SEGUNDA JORNADA


Salen ARLAXA, Don FERNANDO, y OROPESA
ARLAXA: ¿Cómo te llamas, cristiano, que tu nombre aún no he sabido? D. FERNANDO: Es mi nombre Juan Lozano; nombre que es bien conocido por el distrito africano. ARLAXA: Nunca le he oído decir. D. FERNANDO: Pues él suele competir con el del bravo Fernando. ARLAXA: ¡Mucho te vas alabando! D. FERNANDO: Alábome sin mentir. ARLAXA: Pues, ¿qué hazañas has tú hecho? D. FERNANDO: He hecho las mismas que él, con el mismo esfuerzo y pecho, y ya me he visto con él en más de un marcial estrecho. ARLAXA: ¿Es tu amigo? D. FERNANDO: Es otro yo. ARLAXA: ¿Por ventura, di, salió a combatir con mi moro? D. FERNANDO: Siempre de bravo el decoro en todo trance guardó. ARLAXA: Dese modo, Alí es cobarde. D. FERNANDO: Eso no; que pudo ser salir don Fernando tarde, cuando no pudiese hacer Alí de su esfuerzo alarde. Y imagino que este moro jarife, no con decoro de amigo, a Muzel da culpa. ARLAXA: De su esfuerzo y de su culpa toda la verdad ignoro. D. FERNANDO: Haz cuenta que te trae preso a Fernando tu Muzel; ¿qué piensas hacer por eso? ARLAXA: Estimaré mucho en él de su esfuerzo el grande exceso. Tendré en menos al cristiano, cuyo nombre sobrehumano me incita y mueve el deseo de velle. OROPESA: Pues yo le veo en sólo ver a Lozano. ARLAXA: ¿Que tanto se le parece? OROPESA: Yo no sé qué diferencia entre los dos se me ofrece; ésta es su misma presencia, y el brazo que le engrandece. ARLAXA: ¿Qué hazañas ha hecho ese hombre para alcanzar tan gran nombre como tiene? OROPESA: Escucha una de su esfuerzo y su fortuna, que podrá ser que te asombre: Dio fondo en una caleta de Argel una galeota, casi de Orán cinco millas, poblada de turcos toda. Dieron las guardas aviso al general, y, con tropa de hasta trecientos soldados, se fue a requerir la costa. Estaba el bajel tan junto de tierra, que se le antoja dar sobre él: ved qué batalla tan nueva y tan peligrosa. Dispararon los soldados con priesa una vez y otra; tanto, que dejan los turcos casi la cubierta sola. No hay ganchos para acercar a tierra la galeota, pero el bravo don Fernando ligero a la mar se arroja. Ase recio de gúmena, que ya el turco apriesa corta, porque no le dan lugar de que el áncora recoja. Tiró hacia sí con tal fuerza, que, cual si fuera una góndola, hizo que el bajel besase el arena con la popa. Salió a tierra y della un salto dio al bajel, cosa espantosa, que piensa el turco que el cielo cristianos llueve, y se asombra. Reconocido su miedo, don Fernando, con voz ronca de la cólera y trabajo, grita: ``¡Vitoria, vitoria!'' La voz da al viento, y la mano a la espada vitoriosa, con que matando y hiriendo corrió de la popa a proa. él solo rindió el bajel; mira, Arlaxa, si ésta es obra para que la fama diga los bienes que dél pregona. Probado han bien sus aceros los lindos de Melïona, los elches de Tremecén y los leventes de Bona. Cien moros ha muerto en tra[n]ces, siete en estacada sola, docientos sirven al remo, ciento tiene en las mazmorras. Es muy humilde en la paz, y en la guerra no hay persona que le iguale, ya cristiana, o ya que sirva a Mahoma. ARLAXA: ¡Oh, qué famoso español! OROPESA: Hércules, Héctor, Roldán se hicieron en su crisol. ARLAXA: Mejor no le ha visto Orán. OROPESA: Ni tal no le ha visto el sol.
[Sale] NACOR
ARLAXA: Aqueste Nacor me enfada; no me dejéis sola. OROPESA: Honrada te le muestra y comedida. D. FERNANDO: Da a sus razones salida: que espere, y no espere en nada. NACOR: Hermosa Arlaxa, yo estoy resuelto en traerte preso al cristiano: y así, voy a Orán luego. ARLAXA: Buen suceso y agüero espero y te doy, porque irás en gracia mía, y en verte tomó alegría desusada el corazón. NACOR: Tienes, Arlaxa, razón; que yo la tendré algún día de rogarte que me quieras. ARLAXA: Déjate agora de burlas, pues partes a tantas veras. D. FERNANDO: Hará Nacor, si no burlas, sus palabras verdaderas; que amante favorecido es un león atrevido, y romperá, por su dama, por la muerte y por la llama del fuego más encendido. OROPESA: Concluyeras tú esta empresa harto mejor que no él. D. FERNANDO: Calla y escucha, Oropesa. NACOR: Ya en este caso, Muzel por vencido se confiesa, pues no hace diligencia por traer a tu presencia el que yo te traeré presto. ARLAXA: Pártete, Nacor, con esto, que gusto y te doy licencia. NACOR: Dame las manos, señora, por el favor con que animas al alma que más te adora. ARLAXA: En poco, Nacor, te estimas, pues te humillas tanto agora. Eres jarife; levanta, que verte a mis pies me espanta. ¿Qué dirá desto Mahoma? NACOR: Estos rendimientos toma él por cosa buena y santa. Queda en paz.
