ANDRÓMEDA y PERSEO

Auto sacramental

Pedro Calderón de la Barca

El texto presentado aquí fue preparado por José María Ruano de la Haza y publicado por Edition Reichenberger (Kassel, 1995). El texto se presenta aquí con el permiso generoso de su editor. La edición de este auto y su refundición se basan en los manuscritos ubicados en la Biblioteca Histórica de Madrid. Por favor, consulten los detalles y notas completas en aquella edición. Este texto fue re-editado en forma del HTML para presentarse en esta colección por Vern Williamsen en 1997.

 


Personas que hablan en él:
Salen en tropa, cantando y bailando, la GRACIA [y el AGUA] con un espejo; la CIENCIA [y el AIRE] con un airón de plumas; la IGNOCIENCIA [y el FUEGO] con un manto imperial; y la VOLUNTAD [y la TIERRA] con un azafate de frutas y flores; y, detrás, ANDRÓMEDA, como vistiéndose, y el ALBEDRÍO
MÚSICA: "Los años floridos de Andrómeda hermosa, beldad destos montes, deidad destas selvas, ufano los cuente el mayo con flores, feliz los señale el sol con estrellas." ANDRÓMEDA: ¡El espejo!
Mírase en él, tomándole la GRACIA del elemento del AGUA
Peregrina es en todo mi belleza. ¿Qué, Humana Naturaleza, te falta para divina? Los cielos no hicieron, no, cosa, en todos sus modelos, más hermosa. Ni aun los cielos son tan bellos como yo; pues sus orbes de cristal obra inanimada han sido y yo, con alma y sentido, soy fábrica racional. El Centro, mi padre fue, de la Tierra; ella es mi madre; y, aunque por madre y por padre, humilde nací, no sé que aje, por más que revuelva el sol su edad presurosa. ELLA y MÚSICA: "Los años floridos de Andrómeda hermosa, deidad de este monte, beldad de esta selva." ALBEDRÍO: Infanta, idos poco a poco; que, si altiva a veros llego, vos tendréis la culpa, y luego dirán que yo soy el loco; pues, siendo vuestro Albedrío, según dicen por ahí, vos usaréis mal de mí y vendrá el daño a ser mío. GRACIA: Bien en mi puro cristal, por ser obsequio que haces a tu Hacedor, te complaces; pues siendo la original Gracia yo, en que te has crïado, cuando en mí viéndote estás, ningún defecto hallarás. ALBEDRÍO: Sí; mas temed que, manchado, llegue a eclipsarse su pura luna y, algún día, veáis un cadáver cuando vais a mirar una hermosura. Temed del tiempo las huellas, para que vuestros verdores... ÉL y MÚSICA: "...ufano los cuente el mayo con flores; feliz los señale el sol con estrellas." ANDRÓMEDA: ¡El manto!
Tómale la IGNOCIENCIA del elemento del FUEGO
IGNOCIENCIA: Ya su imprudencia no anunciará tu desgracia, viendo que al don de la Gracia se sigue el de la Ignociencia. Real púrpura, su color, en jeroglífico, dice que eres la reina felice del universo.
Llega [la VOLUNTAD] con las flores del elemento de la TIERRA
VOLUNTAD: Mejor lo dirá la voluntad con que yo, en flores y en frutos, reconozco los tributos que debo a la majestad.
Llega [la CIENCIA] con las plumas del elemento del AIRE
ANDRÓMEDA: ¡Las plumas! ¿Tú las traes? CIENCIA: Sí. La Natural Ciencia soy y, así, las plumas te doy, para volar desde aquí, con las alas de mis plumas, a la superior esfera. ALBEDRÍO: Volad, pero de manera que no deis en las espumas. ANDRÓMEDA: En cuatro dotes noté, si consulto mis alientos, que están los cuatro elementos simbolizados. Si fue el del Agua el cristalino espejo en que me copió hoy la Gracia, ya se vio; y ya se vio, si previno la Ignociencia la imperial púrpura, color de Fuego, que ella es su elemento; luego, si la Ciencia Natural plumas me da con que vuele mi fama, que el Aire es; y si la Tierra, después, no hay fruta y flor que no anhele la Voluntad cultivar para que me sirva hoy, ¿quién puede dudar que soy el más perfecto ejemplar que vio el sol, pues a ver llego que la Gracia, la Ignociencia, la Voluntad y la Ciencia en Agua, Aire, Tierra y Fuego me asisten, dando al ser mío cristales, pompas, honores, ciencias y frutos y flores a vista de mi Albedrío? AGUA: A tu obediencia, señora, dones que engendran virtudes harán que solicitudes nuestras digan desde ahora que ellas son, en cuyo celo Dios sus tesoros encierra, y por quien son, en la tierra, los frutos dones del cielo. ALBEDRÍO: Sí, mas duráraos poco, si las llegáis a enojar. ANDRÓMEDA: Basta; volved a cantar, que está muy cuerdo este loco. MÚSICA: "Los años floridos de Andrómeda hermosa, beldad de estos montes, deidad de estas selvas, ufano los cuente el mayo con flores, feliz los señale el sol con estrellas."
Dos cruzados
ANDRÓMEDA: ¿Cúya aquesa letra es? CIENCIA: Letra y tono es mío. ANDRÓMEDA: No dudo que uno y otro sólo pudo ser desvelo tuyo; pues siendo, en el felice estado de tanto aplauso inmortal, tú la Ciencia Natural, de que el cielo me ha ilustrado, sólo tuya ser podía letra y voz que tanto eleva, porque a la Ciencia se deba la música y la poesía. Y, aunque es verdad que jamás nada tanto me ha agradado, solamente he reparado en el nombre que me das. ¿Por qué Andrómeda; y por qué, ya que la licencia usaste poética, y le disfrazaste, en el de Andrómeda fue? CIENCIA: La Natural Ciencia soy, de que, como has dicho aquí, el cielo te ilustró. ANDRÓMEDA: Sí. CIENCIA: Como investigando voy altas cosas cada día, entre imágenes no vanas, letras divinas y humanas revolví en la fantasía. En las humanas hallé, por la docta astrología, que una Andrómeda sería de la Tierra hija; con que, a las divinas pasando, aunque ser fábula vi, por si contuviese en sí alguna alusión, dudando dónde o cómo se eslabona, anteví en San Isidoro que el bello esplendor del oro, que en tus rizos se corona, andrómadas, en el griego idioma, quiere decir. Y, volviendo a proseguir, Enrico Estephano luego dice, andrómada, en el sacro frase, es la florida edad; y androdeas, la deidad, la estatua y el simulacro. Yo --viendo que señas tantas tu rara hermosura encierra, pues, siendo hija de la Tierra, tu perfección adelantas, de que una y otra virtud expliquen en ti el poder de su Autor al florecer la edad de tu juventud, y que ser tu ser alcanza simulacro soberano, que hizo de tierra su mano labrado a su semejanza-- de todos estos sentidos que en sí el griego frase trae, androdeas, androae y andromacas reducidos, un nombre proprio saqué, viendo convenir en ti todas sus señas, y así Andrómeda te llamé. ALBEDRÍO: Yo creí ser droga, pues récipe esperé, por Dios, de andrómaca, dragmas dos y androdeas uncías tres. ANDRÓMEDA: La etimología he notado y, por lograrte el concepto en lo alegórico, acepto ese nombre que me has dado; y por que la sutileza esté atenta a este auto, viendo que soy Andrómeda siendo la Humana Naturaleza, ninguna me llame ya de otra suerte; y pues el prado, de matices esmaltado, su hermoso albergue nos da --siendo, a honra de su pincel, cada emparrado una sombra, cada matiz una alfombra, y cada copa un dosel, donde en tonos diferentes diviertan nuestras congojas los compases de las hojas, las cláusulas de las fuentes, cuyos concentos suaves, por toda la azul campaña, sonoramente acompaña la música de las aves--, venid conmigo cantando por esa orilla del mar, que pretendo desvelar mis altiveces notando esa playa, que con suma soberbia al cielo retrata y apenas monte es de plata cuando aún no es selva de espuma. GRACIA: Razón tiene tu atención de mirar su maravilla. ALBEDRÍO: Sí; y en ser desde la orilla tiene mucha más razón. VOLUNTAD: ¿Por qué? ALBEDRÍO: Por aquel vulgar refrán de hablar de la caza y comprarla en la plaza; hablar de la guerra y ni oílla ni vella; hablar de las Indias y ni vellas ni oíllas; y hablar de la mar y en ella no entrar. ANDRÓMEDA: Dejadle; y la letra vuelva que fue de mi nombre glosa. ELLA y MÚSICA: "Los años floridos de Andrómeda hermosa, beldad de este monte, deidad de esta selva."
