EL LABERINTO DE AMOR

Miguel de Cervantes

Texto basado en la edición príncipe, EL LABERINTO DE AMOR en OCHO COMEDIAS Y OCHO ENTREMESES NUEVOS NUNCA REPRESENTADOS, COMPUESTAS POR MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (Madrid: Viuda de Alonso Martín, 1615). Fue editado en forma electrónica por Vern G. Williamsen en 1997.


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Salen dos CIUDADANOS de Novara, y el duque ANASTASIO, en hábito de labrador
ANASTASIO: Señores, ¿es verdad lo que se suena; que apenas treinta millas de Novara está Manfredo, duque de Rosena? CIUDADANO 1: Si esa verdad queréis saber más clara, aquí un embajador del duque viene, que bien la nueva y su llegada aclara. En Roso y sus jardines se entretiene, hasta que nuestro duque le dé aviso para venir al tiempo que conviene. ANASTASIO: ¿Y es Manfredo galán? [CIUDADANO] 2: Es un Narciso, según que sus retratos dan la muestra, y aun le va bien de discreción y aviso. ANASTASIO: ¿Y Rosamira, la duquesa vuestra, pone de voluntad el yugo al cuello? [CIUDADANO] 1: Nunca al querer del padre fue siniestra; cuanto más, que se vee que gana en ello, siendo el duque quien es. ANASTASIO: Así parece; aunque, con todo, algunos dudan dello: [CIUDADANO] 2: Del duque es esta guarda que se ofrece, y aquí el embajador vendrá, sin duda. [CIUDADANO] 1: Mucho le honra el duque. [CIUDADANO] 2: Él lo merece.
[Sale] el DUQUE Federico de Novara y el EMBAJADOR de el de Rosena, con acompañamiento, [entre ellos una GUARDIA]
DUQUE: Diréis también que a recrearse acuda. Y que en Módena o Reza se entretenga mientras del tiempo este rigor se muda, para que en este espacio se prevenga a su venida tal recebimiento, que más de amor que de grandeza tenga; añadiréis el singular contento que con sus donas recibió su esposa, y más de su llegada a salvamento. EMBAJADOR: Tu condición, señor, tan generosa, me obliga a que me haga lenguas todo para decir el bien que en ti reposa; pero, aunque no las tenga, me acomodo a decir por extenso al señor mío de tus grandezas el no visto modo. [DUQUE]: Dellas no, mas de vos muy más confío.
[Sale] DAGOBERTO, hijo del duque de Utrino
DAGOBERTO: Si no supiera, ¡oh sabio Federico!, gran duque de Novara generoso, que sabes bien quién soy, y que me aplico contino al proceder más virtüoso, juro por lo que puedo y certifico que a este trance viniera temeroso; mas tráeme mi bondad aquí sin miedo, para decir lo que encubrir no puedo. Tu honra puesta en deshonrado trance está por quien guardarla más debiera, haciendo della peligroso alcance la fama, en esta parte verdadera. Forzosa es la ocasión, forzoso el lance; las riendas he soltado en la carrera: imposible es parar hasta que diga lo que una justa obligación me obliga. Tu hija Rosamira en lazo estrecho yace con quien pudiera declarallo, si a la grande importancia deste hecho tocara con la lengua publicallo. Impide una ocasión lo que el derecho pide, y así, es forzoso el ocultallo; basta que esto es verdad, y que me obligo a probar con las armas lo que digo. Digo que en deshonrado ayuntamiento se estrecha con un bajo caballero, sin tener a tus canas miramiento, ni a la ofensa de Dios, que es lo primero. Y a probar la verdad de lo que cuento diez días en el campo armado espero; que ésta es la vía que el derecho halla; do no hay testigos, suple la batalla. DUQUE: Confuso estoy; no sé qué responderte; considero quién eres, e imagino que sólo la verdad pudo traerte a cerrar de mis glorias el camino. ¿Quién dará medio a estremos de tal suerte? Es el que acusa un príncipe de U[t]rino; la acusada, mi hija; él, sabio y justo; ella, cortada de la honra al justo. A que te crea tu valor me incita, puesto que la bondad de Rosamira tiene perpleja el alma, y solicita que no confunda a la razón la ira. Mas, si es que en parte la sospecha quita, o muestra la verdad o la mentira, la confesión del reo, oílla quiero, por ver si he de ser padre o juez severo. Traigan a Rosamira a mi presencia, que es bien que la verdad no se confunda: que el reo a quien le libra su inocencia, la avisa en gloria y en su honor redunda. EMBAJADOR: Dame, señor, para partir licencia; que, aunque entiendas que el príncipe se funda en claro o en confuso testimonio, borrado ha de Manfredo el matrimonio. Calunia tal, o falsa o verdadera, deshará más fundadas intenciones: que no es prenda la honra tan ligera que se deba traer en opiniones. Mira si mandas otra cosa. DUQUE: Espera; quizá verás que sin razón te pones a llevar a Manfredo aquesta nueva, hasta que veas más fundada prueba. Tráiganme aquí a mi hija. GUARDIA: Ya son idos por ella. DAGOBERTO: ¿Poca prueba te parece la verdad que en mis hechos comedidos y en mis palabras la razón ofrece? DUQUE: Yo he visto engaños por verdad creídos. DAGOBERTO: El que dellos se precia bien merece que su verdad se tenga por mentira.
