LA HIJA DEL AIRE
Parte Primera

Pedro Calderón de la Barca

Texto basado en los de la TERCERA PARTE de las comedias de Calderón editada por Juan de Vera Tassis. Estos textos fueron preparados con el apoyo de la más temprana, aunque algo menos fidedigna, de las ediciones príncipes. Para la primera parte del díptico ésta es la TERCERA PARTE DE LAS COMEDIAS DE D. PEDRO CALDERÓN (1664) y, para la segunda, es la PARTE CUARENTA Y DOS DE COMEDIAS DE DIFERENTES AUTORES (1650) en la cual se halla con atribuición a Antonio Enríquez Gómez. El texto fue preparado por Vern Williamsen en esta forma electrónica en el año 1998. 


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Dice MENÓN dentro los versos siguientes
MENÓN: Haced alto en esta parte, y en uno y otro escuadrón divididos, saludad con salva al Rey mi señor.
Tocan cajas, y dice LISÍAS a la otra parte
LISÍAS: Cantad aquí, mientras llega el rey a estos montes hoy; y a aquellas salvas de Marte sucedan las del Amor. MÚSICOS: "Coronado de laureles, lleno de fama y de honor, vuelva el valeroso Nino a los montes de Ascalón."
Ha de haber una puerta de una gruta al lado izquierdo, y dentro den golpes, y dice SEMÍRAMIS dentro
SEMÍRAMIS: Tiresias, abre esta puerta, o a manos de mi furor, muerte me dará el verdugo de mi desesperación.
Sale TIRESIAS, viejo, vestido de pieles largas, como sacerdote antiguo, y dice los versos siguientes con admiración
TIRESIAS: Allí trompetas y cajas, de Marte bélico horror; allí voces y instrumentos, dulces lisonjas de Amor, escucho; y cuando informado de tan desconforme unión de músicas, a admirarme en las causas de ella voy, estos golpes que a esta puerta se dan, y en mi corazón, a un tiempo me han detenido. ¡Confuso y medroso estoy!
Dentro MENÓN. Suenan cajas
MENÓN: Haced salva, que ya el Rey desde aquí se descubrió.
Dentro LISÍAS
LISÍAS: Vuelva la música a dar al aire su dulce voz.
Dentro MÚSICOS
MÚSICOS: "A tanta admiración suspenso queda en su carrera el sol."
En la gruta SEMÍRAMIS, suenan golpes
SEMÍRAMIS: Tiresias, si hoy no dispensas las leyes de esta prisión, donde sepultada vivo, la muerte me daré hoy. TIRESIAS: Del acero de mi vida ya tres los imanes son; éste llama con más fuerza, a responder a éste voy. ¿Qué das voces?
Se abre la puerta, y sale SEMÍRAMIS, vestida de pieles
SEMÍRAMIS: Dos acentos, que a un tiempo el aire veloz pronuncia, dando a mi oído ambos de equivocación, por no haberlos escuchado jamás, que jamás llegó a mi noticia el ruidoso aparato de su voz, la cárcel romper intentan donde aprisionada estoy desde que nací; ¿porqué confusamente los dos me elevan y me arrebatan? Éste que dulce sonó, con dulces halagos, hijos de su misma suspensión; éste que horrible, con fieros impulsos, tras quien me voy, sin saber dónde; que iguales me arrancan el corazón blandura y fiereza, agrado y ira, lisonja y horror; cuándo, un estruendo a esta parte, cuándo a ésta una admiración; ésta adormece al sentido, ésta despierta el valor, repitiéndome los ecos del bronce y de la canción.