Terremoto y dice el DEMONIO dentro
DEMONIO: "Ni ufano los cuente el mayo con flores, ni el sol los señale feliz con estrellas." ANDRÓMEDA: ¡Esperad! ¿Qué confusión tan nueva y tan singular se escucha dentro del mar? GRACIA: Prodigios no vistos son los que en sus senos encierra. CIENCIA: Es verdad, pues en sus senos, con relámpagos y truenos, amenaza cielo y tierra.
Terremoto
VOLUNTAD: Colérico, altivo y ciego, rayos a forjar se atreve. IGNOCIENCIA: ¿Quién vio volcanes de nieve inundar campos de fuego? GRACIA: No hay orbe a quien no se atreva su verdinegro arrebol. CIENCIA: A ser cíclope del sol sobre sí mismo se eleva.
Terremoto
ANDRÓMEDA: Ya, en partidos horizontes, apagar sus luces fragua, poniendo montes de agua sobre piélagos de montes. ALBEDRÍO: Aun no es eso lo peor, sino que, arrojando llamas, de ovas, de conchas y escamas, un monstruo aborta. TODOS: ¡Qué horror! ANDRÓMEDA: Cortando la espuma helada, por salir a tierra anhela. TODOS: Ya no nada, sino vuela. ALBEDRÍO: ¿Vuela? TODAS: Sí. ALBEDRÍO: ¿Y eso es nonada? Es muchísimo. IGNOCIENCIA: ¡Qué espanto! CIENCIA: ¡Qué temor! VOLUNTAD: ¡Qué admiración! GRACIA: ¡Qué asombro! ANDRÓMEDA: ¡Qué confusión! ¿Dónde podré, cielo santo, guarecerme si, tal vez que empaña el sol con su aliento, dejando de ser del viento pájaro, del agua pez, fiera de las fieras, viene amenazando la tierra? GRACIA: Contra su sañuda guerra, huir, Andrómeda, conviene; que sólo se vence, huyendo, enemigo tan crüel. ANDRÓMEDA: ¿Cómo es posible hüir de él, absorta y ciega? LAS TRES: Siguiendo nuestros pasos. GRACIA: Ven, que como no nos pierdan tus extremos de vista, salvar podremos alma y vida. ANDRÓMEDA: Al oíros, tomo nuevo aliento; mas, ¡ay triste!, que con la senda no encuentro. ¿Dónde voy a dar?
Tropieza y va a dar en brazos del CENTRO de la TIERRA
CENTRO: Al centro de la Tierra en que naciste; que, como en él consideres --asistida de Ignociencia, Gracia, Voluntad y Ciencia-- lo que fuiste, lo que eres y lo que serás, confío venzas ese monstruo fiero; y más cuando considero que vienes con tu Albedrío. ANDRÓMEDA: ¡Ay, que es loco! TODOS: Sé tú cuerda. Ven; no temas.
Llévanla entre todos [y dice el DEMONIO dentro]
DEMONIO: ¿Cómo no ha de temer, si voy yo para que todo lo pierda?
Sale al tablado
El profeta Isaías, viendo apagar en las tinieblas frías de mi esplendor la llama, lucero de sus piélagos me llama; el águila divina, que del sol a los rayos se examina, dragón de las espumas; y en otras mil definiciones sumas, viendo a tormentas mi ira reducida, bestia del mar Basilio me apellida. Con estas opiniones, y con que siempre son tribulaciones las aguas en la pura, misteriosa lección de la Escriptura, ¿quién dudará que puedo --torpe embrión de esa marina foca que, víbora, me aborta por la boca-- salir a dar --ya que informado quedo de otro disfraz--, en este horror y miedo, al universo Centro de la Tierra, robándole la joya, a quien encierra, temeroso de mí, verde alquería, con quien es noche el rosicler del día? Alta empresa me mueve, tanto que, para que con ella salga, es fuerza que me valga de aquélla que sin ser a ser se atreve. Conficionado horror de fuego y nieve, añadido veneno a mi veneno, ¡oh tú, que el pavoroso obscuro seno de esa bruta coluna del venenoso monte de la luna habitas, ponzoñosa y escondida, mágico parasismo de la vida, madre horrible del sueño, alimentada furia del beleño, susto de los mortales, línea a los bienes, término a los males, mesonera del llanto, huéspeda de los reinos del espanto, reloj de los momentos, precisa acotación de los alientos, separación penosa de la más dulce unión. ¡Oh tú, horrorosa imagen de la culpa y de la muerte, que en piedra o bruto al racional convierte, a pesar pareciendo, de lo bello, un áspid cada crin de tu cabello; cada semblante, un ceño de tu ira; y, en fin, oh tú, que darte no se escusa el equívoco nombre de que hoy usa retórico el concepto de la fama, pues siendo culpa y muerte!
Sale MEDUSA
[MEDUSA]: ¿Quién me llama? Mas no lo digas, que ya veo quién eres. DEMONIO: ¿En qué? MEDUSA: En que al ir a pronunciar Medusa, te respondo, me ves y no te mueres. ¿Qué es, pues, lo que me quieres, que en derrotado traje de tormenta me buscas? DEMONIO: Sólo que me estés atenta: De rebeldes espíritus caudillo... MEDUSA: La Apocalipsis sé, no hay que decillo. DEMONIO: ...al mismo Dios le presenté batalla. MEDUSA: Ezequiel lo dirá; no hay que contalla. DEMONIO: Diome el ver un bosquejo, una belleza... MEDUSA: Ya sé que fue la gran Naturaleza. DEMONIO: ...ocasión al despecho, que hasta hoy lloro. MEDUSA: Lo rencorioso de tu amor no ignoro. DEMONIO: Y lleno de temores y recelos... MEDUSA: También sé lo rabioso de tus celos. DEMONIO: ...sentí al instante el fuego que en mí lidia. MEDUSA: Ya conozco el veneno de tu envidia. DEMONIO: Y en fin, perdí la acción en lid tan dura,... MEDUSA: El bien, la luz, la gracia y la hermosura... DEMONIO: ...quedando de mi patria desterrado... MEDUSA: ...a perpetuas tinieblas condenado. Hasta aquí sé de tus desdichas graves. DEMONIO: Pues oye desde aquí lo que no sabes. Ese bellísimo encanto, ese bellísimo asombro de la hermosura --a quien yo, por no adorarla, la adoro, usando en mí de los dos afectos más poderosos, más encontrados y opuestos, pues son el amor y el odio--, tan postrado, tan rendido, tan sujeto, tan penoso me tiene que, hasta que pueda llamarla mía, dispongo no perdonar al deseo medio ninguno de todos cuantos discurre un amante y cuantos piensa un celoso. Andrómeda la ha llamado la voz de no sé qué tono que hoy, en la tranquilidad de su paz, compuso el ocio. Con esta causa, porque, viéndome marino monstruo, su disfraz y mi disfraz convengan el uno al otro, embrión de las espumas y de las ondas aborto, salí a aqueste sitio, envuelto en ovas, fuego, humo y polvo, donde, siguiendo la línea que tan a dos luces corro, por empresa he de llevar en el escudo del rostro esculpido "Finis-Ero," pues de sus dichas y gozos he de ser fin; cuya letra nombre me ha de dar famoso de Fineo, pues Fineo o "Finis-Ero" es lo proprio. Ésta, pues, deidad humana, hija de amasado lodo en el Centro de la Tierra --padre suyo-- en un hermoso jardín asistida vive del siempre sagrado coro de Ninfas Virtudes, que, jurada reina de todo, hacen que los elementos la tributen, por despojos, el Agua, claros cristales; el Fuego, reflejos rojos; la Tierra, sabrosos frutos; y el Aire, blandos favonios. Y, aún no contenta con esto, sobre estado tan dichoso de gracia y naturaleza, aspira a ocupar el solio que perdí. No sé, no sé, cuando estas razones