LOS BAÑOS DE ARGEL

Miguel de Cervantes

Texto en la edición príncipe, LOS BAÑOS DE ARGEL en OCHO COMEDIAS Y OCHO ENTREMESES NUEVOS NUNCA REPRESENTADOS, COMPUESTAS POR MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (Madrid: Viuda de Alonso Martín, 1615). Fue editado en forma electrónica por Vern G. Williamsen en 1997.


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


CAURALÍ, capitán de Argel; YZUF, renegado; otros cuatro MOROS, que se señalan así: 1, 2, 3, 4
YZUF: De en uno en uno y con silencio vengan, que ésta es la trocha, y el lugar es éste, y a la parte del monte más se atengan. CAURALÍ: Mira, Yzuf, que no yerres, y te cueste la vida el no acertar. YZUF: Pierde cuidado; haz que la gente el hierro y fuego apreste. CAURALÍ: ¿Por dó tienes, Yzuf, determinado que demos el asalto? YZUF: Por la sierra, lugar que, por ser fuerte, no es guardado. Nací y crecí, cual dije, en esta tierra, y sé bien sus entradas y salidas y la parte mejor de hacerle guerra. CAURALÍ: Ya vienen las escalas prevenidas, y están las atalayas hasta agora con borrachera y sueño entretenidas. YZUF: Conviene que los ojos de la aurora no nos hallen aquí. CAURALÍ: Tú eres el todo: guía, y embiste, y vence. YZUF: Sea en buen hora, y no se rompa en cosa alguna el modo que tengo dado; que con él, sin duda, a daros la victoria me acomodo, primero que socorro alguno acuda.
[Vanse]. Suena dentro vocería de moros; enciénde[n]se hachos, pónese fuego al lugar, sale un VIEJO a la muralla medio desnudo y dice
[VIEJO]: ¡Válame Dios! ¿Qué es esto? ¿Moros hay en la tierra? ¡Perdidos somos, triste! ¡Vecinos, que os perdéis; al arma, al arma! De los atajadores la diligencia ha sido aquesta vez burlada; las atalayas duermen, todo es sueño. ¡Oh si mis prendas caras, cual un cristiano Eneas, sobre mis flacos hombros sacase deste incendio a luz segura! ¿Que no hay quien grite al arma? ¿No hay quien haga pedazos esas campanas mudas? ¡A socorreros voy, amados hijos!
[Vase]. Sale el SACRISTÁN a la muralla, con una sotana vieja y un paño de tocar
SACRISTÁN: Turcos son, en conclusión. ¡Oh torre, defensa mía!, ventaja a la sacristía hacéis en esta ocasión. Tocar las campanas quiero, y gritar apriesa al arma;
Toca la campana
el corazón se desarma de brío, y de miedo muero. Ningún hacho en la marina ninguna atalaya enciende, señal do se comprehende ser cierta nuestra rüina. Como persona aplicada a la Iglesia, y no al trabajo, mejor meneo el badajo que desenvaino la espada.
Torna a tocar y éntrase. Salen al teatro CAURALÍ, YZUF y otros dos MOROS
YZUF: Por esta parte acudirán, sin duda, los que del monte quieran ampararse; sosiégate, y verás medrosa y muda gente que viene por aquí a salvarse; y, antes que aquella del socorro acuda, conviene que se acuda al retirarse. CAURALÍ: ¿Los bajeles no están bien a la orilla? MORO 1: Y estibados de gusto y de mancilla.
Sale el VIEJO que salió a la muralla, con un niño en brazos medio desnudo y otro pequeño de la mano
VIEJO: ¿Adónde os llevaré, pedazos vivos de mis muertas entrañas? Si a ventura tendría, antes que fuésedes cautivos, veros en una estrecha sepultura. CAURALÍ: De aquesos tus discursos pensativos te sacará mi espada, que procura, sin acudir al gusto de tu muerte, darte la vida y ensalzar mi suerte. FRANCISQUITO: ¿Para qué me sacó, padre, del lecho? ¡Que me muero de frío! ¿Adónde vamos? Llégueme a mí, como a mi hermano, al pecho. ¿Cómo tan de mañana madrugamos? VIEJO: ¡Oh, deste inútil tronco ya y deshecho, tiernos, amables y hermosos ramos! No sé dó voy; aunque, si bien se advierte, deste camino el fin será mi muerte. CAURALÍ: Llévalos tú, Bairán, a la marina, y mira bien que esté la armada a punto, porque, según os muestra la bocina, la esposa de Titón ya viene junto.
[Vase] el VIEJO; sale el SACRISTÁN
VIEJO: Huir el mal que el Cielo determina, es trabajo excusado. SACRISTÁN: Yo barrunto, si el cielo mi agudeza no socorre, que estaba más seguro yo en mi torre. ¿Quién me engañó? Y más si, a dicha, yerro el camino o atajo de la sierra. CAURALÍ: ¡Camina, perro, a la marina! SACRISTÁN: ¿Perro? Agora sé que fue mi madre perra. CAURALÍ: Aguija tú con él, y zarpe el ferro la capitana, y vaya tierra a tierra, hasta la cala donde dimos fondo.
