JORNADA SEGUNDA


Salen el CONDE y GAULÍN su criado
CONDE: ¡Notable navegación! si no pasara por mí, no creyera tal. GAULÍN: Yo sí; y si mayor confusión, --después de tanto tormento-- es ver un navío seguro, sin piloto, Palinuro, que sin embate ni viento, tan sosegado tomase puerto en esta playa, caso que ahora parece acaso. CONDE: ¡Que se fuese y me dejase! GAULÍN: Que es gran maravilla, pienso, o alguna extraña aventura. CONDE: ¡Qué prodigiosa hermosura! GAULÍN: ¿De qué estás, Señor, suspenso? CONDE: El sentido he de perder. GAULÍN: (Él ha dado en mentecato). Aparte CONDE: ¡Oh peregrino retrato, oh bellísima mujer¡ GAULÍN: Señor, que te echas a pique haciéndole al juicio quiebra; ¿no ves que te dio culebra, la fiera por alambique vuelta en dama, y que sin duda, fue algún espíritu malo? CONDE: A un ángel, Gaulín, la igualo; de ese pensamiento muda. GAULÍN: Con eso me desbautizo, me enfurezco, me remato; ¿enviaste aquel retrato? ¿no ves que fue ruido hechizo? pues luego ver una fiera, y transformarse en mujer, --aunque no hay mucho que hacer-- ¿quién, sino el diablo, lo hiciera? Entrarnos en un navio desarbolado, y al punto verlo con jarcias, pregunto, ¿quién pudo hacerlo, amo mío? no ver quien lo gobernaba, quién lo sacó y guió hasta aquí, pregunto yo, ¿quién lo hizo, Señor? CONDE: Acaba, Fortuna. GAULÍN: ¡Gentil despacho! ¡Linda urdiembre y mejor trama, retrato, nao, fiera y dama, fortuna. CONDE: Calla, borracho. GAULÍN: ¡Yo de hambre y sed, vive el cielo! tengo ya lánguido el bulto. CONDE: Ahora, Gaulín, dificulto el comer. GAULÍN: ¡Qué gran consuelo fuera para mí el hallar una santa chimenea! Mas, ¡vive Dios!, que humea hacia allí, no hay que dudar. CONDE: ¿Qué? ¿Estás loco? GAULÍN: No estoy loco. CONDE: De tu humor me maravillo. GAULÍN: Morirás; hay un castillo bellísimo. CONDE: Espera un poco; dices bien, yo he de ir allá.
Mirando el CONDE hacia donde estará pintado un castillo
GAULÍN: Vamos, aunque sea al abismo. Contigo, al infierno mismo no temeré, claro está; porque es cierta conclusión, que contradición no implica, que quien anda en la botica, ha de oler al diaquilón. CONDE: Entra, pues. GAULÍN: Ya, Señor, entro, si puedo; que el miedo sabio azoga el aliento al labio, mas, él se quedó allá dentro.
Entran en el castillo y salen ALDORA y ROSAURA
ALDORA: Ya, en el castillo le tienes; ¿qué intentas hacer ahora? ROSAURA: Darme de mi dicha, Aldora, venturosos parabienes. ALDORA: Y en fin, ¿mañana has de dar a los príncipes audiencia? ROSAURA: Sí, aunque es vana diligencia, ........................[ -ar]. ALDORA: Pues ya viene allí.
Mirando a la puerta de la derecha
ROSAURA: Procura que no nos vea. ALDORA: Es error; ven.
Va[n]se y salen el CONDE y GAULÍN temblando
GAULÍN: Buen ánimo, señor, que dizque todo es ventura; mas, no sé si me resuelva a parecer alentado; porque aún no se me ha olvidado el leoncillo de la selva. CONDE: Hermosa estancia, Gaulín, y vestida ricamente.