formo, para qué salí del agua, si con el aire me ahogo. Mas sí sé; pues fue a valerme de ti; que, si al numeroso ejército de mis ansias le entra el auxiliar socorro de tus encantos, no dudo que he de salir victorioso. Compónme un hechizo; pues, si como a culpa te invoco, de ser la culpa hechicera David me dará el apoyo, diciendo que por la culpa es bruto el hombre; si, como muerte, mágica te llamo, Samuel hablará en mi abono, dándole voz al cadáver; y si, en retóricos tropos de alegórico concepto, como a Medusa te nombro es por convenir en ti alusiones de uno y otro, pues, muerte o culpa, hacer sabes bruto al hombre, piedra o tronco. Y así, compónme un hechizo, otra vez a decir torno, en su tósigo tan fuerte o en su conjuro tan prompto, que a mi amor la incline o que quede incapaz para otro. Tenga logro el rencor, ya que no tenga el amor logro; que si tú de aqueste monte sales, y yo de este escollo, tú a atraerla con tu hechizo, y yo a llevarla en mi robo, no dudes que el Centro quede de la Tierra tan dudoso, que caduque, titubeando, al desquiciar de sus polos, si se cai o no se cai, todo ese pendiente globo que borra la luna a giros y el sol ilumina a tornos. MEDUSA: No sé de qué especie o qué género son tus ahogos, que los oigo como ajenos y los siento como proprios. Júpiter, dios de los dioses, si a la metáfora torno --pues ya de otros empezada fuerza es seguirla nosotros--; Júpiter, dios de los dioses, desde su supremo trono, anteviendo que yo había, si me introducía en los cotos de sus vedados jardines, de ser en ellos destrozo de sus frutas, siendo en ellos el ábrego, el cierzo, el noto que los encendiese a rayos o los apagase a soplos, allá en su divina idea, por que de mí huyesen todos --al ver mi semblante, ciegos; al oír mis voces, sordos--, previno desfigurar las facciones de mi rostro tanto que nadie me viese que no figurase absorto el ser áspides la crencha que cai de la frente al hombro, con tal horror de mí misma, que, por no verme, no oso --con miedos de basilisco, que al verse se mata él proprio-- en un arroyo aun a verme, sin enturbiar el arroyo. Conque, huyendo de mí, habito, sin más ser, este horroroso monte, entre el mar y la tierra, medio risco y medio escollo, hasta tener ocasión en que vengar mis oprobios. Y así, valiente Fineo --que ya como a tal te nombro--, puesto que a buscarme vienes y que, a tu sombra, el arrojo de manifestarme al mundo, cómplice de tus enojos, en tu valor me asegura, a seguirte me dispongo, que también me importa a mí ir a ser; y más si noto que aquesa Naturaleza, que hoy goza tantos adornos, es quien ha de introducir la culpa por el demonio, y por la culpa la muerte; y así, atropellando estorbos, lleguemos a su jardín, asaltemos su frondoso sitio y de nuestra secreta mina, sus baluartes rotos, desmantelados sus muros, desembocados sus fosos, entremos a sangre y fuego; que si una vez en él pongo la planta y de mi tocado desprendo un cabello solo, él derramará el veneno que dentro del pecho escondo en las causas naturales, que mejor que ella conozco. Ven, que si a ella el nombre dio de Andrómeda un blando tono, por ser juventud florida, simulacro o mauseolo, por agricultura, a mí, menos blando y más ruidoso, otro me dio el de Medusa, que significa lo proprio. DEMONIO: Pues ya que, de nuestra sorda pólvora, el callado plomo brecha nos ha abierto al bello recinto de sus contornos, ¿qué esperas? Ese cristal enturbie tu venenoso tósigo, pues es ponerte tú misma a ti misma en cobro. MEDUSA: Dices bien; en esta fuente el primer hechizo pongo; mas, ¡ay de mí! DEMONIO: ¿Tiemblas? MEDUSA: Sí. DEMONIO: ¿De qué? MEDUSA: De que reconozco que antes ha de ser el Agua el antídoto piadoso que, de la Gracia auxiliado, lave la mancha del lodo con que enturbiarla pretendo; y más cuando en ella formo un espejo no manchado en que me quiebre los ojos. DEMONIO: Pues ponle en aquestas flores. MEDUSA: Sí haré; mas, ¡ay!, que tampoco en ellas puedo. DEMONIO: ¿Por qué? MEDUSA: Porque el cándido pimpollo de una azucena, que aún no el virgen botón ha roto --símbolo de la ignociencia en lo puro y en lo hermoso--, en granos de oro contiene un escondido tesoro; que no hay ponzoña que pueda inficionar granos de oro. DEMONIO: Pues inficiona a estas vides. MEDUSA: El mismo daño conozco. DEMONIO: Tala estas mieses. MEDUSA: No puedo. DEMONIO: ¿Cómo de ellas huyes? MEDUSA: Como la Ciencia, que está de guarda, me amenaza, si las toco, no sé en qué forma, a quien yo, aun vista en sombras, me postro. DEMONIO: Pues ya que en vides, en mieses, en flores y en fuentes topo defendidos los objectos que en singular te propongo, apesta el aire, que es común aliento de todo: perezca todo. MEDUSA: Sí haré, ya al aire el veneno arrojo; mas no, que a un ave, que llena de gracia sulca sus golfos, tan alta la Voluntad la lleva, que de los rojos rayos del sol coronada, me ha deslumbrado. DEMONIO: ¿De modo que, en agua, tierra, aire y fuego, si tus temores recorro, cristal, flor, ambiente y luz, diciendo está lo imperioso de ignociencia, gracia, y ciencia y voluntad... MEDUSA: ¿Qué? DEMONIO: ...que todos los frutos que al hombre da el cielo tienen su logro en que las Virtudes sean quien solicite[n] sus colmos? MEDUSA: ¿Eso dudas? DEMONIO: No lo dudo, que a mi pesar lo conozco, pues no nos queda resquicio por donde entremos nosotros. MEDUSA: Sí queda. DEMONIO: ¿Cuál? MEDUSA: Este árbol, en cuyo vedado tronco, supuesto que no es ni ave, ni flor, ni aliento, ni arroyo, atrevidamente osada mi mortal hechizo pongo. DEMONIO: Y yo el Árbol de la Muerte desde este instante le nombro. MEDUSA: ¿Qué haremos para atraer por aqueste sitio umbroso a Andrómeda? DEMONIO: Su Albedrío, poco de mí temeroso, hacia aquí viene; y si yo entre mis brazos le cojo, ella se vendrá tras él; y podrá ser que su hermoso fruto... MEDUSA: Ya llega a ocultarte tú, mientras yo en él me escondo, a engañarla con la voz, sin ver su muerte en mi rostro, hasta que pierda la Gracia.
Sale el ALBEDRÍO
ALBEDRÍO: Nunca yo fuera curioso, pues no me atreviera --antes de saber si el señor monstruo se habrá vuelto a la marina calesa en que cabe él solo-- a volver aquí, traído del apetecido antojo de las manzanas de un árbol, que por aquí... DEMONIO: ¡Date, loco, a prisión! ALBEDRÍO: ¿Cómo he de darme, si soy libre? ¿No es un tonto quien tal piensa? DEMONIO: ¡No des voces! ALBEDRÍO A darlas mil veces torno. ¡Cielos! ¿No hay quien me socorra?
[Dice PERSEO dentro]
PERSEO: Sí, que por ellas respondo yo, pues para sólo dar al afligido socorro, en alada exhalación la esfera del aire rompo.