Vase NACOR
ARLAXA: Vayas con ella, que con el fin deste trance le tendrá el de tu querella. D. FERNANDO: ¡Echado ha el moro buen lance! OROPESA: Ella es falsa cuanto es bella. ARLAXA: Venid, que habemos de ir los tres a ver combatir a mis amantes valientes. OROPESA: Si nos vieren ir las gentes, tarde nos verán venir.
Vanse y sale VOZMEDIANO, anciano, y Doña MARGARITA, en hábito de hombre
VOZMEDIANO: ¿Priesa por llegar a Orán, y priesa por salir dél? ¡Muy bien nuestras cosas van! MARGARITA: Préciase Amor de crüel, y tras uno da otro afán. VOZMEDIANO: Ya os he dicho, Margarita, que su daño solicita quien camina tras un ciego. MARGARITA: Ayo y señor, yo no niego que esa razón es bendita; pero, ¿qué puedo hacer, si he echado la capa al toro y no la puedo coger? VOZMEDIANO: Menos te la podrá un moro, si bien lo miras, volver. MARGARITA: ¿Que sea moro don Fernando? VOZMEDIANO: Así lo van pregonando los niños por la ciudad. MARGARITA: ¡Que haya hecho tal maldad! ¡De cólera estoy rabiando! No lo creo, Vozmediano. VOZMEDIANO: Haces bien; pero yo veo que ni moro ni cristiano parece. MARGARITA: Verle deseo. VOZMEDIANO: Siempre tu deseo es vano. MARGARITA: Quiérelo así mi ventura, pero no será tan dura que no dé fin a mis penas con darme en estas arenas berberisca sepultura. VOZMEDIANO: No dirás, señora, al menos, que no te he dado consejos de bondad y de honor llenos. MARGARITA: Los prudentes y los viejos siempre dan consejos buenos: pero no vee su bondad la loca y temprana edad, que en sí misma se embaraza, ni cosa prudente traza fuera de su voluntad.
[Sale] BUITRAGO con la demanda
BUITRAGO: Vuestras mercedes me den para las ánimas luego, que les estará muy bien. MARGARITA: Si ellas arden en mi fuego... VOZMEDIANO: Pasito, Anastasio, ten: no digas alguna cosa malsonante, aunque curiosa. MARGARITA: Váyase, señor soldado, que no tenemos trocado. BUITRAGO: ¡La respuesta está donosa! Denme, ¡pese a mis pecados! (¡Siempre yo de aquesta guisa Aparte medro con almidonados!) Denme, que vengo deprisa, y ellos están muy pausados. ¡Oh, qué novatos que están de lo que se usa en Orán en esto de las demandas! Descoja sus manos blandas y dé limosna, galán. ¿Qué me mira? Acabe ya: eche mano, y no a la espada que su tiempo se vendrá. VOZMEDIANO: La limosna que es rogada más fácilmente se da que la que se pide a fuerza. BUITRAGO: Ósase en aquesta fuerza de Orán pedirse deste arte; que son las almas de Marte, y piden siempre con fuerza. Nadie muere aquí en el lecho, a almidones y almendradas, a pistos y purgas hecho; aquí se muere a estocadas y a balazos roto el pecho. Bajan las almas feroces, tan furibundas y atroces, que piden que acá se pida para su pena afligida a cuchilladas y a voces. En fin: las almas de Orán, que tienen comedimiento, aunque en purgatorio están, dicen que vuelva en sustento la limosma que me dan. A la parte voy con ellas, remediando sus querellas a fuerza de avemarías, y mis hambrientas porfías con lo que me dan para ellas. VOZMEDIANO: Hermano, yo no os entiendo, y no hay limosma que os dar. BUITRAGO: ¡De gana me voy riendo! ¿Y adónde se vino a hallar el parentesco tremendo? ¿Hace burla en ver el traje, entre pícaro y salvaje? Pues sepa que este sayal tiene encubierto algún al que puede honrar un linaje. El conde es éste, ¡qué pieza!; que, cuando me da, le dan mil vaguidos de cabeza. Pobretas almas de Orán, que estáis en vuestra estrecheza, rogad a Dios que me den, porque si yo como bien, rezaré más de un rosario, y os haré un aniversario por siempre jamás. Amén.
