JORNADA SEGUNDA


Salen ALEJANDRO, EFESTIÓN y SOLDADOS
ALEJANDRO: Y, en fin, ¿qué supiste? EFESTIÓN: Supe que piadosamente bella se compadeció Estatira de sus contadas tragedias y que, porque no volviese por ahora a una desierta alquería donde estaba, mientras la gente de guerra en estos montes se aloja, a tantos riesgos expuesta, la rogaba se quedase en su compañía, y ella lo aceptó, de suerte que donde hoy Campaspe se alberga es la quinta de Estatira. ALEJANDRO: Ambas anduvieron cuerdas, una en ofrecerlo y otra en aceptarlo, aunque fuera mejor para mí, que no anduviesen tan atentas. EFESTIÓN: Pues ¿por qué? ALEJANDRO: Porque en su casa me fuera más fácil verla, pues no faltara ocasión para entrar tal vez en ella con achaque de la caza. EFESTIÓN: Quizá está la conveniencia en la dificultad. ALEJANDRO: ¿Cómo? EFESTIÓN: Como las correspondencias aun más prendadas se gastan con la lima de la ausencia; pues siendo así, ¿qué será la aun no prendada? ALEJANDRO: Eso fuera en otro, pero no en mí. EFESTIÓN: ¿Por qué? ALEJANDRO: Porque mi violenta condición, bien como rayo, se irrita en la resistencia. Sólo porque inconveniente ya en el primer paso encuentra, nace con mayor instancia y crece con mayor fuerza. Pero dime, ¿quién a ti te contó lo que me cuentas? EFESTIÓN: Tienen Siroés y Estatira consigo mil damas bellas que a fuer de palacio tratan la prisión, y no desdeñan los públicos galanteos de algunos amantes. Destas Nise, una de las que cantan, porque tal vez se diviertan, a título que llevaba un papel mío una letra para cantar (que los versos suelen tener dos licencias), me la dio de hablarla hoy; y de una en otra materia me dijo lo que te he dicho. ALEJANDRO: Pues tú, para que yo sepa de Campaspe, has de asistir desde hoy con mayor fineza a esa dama, y disponer que nos sirva de tercera. EFESTIÓN: ¿Tanto la primera vista de una montaraz belleza, y más cuando ya Rojana dicen que embarcada queda, pudo rendirte? ALEJANDRO: ¿Qué quieres, si, como ya dije, al verla una vez matando altiva, otra vez llorando tierna, a mi ánimo y mi piedad supo tomar las dos sendas; de suerte que el albedrío no tiene por donde pueda escapar, pues a ambas partes halla cerrada la puerta? EFESTIÓN: Mejor medio hay. ALEJANDRO: ¿Qué es? EFESTIÓN: Que ya que de Estatira la queja logró tus satisfacciones, las prosigas; pues con verla verás con ella a Campaspe. ALEJANDRO: Bien a mi amor aconsejas; y así, en viendo ese prodigio, que es oráculo de Atenas, a quien por curiosidad aun antes de la primera luz, porque no huya de mí, vengo buscando a esta selva, me pasaré por la quinta. EFESTIÓN: De la boca de una cueva que a la falda de aquel risco melancólica bosteza, ya el soldadillo, que fue a buscarle, sale.
Sale CHICHÓN
CHICHÓN: Llega, señor; que en casa está el viejo. ALEJANDRO: ¿Dijístele que a sus puertas estaba Alejandro? CHICHÓN: Sí. ALEJANDRO: Pues ¿cómo no sale a ellas, habiendo mi nombre oído, a recibirme siquiera? CHICHÓN: Como dice que es temprano, porque el sol aun no calienta; que, en saliendo el sol, saldrá. ALEJANDRO: Y ¿qué hacía? CHICHÓN: En una media tinaja, llena de lana, metido hasta la cabeza estaba, que parecía degollado de comedia, sin que haya en todo el espacio más cama, silla ni mesa que un candil y cuatro libros. ALEJANDRO: Hombre que en tanta miseria vive, de saber que yo vengo a verle ¿ni se altera ni se sobresalta más? CHICHÓN: Y porque mejor lo veas, oye, que vuelvo a llamarle. --Señor Diógenes, advierta que viene a verle Alejandro.
Dentro
DIÓGENES: ¿Hele dicho yo que venga? Pues si yo no se lo he dicho, que se espere o que se vuelva. ALEJANDRO: No hay más que decir. EFESTIÓN: O mucha constancia o locura es ésta. ALEJANDRO: Sea lo que fuere, ya hice capricho de verla; si es constancia, por aprecio, y si es locura, por fiesta. --Bien podéis salir, que ya el sol sus rayos despliega.
Sale DIÓGENES
DIÓGENES: Pues a ver el sol saldré; que, al fin, es el que me alienta, me anima y me vivifica. ALEJANDRO: ¿De suerte que, si no fuera por el sol, lo que es por mí no salierais? DIÓGENES: Lo que hiciera no sé; mas sé que él me trae en la regular tarea de las noches y los días esta luz hermosa y bella, y que vos no me traéis nada. ALEJANDRO: Sí traigo. DIÓGENES: ¿Qué? ALEJANDRO: La respuesta de un recado que me dio vuestro ese soldado. DIÓGENES: ¿Qué era? Que como cosa de poca sustancia no se me acuerda. ALEJANDRO: ¿De poca sustancia es decir que en mi competencia sois vos más dueño del mundo que yo? DIÓGENES: Ah sí, ya se me acuerda, es verdad, yo se lo dije. Y si de escucharlo os pesa, perdonad, lo dicho dicho. ALEJANDRO: Antes me huelgo, y por esa razón vengo a visitaros; pues es justo que a ver venga Alejandro a un igual suyo. DIÓGENES: Pues como entre iguales sea la visita. Ahí hay un tronco, sentaos; que yo en esta peña procuraré acomodarme.