Sale ahora
¡Suelta la presa, tirano! DEMONIO: ¿Quién eres, que tan brïoso osas competir conmigo? PERSEO: Soy quien soy. DEMONIO: No te conozco; quita la banda, que es tupida nube, del rostro. Sepa con quién lidio. PERSEO: No ha llegado el tiempo forzoso en que has de saberlo. Baste que ahora sepas que es mi heroico valor el que está diciendo, librándoles de ti a todos, que sobre el albedrío no tiene dominio el demonio. DEMONIO: Ni en el acero que esgrimes, que es rayo tan poderoso que dando horror al horror, que dando asombro al asombro, ha de obligarme a que, huyendo sus abrasados enojos segunda vez, en aquel escamado Bucentoro, de cuyo buque la ira me hizo náutico piloto, perturbe en bandido rumbo, infeste en pirata corso, los mares con mis tormentas, los montes con mis abordos, hasta inundar todo el orbe en venganza de este oprobio; si ya no es que antes le vengue algún áspid ponzoñoso de los muchos que enroscados quedan al pie de esos troncos.
Vase
PERSEO: Ahora y entonces tú y él seréis mi triunfal despojo. ALBEDRÍO: Sepa usted, seor rebozado, que yo soy un loquitonto, que es peor que loco a secas, y que, aunque el favor conozco, no sé agradecer, y así quiero le agradezcan otros. ¡Bella Andrómeda, Virtudes y Elementos! ¡Venid todos, venid; veréis a quién debo la libertad, y vosotros la libertad y la vida!
Salen todos
Las VIRTUDES: Albedrío, ¿qué alboroto es éste? Los ELEMENTOS: ¿De qué das voces? ANDRÓMEDA: ¿Cómo aquí, sin temor, solo te quedaste? ALBEDRÍO: No quedé, que después vine curioso, motivado de una fruta de quien aún dura el antojo. Con el señor monstruo di, y con el señor no monstruo; y, librándome, le hizo volverse al mar, temeroso. ANDRÓMEDA: El favor que a mi Albedrío habéis dado, reconozco; y así, para agradecerle sabiendo a quién, el embozo os suplico que corráis. PERSEO: Perdonad, prodigio hermoso, que hasta el prefinido tiempo que una belleza, a quien rondo en los disfraces de amante para las dichas de esposo, merezca llamarla mía, nadie me ha de ver el rostro; en cuyo intermedio, a causa de que nunca pude ocioso estar, quise que mis hechos --para llegar más airoso, cuando a declararme llegue--, mi fama hiciese notorios a todo el orbe. Y así, con los azules rebozos, que a imitación son de nubes cortinas de sacro solio, mi valor, siempre invencible, mi espíritu, siempre heroico, de otra patria en que nací me sacó, con tan piadoso, noble y desinteresado fin, que su pretexto es sólo buscar aventuras que sean venturas para otros; con que viendo ser mi empeño sabio a un viso, altivo a otro, Minerva, que de las Ciencias deidad apellida el ocio, me dio el cristalino escudo; Mercurio, en los artes docto, el templado acero; bien pudiera decir que a logro, que, más que dados, parece que a victorias se los compro. Dígalo vuestro Albedrío, pues apenas su voz oigo, cuando de la sugestión acudí a darle socorro. Y así, pues la gratitud que me ofrece el generoso afecto vuestro os estimo --porque para mí no hay gozo más que ver agradecidos--, no atribuyáis a desdoro no verme ahora; y ya que con mis señas os informo en humanas letras, haga en las divinas lo proprio. Las humanas dicen --bien que en sentido fabuloso, como sin luz de la fe que Júpiter, poderoso dios de dioses, me engendró concebido en lluvia de oro; las divinas, que en rocío, que cándido, puro, hermoso vellón sin mancha cuajó, hilada la nieve a copos. Y así, mi nombre es en ambas, con seguro de que, como conmigo mismo y en mí mismo por mí mismo obro, y per se, en latino frase, es el que obra por sí solo, bien puedo asentar que, en fe del per se, Perseo me nombro. Y pues es el alto asumpto de mis alientos brïosos hacer bien --a cuyo efecto, a oposición de aquel monstruo que undosos campos navega, yo, en el blanco, generoso caballo que vio Ezequiel, azules campañas corro--, no será el menor deciros, ¡oh bello prodigio hermoso!, que si, de todos los frutos de este jardín, monte y soto, de alguno, que de mortal cicuta, beleño y opio inficionado está, no os guardáis, será forzoso morir muriendo; con que, si agradecida al socorro de ver libre al Albedrío estáis, pagádmele en sólo no comer de aquella fruta; advirtiéndoos que son todos vuestros riesgos esos mares, ese árbol y ese escollo.
Vase
ANDRÓMEDA: ¡Oye, aguarda! ¿Dónde vas? Mira que no puedo, no, al viento quitarle yo las alas que tú le das. Mucho que dudar me das, viéndote, en acción tan rara, la cara encubrir. Repara en que el que hace el mal es quien la esconde; que el que hace el bien, ¿por qué ha de esconder la cara? No con tanta ligereza huyas, que nunca fue indicio la fuga del beneficio, ni el susto de la fineza. Vuelve, pues; no a mi tristeza ocasiones a dudar; no me des qué imaginar, pues me das qué agradecer; que no es hacerme un placer dejarme con un pesar. Más veloz que el mismo viento vuela. En vano voces doy. ALBEDRÍO: Con todo esto, aún yo me estoy a las manzanas atento. ANDRÓMEDA: Ciencia, tú, a mi sentimiento, qué es morir me has de decir. CIENCIA: Dejar de ser. ANDRÓMEDA: ¿Y añadir al morir "morir muriendo?" ¿Cómo he de morir no siendo, si es dejar de ser morir? CIENCIA: Como en tu humana fortuna hay, si del bien usas mal, dos muertes: la natural del cuerpo será la una; la otra, del alma. ANDRÓMEDA: ¿Y ninguna podré excusar? CIENCIA: Sí; y las dos. ANDRÓMEDA: ¿Cómo?
[Salen] IGNOCIENCIA y VOLUNTAD
Resignando en Dios, advertida de la Ciencia. VOLUNTAD: Mi voluntad. IGNOCIENCIA: Mi ignociencia. ALBEDRÍO: ¿Cómo calláis, Gracia, vos? GRACIA: Como, por mí, hablando vi que están las Virtudes bellas; y mientras la asistan ellas, no llega su error a mí. ANDRÓMEDA: Decidme, pues, ¿cómo aquí, ya que en vosotras me fío, podré, entre logro y desvío, distinguir el mal del bien? CIENCIA: Esa distinción a quien le toca es al saber mío, pues me toca el proponer y al Albedrío elegir. ANDRÓMEDA: ¿Qué haré para no morir? ALBEDRÍO: No llamar médicos; ser alegre, comer, beber; y para hacer ahora gana, dígalo aquella manzana. ANDRÓMEDA: ¡Qué esmaltado rosicler! ....................[-er] .....................[-ana]. ¿No es bella, Elementos? TIERRA: ¿No ha de serlo, si yo he sido el que, en la tierra prendido, su tronco fertilizó? AGUA: ¿No ha de serlo, cuando yo bañé en cristal sus raíces? FUEGO: ¿Y yo, cuando a sus matices le dio el sol el lucimiento? AIRE: ¿Yo, cuando el aire el aliento? ANDRÓMEDA: Ya sé que todos felices la formasteis, para que, cuando mi Albedrío la viera, a gustarla me moviera; y así... CIENCIA: ¡No hagas tal! ANDRÓMEDA: ¿Por qué? CIENCIA: Porque aquesa fruta fue la que vi que señaló el que el riesgo te avisó que entre las demás había. ANDRÓMEDA: La Tierra, madre fue mía --en su Centro me engendró-- y nacida de su Centro, ¿por qué tengo de pensar que contra mí ha de encerrar, cuando tan bella la encuentro, noscivo tósigo dentro? Y para explicarme más, que no me ofenda jamás, tronco, volved vos por vos.