Mirando las paredes
GAULÍN: Sí, mas no hemos visto gente en sala ni camarín, patio, tinelo o cocina; de su distrito apacible, ni un ápice comestible; cosa que me desatina. CONDE: ¿Hambre tienes? GAULÍN: Claro está que es contrario poderoso; ¿tengo yo cuerpo glorioso, como tú, señor? mas ya,
Saquen una mesa sin que se vea quién, con mucho aparato y ponen una silla arrimada al paño
sin ver ni oir quién la pone, silla y mesa tienes puesta; grandiosa ventura es esta, que la suerte te dispone. CONDE: Cosas son éstas, Gaulín, que no le dejan recurso a la razón ni al discurso, encaminados a un fin. Miro varios accidentes, cuyas conjeturas son para el alma confusión. GAULÍN: Lo mejor es que te sientes. Todos los medios que has visto, te guiaron a este empeño; come, no se encoge el dueño de casa; por Jesucristo, agradece el hospedaje, aunque sea cumplimiento. CONDE: No entiendo tanto portento. GAULÍN: Come, pese a mi linaje. CONDE: ¡Válgame Dios, si no fuera mi corazón tan valiente! GAULÍN: No seas impertinente, que la comida te espera. CONDE: Por no parecer ingrato, me mostraré agradecido. Mas, por Dios... GAULÍN: Ya me he comido yo con los ojos un plato. CONDE Que escusara el beneficio, excusado el bienhechor. GAULÍN: No des en eso, Señor; acaba. CONDE: Pierdo el jüicio. GAULÍN: Siéntate.
Siéntase y quitan la toalla de encima por dentro de la mesa
CONDE: Siéntome, pues. GAULÍN: Y esto, ¿no lo hace el diablo? pues, por Dios, que no soy Pablo ni Onofre; mi amo es. Música a fuer; de Señor te tratan.
Tocan instrumentos y cantan
CONDE: Déjame oir. GAULÍN: Que nos dejara mugir, fuera el regalo mayor.
Canten y coma el CONDE los platos que le sirven por debajo de la mesa
CONDE: Dulce engaño, ¿dónde estás? que ciego ignoro la parte, donde mi amor puede hallarte.
Cantan dentro
[VOZ]: "Si me buscas me hallarás¯ CONDE: ¿Si me buscas me hallarás? el final de aquella letra, toda el alma me penetra. GAULÍN: Advierte que cantan más.
Una voz dentro canta
[VOZ]: "Si acaso ignoras de amor esta enigma venturosa, en la más dificultosa más se conoce el valor; no te parezca rigor la duda que viendo estás. TODOS: "Si me buscas me hallarás" CONDE: Al alma me hablan; gran día, Gaulín, para ti.
Comiendo el CONDE siempre
GAULÍN: Es preciso, si lleno esté paraíso. CONDE: Come éste; por vida mía; pues esta licencia da, el ver que nadie nos ve.
Apártale una empanada que estará a una esquina de la mesa
GAULÍN: Dios te dé vida; que a fe, que la deseaba ya.
Al tomarla, ábrela y salen cuatro o seis pájaros vivos de ella
¿Qué es esto? burla excusada; luego que empanada vi, por Dios vivo, que temí que me daban, en pan, nada. CONDE: Pues, ¿qué fue? GAULÍN: Nada presumas que fue, pues en un momento, los pájaros en el viento forman abriles de plumas; volaron, en conclusión.
Bebe el CONDE y al darle el vaso a GAULÍN se lo quitan de la mano
CONDE: Brindis. GAULÍN; Salutem et pacem, aunque sin razón me hacen, digo que haré la razón. CONDE: ¿Qué es esto? GAULÍN: Qué puede ser sino la mala ventura que me sigue y me procura desbautizar y ofender? ¿Soy zurdo, o soy corcovado? ¿cómo me tratan así? CONDE: Come, Gaulín, come aquí en este plato, a este lado.
Pásase GAULÍN al otro lado
Huéspedes somos los dos; quizá aquí estarás seguro.
Al comer del plato que le aparta el CONDE se lo quitan de la mano
GAULÍN: ¡Oh maestresala perjuro, quien te viera! ¡Vive Dios, que este es rigor inhumano! CONDE: Calla, y el semblante alegra. GAULÍN: Pues lleve el diablo a mi suegra; ¿soy camaleón cristiano? ¿para esto nos han traïdo? mal haya, amén, la venida.
Vuelven a cantar
CONDE: ¿Cantan? oye, por mi vida. GAULÍN: Oye tú, pues has comido.
Música dentro
[VOZ]: "Probé lágrimas vertidas y enjutos ojos serenos, y sé que no cuestan menos lloradas que detenidas." CONDE: Buscaré; pues que me animan, esta dicha. GAULÍN: De la mesa he de tomar esta presa;
Al ir a meter la mano en el plato se la agarran
¿por qué? ¿por qué me lastiman? ¿qué te he hecho? ¿qué te he hecho, mujer, hombre o Satanás?