Siéntanse, y CHICHÓN hace que quita un piojo a DIÓGENES
ALEJANDRO: Agradezco la licencia. -- ¿Qué es eso? CHICHÓN: Deste monarca la caballería ligera que en desmandadas patrullas va saliendo a pecorea con el día. DIÓGENES: Quita, necio. CHICHÓN: Ya quito. ALEJANDRO: Locuras deja. -- Y pasando, como amigos, del cumplimiento a la queja, dícenme que, por no verme, echasteis por otra senda. DIÓGENES: También me dicen que vos, por verme, echasteis por ésta. ALEJANDRO: ¿Y es la misma razón huir vos que yo buscar? DIÓGENES: La mesma; pues ni otro huyera de vos, sino yo, ni otro viniera, sino vos, a verme a mí; y así es clara consecuencia que, haciéndolo por hacer los dos lo que otro no hiciera, ni en vos hay queja ni en mí culpa. ALEJANDRO: Y eso ¿en qué se prueba? DIÓGENES: En que esto de los caprichos más quiere maña que fuerza. ALEJANDRO: No decís mal. Pero vamos a saber de qué manera sois vos más dueño del mundo que yo. DIÓGENES: Pues ¿no es evidencia que es más rico el que le sobra que el que le falta la hacienda? ALEJANDRO: Claro está. DIÓGENES: Luego si a vos sola una parte pequeña que os falta os trae desvelado, y no veis la hora de verla debajo de vuestro imperio, y a mí nada me desvela, porque no se me da nada que sea mía o no lo sea, más rico soy yo que vos; pues a vos os falta esa parte que deseáis, y a mí me sobran todas aquéllas que no deseo. Y si no, pasemos a la experiencia a cuál está más contento: ¿vos con toda esa grandeza, majestad y pompa, o yo con toda aquesta miseria, hambre y desnudez? ALEJANDRO: No quiero aventurar el apuesta. Pero la posteridad de una heroica fama eterna ¿será vuestra o será mía? DIÓGENES: Será mía y será vuestra. ALEJANDRO: ¿Cómo? DIÓGENES: Como quien dijere que vino Alejandro a Grecia dirá cómo visitó a Dïógenes en ella; con que en la historia vendremos a correr los dos parejas, vos por hacer la visita y yo por no agradecerla. Fuera de que, ¿qué me importa que fama o no fama tenga, si un aliento de la vida hoy calladamente suena más que después todo el ruido de sus trompas y sus lenguas? ALEJANDRO: Pues siendo así que la vida es lo que se goza della, vos no la gozáis, yo sí. Y para que lo veáis, sea éste también mi argumento, para que a escuchar no vuelva que no vengo a traeros nada. ¿Qué queréis que mi grandeza os dé? DIÓGENES: Con que no me quite mi vanidad se contenta.. ALEJANDRO: Con que no os quite... ? DIÓGENES: Sí. ALEJANDRO: Pues decidme, por que lo sepa. ¿Qué es lo que yo os quito? DIÓGENES: El sol que va tomando la vuelta. Y así pasaos aquí, no me quitéis, por vida vuestra, lo que no me podéis dar. ALEJANDRO: Yo os estimo la advertencia. Y pues que ya os doy el sol, daros lo demás quisiera. ¿Qué queréis que por vos haga? DIÓGENES: A tan general promesa, liberal y generosa, darme por vencido es fuerza. Ahora bien, haced por mí . . . ALEJANDRO: Decid, nada os enmudezca. ¿Qué queréis que haga por vos?
Levanta DIÓGENES una flor del suelo
DIÓGENES: Sola otra flor como ésta. ALEJANDRO: Eso fuera ser criador; no cabe en la humana esfera tan soberano atributo. DIÓGENES: Pues ¿qué hay que os desvanezca? Si vuestro poder no basta a hacer una inútil yerba, que da el prado tan de balde que la pace cualquier fiera, que cualquier ave la pica y la aja cualquier huella, id con Dios; y a los que estudian las desengañadas ciencias que en ese azul libro y ese verde libro nos enseñan ya caracteres de flores y ya imágenes de estrellas, porque aprendamos a un tiempo divinas y humanas letras, investigando ingeniosos aquella causa primera de todas las otras causas, no vengáis a hacerles pruebas de qué quieren o qué estiman; que no hay que estimen ni quieran, sino sólo desengaños. Y porque mejor se vea cuál es más rico tesoro, la majestad o la ciencia, ya que la primera huisteis, vaya la segunda apuesta: a cuál necesita antes o yo de vuestras riquezas o vos de mis ciencias. ALEJANDRO: Yo quiero, porque no parezca que ambas apuestas rehuso, entrar satisfecho en ésta de que nunca necesite de vos.
Dentro
UNOS: ¡Al valle! OTROS: ¡A la selva! ALEJANDRO: Mirad qué ruido es aquése.
Vase un SOLDADO
DIÓGENES: ¿Y qué perderá el que pierda? ALEJANDRO: Darse por vencido al otro. DIÓGENES: Norabuena. ALEJANDRO: Norabuena. DIÓGENES: Pues, adiós. ALEJANDRO: Adiós. EFESTIÓN: ¿Posible es que has tenido paciencia para sufrir este loco? ALEJANDRO: Mal, Efestión, le afrentas; que si hubiera de dejar de ser quien soy, y estuviera en mí elegir lo que había de ser, ten por cosa cierta . . . EFESTIÓN: ¿Qué? ALEJANDRO: Que, no siendo Alejandro, ser Dïógenes quisiera. EFESTIÓN: En los bronces de la fama vivirá en el mundo eterna esa sentencia. CHICHÓN: Y quizá habrá en el mundo poeta que della se ría, diciendo que es delirio y no sentencia que celebra el lisonjero.
Dentro
UNOS: ¡Al monte! OTROS: ¡Al valle! OTROS: ¡A la selva!
Sale el SOLDADO
SOLDADO: Estatira y Siroés, como ya mandaste, al verlas, aliviarlas la prisión, usando de la licencia, al coto que de su estancia las altas paredes cerca, dicen que a caza han salido. ALEJANDRO: ¿Si habrá salido con ellas Campaspe? EFESTIÓN: Pues ¿quién lo duda y que suya, señor, sea toda aquesa montería y a enseñar el monte venga? ALEJANDRO: Pues un caballo me dad; que como acaso quisiera salirles al paso. (Amor, guía mis plantas, y emplea tus dos mejores alhajas en los dos, el arco en ella, pues cazadora es, y en mí, pues que voy ciego, la venda.)
Vanse todos y queda CCHICHÓN
TODOS: ¡A la selva, al valle, al monte!