[Habla MEDUSA dentro]
MEDUSA: Come y serás como Dios; come y inmortal serás. ANDRÓMEDA: ¿Inmortal y Dios? UNOS: ¡Advierte! OTROS: ¡Mira! ANDRÓMEDA: Aquí no hay que mirar ni advertir; yo he de llegar a lograr tan alta suerte. CIENCIA: ¿Y si es la voz de la muerte? ALBEDRÍO: ¿Qué muerte? CIENCIA: La que anunció el que el precepto la dio. ANDRÓMEDA: Albedrío, tú me guía. ALBEDRÍO: Ciencia Natural, desvía; déjala pasar, que no la Ciencia debe impedir al Albedrío. CIENCIA: Sí debe, cuando el Albedrío se mueve sin Ciencia para advertir el bien o el mal. ANDRÓMEDA: Yo he de ir. CIENCIA: Será sin mí. AIRE: ¡Ay de mí y de ella si el Albedrío atropella la Ciencia y mis plumas son las que la dan la ambición! CIENCIA: Pues no basto a detenella, si errare, sea en mi ausencia; no vea yo su desvarío.
Vase
AIRE: Ya siguiendo al Albedrío, no la aprovecha la Ciencia. ALBEDRÍO: ¿Qué pretendes, Ignociencia? IGNOCIENCIA: No ver tu despeño yo. ANDRÓMEDA: ¡Quita!
[Vase IGNOCIENCIA]
FUEGO: ¡Ay del fuego que dio a su espíritu tal brío; que, siguiendo al Albedrío, tras la Ciencia, atropelló a la Ignociencia! VOLUNTAD: Pasar no intentes. ALBEDRÍO: Advierte que de lidiar los dos no sé, Voluntad, haya ejemplar. VOLUNTAD: Tú se la has querido dar, apeteciendo su ruina, cuando a su daño la inclina tu error, vuelto en su delito de Albedrío en Apetito, contra voluntad divina. ANDRÓMEDA: Divina es también aquélla que, haciendo inmortal mi fama, a ser como Dios me llama. TIERRA: ¡Ay de Elemento que a ella dio el ser y la fruta bella! ¡Que de que es tierra la acuerde! ALBEDRÍO: Desnuda su pompa verde. VOLUNTAD: A no verlo me desvío.
Vase
TIERRA: Ya, siguiendo su Albedrío, la buena Voluntad pierde. GRACIA: Yo es bien que tu paso impida, porque tu última desgracia está en que pierdas la Gracia. ANDRÓMEDA: ¿Por qué he de verla perdida, si a ganarla voy? ALBEDRÍO: Olvida sus amenazas. ANDRÓMEDA: Sí haré. AGUA: ¡Ay de mi cristal, que fue el que la desvaneció! GRACIA: Mira no me ausente yo. ANDRÓMEDA: Auséntate, que ya sé que hay otra gracia sin ti; pues al verme en tu cristal, ni como Dios ni inmortal me aplaudiste, y ésta sí. GRACIA: ¡Teme, que quedas sin mí! ANDRÓMEDA: Sí, pero sin otra no. GRACIA: ¡Ay, que otra no hay como yo!
Vase
ANDRÓMEDA: No por eso desconfío. AGUA: Ya, siguiendo su Albedrío, belleza y Gracia perdió. ANDRÓMEDA: Árbol que frutificó mi mismo Centro, de ti gustaré. ALBEDRÍO: ¡Toma! ANDRÓMEDA: ¡Ay de mí! ¿Quién vista y luz me quitó, vida, alma y sentidos?
Sale MEDUSA
MEDUSA: Yo. ANDRÓMEDA: ¡Qué horrible aspecto! Los ELEMENTOS: ¡Qué fuerte pasmo! ANDRÓMEDA: ¿Dónde, por no verte, iré? Los ELEMENTOS: Nada te disculpa, que viene tras ti la culpa, y tras la culpa la muerte. ANDRÓMEDA: ¿La muerte y la culpa? MEDUSA: Sí. ALBEDRÍO: ¡Buena hacienda habemos hecho! MEDUSA: Sí, que enroscada a este tronco, a fuer de serpiente, siendo de mi crinada melena un áspid cada cabello, víbora con rostro humano, de espera he estado, en acecho, por si en el lazo caías que estaba en sus redes puesto. Lográronse mis astucias, lográndose de Fineo las ansias que le dictaron amor y aborrecimiento. Su delito y tu delito, de un mismo parto nacieron; y así, su pena y tu pena tendrán un castigo mesmo. Y pues el marino monstruo los mares eriza --al tiempo que yo, arrastrada culebra, auxiliar suyo, estremezco los montes, troncos y mares, su pompa desvaneciendo--, terremotos y tormentas perturben el universo. Infeliz vida te espera al aire, al calor y al hielo, bebiendo el agua del llanto y el pan de dolor comiendo. Conque, hasta aquella segunda muerte del morir muriendo, vivirás como yo vivo, morirás como yo muero.
Vase
ANDRÓMEDA: ¡Ay, infelice de mí! AGUA: ¡Quebró el cristal sus espejos! FUEGO: ¡Apagó el fuego sus luces!
Terremoto
AIRE: ¡Perdió el aire sus alientos! TIERRA: ¡Gimió el centro de la tierra!
Sale el CENTRO
[CENTRO]: ¿Qué es esto, cielos, qué es esto, que todo el mundo ha temblado, como que a todo le han muerto? ANDRÓMEDA: ¿Qué han de ser? Desdichas mías. CENTRO: ¿Qué sientes? ANDRÓMEDA: No sé qué siento; pero sé que siento un mal que, sin matarme, me ha muerto. ¡No me mires, no me mires, oh padre, que me avergüenzo de verte y de que me veas! CENTRO: En tan mortales extremos, llegad todos, llegad todos a consolarla. FUEGO: Lleguemos, que al que peca y vive faltan Virtudes, mas no Elementos. No desconfíes, humana beldad. ANDRÓMEDA: No te acerques, Fuego, que con dos contradiciones en un instante me has muerto. FUEGO: ¿Dos contradiciones? ANDRÓMEDA: Sí; pues, ciega, sin tu luz quedo, y, de tu luz, abrasada. ¿Cómo, cielos, cómo, cielos, si me ha faltado la luz, no me ha faltado el incendio? No abrases, pues que no alumbras. ¡Que me quemo! ¡Que me quemo a la inclemencia del sol, obscuro y ardiente a un tiempo! AIRE: ¿Qué te aflige cuando...? ANDRÓMEDA: Tú me afliges de extremo a extremo, de un dolor a otro dolor. ¡Detén, Aire, lisonjero hasta aquí, furioso ya, las ráfagas de tus vientos; que, aterida de los fríos notos, ábregos y cierzos que respiras, me traspasas! ¡Que me hielo! ¡Que me hielo a la inclemencia del Aire, frío y destemplado a un tiempo! AGUA: Espera en Dios. ANDRÓMEDA: Guarda tú, encarcelado elemento, el coto al margen y no rompas el sagrado freno que a raya te tiene; mira que vas a inundar, soberbio, toda la Naturaleza. ¡No tan presto, no tan presto en húmedos obeliscos sepultes al universo! ¡Que me ahogo! ¡Que me ahogo, ya desde aquí padeciendo las avenidas del mar, preso y desatado a un tiempo! TIERRA: ¡Ampárate de mí! ANDRÓMEDA: ¿Cómo amparo he de hallar si, siendo tu esfera el tálamo en que de su limo y de su centro nací al mundo, veo que ahora de los materiales mesmos que me labraste la cuna me labras el monumento? ¡Oh, mal hubiesen tus flores y tus frutas, pues el suelo en que hallé frutas y flores, abrojos y espinas siento, ensangrentada la planta! ¡Que me muero! ¡Que me muero a inclemencias de la tierra, ingrata y fértil a un tiempo! Todo, todo es contra mí; y es verdad, pues aun los tiernos cantos de las aves no son ya anuncios, sino agüeros; gorjeos, sino gemidos; cláusulas, sino lamentos. Los halagos de los brutos, a mi obediencia sujetos, ya son amenazas, todos aguzando y previniendo contra mí presas y garras. ¡Oh, quién no llegara a verlos por no verlos tan airados! Pero, ¡ay infeliz!, primero que ellos en mí las empleen, yo misma, más fiera que ellos, las emplearé en mí, arrancando con piadosa ira del pecho pedazos del corazón. Mas, ¡ay!, que aquéste no es medio y mejor será acudir a la piedad que al despecho. ¡Fuego, a tu luz! FUEGO: ¿A qué luz, si tú, ¡ay infeliz!, me has muerto? ANDRÓMEDA: ¡Aire, a tu aliento! AIRE: Si tú me le has quitado, ¿a qué aliento? ANDRÓMEDA: ¡A tu cristal! AGUA: ¿Qué cristal, si tú has quebrado su espejo? ANDRÓMEDA: ¡Tierra! TIERRA: A mí nada me digas. ANDRÓMEDA: ¿Centro suyo? CENTRO: Y a mí menos, que todo el centro infestado de tu culpa está. ANDRÓMEDA: ¿Qué es esto? Si os acercáis es a herirme, y a huir de mí si me acerco. TODOS: Sí, que no somos vasallos ya. ANDRÓMEDA: Pues ¿qué sois? TODOS: Tus opuestos. ANDRÓMEDA: ¿Tú no me debes las luces? FUEGO: Ni aun las sombras no te debo. ANDRÓMEDA: ¿Tú, el aliento? AIRE: Si suspiras, podrá ser que te dé aliento. ANDRÓMEDA: ¿El agua, tú? AGUA: Si la lloras. ANDRÓMEDA: ¿Tú, el sustento? TIERRA: Si primero le labras y le cultivas. ANDRÓMEDA: ¿Para qué, para qué, cielos, si me faltan las Virtudes, me sobran los Elementos? Pero, ya que aborrecida de todos me miro, huyendo de todos, a los jardines de donde salí, siguiendo los pasos de mi Albedrío, me retiraré y...