[Vase] el MORO y el SACRISTÁN
[YZUF]: ¿Qué es lo que dices Cauralí? MORO 2: Yo no respondo. YZUF: Escucha, Cauralí, que me parece que una trompeta a mis oídos suena. CAURALÍ: Sin duda, es el temor el que te ofrece el son que tus bravezas desordena. YZUF: Toca tú a recoger, que ya amanece, y está tu armada de despojos llena, y creo que el socorro se avecina. ¡A la marina! CAURALÍ: ¡Hola, a la marina!
[Vanse]. Suena una trompeta bastarda; salen cuatro MOROS, uno tras otro, cargados de despojos
[MORO] 1: Aunque la carga es poca, es de provecho. [MORO] 2: Yo no sé lo que llevo, pero vaya. [MORO] 3: Lo que hasta aquí está hecho, está bien hecho. [MORO] 4: ¡Permita Alá que esté libre la playa!
Sale un MORO con una doncella, llamada COSTANZA, medio desnuda
COSTANZA: Saltos el corazón me da en el pecho; falta el aliento, el ánimo desmaya. Llévame más despacio. MORO: ¡Aguija, perra, que el mar te aguarda! COSTANZA: ¡Adiós, mi cielo y tierra!
[Vase] COSTANZA. Sale UNO a la muralla
UNO: ¡A la marina, a la marina, amigos, que los turcos se embarcan muy apriesa! Si aguijáis, dejarán los enemigos la mal perdida y mal ganada presa.
[Sale] un ARCABUCERO cristiano
ARCABUCERO: Sólo habremos llegado a ser testigos de que Troya fue aquí. OTRO [1]: ¡Fortuna aviesa, pon alas en mis pies, fuego en mis manos! OTRO [2]: Nuestros ahíncos han salido vanos, porque ya los turcos son embarcados y en jolito se están cerca de tierra.
[Sale] el CAPITÁN cristiano
CAPITÁN: ¡Oh! ¡Mal hayan mis pies, acostumbrados, más que a la arena, a riscos de la sierra! ¿Qué han hecho los jinetes? UNO: Desmayados llegaron los caballos tierra a tierra, a tiempo que zarpaban las galeras, y tras ellos llegaron tres banderas. Los dos atajadores de la playa muertos hallé de arcabuzazos, creo. La oscuridad disculpa al atalaya del mísero suceso que aquí veo. OTRO [1]: ¿Qué habemos de hacer? CAPITÁN: La gente vaya tomando por el monte algún rodeo, y embósquese en la cala allí vecina, por ver lo que el cosario determina. UNO: ¿Qué ha de determinar, si no es tornarse a Argel, pues que su intento ha conseguido? CAPITÁN: ¿Quién puede a tan gran hecho aventurarse? OTRO [1]: Si él es Morato Arráez, es atrevido; cuanto más, que bien puede imaginarse que de algún renegado fue traído, plático desta tierra. CAPITÁN: Désta hay uno que en ser traidor no se le iguala alguno. ¿Adónde está mi hermano? UNO: Llegó apenas, cuando, despavorido y sin aliento, se arrojó en el lugar. CAPITÁN: Hallará estrenas triste[s] de su esperado casamiento.
Parece en la muralla Don FERNANDO
D. FERNANDO: Puntas de cristal claro, y no de almenas, murallas de bruñido y rico argento que guardastes un tiempo mi esperanza, ¿dónde hallaré, decidme, a mi Costanza? Techos que vomitáis llamas teosas, calles de sangre y lágrimas cubiertas, ¿adónde de mis glorias ya dudosas está la causa, y de mis penas ciertas? Descubre, ¡oh sol!, tus hebras luminosas; abre ya, aurora, tus rosadas puertas; dejadme ver el mar, donde navega el bien que el cielo por mi mal me niega. CAPITÁN: Vámosle a socorrer, no desespere; que en lo que dice da de loco indicio. UNO: Bien dices; vamos, que su mal requiere fuerte y apresurado beneficio.
[Vanse]
D. FERNANDO: Mas, ¿qué digo, cuitado? Bien se infiere de las reliquias deste maleficio que va cautiva mi querida prenda, y es bien que a dalle libertad atienda.
[Vase] Don FERNANDO, y parece el CAPITÁN en la muralla con otro soldado
Desde aquel risco levantado, quiero hacer señal; quizá querrá el vil moro trocar la hermosura por dinero a quien no pagará ningún tesoro. CAPITÁN: Ya no está aquí mi hermano; el dolor fiero temo que no le saque del decoro que debe a ser quien es. ¡Oh caso extraño! UNO: Señor, por allí va, si no me engaño.