Dentro
CHICHÓN: ¡Que haya en el mundo quien tenga inclinación a la caza, y se ande buscando fieras, habiendo rubias y romas! Pero ahora que se me acuerda de un amo que Dios me dio y me quitó a la hora mesma, ¿qué se habrá hecho? Porque como con tan grande priesa mandó a su guarda Estatira quitarle de su presencia, y ellos allá le llevaron, a tiempo que en la pendencia yo había vuelto la casaca, y disimular fue fuerza ser mi amo, nunca más supe dél. ¿Qué diligencia haré? Pero ¿quién me mete en que publique el hacerla mi ruindad? Si hubiere muerto, no hayan miedo que acá vuelva a acusar la rebeldía, ni a tomar la residencia; y si no, no faltarán disculpas, cuando parezca. Y así es lo mejor no darme por entendido.
Vase. Dentro
UNOS: ¡A la selva! OTROS: ¡Al valle! OTROS: ¡Al monte!
Sale CAMPASPE con arco y flechas
CAMPASPE: Fortuna, ya que a mi patria me vuelvas, pues son mi patria los montes, permite (¡ay de mí!) que sea para que halle, como en mi propia esfera, piedad en sus riscos, blandura en sus peñas. En tanto que la batida hacia los puestos se acerca, que todas las damas ya tomado, aunque parezca que contra mi mismo natural me mueva a emplear mis desdichas antes que mis flechas, en esta escondida parte desahogar quiero la fuerza de una prisión voluntaria que a todas horas me niega poder aun conmigo hablar. ¡Ay de aquélla que siente, sintiendo que el sentir se sienta! Y pues tan a todas horas los testigos que me cercan no me dejan respirar, ¿qué mucho (¡ay de mí!) que vengan buscando mis ansias, buscando mis penas para mis suspiros aires de mi tierra? Troncos, riscos, plantas, flores, brutos, aves, peces, fieras, cristales, fuentes, arroyos, cielo, sol, luna y estrellas, decidme, pues visteis todas mis violencias, si tuve yo culpa o desgracia en ellas? Pues siendo así que desgracia tuve y no culpa, ¿qué idea, qué aprehensión, qué fantasía, qué ilusión, qué sombra es ésta que a cualquiera parte que los ojos vuelva vaga me persigue, vana me atormenta? De aquel infelice joven que vi muerto en mi defensa tan vivas las señas traigo que a todas partes las señas que están me parece con la faz sangrienta diciéndome...
Dentro
ALEJANDRO: ¡Dioses, piedad! TODOS: ¡Qué tragedia! CAMPASPE: ¿Qué voces (¡ay infelice!) las que iba a alentar alientan, porque en el decirlas yo aun ese alivio no tenga? ESTATIRA: ¡Acudid volando! SIROéS: ¡Socorred apriesa! ALEJANDRO: ¡Cielos! TODOS: ¡Qué desdicha! ALEJANDRO: ¡Piedad! TODOS: ¡Qué violencia!
Sale ESTATIRA con arco
ESTATIRA: ¿No hay quien su vida socorra? CAMPASPE: Qué es esto, Estatira bella? ESTATIRA: Que dentro de la batida cayó sitiada una fiera déstas que los griegos montes en sus entrañas engendran, salpicada a manchas, cuya ligereza nunca trae ociosas ni garras ni presas. Los sabuesos y ventores que las traíllas sujetan, porque se lograsen antes que sus lides nuestras flechas, tomaron el viento de la tigre apenas cuando a los collares rompieron las cuerdas. Entre estos, pues, dos lebreles, atados a una cadena, salieron juntos a tiempo que en un caballo atraviesa la senda Alejandro y, hollando la senda, a los pies del bruto se enlazan y enredan, de suerte que, alborotado se desboca y desatienta, sin que el freno le corrija ni le gobierne la rienda, llevándole, al choque de una y otra pega, a dar donde [el] bruto... CAMPASPE: Oye, aguarda, espera; que primero que él peligre, sabré peligrar yo, atenta a la piedad que conmigo usó. ESTATIRA: ¡Júpiter lo quiera! Que, aunque es mi enemigo, ya en más noble guerra, [de] su vida el alma es [la] prisionera. Veloz entre las dos lides de los canes y la fiera, y del caballo y los canes su agilidad interpuesta, el arpón dispara de suerte que, hecha blanco de sus plumas una mancha negra que entre el codillo y la espalda señala, bien como en muestra de que está allí el corazón, le hiere en él. ¿Quién creyera, viviendo con alas el corazón, que ella le dé al corazón alas con que muera? A cuyo tiempo acudiendo al bruto que desalienta la enredada lid, le corta entrambos pies; de manera que el que amenazado precipicio era dispone que en fácil caída se resuelva. Y tan fácil que en los brazos le recibe, porque tengan los celos siquiera un día alguien que los agradezca, o dígalo yo que agradezco verla.
Sale CAMPASPE con un cuchillo de monte en la mano, y ALEJANDRO cayendo
ALEJANDRO: ¡El cielo me valga! CAMPASPE: Descansa y alienta; que ya de entrambos peligros seguro estás. ALEJANDRO: ¿Quién pudiera, sino tu deidad, Campaspe, ser quien dos vidas me ofrezca? ¿No bastaba altiva, no bastaba tierna, sino liberal, para que no tenga retirada el albedrío?
Salen SIROÉS, NISE y CLORI, todas con arcos y flechas
TODAS: Aquí está Alejandro. SIROÉS: Sean las albricias de la vida tus pies.
Arrodíllanse todas
ALEJANDRO: Alzad de la tierra. ESTATIRA: A todas nos toca, a tus plantas puestas, darla a ella las gracias y a ti norabuenas.
Sale EFESTIÓN
EFESTIÓN: Ya que seguir del caballo no pude la ligereza, dame, gran señor, tus plantas, bien que llego con vergüenza al ver que, a vista de tantos, te socorra y favorezca una mujer. ALEJANDRO: No fue tal, sino una deidad suprema que, en oposición de otras, su divinidad ostenta, haciendo que el mal en bien se convierta. Mas ¿quién sino el sol venciera una estrella? El nudo rompí gordiano, cuya osadía violenta me dispuso a lo fatal del agüero que en sí encierra; y pues que ya la amenaza frustrada y vencida queda, ¿quién duda que es deidad quien le quita al hado las fuerzas? -- Y así, en hacimiento noble de gracias, Campaspe bella, tu retrato en ese templo colgaré, para que sea padrón a los siglos que diga a sus puertas que él sólo la tabla fue de mi tormenta. CAMPASPE: En menos costa, señor, la vanidad mía quisiera que la deuda me pagarais, si la obligación es deuda. ALEJANDRO: ¿En qué? Que palabra os doy que no haya en mi obediencia dificultad imposible. CAMPASPE: En que os vais a vuestra tienda a repararos; porque no habrá para mí fineza sino en la seguridad, señor, de la salud vuestra. ALEJANDRO: Aunque lo que pedís es tan a costa de la ausencia, esto es cumplir mi palabra. --Dios guarde a Vuestras Altezas.