Todo junto música y cajas
MÚSICOS: "A tanta admiración suspenso queda en su carrera el sol." TIRESIAS: No en vano yo me recelo que fuese despertador del letargo de tu vida ese confuso reloj de los vientos, que hoy ha hecho desacertado el rumor. Hablarte quise, porque esas novedades dos temí siempre que engendrasen en tu altiva condición nuevos deseos de ver a quien las ocasionó; y así, quiero prevenirte de lo que es, para que no te desespere tu vida, y el influjo superior, que a voluntad de los dioses te tiene en esta prisión, le facilite, sin que baste a embarazarse yo. Sabrás, pues, que Nino, Rey de Siria, ya vencedor de las bárbaras naciones del Oriente, vuelve hoy a Nínive, corte suya; por aquí pasa, y al son de sus cajas y trompetas, lenguas del sangriento dios, los rústicos moradores de los montes de Ascalón le aclaman; y pues que ya sabes toda la ocasión del militar aparato y la dulce elevación, sosiegate, y vuelve, vuelve a la estancia que te dio por cuna y sepulcro el Cielo; que me está dando temor pensar que el sol te ve, y que sabe enamorarse el sol. SEMÍRAMIS: En vano, Tíresias, quieres que ya te obedezca, que hoy la margen de tus preceptos ha de romper mi ambición; yo no he de volver a él, si tu sañudo furor me hiciese dos mil pedazos. TIRESIAS: Mira. SEMÍRAMIS: Suelta. TIRESIAS: ¿Ya olvidó tu memoria cuán infausto fue tu nacimiento? SEMÍRAMIS: No; bien lo sé de ti, que fuiste segundo padre, a quien yo debí la vida. TIRESIAS: ¿Pues cómo no me obedece tu amor? SEMÍRAMIS: Como mi obediencia ya la última línea tocó del sufrimiento, alentado del discurso y la razón. TIRESIAS: ¿Te acordarás qué, te dije? SEMÍRAMIS: Sí; que Venus te anunció, atenta al provecho mio, que había de ser horror del mundo, y que por mí habría, en cuanto ilumina el sol, tragedias, muertes, insultos, ira, llanto y confusión. TIRESIAS: ¿No te dije más? SEMÍRAMIS: Que a un rey glorioso le haría mi amor tirano, y que al fin vendría a darle la muerte yo. TIRESIAS: Pues si eso sabes de ti, y el fin que el hado antevió a tu vida, ¿porqué quieres buscarle? SEMÍRAMIS: Porque es error temerle; dudarle basta. ¿Qué importa que mi ambición digan que ha de despeñarme del lugar más superior, si para vencerla a ella tengo entendimiento yo? Y si ya me mata el verme de esta suerte, ¿no es mejor que me mate la verdad, que no la imaginación? Sí; que es dos veces cobarde el que por vivir murió; pues no pudiera hacer más el contrario más atroz, que matarle; y eso mismo hizo su mismo temor. Y así, yo no he de volver a esa lóbrega mansión; que quiero morir del rayo, y de sólo el trueno no. TIRESIAS: Pues antes que te resuelvas a tan temeraria acción como darte a conocer, sabré embarazarlo yo.
Cajas y música juntos
SEMÍRAMIS: ¿De qué suerte, si ya vuelven a alentar mi presunción esas voces? TIRESIAS: De esta suerte. ¡Guardas del monte!
Salen SOLDADOS
UNO: Señor. TIRESIAS: Pues vosotros sois a quien este prodigio fió, mi confïanza, sin que el rostro viese a los dos, esa fiera racional reducid a su prisión SEMÍRAMIS: Tened, no lleguéis, villanos; que no quiere mi valor darse a partido.
A TIRESIAS
Y así para que no quedes hoy vano de haberme vencido, tengo de vencerme yo. Mira, Tiresias, a cuánto se extiende mi presunción; pues porque nadie me fuerce, voluntariamente voy a sepultarme yo misma en esta oscura estación de mi vida, de mi muerte tumba dijera mejor.
Vase SEMÍRAMIS
TIRESIAS: Cerraré la puerta. Grande Júpiter, dame, favor para que embarace tanto asombro como antevió Venus, prevenido en este raro prodigio de amor.