[Vase] el CAPITÁN; sale Don FERNANDO, y va subiendo por un risco
D. FERNANDO: Subid, ¡oh pies cansados!; llegad a la alta cumbre desta encumbrada y rústica aspereza, si ya de mis cuidados la inmensa pesadumbre no os detiene en mitad de su maleza. Ya a descubrir se empieza la máquina terrible que con ligero vuelo la carga de mi cielo lleva en su vientre tragador y horrible; ya las alas estiende, ya le ayudan los pies, ya al curso atiende. No será de provecho esta señal que muestro de rescate, de paz y de alïanza; ni la voz de mi pecho, aunque a gritar me adiestro, ha de alcanzar do mi deseo alcanza. ¿Ah, mi amada Costanza! ¡Ah, dulce, honrada esposa! No apliques los oídos a ruegos descreídos, ni a la fuerza agarena poderosa os entreguéis rendida, que aún yo para la vía tengo vida. Volved, volved, tiranos, que de vuestra codicia ofrezco de llenar con gusto y gloria los senos; y las manos, ajenas de avaricia, sin duda aumentarán vuestra victoria. Volved, que es vil escoria cuanto lleváis robado, si no lleváis los dones que os ofrezco a montones en cambio de mi sol, que va eclipsado entre las pardas nubes que tú del mar, ¡oh blando cierzo!, subes. De Arabia todo el oro, del Sur todas las perlas, la púrpura de Tiro más preciosa, con liberal decoro ofrezco, aunque el tenerlas os venga a parecer dificultosa. Si me volvéis mi esposa, un nuevo mundo ofrezco, con todo cuanto encierra todo el cielo y la tierra. Locuras digo; mas, pues no merezco alcanzar esta palma, llevad mi cuerpo, pues lleváis mi alma.
Arrójase del risco. Sale el GUARDIÁN Bají y un CAUTIVO con papel y tinta
GUARDIÁN: ¡Hola; al trabajo, cristianos! No quede ninguno dentro; así enfermos como sanos, no os tardéis, que, si allá entro, pies os pondrán estas manos. Que trabajen todos quiero, ya [pá]paz, ya caballero. ¡Ea, canalla soez! ¿Heos de llamar otra vez?
Sale un CAUTIVO, y van saliendo de mano en mano los que pudieren
UNO: Yo quiero ser el primero. GUARDIÁN: Éste a la leña le asienta; éste vaya a la marina; ten en todo buena cuenta; treinta aquel burche encamina, y a la muralla sesenta; veinte al horno, y diez envía a casa de Cauralí. Y abrevia, que se va el día. [CAUTIVO]:E Por cuarenta envió el cadí; dárselos es cortesía. GUARDIÁN: Y aun fuerza. En eso no pares; enviarás otros dos pares a los ladrillos de ayer. [CAUTIVO]: Para todos hay qué hacer, aunque fueran dos millares. ¿Dónde irán los caballeros? GUARDIÁN: Déjalos hasta mañana, que serán de los primeros. [CAUTIVO]: ¿Y si pagan? GUARDIÁN: Cosa es llana que hay sosiego do hay dineros. [CAUTIVO]: Yo con ellos me avendré, de modo que se te dé gusto y honesta pitanza. GUARDIÁN: Despacha a la maestranza. [CAUTIVO]: Ve con Dios, que sí haré.
[Vase]. Salen don LOPE y VIVANCO, cautivos, con sus cadenas a los pies
D. LOPE: Ventura, y no poca, ha sido haber escapado hoy del trabajo prevenido. VIVANCO: Cuando no trabajo, estoy más cansado y más molido. Para mí es grave tormento este estrecho encerramiento, y es alivio a mi pesar ver el campo o ver la mar. D. LOPE: Pues yo en verlo me atormento, porque la melanconía que el no tener libertad encierra en el alma mía, quiere triste soledad más que alegre compañía. Trabajar y no comer, bien fácil se echa de ver que son pasos de la muerte.
Sale un CRISTIANO cautivo, que viene huyendo del GUARDIÁN, que viene tras él dándole de palos
GUARDIÁN: ¡Oh chufetre! ¿Desta suerte siempre os habéis de esconder? Que os crïastes en regalo, inútil perro, barrunto. CRISTIANO: ¡Por Dios, fende, que estoy malo! GUARDIÁN: Pues yo os curaré en un punto con el sudor deste palo. CRISTIANO: Con calentura contina, que me turba y desatina, estoy ha más de dos días.