Vase
EFESTIÓN: Hermosa Nise, pues ves que ir tras Alejandro es fuerza, acuérdate de mi amor. NISE: No haré tal; que será ofensa. EFESTIÓN: ¿Ofensa acordarte? NISE: Sí; pues se olvida el que se acuerda.
Vase EFESTIÓN
ESTATIRA: Bien puedes, Campaspe (¡ay cielo!) de tan noble acción como ésta estar muy desvanecida. SIROÉS: Y más si en el templo llegas a ver tu retrato. CAMPASPE: A mí nada hay que me desvanezca, sino merecer el nombre de una humilde esclava vuestra. Pero ya que de mi poca política he dado muestras, diciendo cuán ruda hija soy destos troncos y peñas, no por vanidad, sinó por noticia... ESTATIRA: Di. CAMPASPE: Quisiera saber qué cosa es retrato. SIROÉS: ¿Nunca ha visto tu rudeza el primor de la pintura? CAMPASPE: Pintura ya sé qué sea; que en el templo he visto tablas que, de colores compuestas, ya representan países, ya batallas representan, siendo una noble mentira de la gran naturaleza; pero retrato no sé qué es. ESTATIRA: Pues que es lo mismo piensa, con la circunstancia más de que la copia parezca al original de quien se saca. CAMPASPE: ¿Y de qué manera se saca? ESTATIRA: Veráslo cuando a hacer el retrato vengan. Y ahora quédate aquí, para que a la quinta puedas guiar la gente, mientras yo doy a la quinta la vuelta. -- ¡Clori! ¡Nise! CLORI Y NISE: ¿Qué nos mandas? ESTATIRA: Para templar mis tristezas, los instrumentos bajad a los jardines. SIROÉS: ¿Qué llevas? ESTATIRA: ¿Qué me andas preguntando siempre? Lo que fuere sea.
Vase
SIROÉS: ¡Qué notable condición!
Vase
NISE: Ven, probaremos la letra, Clori, de aquel cortesano antes de cantarla. CLORI: Fuerza es, Nise, que tú la aplaudas, pues eres tú a quien celebra. NISE: La cortesanía me mueve más que la lisonja, fuera [de que] ser querida, Clori, a ninguna mujer pesa.
Vase
CLORI: Ni ninguna de ver que otra es la querida se huelga.
Vase
CAMPASPE: Ya que segunda vez, cielos, sola en mis montes me dejan, paréntesis a mis ansias lo que ha sucedido sea; y demos, discurso, segunda vez vuelta a aquella memoria que tanto me cuesta. ¿Qué aprehensión, qué fantasía, qué ilusión, sombra o idea (aquí quedé) es ésta que a cada paso me cerca, sin que el claro día ni la noche negra o la luz me alumbre o el sueño me venza? Parece (¡ay de mí!) que al dar al día y la noche quejas de lo que la una me aflige, lo que la otra me desvela, una y otra quieren hoy satisfacerlas, pues que mis sentidos turban y potencias. Permite, infelice joven, que horroroso representas siempre tu sombra a mi vista, siquiera un instante treguas a tantos horrores; que no te hago ofensa, pues son muerte y sueño una cosa mesma. Y puesto que ya la gente toda a la quinta se acerca, y yo no hago falta, oh tú, intrincado seno, alberga vivo un cadáver.
Duérmese. Sale APELES
APELES: Fortuna, ¿adónde mis pasos llevas, sin saber qué puerto elijan ni tengan tantas ansias, tantas desdichas y penas? ¿Quién creerá que haber caído tan sin sentido, en defensa de aquel prodigio, que hallarme sin saber a quién le deba la piedad adonde la humilde miseria de un cuerpo de guardia herido me tenga; que haber callado mi nombre, porque Alejandro no sepa que reñí con sus soldados; que, mal cobradas las fuerzas, salga a ver el día, siguiendo esta senda sin guía, sin rumbo, sin norte, ni estrella: nada me aflige, ni nada me turba ni desconsuela, sino sólo no saber qué mujer, cielos, fue aquélla que el verla (¡ay de mí!), pagándome en verla, hizo mi fortuna próspera y adversa? Decidme, montes, pues fuisteis testigos de mis tragedias, decidme, aves, fieras, plantas, flores, troncos, riscos, peñas, si hallaré, pues mi hado perdido no encuentra quien de mí me diga, quien me diga della? ¿Murió en faltándola yo?
Habla entre sueños CAMPASPE
CAMPASPE: No... APELES: ¿Tuvo, cuando ausente estuve,... CAMPASPE: tuve... APELES: quien venciese en su disculpa? CAMPASPE: la culpa... APELES: ¿Qué eco a mi voz respondió? CAMPASPE: yo. APELES: ¡Cielos! ¿Si es verdad o no que el aire me ha respondido? Pues ha sonado en mi oído... LOS DOS: "no tuve la culpa yo." APELES: ¿Si oí bien o mal habrá quien... CAMPASPE: Bien... APELES: me diga, y si verdad fue... CAMPASPE: que... APELES: que en mi desdicha fue dicha? CAMPASPE: la desdicha... APELES: ¿Tuvo amparo cuando anduve? CAMPASPE: tuve. APELES: Otra vez fuerza es que hube de dudar, si es que colijo que el eco otra vez me dijo... LOS DOS: "bien que la desdicha tuve." APELES: Mas no, ilusión es ligera; que el eco no habló en lo hueco; pues no me dijera el eco lo que yo no le dijera; y así por toda esta esfera desta voz iré buscando el dueño. ¿Qué estoy mirando? ¿Cómo es posible que, siendo ella la que está durmiendo, sea yo el que estoy soñando? ¿Cómo puede ser, o bella deidad, si eres mi homicida, que yo te busque con vida y que tú te halles sin ella? Si a mí me tocó el perdella y a ti el haberla guardado, ¿cómo sin ella te he hallado? Vuelve, vuelve en tu sentido; que el haberla tú perdido no es haberla yo ganado. ¿Si la despertaré? Sí, aunque su enojo me asombre; que mujer que ha muerto un hombre, no es justo que duerma así. --¡Bella deidad!
