JORNADA SEGUNDA


Salen VETURIA y ENIO
ENIO: Apenas, Veturia bella, en Roma puse las plantas cuando, llamado de ti, vengo a saber qué me mandas. VETURIA: En cerrando aquesta puerta, porque ni aun una crïada pueda oírnos, sabrás que hacer de ti confïanza, que de otro ninguno hiciera, en fe de estar informada de cuán fino amigo eres de Coriolano. ENIO: Aunque es tanta de su persona a la mía la no medida distancia, con ese nombre me honró su benignidad, a causa de habernos visto servir en aquellas dos pasadas invasiones de Sabinio; y en ésta aun con más instancia, por ocupar mayor puesto; con que a ninguno le alcanza mayor parte en las deshechas fortunas en que hoy le halla la corta ausencia de haber ido en convoy de una dama, de orden suya, hasta ponerla en salvo en su misma patria. VETURIA: Según eso ¿no sabrás por extenso lo que pasa? ENIO: Sé el decreto del Senado, sé que, ofendida y airada, diste en público la queja, sé que tomó la demanda en favor de las mujeres. Desde aquí, señora, hasta hallarle preso, no sé de cierto las circunstancias, porque nuevas de camino siempre se cuentan tan varias, que el deseo de saberlas se hace razón de dudarlas. VETURIA: Pues si hasta aquí sabes, oye desde aquí lo que te falta. Resuelto, pues, Coriolano en volver por nuestra fama, toda la milicia suya tomó la voz, empeñada en que igual ley el Senado había de revocarla. Él, empeñado también en que, una vez promulgada, había de mantener inviolable su observancia, dando nombre de traidor motín a la repugnancia, echó bando de que, pena de serlo, ninguno osara a seguir a Coriolano, dejando desamparada de favor a la justicia; con que la nota de infamia, arrastrando tras sí al pueblo, puso a toda Roma en arma. En vano será decirte que no hubo calle ni plaza que no fuese lastimoso teatro de mortales ansias. Entre todas la mayor --que hay desgracia de desgracias-- fue que, en el ciego, el confuso tumulto, una desmandada punta --áspid debió de ser quizá aborto de mi rabia-- el pecho de Flavio hirió con tan venenosa saña que no hubo tiempo entre herirle el cuerpo y faltarle el alma. Muerto el senador, el pueblo con el pavor y a la instancia de su hijo en vengar su muerte, tanto el número adelanta que, embestido Coriolano de tan superior ventaja, fuera fuerza que matando muriera, si no llegara, intrépidamente osado, sobre el furor de las armas su padre a arrojarse en medio, repitiendo en voces altas: "Muera, que no es hijo mío quien es traidor a su patria, pero muera," prosiguió, "de suerte que satisfaga su muerte al cielo y al mundo, siendo ejemplo, y no venganza. Esta causa es del Senado; a mí me toca esta causa, como a primer senador; que el ser padre no embaraza al ser juez; porque, aunque son dos acciones tan contrarias, mi sangre y mi obligación sabrán cumplir con entrambas." Dijo, y llegando a su hijo, que al verle se echó a sus plantas, le arrancó el laurel con una mano y con otra la espada. Con que el furor suspendido --ya al valor de su constancia, ya al decoro de su puesto, ya al respeto de sus canas-- quedó, mayormente al ver que, entregado a dos escuadras de la nobleza y la plebe, llevarle a la torre manda del alto homenaje, donde, sin ver del sol la luz clara, preso le tiene, cargado de cadenas y de guardas. ¡Oh, quién aquí hacer pudiera exclamación de cuán varia la fortuna en un instante tan de extremo a extremo pasa, como del triunfo a la ruina y del alborozo al ansia! La culpa tuve, y así, solicitando enmendarla, oye lo que ignoras, ya que sabes lo que ignorabas. Temiendo yo que su vida a todo trance restada está, no tanto porque su padre, por la jactancia, más que de padre, de juez, tan grandes extremos haga, cuanto porque lo restante del Senado es fuerza que haya de tomar satisfacción, y dar a Lelio venganza, discurriendo en varios medios, modos, ardides y trazas de ponerle en libertad, precios ofrecí, fïada en que la llave del oro maestra es de todas guardas. Un bandido a mí ha venido --¿quién duda que ella le traiga?-- diciéndome cómo él sabe que el cubo de la muralla de la torre, entre otras rejas, conserva una que, limada a otro fin, no surtió efecto; y así quedó, no sin maña, desmentido lo limado con no sé qué negra pasta; que él la abrirá, y él pondrá de noche en ella una escala, y al pie della una cuadrilla, que le guarde las espaldas hasta sacarle de Roma; pero que es fuerza que haya quien de la parte de adentro de aquesto le avise, para cuyo efecto este papel, lo primero, le señala la reja, luego hora, noche y seña con que le aguarda. A que en su mano le pongas y con él esta acerada sorda lima a sus prisiones es para lo que se ampara de ti mi amor; y pues tienes, por tribuno, puerta franca a la prisión, sin sospecha de que en ella entres y salgas, dale uno y otro, y ¡adiós!, que no quiero mi tardanza despierte alguna malicia, ni que tú me des las gracias de lo que en esto me debes, puesto que no sé que haya, para un espíritu altivo de quien se hace confïanza, ocasión más generosa, más airosa, más bizarra, más heroica, más ilustre, más noble ni más hidalga, que dar la vida a un amigo en servicio de una dama.
Vase
ENIO: ¡Espera, escucha!--La puerta cerró, entrándose a otra cuadra, donde no puedo seguirla. Preciso es que desta salga cuanto antes, para no dar cuenta a crïado o crïada, si preguntan a quién busco.