[Sale] ROSAMIRA
GUARDIA: Ya viene mi señora Rosamira. ROSAMIRA: ¿Qué prisa es ésta, buen señor? DUQUE: ¿Qué pri[e]sa? Dirála ahora el príncipe de Utrino. DAGOBERTO: Diréla, y sabe Dios cuánto me pesa el venirla a decir por tal camino. Yo he dicho, ¡oh, hermosísima duquesa!, lo que callarlo fuera desatino: he dicho que, con torpe ayuntamiento, un caballero está de ti contento; copia de ti le haces en secreto. Y esta prueba remítola a mi espada, que ha de ser el testigo más perfecto que se halle en la causa averiguada; y esto será cuando deste aprieto se admita tu disculpa mal fundada; mas sabes que es tan cierta ésta tu culpa, que no te has de atrever a dar disculpa. DUQUE: ¿Qué dices, hija? ¿Cómo no respondes? ¿Empáchate el temor, o la vergüenza? Sin duda quieres, pues el rostro ascondes, que tu contrario sin testigos venza. ¡Mal a quien eres hija correspondes! DAGOBERTO: Con la verdad bien es que se convenza. DUQUE: Culpada estáis, indicio es manifiesto tu lengua muda, tu inclinado gesto. ¿Quién fue el traidor que te engañó, cuitada? ¿O cuál [fue el que] la honra me ha llevado? ¿O qué estrella, en mi daño conjurada, nos ha puesto a los dos en tal estado? ¿Dó está tu condición tan recatada? ¿Adónde tu juïcio reposado? ¡Mal le tuviste con el vicio a raya! PAJE: ¡Señores, mi señora se desmaya!
Desmáyase ROSAMIRA
DUQUE: Llévenla como está luego a esta torre, y en ella esté en prisión dura y molesta, hasta que alguna espada o pluma borre la mancha que en la honra lleva puesta. DAGOBERTO: Porque luenga probanza aquí se ahorre, está mi mano con mi espada presta a probar lo que [he] dicho en campo abierto. DUQUE: Parece que admito ese concierto, puesto que al parecer de mi consejo tengo de remitir todo este hecho. DAGOBERTO: Pues yo en mi espada y mi verdad lo dejo, y en la sana intención de mi buen pecho. EMBAJADOR: Confuso voy, atónito y perplejo, entre el sí y entre el no mal satisfecho. Adiós, señor, porque este estraño caso, junto con el dolor, acucia el paso.
Vase el EMBAJADOR
DUQUE: ¡Parte con Dios, y lleva mi deshonra a los oídos de mi yerno honrados, yerno con quien pensé aumentar la honra que tan por tierra han puesto ya mis hados! Mostrado me has, Fortuna, que quien honra tus altares, en humo levantados, por premio le has de dar infamia y mengua, pues quita cien mil honras una lengua.
[Vase] el DUQUE, y al entrarse DAGOBERTO, le detiene ANASTASIO
ANASTASIO: Oye, señor, si no es que tu grandeza no se suele inclinar a dar oídos al bajo parecer de mi rudeza y a los que amenguan rústicos vestidos. DAGOBERTO: La gravedad de confirmada alteza no tiene aquesos puntos admitidos: habla cuanto te fuere de contento, que a todo te prometo estar atento. ANASTASIO: Por esta acusación, que a Rosamira has puesto tan en mengua de su fama, este rústico pecho, ardiendo en ira, a su defensa me convida y llama; que, ora sea verdad, ora mentira el relatado caso que la infama, el ser ella mujer, y amor la causa, debieran en tu lengua poner pausa. No te azores, escúchame: o tú solo sabías este caso, o ya a noticia vino de más de alguno que notólo, o por curiosidad o por malicia. Si solo lo sabías, mal mirólo tu discreción, pues, no siendo justicia, pretende castigar secretas culpas, teniendo las de amor tantas disculpas. Si a muchos era el caso manifiesto, dejaras que otro alguno le dijera: que no es decente a tu valor, ni honesto, tener para ofender lengua ligera. Si notas de mi arenga el presupuesto, verás que digo, o que decir quisiera, que espadas de los príncipes, cual eres, no ofenden, mas defienden las mujeres. Si amaras al buen duque de Novara, otro camino hallaras, según creo, por donde, sin que en nada se infamara su honra, tú cumplieras tu deseo. Mas tengo para mí, y es cosa clara, por mil señales que descubro y veo, que en ese pecho tuyo alberga y lidia, más que celo y honor, rabia y envidia. Perdóname que hablo desta suerte, si es que la verdad, señor, te enoja. CIUDADANO 1: Apostad que le da el príncipe muerte. ¿No veis el labrador cómo se arroja? DAGOBERTO: Quisiera de otro modo responderte; mas será bien que la razón recoja las riendas a la ira. Calla y vete, que más paciencia mi bondad promete.
[Vase] DAGOBERTO
[CIUDADANO] 2: Por Dios, que habéis hablado largamente, y que, notando bien vuestro lenguaje, es tanto del vestido diferente, que uno muestra la lengua y otro el traje. ANASTASIO: A veces un enojo hace elocuente al de más torpe ingenio: que el coraje levanta los espíritus caídos y aun hace a los cobardes atrevidos. En fin, ¿éste es el príncipe de Utrino, digo, el hijo heredero del Estado? CIUDADANO 1: Él es. ANASTASIO: Pues, ¿cómo aquí a Novara vino? [CIUDADANO] 2: Dicen que del amor blando forzado. ANASTASIO: ¿Y a quién daba su alma? [CIUDADANO] 2: Yo imagino, si no es que el vulgo en esto se ha engañado, que Rosamira le tenía rendido; pero ya lo contrario ha parecido. ANASTASIO: Si eso dijo la fama, cosa es clara, y no van mal fundados mis recelos, visto que en su deshonra no repara, que esta su acusación nace de celos. ¡Oh infernal calentura, que a la cara sale, y aun a la boca! ¡Oh santos cielos! ¡Oh amor! ¡Oh confusión jamás oída! ¡Oh vida muerta! ¡Oh libertad rendida!