[Salen] el conde [don ALONSO], Don MARTÍN, el capitán GUZMÁN y NACOR
NACOR: Digo, señor, que entregaré sin duda la presa que he contado fácilmente en el silencio de la noche muda con muy poquito número de gente; y, porque al hecho la verdad acuda, las manos a un cordel daré obediente; dejaréme llevar, siendo yo guía que os muestre el aduar antes del día. Y sólo quiero desta rica presa, por quien mi industria y mi traición trabaja, un cuerpo que a mi alma tiene presa: quiero a la bella sin igual Arlaxa. Por ella tengo tan infame empresa por ilustre, por grande, y no por baja: que, por reinar y por amor no hay culpa que no tenga perdón y halle disculpa. No siento ni descubro otro camino, para ser posesor de aquesta mora, que hacer este amoroso desatino, puesto que en él crueldad y traición mora. ámola por la fuerza del destino, y, aunque mi alma su beldad adora, quiérola cautivar para soltalla, por si puedo moverla o obligalla. D. ALONSO: No estamos en sazón que nos permita sacar de Orán un mínimo soldado; que el cerco que se espera solicita que ponga en otras cosas mi cuidado. NACOR: La vitoria en la palma traigo escrita; en breves horas te daré acabado, sin peligro, el negocio que he propuesto; si presto vamos, volveremos presto. D. ALONSO: Esta tarde os daré, Nacor, respuesta; esperad hasta entonces. NACOR: Soy contento.
Vase NACOR
D. MARTÍN: Empresa rica y sin peligro es ésta, si cierta fuese. GUZMÁN: Yo por tal la cuento: hace la lengua al alma manifiesta. Declarado ha Nacor su pensamiento con tal demonstración, con tal afecto, que, si vamos, el saco me prometo. D. MARTÍN: Cubre el traidor sus malas intenciones con rostro grave y ademán sincero, y adorna su traición con las razones de que se precia un pecho verdadero. De un Sinón aprendieron mil Sinones, y así, el que es general, al blando o fiero razonar del contrario no se rinde, sin que primero la intención deslinde. D. ALONSO: Hermano, así se hará; no tengáis miedo que yo me arroje o precipite en nada. ¿Hicistes ya las treguas con Robledo, y queda ante escribano confirmada? D. MARTÍN: Gran cólera tenéis, Guzmán. GUZMÁN: No puedo tenerla en la ocasión más enfrenada. D. ALONSO: Podréis darle la rienda entre enemigos, y es prudencia cogerla con amigos. Pues, Buitrago, ¿qué hacemos? BUITRAGO: Aquí asisto, procurando sacar de aqueste esparto jugo de algún plus ultra, y no le he visto siquiera de una tarja ni de un cuarto. Así guardan la ley de Jesucristo aquéstos como yo cuando estoy harto, que no me acuerdo si hay cielo ni tierra; sólo a mi vientre acudo y a la guerra. MARGARITA: Pide limosna en modo este soldado, que parece que grita o que reniega, y yo estoy en España acostumbrado a darla a quien por Dios la pide y ruega. BUITRAGO: Quiérosela pedir arrodillado; veré si la concede o si la niega. VOZMEDIANO: Ni tanto, ni tan poco. BUITRAGO: Soy cristiano. MARGARITA: ¿Ya no le han dicho que no hay blanca, hermano? BUITRAGO: ¿Hermano? ¡Lleve el diablo el parentesco y el ladrón que le halló la vez primera! Descosa, pese al mundo, ese grigüesco, desgarre esa olorosa faltriquera. De aquestas pinturitas a lo fresco, ¿qué se puede esperar? VOZMEDIANO: Ésa es manera de hacer sacar la espada y no el dinero. D. ALONSO: ¡Paso, Buitrago! MARGARITA: ¡A fe de caballero! D. MARTÍN: No os enfadéis, galán, que deste modo se pide la limosna en esta tierra; todo es aquí braveza, es aquí todo rigor y duros términos de guerra. BUITRAGO: Y yo, que a lo de Marte me acomodo, y a lo de Dios es Cristo, doy por tierra con todo el bodegón, si con floreos responden a mis gustos y deseos. D. MARTÍN: En fin, ¿que aqueste galán es de Jerez? VOZMEDIANO: Y de nombre, de los buenos que allí están, y hijo, señor, de un hombre que en Francia fue capitán. Quedó rico y con hacienda; dejómele a mí por prenda mi hermana, que fue su madre, y yo quise que del padre siguiese la honrada senda. Supe el cerco que se espera, y con su gusto le truje, que sin él no le trajera, y a esta dura le reduje de su vida placentera; que, en los grados de alabanza, aunque pervierta la usanza el adulador liviano, no alcanza un gran cortesano lo que un buen soldado alcanza. D. ALONSO: Así es verdad, y agradezco venida de tales dos, y a servírosla me ofrezco. BUITRAGO: ¡Que no me darán por Dios lo que por mí no merezco! ¡Voto a Cristóbal del Pino, que si una vez me amohíno, que han de ver quién es Callejas! Busquen alivio a sus quejas, almas, por otro camino. Buscaréle yo también para mi hambre insolente, o me den, o no me den; que nunca muere un valiente de hambre. D. MARTÍN: Dices muy bien. BUITRAGO: No digo sino muy mal. ¿Es eso por excusarse de no sacar un real? D. ALONSO: Vamos, que ya de enojarse Buitrago nos da señal, y no quiero que lo esté.