Despiértala, y ella huye de él, al verle
CAMPASPE: ¡Ay de mí! ¿Qué miro? APELES: ¡Qué mal anduve! CAMPASPE: Sombra, ilusión... APELES: Necio estuve. CAMPASPE: No me des muerte, pues no, no tuve la culpa yo, bien que la desdicha tuve. Déjame, pues, no el empeño crezcas a mi fantasía, pasando a la luz del día las negras sombras del sueño. APELES: Hallado y perdido dueño de un alma que te ha buscado tan a costa del cuidado que a un mismo tiempo ha venido a hallar lo que había perdido y a perder lo que había hallado, no de mí huyas... CAMPASPE: ¡Ay de mí! APELES: que no soy ilusión yo.
Cóbrase un poco CAMPASPE
CAMPASPE: Luego ¿no eres sombra? APELES: No. CAMPASPE: Luego ¿estás con vida? APELES: Sí. CAMPASPE: ¿No te mataron? APELES: No fui tan dichoso. CAMPASPE: ¿Dicha fuera? APELES: Morir por ti, claro era. CAMPASPE: ¿Pues yo no te vi a mis pies muerto? APELES: Ahora también me ves aun más que la vez primera. CAMPASPE: ¿Cómo? APELES: Como allá la herida del cuerpo me dejó en calma, y aquí la herida del alma, o bellísima homicida, ha vuelto a darme la vida, para que de una manera aquí viva y allá muera, sin morir y sin vivir. CAMPASPE: ¡Quién te pudiera decir lo que en albricias te diera de las nuevas que me das! APELES: ¿De cuál dellas? ¿De que muero u de que vivo? CAMPASPE: No quiero declararme, joven, más; baste decir que jamás tuvo mi hado siempre esquivo más gozo del que recibo al oír ambas nuevas bellas. APELES: Sí, mas dime de cuál dellas: ¿de que muero u de que vivo? CAMPASPE: No sé. Pero gente allí hay; no contigo me vea. APELES: ¿Será posible lo sea el volver a verte? CAMPASPE: Sí. APELES: ¿Dónde he de buscarte? CAMPASPE: Aquí. APELES: ¿Vendrás? CAMPASPE: (Hablad, alma, vos.) Aparte APELES: ¿Qué dices? CAMPASPE: Que sí. APELES: A los dos un hombre se va acercando. CAMPASPE: Pues quédate tú. APELES: ¿Hasta cuándo? CAMPASPE: Hasta otra alba. APELES: Adiós. CAMPASPE: Adiós.
Vase. Sale CHICHÓN
CHICHÓN: Aunque de lejos te vi, las señas no me mintieron. ¿Es posible que volvieron mis ojos a verte? APELES: ¿Así, traidor, infame, villano, me recibes, después que tan poca tu lealtad fue que, dejándome... ? CHICHÓN: La mano ten; que no me pagas bien, después que herido te vi, lo que he pasado por ti. APELES: ¿Tú por mí? CHICHÓN: Yo por ti. ¿Quién, al verte en sangre teñido, como un león embistió con todos tres sino yo? ¿Quién, dejando a éste partido por medio, de un tajo tal que puso en puntos al arte, pasó a éste de parte a parte, a tiempo que en diagonal círculo aquél me embistió? ¿Quién, dando al otro un hurgón, la herida de conclusión hizo al que se le seguía? ¿Y quién, tomando a destajo que nadie le quede a vida, le dio a éste la zambullida y a aquél la de uñas abajo? APELES: ¡Oye, aguarda! ¿De qué modo son, si todos eran tres, ya seis los muertos? CHICHÓN: ¿No ves que maté sombras y todo? En fin, tropezando (¡extraña desdicha es la del tropiezo!), las garras me echó al pescuezo el barrachel de campaña; en un cepo me metió, donde he estado hasta este día, que un amigo que tenía la cuartada me probó. APELES: ¿La cuartada? ¿Cómo así, si a tantos diste? CHICHÓN: Porque fue fácil el probar, que los di sin estar allí. De no verte noche y día fue la causa mi prisión. APELES: Calla; ya sé cuáles son tu locura y cobardía.
Hablan los dos aparte. Salen EFESTIÓN y ALEJANDRO
EFESTIÓN: En fin, ¿vuelves? ALEJANDRO: ¿Qué he de hacer, si estoy fuera de mi centro donde a Campaspe no encuentro? ¿Cómo podría saber por dónde iría? EFESTIÓN: Hacia allí dos hombres, señor, están; ellos quizá lo sabrán. ALEJANDRO: Oye; ¿no es Apeles? EFESTIÓN: Sí. ALEJANDRO: Ventura es haber venido a tan buen tiempo. APELES: Crueles son tus locuras. ALEJANDRO: ¡Apeles! APELES: Las plantas, señor, te pido. ALEJANDRO: Aunque de lo que has tardado queja pudiera formar, los brazos te quiero dar, por el tiempo a que has llegado.
A CHICHÓN
APELES: (Pues él no sabe de mí más de que me tuvo ausente su licencia, nada cuente tu voz.) CHICHÓN: (No haré.) APELES: Feliz fui, ya que en la vuelta tardé, en venir en ocasión que ella me alcance el perdón de la tardanza. ALEJANDRO: No sé cómo encarecerte cuánto estimo el llegarte a ver día en que te he menester. APELES: Mucho, gran señor, me espanto, cuando ser tu esclavo trato, que me recibas así. ¿En qué te sirvo? ALEJANDRO: Por mí hoy has de hacer un retrato de tan hermoso sujeto que no hayas menester, como en el mío, poner perfil a ningún defeto. APELES: Muy poco haré en eso yo para lo mucho que escucho. ALEJANDRO: Aunque es poco, importa mucho, que todo tu estudio no perdone al arte este día la elegancia con que sueles esmerar de tus pinceles la gala y la valentía. Una mujer has de ver, y ésta me has de retratar con tal alma, que el hablar la falte, por no querer; bien que en esta parte no vendrá a ser tuya la palma; pues si la vieres con alma, es que se la he dado yo. APELES: Digo, señor, que pondré al retrato tal cuidado que, aunque en el lienzo pintado, tan fuera del lienzo esté, que llegue tu amor feliz a persuadirse, no en vano, que echarla puede la mano entre el cuadro y el matiz. CHICHÓN: Y yo, que ya soy crïado de Apeles, la moleré más que a los matices. ALEJANDRO: ¿Qué te obliga a no ser soldado? CHICHÓN: Haber dado una menguada en pensar que es peor estado el ser moza de soldado que ser moza de soldada. ALEJANDRO: Pues bien puedes prevenir pinceles, tabla y colores; aunque mejor a las flores se los pudieras pedir, pues todas los dieran fieles, mezclando a tan altos fines entre rosas y jazmines azucenas y claveles. --Y pues que ya no está aquí, ¿quién duda en la quinta está? Llévale, Efestión, allá, y de mi parte les di a Estatira y Siroés que a hacer el retrato envío del templo, aunque mi albedrío no sé lo que hará después.