[Vase] ANASTASIO
[CIUDADANO] 1: So aquel sayal hay al, sin duda alguna: o yo sé poco, o no sois vos villano. [CIUDADANO] 2: Mudan los trajes trances de fortuna, y encubren lo que está más claro y llano. No sé yo si debajo de la luna se ha visto lo que hemos visto. ¡Oh mundo insano, cómo tus glorias son perecederas, pues vendes burlas, pregonando veras!
[Vanse]. Salen JULIA y PORCIA en hábito de pastorcillos, con pellicos
JULIA: Porcia amiga... PORCIA: ¡Bueno es eso! Rutilio me has de llamar, si es que quieres excusar un desastrado suceso. Yo no sé cómo te olvidas de nuestros nombres trocados. JULIA: Suspéndenme los cuidados de nuestras trocadas vidas; y no es bien que así te asombre ver mi memoria perdida: que, quien de su ser se olvida, no es mucho olvide su nombre. Rutilio amigo, ¡ay de mí!, que arrepentida me veo, muerta a manos de un deseo a quien yo la vida di. Mientras más, Rutil[i]o, voy considerando lo hecho, más temor nace en mi pecho, más arrepentida estoy. PORCIA: Eso, amigo, es lo peor que yo veo en tus dolores: que adonde sobran temores, hay siempre falta de amor. Si el amor en ti se enfría, cuesta se te hará la palma, grave tormenta la calma, noche obscura el claro día. Ama más, y verás luego esparcirse los nublados, todos tus males trocados en dulce paz y sosiego. Pero, quieras o no quieras, ya estás puesta en la batalla, y tienes de atropellalla, sea de burlas, sea de veras. Ya en el ciego laberinto te metió el amor crüel; ya no puedes salir dél por industria ni distinto. El hilo de la razón no hace al caso que prevengas; todo el toque está en que tengas un gallardo corazón, no para entrar en peleas, que en ellas no es bien te pongas, sino con que te dispongas a alcanzar lo que deseas, cuéstete lo que costare: que si tu deseo alcanzas, no hay cumplidas esperanzas en quien el gusto repare. Muestra ser varón en todo, no te descuides acaso, algo más alarga el paso, y huella de aqueste modo; a la voz da más aliento, no salga tan delicada; no estés encogida en nada, espárcete en tu contento; y, si fuere menester disparar un arcabuz, ¡juro a Dios y a ésta que es cruz, que lo tenéis de hacer! JULIA: ¡Jesús! ¿Quieres que me asombre, Rutilio, en verte jurar? PORCIA: ¿Con qué podré yo mostrar más fácilmente ser hombre? Un voto de cuando en cuando, es gran cosa, por mi fe. JULIA: Yo, amiga, jurar no sé. PORCIA: Iráte el tiempo enseñando. JULIA: ¿Sabes, Porcia, lo que temo? ¡Ay, que el nombre se me olvida! PORCIA: ¡Juro a Dios que estás perdida! JULIA: Ya aqueso pasa de extremo. No jures más; si no, a fe, que te deje y que me vaya. PORCIA: Tanto melindre mal haya. JULIA: Pues, ¿por qué? PORCIA: Yo me lo sé. JULIA: En cólera me deshago en verte jurar por Dios. PORCIA: Pues también soy como vos medrosa, y a todo hago; y no os llevo tantos años, que ellos puedan enseñarme la experiencia de librarme de no conocidos daños. Avisad y tened brío; y, pues ya estamos en esto, echad del ánimo el resto, que yo estaré con el mío. JULIA: Porcia amiga, ello es así. ¡Ay, que el nombre se olvidó! PORCIA: ¡Mal haya quien me parió! Di Rutilio, ¡pesia a mí! JULIA: No te enojes, que yo juro de no olvidarme jamás. PORCIA: Cuando jures, jura más y estarás muy más seguro. JULIA: Témome destos pellicos que nos han de descubrir. PORCIA: Yo lo he querido decir: que es malo que sean tan ricos. JULIA: No va en esto, sino en ser conocidos. PORCIA: Pues ¿en qué? JULIA: ¿No ves que yo los mandé de aqueste modo hacer para la farsa o comedia que querían mis doncellas hacer? PORCIA: Haráse sin ellas; mas quizá será tragedia. JULIA: Y no los echaron menos cuando nosotras faltamos. Por esto en peligro estamos, y no por ser ellos buenos. PORCIA: Como a Módena lleguemos, mudaremos este traje. JULIA: Yo me vestiré de paje. PORCIA: Entrambos nos vestiremos. JULIA: Témome que está en Novara mi hermano. PORCIA: ¡Pluguiese al cielo! JULIA: Pues a fe que lo recelo; mas, sin duda, es cosa clara que él de Rosamira está en extremo enamorado y sírvela disfrazado. PORCIA: Eso importa poco ya; que, en llegando el de Rosena, Celia se casa con él. Podrá tu hermano fïel morir, o dejar su pena. JULIA: ¡Qué corta es nuestra ventura! Tú enamorada de quien tiene a otra por su bien; yo, de quien mi mal procura, de quien se casa mañana. Y la fortuna molesta nos l[l]eva a morir la fiesta de nuestra muerte temprana. ¡Qué de imposibles se oponen a nuestros buenos deseos! ¡Qué miedos, qué devaneos nuestra intención descomponen! ¡Ay Rutilio, y cuán en vano ha de ser nuestra venida! PORCIA: Mientras esté con la vida, pienso que en ventura gano. Confía y no desesperes, que puesto en plática está que el diablo no acabará lo que no acaban mujeres. [JULIA]: Escucha, que gente suena; cazadores son; escucha: gente viene, y gente mucha. PORCIA: No te dé ninguna pena; saludarlos y pasar, sin ponernos en razones.