Entra por una puerta y sale por otra
Ya deste empeño me saca hallarme en la calle. ¡Cielos! ¿Quién se ha visto en más extraña confusión? Ministro soy, por tribuno, en la real sala de justicia; por amigo lo soy con vida y con alma de Coriolano; obligado de Veturia me hallo, a causa de haberse de mí valido. ¿Quién vio fiel de tres balanzas tan iguales como cargo, amistad y confïanza? Divertido en lo que hacer debo, he llegado al alcázar del homenaje, en que está Coriolano. Antes que haga entero juicio, he de verle; quizá alguna circunstancia me advertirá lo mejor; aunque, a mi ver, mucho carga la de dar vida a un amigo en servicio de su dama.
Sale PASQUÍN
PASQUÍN: ¿Quién viene allá? ENIO: ¿Qué es aquesto, Pasquín? PASQUÍN: Ser guarda, y no guarda- infante, ni guardapolvo, guardapiés, ni guardadamas, sino guardadiablo, pues guardo a Coriolano. ENIO: Basta de locura, y dime ¿cuál es de su prisión la estancia? PASQUÍN: Aqueste obscuro retrete. ENIO: Abre, ya que están cerradas, de sus troneras alguna. PASQUÍN: Eso es decir que me abra la cabeza; que aquí no hay más tronera que mi calva.
Abre una puerta, vese CORIOLANO sentado, con cadena al pie
ENIO: Salte allá fuera; que importa que, como ministro, haga con él una diligencia; y avisa si alguno trata de entrar o salir. PASQUÍN: Sí haré.
Vase
CORIOLANO: Gente he sentido. ¿Quién anda aquí? ENIO: Quien por verte viene y, por no verte, trocara la amistad con que te busca al dolor con que te halla. CORIOLANO: ¿Enio? ENIO: Sí. CORIOLANO: Si como juez vienes a hacer en mi causa algún instrumento, di cuál es; que nada me espanta. ENIO: (Perdone el puesto, que añade Aparte mucho peso a su balanza, con la lástima de verle, amistad y confïanza.) Tan otro es a lo que vengo, que es de parte de una dama. CORIOLANO: ¿La que convoyaste? ENIO: No; que ésa ya quedó en su raya segura. CORIOLANO: ¿Qué dama puede ser la que a verme te traiga de parte suya? ENIO: Veturia. CORIOLANO: ¿De mí se acuerda? ENIO: Y con tanta fineza... CORIOLANO: Di. ENIO: ...que es en orden a que desta prisión salgas. CORIOLANO: ¿Qué dices? ¡Oh quién pudiera darte en albricias mil almas, más porque fina se acuerda que porque preso me valga! Vuelve, pues, vuelve a decirme si es verdad, que ella, obligada de lo que paso por ella, te envía, y cómo, Enio, traza mi libertad. ENIO: Como hay quien una desas rejas abra, quien ponga una escala en ella, y te guarde las espaldas, hasta sacarte de Roma. CORIOLANO: Si eso es verdad... ENIO: Esta carta y esta lima te lo digan; bien que para leerla falta la luz, porque viene en ella el que estéis conformes, para saber la noche, y abrir la reja, y poner la escala. CORIOLANO: Muestra, que no falta luz; que esta cadena se alarga hasta aquella puerta que tiene enfrente una ventana que, aunque participa poca, lo que es para leerla basta.
Lee
"Señor y dueño mío; quien estima vuestra vida más que la suya ha solicitado medios para que salgáis de esa prisión. La reja que hallaréis abierta y la que tendrá puesta la escala es la primera del cubo de la torre. Avisad en teniendo limadas las prisiones, para que esa noche os espere quien ha de acompañaros, que quien lleva éste traerá la respuesta. Dios os guarde." Deja que una y muchas veces, no a los brazos, a las plantas te pague el porte de aquesta ventura que no esperaba. ENIO: Pues sin esperarla viene, no hay que esperar a lograrla; que yo he de ser el primero que acompañándote vaya. ¿Qué noche vendrán? CORIOLANO: Acciones que tocan en temerarias no hay que pensarlas; que sólo se arriesgan en lo que tardan. Y pues solamente aquí limar las prisiones falta, de aquí a la noche habrá tiempo. ENIO: Según eso, ésta señalas. CORIOLANO: Sí. ENIO: Adiós, pues. CORIOLANO: Adiós.
Sale PASQUÍN
PASQUÍN: Tu padre viene entrando hacia esta sala. ENIO: No digas que yo le he visto.-- Tú, retírate a tu estancia; que de hallarme aquí yo tengo disculpa que dar. CORIOLANO: Tirana Fortuna, duélete un día siquiera de mis desgracias.
Vase CORIOLANO, cerrando la prisión. Sale AURELIO
AURELIO: Bien dijo quien dijo que era en las pasiones humanas muchos cuidados un hijo. Dígalo yo, a quien arrastran, con ley de juez que acrimina, dolor de padre que ama. Y así, entre las dos pasiones, haciendo una sola de ambas, le prendo y le guardo a un tiempo, porque preso satisfaga a la justicia, y también porque preso asegurada su persona esté; que es cierto que, a no estarlo, le mataran Lelio y sus deudos; de suerte que, justiciera la maña, para todos le castiga cuando para mí le guarda. Y así a ver vengo... ¿Enio aquí? ENIO: Llegando de la campaña e informándome, señor, de cuanto en mi ausencia pasa, cumpliendo mi obligación y considerando cuánta de Coriolano es la culpa, quise saber con qué guardas y prisiones su persona está; que nunca yo entrara a verle preso, si no fuera para asegurarla. AURELIO: De ti lo creo. (¡Al caído, Aparte oh amistad, qué presto faltas!)