Suenas las cajas y salen SOLDADOS por una puerta, NINO, rey, y MENÓN, general, e IRENE con espada y plumas; y por otra puerta MÚSICOS vestidos de villanos, LISÍAS, CHATO y SIRENE
LISÍAS: Vuelvas felicemente, de laureles ceñida la alta frente, a ver, de tan extraños horizontes, hoy, gran señor, aquestos patrios montes que ausente te han tenido edades tantas. CHATO: Y a todos su merced nos dé las plantas, pues de creer es que para tales fines todos los reyes traigan escarpines; y déselas también aquí a Sirene mi mojer, que a besárselas hoy viene, y se las besará con alegría, por besar una cosa que no es mía. SIRENE: ¿Que luego hobiese, Chato, de ver el Rey que sois un mentecato? NINO: Alzad todos del suelo. Yo, Lisías, os estimo el noble celo con que Ascalón recibe mi persona. LISÍAS: Vuestra grandeza mi humildad abona; que aunque es verdad que yo le he gobernado, este amor no se debe a mi cuidado, sino a su gran lealtad; y vos, señora, de tanto humano sol divina aurora, a todos dad la mano. CHATO: Sino a Sirene, mi mojer, que es llano que si llega en sus labios a ponella, de asco en un mes no comeréis con ella. SIRENE: Para ésta, picarote, que los huéspedes idos, haya escote. NINO: Puesto que ya mi gente las fértiles provincias del oriente discurrió numerosa, con tan grandes conquistas vitoriosa, pues a sus armas yace la Fenicia, y víctima la Siria, la Cilicia, la Propóntida, Lidia, Egipto, y Caria, donde apenas quedó nación contraria que no me obedeciese desde el Tanais al Nilo, cese, cese el militar acento de estremecer al sol, herir al viento, turbar el mar y fatigar la tierra, y hoy a la blanda paz ceda la guerra. Desde hoy vivir en ella determino, en la ciudad de mí nombre, Nino, Nínive se ha llamado, a quien yo por grandeza he edificado. Tú, Menón, que valiente los sagrados laureles de mi frente tanto has facilitado, que a ti el mirarme de ellos coronado confesaré que debo, si bien, bien a pagártelos me atrevo, hoy con la gente en Ascalón te queda, donde a tu orden disponerse pueda ese despojo todo; y en su distribución dispón el modo de suerte, que el más mísero soldado no vuelva sin que vuelva coronado con trofeos marciales, a pisar de su casa los umbrales; y porque a dar hoy enseñado vivas, quiero que antes recibas; porque no sabe cuánto es lisonjero el dar, el que primero no supo cuánto fue, Menón, penoso que liberal no fuera un poderoso; quiero que en este punto el dar y el recibir lo aprendas junto. Esa provincia bella, con cuanto en sí contiene, hinche, y es de ella, es tuya. De Ascalón eres ya dueño, aunque triunfo pequeño a tus grandes servicios. Pero éstos no son premios, son indicios de mi amor; no te ofrezcas a mis pies, ni esto poco me agradezcas. Toma la posesión, paga la gente, y todo esto sea brevemente; porque tu aviso creo que te le está notando mi deseo; que yo con la divina y soberana beldad de Irene, mi gallarda hermana, a quien, la Palas siendo de este Marte, mis aplausos debieron tanta parte, ir a Nínive quiero; en ella, pues, te espero, para partir contigo mi cetro y mi corona. El sol testigo será de una privanza a quien nunca se siga la mudanza. MENÓN: Invictísimo joven, cuya frente no sólo de los rayos del Oriente inmortal se corona, pero de zona trascendiendo en zona, de hemisferio pasando en hemisferio, hasta el ocaso extenderá su imperio, yo estoy de ti premïado sólo con ver, señor, que hayas llegado a dejarte pagar de mis deseos; que nadie es acreedor de tus trofeos, sino tu aliento sólo, Marte en la guerra y en la paz Apolo. NINO: Dame, Menón, tus brazos, y cree que aquestos lazos nudo serán tan fuerte que sólo le desate... MENÓN: ¿Quién? NINO: La muerte.
Vase NINO
IRENE: De mil contentos llena, no a dar, a recibir la enorabuena me ofrezco yo, Menón, porque a ninguna persona toca más vuestra fortuna. MENÓN: En eso no hacéis nada, que sois en ella muy interesada; pues cuanto yo valiere, no es más que un corto don que darme quiere el Cielo, porque tenga un sacrificio más que se prevenga llegar con mudo ejemplo al no piadoso umbral de vuestro templo. Dadme a besar la mano, si merezco favor tan soberano en esta despedida. IRENE: La mano no, los brazos y aun la vida os doy, Menón, en ellos. MENÓN: ¡Oh, si como adorallos, merecerlos hoy mi humildad pudiera! IRENE: Haced breve esta ausencia.
Vase IRENE
MENÓN: Feliz fuera amante que a adorar un sol se atreve, si él a la ausencia hacer pudiera breve. LISÍAS: (Aunque el ver he sentido Aparte que mi patria hoy a ser haya venido vasalla del vasallo, callaré, pues no puedo remediallo.) La merced que os ha hecho el Rey, Menón invicto, ya mi pecho por propria reconoce; largas edades vuestra edad la goce. MENÓN: No dudo yo, Lisías, tendréis por vuestras las venturas mías; mas lo que a vos y a todos juntos digo es que en mí, no señor, tendréis amigo que a todos os estime, y sólo a honraros el poder me anime. CHATO: Pues si hoy amigo y no señor tenemos, justo es que como amigos nos tratemos. ¿Cómo estáis? Y pues es cosa asentada que a un amigo no se ha de callar nada, y más cosas de pena y de cuidado, sabed que con Sirene estoy casado. Llegad acá, verá mi amigo agora con qué cara amanezco cada aurora. SIRENE: ¿Es la vuesa mejor? CHATO: No, mas la mía no es mi mujer. MENÓN: Dejad para otro día el gusto de escucharos. Lisías, hoy fïaros de mi cuidado espero la parte principal; venid, que quiero que me advirtáis en todo el estilo y el modo de alojar, mientras pago aquesta gente; y quiero juntamente que noticias me deis de aquesta tierra, y qué es lo que en sus términos encierra. LISÍAS: En todo he de serviros. MENÓN: Viento, llévale a Irene estos suspiros; y tú, diosa Fortuna, condicional imagen de la luna, estáte un punto queda; diviértela tú, Amor, para su rueda, para que sean testigos los cielos, que una vez han sido amigos.