Vanse el conde [don ALONSO] y don MARTÍN
BUITRAGO: Con aqueso comeré. ¡No fuera yo motilón, o mozo de bodegón, y no soldado! MARGARITA: ¿Por qué? BUITRAGO: Yo me entiendo, so galán; vaya y guarde su dinero. ¡Adiós, mi señor Guzmán! [GUZMÁN]: Guzmán No, no; convidaros quiero; ¡por vida del capitán!, venid, Buitrago, conmigo. BUITRAGO: En seguirte sé que sigo a un Alejandro y a un Marte.
Vanse el capitán [GUZMÁN y BUITRAGO
MARGARITA: Señor, llégate a esta parte, que tengo que hablar contigo. Resuelta estoy. VOZMEDIANO: En tu daño. MARGARITA: No me atajes; déjame relatar mi mal estraño. VOZMEDIANO: ¿Ya no sabes que lo sé, por mi mal más ha de un año? MARGARITA: Dime, señor: ¿tú no sientes que con nuevos acidentes cada día amor me embiste? VOZMEDIANO: Y sé que no los resiste tu alma, pues los consientes. MARGARITA: Déjate de aconsejarme, y dame ayuda, si quieres; que lo demás es matarme. VOZMEDIANO: Por quien soy y por quien eres, siempre te oiré sin cansarme, y siempre te ayudaré, porque a ello me obligué cuando de venir contigo como ayo y como amigo te di la palabra y fe. Di, en fin, ¿qué piensas hacer? MARGARITA: Yo, por soldado a esta empresa, con extraño parecer, pues procuraré ser presa, puesto que vaya a prender. Procuraré ser cautiva; que de la dura y esquiva tormenta que siente el alma, el sosiego, gusto y palma, en disparates estriba. Sabré [ser] cautiva de quien me cautivó sin sabello, pensando de hacerme bien; daré al moro perro el cuello porque a mi alma me den. Que no es posible sea moro quien guardó tanto el decoro de cristiano caballero; y si fuere esclavo, quiero dar por él mil montes de oro. De que los halle no dude nadie: que el cielo al deseo del aflicto siempre acude. VOZMEDIANO: El gran Dios dese deseo impertinente te mude. MARGARITA: ¿Habrá más de rescatarme, dando tiempo al informarme de lo que voy a saber? Que en el mal de irme a perder consiste el bien de ganarme. Venid, señor Vozmediano; negociaréis mi salida con el escuadrón cristiano. VOZMEDIANO: ¿Dónde quieres ir, perdida? MARGARITA: Aconsejarme es en vano. VOZMEDIANO: Yo haré con su señoría que se oponga a tu partida. MARGARITA: Si esto me impedís, señor, haré otro yerro mayor, con que lloréis más de un día. Echada está ya la suerte; yo he de seguir mi destino, aunque me lleve a la muerte. VOZMEDIANO: Del amor el desatino cualquier bien en mal convierte. ¡En mal punto me encargué de ti! ¡En mal punto dejé la patria por tus antojos! MARGARITA: Tal vez, tras nubes de enojos, de esperanza el sol se ve.
Vanse, y salen ARLAXA, ALIMUZEL, OROPESA y Don FERNANDO.
ARLAXA: ¿Adónde está Alimuzel? Oropesa, ¿dó te has ido? Y mi Lozano, ¿qué es dél? ¡Cielo, escucha mi gemido; no te me muestres crüel! ALIMUZEL: Bella Arlaxa, aquí me tienes. ARLAXA: Amigo, a buen tiempo vienes. OROPESA: ¿Qué es lo que mandas, señora? ARLAXA: Vengas, amigo, en buen hora. Lozano, ¿en qué te detienes? D. FERNANDO: Aquí estoy, señora mía. ¿Qué me mandas? Dilo, acaba. ARLAXA: ¡Desdichada dicha mía! ALIMUZEL: ¿Qué has, Arlaxa? ARLAXA: Yo soñaba que esta noche, al alba fría, daban sobre este aduar cristianos, y, a mi pesar, Nacor me llevaba presa, y desperté con la presa del asalto y del gritar; y he venido a socorrerme de vosotros con el miedo que el sueño pudo ponerme, y, aunque os veo, apenas puedo sosegarme ni valerme. Tengo a Nacor por traidor, y no me deja el temor fiar de vuestra lealtad. ALIMUZEL: No son los sueños verdad; no tengas miedo, mi amor; y si lo son, juzga y piensa que a tu lado hallarás quien no consienta tu ofensa. ARLAXA: Contra el hado es por demás que valga humana defensa. D. FERNANDO: No te congojes, señora, que si llegare la hora de verte en aquese aprieto, librarte dél te prometo por el Dios que mi alma adora. Si no quedase cristiano en Orán, y aquí viniese tan arrojado y ufano que la vitoria tuviese tan cierta como en la mano, será esta mía bastante para que el más arrogante vuelva humilde y sin despojos. Tiemple aquesto tus enojos, no pase el miedo adelante, que haré más de lo que digo; y de que prometo poco, mis obras serán testigo. OROPESA: O está don Fernando loco, o es ya de Cristo enemigo. Pelear contra cristianos promete. Venid, hermanos, que yo, con mejor conciencia, pasaré la diligencia a los pies, y no a las manos. D. FERNANDO: Alí, dame tú una espada y un turbante, con que pueda la cabeza estar guardada. OROPESA: Señora, ¿dónde se queda tu condición arrojada? Agora verás hender, herir, matar y romper. Deja venir al cristiano. ARLAXA: Es accidental y vano tal deseo en la mujer, y fácilmente se trueca; y, antes que la espada, agora tomaría ver la rueca. ALIMUZEL: El que te ofende, señora, contra todo el mundo peca. Ven, cristiano, a tomar armas. OROPESA: Mira contra quién te armas, Lozano. D. FERNANDO: ¡Calla, Oropesa! OROPESA: En armarte a tal empresa, de tu valor te desarmas.