[Habla CORIOLANO] al paño
CORIOLANO: Entreabriendo aquesta puerta, puedo escuchar lo que hablan. AURELIO: A lo mismo venía yo; y pues que tu vigilancia debe, por su obligación, aliviarme de la carga de cuidar que su persona segura esté, que es el ansia que más me aflige, respecto de que es preciso que caiga, si él faltase, sobre mí la sospecha, que me valga de ti es preciso también, pues de nadie con más causa fiarme puedo, que de quien le toca lo que le encargan. Y así, pues que desde aquí mi desvelo en ti descansa, por el Senado te nombro guarda mayor de sus guardas. Tú le has de dar cuenta dél; y desde hoy con más instancia, porque, queriendo con Lelio de su padre la desgracia en parte suplir, en él se ha proveído la plaza de segundo senador, de que hoy tomará en la sala de justicia posesión. Mira si habrá quien te haga, el día que te le fío, el cargo a ti de su falta. Vesle ahí; que no quiero verle yo. (Lástima es, que no saña.) Aparte Entrégate dél, y teme que el cuchillo que amenaza su garganta no ejecute los filos en tu garganta.
Vase. Sale CORIOLANO
ENIO: ¿Haslo oído? CORIOLANO: Sí. ENIO: Pues oye también que no me acobarda su despecho para que libre esta noche no salgas. En ella te espero. Adiós. CORIOLANO: Oye. Y ¿será buena paga que vengas tú a darme vida y yo a darte muerte vaya? ENIO: Un medio término puede medir esas dos distancias. CORIOLANO: ¿Qué medio término? ENIO: Yo, hasta salir de la raya, contigo he de ir. Con quedarme contigo, y en buena o mala fortuna seguir la tuya, resguardado, te resguardas. CORIOLANO: Eso es, porque no se pierda uno, perderse dos. Basta que a mí, como delincuente, por forajido la patria me dé, sin que por traidor, yendo contra lo que manda, te dé a ti; mira el desdoro que hay de una fuga a una infamia. ENIO: Eso salva el dar la vida a un amigo. CORIOLANO: Mas no salva al amigo que le pone en que pierda honor y fama. ENIO: Yo cumplo con esperar. CORIOLANO: Yo con no salir. ENIO: Repara. CORIOLANO: No hay que reparar. ENIO: Advierte. CORIOLANO: No hay que advertir. ENIO: Mira. CORIOLANO: Nada he de mirar. Y porque tan desconfïado vayas, que no esperes mi salida, daré al aire tu esperanza.
Arroja hacia dentro la lima
ENIO: ¿Qué has hecho? CORIOLANO: Arrojar la lima; que si ella es la llave falsa de mis prisiones, sin ella verás que en vano me aguardas. ENIO: Eso es desesperación. CORIOLANO: Esto es honra. ENIO: Es temeraria resolución. CORIOLANO: Es piadosa. ENIO: Es cruel despecho. CORIOLANO: Es constancia. ENIO: Es furor. CORIOLANO: Es honor. ENIO: Es ira. CORIOLANO: Es valor. ENIO: Es ingrata fe con Veturia. CORIOLANO: Veturia me querrá --que es noble dama-- más con alabanza muerto que vivo sin alabanza. ENIO: No quiero apurar ahora despeños a tu arrogancia. Mañana quizá estarás de otro parecer, si pasa noche por éste. CORIOLANO: Aunque pasen siglos, no habrá en mi mudanza. ENIO: Con todo, mañana espero ver qué valen mis instancias. CORIOLANO: Pues, hasta mañana, adiós. ENIO: Pues adiós, hasta mañana.
Vanse. Múdase el teatro en sala de tribunal, con sitial y dosel, y salen AURELIO y un RELATOR, viejo venerable
AURELIO: ¿Está todo prevenido? RELATOR: Sí, señor; y acompañado de la nobleza ha llegado Lelio ya. AURELIO: (Pierdo el sentido Aparte al ver que la posesión he de dar contra mi hijo a quien tan claro colijo ser justa su indignación. Pero ¿qué puedo yo hacer, cuando corre tan deshecha la suerte que a mi sospecha es fácil de convencer? Con que no hay razón que impida ser su juez, cuando advierto que, si él es hijo del muerto, yo padre del homicida. Y es tan grande del Senado la autoridad y el honor que el que eligió a Senador no puede ser recusado; dando a entender que ha de ser tan recto en la ejecución que interés, sangre o pasión no ha de poderle vencer. Ya llega; forzoso es que, a costa del ansia mía, obre ahora la cortesía y la fortuna después.)
Sale LELIO vestido de luto, y gente de acompañamiento
AURELIO: Vos seáis muy bien venido, señor, a suplir la ausencia, con vuestra heroica presencia, del que hemos todos perdido. Y digo todos, porqué padre de la patria era, cuya desdicha, si fuera capaz de tenerse, en fe de ser vos quien la suplís, sólo afianzara el consuelo. LELIO: Aurelio, guárdeos el cielo. AURELIO: Sentaos, pues a eso venís. No es ése vuestro lugar, estotro es el que se os debe; que el tribuno de la plebe el izquierdo ha de ocupar.-- Llamadle. RELATOR: Ya viene allí.
Sale ENIO por otro lado con gente de acompañamiento
ENIO: Perdonadme, si he tardado; que en vuestro servicio he estado. AURELIO: ¿Queda bien seguro? ENIO: Sí. (Y tanto que no quisiera Aparte yo que lo quedara tanto.)
Siéntanse los tres en tres sillas, y en un taburete el RELATOR
AURELIO: (¡Quién disimulara el llanto!) Aparte La ceremonia primera es que un pleito sentenciéis, porque con vuestro decreto la posesión y su efeto consisten.