Sale MERCURIO con sus insignias
MERCURIO: Ni en ellos has de entrar ni has de quedar, que soy yo quien los defiendo. ANDRÓMEDA: ¿Quién eres, alado joven, que con espada de fuego, blandido azote de Dios, me amenazas? MERCURIO: De los ecos de mi voz lo sabrás; pues por que la oiga el orbe entero
Canta
"La intimo a su Centro, haciendo testigos al Fuego, a la Tierra, al Agua y al Viento."
Recitativo
"Andrómeda desdichada, y en triste punto nacida debajo de las estrellas que influyen mayor desdicha, el gran Júpiter, de dioses dios --cuya sabiduría, árbitro de tierra y cielo, no hay átomo en que no asista, desde el más luciente rayo que las sombras ilumina hasta el que, menos luciente, trémulas cóleras vibra--, habiendo de su poder reducido en ti la cifra, sacándote de la tierra, a que, reina suya, vivan tributarias de tu imperio las flores que la matizan, árboles que la guarnecen, fuentes que la fertilizan, frutos que la lisonjean, animales que la habitan, peces que sus golfos sulcan, aves que sus aires giran; y habiendo tú abandonado el riesgo de que te avisa quien, para usar bien o mal, el Albedrío te libra --pues la Ciencia perturbada, la Voluntad prevertida, maliciada la Ignociencia y, en fin, la Gracia perdida, queriendo ser como Dios, quedaste como tú misma--, ha pronunciado sentencia, a tanta culpa benigna; que las piedades de Dios tan benévolas castigan que se quedan en piedades sin que pasen a ser iras. Mercurio soy, de las ciencias dueño; ser querub lo diga, si del talar y del ala no lo han dicho las insignias, con las de este caduceo, cuyos áspides publican el delicto. Y la sentencia, vuelto espada de justicia, ésta es: que, pues tierra y mar ser cómplices participan, a ese escollo, que de tierra y mar punto es de ambas líneas, atada con las cadenas que de tu yerro fabricas, seas al furor expuesta de esas dos fieras noscivas, que del mar y de la tierra, monte y golfo atemorizan; la una, cuando le estremece, y la otra, cuando le riza; para cuya ejecución, que a ti y a todos se intima, sal de estos jardines, deja los palacios en que habitas. Y pues aquesta sentencia, según presente justicia, a todos toca guardarla, a todos toque el cumplirla, siendo ya ley precisa el que ella muera antes que todos vivan. ANDRÓMEDA: ¡Yo, sí! Como hablar no puedo, pues del aliento me privan mis ansias, el corazón, ya que no pronuncie, gima. CENTRO: Andrómeda, yo no puedo oponerme a las divinas sentencias; el Centro soy y temo que llegue el día o que un diluvio me anegue o que una llama me rinda; y así, Andrómeda, el ministro he de ser de tus desdichas. ANDRÓMEDA: ¡Padre, señor! Los ELEMENTOS: Esto es fuerza. CENTRO: Y en vano el que te resistas. Ven donde la ruina nuestra nos asegure tu ruina. ANDRÓMEDA: Dejadme llorar siquiera aquellos legales días que, para último consuelo, se han de otorgar a la hija de Jepté; y con más razón, pues a ella la dedica su padre al cielo y el mío a un monstruo me sacrifica. TODOS: A nosotros no nos toca más que obedecer. ANDRÓMEDA: Si os insta la prisa de esa obediencia, yo adelantaré la prisa, por que no tenga la vuestra más mérito que la mía; y así, antes que a ser llegue despojo de esa marina bestia del mar, sabré ser despojo yo de mí misma; pues antes que a ocupar vaya de aquel escollo la cima, desde la de aqueste monte veréis que me precipita mi despecho; y no a su golfo, por que aun caducas reliquias mías no halle en sus espumas, siendo en la tierra cenizas, de quien los peñascos sean urna, monumento y pira.
Vase
CENTRO: Por que no se desespere, ¡seguidla todos, seguidla! TODOS: Vamos, pues sacrificada al monstruo, ley es precisa el que ella muera antes que todo viva.
Vanse y salen MEDUSA y PERSEO
PERSEO y MEDUSA: "Ley es precisa el que ella muera antes que todo viva." MEDUSA: Pues si ya alado ministro la sentencia la publica... PERSEO: Si ya la ley está dada y que es forzoso cumplirla... MEDUSA: ...¿qué aguardo que a ejecutarla no voy, pues, cosa es sabida, si la seguí como culpa, que como muerte la siga? PERSEO: ...¿qué espero que a dilatarla no voy, ya que no a impedirla, por que pueda a sus Virtudes volverse restitüida? MEDUSA: Y así, iré en su seguimento. PERSEO: No harás sin que yo lo impida, dándola tiempo en que muera de su culpa arrepentida. MEDUSA: ¿Quién eres, pues que impedir muerte y culpa solicitas? PERSEO: Disfrazado amante soy, que, sabiendo su desdicha, repararla intenta. MEDUSA: No te conozco. PERSEO: No me admira que no me conozcas, que soy de patria tan distinta que no ha entrado en ella culpa ni muerte. MEDUSA: Aquése es enigma que no entiendo; un hombre veo, por más que el velo te finja peregrino en esta patria; y lo que me maravilla es que tú me veas a mí sin que te mate mi vista; que si la Naturaleza y Elementos, algún día, con las vidas se quedaron cuando me vieron, sería porque allí muerte del alma fui y aquí soy de la vida. PERSEO: No podrás hasta que yo la licencia te permita, y aun entonces morirás tú también. MEDUSA: ¿La muerte misma podrá morir? ¿De qué suerte? PERSEO: Este escudo te lo diga. Mírate en él y verás que mueres si en él te miras. MEDUSA: ¿Qué horrible, qué temerosa, qué abominable, qué impía imagen es la que en ese mágico cristal me pintas? PERSEO: ¡Oh, qué proprio es de la Culpa no conocerse a sí misma! Mírate bien, que tú eres la que en él te significas. MEDUSA: ¿Esta soy yo? ¡No me vea! ¡Quita de delante, quita, que ésa más parece que es la hidra, que yo! PERSEO: ¿Qué más hidra que la que tantas cabezas encrinada crencha riza? ¡Vuelve a verte y lo verás! MEDUSA: ¡No me mates, no me aflijas, que pensaré que ser puede mi veneno mi homicida! PERSEO: Si eres víbora, ¿qué mucho?; pues, cuando se ve afligida la víbora, de su mismo veneno el tósigo alivia, arrojándole en las flores; y si, arrastrada, las pisa, viene a morir de su propria emponzoñada saliva. MEDUSA: Pues ya que he de morir de ella, no el templado acero esgrimas; pero..., esgrímele, que más quiero morir de tu herida que de mi vista; porque, cuando con mi sangre tiña las flores, de cada flor nazca un áspid, que, ojeriza de todo el orbe, no deje estancia que no sea Libia. PERSEO: Áspid habrá que, exaltado en el aire, con su vista, a oposición de la tuya, la vida dé a quien le mira. MEDUSA: Antes que él a esa piedad llegue, llegará mi envidia a la gran Naturaleza, de quien Andrómeda es cifra, pues ya, alcanzada de todos, hacia el escollo caminan con ella a sacrificarla. Funestos ecos lo digan de destemplados acentos.