Vanse y se quedan CHATO y SIRENE
SIRENE: Bien veis cuán desvergonzado, sin Dios, sin justicia y ley, delante del proprio rey hoy conmigo habéis andado, diciendo males de mí. CHATO: No os cause aqueso inquietud, que pensé que era virtud. SIRENE: ¿Cómo? CHATO: A un sacerdote oí del dios Baco el otro día, que sus sacerdotes son con quien tengo devoción, que hace mal el que decía de sus propias cosas bien; y como sos propria cosa vos, puesto que sos mi esposa, dije mal para hacer bien. SIRENE: Pues ¿cómo dicen de mi, cuantos de fuera me ven, siempre muchísimo bien? CHATO: Como os ven de fuera; oí: sale al templo una mujer, y como no ha de reñir con los dioses, viéndola ir tan devota, al parecer, dice la gente, "Una santa es fulana;" y es porque dentro en su casa no ve la condición con que espanta. Sale luego a una visita, y como allá no ha de dar en casa ajena pesar, ` dicen de ella, "Una angelita es por cierto." Mentecato, vive con ella ocho días, verás esas angelías demonios a cada rato. Venla en la reja tocada, y dicen que es muy hermosa. Tonto, ese jazmín y rosa es retama detocada. Sale a la calle prendida, y dicen que limpia es. Bruto, ¿no ves que no ves la pata que está escondida? Si la vieras descalzado, sin medias y sin zapatos, dedos con más garabatos que una letra procesada, nunca que es limpia dijeras; pues que habiendo de asistir al desnudar y vestir, y más si tal vez la vieras, por los hombros un manteo, en chapines ir, andando con los pies de águila, cuando es necesario el deseo, llegarás a conocer que tú mirándola estás como una mujer no más, y yo como mi mojer. SIRENE: Todo aqueso no es disculpa; y bien que llegamos ya a casa, y que sabré allá absolveros de esa culpa con la tranca de la puerta.
Sale FLORO
FLORO: Una, dos, tres, aquí es. CHATO: ¿Qué es aquí una, dos, y tres? FLORO: La casa en que se concierta mi alojamiento. CHATO: ¿Pues qué? FLORO: ¿Sois vos a quien llaman Chato? CHATO: Yo, no. SIRENE: Sí es tal. FLORO: Mentecato. ¿porqué lo negáis? CHATO: Porque me da a mí tanto pesar soldado huésped tener, como a mi mojer pracer; y así quisiera negar quién soy y la casa mía. FLORO: Leed esta boleta. CHATO: No leo bien veletas yo, mi mojer sí. SIRENE: ¡Qué porfía! ¿Aquí hay más, señor, que vos? ¿Por huésped nos heis caído? Pues seáis muy bien venido, donde os sirvamos los dos. FLORO; Cese ya vuestra porfía, que dar yo pesar no intento jamás con mi alojamiento. CHATO: Pues ésta es mi alojería. SIRENE: Sos villano malicioso. Entrad presto a prevenir vos adonde ha de asistir. CHATO: Ya vo.
Vase CHATO
FLORO: Mil veces dichoso he sido en haber venido a conocer la piedad vuestra y la gran voluntad con que me habéis recibido. SIRENE: En viendo un soldado yo, se me quitan los enojos; tras él se me van los ojos. FLORO: Ya con aqueso me dio vuestra hermosura licencia para un abrazo que os pido. SIRENE: A ningún recién venido fuera el negarlo decencia; pero esto es en cortesía. FLORO: ¿Quién vio tan villano agrado?