Al RELATOR
-- ¿Cuáles tenéis más vistos o más a mano? RELATOR: El que más visto, después de ser el más grave, es, señor, el de Coriolano. AURELIO: Leed sus cargos. (Fuerza es esto.) Aparte RELATOR: "Habiéndose publicado un edicto del Senado, a derogarle dispuesto, dijo que él publicaría otra en contra, en que mandase que ninguno le observase; dando a entender que podía leyes quitar y poner; a cuyo efecto movió la milicia, en que mostró, no sin ambición, querer, el día que su furor contra el Senado armas toma, levantándose con Roma, coronarse emperador. Testigo hay que afirma ser suya, y de otro alguno no, la espada que a Flavio hirió." AURELIO: ¿Qué alega en descargo? RELATOR: "Haber siempre constante y leal servido a la patria; que, siguiendo a Rómulo, fue el cabo más principal; que a los Etruscos venció, muerto su rey a sus manos; que a los labinios y albanos al imperio sujetó; que al sabino fue su brío el que resistió valiente el paso una vez del puente, y otra el esguazo del río, sin la tercera, en que entró triunfante en Roma. Esto alega; y en cuanto a ser suya, niega, la espada, que a Flavio hirió; concluyendo con que osado no se opuso su fortuna al Senado, sino a una no justa ley del Senado." AURELIO: Ya, nobleza y plebe, habéis el cargo y descargo oído. Para votar siempre ha sido estilo que despejéis, mientras nuestro sentimiento, desavenido en nosotros, no apele para vosotros en general parlamento. UNOS: Así es, y nuestra esperanza... OTROS: Lo que dijiste te advierte. AURELIO: ¿Qué dije yo? TODOS: Que su muerte sería ejemplo, y no venganza. [RELATOR: Retiraos.]
Vase el pueblo
AURELIO: (¿Que su muerte sería ejemplo, y no venganza? .....................[-anza] .....................[-erte] Yo lo dije. ¿Habrá quien crea que una voz, que a darle vida fue allá causa, repetida aquí, a darle muerte sea? ¿Ni quién creerá en mi quebranto que, siendo lo más veloz una pluma y una voz, voz y pluma pesen tanto que en vano su gravedad sustentarla solicito? Darle perdón es delito; darle castigo es crueldad. Aquí, a pesar de mi fama, me está llamando el amor; aquí, a pesar del dolor, la justicia es quien me llama. A un tiempo sin mí y conmigo balanzas mis manos son; en ésta pongo el perdón, en ésta pongo el castigo. Ya no puede haber malicia en el peso que dispuse, pues donde la pluma puse ha cargado la justicia. A mi dolor esta vez no habrá consuelo que cuadre, pues más que la voz de padre pesó la pluma de juez.
Escribe
¿Qué mucho, si en el crüel dolor de mi sentimiento centro es de la voz el viento, y de la pluma el papel? La hoja al voto he de volver; no haga el ejemplar mi pena; que, si un padre le condena, un contrario, ¿qué ha de hacer?) Ahora votad [vos]. LELIO: (Que añada Aparte dolor a dolor es suma fuerza, y que empuñe la pluma, cuando debiera la espada. Entre cólera y templanza yo me enfreno y yo me irrito; que vengarme por escrito venganza es, mas ruin venganza. Y será acción mal distinta, aunque Roma sea mi madre, que vierta sangre mi padre, y yo la lave con tinta. Y así perdone esta vez, que entre juez y caballero para conmigo, primero fui caballero que juez.)
Escribe
Ya firmé y volví la hoja. AURELIO: Votad vos ahora, Enio. ENIO: (¡Qué poco tendrá mi ingenio Aparte que pensar en tal congoja! Pues si ausentarle consigo con mi voto, es cierto que como juez conseguiré lo que intenté como amigo.)
Escribe
También yo he firmado. AURELIO: Pues por si alguno se mejora, conferido, leed ahora los votos de todos tres. RELATOR: "Habiendo considerado de Coriolano la fiera culpa, mi voto es que muera. Aurelio, por el Senado." "Atento a la gran proeza de Coriolano, y su altiva fama, mi voto que viva es. Lelio, por la nobleza." "Porque pague lo que a él debe la patria, y no perdonado quede, della desterrado salga. Enio, por la plebe." Los tres habéis discordado. LELIO: Mi voto no hay que confiera en que viva. AURELIO: Yo en que muera. ENIO: Yo en que vaya desterrado.
Levántanse
LELIO: Que muera es mucho rigor. AURELIO: Que viva es mucha piedad. ENIO: Luego entre amor y crueldad no será crueldad ni amor el destierro. LELIO: Sí hará tal; que mejor, a cuantos ven, será perdonarle bien que no castigarle mal. Un destierro a tal delito ni es castigo ni es perdón. RELATOR: Yo cumplo mi obligación, si los tres votos remito al general estamento de la nobleza y la plebe, que es el que, en discordia, debe dar al uno el cumplimiento.
Vase
AURELIO: (Mi esperanza en eso estriba; Aparte que al ver tan sin ejemplar mi voto, es fuerza ganar afectos para que viva.)
Vase
LELIO: (No mal de su juicio espera Aparte mi voto lograrse, pues sabrá la nobleza que es que viva para que muera.)
Vase
ENIO: (El pueblo sabrá, informado Aparte de mí, que para cumplir con no morir ni vivir, elegí el ir desterrado. Con que después iré a dar cuenta a Veturia de que, ya que lo uno no logré, lo otro dispuse.)