[Vanse] todos. Salen NACOR, atadas las manos atrás con un cordel, y tráenle BUITRAGO, el capitán GUZMÁN:, MARGARITA y otros soldados con sus arcabuces
NACOR: Valeroso Guzmán, éste es, sin duda, el vendido aduar, el paraíso do está la gloria que mi alma busca. Con la caballería, como es uso, le puedes coronar a la redonda, porque apenas se escape un solo moro. GUZMÁN: No tengo tanta gente para tanto. NACOR: Cerca, pues, por lo menos, esta parte, que responde derecha a una montaña que está cerca de aquí, donde, sin duda, harán designio de acogerse cuantos sobresaltados fueren esta noche. GUZMÁN: Dices muy bien. NACOR: Pues manda que me suelten, porque vaya a buscar el grande premio que pide la amorosa traición mía. BUITRAGO: Eso no, ¡vive Dios!, hasta que vea cómo se entabla el juego, ¡so Mahoma! Estése atraillado como galgo, porque hasta ver las li[e]bres no le suelto. NACOR: Señor Guzmán, agravio se me hace. GUZMÁN: Buitrago, suéltale, y a Dios; y embiste. BUITRAGO: Contra mi voluntad le suelto. Vaya. NACOR: Venid, que yo pondré la gente en orden, de modo que no haya algún desorden.
Vanse, y queda sola MARGARITA
MARGARITA: ¡Pobre de mí! ¿Dónde quedo? ¿Adónde me trae la suerte, confusa y llena de miedo? ¿Qué cosa haré con que acierte, si ninguna cosa puedo? ¡Oh amoroso desvarío, que ciegas el albedrío y la razón tienes presa! ¿Qué sacaré desta empresa, de quién temo y de quién fío? Soy mariposa inocente que, despreciando el sosiego, simple y presurosamente me voy entregando al fuego de la llama más ardiente. Estos pasos son testigos que huyo de los amigos, y, llena de ceguedad, de mi propria voluntad me entrego a los enemigos.
Suena dentro: "¡Arma, arma! ¡Santiago, cierra, cierra España, España!" Salga al teatro NACOR abrazado con ARLAXA, y, a su encuentro, BUITRAGO
BUITRAGO: ¡Por aqueste portillo se desagua el aduar! ¡Soldados, aquí, amigos! ¡Tente, perro cargado; tente, galgo! NACOR: Amigo soy, señor. BUITRAGO: ¡No es éste tiempo para estas amistades! ¡Tente, perro! NACOR: ¡Muerto soy, por Alá! BUITRAGO: ¡Por San Benito, que he pasado a Nacor de parte a parte, y que ésta debe ser su amada ingrata! ARLAXA: Cristiano, yo me rindo; no ensangrientes tu espada en mujeril sangre mezquina. Llévame do quisieres.
Sale ALI[MUZEL]
ALIMUZEL: La voz oigo de Arlaxa bella, que socorro pide. ¡Ah perro, suelta! .......... BUITRAGO: ¡Suéltala tú, podenco sin provecho! ¿No hay quien me ayude aquí? ARLAXA: Mientras pelean aquestos dos, podrá ser escaparme, si acaso acierto de tomar la parte que lleva a la montaña. MARGARITA: Si me guías, seré tu esclavo, tu defensa y guarda hasta ponerte en ella. Ven, señora.
Va[n]se ARLAXA y MARGARITA. Sale[n] Don FERNANDO y GUZMÁN
BUITRAGO: ¡ánimas de purgatorio, favorecedme, señoras, que mi peligro es notorio, si ya no estáis a estas horas durmiendo en el dormitorio! De vuestro divino aliento con mayor fuerza me siento. ¡Perro, el huir no te cale! ¡Ahora verán si vale Buitrago, por más de ciento!
[Vanse] ALI[MUZEL], y BUITRAGO tras él
GUZMÁN: ¡O eres diablo, o no eres hombre! ¿Quién te dio tal fuerza, perro? D. FERNANDO: No os admire ni os asombre, Guzmán, que haga este yerro quien respeta vuestro nombre. GUZMÁN: ¿Sois, a dicha, don Fernando? D. FERNANDO: El mismo que estáis mirando, aunque no me veis, amigo. GUZMÁN: ¿Sois ya de Cristo enemigo? D. FERNANDO: Ni de veras, ni burlando. GUZMÁN: Pues, ¿cómo sacas la espada contra él? D. FERNANDO: Vendrá sazón más llana y acomodada, en que te dé relación de mi pretensión honrada. Cristiano soy, no lo dudes. GUZMÁN: ¿Por qué a defender acudes este aduar? D. FERNANDO: Porque encierra la paz que causa esta guerra, la salud de mis saludes. Dos prendas has de dejar, y carga, amigo, con todo cuanto hay en este aduar. GUZMÁN: A tu gusto me acomodo, no quiero más preguntar; pero, porque no se diga que tengo contigo liga, tú, pues bastas, lo defiende.