[Salen] dos CAZADORES
CAZADOR 1: ¿Tomó dos esmerejones? CAZADOR 2: Sí. [CAZADOR] 1: No hay más que desear. ¿Y el duque, quédase atrás? [CAZADOR] 2: No; que veisle aquí a do viene. [CAZADOR] 1: Mucho en Rezo se detiene. [CAZADOR] 2: Sabed que no puede más. Y hoy vendrá su embajador, y sabrá lo que ha de hacer. PORCIA: Camilo, aquí es menester ingenio, esfuerzo y valor, que el de Rosena es aquél que allí viene, según creo. JULIA: ¡Amor, ayuda al deseo, pues que me pusiste en él!
Sale [MANFREDO], el Duque de Rosena, de caza
MANFREDO: ¿La garza no parece? [CAZADOR] 1: Ayer se descubrió en esta laguna que a la vista se ofrece. MANFREDO: Pues un pastor me ha dicho que ninguna se ha visto en estos llanos. [CAZADOR] 2: Pues de dos me dijeron dos villanos. MANFREDO: Dése a Rezo la vuelta; que, aunque no es tarde, va creciendo el viento, y aquella nube suelta señala injuria de turbión violento. ¡Oh, qué bellos zagales! Mancebos, ¿sois de Rezo naturales? JULIA: En Pavía nacimos. MANFREDO: Pues, ¿dónde vais agora? JULIA: Hacia Novara, no más de porque oímos que el duque Federico allí prepara una fiesta que admira, porque casa a su hija Rosamira con un señor llamado Manfredo, que es gran duque de Rosena. MANFREDO: Verdad os han contado. PORCIA: Pues a la fama que será tan buena la fiesta y boda vamos, y a nuestro padre en cólera dejamos. MANFREDO: ¿Y adónde queda el ganado? PORCIA: Imagino que perdido. MANFREDO: ¡Mucho atrevimiento ha sido! JULIA: A más obliga un cuidado. MANFREDO: ¿Úsanse aquestos pellicos ahora entre los pastores? PORCIA: También muestran sus primores los villanos, si son ricos. MANFREDO: ¿Y lleváis bien que gastar? JULIA: Un tesoro de paciencia. MANFREDO: ¿Encargaréis la conciencia si le acabáis de acabar? PORCIA: Tal puede ser el suceso que se acabe el sufrimiento. MANFREDO: ¡Por Dios, que me dais contento! JULIA: Ya nos viéramos en eso. MANFREDO: ¿Cómo os llamáis? JULIA: Yo, Camilo. PORCIA: Y yo, Rutilio. MANFREDO: En verdad que parecen de ciudad vuestros nombres y el estilo, y que en ellos, y aun en él, poco es, mentís villanía. PORCIA: Como hay estudio en Pavía, algo se nos pega dél. JULIA: Díganos, señor: ¿qué millas desde aquí a Novara habrá? MANFREDO: Treinta a lo más que creo está. CAZADOR 2: Y dos más; son angostillas. MANFREDO: Conmigo os iréis, si os place, que yo ese camino hago. JULIA: Yo, por mí, me satisfago. PORCIA: Pues a mí no me desplace. Pero advierta que los dos vamos poco a poco a pie. MANFREDO: Bien está: que yo os daré en que vais. PORCIA: Págueoslo Dios; que bien parecéis honrado, noble y rico y principal. [CAZADOR] 1: Y aun vosotros, de caudal mayor del que habéis mostrado; si no, dígalo el lenguaje, y el uno y otro pellico. [CAZADOR] 2: Es en Pavía muy rico casi todo el villanaje, y éstos hijos deben ser de algún rico ganadero. MANFREDO: A Rezo volverme quiero; bien os podéis recoger.
[Sale] UNO
UNO: Tu embajador ha llegado. MANFREDO: ¿Mompesir? UNO: Sí, mi señor. MANFREDO: Esperadme, por mi amor, que luego vuelvo. PORCIA: Haz tu grado.
[Vanse] todos, si no es PORCIA y JULIA, que quedan
JULIA: Rutilio, ¿qué te parece? PORCIA: Camilo amigo, que estás en punto donde verás que es bueno el que se te ofrece. La Fortuna te ha traído a poder del duque; advierte que un principio de tal suerte un buen fin tiene escondido. JULIA: ¿Parécete que le diga quién soy por un modo honesto? PORCIA: No te descubras tan presto. JULIA: Pues, ¿cómo quies que prosiga? PORCIA: El tiempo vendrá a avisarte de aquello que has de hacer. JULIA: Mi mal no puede tener en parte del tiempo parte. Si no estará el duque apenas tres días sin que se case, ¿cómo dejaré que pase el tiempo, como me ordenas? PORCIA: Un caso tan grave y tal, con prisa mal se resuelve. Silencio, que el duque vuelve; el semblante trae mortal.