Vase. Salen VETURIA y LIBIA disfrazadas y con velos en el rostro
VETURIA: El pesar de un amante corazón, que de los hados se queja, pocas veces, Libia, deja quietar la imaginación. Una grave diligencia a Enio encargué; no he sabido el efecto que ha tenido; y como es de la paciencia cualquier tardanza enemiga, me he atrevido disfrazada, y deste velo tapada, a buscarle y que me diga, ya que sus ocupaciones lugar quizá no le han dado, lo que della ha resultado. LIBIA: A poco riesgo te pones de ser conocida, pues en ese traje y tapada, no tienes que temer nada. Y para hallarle ésta es la mejor hora, supuesto que es la que sale el Senado, en que es fuerza que haya estado.
Tocan dentro chirimías y atabalillos
VETURIA: Espera. ¿Qué será esto de hacer salva y concurrir tanta gente a sus umbrales? LIBIA: De gran novedad señales son. No me atrevo a inferir qué será. Pero allí viene Pasquín, y él me lo dirá. VETURIA: Tente; que por ti podrá conocerme, y no conviene que sepa quién soy. LIBIA: Diré que eres una amiga mía que viene en mi compañía en busca suya; con que, no hablando tú, ¿cómo puede conocerte? VETURIA: Dices bien.
Vuelven a tocar, y sale PASQUÍN
PASQUÍN: Gracias al gran Baco den mis ansias, pues me concede no ser guarda, a cuyo fin visitarle solicita mi sed, en cualquier hermita que encuentre suya. LIBIA: ¡Pasquín! PASQUÍN: Libia, por quien cierto hombre dijo, en frase no muy vana, "Libia, que ya de liviana tienes la mitad del nombre", ¿qué es aquesto? LIBIA: ¿Qué ha de ser? Que, viendo que no me vías en tantísimos de días, de ti procuré saber. Y, diciéndome esa amiga que te había visto aquí, que viniese la pedí conmigo. PASQUÍN: No sé si diga que mientes; porque es en vano persuadirme a que ignoraba nadie que nombrado estaba por guarda de Coriolano. LIBIA: ¿De Coriolano? PASQUÍN: Sí. LIBIA: Pues ¿cómo la guarda has dejado? PASQUÍN: Como, habiéndole sacado de la prisión, fuerza es que sobren las guardas. VETURIA: (¡Cielos! Aparte ¿Qué oigo? ¿Sacado le han de la prisión? Que serán --¿quién lo duda?-- mis desvelos; pues sacarle a él de prisión y no verme Enio, su fiel amigo, de irse con él bastantes indicios son Sin duda él la diligencia hizo.)
A LIBIA
Pregúntale más. LIBIA: Ya que disculpa me das de faltar de mi presencia, dime ¿cómo lo han sacado, cuándo, quién, cómo, y qué fiesta, porque a él le saquen, es ésta que hoy hace todo el Senado? PASQUÍN: ¿Qué fiesta, quién, cómo y cuándo preguntas, sin reparar que ése es mucho preguntar? Y más para mí, que ando, con la falta del dormir, muy frágil hoy de memoria, y es muy larga aquesa historia. LIBIA: Tente; que no te has de ir sin que a las cuatro razones cuenta des. PASQUÍN: ¿Es fuerza? LIBIA: Sí. PASQUÍN: Señores, ¿quién me hizo a mí contador de relaciones? Desde el parlamento alto, Libia, al bajo parlamento, como si fuera bayeta, bajó remitido el pleito. Lo que allá se confirió no lo sé muy por extenso; mas sé que fue su resulta que, de donde estaba preso, a Coriolano sacasen, y al son de los instrumentos le restituyesen cuantos honoríficos aprestos prevenidos le tenían para su recibimiento el día que en Roma entró coronado de trofeos. ¿Quién le sacó? Fue la guarda. ¿Cuándo? En el instante mesmo. ¿Cómo? De laurel ceñido. ¿Dónde? Al trono más excelso. De modo que de la misma suerte que le recibieron triunfante se vuelve a ver de la prisión libre, en medio del senador propietario y el sustituto del muerto, haciendo hoy las ceremonias que entonces se hubieran hecho, si aquella mala mujer de Veturia con extremos tan duelistas no le hubiera en tanta desdicha puesto. Hasta aquí sé; desde aquí busca a otro majadero que te diga lo demás, si no te basta oír al pueblo.
Vase. Chirimías y atabalillos [y dicen dentro]
TODOS: ¡Viva Senado que sabe dar a las victorias premio! VETURIA: ¿Quién creerá que hay caso en que oír baldones agradezco? Libia, dime, si es verdad lo que escucho y lo que veo; porque ser dicha y ser mía, ser gozo y no ser ajeno, implica contradicción. ¿Libre Coriolano, cielos? ¿Libre y con nuevos honores restituido a sus puestos? Desengáñame tú, dime si es cierto, Libia. LIBIA: Y tan cierto que, sin ser la enamorada yo, desde aquí lo estoy viendo; pues para que lo vean todos, el Capitolio han abierto. Sosiégate; que no es bien te descubran tus afectos. Y más cuando todo el vulgo, con el general contento de su perdón, trae en tropas mujeres y hombres diciendo: TODOS: ¡Viva Senado que sabe dar a las victorias premio!