Suéltanle la mano, levántase el CONDE y quitan la mesa
¿No comes más? CONDE: Ya no más. GAULÍN: Hágate muy buen provecho. Tú has comido; y, ¡ay del triste que está en ayunas! CONDE: ¡Prodigios me suceden! GAULÍN: Vive Dios, que estoy hambriento y mohino. Ya es de noche y encerrados en esta trampa o castillo estamos, sin luz, sin camas; por Dios, que pierdo el jüicio; parece, señor, que adrede, aún mas presto ha anochecido que otras veces. CONDE: No te aflijas. GAULÍN: ¡Gran flema! ¡gentil alivio! encerrados y sin luz; sin saber la parte o sitio dónde estamos; claro está que este es encanto o hechizo del Demonio, o por lo menos estamos entre enemigos de la fe. CONDE: Aunque sean demonios, resistirlos. GAULÍN: ¿Resistirlos? yo no estoy para reñir, y tengo el bulto vacio, y no haré más; ¡Dios me valga!
Sale ROSAURA a oscuras y tropieza al salir
ROSAURA: Tropecé, ¡Dios sea conmigo! GAULÍN: No tan malo; ¿oyes, Señor?
Temblando GAULÍN, con miedo
A Dios nombró. CONDE: Ya lo he oido; ¿quién va allá? ROSAURA: ¿Quién habla aquí? CONDE: Un hombre. ROSAURA: Pues ¿qué motivo le ha traïdo a profanar de mi palacio el retiro? CONDE: La Ocasión. ROSAURA: ¿De qué manera? CONDE: Yo lo ignoro, por Dios vivo. ROSAURA: Pues, ¿quién os trujo? CONDE: No sé. ROSAURA: ¿Qué buscáis? CONDE: Un laberinto. ROSAURA: Y, ¿quereis salir de él? CONDE: Sí, si vos me dais luz e hilo. ROSAURA: Ahora bien; sosegaos, Conde. CONDE: ¡Válgame Dios! ¿quién os dijo quien soy? ROSAURA: Quien lo sabe. CONDE Basta; que digáis, os suplico, quién sois. ROSAURA: Soy una mujer que os quiere. CONDE: El favor estimo. GAULÍN: ¡Plegue a Dios que por bien sea! ROSAURA: Ya, que le paguéis aspiro. CONDE: Si aspiráis a eso, no desluzgáis el beneficio en ocultaros de mí. ROSAURA: El ocultarme es preciso por algún tiempo. CONDE: Es rigor. ROSAURA: Es fuerza. CONDE: ¡Oh qué barbarismo! ¿Queréisme bien? ROSAURA: Os adoro. CONDE: Pues, ¿qué teméis? ROSAURA: A vos mismo. CONDE: ¿No sois digna de mi amor? Decid. ROSAURA: Sugeto sois digno de mucho amor. CONDE: Pues, ¿por qué, cuando me tenéis rendido en vuestro poder y estáis satisfecha de lo dicho, me negáis vuestra hermosura, privando el mejor sentido del gusto en su bello objeto? ROSAURA: No apuremos silogismos; confieso que es el más noble; más pronto, más advertido que los demás; pero yo, para acrisolar lo fino del oro de vuestra fe, árbitro hago el oïdo en su jüicio, afianzado de mis dichas lo propicio con misterioso decoro; demás que ya me habéis visto y os he parecido bien. CONDE: ¿Yo? ¿cuándo? ROSAURA: No he de decirlo; tiempo vendrá en que sepáis quién soy y lo que os estimo. GAULÍN: (Brava maula; ¡vive Dios! Aparte que lo cogió al esportillo.) CONDE: ¿Que al fin, no queréis que os vea? ROSAURA: No puedo. CONDE: ¡Raro capricho! ROSAURA: Conde, creedme y queredme. Ciego es amor. CONDE: Ciego y niño, cuya materia alimenta los espíritus visivos de dos que se corresponden. ROSAURA: Débaos yo haberme creído, pues me debéis lo que os quiero. CONDE: ¿No me obligáis? ROSAURA: Sí, os obligo ahora descansad; el lecho os espera. CONDE: No es alivio el lecho para quien tiene tan desvelado el jüicio. ROSAURA: Pues que os desveléis me importa; que para cierto designio, os he después menester. CONDE: Si valgo para serviros, dichoso yo; ahora estaré contento y agradecido. ROSAURA: Ea, entráos a reposar, que una antorcha os dará aviso, seguidla. CONDE: Esperad, oid. ROSAURA: No puedo, adiós.