Vuelve a [salir] el duque [MANFREDO] y el EMBAJADOR que entró primero, y los dos CAZADORES
EMBAJADOR: Digo, señor, que el príncipe de Utrino, Dagoberto, heredero del estado, en mi presencia y la del duque vino, y allí propuso lo que te he contado. No con la triste nueva perdió el tino el padre; padre no, mas recatado jüez, pues, como tal, mandó traella, y el príncipe afirmó su culpa ante ella. Rosamira la oyó, y en su defensa mover no pudo, o nunca quiso, el labio; por esto el duque que es culpada piensa, pues no responde a tan notable agravio. El caso ponderó, y al fin dispensa, en todo procediendo como sabio, que, mientras se ve el caso, la duquesa en una torre esté encerrada y presa. Dagoberto se ofrece con su espada a probar en el campo lo que dice. Yo, viendo a Rosamira así acusada, tus bodas al instante las deshice. Esto resulta, en fin, de mi embajada; mira, señor, si bien o si mal hice: que el duque, ya rendido a su fortuna, no quiso responderte cosa alguna. MANFREDO: ¡Válame Dios, qué miserable caso! ¿Dónde fabricas, mundo, estos vaivenes? ¿Daslos con luenga prevención, o acaso? ¿O por qué antes de dallos no previenes? CAZADOR 1: Señor, con largo y con ligero paso, cubierto de las plantas a las sienes de luto, un caballero veo que asoma por el verde recuesto desta loma. MANFREDO: Y aun me parece que hacia aquí endereza la rienda, y del caballo ya se apea. ¡Qué bien con la color de mi tristeza viene el que trae aquéste por librea! ¿Quién podrá ser? [CAZADOR] 2: La espada se adereza. ...............................[-ea] EMBAJADOR Descolorido llega. MANFREDO: Y mal crïado.
[Sale] un embajador del duque de DORLÁN, vestido de luto
DORLÁN: ¡Gracias a Dios, Manfredo, que [te] he hallado! Quien viene a lo que yo, Manfredo, vengo, no le conviene usar de más crïanza: que sólo en las razones me prevengo que estarán en la lengua o en la lanza. La antigua ley de embajador mantengo: escúchame, y responde sin tardanza, que a ti el gran duque de Dorlán me envía y a guerra a sangre y fuego desafía. Dice, y esto es verdad, que habiendo dado a tu corte en la suya alojamiento, y habiéndote en su casa agasajado, viniendo a efetuar tu casamiento, como el troyano huésped, olvidado del hospedaje, con lascivo intento su hija le robaste y su sobrina: traición no de tu fama y nombre digna. Por esto, si a su intento no te ajustas, y a la ley no respondes de hidalguïa, de poder a poder, o, si más gustas, de persona a persona, desafía. PORCIA: Nuestras [s]andeces causan estas justas. ¿Haslo notado bien? Di, Julia mía. JULIA: Calla, y entre estos árboles te esconde; veremos lo que el duque le responde. DORLÁN: Y tanto a la venganza está dispuesto de aqueste agravio y malicioso hecho, que deste paño de color funesto que se vista su gente toda ha hecho, en tanto, o ya sea tarde, o ya sea presto, que, a desprecio y pesar de tu despecho, castiga la insolencia deste ultraje, transgresor de la ley del hospedaje. Éste es el fin de mi embajada; mira si quieres responderme alguna cosa. MANFREDO: Reprima mi inocencia en mí la ira que alborota tu lengua licenciosa; yo no sé qué responda a esa mentira; sólo sé que Fortuna, mentirosa, debe o quiere probar con su insolencia los quilates que tiene mi paciencia. Diréisle al duque que ante él mismo apelo de aquesta acusación vana que ha hecho, porque, por la Deidad que rige el cielo, que jamás tal traición cupo en mi pecho. Leal pisé de su palacio el suelo, leal salí, guardando aquel derecho que al hospedaje amigo se debía y a la ley que profeso de hidalguía. Ni vi a su hija, ni jamás la he visto, ni la intención de mi camino era hacerme con mis huéspedes malquisto, aunque el lascivo gusto lo pidiera; que entonces con mayor fuerza resisto, cuando la torpe inclinación ligera con más regalo acude al pensamiento, estando al ser quien soy contino atento. Ni acepto el desafío, ni desecho; sólo lo que pretendo es dilatallo hasta que el duque esté más satisfecho y la misma verdad venga a estorballo. Y cuando esto no fuese de provecho, y el engaño p[r]osiga en engañallo, para entonces acepto el desafío, ajustando a su gusto el gusto mío. Esto doy por respuesta y no otra cosa; mirad si a Rejo queréis ir conmigo. Dorlán Es el camino largo, y presurosa la gana de volver al suelo amigo. ¡A Dios quedad!
