porque no digáis que no os doy alguna cosa, pedid, labradora hermosa, cuanto en la tienda veáis que tendré un ánimo en daros tanto mayor que la tienda, cuanto es mayor el hacienda que la gloria de obligaros. VIOLANTE: ¿Cómo os llamáis? LEANDRO: Yo, señora, Leandro. VIOLANTE: Pues es forzoso que seáis muy animoso. LEANDRO: Deseo mostrarlo agora. ¡Ofrézcase mi remedio y en medio se ponga un mar! VIOLANTE: Menos tenéis que pasar, sola esta tienda hay en medio. LEANDRO: Pues tráigase un pregonero y véndanme por esclavo, que, desde este al otro cabo, comprarla y dárosla quiero. Mi señora, ¿en qué dudáis? Ya Leandro se desnuda. VIOLANTE: Perdiéndome voy, sin duda. LEANDRO: Apuesto que me ganáis. VIOLANTE: ¡Traviesa lengua tenéis! LEANDRO: Es fuego, que no hay sufrillo. VIOLANTE: ¿Cuánto vale este abanillo? LEANDRO: ¿Agora viento queréis? Por estas ferias ya pasa; un regalillo es mejor. VIOLANTE: Es para templar, señor, ese fuego que os abrasa. LEANDRO: La mano podrá sin él... VIOLANTE: Daros algún bofetón, y será de condición que os acordéis siempre de él; tengo pesada la mano. LEANDRO: (¡Ya me quebrase la boca; Aparte pero si en ella me toca, quedaráme el pecho sano!) VIOLANTE: ¿Son estas cajas de antojos? PIERRES: Sí, señora. VIOLANTE: Mostrá, a ver. LEANDRO: (¿Qué antojos ha menester Aparte quien tiene tan bellos ojos?) PIERRES: ¡Qué buenas lunas, qué tiesos! VIOLANTE: ¿Para qué tantos sacáis? LEANDRO: Por uno que me cumpláis os compraré todos esos. VIOLANTE: Estoy de otros tantos llena, que nunca se satisfacen. ¡Qué buena mano que hacen, si es verdad que larga es buena! Así llamaba los celos el otro antiguo poeta. LEANDRO: (Es curiosa y es discreta.) Aparte VIOLANTE: No son celos, sino cielos; celos dizque son antojos que hacen grande la letra. LEANDRO: Antes fuego que penetra el alma desde los ojos. VIOLANTE: Ya me los quito enojada, que aquesta definición muestra que en otra prisión tenéis el alma prendada; si lo que es celos sabéis, querido habéis por mi fe. LEANDRO: ¿Luego yo también diré que habéis querido o queréis pues sabéis su inquietud?. VIOLANTE: No, no; vámonos despacio. Leílo en un cartapacio, ¡así Dios me dé salud!, y por una amiga mía sé milagros de este mal. LEANDRO: (¿Quién ha visto gracia igual?) Aparte VIOLANTE: ¿Tenéis una escribanía? PIERRES: Y la mejor que hay, en suma. VIOLANTE: No importa; sea cualquiera. PIERRES: Con tintero y salvadera y lugar para la pluma. VIOLANTE: Pagad ésa a aqueste hombre, que aquésta quiero y no más. LEANDRO: ¿Cuánto vale? PIERRES: Dos y as. ¿Cinco queréis que los nombre? LEANDRO: Tornad y volvedme tres. PIERRES: Éste es dos y éste es sencillo.
Sale un ALGUACIL, que trae preso al LADRÓN
ALGUACIL: ¡Qué mal pensaba encubrillo ni escaparse por los pies! ¡Quite el capote, ladrón; desvalije lo que tiene! VIOLANTE: Señor, mucha gente viene; yo me voy. LEANDRO: Tenéis razón. ¿Queréis hacerme un placer de pasaros por mi casa? VIOLANTE: ¿Dónde es? LEANDRO: Poca gente pasa; podéis entrar a beber, que tengo alcorzas de boca, con una caja no mala. VIOLANTE: En el portal, no; en la sala. LEANDRO: Sólo agradaros me toca. VIOLANTE: ................ [ -usto]. Aquesta humildad me vence.
Vanse los dos
ALGUACIL: ¡Ea, bellaco, comience! LADRÓN: Que me trate mal no es justo; mire que soy hombre honrado. ALGUACIL: ¿Qué oficio tiene? LADRÓN: Soy sastre; sino que, por un desastre, oficio y tienda he dejado. ALGUACIL: Muestre las manos a ver. ¡Miren qué callos aquéstos! ¡Éstas son de guantes puestos, y no manos de coser! ¡Venga conmigo el picaño! LADRÓN: No me maltrate, le digo.
Salen ALBERTO, EUFRASIA, ISIDRO, y TEODORA
ALBERTO: Mirad que venís conmigo; no receléis vuestro daño. ¿Qué cosa podéis temer? EUFRASIA: Decísme que sois casado y habéisme agora obligado a temer vuestra mujer. No me llevéis a su casa. ALBERTO: Ella debe de andar fuera. ALGUACIL: Irá de aquesta manera.