[Vanse], dándole de palos, estos dos
GUARDIÁN: ¿Y por eso te escondías? CRISTIANO: Sí, fende. GUARDIÁN: ¡Perro, camina! D. LOPE: ¡Por Dios, que es un buen soldado, y no lo hace de vicio el mísero apaleado! VIVANCO: Mirad, pues, qué beneficio ha en su enfermedad hallado. ¿No es notable desatino que está un cautivo vecino a la muerte y no le creen? Y, cuando muerto le ven, dicen: "¡Gualá, que el mezquino estaba malo, sin duda!" ¡Oh canalla fementida, de toda piedad desnuda! ¿Quién, al perder de la vida, queréis que al mentir acuda? De nuestra calamidad con vuestra incredulidad, la muerte es testigo cierto; más creéis a un hombre muerto, que al vivo de más verdad. D. LOPE: Alza los ojos y atiende a aquella parte, Vivanco, y mira si comprehende tu vista que un paño blanco de una luenga caña pende.
Parece una caña, atado un paño blanco en ella, con un bulto
VIVANCO: Bien dices, y atado está. Quiérome llegar allá para ver esta hazaña. ¡Por Dios, que se alza la caña! D. LOPE: Ve, quizá se abajará. VIVANCO: No es para mí esta aventura, don Lope; ven tú a proballa, que no sé quién me asegura que han de venir a alcanzalla las manos de tu ventura. D. LOPE: Algún muchacho habrá puesto cebo o lazo allí dispuesto para cazar los vencejos. VIVANCO: No está hondo, ni está lejos; ven, y verémoslo presto. ¿No ves cómo se te inclina la caña? ¡Vive el Señor, que ésta es cosa peregrina! D. LOPE: En el trapo está el favor. VIVANCO: Si es favor, desata aína. D. LOPE: Once escudos de oro son; entrellos viene un doblón que parece necesario paternóster del rosario. VIVANCO: ¡Bien propria comparación! D. LOPE: La caña se tornó a alzar. ¿Qué maná del cielo es ésta? ¿Qué Abacuc nos vino a dar en nuestra prisión la cesta deste que es más que manjar? VIVANCO: ¿Por qué, don Lope, no acudes a dar gracias y saludes a quien hizo esta hazaña? ¡Oh caña, de hoy más no caña, sino vara de virtudes! D. LOPE: ¿A quién quieres que las dé, si en aquella celosía estrecha nadie se ve? VIVANCO: Pues alguien aquesto envía. D. LOPE: Claro está, mas quién, no sé. Quizá será renegada cristiana la que se agrada de mostrarse compasiva, o ya cristiana cautiva en esta casa encerrada. Mas, quienquiera que ella sea, es bien que las apariencias de agradecidos nos vea: hazle dos mil reverencias, porque nuestro intento crea; yo a lo morisco haré ceremonias, por si fue mora la que hizo el bien.
[Sale] HAZÉN, renegado
D. LOPE: Calla, porque viene Hazén. VIVANCO: ¡Noramala venga el pe...! Las dos erres y la o me como contra mi gusto. D. LOPE: Creo, por Dios, que te oyó. VIVANCO: Si él me oyó, por Dios, fue justo no acabar su nombre yo. HAZÉN: Con vuestras dos firmas solas pisaré alegre y contento las riberas españolas; llevaré propicio el viento, manso el mar, blandas sus olas. A España quiero tornar, y a quien debo confesar mi mozo y antiguo yerro; no como Yzuf, aquel perro que fue a vender su lugar.
Dales un papel escrito
Aquí va cómo es verdad que he tratado a los cristianos con mucha afabilidad, sin tener en lengua o manos la turquesca crüeldad; cómo he a muchos socorrrido; cómo, niño, fui oprimido a ser turco; cómo voy en corso, pero que soy buen cristiano en lo escondido, y quizá hallaré ocasión para quedarme en la tierra, para mí, de promisión. D. LOPE: Es la enmienda en el que yerra arras de su salvación. Echaremos de buen grado las firmas que nos pedís, que ya está experimentado ser verdad cuanto decís, Hazén, y que sois honrado. Y quiera el cielo divino que os facilite el camino como vos lo deseáis. VIVANCO: A mucho os determináis. HAZÉN: Pues a más me determino; que he de procurar alzar la galeota en que voy. D. LOPE: ¿Cómo lo pensáis trazar? HAZÉN: Ya con otros cuatro estoy convenido. VIVANCO: Temo azar, si es que entre muchos se sabe: que no hay cosa que se acabe aquí en Argel sin afrenta cuando a muchos se da cuenta. HAZÉN: En los que digo, más cabe. D. LOPE: ¿Sabrías decir, Hazén, quién mora en aquella casa? HAZÉN: ¿En aquella? VIVANCO: Sí. HAZÉN: Muy bien. Un moro de buena masa, principal y hombre de bien, y rico en extremo grado; y, sobre todo, le ha dado el cielo una hija tal, que de belleza el caudal todo en ella está cifrado. Muley Maluco apetece ser su marido. D. LOPE: Y el moro ¿qué dice? HAZÉN: Que la merece, no por rey, mas por el oro que en la dote el rey ofrece: que en esta nación confusa que dé el marido se usa la dote, y no la mujer. VIVANCO: ¿Y ella está del parecer del padre? HAZÉN: No lo rehúsa. D. LOPE: ¿Está acaso alguna esclava, ya renegada o cristiana, en esta casa? HAZÉN: Una estaba años ha, llamada Juana. Sí, sí; Juana se llama[ba], y el sobrenombre tenía, creo, que de Rentería. D. LOPE: ¿Qué se hizo? HAZÉN: Ya murió, y a aquesta mora crïó que denantes os decía. Ella fue una gran matrona, archivo de cristiandad, de las cautivas corona; no quedó en esta ciudad otra tan buena persona. Los tornadizos lloramos su falta, porque quedamos ciegos sin su luz y aviso. Por cobralla, el cielo quiso que la perdiesen sus amos. D. LOPE: Vete en paz, y aquesta tarde ven por tus firmas, Hazén.