Sale CHATO
CHATO: ¡Válame Dios, sor soldado! ¿Pues tanta priesa corría, que no esperarais a entrar en casa? Venid, por Dios, no deis qué decir de vos en la calle. SIRENE: Maliciar... CHATO: ¿Yo malicio? FLORO: Es muy mal vicio. En cortesía me dio este abrazo; y así, no, no malicies. CHATO: ¿Yo malicio? Ya sé yo que es muy cortés Sirene, y esto advertí, que está muy seguro en mí. No os enojéis; entrad, pues, en hora buena, señor. FLORO: Pues que es más vuestra que mía, venid acá en cortesía.
Llévala de la mano
CHATO: Ya estamos solos, honor. ¿Qué hemos de hacer? ¿Qué sé yo? Si el mundo bajo me hizo de barro tan quebradizo, y de bronce o mármol no, ¿qué hay que esperar, si me ven quebrar al primero tri? ¿Eso dices, honor? Sí; juro a Dios que dices bien. ¿Qué pie o brazo me ha quebrado su abrazo? ¿De qué me asusto? Fuera que sentir el gusto del primero es gran pecado; y entre éstas y esotras, yo, por estarme discurriendo, aun estorbar no pretendo. ¿Quién igual venganza vio?
Salen LIBIO y ARSIDAS y detienen a CHATO
LIBIO: Ah villano, deteneos! CHATO: Tengo un poco que estorbar, y por ahora no hay lugar. ARSIDAS: esponded a mis deseos. Decidme, ¿el Rey Nino, cuándo a esta provincia llegó? CHATO: Hoy llegó, y hoy se ausentó. ARSIDAS: ¿Y hacia dónde va marchando? CHATO: Hacia Nínive. ARSIDAS: Y decid, ¿qué tanto Nínive está de Ascalón? CHATO: Pienso que habrá cien millas. ARSIDAS: ¿Por dónde? Oíd. CHATO: Todo eso es cosa perdida; si es que a mi huésped buscáis, y por agora me estáis dando con la entretenida, no hay para qué; entrad los dos, y en amor, compaña, acá habraremos. ARSIDAS: Idos ya, que no os quiero más; adiós.
Vase CHATO
LIBIO: Di, ¿qué pretendes hacer? Que buscar al que venció tu reino, y te despojó, da que dudar y temer. ARSIDAS: Lidoro, rey de Lidia desdichado soy; pues sin ver jamás victoria alguna, siempre, Libio, ojeriza fui del hado, siempre cólera fui de la Fortuna. Nino de Siria, el más afortunado rey que vio el sol debajo de la luna, de mi Estado y mi patria me destierra, que éstos son los estragos de la guerra. Con el último encuentro expiró el día, y en un bruto, veloz Belerofonte, me salí huyendo de la hueste mía a las piedades rústicas del monte; ni más destino ni elección tenía, que las líneas tocar de otro horizonte, y así dejé el caballo a su albedrío, si el suyo era mejor que lo era el mío. Después de haber gran rato caminado, cuando lejos del campo estar juzgaba, viendo el bruto del pecho fatigado... mas ¿qué mucho si a todo me llevaba? De una áspera montaña en lo intrincado me apeo, y en un tronco que allí estaba le arriendo, pues al ver su furia inmensa, no es poco don el ocio en recompensa. Arrójome en el suelo, y suspirando, que es el mejor idioma de la queja, cerca de mí, la estancia examinando, oigo una voz que mísera se queja por entre la espesura caminando. Voy, por si acaso descubrirse deja, y un bulto veo agonizando en una maleza, a los cambiantes de la luna. Acércome con ánimo piadoso, casi ya en mis desdichas consolado; que un desdichado juzgo que es dichoso en hallando otro que es más desdichado. Ella, con un suspiro lastimoso, al verme, dijo, "Pues llegáis, soldado, a socorrerme con piedad humana, sabed que Irene soy, de Nino hermana. En este último encuentro mi caballo perdí, y como la noche oscura y fría cerró, sola y herida y a pie me hallo, sin gente, sin favor, sin compañía." En mis hombros la puse al escuchallo, sin acordarme de la pena mía, y piadoso con ella, cruel conmigo, en el cuartel me entré de mi enemigo. A este tiempo, que ser antes no pudo, ya su gente la había echado menos, y con trémula voz y dolor mudo ya se miraban de esperanza ajenos; yo, que poblados de esplendor no dudo de la noche los páramos amenos, doy voces; llegan, y ella, agradecida, con este anillo me pagó la vida. Vila a la luz, y vi de su hermosura el milagro mayor, y en un instante su beldad adoré; mas ¡qué locura! El día que fui pobre ser amante! Pero como la vi en la noche oscura, jurisdicción de estrellas, no te espante que a amarla me obligase y, a querella, pues a todo presente está mi estrella. Lleváronla a la tienda sus soldados, y yo, por no ser de ellos conocido, me quedé, viendo ya de mis cuidados, con amor, todo el número¡ cumplido; el infeliz influjo de mis hados a Batria me llevó, donde admitido de Estorbato, viví en confusa llama, que en fin descansa mal el que bien ama.