A APELES
--Y tú, porque sea mejor el primor de tu pintura, píntame a mí su hermosura y píntala a ella mi amor.
Vase
EFESTIÓN: Venid conmigo, porque lo que importa prevenir se disponga antes de ir. APELES: En todo obedeceré vuestras órdenes. EFESTIÓN: Con ella podrá ser veáis otra dama de no menor lustre y fama, y quizá, Apeles, tan bella. APELES: Mucho me holgaré, aunque en mí nada llenará mi idea; que no es posible que sea igual a la que yo vi.
Vanse. Salen ESTATIRA, CLORI, NISE y MÚSICOS con instrumentos
ESTATIRA: Vuelve, Nise, a repetir la letra; que hacerte quiero esta lisonja, si infiero que se debió de escribir por ti. NISE: Muchas hay, señora, de mi nombre; no sería por mí, que la humildad mía no se halla merecedora deste aplauso. ESTATIRA: ¿Cúya es? NISE: De un discreto cortesano cuyo ingenio soberano goza el más alto interés del crédito y la opinión por galán, noble y discreto. ESTATIRA: Bien lo dice en su conceto el aire de la canción. NISE: A Nise adoro y, aunqué la dije mi frenesí, ni sé si me quiere, ni por qué ha de quererme sé.
Salen al paño EFESTIÓN y APELES
EFESTIÓN: Esperad, no interrumpamos esta voz que dulcemente, por la letra y quien la canta, me ha suspendido dos veces. APELES: Ya hice yo reparo en uno y otro, que son muy parientes música, poesía y pintura; y a lo que a mí me parece, si se hubiera de glosar la canción, no fácilmente se le hallaran dos sentidos. EFESTIÓN: Escuchad, que a cantar vuelven. MÚSICOS: A Nise adoro y, aunqué la dije mi frenesí, ni sé si me quiere, ni por qué ha de quererme sé. EFESTIÓN: Ya que han cesado, esperad, que a pedir licencia llegue. ESTATIRA: ¿Quién es quien se entra hasta aquí? EFESTIÓN: Quien con dos disculpas tiene seguro que vuestro enojo sus sagradas iras temple. La primera es la dulzura con que este canto suspende, tanto que no deja acción para que otra acción se acierte; y la segunda, venir de parte de quien merece vuestra audiencia a cualquier hora. ESTATIRA: ¿Quién en vuestro juicio tiene ese mérito? EFESTIÓN: Alejandro. ESTATIRA: (¡Si tan feliz mi amor fuese, Aparte que lograse en su memoria algún alivio mi suerte!) Pues bien, ¿qué manda Alejandro? EFESTIÓN: Que deis licencia que llegue a retratar a Campaspe; que ya sabéis cómo tiene ofrecido su retrato a las sagradas paredes de Júpiter el no igual arte del divino Apeles. ESTATIRA: Esto y lo que yo pensaba todo es uno. Decid que entre.
Entra APELES
APELES: A vuestras plantas, señora, antes de veros, alegre, feliz, contento y ufano venía, por parecerme que había de conseguir el empeño a que me atreve la obediencia de mi dueño; mas después de veros, vuelve atrás mi esperanza. ESTATIRA: ¿Cómo? APELES: Como pintarse no pueden las perfectas hermosuras, sin que el crédito se arriesgue. Cuando en un rostro hay lunar o desproporción que acuerde, cuando se mira el retrato, de su dueño las especies, es fácil el retratarle; mas cuando es tan excelente que no hay término en sus partes que desigualado deje especies a la memoria, no se imita fácilmente. Y así habréis de perdonarme cuando el retrato no acierte, si está en vuestra perfección y no en mí el inconveniente. ESTATIRA: Cortesano sois, pintor, y es preciso que me pese que vuestra cortesanía tenga más peligro que ése. APELES: ¿Por qué? ESTATIRA: Porque no soy yo la del retrato; y si viene a estar en lo más hermoso el riesgo al no parecerse, es más hermosa que yo, conque vuestro empeño tiene más que vencer. Y porque lo veáis, yo haré que en breve venga a veros más airosa y más prendida que suele, porque tenga en sus adornos yo alguna parte. (Esto es verme obligada a no mostrar la envidia que el alma siente; y para hacer la deshecha mejor, esto ha de ser.) Venme, Nise, cantando ese tono, y vosotros desde ese cenador cantad, en tanto que la pintan, porque temple la penalidad de estar suspensa el tiempo que fuere necesario. CLORI: Porque sea todo a propósito, puede ser el tono que cantemos el del retrato de Irene.
Vanse los MÚSICOS
NISE: Fuerza es que tras ella vaya.
A EFESTIÓN
--Esperad; que, si pudiere, volveré a veros. APELES: Yo en tanto voy a ver si Chichón viene con el bastidor, el lienzo, los matices y pinceles.
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ESTATIRA: ¿No cantas, Nise? NISE: Pues ¿cuándo no es mi oficio obedecerte? ESTATIRA: (Oh, ¡cuán a costa del alma Aparte finge la que calla y siente!) NISE: A Nise adoro y, aunqué la dije mi frenesí, ni sé si me quiere, ni por qué ha de quererme sé.
Éntranse ESTATIRA y NISE cantando
EFESTIÓN: Por si no volviere Nise, como me ha ofrecido, hacedme merced de decirla, Clori, cuánto el alma la agradece el que haya hecho tanto aprecio de cortesanía tan leve como aquel mote. CLORI: ¿Por qué que le cante os desvanece? EFESTIÓN: Porque es su ingenio el que adoro, y así estimo que el mío precie. CLORI: ¿Y es galantería o locura alabar, cuando eso fuese, una dama a otra? EFESTIÓN: No sé; pero si es locura, tiene disculpado frenesí. CLORI: Pues sabed que a las mujeres, sin que nos importe nada, la ajena alabanza ofende. EFESTIÓN: Groserías de rendido groserías son corteses; que no os quita a vos el ser discreta y hermosa el verme menos bien empleado en Nise que estuviera en vos.