Vane HAZÉN
HAZÉN: La Trinidad toda os guarde. VIVANCO: Bien podemos deste bien hacer otra vez alarde. ¿Cuántos son? D. LOPE: ¿Once no dije? Pero lo que aquí me aflige es no ver [a] quien los dio. VIVANCO: ¿Quién? Para mí tengo yo que fue Aquél que el cielo rige, que por no vistos caminos su pródiga mano acorre a los míseros mezquinos; y ansí, a nosotros socorre, aunque de tal gracia indignos.
Parece la caña otra vez, con otro paño de más bulto
Mira que otra vez asoma la caña. D. LOPE: Trabajo toma de ir a ver si se te inclina. VIVANCO: Aquesta pesca es divina, aunque sea de Mahoma. Mas, apenas muevo el pie hacia allá, cuando levantan la caña, y no sé por qué; si es que de mí se espantan, díganlo y me volveré. Para ti, amigo, se guarda esta ventura gallarda; ven y veremos lo que es; y no empereces los pies, que, si el bien llega, no tarda.
Inclínase la caña a don LOPE, y desata el paño
D. LOPE: Más peso tiene, a mi ver, que el de denantes aquéste. VIVANCO: Más numos debe de haber. D. LOPE: ¡Ta, ta, billetico es éste! VIVANCO: ¿Quiéresle agora leer? Mira si es oro o argento, primero, que de contento estoy para reventar. ¿Que no lo queréis mirar?
Pónese don LOPE a leer el billete; y, antes que le acabe de leer, dice
D. LOPE: ¡Por Dios, que pasan de ciento, y son los más de a dos caras! VIVANCO: ¿Para qué a leer te paras? A contarlos te apresura. D. LOPE: Cierto que es esta aventura rarísima entre las raras. VIVANCO: ¿Qué es lo que dice el papel? D. LOPE: En lo poco que he leído, milagros he visto en él. VIVANCO: Oye, que siento rüido. D. LOPE: Gente viene de tropel; en el rancho nos entremos, adonde a solas podremos ver lo que el billete dice. VIVANCO: ¿Despedístete? D. LOPE: Sí hice. VIVANCO: Desorejado tenemos.
Sale el GUARDIÁN Bají y un moro llamado CARAHOJA, y un CRISTIANO atadas las orejas con un paño sangriento, como que las trae cortadas
CARAHOJA: ¿No os dije, perro insensato, que, si huíades por tierra, que os haría aqueste trato? CRISTIANO: Es grande el gusto que encierra voz de libertad. CARAHOJA: ¡Oh ingrato! Por la mar te he aconsejado que huyas; mas tú, malvado, que en los estorbos no miras, siempre a huir por tierra aspiras. CRISTIANO: Hasta quedar enterrado. CARAHOJA: Tres veces por tierra ha huido este perro, y treinta doblas di aquellos que le han traído. CRISTIANO: Si las prisiones no doblas, haz cuenta que me has perdido: que, aunque me desmoches todo, y me pongas de otro modo peor que éste en que me veo, tanto el ser libre deseo, que a la fuga me acomodo por la tierra o por el viento, por el agua y por el fuego; que, a la libertad atento, a cualquier cosa me entrego que me muestre este contento. Y, aunque más te encolerices, respondo a lo que me dices, que das en mi huida cortes, que no importa el ramo cortes, si no arrancas las raíces. Si no me cortas los pies, al huirme no hay reparo. GUARDIÁN: Carahoja, ¿éste no es español? CARAHOJA: ¿Pues no está claro? ¿En su brío no lo ves? GUARDIÁN: Por Alá, que, aunque esté muerto, estás de guardallo incierto. ¡Éntrate, perro, a curar! Aqueste le habrás de dar a la limosna. CARAHOJA: Está cierto.
[Vase] el CRISTIANO
GUARDIÁN: Oye, que un tiro han tirado en la mar. CARAHOJA: No le he sentido.