Con esta repetición y las chirimías y atabalillos, salen todas las mujeres y hombres, abriéndose todo el foro, y en un trono CORIOLANO, con laurel, manto y bastón, y a sus lados AURELIO, LELIO, ENIO, y el RELATOR
CORIOLANO: (Fortuna, si por asunto Aparte de tus variados sucesos me ha elegido lo inconstante de tu condición, a efecto de que se acrisole en mí ser verdad aquel proverbio de que es un sueño la vida, pasándome tus extremos a preso de victorioso, y a victorioso de preso: suspéndete en este engaño, siquiera por un momento, y conténtate con darme al partido de que sueño la felicidad, con que a verme triunfante vuelvo. AURELIO: Publicad, para que conste a toda Roma, el decreto que en su remisión ha dado el general estamento. VETURIA: Oye, Libia, por si oírlo añade gozos al verlo. RELATOR: Sepa Roma, y sepa el orbe que plebe y nobleza, atento a que no es justo que queden tantos señalados hechos como debe a Coriolano la república sin premio, principalmente en la rota del último vencimiento del sabino, cuyo triunfo entonces quedó suspenso; sepa Roma, y sepa el orbe que plebe y nobleza, habiendo recusado el primer voto, le dan por libre y absuelto de la pena capital de muerte; y añaden luego que prosiga el adquirido triunfo, con que satisfecho ya una vez en lo que toca a cuanto es merecimiento, convienen con el segundo voto de que viva; pero que no viva despenado tanto como en el tercero el destierro le permite; porque ha de ser el destierro con circunstancias de que sirvan a otros de escarmiento, no dejando sin castigo el osado atrevimiento de haber alterado a Roma, de haberse al Senado opuesto, convocado la milicia y, sobre un senador muerto, despertado las sospechas de quererla hacer imperio. Y así determinan que suceda al triunfo el destierro, arrojándole de sí, de los honores depuesto, pues si mereció ganarlos, ya le ha pagado con ellos, y debe cobrarlos, pues también mereció perderlos; con que, emancipado hijo de la patria, y de sus fueros hoy desnaturalizado, establecen que al momento que vea el pueblo que a deberle nada le queda a su acuerdo, degradado del laurel, bengala y estoque, siendo el pregón de sus delitos los pavorosos acentos de destempladas sordinas y roncos parches funestos, le saquen de los distritos de toda Roma; y expuesto al arbitrio de los hados, le dejen en los desiertos montes fuera de su raya. Y para que en todo tiempo, por donde quiera que fuere, lleve las señas de reo, los hierros de la prisión sean testigos de sus yerros, diciendo premio y castigo, sin venganza y con ejemplo, pena de ser sospechoso el que no diga con ellos: RELATOR y TODOS: ¡Viva Senado que sabe unir castigos y premios! VETURIA: (¡Ay, Libia, bien temí yo Aparte ser mi dicha devaneo.) CORIOLANO: (¡Ay, fortuna! Bien temí Aparte que era mi ventura sueño.) AURELIO: Yo, aborrecido hijo... (Mal dije; que en deshonor puesto, no debe llamarte hijo ni aun el aborrecimiento) yo, Coriolano, te puse el laurel, que en otro riesgo te quité, por darte vida, y ahora a quitártele vuelvo porque me mate el dolor;
Quítasele
que para mi sentimiento más que verte degradado dél, verte quisiera muerto. LELIO: Mi padre te dio el estoque que osado contra su pecho esgrimiste; y aunque a mí quitártele toca, quiero trocarle al bastón, porque no se piense que es a afecto de dejarte desarmado para mi venganza, puesto que, dondequiera que fueres, seguirte y matarte tengo.
Quítasele
ENIO: Yo, Coriolano, la espada, por la obligación del puesto, te quito;
Quítasela
pero entendido ten que con ella me quedo para emplearla en tu favor, siempre que se ofrezca hacerlo. CORIOLANO: ¡Cielos! ¿Qué dolor que iguale a mi dolor habrá? VETURIA: ¡Cielos! ¿Qué tormento habrá que pueda medirse con mi tormento? RELATOR: Ahora, escuadras, que nombradas estáis para el cumplimiento de la justicia, pues yo, como fiscal, os le entrego desposeído del trono y las insignias depuesto...
Tocan cajas destempladas y sordinas
... al son, como antes os dije, de fúnebres instrumentos, llevadle, hasta quedar fuera de todos los lindes nuestros. Y para seguridad de que no conmueva al pueblo, sobre afianzadas prisiones, llevadle el rostro cubierto; que, para saber quién es, basta que vais repitiendo: RELATOR y TODOS: ¡Viva Senado que sabe unir castigos y premios.
Cajas
MUJER 1: ¡Qué lástima!
Vase
MUJER 2: ¡Qué desdicha!
Vase
MUJER 3: ¡Qué pena!
Vase
MUJER 4: ¡Qué desconsuelo!
Vase
LELIO: Retírome; no se entienda que en su castigo me vengo.
Vase
ENIO: ¡Quién, por no oírlo, ensordeciera! AURELIO: ¡Quién cegara, por no verlo!
Vanse los senadores
SOLDADO: Ven, y a lo que ejecutamos disculpe el que obedecemos.
Vuelven a tocar las sordinas y cajas
CORIOLANO: En fin, hijo aborrecido, patria, ¿me arroja tu centro, como bruto, a las montañas, como fiera, a los desiertos? Pues teme que, como fiera rabiosa, que, como fiero bruto irritado, algún día me vuelva contra mi dueño.
Cúbrenle el rostro y llévanle
TODOS: ¡Viva Senado que sabe unir castigos y premios!
Vanse
VETURIA: ¡Oíd, esperad! LIBIA: No, señora, des con segundo despeño a toda Roma segundo escándalo. VETURIA: ¿Cómo puedo dejar de darle, cumplido el número al sufrimiento? Déjame, Libia, que vaya a morir con él. LIBIA: Todo eso es querer que contra ti vuelva el rigor. VETURIA: ¿Qué más vuelto, si, perdido Coriolano, esposo, alma y vida pierdo? ¡Oh Júpiter! ¿Para cuándo, ya que me asustan los truenos desas cajas y esas trompas, guardan tus rayos su incendio? O ¿para cuándo, fortuna, es el igualar los tiempos? ¿Siempre a más la edad del llanto? ¿Siempre la del gozo a menos? Dígalo yo, pues apenas vi brujuleado el contento, cuando vi patente el daño, uno instante y otro eterno; pues siempre durará en mí de su ausencia el desconsuelo, de su desdoro el dolor y de su patria el desprecio; si ya no es que, cuando sepa dónde haya tomado puerto su derrotada fortuna, mi amor en su seguimiento vaya a quebrarla los ojos, porque, aunque sé que son ciegos, si no sintiere su falta, sentirá mi sentimiento, cuando, a pesar de su ira y a oposición de su ceño, oiga que sin ella pude labrarme mi dicha, siendo mi suma felicidad sólo el ver que a verle vuelvo. Y hasta entonces, altos dioses, sol, luna, estrellas, luceros, planetas, signos y nubes, aire, agua, tierra y fuego, aves, peces, brutos, fieras, montes, troncos, golfos, puertos, con lástima suya y mía, repetid con mis lamentos: ¡Cielos, o dadle venganza, o dadme paciencia, cielos!