[Vase el emabajador del de DORLÁN]
MANFREDO: Fortuna rigurosa, ¿qué es esto? ¿Quién soy yo, o qué pasos sigo tan malos, que se estrema así tu furia en hacerme una injuria y otra injuria? ¡Infamada mi esposa, y yo infamado, y por lo menos de traición! ¿Qué es esto? ¡En tan triste sazón me tiene puesto! EMBAJADOR: Señor, si en nada desto estás culpado, no es bien que te congoje nada desto: tu esposa aún no era tuya: estotra culpa en tu pura verdad tiene disculpa. MANFREDO: No me aconsejes ni me des consuelo, y a Rosena mi gente luego vuelva; que este rigor con que me trata el Cielo quiere que en éste sólo me resuelva. EMBAJADOR: Aunque con vengativo, airado celo, su fuerza el hado contra ti resuelva, yo no le he de dejar. MANFREDO: Escucha un poco: quizá dirás de veras que estoy loco. PORCIA: ¿Qué hemos de hacer, Camilo? JULIA: ¿No está claro? Seguir del duque las pisadas todas. PORCIA: ¿Con qué ocasión? JULIA: En eso no reparo. PORCIA: ¿No ves que se han deshecho ya las bodas? JULIA: Ventura ha sido mía. MANFREDO: No me aclaro más por agora. EMBAJADOR: En fin, ¿que te acomodas a ir desa manera? MANFREDO: Ten a punto los vestidos que digo. EMBAJADOR: Harélo al punto. [MANFREDO]: Y no quede ninguno de los míos. Y en esto no me hagas más instancia, que la mudable rueda en desvaríos tiene encerrada a veces la ganancia. Y estos dos pastorcillos, que en sus bríos muestran más sencillez que no arrogancia, si dello gustan, quedarán conmigo. PORCIA: ¿Entendístele? JULIA: ¡Y cómo, oh cielo amigo! Señor, si es que la ida de Novara, según que hemos oído, se te impide, volver queremos a la patria clara, si otra cosa tu gusto no nos pide. MANFREDO: Puesto que la fortuna y suerte avara su querer con el mío jamás mide, por esta vez entiendo que me ha dado en los dos lo que pide mi cuidado. Quedaos conmigo, que a Novara iremos, donde, puesto que fiestas no veamos, quizá cosas más raras hallaremos, con que el sentido y vista entretengamos. PORCIA: Por tuyos desde aquí nos ofrecemos: que bien se nos trasluce que ganamos en servirte, señor, cuanto es posible. MANFREDO: Haz lo que he dicho. EMBAJADOR: ¡Oh, caso no creíble!
[Vanse] todos, y sale[n] ANASTASIO y CORNELIO, su criado
ANASTASIO: Poco me alegra el campo ni las flores. CORNELIO: Ni a mí tus sinsabores me contentan; porque es cierto que afrentan los amores que en tan bajos primores se sustentan, y en mil partes nos cuentan mil autores cien mil varios dolores que atormentan al miserable amante no entendido, poco premiado y menos conocido. ANASTASIO: Ya te he dicho, Cornelio, que te dejes de darme esos consejos escusados, y nunca a los amantes aconsejes cuando tienen por gloria sus cuidados: que es como quien predica a los herejes, en sus vanos errores obstinados. CORNELIO: Muy bien te has comparado. Advierte y mira que ya no es Rosamira Rosamira: las trenzas de oro y la espaciosa frente, las cejas y sus arcos celestiales, el uno y otro sol resplandeciente, las hileras de perlas orientales, la bella aurora que del nuevo oriente sale de las mejillas, los corales de los hermosos labios, todo es feo, si a quien lo tiene infama infame empleo. La buena fama es parte de belleza, y la virtud, perfecta hermosura; que, a do suele faltar naturaleza, suple con gran ventaja la cordura; y, entre personas de subida alteza, amor hermoso a secas es locura. En fin, quiero decir que no es hermosa, siéndolo, la mujer no virtüosa. Rosamira, en prisión; la causa, infame; tú, disfrazado y muerto por libralla, ignoras la verdad; ¿y quiés que llame justa la pretensión desta batalla? ANASTASIO: Tu sangre harás, Cornelio, que derrame, pues procuras la mía así alteralla con tus razones vanas y estudiadas, y entre libres discursos fabricadas. Vete; déjame y calla; si no, ¡juro...! CORNELIO: Yo callaré; no jures, sino advierte que gente viene alrededor del muro, y temo, al fin, que habrán de acometerte. ANASTASIO: Desto puedes estar muy bien seguro, que en la ciudad he estado desta suerte seis días hace hoy, y estaré ciento: que salió este disfraz a mi contento.