[Sale] un CAUTIVO
CAUTIVO: Fendi, Cauralí es llegado, y viene, según he oído, rico, próspero y honrado; y el rey sale a la marina, que ver allí determina los cautivos y el despojo. GUARDIÁN: ¿Quieres venir? CARAHOJA: Yo estoy cojo. GUARDIÁN: Pues poco a poco camina.
[Vanse]. Vuelven a salir Don LOPE y VIVANCO
VIVANCO: Léele otra vez, que me admira la sencillez que contiene y el grande intento a que aspira. D. LOPE: Mira bien si alguno viene, y a esta parte te retira. El billete dice así; en toda mi vida vi razones así sencillas. ¡Éstas son tus maravillas, gran Señor! VIVANCO: Acaba, di.
Lee el billete Don LOPE
[D. LOPE]: Mi padre, que es muy rico, tuvo por cautiva a una cristiana, que me dio leche y me enseñó todo el cristianesco. Sé las cuatro oracio-nes, y leer y escribir, que ésta es mi letra. Díjome la cristiana que Lela Marién, a quien vosotros llamáis Santa María, me quería mu-cho, y que un cristiano me había de llevar a su tierra. Muchos he visto en ese baño por los agujeros desta celosía, y ninguno me ha parecido bien, sino tú. Yo soy hermosa, y tengo en mi poder muchos dineros de mi padre. Si quieres, yo te daré muchos para que te rescates, y mira tú cómo podrás llevarme a tu tierra, donde te has de casar conmigo; y, cuando no quisieres, no se me dará nada: que Lela Marién tendrá cuidado de darme marido. Con la caña me podrás responder cuando esté el baño sin gente. Envíame a decir cómo te llamas, y de qué tierra eres, y si eres casado; y no te fíes de ningún moro ni renegado. Yo me llamo Zara, y Alá te guarde. ¿Qué te parece? VIVANCO: Que el cielo se nos descubre en la tierra en este tan santo celo. D. LOPE: Sin duda, en Zara se encierra toda la bondad del suelo. VIVANCO: Quizá nos está mirando. Vuelve, y haz, de cuando en cuando, señales de agradecido. Mas, ¿en qué te has suspendido? D. LOPE: La respuesta estoy pensando. VIVANCO: ¿Pues hay más que responder, sino que harás todo cuanto fuere al caso menester?
[Sale] HAZÉN
D. LOPE: Hazén vuelve. HAZÉN: Estimo en tanto el bien que me habéis de hacer, que, hasta tenerle en mi pecho, no puedo tener sosiego.
Vuélvele el papel
D. LOPE: Amigo Hazén, ya está hecho; y, así como yo os lo entrego con gusto, os haga el provecho. VIVANCO: ¿Es verdad que ya ha llegado Cauralí? HAZÉN: Ya se ha mostrado al cabo de Metafús. D. LOPE: ¿En qué piensas? HAZÉN: Ahora, ¡sus!, yo he de ver al renegado y decirle de mí a él quién es. VIVANCO: ¿Por Yzuf dirás? HAZÉN: Por ese perro crüel digo. D. LOPE: Pues muy mal harás en tomarte, Hazén, con él. VIVANCO: Déjale; Dios le maldiga. HAZÉN: El alma se me fatiga en ver que este perro infame su sangre venda y derrame como si fuera enemiga. Dios me ayude, a Dios quedad, que jamás no me veréis, y Dios os dé libertad. VIVANCO: ¡Mirad, Hazén, lo que hacéis!
[Vase] HAZÉN
HAZÉN: ¡Dios mueve mi voluntad! VIVANCO: ¿Apostaréis que se toma, según la ira le doma, con Yzuf? D. LOPE: Ya le acabase, porque del suelo quitase este rayo de Mahoma. ¿No será bien que escribamos, por si otra vez se aparece esta estrella que miramos? VIVANCO: Así a mí me lo parece, ya, y ahora. D. LOPE: Vamos. VIVANCO: Vamos.
[Vanse]. Sale[n] Hazán BAJÁ, rey de Argel, y el CADÍ y CARAHOJA, y HAZÉN, el GUARDIÁN bají y otros MOROS de acompañamiento; suenan chirimías y grita de desembarcar
BAJÁ: ¡Bueno viene Cauralí! De alegría da gran muestra. ¿Qué dices, guardián Bají? GUARDIÁN: De su industria y de su diestra siempre estos efecto vi; es valiente, y fue guïado por un bravo renegado. BAJÁ: ¿No fue Yzuf? GUARDIÁN: Yzuf se llama, a quien pregona la fama por buen moro y buen soldado.