Vase
CONDE: ¿Has oïdo lo que me pasa, Gaulín? GAULÍN: Y estoy temblando de oirlo. CONDE: ¿Quién será aquesta mujer? GAULÍN: Bruja, monstruo o cocodrilo será, pues tanto se esconde... allí viene el hacha; asido de tí me tengo de entrar. CONDE: La luz por mi norte sigo. GAULÍN: Yo la tuya por mi sol.
Sale ALDORA con una hacha y va guiando al CONDE y al entrarse GAULÍN; ella le agarra
ALDORA: ¿Dónde vas tú? GAULÍN: ¡San Patricio! donde su mercé mandare; siguiendo iba cierto amigo, a quien un ángel o un cielo hoy hace amigable hospicio. Mas, dónde su mercé está, (Virtud quiero hacer el vicio, Aparte ¡Oh gran necedad del miedo! no he menester, imagino, más favor.) ALDORA: ¿Ángel o cielo? GAULÍN: Sí, Señora. ALDORA: ¿Habéisla visto? GAULÍN: No, Señora. ALDORA: Siempre habláis de cabeza. GAULÍN: Pues, ¿qué he dicho? ALDORA: Nada; que rata, ratera, Roma, raída, ronquillo... GAULIN: ¡Oh! ALDORA: Raposa, raída, rana, relamida... GAULÍN: ¡San Remigio! ALDORA: ¿No es esto hablar? GAULÍN: Do, re, fa, mi, sol --la piedad te pido--; un rastrojo, un remendón, un repostero, un rengifo, un repollo. ALDORA: Bien está. GAULÍN: Y tu esclavo... ALDORA: Ven conmigo; que de todas estas erres has de llevar un recibo. GAULÍN: ¿Relámpagos a estas horas? sobre mi dio el remolino.
Vanse y salen EMILIO y ROBERTO de Transilvania
ROBERTO: Como quien dice amor dice impaciencia; hoy, que Rosaura hermosa nos da audiencia, a esta justa de amor, aventurero vengo, Emilio, el primero. EMILIO: Quien primero en grandezas siempre ha sido primero, claro está, será elegido. ROBERTO: No me prometo de mis dichas tanto.
Sale FEDERICO de Polonia
FEDERICO: ¡Si me premiase amor, pues sabe cuánto lo deseo!
Sale EDUARDO de Escocia
EDUARDO: De amor los tribunales, solicitamos hoy con memoriales. FEDERICO: ¿Qué hay, famoso Roberto? ROBERTO: De amor al triunfo incierto, tres concurrimos; ¡lance peligroso! FEDERICO: Si el mérito se advierte, yo estoy desconfïando de mi suerte. ROBERTO: Pues, si el común proverbio mi fe es fuerza yo, príncipe, seré feliz por fuerza; si al fin, como mujer, Rosaura elige, si ya no es que deidad mayor la rige. EMILIO: Caballeros, su alteza.
Salen ROSAURA, ALDORA y acompañamiento
FEDERICO: ¡Qué majestad! EDUARDO: ¡Qué garbo! ROBERTO: ¡Qué belleza! EMILIO: Aquí están, gran Señora, los príncipes heroicos. ROSAURA: ¡Ay Aldora, que han de cansarse en vano! EMILIO: El escocés, polonio y transilvano. ALDORA: No excuses agasajos repetidos. ROSAURA: Sean vuestras altezas bien venidos. ROBERTO: Quien ya os pudo ver, no se ha excusado de ser en cualquier tiempo bien llegado. ROSAURA: Lisonja o cortesía, es de estimar; sentaos, por vida mía.