Vase GUZMÁN, y vuelven BUITRAGO y ALIMUZEL
BUITRAGO: En vano, moro, pretende tu miedo que no te siga, que tengo para ofenderte dos manos y dos mil almas, que a mis pies han de ponerte. D. FERNANDO: Otros despojos y palmas puedes, amigo, ofrecerte, que éste no. ALIMUZEL: Deja, Lozano, que este valiente cristiano en grande aprieto me ha puesto. D. FERNANDO: Ve tú a socorrer el resto, y éste déjale en mi mano, que yo daré cuenta dél. ARLAXA: ¡Lozano, que voy cautiva! Dentro ¡Que voy cautiva, Muzel! ALIMUZEL: ¡Fortuna, a mi suerte esquiva, cielo envidioso y crüel, ejecutad vuestra rabia en mi vida, si os agravia; dejad libre la de aquélla, que os podéis honrar con ella por hermosa, honesta y sabia!
Sale[n] ARLAXA, defendiéndola MARGARITA del capitán GUZMÁN y de otros tres soldados
D. FERNANDO: ¡Todos sois pocos soldados! GUZMÁN Ésta es la mora en quien tiene don Fernando sus cuidados; dejársela me conviene.
Vase [GUZMÁN]
BUITRAGO: Aquí hay moros encantados o cristianos fementidos, que ha llegado a mis oídos, creo, el nombre de Lozano. D. FERNANDO: Vuestro trabajo es en vano, cristianos mal advertidos, que esta mora no ha de ir presa; entrad en el aduar, y hallaréis más rica presa. BUITRAGO: ¡Désta irás a señalar, perro, el tanto de tu fuesa! ALIMUZEL: ¡Muerto soy; Alá me ayude! ARLAXA: ¡Acude, Lozano, acude, que han muerto a tu grande amigo!
Cae ALI[MUZEL] dentro, y [vase] ARLAXA tras él
D. FERNANDO: Vengaréle en su enemigo, aunque de intención me mude. ¡No te retires, aguarda! BUITRAGO: ¿Yo retirar? ¡Bueno es eso! Si tuviera una alabarda, le partiera hasta el güeso. ¡Oh, cómo el perro se guarda! D. FERNANDO: Éste que va a dar el pago de tus bravatas, Buitrago, mejor cristiano es que tú. BUITRAGO: ¡Que te valga Bercebú, y a mí Dios y Santïago! Di quién eres, que, sonando el eco, me trae con miedo la habla de don Fernando. D. FERNANDO: El mismo soy. BUITRAGO: ¡Oh Robledo, verdadero y memorando, y cuánta verdad dijiste! Sin razón le desmentiste, Guzmán atrevido y fuerte. Yo quiero huir de la muerte que en esas manos asiste. D. FERNANDO: ¿Cómo, di, tú no peleas, te retiras o te vas, antes que tu prisión veas? MARGARITA: ¡Extraños consejos das a quien la muerte deseas! Mas no puedo retirarme ni pelear, y he de darme de cansado a moras manos, que se van ya los cristianos, y tú no querrás dejarme. [GUZMÁN]: ¡Al retirar, cristianos! ¡Toca, Robles! Dentro ¡A retirar, a retirar, amigos! No se quede ninguno, y los cansados a las ancas los suban los jinetes, y en la mitad del escuadrón recojan la presa. ¡Al retirar, que viene el día! D. FERNANDO: Yo te pondré en las ancas de un caballo de los tuyos, amigo; no desmayes. MARGARITA: Mayor merced me harás si aquí me dejas. D. FERNANDO: ¿Quieres quedar cautivo por tu gusto? MARGARITA: Quizá mi libertad consiste en eso. D. FERNANDO: ¿Hay otros don Fernandos en el mundo? Demos lugar que los cristianos pasen; retiraos a esta parte. MARGARITA: Yo no puedo. D. FERNANDO: Dadme la mano, pues. MARGARITA: De buena gana. D. FERNANDO: ¡Jesús, y qué desmayo! MARGARITA: Gentilhombre, ¿lleváisme a los cristianos, o a los moros? D. FERNANDO: A los moros os llevo. MARGARITA: No querría que fuésedes cristiano y me engañásedes. D. FERNANDO: Cristiano soy; pero, ¡por Dios!, que os llevo a entregar a los moros. MARGARITA: ¡Dios lo haga! D. FERNANDO: De novedades anda el mundo lleno. ¿Estáis herido acaso? MARGARITA: No. Estoy bueno.