Sale NISE
NISE: ¿No puede ser fino con una dama un hombre, sin que sea aleve con otra? EFESTIÓN: Yo ...Ni...con Clo... si...cuando... CLORI: ¿Qué te enmudece? NISE: ¿Qué te turba? EFESTIÓN: No saber, pues una y otra se ofende, de lo que quiero y no quiero, cuál me olvida o cuál me quiere. CLORI: ¿Yo, por qué había de olvidarte?
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NISE: ¿Yo, por qué había de quererte?
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EFESTIÓN: Oye, Nise; escucha, Clori.
Salen CHICHÓN, con todo aderezo de pintar, y APELES
CHICHÓN: Ya están aquí caballete, pinceles, lienzo, paleta, colores, piedra y aceite. APELES: Ponlo aquí, que hay buena luz; --Y avisad vos, que ya puede salir la dama. EFESTIÓN: ¡Ay de mí! APELES: ¿Qué es lo que ahora os suspende? EFESTIÓN: Dijisteis que no era fácil la glosa de aquel motete; y ya se ha facilitado con lo que aquí me sucede, después que de aquí salisteis. APELES: ¿De qué suerte? EFESTIÓN: Desta suerte. APELES: A Nise adoro y, aunqué... EFESTIÓN: Hablando de Nise bella con Clori, me preguntó: ¿qué inclinaba más mi estrella? a que mi amor respondió que el ingenio que hay en ella; conque no sólo mostré que adoro a Nise, sinó lo que en ella adoro, en fe de que se sepa que yo adoro a Nise; y, aunqué ... APELES: la dije mi frenesí... EFESTIÓN: Clori, al parecer quejosa, que no hay mujer que otra quiera que sea discreta ni hermosa, o de vana o de celosa, un loco me dijo que era. Yo el serlo la concedí, pues por Nise el juicio pierdo; mas de tal locura en mí, por lo menos, que era cuerdo la dije mi frenesí. APELES: ni sé si me quiere, ni... EFESTIÓN: Oyendo nuestras cuestiones, Nise llegó y yo quedé tan turbadas mis acciones que, cuanto desde allí hablé fueron troncadas razones. Ni-, dije, por verme si- conti-, a Clo- tengo quejo-; y así entre las dos parti- ni sé si me olvida Clo-, ni sé si me quiere Ni-. APELES: por qué ha de quererme sé. EFESTIÓN: Ambas, riéndose al ver mi turbación singular, falsas quisieron saber por qué una me ha de olvidar, por qué otra me ha de querer. Yo respondí: si amor fue fino y necio en declararme, bien de una y otra la fe, pues sé por qué ha de olvidarme, por qué ha de quererme sé. Mas quédese aquí la tema de si puede o si no puede glosarse; y vamos a que ya hacia aquí la dama viene que habéis de retratar. APELES: ¿Cuál es? EFESTIÓN: La que miráis presente.
Sale CAMPASPE vestida de gala
APELES: (¿Qué miro? [¡ay de mí infelice!] Aparte ¿No es ésta [¡cielos, valedme!] en la pendencia y el monte la de mi vida y mi muerte?) CAMPASPE: Hasta ver lo que es retrato, el alma traigo pendiente.
A EFESTIÓN
¿Sois el pintor? EFESTIÓN: No, señora. El que miráis es Apeles. CAMPASPE: (¿El del monte y la pendencia Aparte [¡valedme, cielos!] no es éste?) APELES: Yo soy, señora (no acierto a hablar) el que a copiar viene vuestra hermosura; porque como el que una carta teme que se pierda y la duplica, yo así es forzoso que intente duplicar vuestra hermosura, con temor de que se pierde. CAMPASPE: No os entiendo, ni sé cómo, si el duplicarse es hacerse de una dos, en la pintura se pierda, porque se aumente. APELES: Fuera fácil con saber que en mi desdichada suerte quizá el hacer de una dos es porque os pierda dos veces. CAMPASPE: Vuelvo a decir que no sé por qué lo decís. APELES: No puede explicarse más el alma. CAMPASPE: Pues dejad la voz pendiente hasta otra alba, como os dije. APELES: Ya no es posible que espere esa luz. CAMPASPE: ¿Por qué? APELES: Porque tanto el orden se pervierte de todo en mí que aun el alba desde ahora me anochece. CAMPASPE: Tercera vez no os entiendo. Pero sea lo que fuere; mirad que es fuerza acudir, siquiera por los presentes, a lo que venís. APELES: Traed en que esta dama se siente. CHICHÓN: Aquí un taburete está, y es dicha ser taburete, porque quepa el guardainfante, ya que ellos son solamente los que medran, no teniendo brazos. [APELES: Sentaos aquí enfrente, para que a la mejor luz el primero rasgo empiece; ¿quién creerá que contra mí yo mi misma acción aliente?]
Siéntase ella, y él pone el bastidor, toma la paleta, y CHICHÓN muele los colores, y pinta APELES
CAMPASPE: (¿Qué hago yo aquí, para que él Aparte desde allí les represente a otros mi imagen?) APELES: No hagáis mudanza, para que llegue a coger más fijo el aire. CAMPASPE: ¿Que no haga mudanza quieres? APELES: Es fuerza que, si la hacéis, todo lo que pinte yerre. CAMPASPE: Buen arte es el que no admite mudanzas en las mujeres. CHICHÓN: Por eso otras, que se pintan de matices diferentes, no sólo se mudan, pero se enmudan con los afeites. APELES: Calla tú y muele, Chichón. CHICHÓN: ¿Cuándo callan los que muelen? CAMPASPE: Pues ¿qué hace aquél allí? CHICHÓN: Un chiste te lo dirá brevemente: a una mozuela la dije, repartiendo unos cachetes un día entre sus mejillas y sus labios y sus dientes, "mi oficio es moler colores, hija mía, no te quejes." APELES: O vete allá fuera o calla. CHICHÓN: Por más fácil tengo el "vete."
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EFESTIÓN: En tanto que vos pintáis, voy a ver si hablar pudiese a Nise en esos jardines.
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APELES: Pues solo he quedado, atiende que, cumpliendo de pintor y de crïado las leyes, pintaré al olio tus gracias, y mis desgracias al temple.