Vanse ARSIDAS y LIBIO. Salen MENÓN y LISÍAS
MENÓN: De todas cuantas grandezas de esta provincia me has dicho, ésta que buscando vengo solamente es la que admiro. Y así, mientras que llegamos a tocar el primer friso de aquese rústico templo, tarde de los hombres visto, vuelve otra vez a contarlo, que quiero otra vez oírlo, porque se informe mejor mi ardimiento de tu aviso. LISÍAS: Yace, señor, en la falda de aquel eminente risco, una laguna, pedazo del Leteo oscurecido de Aqueronte, pues sus ondas, en siempre lóbregos giros, infunden a quien las bebe sueño, pereza y olvido. En una isleta que hay en medio de su distrito, hay una ninfa de mármol, sin que hasta hoy se haya sabido, de tres lustros a esta parte, ni quién ni por quién se hizo. De estotra parte del lago hay un rústico edificio, templo donde Venus vio hacerla sus sacrificios bien poco ha; pero cesaron, porque Tiresias nos dijo, su sacerdote, que nadie pisase en todo este sitio, ni examinase ni viese lo que en él está escondido; que es cada tronco un horror, cada peñasco un castigo, un asombro cada piedra y cada planta un peligro. Con esto, y con añadirse a esto que algunos vecinos de estos montes, que tal vez se hallaron en él perdidos, han escuchado en el templo mil veces roncos gemidos, lamentos desesperados y lastimosos suspiros, ha crecido en todos tanto el pavor, que nadie ha habido que se atreva a examinar la causa; y así, te pido te vuelvas, señor, sin que profanes los vaticinios. MENÓN: Dar un corazón, Lisías, a admiraciones, rendido a los hechos de los dioses, más tiene de sacrificio que de irreverencia; ven talando lo entretejido de estas peñas y estos ramos; no temas, pues vas conmigo. LISÍAS: No temo yo, mas recelo, y uno de otro es muy distinto; y aun no recelo tampoco los riesgos a que me animo, tanto como a esta maleza no saber bien el camino; y así, de aquesos villanos, para eso sólo venidos, permite, señor, que llame alguno. MENÓN: Que llames, digo, al más experto en el monte. LISÍAS: Éste dicen que lo ha sido, por haberse en él crïado. Llega, Chato.
Sale CHATO
CHATO: ¿Qué hay, amigo? Un soldado me envïasteis a mi casa, el más bonito; tan hallado en ella está, que parece nuestro hijo. MENÓN: Dime, ¿sabes bien el monte? CHATO: Sabíale, mas imagino que no le sabré después que hay encantos y hay hechizos. MENÓN: Guíame al templo de Venus. CHATO: ¡Ay, señor! Un desatino tamaño como este puño su merced agora dijo. ¿Al templo de Venus yo, habiendo Tijeras dicho que allá no vamos, porque hay potrentos y proligios? MENÓN: Sí, villano, guía presto. CHATO: Si ha de ser, venid conmigo, que por aquí es. MENÓN: Nunca vi tan confuso laberinto de bien marañadas ramas y de mal compuestos riscos.
Dentro SEMÍRAMIS
SEMÍRAMIS: ¡Ay infelice de mí! CHATO: ¡Ay de mí! MENÓN: ¿No habéis oído una voz? CHATO: ¡Plubiera a Baco! LISÍAS: ¡Qué temeroso suspiro! MENÓN: Oigamos por si otra vez se oye el eco más distinto. SEMÍRAMIS: ¡Oh monstruo de la Fortuna! ¿Dónde vas sin luz ni aviso? Si el fin es morir, ¿porqué andas rodeando el camino? LISÍAS: Mujer es la que lamenta de la Fortuna. CHATO: Un hechizo tiene que se entra en ellalma. MENÓN: ¿Con quién hablará? SEMÍRAMIS: Contigo, contigo, Fortuna, hablo. MENÓN: Ya me equivocó el aviso. SEMÍRAMIS: Pero no me has de vencer; que yo, con valiente brío, sabré quebrarte los ojos. MENÓN: Sin luz quedaron los míos al oírlo; rayo fue otra voz, que mis sentidos frías cenizas ha hecho acá dentro de mí mismo. ¡Qué frenesí! ¡Qué locura! ¡Qué letargo! ¡Qué delirio! LISÍAS: Vuélvete. MENÓN: ¿Volverme yo sin haberlo todo visto? Entra en lo más intrincado. CHATO: No puedo, porque me intrinco yo también.