Vanse. Sale OROPESA, cargado de despojos
OROPESA: No, sino estaos atenido a los consejos de un loco, enamorado y perdido. Mucho llevo en esto poco; voy libre y enriquecido. Ya en mi libertad contemplo un nuevo y estraño ejemplo de los casos de fortuna, y adornarán la coluna mis cadenas de algún templo.
Salen el conde [don ALONSO] y Don MARTÍN y BAIRÁN, el renegado
BAIRÁN: Digo, señor, que la venida es cierta, y que este mar verás y esta ribera, él de bajeles lleno, ella cubierta de gente inumerable y vocinglera. De Barbarroja el hijo se concierta con Alabez y el Cuco, de manera que en su favor más moros dan y ofrecen que en clara noche estrellas se parecen. Los turcos son seis mil, y los leventes siete mil, toda gente vencedora; veinte y seis las galeras, suficientes a traer municiones de hora en hora. Andan en pareceres diferentes sobre cuál destas plazas se mejora en fortaleza y sitio, y creo se ordena de dar a San Miguel la buena estrena. Esto es, señor, lo que hay del campo moro, y en Argel el armada queda a punto, y Azán, el rey, guardando su decoro, que es diligente, la traerá aquí al punto. D. ALONSO: De sus designios poco o nada ignoro, mas, por tu relación cuerda, barrunto que a San Miguel el bárbaro amenaza, como más flaca, aunque importante plaza. Pero, puesto le tengo en tal reparo, tales soldados dentro dél he puesto, que al bárbaro el ganarle será caro, muy más que en su designio trae propuesto. Idos a reposar, mi amigo caro, y el agradecimiento y paga desto esperadla de mí, con la ventaja que aquel merece que cual vos trabaja.
Vase BAIRÁN
¿No tarda ya Guzmán? D. MARTÍN: Las centinelas le han descubierto ya. D. ALONSO: Venga en buen hora. D. MARTÍN: Su premio habrá Nacor de sus cautelas cobrado, su adorada ingrata mora. ¡Amor, como otro Marte nos desvelas; furia y rigor en tus entrañas mora; hasta las religiosas almas dañas, y fundas en traiciones tus hazañas!
[Salen] el capitán GUZMÁN, OROPESA, BUITRAGO, VOZMEDIANO y otros soldados
GUZMÁN Tus manos pido, y de las mías toma, o, por mejor decir, de tus soldados, amorosos despojos de Mahoma. Volvemos, como fuimos, alentados, mejorados en honra y buena fama, y en ropa y en esclavos mejorados. Nacor no trae a su hermosa dama; que Buitrago apagó con fuerte acero del moro infame la amorosa llama. BUITRAGO: Paséle, por la fe de caballero, por entrambas ijadas, ignorando que fuese el que el aviso dio primero; y si no lo estorbara don Fernando, diera con más de dos patas arriba, que con él se me fueron escapando. D. ALONSO: ¿Que, en fin, se volvió moro? OROPESA: No se escriba, se diga o piense tal de quien su intento en ser honrado y valeroso estriba. Yo sé de don Fernando el pensamiento, y sé que presto volverá a servirte con las veras que ofrece su ardimiento. GUZMÁN Que él es cristiano sé, señor, decirte; que él se nombró conmigo combatiendo. D. MARTÍN: ¿Y procuraba, por ventura, herirte? GUZMÁN: Con tiento pareció que iba esgrimiendo, y palabras me dijo en el combate por quien fui sus designios conociendo. D. MARTÍN: Deste caso, señores, no se trate; ya, por lo menos, ha caído en culpa, y no hay disculpa a tanto disparate. D. ALONSO: Salió sin mi licencia: ya le culpa, y más el escalar de la muralla, insulto que jamás tendrá disculpa. GUZMÁN Precipitóle honor: vistió la malla por conservar su crédito famoso; huyóle el moro; fue a buscar batalla. D. MARTÍN: ¡Por cierto, oh buen Guzmán, que estáis donoso! Pues, ¿cómo no se ha vuelto, o cómo muestra contra cristianos ánimo brioso? OROPESA: Él dará presto de su intento muestra, sacando, en gloria de la ley cristiana, a luz la fuerza de su honrada diestra. D. ALONSO: Venid; repartiré de buena gana lo que deste despojo a todos toca; que el gusto crece lo que así se gana.
Vanse, y queda[N] BUITRAGO y VOZMEDIANO
VOZMEDIANO: ¡Válgame Dios, si se quedó la loca, si se quedó la sin ventura y triste, que así su suerte y su valor apoca! Dime, señor, si por ventura viste aquel soldado que partió conmigo cuando a la empresa do has venido fuiste; aquel bisoño manicorto, digo, que no te quiso dar limosna un día, y habrá hasta seis que vino aquí conmigo. BUITRAGO: ¿No es aquel del entono y bizarría, de las plumas volantes y del rizo, que me habló con remoques y acedías? VOZMEDIANO: Aquese mismo. BUITRAGO: No sé qué se hizo.
Vase [BUITRAGO]
VOZMEDIANO: ¿Adónde estarás agora, moza por tus pies llevada do toda miseria mora, de mandar a ser mandada, esclava de ser señora? ¿Que es posible que un deseo incite a tal devaneo? Y éste es, en fin, de tal ser, que no lo puedo creer, y con los ojos lo veo.