[Salen] TÁCITO y ANDRONIO, estudiantes capigorristas
ANDRONIO: Deja los libros, Tácito; digo, deja el tomar de coro agora, y, a nuestro beneplácito, gozando el fresco de la fresca aurora, por aquí nos andemos. TÁCITO: ¡Por Dios, que es buen encuentro el que tenemos! Villano es el morlaco. ¿Quieres que le tentemos las corazas, y veremos si es maco? ANDRONIO: Siempre en las burlas, Tácito, que trazas, salimos mal medrados. Talle tienen los mozos de avisados. TÁCITO: Por esta vez, probemos: que si el pacho consiente bernardinas, el tiempo entretendremos. ANDRONIO: ¡Con qué facilidad te determinas a hacer bellaquerías! CORNELIO: Hacia nosotros vienen. TÁCITO: No te rías. Díganos, gentilhombre, así la diosa de la verecundia reciproque su nombre, y el blanco pecho de tremante enjundia soborne en confornino: ¿adónde va, si sabe, este camino? ANASTASIO: Mancebo, soy de lejos, y no sé responder a esa pregunta. TÁCITO: Dígame: ¿son reflejos los marcurcios que asoman por la punta de aquel monte, compadre? CORNELIO: ¡Bellaco sois, por vida de mi madre! ¿Bernardinas a horma? Yo apostaré que el duque no le entiende. ANASTASIO: Habláisme de tal suerte, que no sé responderos. TÁCITO: Pues atienda, gam[i]civo, y está atento. CORNELIO: ¡Qué donaire y qué gracioso acento! TÁCITO: Digo que ¿si mi paso tiendo por los barrancos deste llano, si podrá hacer al caso? ANASTASIO: Digo que no os entiendo, amigo hermano. TÁCITO: Pues bien claro se aclara, que es clara, si no es turbia, el agua clara. Quiero decir que el tronto, por do su curso lleva al horizonte, está a caballo, y prompto a propagar la cima de aquel monte. ANASTASIO: ¡Ya, ya; ya estoy en ello! TÁCITO: Pues, ¿qué quiero decir, gozmio, camello? ANASTASIO: Que son bellacos grandes los mancebitos de primer tonsura. TÁCITO: Tontón, no te desmandes, que llevarás del sueño la soltura. CORNELIO: Mi señor estudiante, mire no haga que le asiente el guante. ANASTASIO: Confieso que al principio yo no entendí la flor de los mancebos. ANDRONIO: Arena, cal y ripio trago, mi señorazo papahuevos. CORNELIO: Su flor se ha descubierto. TÁCITO: Pues zarpo déste y voyme a mejor puerto. CORNELIO: No se vayan, que asoman otros dos de su traza y compostura, y este camino toman. También son éstos de primer tonsura, y, a lo que yo imagino, de aquí no son, y vienen de camino.
Entran JULIA y PORCIA, como estudiantes de camino
PORCIA: Querría que no errásemos en lo que el duque nos mandó, Camilo, y es que aquí le esperásemos. JULIA: ¿Entendístelo bien? PORCIA: Bien entendílo. ANDRONIO: Argumentando vienen. Lleguémonos, si acaso se detienen, y déjennos con ellos; gustarán de la burla. CORNELIO: Que nos place. ANASTASIO: Yo no estoy para vellos: que mal la alegre burla satisface al alma que no alcanza a ver, si no es burlada, su esperanza.
[Vanse] ANASTASIO y CORNELIO
JULIA: En esta tierra asiste, en disfrazado traje, aquel mi hermano a quien tú adoras triste. Si me encuentra y conoce... PORCIA: Es temor vano; que en tal traje nos vemos, que a la misma verdad engañaremos. A mí una vez me ha visto, y ésa de noche. JULIA: A mí, casi ninguna. Mal al temor resisto; estudiantes son éstos. TÁCITO: La fortuna mi atrevimiento ayude; si en trabajo me viere, Andronio, acude. ¿Son estudiantes, señores? PORCIA: Sí, señor, y forasteros. TÁCITO: ¿Pacacios, o caballeros? JULIA: No somos de los peores. TÁCITO: ¿Y qué han oído? PORCIA: Desgracias. JULIA: Y en ellas somos maestros. ANDRONIO: Por mi vida, que son diestros y que saben decir gracias. Pues háganme este latín, ansí Dios les dé salud: "Yo soy falto de virtud, tan bellaco como ruin". PORCIA: No venimos dese espacio. ANDRONIO: No se deben de escusar, si es que nos quieren mostrar que son hombres de palacio. JULIA: Ni aun de nada somos hombres. ANDRONIO: Pues, ya que se escusan desto, dígannos, y luego, y presto de dónde son, y sus nombres, qué estudian, la edad que tienen, si es rico o pobre su padre, la estatura de su madre, dónde van y de a dó vienen. ¡Turbados están! ¡Apriesa, respondan, que tardan mucho! PORCIA: Con gran paciencia te escucho, mancebito de traviesa. Váyase y déjenos ir, y serále muy más sano. ANDRONIO: ¡Jesús, qué mal cortesano! ¿Tal se ha dejado decir? JULIA: Es tarde, y hay que hacer, y servimos, y tardamos. TÁCITO: Ténganse, que aquí cobramos la alcabala del saber; porque cuando el sacrilegio a Mahoma se entregó, esta autoridad nos dio nuestro famoso colegio. ¡Miren si voy arguyendo con razones circunflejas! PORCIA: Atruénasme las orejas, mancebito, y no te entiendo. TÁCITO: Andronio. ANDRONIO: Ya estoy al cabo.
Pónese ANDRONIO detrás de JULIA para hacerla caer; pero no la ha de derribar
TÁCITO: Volviendo a nuestro comienzo, el asado San Lorenzo, cuyas virtudes alabo, en sus Cuntiloquios dice... JULIA: ¡Ésta es gran bellaquería, y juro por vida mía...! TÁCITO: Y dirán que yo lo hice. JULIA: Pero aquí viene nuestro amo, y mala ventura os mando. TÁCITO: Signori, me recomendo, y a la corona me llamo. Y a revederci altra volta, dove finitemo el resto, or non piu, [e]visogna presto fugiré de qui si ascolta.
[Vanse] TÁCITO y ANDRONIO. Entra MANFREDO, como estudiante, de camino
MANFREDO: Rutilio y Camilo, pues, ¿he, por ventura, tardado? PORCIA: Más de un hora hemos estado esperando, como ves; y aun nos han dado mal rato dos bonitos estudiantes, que tienen más de chocantes, que no de letras su trato. Pero. ¿en qué te has detenido tanto tiempo? MANFREDO: Fui escuchando dos que iban razonando deste caso sucedido. Y apostaré que estos dos que vienen tratan también deste hecho. Escucha bien si acierto, así os guarde Dios. JULIA: ¿De qué sirve el escuchar, pues podemos preguntallo?