[Suenan] las cajas y trompetas roncas
PERSEO: Por eso, también seguida, bien que a lo lejos, de todas las Virtudes va, movidas del afecto de que haya valor que a restitüirla vuelva a su Gracia. MEDUSA: Primero que la alcance esa noticia, Fineo y yo habremos logrado, él su saña y yo mis iras.
Vase
PERSEO: No habréis, que, primero, al filo de esta acerada cuchilla morirás tú, por más que acelerada la prisa de Virtudes y Elementos en distintos coros digan.
Vase. Cajas y trompetas destempladas, y salen por una parte CENTRO y ELEMENTOS, y por otra las VIRTUDES, y ANDRÓMEDA en medio, cubierto el rostro con un velo negro, y los MÚSICOS con instrumentos
CORO 1º: "La que nace para ser escándalo de sí misma, sienta y sufra, llore y gima; y conformada con que donde hay culpa no hay desdicha, sienta, sufra, llore y gima. CORO 2º: La que nace para verse de su culpa arrepentida, fíe, espere, venza y viva; y consolada con que, si ella llora, Dios olvida, fíe, espere, venza y viva."
Canta
ANDRÓMEDA: "Hijas de Sión, llorad mis fatigas, que al alba fallece la flor de mis días. Sol que apenas nace fue la suerte mía, cuando pardas nubes su esplendor eclipsan; aurora que apenas riendo ilumina, cuando el alba trueca en llanto su risa; flor que apenas rompe el botón a listas, cuando airado cierzo su pompa marchita; fuente que, del mar naciendo a la orilla, apenas da paso, cuando da en su ruina; y pues fuente y flor, alba y sol me imitan, hijas de Sión, llorad mis desdichas... CORO 1º: La que nace para ser escándalo de sí misma... ANDRÓMEDA: ...que al alba fallece la flor de mis días. CORO 2º: La que nace para verse de su culpa arrepentida... ANDRÓMEDA: ...que al alba fallece la flor de mis días. CORO 1º: ...y conformada con que donde hay culpa no hay desdicha... ANDRÓMEDA: ...que al alba fallece la flor de mis días. CORO 2º: ...y consolada con que, si ella llora, Dios olvida... ANDRÓMEDA: ...que al alba fallece la flor de mis días. CORO 1º: ...sienta, sufra, llore y gima. ANDRÓMEDA: ...que al alba fallece la flor de mis días. CORO 2º: ...fíe, espere, venza y viva." CENTRO: Aquí es donde has de quedar, atada con las impías cadenas que de tu yerro tu albedrío te fabrica. ELEMENTOS: Llega, ya que ser nos toca ministros de la divina justicia que te condena. ANDRÓMEDA: Siendo divina justicia, quitad, que yo, voluntaria, la sacaré de precisa. CIENCIA: ¡Qué dolor! VOLUNTAD: ¡Qué sentimiento! IGNOCIENCIA: ¡Qué lástima! GRACIA: ¡Qué desdicha! ANDRÓMEDA: En lágrimas, los cristales, Agua, le vuelve a tus ninfas; Aire, tus plumas le vuelve al viento, que las inspira; tú, Fuego, da a tus hogueras la roja púrpura rica; y tú, vuélvele a la tierra la infausta fruta nosciva; que yo, desnuda de afectos que mi ser desvanecían, quedaré a morir, subiendo hasta la eminente cima, por si, descubriendo el mar, ver la fiera me anticipa la muerte, muriendo antes que a su furor a su vista. CENTRO: Retirémonos nosotros, que no hay valor que reprima el dolor. TIERRA: Pues por que no quede tan sin compañía, a lo lejos nuestras voces en lo que puedan la asistan. CIENCIA: Ya que acercarnos nosotros no podemos, sin que pida ella a los cielos piedad, estemos siempre a la mira, hasta ver si nuestras voces con sus auxilios la animan. ANDRÓMEDA: Ya que, tan desamparada, todos de mí se retiran, dejándome sin el leve consuelo de las desdichas, viendo que en alguno sea lástima la que fue envidia; y ya que desde esta cumbre solamente se divisan cielos y mares, a mares y cielos mis penas diga, aunque por doblar mis ansias los ecos me las repitan:
Cantan
"¿Quién, cielos, me ha condenado? CORO 1º: Tu pecado. ANDRÓMEDA: ¿Quién, a tan mísera suerte? CORO 1º: La muerte. ANDRÓMEDA: ¿Quién, pues, a tanto rigor? CORO 1º: Tu error. ANDRÓMEDA: Luego, aunque fuera mayor el castigo que me ordenan, justamente me condenan... ELLA y CORO 1º: ...Pecado, muerte y error. ANDRÓMEDA: ¿Quién más mi delito indicia? CORO 2º: Tu malicia. ANDRÓMEDA: ¿Y a que fuese en esta estancia? CORO 2º: Tu ignorancia. ANDRÓMEDA: Y, en fin, ¿quién es quien me culpa? CORO 2º: Tu culpa. ANDRÓMEDA: Luego nada me disculpa, puesto que hizo mi desgracia de ignociencia, ciencia y gracia... ELLA y CORO 2º: ...Malicia, ignorancia y culpa. ANDRÓMEDA: ¿Nada en efecto me abona? CORO 1º: Dios perdona. ANDRÓMEDA: ¡Ay, que fue mi mancha brava! CORO 1º: El llanto lava. ANDRÓMEDA: Fue muy desigual mi culpa. CORO 2º: Amor disculpa. ANDRÓMEDA: Luego, aunque todo me culpa, podréis, Andrómeda, vos ser rescatada, pues Dios... ELLA y CORO 1º: ...perdona, lava y disculpa. ANDRÓMEDA: Mas, ¿cómo a Dios hallaré? CORO 2º: Con la fe. ANDRÓMEDA: ¿Quién merecerá bien tanto? CORO 2º: El llanto. ANDRÓMEDA: ¿Y quién será en mi favor? CORO 2º: Amor. ANDRÓMEDA: ¡Misericordia, Señor! Muera en tu gracia, pues muero, y que me valgan espero... TODOS: ...la fe, el llanto y el amor. ANDRÓMEDA: Y pues contrarias aquí las músicas escuché del cielo y tierra, ¿qué fue todo lo que siento hoy? TODOS: Pecado, muerte y error, malicia, ignorancia y culpa, perdona, lava y disculpa la fe, el llanto y el amor.
Tempestad
ANDRÓMEDA: Y así, en esta confïanza, he de vivir y morir este instante que me queda de vida, pues ya --¡ay de mí!-- miro irritarse las ondas de esa azul selva turquí, que, siendo jardín de espumas, es ya de llamas jardín. Iras otra vez arroja, reventando por parir aquel vestiglo, que ya huella campos de zafir. ¡Oh tú, embozado Perseo, pues tu asumpto es discurrir el orbe por hacer bien, duélete, señor, de mí!