Vase
LIBIA: Oye, aguarda, escucha, espera. Tras ella iré, por si puedo excusar su precipicio.
Vase. Múdase el teatro en bosque, y salen ASTREA y SABIN[I]O
SABINIO: ¿Dónde, Astrea, vas? ASTREA: Siguiendo tus huellas voy. SABINIO: Pues aquí me espera; que al punto vuelvo. ASTREA: Detente, que no has de dar paso sin mí; que no quiero que me suceda otra vez el accidente o el riesgo de hallarme sin ti en poder de los que apenas me vieron ir precipitada, cuando desesperados volvieron a que pasase la voz de dejarme en un desierto, perdida de vista. Y pues, a no permitir el cielo que hubiera dado en las manos del romano caballero que te conté, prisionera, no hubiera a tus ojos vuelto, no será justo que tanto de la fortuna fïemos que otra vez nos dividamos, sino que en cualquier suceso corramos una los dos. Y así, donde fueres, tengo de ir contigo. SABINIO: Ese fracaso que tantas veces habemos conferido, y cada vez se vuelve a quedar entero, fue el desmán que ocasionó caer tan pavoroso hielo en todos los corazones que, desmayados, volvieron a abandonar lo ganado, descaecidos los alientos; y, siendo así que, cobrados hoy, alojados los tengo por todos esos villajes, hasta incorporar con ellos las nuevas reclutas que de toda Sabinia espero, para acabar de una vez, o bien victorioso o muerto, con aquese Coriolano que, de la estrella heredero de Rómulo, sobre mí tiene dominante imperio; ¿qué mucho que, arrebatado, Astrea, en este pensamiento, espía yo de mí mismo, mandase a los que vinieron conmigo que me dejasen solo, porque entre lo espeso más disimulado pueda reconocer el terreno, por donde logre mejor cobrar el perdido encuentro? ASTREA: Sí; mas haberte avanzado hasta tocar los extremos que dividen vasallaje entre el romano y el nuestro no deja de ser arrojo más temerario que cuerdo. Yo no he de dejarte en él; y así elige, porque tengo de llevarte o ir contigo. SABINIO: En rara duda me has puesto; que irte conmigo es peligro, e ir yo contigo es recelo. Y así no sé qué te diga, sino es que en decir resuelvo...
Dentro
VOZ: Ya que fuera de la raya, que es el orden que traemos, queda, ¡a retirar, soldados! Que estamos en mucho riesgo, si en su término nos sienten los sabinos.
Ruido de cadenas
CORIOLANO: ¡Piedad, cielos! UNO: Ellos te amparen, pues ves que nosotros no podemos. SABINIO: ¿Has oído unas lejanas voces que la mía impidieron? ASTREA: No tan sólo las he oído, mal pronunciadas del eco, mas del ruido acompañadas como de arrastrados hierros de prisión. SABINIO: Vuelve a escuchar, por si algo entender podemos. CORIOLANO: ¡Ay de quien nace a ser trágico ejemplo que a la fortuna representa el tiempo! SABINIO: Quédate aquí, por tu vida, mientras voy a ver qué es esto. ASTREA: No soy tan poco curiosa que también no quiera verlo. SABINIO: Un hombre, mejor dijera un horror, hacia allí veo que, mal esforzado, ya tropezando y ya cayendo, cubierto el rostro, ligadas las manos y los pies presos, baja torpe.
Sale CORIOLANO
ASTREA: ¿Qué esperamos, que no le reconocemos? Hombre infelice, ¿quién eres? CORIOLANO: Soy el aborrecimiento, la ira, la saña, el rencor, la ojeriza, el odio, el ceño de aquel réprobo destino que hizo verdad el concepto que "teatro del hombre" al hombre llamó, pues en m[i] supuesto midió las distancias que hay de lo próspero a lo adverso. ¡Ay de quien nace a ser trágico ejemplo, que a la fortuna representa el tiempo! ASTREA: ¿Qué aguardo a quitarle al rostro la venda? ¡Cielos, qué veo! CORIOLANO: ¡Cielos, qué miro! ASTREA: ¿Si es ilusión? CORIOLANO: ¿Si es devaneo? SABINIO: ¿Quién eres, hombre, me di, sin retóricos rodeos? CORIOLANO: ¿Cómo he de decir quién soy, si aun de quién fui no me acuerdo? ASTREA: (O es él o naturaleza Aparte dél lo copió.) CORIOLANO: (Sí, ella es.) Aparte ASTREA: (Pero Aparte ¿cómo es posible ser él, de tal fausto en tal desprecio?) CORIOLANO: (Mas no haberme conocido, Aparte según estoy, será cierto.) SABINIO: En vano te excusas. Di, ¿quién eres?