Sale TIRESIAS
TIRESIAS: Detén el paso, oh ignorante peregrino, que de este sagrado coto osas penetrar el sitio. CHATO: Éste es Tijeras. MENÓN: Llamado de mi valor he venido, aquí, Tiresias, no a hacer sacrílegos desperdicios de las leyes de los dioses, sino como su ministro yo también, pues soy señor de esta provincia, a cumplirlos. Y así vengo a que me des parte de aqueste prodigio que guardas, para saber si la causa que has tenido para alterar esta tierra es religión o delito. TIRESIAS: En vano lo has intentado, porque yo no he de decirlo. MENÓN: ¿Qué mujer es la que llora de la Fortuna castigos? TIRESIAS: No sé de ninguna yo, ni la he hablado ni la he visto.
Dentro SEMÍRAMIS
SEMÍRAMIS: ¡Ay infelice de mí! MENÓN: Aquí dentro es el gemido; negarlo todo, ya es de tu grave culpa indicio; abre esa puerta. TIRESIAS: Primero que las llaves, que conmigo están, a hombre humano entregue, cumpliendo los vaticinios de mi diosa, me daré la muerte; y así, atrevido, ese lago a mi cadáver dará sepulcro de vidrio.
Vase TIRESIAS
LISÍAS: En el lago se arrojó. CHATO: La última necedad hizo. MENÓN Nada me causa pavor; a romper me determino las puertas. Horrible monstruo, que aquí encerrado has vivido, sal a ver el sol.
Sale SEMÍRAMIS
SEMÍRAMIS: ¿Quién llama? MENÓN: Mejor dijera divino monstruo, pues truecas las señas de lo rústico en lo lindo, de lo bárbaro en lo hermoso, de lo inculto en lo pulido, lo silvestre en lo labrado, lo miserable en lo rico. SEMÍRAMIS: No menos me admira a mí confundir, cuando te admiro, las equivocadas señas de lo piadoso y lo altivo, de lo gallardo y lo fuerte, de lo amable y de lo esquivo. CHATO: Si todos los monstruos son como aqueste monstruocico, yo pienso llevarme uno, dos o tres, o cuatro o cinco. MENÓN: ¿Quién eres? Cómo o porqué aquí encerrada has vivido, me cuenta. SEMÍRAMIS: Lo que de mí sé, por lo que otro me dijo, escucha, bizarro joven, a quien con vergüenza miro, porque el segundo hombre eres que hasta hoy cara a cara he visto; Arceta, una ninfa bella que en estos campos floridos fue consagrado a Dïana en todos sus ejercicios, festejada de un amante, fue pagando con desvíos las finezas; que lo ingrato sólo en la mujer no es vicio. El, a este templo de Venus una y muchas veces vino, como era madre de amor, a rendirle sacrificios. Venus, del culto obligada, ya que quererle no hizo, hizo que hallarla pudiese en el despoblado sitio de este monte, donde necio hizo el mérito delito. Bajo género de amor debe de ser en los ritos suyos, que yo hasta agora ignoro, la violencia, si imagino que no quiso como noble quien como tirano quiso; pues no es victoria del alma aquella que yo consigo sin la voluntad de quien no me la dé por mí mismo. De esta especie de bastardo amor, de amor mal nacido, fui concepto. ¿Cuál será mi fin, si éste es mi principio? Mañosamente quejosa, Arceta se satisfizo de sus disculpas, bien como la serpiente que con silbos halaga para morder; y fue así, pues divertido le aseguró con blanduras, hasta que rosas y lirios que se hizo tálamo torpe, torpe túmulo ella hizo. Dióle muerte con su acero, y pasando los precisos términos que estableció Naturaleza consigo, llegó severo el infausto, el infeliz, el impío día de su parto, en tal horóscopo, según dijo Tiresias, que estaba todo ese globo cristalino, por un comunero eclipse, que al sol desposeerle quiso del imperio de los días, parcial, turbado y diviso, tanto, que entre sí lidiaron sobre campañas de vidrio las tropas de las estrellas, las escuadras de los signos, acometiéndose a rayos, y ensangrentándose a visos. En civil guerra los dioses vieron ese azul zafiro, en sus ejes titubeando, desplomado de sus quicios. Arceta, temiendo más su opinión que su peligro, sola al monte se salió, y en el más hondo retiro llamó a Lucina, que al parto vino tarde, o nunca vino; pues víbora humana yo, rompí aquel