[Salen] CAURALÍ y YZUF
CAURALÍ: Dame tus pies, fuerte Hazán, como mi rey y señor. BAJÁ: Mis pies por jamás se dan a labios de tal valor y a tan bravo capitán. Del suelo os alzad. YZUF: A mí darás lo que a Cauralí niegas con justa razón. BAJÁ: De entrambos mis brazos son. CADÍ: Y también los del Cadí. En buen hora seas venido. CAURALÍ: En la mesma estés. CADÍ: Pues bien: ¿haos España enriquecido? Porque lo suele hacer bien con el cosario atrevido. YZUF: Mi pueblo se saqueó, y, aunque poca, en él se halló ganancia y algún cautivo. HAZÉN: ¡Oh, más que Nerón esquivo, ni al que a [S]icilia asoló! BAJÁ: Haz venir alguno dellos en mi presencia, y advierte que sean de los más bellos. CAURALÍ: Yo mesmo, por complacerte, quiero ir, señor, a traellos.
[Vase] CAURALÍ
BAJÁ: ¿Cuántos serán? YZUF: Ciento y veinte. BAJÁ: ¿Hay entre ellos buena gente para el remo? ¿Hay oficiales? YZUF: Yo creo que vienen tales, que el más ruin más te contente. CADÍ: ¿Hay muchachos? YZUF: Dos no más; pero de belleza extraña, como presto lo verás. CADÍ Hermosos los cría España. [YZUF]: Pues désto[s] te admirarás. Y son, a lo que imagino, uno y otro mi sobrino. CADÍ: Hasles hecho un gran favor. HAZÉN: ¿Que tal hiciste, traidor, alma fiera de Ezino?
Vuelve CAURALÍ con el padre [VIEJO], que trae al niño de la mano y otro chiquito en los brazos, que no ha de hablar; y vienen asimismo el SACRISTÁN, Don FERNANDO y otros dos CAUTIVOS
CAURALÍ: De aquestos dos niños creo que este honrado viejo es padre. YZUF: El mío en su rostro veo. BAJÁ: ¿Viene cautiva su madre? CAURALÍ No, señor. CADÍ: Éste no es feo. BAJÁ: Son muy chiquitos. CAURALÍ Con todo, con el tiempo me acomodo, sin que lo estorbe su Roma, dar dos pajes a Mahoma que le sirvan a su modo. [VIEJO]: ¡Cuitado! ¿Qué es lo que escucho? CADÍ: Llegad éste acá. [VIEJO]: Señor, no nos aparte; ya lucho con los brazos del temor, y venceránme, que es mucho. CAURALÍ: Éste es un desesperado, que él mismo al mar se arrojó ya después de haber zarpado, y un gancho que le eché yo le pescó como pescado. BAJÁ: ¿Pues quién le movió a tal hecho? CAURALÍ: Amor que reina en su pecho de un hijo que él se temía que en nuestra armada venía. BAJÁ: Y el muchacho, ¿qué se ha hecho? YZUF: No parece. CADÍ: ¿Cómo ansí? CAURALÍ: Debió de quedarse allá. D. FERNANDO: ¡Ay Costanza! ¿Qué es de ti? BAJÁ: ¿Qué es lo que dices? D. FERNANDO: ¡Quizá en el lugar le perdí! BAJÁ: Cordura fuera buscalle primero, y, al no hallalle, el rescate lo suplía; y fue mala granjería el perderte por ganalle. ¿Éste quién es? CAURALÍ: No sé cierto. CAUTIVO: ¿Yo, señor? Soy carpintero. HAZÉN: ¡Oh cristiano poco experto! No te sacará el dinero desta tormenta a buen puerto. El que es oficial, no espere, mientras que vida tuviere, verse libre destas manos. CAURALÍ: ¿Vendrán todos los cristianos? BAJÁ: Muestra alguno, y sea quien fuere.
[Sale] el SACRISTÁN
¿Éste es pápaz? SACRISTÁN: No soy Papa, sino un pobre sacristán que apenas tuvo una capa. CADÍ: ¿Cómo te llaman? SACRISTÁN: Tristán. BAJÁ: ¿Tu tierra? SACRISTÁN: No está en el mapa. Es mi tierra Mollorido, un lugar muy escondido allá en Castilla la Vieja. (¡Mucho este perro me aqueja! [Aparte] ¡Guarde el cielo mi sentido! BAJÁ: ¿Qué oficio tienes? SACRISTÁN: Tañer; que soy músico divino, como lo echaréis de ver. HAZÉN: O este pobre pierde el tino, o él es hombre de placer. BAJÁ: ¿Tocas flauta o chirimía, o cantas con melodía? SACRISTÁN: Como yo soy sacristán, toco el din, el don y el dan a cualquiera hora del día. CADÍ: ¿Las campanas no son esas que llamáis entre vosotros? SACRISTÁN: Sí, señor. BAJÁ: Bien lo confiesas: música para nosotros divina es la que profesas. ¿No sabrás tirar un remo? SACRISTÁN: No, mi señor, porque temo reventar: que soy quebrado. CADÍ: Irás a guardar ganado. SACRISTÁN: Soy friolego en extremo en i[n]vierno, y en verano no puedo hablar de calor. BAJÁ: Bufón es este cristiano. SACRISTÁN: ¿Yo búfalo? No, señor: antes soy pobre aldeano. En lo que yo tendré maña será en guardar una puerta o en ser pescador de caña. CADÍ: Bien tus oficios concierta; no fuérades vos de España.