Después de haberse asentado ROSAURA, van tomando asientos diciendo cada uno estos versos cogiéndola en medio
EDUARDO: A tal precepto, mi obediencia ajusto. ROBERTO: Soy vuestro esclavo. FEDERICO: Obedecer es justo. ROSAURA: Supuesto que el rüido de la fama ligera os ha traído, ¡oh príncipes excelsos! que la fama clarín es ya que llama, por dote o por belleza, al casamiento, y el mío solicita vuestro intento, cualquiera digresión es excusada; admitiros me agrada, sea el buscarme gusto o conveniencia; hablad. ROBERTO: ¡Qué gran valor! EDUARDO: ¡Qué gran prudencia! ROBERTO: Habla tú, Federico. FEDERICO: Por no ocupar el tiempo, no replico. Yo soy, Rosaura hermosa,
Haciendo la cortesía se levanta
de la provincia fértil y abundosa de Polonia heredero; no con riquezas obligaros quiero, párias de plata y oro; aunque es grande el tesoro que hoy dispende mi padre Segismundo por el mayor del mundo; que el más rico, según mi sentimiento, es el vivir pacífico y contento, de su reino leal obedecido, de todos los extraños bien querido. Yo, pues, como publico, soy, Señora, el polonio Federico. Esto que soy, a vuestra alteza ofrezco, y sé que no merezco aspirar a la gloria de estar un solo instante en tu memoria; mas, básteme la dicha que interesa mi fe, con oponerse a tanta empresa. EDUARDO: Mi nombre es Eduardo,
Levántese y hace cortesía
mi reino Escocia, que en la gran Bretaña se incluye, a quien el Talo, poco tardo, de perlas riega, de cristales baña; cerca le asiste el irlandés gallardo, provincia hermosa, que, sujeta a España participa feliz de su grandeza, esfuerzo, armas, virtud, valor, nobleza; no dilatado mucho, mas dichoso por la fertilidad, riqueza, asiento, belleza y temple de su sitio hermoso, por suyo a vuestra alteza lo presento; poco don, pero muy afectuoso, y si igualarle a mi deseo intento, a todos los del uno, al otro polo no hay duda, excederá su valor solo. ROBERTO: Yo soy, bella Emperatriz, aquel prodigio a quien llama Alcides fuerte la Europa, invencible Marte el Asia; cuyos hechos tiene impresos el tiempo en la eterna España de las memorias, porque se inmortalicen preclaras las mías, asunto ilustre de la voladora fama, que hoy noticiosa ejercita plumas, ojos, lenguas, alas, vista, relación y vuelo en publicar alabanzas a mi nombre; finalmente, Roberto de Transilvania soy, cuyo famoso reino en sus términos abarca cuatro grandiosas regiones, que son Valaquia o Moldavia, que todo es uno, la Servia, la Transilvania y Bulgaria, reinos distintos que incluye el gran imperio de Dacia. De estos, pues, soy heredero, hermosísima Rosaura; hijo soy de Ladislao y de Aurora de Tinacria, y más, me precio de ser inclinado a lides y armas que de los reales blasones de sus ascendencias claras; pues ya, diez y siete veces me ha mirado la campaña armado, sin que me ofenda de enero la fría escarcha, de julio el ardiente sol, con su hielo o con sus llamas. Tiembla África de mi nombre, sabe mi esfuerzo Alemania, Dalmacia teme mi brío, venera mi aliento España. Perdona si te he cansado en mis propias alabanzas; que no suele ser vileza, cuando a las verdades falta, tercero que las informe, razones que las persuadan. Yo, pues, Rosaura divina, ese imperio y el del alma, libre a tu belleza ofrezco, rendidas sus arrogancias, sujetas sus bizarrías, sus vanidades postradas; justo rendimiento, pues eres deidad soberana. ROSAURA: Príncipes valerosos, estimo los intentos generosos que han a vuestras altezas obligado, puesto que asunto soy de su cuidado, y en tan justo afecto se acrisola; y quisiera tener, no un alma sola, sino tres que ofreceros con la vida; que es bien que al premio el interés se mida por deuda o cautiverio; mas no tengo más de una y un imperio que ofrecer a los tres. La elección dejo a los de mi Consejo; esto se mirará con advertencia de mi decoro y vuestra conveniencia; y puesto que ninguno ha de ofenderse, despacio podrá verse el que ha de ser mi dueño.
Levántanse todos
ROBERTO: Soy contento. EDUARDO: ¡Claro ingenio! FEDERICO: ¡Divino entendimiento! Sea como lo ordenas. EDUARDO: Tu precepto es ley en mi respeto. ROSAURA: Quedaos; que no quiero deteneros.