seno nativo, costándole al cielo ya mi vida dos homicidios. Aquí fue donde Tiresias me contó, mas indeciso, de la suerte que me halló. ¡Quién supiera repetirlo! A los últimos alientos de Arceta y a mis gemidos acudieron cuantas fieras contiene el monte en su asilo, y cuantas aves el viento; pero con fines distintos, porque las fieras quisieron despedazarnos y herirnos, y las aves defenderlo, estorbarle y resistirlo. En esta lid nos halló Tiresias, que había salido a hacer del mortal eclipse no sé qué astrólogo juicio; y viendo de fieras y aves, en dos bandos divididos, un duelo tan desusado, un tan nuevo desafío, llegó al lugar, vióme en él, y llevándome consigo, vio que le seguían las aves, llevando en garras y en picos de las rústicas majadas hurtados los lactidinios, que ser pudiesen entonces primero alimento mío. A tanto portento absorto, fue a consultar el divino oráculo de su Venus, que de esta suerte le dijo, "Esa infanta, alumna es mía, y como siempre vivimos opuestas Diana y yo, la ofende ella, y yo la libro. Corrida de ver violada una ninfa suya, quiso que las fieras la ocultasen hoy en los sepulcros vivos de sus vientres; pero yo, que a defenderla me animo, porque fui primera causa que alma y vida la dedico, las aves, como, en efecto, diosa del aire, la envío a que la defiendan; ellas, a ley de preceptos míos, serán desde hoy sus neutrices, trayéndola a aqueste sitio cada día su alimento, bien que a costa del aviso que no sepan nunca de ella los hombres; porque he temido que Dïana ha de vengarse de mí en ella, y con prodigios ha de alterar todo el orbe, haciendo que sea el peligro más general su hermosura, que es el don que tiene mío. Excusa, pues, los insultos los escándalos, los vicios, los alborotos, las ruinas las muertes y los delitos que han de suceder por ella, hasta que al rey más invicto haga tirano, hasta que muera en fatal precipicio." Dijo la diosa, añadiendo que al yerto cadáver frío de Arceta le colocase, ya en un mármol convertido, en medio de esa laguna. Todo Tiresias lo hizo y y así, en aquesta prisión tantos años me ha tenido sin que sepa más que aquello sólo que enseñarme quiso; y como en la lengua siria, quien dijo pájaro, dijo Semíramis, este nombre me puso, por haber sido hija del aire y las aves que son los tutores míos. Pues que tú, gallardo joven, hoy la cárcel has rompido que fue mi centro, te ruego que allá me lleves contigo, donde, yo, pues advertida voy ya de los hados míos, sabré vencerlos; pues sé, aunque sé poco, que impío el cielo no avasalló la elección de nuestro juicio. Esto postrada te ruego, esto humillada te pido, como mujer te lo mando, como esclava lo suplico; porque si hoy la ocasión pierdo de verme libre, mi brío desesperado sabrá darse la muerte a sí mismo, donde la misma razón de excusar mi precipicio será la que le apresure; pues nada se vio cumplido más presto que lo que el hombre que no fuese presto quiso. MENÓN: Alza, Semíramis bella, el suelo, porque es indigno que esté en el suelo postrado todo el cielo que en ti he visto. Prodigiosamente hermosa eres, y aunque en ti previno el hado tantos sucesos, ya tú doctamente has dicho que puede el juicio enmendarlos; ¡dichoso el que llega a oírlos! Y así, Semíramis, hoy he de llevarte conmigo, donde tu hermosura sea, aun más que escándalo, alivio de los mortales. SEMÍRAMIS: Adiós, tenebroso centro mío, que voy a ser racional, ya que hasta aquí bruto he sido. MENÓN: Ea, vuelve tú a guïarnos. CHATO: Yo era un tonto, y lo que he visto me ha hecho dos tontos; no sé si he de acertar el camino. LISÍAS: ¿Contigo la llevas? MENÓN: Sí. LISÍAS: ¡Plegue a Júpiter... MENÓN: ¿Qué? Dilo. LISÍAS: ...que, gusano humano, no labres tu muerte tú mismo!

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

La hija del aire, primera parte, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Dec 2002