Vanse el ALGAUCIL y el LADRÓN
ALBERTO: Retiraos, que gente pasa. EUFRASIA: Señor, un hombre casado, ¿para qué me quiere a mí? ALBERTO: ¿Qué importa? Aquello está allí como en el arca guardado. ¡Siempre es sabroso lo ajeno! EUFRASIA: ¡Callad, hombre sin razón; que no hay puerta al corazon. Todo está de guardas lleno! Dadme que la mujer quiera, que el guardarla es imposible. ALBERTO: Es una santa. EUFRASIA: ¿Es posible? ALBERTO: A lo menos, por de fuera. Pero, al fin, ella me enfada; creed que verla no puedo; donde estoy la tengo miedo; es muy necia y porfïada; razonable talle tiene, pero es muy soberbia y loca. GUILLERMO: Cerrar las tiendas nos toca, Pierres, que la noche viene. PIERRES: Ya bien nos podemos ir. EUFRASIA: ¿Tan mala es vuestra mujer? ALBERTO: Es mala para querer y buena para vivir, es honrada y no es muy bella. EUFRASIA: (¡Por Dios, sufrirlo no puedo! Aparte Descúbrome! ) ALBERTO: (¡Paso, quedo! Aparte ¡Juraré que estoy con ella!) Mujer, ¿sois vos? TEODORA: Yo también. ISIDRO: ¿Eres tú Teodora? TEODORA: Sí ISIDRO: Que nunca te conocí. EUFRASIA: Buen hombre, ¿paréceos bien? ALBERTO: Digo que sois el demonio. EUFRASIA: Ahora bien: no me ha pesado de tener marido honrado, tan bastante testimonio. "¿Qué importa? Aquello está allí como en el arca guardado. Siempre es sabroso lo hurtado." ALBERTO: Bueno, ¿hacéis burla de mí? EUFRASIA: "Es una santa, y me enfada; creed que verla no puedo; donde estoy la tengo miedo; es muy necia y porfïada; razonable talle tiene, pero es muy soberbia y loca." Vos tenéis vergüenza poca, y que calle ya os conviene. Ahora bien; no más que estáis algo corrido y turbado. ¡Buenas ferias me habéis dado, y algo corrido os quedáis! Vente conmigo, Teodora. TEODORA: ¿Qué le parece al picaño? Bien hemos feriado hogaño. ISIDRO: Agradécelo a señora; que de aquesas carnes puras lo que te di te sacara. TEODORA: ¿Cómo te llamas? ISIDRO: ¿Yo? Clara. TEODORA: Bellaco, quédate a escuras.
Vanse las dos
ALBERTO: ¡Qué buenos hemos quedado! ISIDRO: Mis dineros me cuesta. ALBERTO: También me alcanza la fiesta. Mis dineros me ha costado. Hogaño, aunque no he querido, di ferias a mi mujer. Bien me ha sabido coger. Con extremo estoy corrido. ¡Que haya dado ferias yo a la que más aborrezco! Cualquiera pena merezco. Ella hablará y callo yo. ISIDRO: ¡Que yo diese a Teodorilla cuanto he ganado este mes!
Sale LEANDRO
LEANDRO: (Imposible pienso que es; Aparte pero intentaré seguilla.) Señor Alberto, a buen tiempo. ¿Sabe que un lance me pasa tal, que me ha dado en mi casa un rato de pasatiempo? Que entre estas ferias y tiendas anda este niño rapaz; creo que es, en un disfraz, una mujer de hartas prendas. He estado hablando con ella, que me ha quitado el jüicio. No penséis que habla de vicio; quedo sin habla por ella. Pidióme que yo la diese un anillo que tenía y otro me dio que traía. ALBERTO: ¡Por Dios, que es bueno si es ése! ¡Extremado es el diamante! LEANDRO: No reparemos en esto, que va lejos de este puesto, y hame de ser importante que vuestro Isidro la siga, porque ella, al fin, me mandó que no la siguiese yo, que a tanto el amor me obliga. ALBERTO: Pues ¡sus! decidle quién es y sabrá la calle y casa, y si el amor os abrasa solicitadla después. LEANDRO: ¡Oh, Amor, hazle que acorte el paso. ALBERTO: ¿Por dónde iba? LEANDRO: Por aquesa calle arriba a las Audiencias de Corte. Ya llegará a Santa Cruz. ALBERTO: Ya anochece; caminemos. LEANDRO: No importa, que la veremos con los rayos de su luz. ISIDRO: ¿Es cometa? LEANDRO: Sí, y estrella, y el mismo sol, y es el día, y es fuego, y es lumbre mía; yo la vi y muero por ella. ISIDRO: ¡Qué graciosos epitecios! ¡Qué de bolina y maraña! Y será alguna picaña de aquéstas que engañan necios.

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

Las ferias de Madrid, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002