Van acompañándola hasta la puerta representando siempre
ROBERTO: Señora, en todo es justo obedeceros,
Vanse la princesa ROSAURA por su puerta y los demás por otra y salen el CONDE y GAULÍN
CONDE: ¿Qué dices? GAULÍN: Digo que oí lo que te he dicho. CONDE: No sé; ¿Constantinopla? GAULÍN: Eso fue. CONDE: ¿Que es Constantinopla? GAULÍN: Sí. CONDE: ¿Tú, en fin, estás bien hallado? GAULÍN: ¿No he de estar, si duermo y como sin pagarle al mayordomo distribución ni cuidado? CONDE: De mis dichas participas. GAULÍN: Claro está y tener procuro en mi estómago a Epicuro y a Heliogábalo en mis tripas; yo no sé por dónde viene, quién lo guisa o quién lo da; mas sé que en entrando acá es bueno el sabor que tiene. Guarde Dios cierta marquesa, que no veo, sin embargo que tomó muy a su cargo las expensas de mi mesa desde la noche que entramos; pero, dejando esto aparte, he querido preguntarte mil veces, no sé si estamos seguros de qué nos dio; escucha a fuer de convento, ¿cómo te hallas? CONDE: Muy contento. GAULÍN: ¿Viste ya la tal mujer? CONDE: No. GAULÍN: ¿Qué dices? CONDE: Lo que te digo. GAULÍN: Pues, ¿por qué? CONDE: Porque no quiere. GAULÍN: ¿Amante de miserere te has hecho? CONDE: Mis dichas digo. GAULÍN: ¿Y la quieres bien? CONDE: La adoro. GAULÍN: ¿Sin verla, Señor? CONDE: Sin vella. GAULÍN: ¿Y Lisbella? CONDE: No hay Lisbella; perdóneme su decoro. GAULÍN: Y, ¿el retrato y fiera? CONDE: Espera; vengo Gaulín, a entender que es esta hermosa mujer mi bella adorada fiera; porque haciendo reflexión, de los sucesos pasados en la memoria y notados equívocos y canción, y otras mil cosas, es ella. GAULÍN: Ésa es ignorancia clara, porque no se te ocultara, siendo una mujer tan bella. CONDE: Con fe de que la he querido, sea o no sea. GAULÍN: Bien mirado, tú estás muy enamorado, pero muy mal avenido. La fiera no es maravilla querer; mas, ¿quién no se pasma de que ames una fantasma, buho, lechuza, abubilla, sin saber si es moza o vieja, coja, tuerta, corcovada, flaca, gorda, endemoniada, azafranada o bermeja? por Dios, que es un desaliño de los más lindos que vi. CONDE: Yo adoro, Gaulín, allí un espíritu divino. GAULÍN: ¡Espíritu! guarda fuera. CONDE: Un entendimiento claro, un ingenio único y raro, de quien mi fe verdadera hoy se halla tan bien pagada, que aprehende y con razón, que es la mayor perfección su hermosura imaginada; igual al entendimiento será toda, es evidencia. GAULÍN: Yo niego la consecuencia y refuto el argumento, pues jamás oí igual cosa, ni es posible que se vea; siempre la discreta es fea y siempre es necia la hermosa. CONDE: Si de iguales perfecciones consta la hermosura; ella es la más discreta y bella. GAULÍN: Disparate, aunque perdones; tú la miras con antojos de hermosura. CONDE: El alma ve, y el alma ha de hacer más fe que el crédito de los ojos. GAULIN: ¡Qué hayas dado en inocente! Ya la noche se ha llegado; yo me acojo a mi sagrado. CONDE: Parece que siento gente. GAULÍN: Es fuerza, que ha anochecido. Yo temo que me han de dar mil palos y he de pagar por lo hablado, lo comido. CONDE: Calla, necio. GAULÍN: Ya me voy. Adiós, ¡oh que miedo llevo! hoy me ponen como nuevo.