[Vase.] Sale[n] ARLAXA, Don FERNANDO y MARGARITA
D. FERNANDO: Para ser mozo y galán y al parecer bien nacido, muchos desmayos os dan: señal de que habéis comido mucha liebre y poco pan. Quien se rinde a su enemigo, en sí presenta testigo de que es cobarde. MARGARITA: Es verdad, pero trae mi poca edad grande disculpa consigo. El que mis cuitas no siente, hará de mi miedo alarde, pero yo sé claramente que hice más en ser cobarde que no hiciera en ser valiente. ¡Desdichada de la vida a términos reducida que busca con ceguedad en la prisión libertad y a lo imposible salida! ARLAXA: ¿Qué sabes si este soldado, cual tú, tiene aquella queja de valiente mal pagado? D. FERNANDO: Fácil conocer se deja que le aflige otro cuidado; que sus años, cual él muestra, no habrán podido dar muestra, por ser pocos, de los hechos que, por ser mal satisfechos, muestran voluntad siniestra. Y el ofrecerle caballo para que volviese a Orán, y el no querer acetallo, unas sospechas me dan que por su honra las callo. Quizá la vida le enfada soldadesca y desgarrada, y como el vicio le doma, viene tras la de Mahoma, que es más ancha y regalada. MARGARITA: En mi edad, aunque está en flor, he alcanzado y conocido que no hay mal de tal rigor que llegue al verse ofendido, el que es honrado, en su honor. Y más si culpa no tiene; que cuando la infamia viene a quien la busca y procura, es menor la desventura que la deshonra contiene. Y así, me será forzoso para huir la infamia y mengua de mal cristiano y medroso, que os descubra aquí mi lengua lo que apenas pensar oso. Si gustáis de estarme atentos, veréis que paran los vientos su veloz curso a escucharme, y veréis que fue el quedarme honra de mis pensamientos.
[Sale] ALIMUZEL
ALIMUZEL: El remedio que aplicaste, bella Arlaxa, de tu mano, fue tal, que en él te mostraste ser un ángel soberano que a la vida me tornaste. Conságrotela dos veces: una porque la mereces, y la otra te consagro por el estraño milagro con que tu fama engrandeces. ARLAXA: Sosiégate y no me alabes, que el médico ha sido Alá de tus heridas tan graves. Comienza, cristiano, ya la historia que alegre acabes. MARGARITA: Sí haré; más tú verás, en el cuento que me oirás, que no dan los duros hados a principios desdichados alegres fines jamás. Nací en un lugar famoso, de los mejores de España, de padres que fueron ricos y de antigua y noble casta; los cuales, como prudentes, apenas mi edad temprana dio muestras de entendimiento, cuando me encierran y guardan en un santo monesterio de la virgen Santa Clara; ¡que soy mujer sin ventura, que soy mujer desdichada! ARLAXA: ¡Santo Alá! ¿Qué es lo que dices? MARGARITA: ¿Desto poquito te espantas? Ten silencio, hermosa mora, hasta el fin de mis desgracias; que, aunque ellas jamás le tengan, yo me animaré a contallas, si es posible, en breve espacio y con sucintas palabras. No me encerraron mis padres sino para la crïanza, y fue su intención que fuese, no monja, sino casada. Faltáronme antes de tiempo; que la inexorable Parca cortó el hilo de sus vidas para añadirle a mis ansias. Quedé con sólo un hermano, de condición tan bizarra, que parece que en él solo hizo asiento la arrogancia. Llegó la edad de casarme; hiciéronle mil demandas de mí; no acudió a ninguna, fundándose en leves causas; y, entre los que me pidieron, fue uno que con la espada satisfizo a la respuesta, según se la dieron mala.
Suenan dentro atambores
ALIMUZEL: Escucha, que oigo clarines, oigo trompetas y cajas; algún escuadrón es éste de turcos que hacia Orán marcha.
[Sale un MORO]
MORO: Si lo que dejó el cristiano no quieres, hermosa Arlaxa, no lo acaben de talar diez escuadrones que pasan, ven, señora, a defenderlo; que con tu presencia, Arlaxa, pararás al sol su curso y suspenderás las armas. ALIMUZEL: Bien dice, señora; vamos, que lugar habrá mañana para oír si aquesta historia en fin triste o alegre acaba. ARLAXA: Vamos, pues; y vos, hermosa y lastimada cristiana, no os pene si a vuestras penas el oíllas se dilata.
Vanse ARLAXA y ALI[MUZEL] tras ella, y MARGARITA a lo último, y Don FERNANDO, tras ella, y dicen antes
MARGARITA: Como no tengo, señora, ningún alivio en contarlas, tengo a ventura el estorbo que de tal silencio es causa. D. FERNANDO: ¡Válgame Dios, qué sospechas me van encendiendo el alma! Muchas cosas imagino, y todas me sobresaltan. Desesperado esperando he de estar hasta mañana, o hasta el punto que el fin sepa de la historia comenzada.

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

El gallardo español, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 26 Jun 2002