[Sale] un MORO
MORO: Los jenízaros están aguardándote en palacio. BAJÁ: Vamos. ¡Adiós, capitán!, y veámonos despacio. CAURALÍ: (¡Oh, qué bien mis cosas van! [Aparte] Escapado he la cristiana; ya la fortuna me allana los caminos de mi bien.)
[Vanse] todos; quedan HAZÉN y YZUF
YZUF: Agora hablaré yo a Hazén. HAZÉN: De hablarte tengo gana. Deja ir a Cauralí, porque los cautivos lleve, y quedémonos aquí. YZUF: En tus razones sé breve, que tengo que hacer. HAZÉN: Sea ansí. Dejo aparte que no tengas ley con quien tu alma avengas, ni la de gracia ni escrita, ni en iglesia ni en mezquita a encomendarte a Dios vengas. Con todo, de tu fiereza no pudiera imaginar cosa de tanta estrañeza como es venirte a faltar la ley de naturaleza. Con sólo que la tuvieras, fácilmente conocieras la maldad que cometías cuando a pisar te ofrecías las esp[a]ñolas riberas. ¿Qué Falaris agraviado, qué Dionisio embravecido, o qué Catilina airado, contra su sangre ha querido mostrar su rigor sobrado? ¿Contra tu patria levantas la espada? ¿Contra las plantas que con tu sangre crecieron tus hoces agudas fueron? YZUF: ¡Por Dios, Hazén, que me espantas! HAZÉN: ¿No te espanta haber vendido a tu tío y tus sobrinos y a tu patria, descreído, y espántate...? YZUF: Desatinos dices, Hazén fementido. Sin duda que eres cristiano. HAZÉN: Bien dices; y aquesta mano confirmará lo que has dicho poniendo eterno entredicho. a tu proceder tirano.
Da HAZÉN de puñaladas a YZUF
YZUF: ¡Ay, que me ha muerto! ¡Mahoma, desde luego la venganza, como es tu costumbre, toma! HAZÉN: ¡Tu llevas buena esperanza a los lagos de Sodoma!
Vuelve el CADÍ
CADÍ: ¿Qué es esto? ¿Qué grito oí? HAZÉN: ¡Por Dios, que vuelve el Cadí! YZUF: ¡Ay, señor! ¡Hazén me ha muerto, y es cristiano! HAZÉN: Aqueso es cierto: cristiano soy, veisme aquí. CADÍ: ¿Por qué le mataste, perro? HAZÉN: No porque éste fue de caza de la vida le destierro, sino porque fue de raza que siempre cazó por yerro. CADÍ: ¿Eres cristiano? HAZÉN: Sí soy; y en serlo tan firme estoy, que deseo, como has visto, deshacerme y ser con Cristo, si fuese posible, hoy. ¡Buen Dios, perdona el exceso de haber faltado en la fe, pues, al cerrar del proceso, si en público te negué, en público te confieso! Bien sé que aqueste conviene que haga a aquél que te tiene ofendido como yo. CADÍ: ¿Quién jamás tal cosa vio? ¡Alto, su muerte se ordene! ¡Ponedle luego en un palo! HAZÉN: Mientras yo tuviere aquéste, con quien el alma regalo, lecho será en que me acueste, el tuyo, Sardanápalo. Dame, enemigo, esa cama, que es la que el alma más ama, puesto que al cuerpo sea dura; dámela, que a gran ventura por ella el cielo me llama.
Saca una cruz de palo HAZÉ
No le mudes la intención, buen Jesús; confirma en él su intento y mi petición, que en ser el cadí crüel consiste mi salvación. CADÍ: Caminad; llevadle aína, y empalalde en la marina. HAZÉN: Por tal palo, palio espero; y así, correré ligero. MORO: ¡Camina, perro, camina! HAZÉN: Cristianos, a morir voy, no moro, sino cristiano; que aqueste descuento doy del vivir torpe y profano en que he vivido hasta hoy. En España lo diréis a mis padres, si es que os veis fuera de aqueste destierro. CADÍ: ¡Cortad la lengua a ese perro! ¡Acabad con él! ¿Qué hacéis? Carga tú con éste, y mira si ha acabado de expirar. MORO: Paréceme que aún respira. CADÍ: Tráele a mi casa a curar. Este suceso me admira: en él se ha visto una prueba tan nueva al mundo, que es nueva aun a los ojos del sol; mas si el perro es español, no hay de qué admirarme deba.
[Vanse] todos

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

Los baños de Argel, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002