Salen EMILIO y PASQUÍN
EMILIO: Llega. SABINIO: ¿Qué es eso? PASQUÍN: Estarme moliendo a coces. EMILIO: Que hallado en el monte habemos desmandado del camino este hombre, y te le traemos, por si es espía. PASQUÍN: Te engañan en que desmandado vengo, porque antes vengo mandado. Y es el caso... SABINIO: Di. PASQUÍN: ...que habiendo dejado aquí a Coriolano... SABINIO: (¡Qué oigo!) Aparte ASTREA: (¡Qué escucho!) Aparte PASQUÍN: ...temiendo, como vendado quedó, que no dé en algún despeño, me mandaron que volviese yo a desviarle, hasta que puesto en real camino o segura senda quede. Si esto es cierto, dígalo él; que, al verle ya entre gente y descubierto, sin riesgo de despeñarse, paso entre paso me vuelvo. EMILIO: Tente; que no te has de ir. PASQUÍN: A mí me estará bien eso, si, apóstata de soldado sin nota de tornillero, entre vustedes, mogrollo de Corïolano quedo. SABINIO: ¿Tú eres Coriolano? CORIOLANO: Sí; que uno es que calle el silencio y otro que mienta la voz. ASTREA: ¿Qué dudo? Pierda el recelo de si es o no; que bien cabe en los humanos sucesos el dejarle allá triunfando y hallarle aquí padeciendo. SABINIO: (Aquí hay traición.) Aparte ¿Quién, si eres Coriolano, di, te ha puesto en tal desdicha? CORIOLANO: Es tan noble mi delito que no quiero dejar a la presunción la sospecha de no serlo. Una dama fue mi ruina; que el verla con sentimiento bastó para que en favor suyo hiciese tal empeño que dio ocasión a que dél, unos a otros sucediendo, tantos resultasen como mirarme por ella preso, por ella desposeído de mis insignias, depuesto de mis honores, echado de mi patria y, como ajeno hijo emancipado suyo, negado a sus privilegios, enviándome desterrado, con viles señas de reo, hasta sacarme de todos sus distritos. ASTREA: (¿Qué oigo, cielos? Aparte ¿Por una dama? Sin duda, que, quién era yo sabiendo, no haberme hecho prisionera son los cargos que le han hecho.) SABINIO: Bien pensarás que yo he estado escuchándote suspenso, en orden a que me habrán compadecido sucesos tan extraños. Pues no; que antes me han ofendido, creyendo que todo aquesto es traición. (Válgome deste pretexto Aparte para acabar con él, pues no tiene otro eficaz medio vencer una opuesta estrella que destruirla el objeto.) Y así, antes que la logres, si introducirte es a intento de darme muerte, a mis manos morirás. ASTREA: ¡Tente! SABINIO: ¿Qué es esto? ¿Tú a mi enemigo defiendes, Astrea? ASTREA: Yo le defiendo, Sabinio, porque es a quien libertad y vida debo. Sea Coriolano o no, el romano caballero es que a mi nombre le tuvo tan decoroso respeto que a mí misma me envió a mí misma. Y si por esto padece, como lo muestra claro su castigo, puesto que donde él me envió a mí libre, es donde a él me le envían preso, mira si en obligación de defenderle estoy. SABINIO: Siendo tuyo el respeto, mal puede ser ya mío el sentimiento.-- ¿Qué esperáis? Llegad, quitadle las prisiones. CORIOLANO: (Ya no debo Aparte quejarme de ti, fortuna; pues si una mujer me ha muerto, otra me ha dado la vida.) A tus pies... SABINIO: Alza del suelo, y ofrécele a Astrea, pues es suyo el agradecimiento. CORIOLANO: Si al nombre de la deidad postrado rendí el obsequio, ¿qué haré a la deidad, el día que obra milagro tan nuevo como hacer de un desdichado un dichoso, si no puedo hacer más que haber traído las cadenas a su templo? ASTREA: Que el tiempo me diría el tuyo también dije yo, añadiendo que fíes de mí; y pues ya cumplió su palabra el tiempo, también sabré yo cumplir la mía, restituyendo los puestos y los honores de que ingrata te ha depuesto tu patria. CORIOLANO: Con sólo uno, señora, si le merezco, no habré menester tener más honores ni más puestos. ASTREA: ¿Qué es? Que yo, en fe de su amor, por Sabinio te lo ofrezco. SABINIO: Yo por ti. ¿Qué es? CORIOLANO: Que me admitas por tu soldado a tu sueldo; y esto por pensar que es más servicio tuyo que premio mío; pues si yo una vez, a mi venganza resuelto, tomo, Sabinio, las armas contra Roma, me prometo --bien como ladrón de casa, que sé lo que incluye dentro-- ponerla a tus plantas, sólo con que sepas que es intento vano querer por aproche rendir sus muros soberbios, pues sólo pueden rendirla más, domado el ardimiento, que las iras del asalto las paciencias del asedio. Contra ti defendí el puente, que es llave de su comercio, el día que a tus soldados les fue undoso monumento el ciego esguace del Tíber; y si hoy, al contrario, intento invadirle en tu favor, cortados los bastimientos, es fuerza darse a partidos. SABINIO: Si es admitido proverbio que el bueno para enemigo será para amigo bueno, no dudo con tu valor el verme de Roma dueño. CORIOLANO: Pues ¡al arma! SABINIO: Pues ¡al arma! CORIOLANO: Vea el mundo... SABINIO: Admire el cielo... CORIOLANO: ...y llore Roma en sus ruinas mi injusto aborrecimiento, cuando de un instante a otro, si antes dije en mis lamentos: "¡Ay de quien nace para ser ejemplo que la fortuna representa al tiempo..." SABINIO: Todos contigo diremos... TODOS: "¡Feliz quien vino a ser glorioso empleo de su venganza y del aplauso nuestro!"

FIN DE LA JORNADA SEGUNDA

Las armas de la hermosura, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Dec 2002