Dentro
MÚSICOS: Condición y retrato teman de Irene, que ha de dar muerte a todos, si la parece. APELES: Hermosísima deidad, que árbitro absoluto eres de mi muerte y de mi vida, ¿cómo dices que no entiendes mi dolor, si mi dolor hablando tan claramente está en mis mismas acciones, cuando hay poder, que me fuerce a que le lleve tu imagen, porque en tu imagen le lleve el ídolo de su amor, en cuyas aras... ? CAMPASPE: Suspende la voz; que te entiendo menos, cuando a tu dolor parece que se explica más. ¿Qué imagen, qué ídolo, qué amor es ése? MÚSICOS: Cuando libre el cabello no la obedece, como a un negro le trata, pues que le prende. APELES: La imagen deste retrato, el ídolo al ofrecerle Alejandro en sacrificio a su amor, pues que pretende que viva a sus ojos vayas, con el alma que él te ofrece. CAMPASPE: ¿A mí Alejandro? APELES: ¿Eso dudas? Pues ¿qué a pintarte le mueve? CAMPASPE: Darle al templo por memoria de que la vida le diese. MÚSICOS: Quien se abrasa y no sabe dónde hallar nieve, sepa dónde ella vive, que allí está enfrente. APELES: ¡Ay, que no es eso! Porque ¿qué culto fuera decente el dar al templo tu imagen, si dirán cuantos la vieren (más que honrando tus acciones, disfamando tus desdenes) que, si a él le diste la vida, a mí me diste la muerte? Porque te adora (¡ay de mí!) te retrata. CAMPASPE: Pues ¿qué adquiere para un amor un retrato? APELES: Mentir las horas de ausente. MÚSICOS: Arcos son sus dos cejas, triunfales siempre, pues celebran las ruinas de los que vence. CAMPASPE: ¡Qué mal has hecho en decirme... APELES: ¿Qué? CAMPASPE: ... que Alejandro me quiere! APELES: ¿Por qué? CAMPASPE: Porque lo ignoraba, si tú no me lo dijeses. APELES: Antes bien, porque al dolor en algo le lisonjee ser yo quien lo diga. CAMPASPE: ¿Cómo? APELES: Como la herida más fuerte, si propia mano la cura, menos que la ajena duele. MÚSICOS: Son sus ojos preciados tan de valientes que, al mirarlos, entre ojos traigo mi muerte. APELES: Fuera de que ¿cómo puedo yo excusarlo, si hay quien fuerce... CAMPASPE: ¿A qué? APELES: ... a que aquesta vez hable, porque calle para siempre? CAMPASPE: Con todo, que has hecho mal otra vez digo, si atiendes que no hay mujer que no quiera ser querida; con que viene a ser ruindad de tu parte la que de mi parte puede ser vanidad. APELES: Antes bien, que el que rendido padece, cuanto más padece, goza; y así es fineza que pienses que quiero padecer yo lo que a ti te desvanece. MÚSICOS: Un pleito a sus mejillas mayo y diciembre ponen, porque les hurta púrpura y nieve. CAMPASPE: Bien puede ser que fineza sea; mas no lo parece interponer un respeto que declarado no deje albedrío a la esperanza. APELES: Eso será en quien la tiene. Pero ¿qué esperanza ya es posible que le quede a quien Alejandro fía su amor, y no solamente fía su amor, mas le hace instrumento de que llegue a su noticia? ¡Mal haya habilidad tan aleve que, traidoramente noble, contra su dueño se vuelve!
Arroja los pinceles, y ella se levanta
CAMPASPE: ¿Qué habilidad? APELES: ésta mía. CAMPASPE: ¿Contra ti? Pues ¿de qué suerte? MÚSICOS: Si se enoja, y sus labios rigores vierten, allá van los jazmines con los claveles. APELES: Siendo áspides para mí las puntas de los pinceles que, entre flores de matices, su mortal veneno vierten. ¡Mal haya, digo otra vez, habilidad que me fuerce a que estudie tus facciones para que en cada uno encuentre otra perfección que diga cuán bella, oh Campaspe, eres ya dos veces a mis ojos, porque te pierda dos veces! CAMPASPE: ¿Dos veces? APELES: Sí. CAMPASPE: ¿De qué modo? APELES: Verdadera y aparente. CAMPASPE: ¿Aparente y verdadera? ¿De qué suerte? APELES: Desta suerte. Mírate, para que veas lo que pierde el que te pierde. MÚSICOS: Condición y retrato teman de Irene; que ha de dar muerte a todos si la parece. CAMPASPE: ¿Qué es lo que miro? ¿Es por dicha lienzo o cristal trasparente el que me pones delante, que mi semblante me ofrece tan vivo que aun en estar mudo también me parece? Pues al mirarle la voz en el labio se suspende, tanto que aun el corazón no sabe cómo la aliente. ¿Soy yo aquélla o soy yo yo? Torpe la lengua enmudece, quizá porque el alma, en medio de las dos dudando teme dónde vive o dónde anima, no sabiendo a un tiempo, entre una y otra imagen mía, de cuál de las dos es huésped. ¿Esta habilidad tenías? ¿Segundo ser darle puedes a un cuerpo? Pues ¿cómo, cómo, si tan divino arte ejerces, tan bajamente le empleas, que para otro dueño engendres la copia de lo que dices que amas? Vete de aquí, vete; que en una parte me admiras, y en otra parte me ofendes. APELES: Esto es fuerza. CAMPASPE: No es sino bajeza. APELES: Es desdicha fuerte. CAMPASPE: No es sino culpa. APELES: Es violencia. CAMPASPE: Es ruindad. APELES: Es dura suerte. CAMPASPE: Es infamia. APELES: Es tiranía. CAMPASPE: Es poco ánimo. APELES: Es decente respeto. CAMPASPE: Es indigna acción. APELES: Es obediencia. CAMPASPE: Es aleve vasallaje. APELES: Es rendimiento. CAMPASPE: Es... APELES: Es... LOS DOS: Ira, rabia y muerte. CAMPASPE: Gente viene a nuestras voces. APELES: No entienda nada esta gente. CAMPASPE: ¿En qué quedamos? APELES: En que dueño de mi dueño eres. Para siempre adiós, Campaspe. CAMPASPE: Para siempre adiós, Apeles.

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

Darlo todo y no dar nada,  Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Dec 2002