El DEMONIO en el dragón
DEMONIO: Vivo bajel de las ondas que yo abrasé y encendí, pues de las tribulaciones sulcas el mar --siendo en ti, velas las alas, los pies remos, proa la cerviz, timón la cola y el pecho buque--, quebrando el viril en que, pirata del mar, ya la presa descubrí --pues eres bajel de fuego, y tan de fuego que vi que, para abrasar a otros, primero empiezas por ti--, aborda, aborda, y tus llamas batan el rudo confín de aquel escollo, llevando al puerto de quien salí, por despojos de la empresa que pretendo conseguir, robado al monte su mayo, hurtado al valle su abril. ANDRÓMEDA: ¡Ya se acerca! ¡Piedad, cielos! DEMONIO: No, no tienes que acudir al llanto; ¿puede haber ya quien te dé socorro?
PERSEO sale en lo alto en un caballo
PERSEO: Sí, que hay quien, por que viva ella, sabrá exponerse a morir. DEMONIO: ¿Quién eres, que ya otra vez en otra ocasión te vi? PERSEO: También dije en otra yo que soy quien obra por sí. El divino Perseo soy, que hasta agora discurrí, embozado, cuantos rumbos mira el sol --desde el cenit, en cuya abrasada cuna nace encendido rubí, hasta donde, en urna helada del contrapuesto nadir, muere, pálido topacio--, sólo al generoso fin de satisfacer agravios de quien se vale de mí. Vagando, pues, de una en otra esfera, la voz oí de Andrómeda bella, a cuyo llanto me compadecí; porque su hermosura amé desde el punto que la vi con tanto afecto, que yo puedo con verdad decir lo de vida y alma, pues la alma y la vida la di. A ponerla en libertad vengo, y lo he de conseguir, pues ya vencida la culpa de esa Medusa, a quien di la muerte... DEMONIO: ¿Muerta en Medusa la culpa has dejado? PERSEO: Sí, que, en llegándola a llorar, llega la culpa a morir. DEMONIO: Poco importa que a ella venzas si no me has vencido a mí, que soy la segunda muerte, a quien el último fin le dio el nombre de Fineo. Embiste, pues, que si a ti triunfante te vio Ezequiel en ese caballo, a mí triunfante también me vio, no menos fuerte adalid, Juan en este dragón. PERSEO: Pues, ¿qué aguardas para embestir? ANDRÓMEDA: ¡Cielos, virtud y pecado batalla se dan por mí! DEMONIO: ¡Vuelve, vuelve a la batalla, que en esta mística lid o he de morir o vencer! PERSEO: Yo he de vencer y morir; pues aun herido de muerte te he de postrar. DEMONIO: ¿Cómo? PERSEO: Así: enarbolando esta lanza contra tu vida. DEMONIO: ¡Ay de mí, que a visos de ciento en ciento, que a rayos de mil en mil, deslumbrado a tanta luz, me fuerza el temor a huir! ¡Viento, dadme vuestras alas! ¡Mares, vuestro abismo abrid!
Vase
PERSEO: Ya, Andrómeda, libre estás; que al que te venció, vencí. ANDRÓMEDA: A la lima de tu voz y de tu acento al buril, de mi prisión las cadenas, rotas, me permiten ir para arrojarme a tus plantas. PERSEO: Si el socorro que te di quieres pagarme, de esposa palabra me da. ANDRÓMEDA: Una y mil, no de esposa, mas de esclava te doy; mas si en esta lid herido de muerte estás, ¿cómo la podré cumplir? PERSEO: Como yo solo, a la misma muerte, muriendo vencí. Y así, pues muriendo puedo vencer, triunfar y vivir, prevente para las bodas, que yo bajaré por ti en otra forma a la tierra.
Vase
ANDRÓMEDA: ¡Mortales, venid, venid a ver la mayor victoria que ha podido repetir, ni de los tiempos la voz ni de la fama el clarín! Centro, Elementos, Virtudes, acudid, pues, acudid, ya que a mi primero estado me vuelve a restituir quien pecado, culpa y muerte, muriendo, venció por mí.
Salen TODOS
VIRTUDES: A todas nos da los brazos. ANDRÓMEDA: Una y mil veces feliz, quien vuelve a cobraros. ELEMENTOS: Todos te volvemos a servir y a obedecer. ANDRÓMEDA: Pues los cielos hacen fiesta al convertir de un pecador, celebrad su victoria; prevenid bailes, músicas y fiestas, y vamos a recibir al esposo que me ha dado vida y libertad; cubrid de flores el suelo; haced guirnaldas para ceñir sus sienes, tejiendo en ellas lirio, azucena y jazmín. CENTRO: ¿No nos dirás quién ha sido este vencedor feliz del monstruo del mar? ANDRÓMEDA: Perseo. ALBEDRÍO: ¿Perseo no es el que a mí me dio libertad? Pues tengo hoy de pagárselo aquí con cantar y con bailar. Todos conmigo decid...
Cantan
"¡Viva el divino Perseo, viva el segundo David! TODOS: ¡Viva sin fin! ALBEDRÍO: Pues mató en tierra y en mar la fiera y el filistín. TODOS: ¡Viva sin fin! ALBEDRÍO: Y ciñan su frente los rayos de Ofir, las flores de mayo y las rosas de abril. TODOS: ¡Viva sin fin!" CENTRO: ¿Adónde, que no le vemos, tu esposo está? ANDRÓMEDA: Proseguid la música, que él vendrá, pues que quedó de venir.
Cantan
ALBEDRÍO: "¡Viva el segundo Sansón, que en la más sangrienta lid venció al ciego gentilismo y al idólatra gentil! TODOS: ¡Viva sin fin!" CENTRO: Aún no se ve. ANDRÓMEDA: Su palabra fuerza es que se ha de cumplir. Yo con esta fe le llamo: ¿dónde estás, esposo?
Ábrese un carro en que se verá un altar, y en él una custodia, con ángeles que la tengan; y PERSEO, y al pie del altar MEDUSA y el DEMONIO a sus pies
PERSEO: Aquí, que a las voces de la fe me verás siempre acudir. Aquestas especies, frutos de la espiga y de la vid, siendo mi carne y mi sangre, son en los que he de vivir contigo: antídoto de otro que hizo tu estado infeliz. Los despojos de la guerra traigo conmigo; y ansí, ante aqueste sacramento, miráis postrar y rendir pecado y muerte, ligados con las cadenas que a ti te quité. DEMONIO: ¿Qué mucho es que yo esté rendido aquí, si ante aquese sacramento el más puro serafín se postra también? MEDUSA: ¿Qué mucho que esté triunfando de mí, si soy la muerte, ese árbol que es de la vida? PERSEO: ¡Venid! ANDRÓMEDA: Venid todos, prosiguiendo el religioso festín.
Dos COROS. Cantan
MÚSICA y TODOS: "Viva sin fin y coronen su frente los rayos de Ofir las flores de mayo y las rosas de abril." CENTRO: Miel en boca del león. CIENCIA: Jeroglífico feliz de dulzura y fortaleza. GRACIA: Cristal puro en Rafidín. VOLUNTAD: Rocío en cándida piel. IGNOCIENCIA: Socorro de Abigaíl. AGUA: Agua endulzada en Amara. FUEGO: Rayo encendido en Setín. AIRE: Llovido maná en Horeb. TIERRA: Fértil palma en Efraín. ALEBEDRÍO: Pan que nunca se encarece, aunque no llueva en abril. ANDRÓMEDA: Todos ante ti se postran; todos se rinden a ti.
Cantan
TODOS: "Viva sin fin y coronen tus sienes los rayos de Ofir." MEDUSA: ¿Esto consentís, rencores? DEMONIO: Infiernos, ¿esto sufrís? PERSEO: Éste es el manjar que yo he de dar y prevenir al banquete de mis bodas. ALBEDRÍO: Pues demos al auto fin, pidiendo perdón, volviendo a decir...
Cantan
TODOS: "Que viva sin fin y coronen su frente los rayos de Ofir."

FIN DEL AUTO


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Dec 2002