Vase y sale ROSAURA
ROSAURA: ¿Conde? CONDE: ¿Quién me llama? ROSAURA: Yo soy. ¿Cómo te hallas desde anoche? CONDE: Como quien libradas tiene, en tu amor las esperanzas de su vida o de su muerte; como quien vive de amarte, como quien sin verte muere, y entre la gloria y la pena el bien goza, el mal padece. Pues si nada de esto ignoras, pues si todo esto aprendes, ¿cómo a mis ojos te niegas? ¿has juzgado, --acaso-- aleves las lealtades, los efectos de mis verdades corteses? que si es así, vives tú, dueño amado, que me ofendes en imaginarlo, aún más que me obligas con quererme. ROSAURA: Conde, amigo, Señor, dueño, aunque pudiera ofenderme de tu poca fe, después, de tan grandes y solemnes juramentos, como has hecho, de no hablar con esa leve materia, ni procurar de ninguna suerte verme hasta que ocasión y tiempo nuestras cosas dispusiesen, préciome tanto la tuya; ¡oh Conde! y tanto me debes, que disculpo lo curioso de tu deseo impaciente, con los achaques de amor, que en ti flaquezas parecen. A la fuerza de tus quejas, he satisfecho mil veces con decirte que soy tuya y que presto podrás verme; --o sea razón de estado, o forzosos intereses de mi voluntad, o sea prueba de mi corta suerte--. Hagan más crédito en ti de amor las hidalgas leyes, que el antojo de un sentido, a quien no es justo deberle crédito tal vez los cuatro. Supuesto que engaña y miente; los demás están despiertos, y si ahora la vista duerme, no quieras que por mi daño y por el tuyo despierte. Esto, Conde, importa ahora; bien es que tu amor se esfuerce en las dudas, que el valor nunca en ellas desfallece. Y porque veas que yo, aún siendo forzosamente, por mujer, más incapaz de aliento, más flaca y débil; fío más de tus verdades y de la fe que me tienes, que tú de mí te aseguras, quiero revelarte, --advierte-- un secreto, confïada en que indubitablemente te volveré a mis caricias victorioso, ufano, alegre. Francia está en grande peligro, el inglés cercada tiene a París, del Rey, tu tío, famosa corte eminente. Ha sentido el Rey tu falta, --como es justo--, pues no puede, sin tu valor, gobernar su desalentada gente. Ésta, Conde, es ocasión que dilación no consiente; ve a favorecer tu patria, haz que el enemigo tiemble, que se sujeten sus bríos, que su arrogancia se enfrene; prueba es ésta de mi amor, pues siendo el gozarte y verte mi mayor dicha, procuro, Partinuplés, que me dejes, porque quiero más tu honor que los propios intereses de mi gusto; esto es amarte. Al arma, pues, héroe fuerte; ea, gallardo francés, ea, príncipe valiente, bizarro el escudo embraza, saca el acero luciente, da motivo a las historias y a tu renombre laureles. Al arma toca el honor; la fama el ocio despierte, el triunfo llame a las glorias de tus claros descendientes; pueda el valor más en ti que de amor los accidentes; desempeña belicoso la obligación de quien eres; porque yo te deba más y porque el mundo celebre mis finezas y tus bríos, que unas triunfan y otras vencen. CONDE: (Entre el amor y el temor, Aparte no sé lo que me sucede.) Al fin, Señora, ¿que Francia está en peligro eminente? ROSAURA: No hay duda, Conde; al remedio. CONDE: Si tú me animas, ¿qué teme mi amor? Mas, ¿podré llegar a tiempo, cuando tan breve remedio pide el peligro? ROSAURA: Eso, Conde, es bien que dejes a cargo de quien dispone tus cosas; en ese puente del río, que este castillo foso de plata guarnece; hallarás armas, caballo, y quien te encamine y lleve en breve espacio. CONDE: ¿Que al fin te he de dejar? ¡Lance fuerte! ROSAURA: Esto importa por ahora; tiempo queda para verme, si acaso mi amor te obliga. CONDE: Haz de mí lo que quisieres. ROSAURA: ¿Sabes que me debes mucho? CONDE: Sé que he de pagarte siempre. ROSAURA: ¿Sabes que el alma me llevas? CONDE: Sé que he de morir sin verte. ROSAURA: ¿Serás mío? CONDE: Soy tu esclavo. ROSAURA: ¿Serás firme? CONDE: Eternamente. ROSAURA: ¿Olvidarasme? CONDE: Jamás. ROSAURA: ¿Volverás con gusto? CONDE: Advierte que sin tí, no quiero vida. ROSAURA: Pues, adiós.
Vase
CONDE: Adiós. Si excede la obligación al amor, en mi ejemplo puede verse; pues hoy, porque mi honor viva, me solicitó la muerte.
Vase

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

El conde Partinuplés, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 26 Jun 2002