[Salen] los dos CIUDADANOS que entraron al principio
CIUDADANO 1: Por mil conjeturas hallo que ella habrá de peligrar. [CIUDADANO] 2: En fin: que no se disculpa. [CIUDADANO] 1: ¡Ésa es una cosa extraña! [CIUDADANO] 2: El pensamiento me engaña, o ella no tiene culpa. MANFREDO: Mis señores, ¿qué se suena del caso de la duquesa? [CIUDADANO] 1: Que se está todavía presa, y el silencio la condena. MANFREDO: ¿Quién la acusa? [CIUDADANO] 2: Dagoberto. MANFREDO: ¿Da testigos? [CIUDADANO] 2: Ni aun indicio. MANFREDO: Cierto que no es ése oficio de caballero. [CIUDADANO] 1: No, cierto. MANFREDO: ¿Y su padre? [CIUDADANO] 1: ¿Qué ha de hacer? Sólo ha hecho pregonar que a quien la acierte a librar se la dará por mujer, como sea caballero el que se oponga a la empresa. MANFREDO: ¿Y que calla la duquesa? [CIUDADANO] 2: Como si fuese un madero. MANFREDO: ¿Y del duque que se suena que había de ser su esposo? [CIUDADANO] 1: Que, en sabiendo el caso astroso, dio la vuelta hacia Rosena. Y aun otras nuevas nos dan, ni sé si es verdad o no: que, estando en Dorlán, sacó una hija al de Dorlán, y también a una parienta, del mismo duque sobrina, y que el duque determina vengarse de aquesta afrenta. Y que se tiene por cierto que la sacó el de Rosena. [CIUDADANO] 2: Hasta agora, ansí se suena; ni sé si es cierto o incierto. MANFREDO: Y, si como eso es mentira, como me doy a entender, podrá ser que venga a ser bien mismo de Rosamira: que sé que el duque es muy bueno, y que traición ni ruindad, si no es razón y bondad, jamás albergó en su seno. [CIUDADANO] 1: ¿Sois acaso milanés? Porque de sello dais muestra. MANFREDO: Aunque la lengua lo muestra, no soy sino boloniés; mas he estudiado en Pavía, y algo la lengu[a] he tomado. [CIUDADANO] 2: ¿Y qué es lo que se ha estudiado? MANFREDO: Humanidad. [CIUDADANO] 1: Sí haría: que todos los de su edad eso es lo que estudian más. MANFREDO: Sin estudiarla, jamás se aprende esta facultad. [CIUDADANO] 1: ¿Y a qué venís a Novara? MANFREDO: A ver la boda venía. [CIUDADANO] 2: No quiso en tanta alegría ponernos la suerte avara; y en lugar della, podréis ver, si gustáis, la batalla. MANFREDO: Si no hay quien salga a tomalla. [CIUDADANO] 1: Poco tiempo os detendréis: que no quedan más de seis días para el plazo puesto. MANFREDO: De quedarme estoy dispuesto. [CIUDADANO] 1: Sin duda, lo acertaréis. Y ¡adiós! MANFREDO: Con Él vais los dos. [CIUDADANO] 2: ¿Luego aquí os queréis quedar? MANFREDO: Sí; porque aquí he de aguardar a un amigo. [CIUDADANO] 2: Pues, ¡adiós! MANFREDO: Yo no sé en qué se confía mi dudosa voluntad, y, si no es curiosidad, ¿qué locura es ésta mía? Creo que [a] darme deshonra, ingrato amor, te dispones, pues cuando está en opiniones la honra, no hay tener honra.
[Vanse] JULIA, PORCIA y MANFREDO. Sale el DUQUE Federico y el CARCELERO que tiene a la duquesa ROSAMIRA
DUQUE: ¿Cómo está la duquesa? CARCELERO: Negro luto cubre su faz, y, sola en su aposento, al suelo da de lágrimas tributo con doloroso, amargo sentimiento. DUQUE: ¡Oh bien hermoso y mal nacido fruto, marchito en la sazón de más contento, y cómo al mejor tiempo me has burlado, quedando en mis designios defraudado! ¿Y que no se disculpa? CARCELERO: Ni por pienso. DUQUE: ¿De quién se queja? CARCELERO: De su corta suerte. [DUQUE]: En breve tiempo de su vida el censo dará a una infame, inevitable muerte. CARCELERO: ¿Sabes, señor, lo que imagino y pienso? DUQUE: ¿Qué piensas o imaginas? CARCELERO: Que es muy fuerte de creer que el de Utrino verdad diga. DUQUE: A que lo crea su bondad me obliga, y el ver que Rosamira, en su disculpa, el labio no ha movido ni le mueve; y es muy cierta señal de tener culpa el que a volver por sí nunca se atreve. La culpa es grave; grave el que la culpa; el plazo a la batalla, corto y breve; defensor no se ofrece: indicio claro que a su desdicha no ha de hallar reparo. CARCELERO: ¿Si quisiere, por dicha, dar descargo con otro, pues no quiere en tu presencia, quizá turbada del infame cargo, dejarla he visitar? DUQUE: Con mi licencia. CARCELERO: Puesto que el bien guardalla está a mi cargo, no está a mi cargo usar desta inclemencia: que, a fe, si su remedio se hallase, que muy poco tus órdenes guardase.

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

El laberinto de amor, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002